Mercantilización de la naturaleza, biocentrismo radical, extractivismo y desarrollo humano. Las inevitables paradojas de una política pública que reconoce derechos intrínsecos a la naturaleza
Resumen
En el presente trabajo queremos rastrear, en primer lugar, la lógica economicista y productivista que definió el desarrollo profundo de la modernidad occidental; una lógica que alcanzó su punto álgido en las sociedades de mercado que ya funcionaban a pleno rendimiento en algunas potencias industriales europeas del siglo XIX. Desde entonces, la mercantilización de la vida social y natural no ha parado de avanzar, como bien diagnosticó y estudió Karl Polanyi. Semejante modelo civilizatorio, que se tornó prácticamente global a finales del siglo XX, encontró nudos de resistencia contrahegemónica; uno de tales nudos lo encontraremos en los discursos políticos que se han construido tomando como fundamento algunos saberes del universo cultural prehispánico vinculados a la noción quichua Sumak Kawsay, traducida al castellano como Buen Vivir, y que representa una contrafigura muy potente de ese devenir social y cultural propiciado por el triunfo arrollador de la economía de mercado y de la visión del mundo a ella vinculada. El extractivismo, uno de los productos más ostentosos de aquella racionalidad moderno-occidental, ha sido discutido y combatido desde estos ámbitos discursivos. Sin embargo, cuando las políticas públicas de un Estado situado en la periferia del sistema-mundo capitalista pretenden apostar por un desarrollo humano equitativo (con el objetivo primordial de reducir la pobreza) y, a su vez, pretenden reconocer derechos intrínsecos a la naturaleza, surgen inevitables fricciones, contradicciones y paradojas.