ESTUDIOS

UTOPÍA Y PRAXIS LATINOAMERICANA. AÑO: 23 , n° Extra 3, 2018, pp . 50-61 REVISTA INTERNACIONAL DE FILOSOFÍA Y TEORÍA SOCIAL

CESA-FCES-UNIVERSIDAD DEL ZULIA. MARACAIBO-VENEZUELA. ISSN 1315-5216 / ISSN-e: 2477-9555


Interpretación y semiótica. El interpretante femenino en la poesía de Laura Antillano

Interpretation and Semiotics. The Feminine interpreter in the Poetry of Laura Antillano


Francisco Vicente GÓMEZ

fvicente@um.es

ORCID: http://orcid.org/0000-0002-4875-6363 Universidad de Murcia, España


Este trabajo está depositado en Zenodo:

DOI: http://doi.org/10.5281/zenodo.2426349


RESUMEN


Este trabajo investiga el lugar de una semiótica interpretativa –la desarrollada por Ch. S. Peirce y U. Eco- dentro de la koiné interpretativa que orienta hoy el trabajo de las disciplinas sociales y humanísticas: desde la lingüística a la crítica literaria, y a la propia hermenéutica. La idea peirceana de ‘interpretante’, y la triple distinción que hace entre Interpretante Inmediato, Dinámico y Lógico-Final construyen una dinámica semiótica interpretativa de gran capacidad explicativa de la producción significante de los textos literarios. Esta dinámica es aplicada para revelar el ‘interpretante femenino’ en la poesía de la escritora venezolana Laura Antillano.


Palabras clave: Hermenéutica; Semiótica; Poesía; Laura Antillano.

ABSTRACT


This work investigates the place of an interpretative semiotics -the one developed by Ch. S. Peirce and U. Eco- within the interpretative koiné that guides today the work of the social and humanistic disciplines: from linguistics to literary criticism, and to the own hermeneutics. The Peircean idea of 'interpretant', and the triple distinction that makes between Immediate, Dynamic and Logical-Final Interpreter build an interpretive semiotic dynamics of great explanatory capacity of the significant production of literary texts. This dynamic is applied to reveal the 'female interpretant' in the poetry of the Venezuelan writer Laura Antillano.


Keywords: Hermeneutics; Semiotics; Poetry; Laura Antillano.


Recibido: 02-10-2018 ● Aceptado: 04-11-2018


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  1. ENTRE HERMENÉUTICA Y SEMIÓTICA


    La radicación del significado de un texto en el uso que se despliega una ocurrencia lingüística a mediados del siglo XX, proyectó sobre la determinación de la significación toda la complejidad de la comprensión en las disciplinas humanísticas. Comprensión que, desde F. Nietzsche, M. Heidegger y H.G. Gadamer se ha ido abriendo paso desde los albores del siglo XX (Bravo, 1999: pp. 115-118). A la ‘lingüisticidad del ser’ o ‘giro lingüístico’ (Rorty, 1990) de las ciencias sociales, incluida la hermenéutica, le corresponde la contingencia fenoménica de la palabra o ‘giro hermenéutico’ (Gadamer, 1998) de la semiótica.

    Este doble giro ha puesto la ‘interpretación’ en el centro de las preocupaciones de las mencionadas ciencias sociales y, en particular, de las disciplinas humanísticas: de las teorías textuales (Espar, 2006: p. 345 y ss.; Marrone, 2010: pp. 30-41), las teorías de la lectura (Link, 2003: pp. 18-21; Vidarte, 2006: pp. 11- 12), la crítica literaria (Raimondi, 1990: pp. 54-68 y Segre, 1981: pp. 101-130), y de la hermenéutica (Grondin, 2008: pp. 18-19; Rodríguez Silva, 2005: p. 163 y ss.).

    El diálogo entre Semiótica y Hermenéutica era, pues, inevitable – como atestigua la discusión entre P. Ricoeur y A. J. Greimas ya en la década de los 80 del siglo XX (Marsciani, 2000: pp. 7-10)- hasta el punto de llegar a convertirse en el identificador de una de las dos vías de la semiótica, la ‘interpretativa’, orientación en la que se reúnen los trabajos desarrollados por Charles S. Peirce, U. Eco y P. Violi, frente a la semiótica estructural, en la que se reúnen las aportaciones de F. Saussure, L. Hjemslev, R. Barthes, A.

    J. Greimas y la sociosemiótica (Traini, 2006). Semiótica que reconoce su ‘esencia interpretativa en la

    ‘mediación’ que realiza entre elementos de órdenes diversos, produciendo formas de relación (Paolucci, 2007: pp. 127-131).

    Por su parte, en el ámbito hermenéutico actual la preocupación por la interpretación se cruza en el camino de las tres grandes líneas que se describen en el mismo: la ontológica de M. Heidegger y H. G. Gadamer, la metodolótica de Eric D. Hirsch, P. Szondi, L Escuela de Constanza y el deconstruccionismo literario; y la crítica de P. Ricoeur, J. Habermas, R. Rorty, G. Vattimo y J. Derrida (Recas Bayón, 2006a: pp. 140-154; Recas Bayón, 2006b: pp. 137-140), En el centro se sitúa la koiné hermenéutica de nuestro tiempo: ‘todo es asunto de interpretación’ (Grondin, 2008: pp. 161-162 y 166): “La interpretación se muestra entonces cada vez más como una característica esencial de nuestra presencia en el mundo” (Grondin, 2008: p. 19).


  2. LA DINÁMICA SEMIÓTICA INTERPRETATIVA


    La semiótica desarrollada por el filósofo norteamericano Ch. S. Peirce y por el profesor italiano U. Eco se suma así a la koiné intertpretativa. Pero frente a la semiótica estructural y a la hermenéutica de H. G. Gadamer y P. Ricoeur “la semiotica interpretativa –en palabras de Claudio Paolucci- incarna invece l’accezione immanente all’interno della sua teoría della differenza en cui l’identità degli elementi in rapporto è definita in modo puramente topológico e relazionle” (Paolucci, 2008: p. 131).

    La naturaleza interpretativa del signo, hace de la significación la manifestación de una relación – interpretante- entre el signo y el objeto (Eco, 1981: pp. 2-44; Violli, 1997: pp. 44-62; Ramón Trives, 1979: pp. 58-69; Espar, 2006: pp. 68-90), que puede adoptar tres modos expresivos: inmediato, dinámico y lógico final (Bonfantini, 1980: xxxv; Proni, 1990: pp. 272-276). Entre el signo y el objeto no hay una relación de identidad, sino de mediación: los aspectos a los que su acción ha dado forma (Objeto Inmediato) son sólo algunos (Ground) de los que es capaz de desencadenar el Objeto (Dinámico). Estos aspectos llevan al signo (y el objeto a través de él) a recorrer un camino interpretativo que desatará una ‘semiosis ilimitada’, porque, en definitiva, ‘todo signo es interpretante de otro signo’ (Peirce 4.536, 2.303, 1339 y 4.132. Peirce 1987: p. 44 y ss., pp. 274, 167 y 338). Esta serie infinita de ‘interpretantes’ no reconoce otros límites que aquellos sugeridos por la inscripción de su ‘logos’ en una historia y en una cultura dada (Eco, 1977: pp. 135-137; 1981: pp. 44-52 y 63; 1992: pp. 216-222).


    En estrecha relación con los modos en que los fenómenos tienen de darse a la experiencia y el conocimiento humanos (la Primeridad o el espacio de la relación inmediata y presente de la intuición, del sentimiento; la Segundidad o el espacio de la diferenciación existencial y cronotópica, del uno respecto del otro; y la Terceridad, o espacio de la semiosis, de la cultura, del hábito) (Peirce 1.357, 1.457 y 1.977; Peirce, 1987: pp. 173, 209 y 116. Proni, 1990: pp. 196-206), Peirce describe un triple ‘interpretante’ que permite una comprensión y un análisis crítico y dinámico de la significación de los textos capaz de integrar la lógica estructural de las teorías textuales, y la estratificación hermeneútica que hacía el filósofo polaco

    R. Ingarden de la estructura significante de los textos (literarios) (Vicente Gómez, 1992: pp. 158-160; 1999: pp. 294 y pp. 304-311). Y en nuestro caso hacer emerger un ‘interpretante femenino’ en la poesía de la escritora venezolana Laura Antillano a partir de un trabajo inferencial con la interacción de sus diversos interpretantes textuales. Trabajo inferencial al que hemos incorporado algunos argumentos más, en concreto el hermenéutico del ‘reconocimiento’ de P. Ricoeur, y el de la ‘resistencia’, procedente de la semiótica existencial de E. Tarasti.

    A partir de los tres tipos de interpretantes que Peirce diferencia (Interpretante Inmediato, Interpretante

    Dinámico e Interpretante Lógico o Final) ( Peirce 4.536; Peirce, 1987: p. 381; Proni, 1999: p. 266) se puede describir no un recorrido generativo, sino un proceso interpretativo (Paolucci, 2007: pp. 43, 48 y pp. 93-96) cuyo Interpretante Lógico o Final permite interrumpir el potencial infinito del sentido y concretar una significación (Traini, 2008: p. 232), y que en su conjunto se muestra capaz de articular todas las estructuras textuales y culturales en un cuadro interactivo de orientación cognitiva (Eco, 1981: p. 103; Segre, 1981: p. 39) en el que la relación de determinación ha dejado paso a la relación hipotética, a la inferencia.


  3. LA DINÁMICA INTERPRETANTE DE LA POESÍA DE LAURA ANTILLANO


    Un modo de resistir es la diferencia. Y diferenciarse es reconocerse, afirma Paul Ricoeur en Caminos del reconocimiento (2005: pp. 28-32). Incluso advierte: es así y tiene que ser así por mucho que los términos diferenciar y reconocer puedan generar prevenciones. La funcionalidad concreta que se le pueda dar a diferenciar y reconocer sí que puede ser motivo de preocupación si la dirección es la sumisión, la exclusión, esto es, en los casos en los que la reciprocidad, el reconocimiento recíproco no se da. Este es el tercer camino del reconocimiento que describe el filósofo francés; los anteriores han sido el reconocimiento objetual clásico yel «autorreconocimiento» (Ricoeur,2005: pp. 159-161).

    Los estudios de género, temerosos de la homogeneización estética han optado por una materialidad cultural que sea capaz de diferenciar nítidamente más allá de los habituales modelos sociológicos presencias significantes sometidas, ensombrecidas o, simple- mente, excluidas, como ha sido el caso de la mujer durante tantos años, décadas y siglos. Y uno de esos contenidos es el de ‘ser’ madre, primera forma de resistencia (Tarasti, 2006: pp. 38-39). No cabe duda que la condición de ‘madre’ y el ‘cronotopo doméstico’ están en condiciones de pasar de interpretantes dinámicos a interpretantes lógicos o finales (Peirce, 5.487; Eco, 1979; 1981: pp. 61-64) de primer orden de la ‘Semiosfera’ ( Lotman, 1996: pp. 22-224) a que da lugar: el de ‘ser madre’, que sostiene la ‘Sociosfera’ de la condición de mujer en la cultura contemporánea.

    La poesía de Laura Antillano inscribe su verbo en esta ‘semiosfera’ de ‘ser madre’ y pone empeño en revelarla, en hacerla presente y, por momentos, incluso denunciarla. Este propósito orienta incluso buena parte de su obra narrativa, tanto la novela –que Luz Marina Rivas (2001: p. 11) ha calificado significativamente de ‘intrahistórica’- de Solidaria, solitaria; como los cuentos “La luna no es pan-de-horno” (Antillano, 1988) y “Dime si adentro de ti no oyes tu corazón partir” (Antillano, 1992), contienen ya esa ‘poética’.


    La exigencia estética era elaborar un ‘yo’ poético a partir de un ‘tu’, uno y otro se observan, interactúan y materializan su presencia, su reconocimiento. El ‘tu’, el esposo, los hijos, los amigos, algunos lugares y objetos se erigen en el necesario fondo ‘dialógico’ a partir del que el yo, la madre, se manifiesta, significa


    (‘semiosfera’) su condición en nuestro mundo, su ‘socioesfera’: callada, sometida, al servicio de… Unas veces desde la diferenciación y reconocimiento clásico de lugares, seres y objetos, que se convierten en ‘indicios’ de dicho reconocimiento (Eco, 1976; 1977: pp. 370-372); otras desde el ‘autorreconocimiento’ radicado en determinados ‘sintomas’ (Eco, 1976; 1977: pp. 369-370) y, finalmente, desde el reconocimiento recíproco entre el ‘yo’ y el ‘tu’ que lo rodea, cuya ‘huella’ (Eco, 1976: 1977: pp. 366-369) se inscribe en simulados diálogos, reproches, ‘monólogos interiores’, etc.

    La producción poética de Laura Antillano de la que nos ocupamos está recogida en tres libros, reunidos en Obra poética, editada por ‘El mismo, el otro’ en el año 2005. Estos libros son La casa del Milagro (2005a), Migajas (2004) y El verbo de la madre (2005b). En los tres Laura Antillano elabora un ‘yo’ poético, ‘madre’, a partir de la dinámica interpretante anunciada.


    1. Interpretantes dinámicos: La casa, la naturaleza


      En La casa del Milagro el ‘yo’ madre se constituye significativamente a partir del fondo ‘dialógico’ (Bajtin, 1979; 1986: pp. 47-58) de elementos de la naturaleza, ellos son la imprescindible distancia estética o ‘extraposición’, de ‘exotopía’ (Bajtin, 1924; 1989: pp. 60-75) semiótica para que el yo al observarlos se objetive a través de su percepción, y materialice un ‘yo’ dotado de una extraordinaria sensibilidad y delicadeza que resiste con la memoria (Tarasti, 2006: p. 40): así el nacimiento de la flor de la tuna es “motivo de asombro”, el movimiento de la amapola ‘regala’ “su blanco inmaculado” (Antillano, La casa del milagro: p. 18), la recogida del níspero es ‘faena ritual’, la ‘desarmonía’ de las vainas del cují “es descanso” (Ibíd: p. 19), y las flores de las trinitarias “su permanencia/es definitiva”, y son símbolo de “mis/quince años” (Ibid: p. 20), y los ‘limonzotes’, “lo dulce/en lo agrio” evoca “la calma de las tardes” (Ibíd.: p. 21):


      5

      Las flores de las trinitarias

      bajan en cascada

      por los troncos de la pérgola, su permanencia es definitiva como las

      arenas del desierto, son

      el color del

      entusiasmo posible destellante de

      mis quince años

      (Antillano: La casa del milagro: p. 20)


      Si la naturaleza ha compuesto el fondo ‘dialógico’ –cosificación- por el que el ‘yo’ madre se define, en el segundo conjunto poemático de este libro “Cofradía de habitantes”, son éstos, los habitantes que pueblan el entorno, muy en particular la casa en el que se desenvuelve el mismo, los que concretan el verbo de la madre, el ‘yo’ mujer-madre: padre, hijos, niños, hermanos, etc. Así como el ‘cronotopo’ familiar que le es


      característico: la comida, la sobremesa, el planchado, la guerrilla, etc., bajo la modalidad enunciativa que sea, enunciada como ‘tu’:

      18

      “Madre con la palanca de la máquina

      fija a la mesa de planchar,


      muele los granos del maíz,


      las vueltas de su esfuerzo

      definen

      la calidad del pan para la cena”


      (Antillano: La casa del milagro: 34) O bien como ‘yo’ en un ejercicio de ‘autorreconocimiento’:

      22

      […]

      Crecemos sin saberlo cada una

      con breviario de antiguos afectos,

      la vida nos dirá

      de la cacería y el desamparo, pero también del muelle

      para crear el tránsito


      (Antillano: La casa del milagro: p. 38)


      El verbo de la madre, el ‘tu’ creado, objetivado ha necesitado para ello de la resistencia de las cosas y de los otros seres. No hay posibilidad de confusión: la percepción da forma a los objetos y los diversos roles con sus respectivos espacios y tiempos crean los contornos necesarios entre ellos: la madre pone la mesa y la retira, los hijos mientras conversan… Y aun así siente que la palabra le resulta insuficiente, resiste a la historia (Tarasti, 2006: pp. 48-49):


      20

      […]

      y no sé poner en palabras

      lo que quisiera para ti”


      (Antillano: La casa del milagro: p. 36).


      Esta asimilación de la condición ‘madre’ se asimila a roles sociales que propician el simulacro de un reconocimiento recíproco nunca logrado, así como a ‘lugares sagrados’ y sus correspondientes objetos de culto -tercer grupo poemático de La casa del Milagro “Lugares sagrados y objetos de culto”, como es el caso de la cocina, la escalera, el marco de la ventana, un proyector de cine, una guitarra, el sótano, el balcón, el comedor y la cama, que propician tanto un conocimiento como un ‘autorreconocimiento’ desde la resistencia de ‘ser’ (Tarasti, 2006: pp. 38-39):


      44

      Desde la cama vivo

      la distancia perfecta para contemplar el cielo rojo en

      la madrugada, sobe las aguas del lago.

      Sol japonés, cuanto daría

      por verte de nuevo desde el mismo lugar y en aquel

      tiempo.


      (Antillano: La casa del milagro: p. 63)


      Elementos naturales, lugares y objetos domésticos (Fontanille, 2004) tejen la significación de los poemas y van creando las resistencias -a las que se refiere el semiótico finlandés Eero Tarasti 2006: pp. 36-38) en el marco de su semiótica existencial (2009: pp. 4-47)- de ese ‘verbo de la madre’, que discurre textualmente entre enumeraciones, más expansiva que linealmente -conmoratio-, más presentando que narrando.


    2. Interpretantes fibales. La mujer-esposa


Migaja, el siguiente poemario, es un estremecedor reticulado de objetivaciones sobre la condición significante ‘mujer-esposa’, esta vez a partir de las acciones y las relaciones en las que el ‘tu’ del esposo adopta diversas máscaras enunciativas. Unas veces es ‘ella’ la que dice de ‘él’:


1

Te respiro ajeno como en sombra todo el día

desentierro la extrañeza no puedo

falta tu mano

aquí


(Antillano: Migaja, 1: p. 67). Otras veces es el sujeto poético el que dice de ‘ella’:

3

Tu casa plena de ti


disciplina


la rutina del soldado, la fuerza

de un hacer a fuego lento.


Por dentro verde como mosaico húmedo,

la botánica en rojo puebla el lugar

es tu huella, no hay miedos,

el roce de la piel de los canes,

la alegría de los nombres, rodeados de ti

cielo abierto sembrada estás para

el júbilo” (Antillano, Migaja: p. 69).


7

[…] es

tu sudor de

agua bendita” (Antillano: Migaja, 7: p. 73).

La correlación entre hombre y mujer, así como diversos lugares donde esta interacción se da, desde la casa a la cama, es en esta ocasión la productividad significante de los poemas. La autenticidad, el sacrificio y el valor serán los interpretantes dinámicos de su significación, y sobre los que irá cobrando relieve la condición femenina. De nuevo los tres caminos del reconocimiento por medio de estos interpretantes se hacen presentes: el fenoménico (los lugares), el ‘autorreconocimiento’ y la reciprocidad (en las acciones), y jalonan las resistencias de la ‘mujer-esposa’, particularmente las que implican ‘ser’ y ser ‘historia’, de forma paratáctica predominantemente, a lo largo de los versos de este libro.


Es Migajas un poemario sobrecogedor que asume el reconocimiento desde la contienda entre mujer y hombre:


27

Inerme desarmada incólume

reconoces la contienda” (Antillano, Migaja: p. 89)

Ante la imposibilidad de un reconocimiento recíproco se resiste a no ser, y estremecedoramente admite con valentía:

21

Busco nobleza en los restos del naufragio



Y aún más:

(Antillano: Migaja, 21, p. 84)


17

Quiero Firme Serena Primitiva: las migajas del

desasosiego” (Antillano: Migaja,17: p. 82)

Aunque esto le haga transitar ‘senderos de paria’, y reconocerse ‘peregrina’ y ‘extranjera’:

25

Sendero del paria Pasajera efímera Camino al laberinto Peregrina Extranjera.


(Antillano: Migaja, 25: p. 88).


4. INTERPRETANTES FINALES: LA “MUJER-MADRE”


Migajas ahonda a partir del ‘autorreconocimiento’ en la diferente entrega de ella frente a él. Insistiendo en la ‘presencia’ –en la resistencia de ser-, débil en él. El último poemario del conjunto, que da título al mismo, El verbo de la madre, irá dibujando, por fin, la figura de la ‘mujer-madre’ a partir del fondo ‘dialógico’ del ‘hijo’ (Kristeva, 1973: pp. 54-60): del hijo que nace (1), que echa a andar (2), que aprende sus primeros gestos (3), crece y que sin remedio un día ‘parte’ de la casa materna, dejando a la madre


sólo la posibilidad de resistir en la memoria, de ‘acunar su huella’ (4), de unas lecciones que caerán en ‘saco roto’ (5), sin poder evitar el ‘derrumbe’:

6

[…]

¿A dónde va? incurable

se despide extraño deviene

el derrumbe


(Antillano, El verbo de la madre: p. 110)


No puede tampoco el verbo de la madre esquivar la inmediatez interpretante del desasosiego, porque, desde la condición de ser madre, “perdió pie, / tantas veces” (8), porque ‘camina sin saber’ y no le puede ayudar a salir del laberinto desde la ‘no escucha’, y, por tanto, desde ‘lo no dicho’ (9):


10

La Madre dice: Escucha, espera. Estuve CREÉME

Pero puerta cerrada

Silencio Sordo.


(Antillano, El verbo de la madre: p. 114).


La negación, la espalda y la mano cerrada son los gestos corporales que materializan el interpretante inmediato de la separación (11). Así como la ceguera (12), la hiel (13) y la experiencia velada (14), que es lo que queda resistiendo en la memoria. El primer Canto de El verbo de la madre ha retorizado el doloroso reconocimiento de un hecho muy frecuente en la vida de una madre: acunar la venida y la marcha del hijo sin tener la certidumbre de haber sido escuchada, de haber sido reconocida. En él las palabras se han ido despeñando más que sucediendo, gobernadas por el ansia de lo que no se puede contener (isosemia / matriz) (Riffaterre, 1978: pp. 12-24), en una leve linealidad predicativa sostenida por la apertura simbólica de los términos, que trasciende la propia representación:


6

Desprenderse renuncia y búsqueda de prueba

rasga la crisálida con mesura

desabriga para tomar ruta


demuele afabilidad


¿A dónde va?”


(Antillano, El verbo de la madre: p. 110).


Lo enunciado a través de los hechos sólo ha diferenciado a dos actores, a la madre y al hijo; el ‘yo’ de la madre se ha ido fraguando frente al ‘tu’ del hijo. Pero no basta para ser, y ante la dificultad de reconocimiento recíproco, el sujeto poético opta en el Canto II por el ‘autorreconocimiento’ del rol de madre, umbral de la ‘dialogicidad’ auténtica. Y ese rol se va asomando en las constantes preguntas retóricas que a partir de la marcha se hace insistentemente:


15

Silencio que no es sólo pensar en ese allá

¿dónde?

¿dónde está el niño?

¿el que salió de aquí?

¿cuando dejó

el cobijo?

¿retornará?”


(Antillano: El verbo de la madre ,15, p. 121).


Los interrogantes, preguntas retóricas, mediante la conmoratio se suceden sin remisión e interpelan a la vez que jalonan la angustia del verbo de la madre ante una incertidumbre que se encamina hacia lo peor: “¿Cuándo fue / la huida?” (16. p. 122), “¿Dónde / después de tanta soledad?” (17. p.123). Preguntas y más preguntas, que en la memoria resisten y despliegan obsesivamente la duda sobre el propio proceder: “faltó lucha, / bandera en tierra” (p.18; p. 124), pero que acaban siendo “supuestas / elucubraciones” (19. p. 124):


“Desde aquí demasiada lejanía elucubrar Juntar retazos

con las miradas de otros.

Desde aquí sólo sospechas

alguna certeza inesperada.” (Antillano, El verbo de la madre: p. 125).


No obstante, como madre desea redimir la situación, seguir siendo y deseando hacer regresar al hijo: 22

Redimir


rescate desde un caballo


en la pantalla, sacar de la tarima

al que ahorcarían. Despojarle del nudo en la garganta,

regresarlo al paisaje, a la fronda nueva

a carne de tu carne.

(Antillano, El verbo de la madre: 1. p. 8).


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