Formación económico-social de América Latina a finales del período colonial - I. Capítulo III. Las colonias iberoamericanas en el sistema de relaciones internacionales de fines del siglo XVIII
Resumen
El interés de las potencias marítimas del norte de Europa por las posesiones ibéricas del nuevo continente arranca desde el inicio mismo del cuantioso fluir de riquezas americanas que, al decir de Germán Arciniegas, "sacó a aquel reinecillo de Castilla de su miserable oscuridad para encumbrarlo sobre todos los de Europa". Las primeras expresiones de ese interés, fueron la piratería y las acciones de penetración depredadora simbolizadas en legendarios personajes como Francis Drake y Walter Raleigh. Pero no fueron sólo ingleses. También franceses y holandeses se iniciaron al asalto a mar abierto de las flotas ibéricas y en el saqueo de las poblaciones costeras, acciones que llenaron casi plenamente la historia de las relaciones de dichos países con Iberoamérica a lo largo del siglo XVI, aun cuando, ya a sus finales, se cumplieron también las primeras experiencias de aprovechamiento comercial de la región con la colaboración holandesa para el desarrollo de la naciente industria azucarera del Brasil. El XVII, en cambio, trae consigo una nueva política por parte de las mencionadas potencias europeas: la introducción de cuñas de colonización en la periferia de los imperios ibéricos mediante la ocupación de algunas de las Antillas Menores, de la parte norte de la española y de la Guayana, territorios que sirvieron de plataforma para diversas formas de comercio, legales e ilegales, con la tierra firme y las demás posesiones insulares de España en el Caribe. Al comienzo, estos asentamientos de población, eximidos, por lo demás, de pagar pesados costos por la conquista de los territorios que incorporaban a sus respectivas coronas debido a la casi total inexistencia de pobladores indígenas, fueron más el resultado de iniciativas privadas que de una política deliberada de sus gobiernos, pero una vez consolidados los primeros grupos colonizadores y abiertas las perspectivas de su transformación en centros productores y exportadores de azúcar, cuya tecnología había sido introducida en Barbados a partir de 1637 por holandeses expulsados de Brasil, no tardó en hacerse sentir la acción oficial de sus respectivas metrópolis, impulsada por la toma de conciencia respecto a la creciente importancia estratégica del mencionado producto en el desarrollo del comercio mundial, importancia que no derivaba sólo del azúcar, sino también de otra mercancía que constituía, a la vez, un requisito necesario para su producción y un complemento sustancioso para la generación de ganancias: la mano de obra africana, en cuyo tráfico, ingleses franceses y holandeses estaban suplantando a sus maestros portugueses.