UTOPÍA Y PRAXIS LATINOAMERICANA. AÑO: 23 , n° Extra 3, 2018, pp . 104-109 REVISTA INTERNACIONAL DE FILOSOFÍA Y TEORÍA SOCIAL
CESA-FCES-UNIVERSIDAD DEL ZULIA. MARACAIBO-VENEZUELA. ISSN 1315-5216 / ISSN-e: 2477-9555
Dialogue as a Linguistic Epiphany: From Methodical Rationality to Funded Rationality in the Listen Logos (Hören)
Carmen Marina MÉNDEZ CABRITA
ORCID: https://orcid.org/0000-0001-8672-3450
Universidad Regional Autónoma de Los Andes (UNIANDES), extensión Tulcán, Ecuador
Este trabajo está depositado en Zenodo:
DOI: http://doi.org/10.5281/zenodo.2426756
La transformación crítica de la racionalidad metódica en hermenéutica dialógica, se inscribe en el marco del denominado “giro lingüístico” en el que se ve envuelta la filosofía durante el siglo XX, donde cobra especial preeminencia la dimensión de lo lingüístico, y en la cual la hermenéutica deja de ser entendida como preceptiva del comprender, para convertirse en “tarea práctica” fundada en la Filosofía de la vida o Lebenswelt, dando paso con ello a la ontología hermenéutica gadameriana. El objetivo de esta propuesta es pensar el modelo dialógico desde la escucha del logos, como alternativa a la racionalidad metódica, resignificando al hombre como diálogo, en un mundo constituido lingüísticamente.
Palabras clave: Diálogo; Hermenéutica Gadameriana; Racionalidad Metódica; Racionalidad Dialógica; Oír Hermenéutico.
The critical transformation of methodical rationality into dialogical hermeneutics falls within the framework of the so-called "linguistic turn" in which philosophy is involved during the twentieth century, where the dimension of the linguistic is particularly important, and in which the Hermeneutics ceases to be understood as mandatory to understand, to become a "practical task" based on the Philosophy of Life or Lebenswelt, giving way to the Gadamerian hermeneutic ontology. The aim of this proposal is to think of the dialogical model as an alternative to methodical rationality, resignifying man as dialogue, in a linguistically constituted world.
Keywords: Dialogue; Gadamerian Hermeneutics; Methodical Rationality; Dialogical Rationality; Hear Hermeneutics.
Recibido: 29-10-2018 ● Aceptado: 26-11-2018
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El objetivo de esta reflexión consiste en repensar críticamente la racionalidad metódica desde la noción de comprensión, entendida no como ideal metódico, sino como la forma originaria de realización del Dasein, atendiendo al giro legado por Heidegger y desarrollado por Gadamer, en el que la comprensión (Verstehen) es concebida como el modo de ser del Dasein. La hermenéutica, cuyo eje fundacional lo constituye la comprensión, no es más un método o una técnica de interpretación de textos, como en Dilthey o Schleiermacher, sino el modo de comprendernos a nosotros mismos y al mundo que nos circunda. Gadamer opone a la racionalidad metódica, el modelo dialógico, pensado desde la Verstehen, en su relación con el lenguaje y el oír hermenéutico. Asegura el filósofo que a todo fenómeno hermenéutico le subyace una primacía del oír, y esta convicción lo lleva a querer recuperar, desde la filosofía misma, aquella dimensión básica de significación, que se abre en el acceso inmediato a las experiencias humanas, más allá de la mediación metódica de la ciencia.
La comprensión, entendida como fenómeno instaurativo de sentido, hace del método una estructura circular, configurándose de esta manera una hermenéutica que comprende, en forma no dogmática y no convencional, la alteridad, el pensamiento de la diferencia, la pluralidad, el disenso, y que piensa al hombre como comprendiente, es decir, como un ser-en-el-mundo que, al comprenderse, comprende a su vez un mundo que comparece frente al él como sentido. Esta relación de circularidad supone la recepción de un pasado que llega al intérprete, imponiéndose como tradición o texto, que sigue obrando en él, y del que no puede sustraerse. Por su parte, el presente se muestra como un estar abierto a la experiencia de la alteridad, en la que el intérprete debe estar dispuesto a “oír” y a dejar valer en él la palabra donada por un texto, por un presente vivo, o por la tradición que, por no agotarse en ninguna interpretación, pide permanentemente ser nuevamente escuchada.
La hermenéutica se revela como ese lenguaje “comprensivo”, -nueva koiné-, desde donde se pueden recuperar los “pasados posibles". Este emprendimiento lingüístico posibilita la develación de estructuras de sentido, eslabonadas en una totalidad respeccional, que determina al diálogo como constitutivo de una epifanía lingüística. El diálogo como racionalidad vital se manifiesta como alternativa a la metodología convencional, y lo hace desde un lugar en el que se promueve la “comprensión” de esos otros mundos posibles, (de los relatos, las culturas, las tradiciones, la creatividad, la palabra,) que convergen como lenguajes plurales de una realidad que se piensa como lo estructuralmente abierto, y que sigue posibilitando nuevos accesos y nuevas comprensiones.
El intento de resignificar el hecho metodológico desde la circularidad dialógica, supone un primer anclaje en esa regla de la retórica antigua que propugna la relación entre el todo y las partes, en la que el todo debe entenderse desde lo individual y lo individual desde el todo. A partir de la ontología gadameriana, la historia se piensa como aquello que sigue obrando en toda comprensión, y que se abre a la pretensión del otro bajo la forma de diálogo. Esta fusión horizóntica posibilita, mediante el oír, el advenimiento de nuevos sentidos, en un esfuerzo de auto comprensión de nuestro propio ser histórico. Desde nuestras experiencias personales, logramos apropiamos de esas redes inteligibles, hasta arribar al advenimiento de sentidos co-implicativos que reclaman del intérprete una verdadera escucha hermenéutica. Gadamer piensa la comprensión como reconstrucción de sentido, partiendo de la relación de circularidad entre pasado y presente.
Esta comprensión fundacional se produce en medio de un conjunto de prejuicios y precomprensiones, que determinan circularmente esa estructura del comprender histórico. Algunos autores, como es el caso de Gómez Ramos, describen los resultados de esta circularidad, en relación con el proceso hermenéutico: “(…) el encuentro que inicia el proceso hermenéutico manifiesta su circularidad como un camino de ida y vuelta del intérprete a la cosa. Sin embargo, ese camino tiene una peculiar estructura abierta (…)” (Gómez Ramos, 2000: p. 21).
El hombre es fundamentalmente diálogo en un mundo constituido lingüísticamente, en este sentido el hombre está concernido inexorablemente a la escucha del logos, que no sólo es verbum o sermo, sino que también es palabra interior. Para llevar adelante este diálogo que somos, se requiere un oír hermenéutico, capaz de captar esos sonidos que guían al hombre hacia su ser. A toda experiencia hermenéutica le subyace una primacía del oír, en el sentido que el que está inmerso en las tradiciones tiene que prestar oídos a lo que en ella se dice, pero, además, sólo el oír está capacitado para escuchar el logos.
Mientras ninguno de los demás sentidos participa directamente en la universalidad de la experiencia lingüística del mundo, sino que cada uno de ellos abarca tan solo su campo específico, el oír es un camino hacia el todo porque está capacitado para escuchar al logos. (…) El sentido de la experiencia hermenéutica reside más bien en que, frente a todas las formas de experiencia del mundo, el lenguaje pone al descubierto una dimensión completamente nueva, una dimensión de profundidad desde la que la tradición alcanza a los que viven en el presente. Tal es la verdadera esencia del oír: que incluso antes de la escritura, el oyente está capacitado para escuchar la leyenda, el mito, la verdad de los mayores (Gadamer, 2012: p. 554).
La relación entre oír (Hören) y comprender (Verstehen), es un asunto clave para la filosofía hermenéutica, ya que en todo comprender siempre está presente un oír hermenéutico. Si se entiende que la comprensión es acontecimiento de sentido, y que lo que allí acaece es una conversación con el otro, cuyo propósito es el mutuo entendimiento, de ello se colige que la relación entre el hablar y el oír es una relación esencial que le concierne de suyo a la experiencia hermenéutica.
Tanto Heidegger como Gadamer pensaron dicha relación entre el oír (Hören) y el comprender (Verstehen). Heidegger, en su analítica del Dasein, tematiza como estructuras existenciarias, la Befindlichkeit (disposición afectiva), Verstehen (comprensión) y Rede (habla), y es en esta última en la que piensa esta unidad en el parágrafo 34 Da-sein y discurso. El lenguaje.
La conexión del discurso con el comprender y la comprensibilidad se aclara por medio de una posibilidad existencial propia del mismo discurso: el escuchar [Hören]. No por casualidad cuando no hemos escuchado “bien”, decimos que no hemos ‘comprendido’. El escuchar es constitutivo del discurso (*). Y así como la locución verbal se funda en el discurso, así también la percepción acústica se funda en el escuchar (**). El escuchar a alguien [das Hörenauf…] es el existencial estar abierto al otro, propio del Dasein en cuanto coestar. El escuchar constituye incluso la primaria y auténtica apertura del Dasein a su poder-ser más propio, como un escuchar de la voz del amigo que todo Dasein lleva consigo (Heidegger, 1997: p. 186).
Heidegger, al pensar el oír como modo primario de apertura del Dasein, también sostiene que ese poder oír (Hören) habilita al Dasein para obedecer (Horchen). Toda habla comporta una subordinación al ser, por lo tanto, el hombre se define más como oyente que como hablante.
El hombre está subordinado a la apertura originaria. En tanto que el habla remite a esta especialidad o ámbito más amplio que el Dasein, es el signo que lo define. De aquí que en etapas posteriores se lleve a cabo una especie de emancipación o separación del habla: más que ser una posesión humana, posee al hombre. Por tanto, como el comprender se resuelve en el oír propio del habla originaria (Rede) –distinta del lenguaje (Sprache)-, el
hombre es más un oyente que un hablante. Oír implica, por decirlo de un modo gráfico, estar metido en el Da-sein, esto es, en la apertura (Aguilar-Alvarez Bay,1998: p. 217).
Sólo quien ya comprende puede escuchar. El Dasein escucha porque comprende, por ser comprensor del estar-en-el-mundo, y en esa coexistencia escucha a los otros y se escucha a sí mismo, es esa suerte de acatamiento del escuchar [hörigkeit] antes mencionada, lo que supone tanto el estar de acuerdo con los otros, como también los modos privativos del no querer-escuchar. En este último supuesto, el comprender se vería entorpecido en la medida en que el lenguaje se desarraiga y sufre una caída, tal como lo señala Heidegger al analizar el fenómeno de las habladurías.
(…) Oír implica, por decirlo de un modo gráfico, estar metido en el Da-sein, esto es, en la apertura. Aun cuando el hombre es necesario para que el sentido del ser se revele, no se identifica con la apertura que lo hace posible. Este carácter de mediación, de ser instrumento para que el ser se manifieste, es precisamente el habla (Ibídem).
En Gadamer la relación entre el oír y el comprender supone, entre otras cosas, la tarea de prestar oídos a la tradición una y otra vez, la cual se abre como texto, como voz, como inteligibilidad que se despliega para donar su sentido al intérprete, con quien entra en situación de diálogo.
(…) el contenido de la tradición entra en juego y se despliega en posibilidades de sentido y resonancia siempre nuevas y siempre ampliadas de nuevo por su nuevo receptor. Cuando la tradición vuelve a hablar, emerge algo que es desde entonces, y que antes no era (…) Tanto si la tradición misma es una obra de arte literaria como si proporciona noticia de algún gran acontecimiento, en cualquier caso lo que se transmite aquí entra de nuevo en la existencia tal como se representa (Gadamer, 2012: p. 553).
La tradición es lenguaje, y como tal debe ser oída. Ella se realiza en un proceso de diálogo junto al intérprete, donde el oír juega un papel estelar. La tradición dona un sentido que es llevado a palabra mediante el lenguaje. “Más importante que todo esto es algo a lo que venimos apuntando desde el principio: que el lenguaje no constituye el verdadero acontecer hermenéutico como tal lenguaje, como gramática ni como léxico, sino en cuanto que da la palabra a lo dicho en la tradición” (Ibíd: pp. 554-255).
Quien escucha al otro escucha a alguien que tiene su propio horizonte. Escuchar al otro significa respetarlo, protegerlo, conservarlo, oírlo en medio de un diálogo que posibilita el acceso a lo común, es el reto de una palabra que se hace nueva en el oír de la comprensión. La comprensión como acontecimiento de sentido, es diálogo con el texto o con la tradición, en la tarea de re-instauración de nuevos sentidos, así lo entiende López Soria cuando expresa
El pensar se vuelve rememoración: escucha, desde la actualidad, de los mensajes eventuales y fragmentarios de los monumentos. Rememorar es ligarse al pasado (…) como una continuidad narrativa (historia del ser) que se constituye en referente de sentido y de la que nos apropiamos recordándola y abriéndonos a nuevas respuestas. Porque el pasado no está cerrado; es más bien un horizonte abierto que las interpretaciones no agotan nunca (…) que ese pasado debilitado se convierta en un trasfondo que hace posible el diálogo desde una aceptación del ser como evento (López Soria, 2008: pp. 310.311).
Todo diálogo, tanto con la tradición como con el texto, supone la puesta en escena de esa relación esencial entre el hablar y el escuchar, a partir de la cual tanto el intérprete como el lector, en mutua co- pertenencia con lo hablado o lo leído, se sienten interpelados y dejan oír lo que aquellos quieren decirle, con la finalidad de realizar un entendimiento recíproco.
Es impostergable la necesidad de entendernos los unos con los otros, y para lograr este propósito es necesario que nos hagamos cargo de lo que los otros nos quieren decir. Este encuentro dialógico constituye el acto en el que el intérprete deja valer en él la palabra donada por la tradición o el texto que pide ser nuevamente escuchada. La hermenéutica, entendida como el arte de oír o de “dejarse decir algo”, piensa al hombre desde su posibilidad más propia, el estar resuelto a oír(Hören) y a obedecer (Horchen)el sentido del ser que se revela.
Esta reflexión con respecto al diálogo como epifanía lingüística es crucial para entender el sentido crítico con el que Gadamer examina el método científico, advirtiendo sobre los peligros de su carácter dogmático, y las pretensiones de verdad que lo caracterizan al querer controlarlo todo. Gadamer propone una teoría hermenéutica que muestra al diálogo como arte de pensar y de reforzar lo dicho desde la cosa misma. En este sentido el filósofo piensa la comprensión como ese algo que acontece en el dialogo, como un momento hermenéutico determinado por esa dimensión dialógica. El telos dialógico no es otro que la "comprensión" entendida desde esta dimensión como experiencia vital entre dos interlocutores
La comprensión sólo surge en habla de tú a tú, en el diálogo, esto es, en el enfrentamiento lingüístico entre interlocutores con iguales derechos (…) Gadamer nos ha abierto los ojos para esta profunda sabiduría, cuyo origen está en Platón. Comprender significa hacerle justicia al otro, permitir su derecho y dejarle sus razones; no exige tener que darle la razón también la crítica y la autocrítica ha de tener un lugar legítimo en el diálogo (Habermas et al, 2001: p. 29).
Esa comprensión dialógica implica también la tarea de prestar oídos a esa tradición que se abre como texto, como voz, como inteligibilidad que se despliega para donar su sentido al intérprete. La tradición entra en juego y se desarrolla en posibilidades de sentido, siempre ampliadas de nuevo por su interlocutor. Cuando la tradición vuelve a hablar, emerge algo que entra de nuevo en la existencia. La tradición es lenguaje, y como tal debe ser oída. Ella se realiza en un proceso de diálogo junto al intérprete, donde el oír juega un papel estelar. La tradición dona un sentido que es llevado a palabra mediante el lenguaje. Quien escucha al otro escucha a alguien que tiene su propio horizonte. Escuchar al otro significa respetarlo, protegerlo, conservarlo, oírlo en medio de un diálogo que posibilita el acceso a lo común, es el reto de una palabra que se hace nueva en el oír de la comprensión. Todo diálogo, tanto con la tradición como con el texto, supone la puesta en escena de esa relación esencial entre el hablar y el escuchar, a partir de la cual tanto el intérprete como el lector, en mutua co-pertenencia con lo hablado o lo leído, se sienten interpelados y dejan oír lo que aquellos quieren decirle, con la finalidad de realizar un entendimiento recíproco. Gadamer a lo largo de su obra insiste en la necesidad de entendernos los unos con los otros, y para lograr este propósito es necesario que nos hagamos cargo de lo que los otros nos quieren decir. “La apertura hacia el otro implica, pues, el reconocimiento de que debo estar dispuesto a dejar valer en mí algo contra mí, aunque no haya ningún otro que lo vaya a hacer valer contra mí.” (Gadamer, 2012: p. 438). La hermenéutica, entendida como el arte de oír o de “dejarse decir algo”, piensa al hombre desde su posibilidad más propia, el estar resuelto a oír (Hören) y a obedecer (Horchen)el sentido del ser que se revela.
Referencias bibliográficas
Aguilar-Alvarez Bay, T. (1998). El lenguaje en el primer Heidegger. Fondo de Cultura Económica, México. Gadamer, H-G. (2012). Verdad y método I. Traducción de Ana Agud de Aparicio y Rafael de Agapito,
Sígueme, Salamanca, España.
Gómez Ramos, A. (2000). Entre las líneas. Gadamer y la pertinencia de traducir. Visor, Madrid, España. Habermas, J; Rorty, R; Vattimo, G; Theunissen, G; Figal, G; Bubner, R; Teufel, E y H.U. Gumbrecht, H.U
(2001). El ser que puede ser comprendido es lenguaje, Editorial Síntesis, Madrid.
Heidegger, M. (1997). Ser y Tiempo, Traducción de Jorge Eduardo Rivera, Editorial Universitaria, Santiago de Chile.
López Soria, J. I. (2008). Perspectivas vattimianas, Hermenéutica espiritual y ontología del límite, en: El Mito del Uno. Horizontes de Latinidad. Gianni, Váttimo y otros. Editorial Dykinson, Madrid.