UTOPÍA Y PRAXIS LATINOAMERICANA. AÑO: 23 , n° Extra 3, 2018, pp . 140-147 REVISTA INTERNACIONAL DE FILOSOFÍA Y TEORÍA SOCIAL
CESA-FCES-UNIVERSIDAD DEL ZULIA. MARACAIBO-VENEZUELA. ISSN 1315-5216 / ISSN-e: 2477-9555
Analysis of Contemporary Networked Movements from a Communicational and Freirean Perspective.
Overflows, Transformations and Collective Subjects
Víctor Manuel MARÍ SÁEZ
ORCID: https://orcid.org/0000-0003-4939-3776 SCOPUS-ID: 55220185200
Universidad de Cádiz, Cádiz, España
Este trabajo está depositado en Zenodo:
DOI: http://doi.org/10.5281/zenodo.2427046
Desde la primavera árabe (2011) hasta el movimiento
#YoSoy132 (México), pasando por el Passe Livre (Brasil) o el movimiento 15-M en España, las movilizaciones ciudadanas que emergen en este periodo en el panorama mundial ponen en juego nuevas formas de concebir lo político, lo tecnológico y lo comunicativo que desbordan los marcos preexistentes. Se propone una reflexión sobre estas prácticas ciudadanas contemporáneas desde las aportaciones de Paulo Freire al campo comunicacional. Tomando como punto de partida los planteamientos originarios del educador brasileño al campo de la teoría y de la filosofía social, pensamos que es posible releer estas nuevas prácticas transformadoras como un modo de recreación de algunos aspectos nucleares de la denominada “comunicología de la liberación”. Entre otros, la conexión fecunda entre la comunicación y la transformación social. Al tiempo, la perspectiva freiriana propuesta sirve como instancia crítica para desvelar algunas de las ambivalencias y contradicciones de los movimientos objeto de estudio.
Palabras clave: Cambio Social; Comunicación; Desbordamientos; Freire.
From the Arab Spring (2011) to the # YoSoy132 (Mexico) movement, the Passe Livre (Brazil) or the 15-M movement in Spain, the network social movements that emerge in this period on the world scene bring into play new ways of conceiving the political, the technological and the communicative that overflow the pre-existing frameworks. We propose a reflection on these contemporary citizen practices from the contributions of Paulo Freire to the communicational field. Taking as starting point the original approaches of the Brazilian educator to the field of social theory and philosophy, we think that it is possible to re-read these new transformative practices as a way to recreate some nuclear aspects of the so-called "liberation communicology". Among others aspects, the fertile connection between communication and social transformation. At the same time, the proposed Freirian perspective serves as a critical instance to unveil some of the ambivalences and contradictions of the movements under study.
Keywords: Communication; Freire; Overflows; Social Change.
Recibido: 13-10-2018 ● Aceptado: 05-11-2018
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Este trabajo forma parte del proyecto de I+D del MINECO (CSO2014-52005) titulado “Evaluación y monitorización de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social en España: diseño de indicadores para la medición de su incidencia social” (2015-2017).
“Desbordamientos” e “indisciplinas” son dos términos que sirven para referirse tanto a procesos contemporáneos de transformación social como al trabajo teórico de reflexión sobre este cambio social. Cuando se contemplan movimientos-red como la primavera árabe, el 15-M (España) o Passe Livre (Brasil), más allá de las diferencias entre unos y otros, se descubre un núcleo común de desbordamiento de los marcos institucionales desde los que se venía organizando la acción colectiva y la participación política.
Este movimiento de desbordamiento institucional viene acompañado de otros desbordamientos e indisciplinas teóricas que, desde diversos lugares, dejan ver los límites y naturalizaciones desde los que históricamente se ejerció la construcción del conocimiento en el seno de la modernidad dominante. “Indisciplinar las ciencias sociales” (Walsh y Castro-Gómez, 2002), “Abrir las ciencias sociales” (Wallerstein, 1996) o las propuestas en torno a las Epistemologías del Sur (De Sousa Santos, 2011) son algunas de las puntas del iceberg de este movimiento teórico de crítica y de propuesta de alternativas en el campo del conocimiento.
Tomando como punto de partida esta praxis, el presente trabajo tiene como principal objetivo su análisis desde una perspectiva comunicacional. Desde finales del siglo XX, al tiempo que los movimientos altermundialistas (en primer lugar) y los movimientos-red (en un ciclo posterior) planteaban la crítica y el diseño de alternativas al capitalismo global, el campo de la comunicación, en su vertiente práctica y teórica, ha ido ganando protagonismo. Por utilizar una de las metáforas emergidas de los Foros Sociales Mundiales, la comunicación ha dejado de ser el faro del coche para convertirse en su motor. Es decir, de un saber meramente instrumental y secundario, la comunicación ha pasado a ser el eje transversal tanto de la acción social transformadora como de la teoría social que reflexiona sobre estas prácticas.
Es por ello que también se puede hablar de desbordamientos y de indisciplinas comunicativas. En
esta tarea, nuestra perspectiva se va a centrar en reflexionar sobre estos procesos desde una perspectiva freiriana. El trabajo del educador brasileño Paulo Freire (1970, 1973) forma parte de la tradición de la denominada comunicología de la liberación latinoamericana (Chaparro, 2014, 2015), cuyos referentes práxicos se inician con las radios mineras de Bolivia y con Radio Sutatenza (Colombia) en los años 40. Posteriormente, durante la década de los 60’ y siguientes, las articulaciones teóricas surgidas en el contexto del enfoque de la dependencia harán que cristalicen algunos de los pilares teóricos sobre los que este pensamiento comunicacional ha seguido evolucionando hasta la actualidad.
La multidimensional y amplitud de este trabajo obliga, necesariamente, a un ejercicio de acotación. Por ello, en las siguientes páginas nos vamos a centrar en las siguientes dimensiones. En primer lugar, realizaremos una aproximación al concepto de desbordamiento desde el punto de vista comunicativo. En segundo lugar, tomaremos una de las vetas más representativas de la mirada freiriana al campo de la comunicación: el impulso de unos imaginarios, teorías y prácticas sociales que vinculan indisolublemente la comunicación con la transformación social. Finalmente, se analizarán los movimientos-red aludidos desde una de sus ambigüedades y contradicciones: mientras que en estas movilizaciones para evidente el papel del individuo conectado tecnológicamente y sensibilizado socialmente, no acaba de quedar claro cuál es el papel del “nosotros”.
El cambio social se desvela como imprevisible. Tanto cuando es para introducir en la sociedad más dosis de desigualdad e injusticia social (crisis de 2008) como cuando es para impulsar procesos de signo contrario, dirigidos a poner freno a la explotación de las mayorías empobrecidas y al fascismo social (De Sousa Santos, 2011) que, en una lógica diabólica, va pasando de la generación de procesos estructurales de marginación social a la exclusión social y, finalmente, a la aniquilación social de grandes mayorías de seres humanos que son considerados como sobrantes para el capitalismo global.
Las prácticas contemporáneas de movilización social en red están preñadas de novedad, motivo por el cual se puede hablar de una dinámica de desborde. Por utilizar la terminología de Cornelius Castoriadis, son prácticas instituyentes tras las cuales bulle un magma social ante el cual las incipientes cristalizaciones (institucionalizaciones) no acaban de dar cuenta del potencial que albergan.
Lo instituyente nos remite, por asociación y conexión temática, a uno de los términos que forma parte del paisaje conceptual actual: el concepto de desborde. En forma de sustantivo, esta palabra aparece en relación a aquellas prácticas políticas lideradas por la ciudadanía en las que se desbordan los límites institucionales establecidos. Este desborde político-institucional tiene su derivada en el plano comunicativo. En la actualidad se observa un nutrido número de prácticas comunicativas que desbordan los estrechos límites teóricos desde los que la comunicación social y política ha sido históricamente pensada.
Estas movilizaciones, calificadas por la antropóloga mexicana Rossana Reguillo (2017) como paisajes
insurrectos, dan cuenta de unas “multitudes conectadas capaces de crear la situación para otros modos de imaginar la vida, de dar sentido a las relaciones sociales; prácticas de insurrección y resistencia que irrumpen en distintas partes configurando un paisaje insurrecto” (Ibíd: p, 45).
La propia idea de desborde, aplicada al campo político, realmente no es ni nueva ni fruto del pensamiento europeo. Encontramos un referente explícito en la obra del antropólogo peruano José Matos, titulada El desborde popular (1984). En este trabajo Matos relee las prácticas de movilización popular que tienen lugar en Perú desde los años 40 del siglo XX, para descubrir cómo los movimientos populares y la ciudadanía han desbordado al Estado, ante el cual no se sienten representados.
Dirá Rodríguez Villasante (2006) que “el concepto de “desborde popular” está vinculado a las redes de lo cotidiano. En algunos momentos, muchas veces inesperados – plantea Villasante- ocurren movilizaciones que nos sorprenden a todos, incluidos a los propios participantes, porque algún factor de lo cotidiano acaba por desbordar una situación que acumulaba ya bastantes contradicciones. Este desborde popular deviene en desborde creativo cuando lo social es visto más como dinámicas caóticas y vitales que como personas y agregados sociales estancos. La creatividad aparece en lo social, en la mirada teórica a lo social y en las metodologías de IAP (Investigación-Acción-Participativa) que son capaces de actuar como transductores o catalizadores de los procesos de transformación social.
Estas características que van asociadas al concepto de desborde en su manifestación política pueden ser aplicadas en su vertiente comunicacional. La creatividad social y la potencialidad de estas prácticas comunicativas para la transformación social desbordan los límites desde los que históricamente han sido construido los enfoques comunicacionales al uso. Lo social desborda los intentos de disciplinamiento y resurge con fuerza ante los nuevos esfuerzos de institucionalización y encasillamiento a los que asistimos en la actualidad.
Decíamos anteriormente que el término desborde aplicado a la comunicación es nuevo, aunque su sentido último está presente, de algún modo, en la obra de autores fundamentales del campo comunicacional. Un claro movimiento de desbordamiento en la investigación en comunicación tiene lugar, en la disciplina, al redefinir sus objetos de estudio centrales. Podemos hablar de desbordamiento al pasar del estudio prioritario de los medios de comunicación y de sus productos comunicativos a investigar los procesos de comunicación social. Un movimiento de desborde que tiene en el clásico de Jesús Martín Barbero (1987) un antecedente ineludible, pero que viene acompañado de otros anclajes teóricos y movimientos similares.
De estos y otros procesos da cuenta con sobrada solvencia la reconstrucción teórica propuesta por el boliviano Erik Torrico (2016) en su trabajo “La Comunicación pensada desde América Latina” (1960-2009). En la introducción a esta obra dirá su autor que, a lo largo de las cinco décadas en las que se centra el estudio
(...) en América Latina se fue estructurando un pensamiento teórico especializado en comunicación que, aunque inscrito en el horizonte epistemológico de la Modernidad, adquirió
rasgos peculiares en razón de su inserción, por origen y referencia, en el contexto sociopolítico y cultural de la región, que le hizo distinguirse por un predominante compromiso intelectual y práctico con la búsqueda de respuestas para las necesidades y demandas macrosociales de independencia, desarrollo y democracia surgidas del mismo en creciente interacción con las dinámicas del escenario internacional (Torrico, 2016: p, 12. ).
La articulación entre: 1) pensamiento comunicacional; 2) profundización de la democracia; 3) búsqueda de justicia social y 4) cuestionamiento del poder dominante marcará, por tanto, algunas de las líneas de desborde acontecidas en el contexto latinoamericano desde los años 60’ hasta la actualidad.
El antropólogo y filósofo Michel de Certeau (1999) afirmaba que los imaginarios marchan por delante de nuestras prácticas para abrirles camino. Una bella metáfora que retomamos ahora para explicitar las ineludibles conexiones existentes entre los imaginarios y las prácticas sociales relacionados con el campo comunicacional. En una revisión crítica de los imaginarios (Castoriadis, 1983, Pintos, 2005) que han predominado en las teorías desde las que se ha pensado y practicado históricamente la comunicación social (Mattelart y Mattelart, McQuail, Chaparro, Rizo)2 se descubre que son dos los imaginarios dominantes: la comunicación como transmisión de información y la comunicación como persuasión.
Estos imaginarios no han estado presentes únicamente en el espacio académico, sino que también se han hecho presentes en las organizaciones sociales (movimientos sociales, ONG) que han aplicado al campo solidario estrategias de carácter comunicativo. Desde el primero de los imaginarios dominantes, la comunicación es reducida a la mera transmisión de información. En este sentido, una organización social dominada por el imaginario de la transmisión tendrá en el centro de su estrategia comunicativa la consecución de un impacto en los medios de comunicación. Tratará de ser una noticia en los medios. En términos freirianos hablaríamos de un enfoque bancario de la comunicación, donde la organización social reproduce el esquema comunicativo dominante que los medios han impuesto previamente.
El segundo imaginario reduccionista (la comunicación como persuasión) encuentra su origen en las primeras teorías de la comunicación desde las que se pensó la comunicación de masas. Con una clara orientación funcionalista y conductista, la Mass Communication Research pretende persuadir al potencial comprador de un producto comercial o al potencial votante si hacemos referencia al espacio electoral. Este mismo funcionalismo es el que orienta las políticas modernizadoras que, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, despliegan en Latinoamérica las principales fundaciones estadounidenses en sus estrategias desarrollistas para la región.
El boliviano Luis Ramiro Beltrán será uno de los pioneros en articular la crítica hacia este enfoque comunicacional. En textos como el clásico “Adiós a Aristóteles: la comunicación horizontal” (1979) somete a discusión el paradigma funcionalista de la comunicación, para proponer como alternativa un enfoque de raíz freiriana.
Así, Beltrán afirmará que:
Los analistas latinoamericanos recordaron que los padres fundadores de la ciencia de la comunicación habían considerado a la propaganda una necesidad, como Lasswell, quien la veía como “el nuevo martillo y yunque de la solidaridad social” (Lasswell, 1927). Estaban conscientes dichos analistas de que la Segunda Guerra Mundial fue el origen de la teoría, de la investigación y de la práctica moderna de la comunicación de masas (Beltrán, 1976, pp.15- 42).Y tuvieron razones para sentir que el paradigma tradicional era bien apropiado para los fines que perseguían los Estados Unidos de América y Europa Occidental en la postguerra en
A modo indicativo, reseñamos algunos de los trabajos que han revisado críticamente los modos hegemónicos de pensar la comunicación social, así como sus alternativas: Mattelart y Matterlart (1997); McQuail (1991); Chaparro (2015); Rizo (2012).
cuanto a la expansión de ultramar económica, política y cultural de tipo imperial que mantiene a países como los de América Latina en una situación de subdesarrollo que se asemeja a la de la época colonial (Cockroft, Frank y Johnson, 1972).
El imaginario persuasivo de la comunicación emerge en nuestros días bajo nuevos ropajes, no solo de la mano de la publicidad y de la propaganda emanada desde el mercado y la comunicación institucional, sino también por parte de aquellas ONG y organizaciones solidarias que apelan al impulso de una “imagen de marca”. Los defensores de este imaginario persuasivo de la comunicación en el campo de lo social apelan al posicionamiento de su organización como una marca más en el competitivo mercado de la solidaridad, y para ello subsumen la actividad comunicativa bajo la lógica de la mercancía. Esta “comunicación mercadeada” (Erro, 1999) pone en juego una mirada instrumental hacia la comunicación, que la entiende preferentemente como una estrategia eficaz para captar recursos humanos (voluntarios) y recursos financieros (donativos, fundraising).
Ninguno de estos dos imaginarios (transmisor y persuasivo) resultan idóneos en el campo de la acción
social transformadora, ya que impiden pensar la comunicación en términos de emancipación social. Parafraseando al educador popular mexicano Carlos Núñez (1996), podríamos decir que el tercer imaginario de la comunicación posible plantea una relación indisoluble entre el acto de comunicar y el acto de transformar la realidad. En esta línea, podemos ver que el listado de teóricos latinoamericanos que piensan y han pensado la comunicación desde modelos horizontales, dialógicos, participativos, alternativos al modelo de comunicación dominante, es numerosa. Muchos de estos teóricos encuentran en Freire un referente fundamental en esta tarea de crítica a las tendencias hegemónicas y de diseño de propuestas alternativas. Entre los muchos investigadores e investigadoras que impulsan este trabajo teórico se encuentran Antonio Pasquali (1963), Frank Gerace (1973), Juan Díaz Bordenave (1969), Francisco Gutiérrez (1973), Fernando Reyes Matta (1983), Cicilia Peruzzo (2008), Mario Kaplún (1987), Rosa María Alfaro (1993) y tantos otros que, desde entonces, continúan impulsando y ampliando los horizontes de la comunicología latinoamericana de la liberación.
Una de las novedades de esta escuela consiste en pensar lucidamente en las interrelaciones existentes entre comunicación, cultura y poder desde las prácticas sociales y políticas de carácter emancipatorio. En este contexto, una de las aportaciones del pensamiento comunicacional inspirado en Paulo Freire consistirá en establecer una circularidad entre una cierta teoría del conocimiento, unas determinadas teorías de la comunicación y una praxis transformadora de la realidad. Un esquema que se puede poner en relación con el denominado círculo hermenéutico propuesto por la filosofía de la liberación (Dussel, 1992: p, 141; Scanonne, 2009).
Si, para Scanonne (2009: p, 62) “la Filosofía de la Liberación (FL) se plantea, según un círculo hermenéutico cuya primera fase implica una lectura y discernimiento filosóficos (ético-antropológicos) de la realidad histórica, usando la mediación de las ciencias correspondientes; y la segunda, una relectura de todos los grandes temas de la filosofía a partir de nuevo horizonte abierto por la opción preferencial por los pobres”, podríamos decir ahora que, una comunicología que se quiera situar en la misma longitud de onda planteará, igualmente, la reflexión y la acción comunicativa a partir de los procesos de acción liberadora impulsados históricamente. Es así como ha ido sucediendo en el seno de esta corriente de comunicación, desde las radios mineras de Bolivia a fines de los años 40’ hasta los movimientos-red actuales, pasando por la multiplicidad de radios comunitarias y de otras tantas mediaciones y prácticas comunicativas que han planteado una alternatividad comunicativa inserta, a su vez, en los procesos económicos, políticos y culturales de resistencia y transformación frente al capitalismo dominante.
El hilo conductor que conecta unas prácticas comunicativas contrahegemónicas con otras llegaría hasta movilizaciones contemporáneas como las de los indignados. Autores como Barbas y Postill (2017)
plantean que estas movilizaciones han sido una especie de escuelas de iniciación política desde la praxis. Reguillo (2017) realiza una mirada convergente hacia estas mismas movilizaciones globales, aunque en este caso resaltando el papel de los jóvenes en la construcción de estos paisajes insurrectos.
La emergencia, en el siglo XXI, de prácticas tecnopolíticas como las referidas en este trabajo suponen un reto para la investigación social ya que desbordan, haciendo insuficientes, los paradigmas desde los que históricamente se ha pensado lo político, lo comunicativo y lo tecnológico, así como sus múltiples intersecciones. No obstante, existe el riesgo de caer en un cierto adanismo teórico si se pretende ver únicamente la novedad y lo instituyente de estas prácticas, sin caer en la cuenta de lo viejo que permanece en ello, así como sus contradicciones y ambivalencias.
En este último sentido, una de las críticas que se le podría realizar a este movimiento tendría que ver con el papel del nosotros en estos procesos de movilización. Mientras que el rol del individuo queda suficientemente claro, no lo está tanto el papel de un nosotros previo a la movilización, que sea algo más que la mera agregación tecnológica de individuos aislados los unos de los otros.
El movimiento de los indignados, al menos en sus manifestaciones iniciales (2011) mostró un claro rechazo a la participación de cualquier tipo de partidos, sindicatos u ONG en cuanto tales, dejando únicamente la posibilidad de participación a título individual. Unas tónicas similares han seguido las movilizaciones que se han sucedido, con posterioridad, en otros lugares. Con ello manifiestan el rechazo a lo institucional que caracteriza nuestro periodo histórico, en diversos órdenes de la vida social, incluido el de la acción sociopolítica. Pero, por otro lado, esta exaltación del individualismo conectado (Wellman et al, 2001) no deja de ser una radicalización de los procesos de individualización generados por la modernidad occidental y analizados en profundidad por autores como Giddens (1995) y, previamente a él, por clásicos como como Durkeim o Simmel.
Esta Modernidad Líquida (Bauman, 2001) derrite sólidos como las estructuras sociales y las mediaciones colectivas de participación política articuladas en etapas anteriores al capitalismo global y digital. La ambigüedad de una participación política como la que estamos apuntando se pone de manifiesto en categorías tan difundidas como la de “autocomunicación de masas”, apuntada por el sociólogo Manuel Castells (2010) para analizar las formas contemporáneas de participación y de comunicación política mediadas tecnológicamente. El foco puesto por Castells en el esquema individuo- masas evidencia unos presupuestos de la comunicación cuyo análisis desbordaría los límites de este trabajo. Por ello, nos centraremos únicamente en la disolución del nosotros que implican afirmaciones como esta.
Desde una perspectiva situada fuera de la modernidad occidental llama la atención la negación y desplazamiento de lo comunitario que se evidencia en el individualismo conectado al que se apela en estas movilizaciones. El énfasis en una multitud conectada que niega o infravalora el rol de una colectividad organizada anteriormente a esa eclosión tecnopolítica fundacional no deja de ser una manifestación más de unas epistemologías que infravaloran lo común, lo comunitario y lo colectivo.
Por el contrario, esta valorización del nosotros se ha dado, históricamente, en corrientes como la comunicación popular y la comunicación comunitaria, de matriz freiriana, con una fuerte implantación y tradición en el continente latinoamericano. Para la brasileña Cicilia Peruzzo (2008), esta comunicación (popular, alternativa, participativa, comunitaria) es una forma de expresión de segmentos empobrecidos de la población, en un proceso de movilización dirigido a suplir sus necesidades de supervivencia y de participación, con vistas a establecer la justicia social (Ibíd: p, 368).
En un sentido similar, los imaginarios indígenas en torno al Buen Vivir (Sumak Kawsay) que están sirviendo en el siglo XXI como sustento de nuevos imaginarios y marcos teóricos para la acción social, política y comunicativa, remiten a una centralidad de lo comunitario y de lo común que desborda, colectivamente, a los imaginarios excesivamente individualistas emanados de prácticas y de elaboraciones teóricas claramente eurocéntricas.
No obstante, el hecho de que predomine el imaginario del individualismo conectado en las movilizaciones tecnopolíticas contemporáneas no supone que no haya otros imaginarios tecnológicos, comunicativos y políticos que otorguen un mayor protagonismo a lo colectivo. Desgraciadamente, lo que
se pone de manifiesto es el triunfo, en Internet, de un imaginario excesivamente individualista y comercial que ha desplazado a otras “utopías informacionales” (Juris, 2004) en las que lo colectivo y lo común ocupaba una centralidad mayor. Así, en los orígenes de Internet, el papel de la comunidad hacker y de los pioneros del software libre (como Richard Stalmman) fueron manifestaciones de imaginarios y prácticas tecnopolíticas imbuidas de un fuerte y original sentido de lo colectivo.
Son, sin duda, matrices culturales de las que podrían surgir otros imaginarios y prácticas instituyentes donde el nosotros tuviese una mayor presencia, a partir de las cuales generar nuevas estrategias de desbordamiento. En este caso, un desbordamiento del individualismo tecnopolítico. La idea de Freire de que “nadie educa a nadie, nadie se educa solo, los seres humanos se educan en comunión, mediatizados por el mundo” tiene aquí una clara traslación al campo comunicativo que abre vías para la superación del individualismo apuntada.
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