UTOPÍA Y PRAXIS LATINOAMERICANA. AÑO: 22, n°. 78 (JULIO-SEPTIEMBRE), 2017, PP. 163-174 REVISTA INTERNACIONAL DE FILOSOFÍA Y TEORÍA SOCIAL
CESA-FCES-UNIVERSIDAD DEL ZULIA. MARACAIBO-VENEZUELA.
Leonardo G. Rodríguez Zoya (Coord) (2016). La emergencia de los enfoques de la complejidad en América Latina, t. I, Comunidad Editora Latinoamericana, Buenos Aires, Argentina, 370. pp.
Edgar Morin. CNRS, Francia.
Esta obra colectiva testimonia la vitalidad de la Comunidad de Pensamiento Complejo y el compromiso de su animador, Leonardo G. Rodríguez Zoya, con el desarrollo del pensamiento complejo. La emergencia de los enfoques de la complejidad en América Latina constituye uno de los trabajos colectivos más significativos sobre complejidad que se han producido en el último tiempo y, sin duda, uno de los más relevantes en América Latina.
En la emergencia de esta obra veo el retoño de un pensamiento que se abre a la complejidad de la vida como un árbol que se ramifica en múltiples direcciones, religando los conocimientos dispersos en disciplinas incomunicadas para dar sentido a la complejidad del mundo. El florecer de este trabajo colectivo constituye un meta-punto de vista a través del cual puedo pensar la búsqueda de un método de la complejidad que animó mi aventura intelectual desde mediados de la década de 1970. En Mis demonios escribí: “no soy de los que tienen una carrera sino de quienes tienen una vida”. La complejidad de la vida ha nutrido el desarrollo de mi obra, la cual ha alimentado la itinerancia de mi camino vital e intelectual. En esta aventura del método he procurado problematizar la complejidad del mundo físico, biológico y antroposocial como problema epistemológico, ético y político. Ahora bien, el método del pensamiento complejo no sustituye ni reemplaza los métodos científicos, sino que constituye con respecto a éstos un meta-punto de vista que
procura estimular un pensamiento reflexivo de la
ciencia sobre sí misma.
Uno de los principios de la complejidad señala que todo lo que no se regenera se degenera, es preciso regenerarse para no degenerar. Este principio que se manifiesta claramente en la complejidad biológica, en la regeneración de las células y la auto-eco-organización de la vida, es igualmente válido para los conocimientos y los sistemas de ideas. La racionalidad degenera en racionalización cuando abandona el diálogo incierto e inacabable con lo real; la teoría degenera en doctrina cuando expulsa los argumentos que la contradicen o las evidencias que la refutan; el pensamiento complejo degenera en pensamiento simplificante cuando renuncia a la búsqueda permanente de una racionalidad abierta y auto-crítica. En tal sentido, uno de los aportes fundamentales de La emergencia de los enfoques de la complejidad en América Latina es contribuir a la regeneración del pensamiento complejo a través de una crítica y una reflexión sobre las posibilidades, límites y alcances del conocimiento complejo.
En Introducción al pensamiento complejo he afirmado que la complejidad es una palabra- problema y no una palabra-solución. El pensamiento complejo está animado por una tensión permanente entre la aspiración a un saber no parcelado, no dividido, no reduccionista, y el reconocimiento de lo inacabado e incompleto de todo conocimiento. Ahora bien, el problema de la complejidad no comprende sólo un desafío cognitivo, sino que constituye, además, un problema práctico que abarca la vida del ser humano. Por ello, el desafío de la complejidad no puede reducirse al terreno científico sino que convoca también un pensamiento sobre la ética, la política, la educación y la vida.
En consecuencia, se vuelve fundamental articular la complejidad restringida y la complejidad general. La primera se despliega a nivel científico a través de la formalización, modelización y simulación de sistemas complejos, pero tiende a excluir de su interrogación una reflexión epistemológica y ética sobre la complejidad de los problemas fundamentales que no resulta matematizable ni cuantificable. La complejidad general, por su parte, reconoce los aportes de las ciencias de la complejidad pero insiste en un replanteo epistemológico que lleve a la reorganización del conocimiento. Es en este plano donde emerge el verdadero desafío de un paradigma de la complejidad como paradigma civilizatorio de una sociedad-mundo. Pues bien, considero que esta obra inaugura, asimismo, un diálogo constructivo entre el pensamiento complejo y las ciencias de la complejidad al procurar simultáneamente una reflexión paradigmática y epistemológica de la complejidad sin descuidar los desafíos científicos que la complejidad plantea ni las implicancias éticas, políticas y educativas del pensamiento complejo. Estoy persuadido de que uno de los aportes teóricos más relevantes de esta obra es la apuesta por introducir el concepto de problemas complejos en el repertorio reflexivo de la complejidad. El porvenir de la humanidad y la emergencia de la Tierra-Patria como comunidad de destino planetaria están ligados a la posibilidad de reformar nuestro modo de pensamiento sobre los problemas más graves que son, desde luego, problemas complejos.
El pensamiento complejo no es propiedad de un autor, sino que constituye un desafío colectivo que es, a la vez, científico y filosófico, ético y político, teórico y práctico, académico y ciudadano para comprender la complejidad del ser humano y regenerar el porvenir de la humanidad. En el Tomo 6 de El Método he planteado que el pensamiento complejo es un pensamiento que religa y que la ética compleja es una ética de la religancia. Así, considero que esta obra es una obra que religa: religa saberes de distintas disciplinas y religa a varios autores de distintos países en un trabajo de pensamiento colectivo. Esta obra procura asumir el
desafío de la complejidad y expresa la práctica del pensamiento complejo en el plano epistemológico y ético. Celebro animosamente la iniciativa, el esfuerzo y el compromiso comprendidos en esta obra colectiva y confío en su valor y trascendencia para pensar y abordar los problemas complejos del siglo XXI. La emergencia de los enfoques de la complejidad en América Latina es, decididamente, una invitación al pensamiento y la acción.
París, 23 de septiembre de 2016
Rodríguez Zoya, Leonardo Gabriel (2016). La emergencia de los enfoques de la complejidad en América Latina: desafíos, contribuciones y compromisos para abordar los problemas complejos del siglo XXI. Leonardo Gabriel Rodríguez Zoya; contribuciones de Julio Leonidas Aguirre; coordinación general de Leonardo Gabriel Rodríguez Zoya; editor literario Paula Gabriela Rodríguez Zoya; ilustrado por Giselle Goicovic Madriaza; prólogo de Edgar Morin. 1a ed. Castelar: Comunidad Editora Latinoamericana, v. 1, 364 pp.: il.; 25 x 18 cm. (Pensamiento complejo del sur), ISBN 978-987-45216-7-5. Indice de Contenido: 1. Complejo. 2. Pensamiento Crítico. 3. Pensamiento Creador. I. Aguirre, Julio Leonidas, colab. II. Rodríguez Zoya, Leonardo Gabriel, coord. III. Rodríguez Zoya, Paula Gabriela, ed. Lit. IV. Goicovic Madriaza, Giselle, ilus. V. Morin, Edgar, prolog. VI. Título.
Denise Najmanovich. Mirar con nuevos ojos. Nuevos paradigmas en la ciencia y pensamiento complejo. Biblos, Argentina, 2014, 226pp.
En el año 1962 Thomas Kuhn publicó La estructura de las revoluciones científicas, la obra que lo hizo célebre. Ese texto provocó un cisma en la filosofía de la ciencia (sobre todo en la anglosajona) e impactó en el imaginario social a través de los medios de comunicación masiva que popularizaron su concepción revolucionaria de la ciencia y difundieron el concepto de paradigma. En 1982 Fritjof Capra publicó “El punto crucial” que permitió a un público muy amplio comenzar a pensar en términos de los que fue bautizado como “nuevos paradigmas”. Ya han pasado más de 40
años y todavía son tan nuevos que algunos no se han enterado siquiera de su existencia y muchos de los que no tuvieron más remedio que enterarse aún no pueden “digerirlos”. En el otro extremo están aquellos que piensan que la novedad ha pasado hace tiempo y que está ya casi perimida. Entre ambos polos hay cada vez más gente interesada en la temática del conocimiento, sus posibilidades y sus límites, sus formas de producción y validación, sus instrumentos prácticos y sus efectos sociales. Esta situación me ha hecho pensar en publicar este libro en el que reúno artículos de los últimos quince años sobre la metamorfosis contemporánea de la ciencia y la epistemología que a mi entender no solo no han perdido vigencia, sino que resultan particularmente apropiados para comprender los desafíos que enfrenta la sociedad en esta época agitada y heterogénea que ha sido bautizada como la “era del conocimiento.
El recorrido es amplio y diverso como para permitir una “mirada aérea” sobre las cuestiones cruciales que están hoy en debate. En el artículo “¿Existen los nuevos paradigmas?” exploro los diversos significados del término paradigma, así como su posible extensión semántica y considero los desarrollos contemporáneos de la ciencia en su relación con la tradición. En “La metamorfosis de la ciencia” doy ya por sentado un cambio radical en muchas de las metáforas, los métodos, y las teorías que se han producido a partir de la segunda mitad del siglo XX respecto de la “ciencia clásica”. El artículo toma como eje central los aportes de Ilya Prigogine para explorar sus significados, implicancias y desafíos. Este investigador científico y pensador de nuestro tiempo, ha recibido el Premio Nóbel por sus teorías fisicoquímicas, unas de las más valiosos aportes a la ciencia de los modelos no lineales sino que, además, ha sabido también calibrar la importancia cultural de las perspectivas de la complejidad. Finalmente, en relación a esta temática, el artículo “La complejidad: de los paradigmas a las figuras del pensar”, avanza más allá de las fronteras de la concepción clásica de la ciencia hacia los nuevos desarrollos del pensamiento complejo
considerando simultáneamente el impacto de las concepciones dinámicas contemporáneas en la ciencia y en la epistemología.
Los trabajos sobre Paul Feyerabend y Evelyn Fox Keller, dan cuenta de los desarrollos filosóficos que han planteado a la objetividad como el núcleo de una mitología específicamente moderna. A deferencia de la tradición positivista que pretendía focalizar sólo sobre la lógica de la investigación, como si esta existiera independientemente de los hombres y sus modos de relación, estos autores nos han presentado a la ciencia como una actividad productiva desarrollada en un contexto cultural. Desde perspectivas diferentes, estos autores muestran que la ciencia es una empresa humana que debe ser considerada como tal.
Los artículos “Estética de la complejidad” y “El desafío de la complejidad: redes, cartografías dinámicas y mundos implicados” entran de lleno en los nuevos territorios del pensamiento del siglo XXI presentando las nuevas cartografías del mundo del saber contemporáneo y enfatizando la importancia y explorando las implicancias icancias de los nuevos modos de cartografiar.
En ellos considero los diversos modos de producción y validación del conocimiento, así como su relación con los colectivos que los producen y los “habitan”. En esta misma línea, el artículo denominado “Paradojar” presenta uno de los desafíos cruciales que enfrentamos si queremos dar cuenta de la complejidad de nuestro mundo: el de salir de la trampa dicotómica, presentando a las paradojas como compuertas evolutivas que nos permiten acceder a una experiencia multidimensional del mundo. “Adiós a planolandia” profundiza en esta temática mostrando la arquitectura falaz del enfrentamiento entre el relativismo y sus opositores (que no suelen llevar nombre porque se verían obligados a escoger entre absolutismo, fundamentalismo o dogmatismo, cualquiera de ellos desaconsejados por la corrección política imperante). En él intentó mostrar cómo tanto la ciencia clásica como la filosofía que propaló el cientificismo, han creado una imagen del mundo estática, abstracta y reductora generada desde
un punto de vista que se pretendía exterior y universal, pero que es, como todo punto de vista humano, interior al mundo y local. Estos textos muestran como los abordajes contemporáneos están intentando “insuflar” sentido en este mundo achatado, generando puntos de vista móviles que además sean conscientes no solo de su potencia sino también de sus límites. Un saber que sabe de su no saber, y que acepta esta situación con humildad, a diferencia del estilo socrático que hizo de este conocimiento un ejercicio de soberbia.
El artículo sobre “Inteligencia única o múltiple: un debate mitad de camino”, presenta considero la problemática desde un enfoque de la complejidad, mostrando en un caso específico las diferencias entre las perspectivas esencialistas y cosificadoras de la modernidad y el abordaje multidimensional, dinámico y matizado que caracteriza a las búsquedas de saber que hacen honor a la complejidad. El estilo de este apartado queda expresado en las diversas etapas del itinerario recorrido: prudencia filosófica, audacia en la contextualización, agudeza en la distinción y sutileza en la narración. El trabajo aborda simultáneamente la problemática de la inteligencia y la inteligencia necesaria para pensar las problemáticas. Por último, el capítulo dedicado a la interdisciplina, introduce la acuciante necesidad del diálogo como un desafío a la estructura disciplinaria de la Modernidad. La problemática se presenta de un modo que no se limita a la cuestión del conocimiento, sino que considera simultáneamente las formas en que las personas y las instituciones gestionan su producción en las redes de poder-saber, explorando los riesgos y beneficios de cultivar el arte dialógico.
El libro termina con una sección de reportajes que se inicia con la entrevista a Heinz von Foerster, pionero de la cibernética y de la teoría de los sistemas auto organizados, se presenta con claridad el punto ciego de la modernidad: no vemos que no vemos. En este sentido, puede describirse la modernidad como la actitud propia del borracho que buscaba las llaves bajo un farol
-aunque él no las había perdido allí- porque allí había luz. Más aún, la mentalidad moderna
supuso que la luz de la ciencia era infinita y podía
alumbrarlo todo.
De este modo el científico moderno fue incapaz de ver su propia sombra, y ni siquiera pudo observarse a sí mismo como observador del mundo. El diálogo con Ilya Prigogine aborda la temática del tiempo y la complejidad en el mundo y en nuestra forma de relacionarnos con él, poniendo en cuestión nuestra visión de la realidad. En la conversación que mantuvimos con
Humberto Maturana planteó que toda persona que habla desde la objetividad está haciendo una petición de obediencia a su interlocutor. Sin duda un aspecto crucial que hace a la dimensión ética y política de la ciencia que caracteriza a muchos de los pensadores que trabajan desde un enfoque de la complejidad. El libro se cierra con su propuesta de poner la objetividad entre paréntesis abriendo la puerta a un conocimiento responsable.
Como bien dijo Tom Stoppard: Toda salida es una entrada a otra parte.
Alberto, Buela. El sentido de América, en: Buela, Alberto. Obras selectas, tomo 3 (Metapolítica II. La implantación de lo Nacional y el Disenso), Editorial Docencia, Buenos Aires, 2011, pp. 7-131.
José M. Romero Baró. Departamento de Filosofía, Universidad de Barcelona, España.
La obra aquí reseñada fue publicada por primera vez en 1990 en Buenos Aires por la Editora Theoria con el subtítulo Seis ensayos en busca de nuestra identidad, con un prólogo del recientemente fallecido Alberto Caturelli. Refiriéndose a Pedro Henríquez Ureña, el autor observa en la «Introducción» que «hemos adoptado nuestro subtítulo a partir de aquellos Seis ensayos en busca de nuestra expresión del pensador dominicano por antonomasia. Con ello pretendemos continuar, aunque más no sea en la intención, aquella serie de conferencias publicadas en La Plata allá por el 26, por quien fuera el que orientó ab initio nuestras meditaciones sobre América» (p.8).
Así, el primero de esos ensayos se titula
«Sobre la cosmovisión nacional» y era el fruto de una conferencia pronunciada en Olavarría en 1974. En ella sitúa al lector dentro de esa cosmovisión nacional afirmando que «en la Argentina convergen básicamente dos líneas de pensamiento: la hispánica y la anglo-francesa. La primera nos otorga nuestra configuración originaria a partir del siglo XVI, y sin interferencia, nos inculca valores durante casi tres siglos. La segunda comienza su gestión desde los primeros años de siglo XIX y de allí en más conviven las dos hasta nuestros días. Una encarnada en figuras histórico- políticas como San Martín, Belgrano, Rosas, los caudillos Yrigoyen y Perón; la otra representada por hombres como Ribadavia, Mitre, Sarmiento, Roca, Avellaneda, J. B. Justo y Rojas» (pp. 18- 19), de modo que mientras la primera «grita por boca de sus caudillos “Religión o Muerte”, otra por boca de Sarmiento, “Civilización o Barbarie”. Una [la segunda] es deísta, democrático-exclusivista y liberal, y la otra es cristiana, popular y autoritario- personalista» (p. 19). Más adelante el mismo autor aclarará estos conceptos, que hace en cierto modo extensibles a los demás pueblos hispanoamericanos puesto que «sus enemigos y usurpadores han sido siempre comunes; primero fueron los Iberos, cuya misión fue ambivalente, pues nos legaron la lengua, religión y algunas de sus instituciones, pero al mismo tiempo explotaron a los autóctonos en el saqueo de nuestras riquezas. Después Inglaterra (siglo XIX) y Estados Unidos (siglo XX) cuya misión fue y es unívoca: Explotarnos. La conciencia del enemigo común que posee el pueblo americano es factor de cohesión» (p. 26).
El segundo ensayo lleva por título «Elementos estructurales de la conciencia nacional» y se presentó como comunicación en un Coloquio de Filosofía en Córdoba (Argentina) en 1985, donde intentó explicitar ante todo que «nuestra identidad, siguiendo nuestra vía de regreso a las fuentes tenemos que buscarla en la mixtura de lo católico y lo indigenista» (p. 27). En efecto, esta tesis central comienza por asentar que «los pueblos no son teóricos, sino que tienen principios (valores
nacionales) que buscan concretar [concretarse] históricamente en el mundo» (p. 28). De ahí el interés que los enemigos de Hispanoamérica tienen por «arrancar de los pueblos, los principios que la tradición de los mismos ha generado -con lo que se provoca el desarraigo- […]. Ahora bien, toda concepción extraña, ajena al “espíritu de un pueblo” como lo son por ejemplo el liberalismo y el marxismo, se enfrenta con el problema del arraigo. […] Si no logra insertar en los principios que sostienen y configuran la conciencia nacional del pueblo, las verdades que postula, fracasa irremediablemente » (p. 28).
Además de la necesidad del «arraigo», otro punto de apoyo para defender la mixtura entro lo católico y lo indigenista es que «lo católico llega a estas tierras con el hombre europeo prerreformista, no afectado siquiera por el renacimiento, en lo que éste tuvo de pagano y portando aún inalterado el espíritu del hombre del medioevo. Y así, durante aproximadamente tres siglos actúa, sin oposición real, sobre el autóctono formando una conciencia católica del cosmos» (p. 30). De ahí que, para el autor, el catolicismo pase en Hispanoamérica a ser una cosmovisión (Weltanschauung) y que el cristianismo haya arraigado y se viva internamente como historia de salvación personal, «pues lo católico no era el decadente espectáculo que se ofrecía en la Europa racionalista de la época, sino que lo que llegó a Iberoamérica era el espíritu medieval de lo católico. Es decir, su manifestación más acabada, transformándose así, como efectivamente lo hizo, en el principio activo, creador primigéneo de una cultura nacional» (p. 31) donde lo indio será el principio pasivo también actuante «como algo que transforma lo recibido» (p. 32).
El tercer ensayo, titulado «Hispanoamérica contra Occidente», recoge el contenido de la comunicación presentada en 1984 durante un coloquio en el Palacio de Versalles. En ese marco internacional europeísta, el autor se pregunta por la identidad hispanoamericana y, como primer paso para encontrar la respuesta, afirma con Carl Schmitt que «la distinción política fundamental es la distinción entre el amigo y el enemigo» para
concluir que «para Hispanoamérica, el enemigo no es otro que el imperialismo anglo-sajón» (p. 38), puesto que tras la Paz de Versalles «el imperialismo británico muerto en los campos de batalla de la Somme, pasa la antorcha de la voluntad de dominación mundial a los hijos de la Europa reformista: Los Estados Unidos de Norte América» (p. 39). Obviamente, debemos entender que Europa también se halla bajo esta dominación mundial y que también le resultaría útil la cosmovisión católica que llegó a Hispanoamérica «porque no pasó por los diferentes estadios de la Revolución Mundial; es decir, Reforma, Revolución Francesa, Revolución Bolchevique y Revolución Tecnócrata» (p. 48). En efecto, «nosotros forjamos nuestra identidad asumiendo la fuerza vital y los valores de la Europa anterior a la Revolución mundial los que han sido transformados en la formidable matriz americana», de tal modo que «Hispanoamérica no es solamente el más occidental de los continentes, sino que conserva en su seno la única esperanza de fundar un nuevo arraigo» (p. 49).
En el cuarto ensayo, titulado «Social cristianismo o identidad nacional iberoamericana», emprende la caracterización de la identidad nacional a partir del análisis conjunto con otros autores de conceptos sociales contrapuestos, englobado en los pares de «mestizaje» frente a «simbiosis», «conciencia espontánea» contra «conciencia trabajadora», «socialismo autogestionario» contra «participación», «estado subsidiario y comunidad de servicio» frente a
«estado solidario y comunidad política» y «la civilización del amor» frente a «la civilización iberoamericana», para concluir que «mientras para nosotros hombres del Movimiento Nacional – autodefinido humanista y cristiano- el cristianismo está asumido como “núcleo vital”, como “saber de salvación”, si bien de manera heterodoxa. En cambio, para el socialcristianismo éste no es más que una superestructura ideológica de aplicación en los países cristianos. En una palabra, unos vivimos mal o bien el mensaje cristiano, mientras que los otros, bajo la mascarada de la liberación
democristiana utilizan ese mensaje como instrumento de dominación política» (p. 75).
El penúltimo ensayo, titulado «La homogeneización del mundo», fue publicado en una revista italiana en 1990 y sostiene que «la homogeneización del lenguaje, modas, maneras e ideales es el signo visible que evidencia nuestra tesis» (p. 82) según la cual se impone un lenguaje (el inglés), una existencia impersonal (del «se», no del «yo») y un único ideal político (la socialdemocracia que fomenta el consumo). Pero
«por nuestra parte, creemos, que en el rescate de las identidades nacionales se construye la cuña a la homogenización» (p. 87) porque, arriesgando una tesis personal, el autor propone que América es el lugar de «lo hóspito», esto es
«de aquello cuya índole es un albergar que ofrece las condiciones para el pleno desarrollo de lo humano» (p. 88).
En el último ensayo, titulado precisamente
«El sentido de América», el autor amplía su tesis de «lo hóspito» y comienza por recoger y analizar los distintos nombres de América -de los cuales sólo defiende el de «Hispanoamérica» o su sinónimo «Iberoamérica» (p. 103)- así como las distintas opiniones sobre América expuestas por autores americanos y europeos, para recordar que la conciencia americana es «una simbiosis de lo “católico o bajo medieval” y “lo indio o telúrico”» (p. 117). Para concretar mejor su tesis, el autor afirma que la palabra «América» tiene su origen etimológico –es decir verdadero- en la palabra germánica Amal, «nombre correspondiente al fundador de la familia real ostrogoda, que significa trabajo y del elemento rich o rik que quiere decir jefe, príncipe, mando, poderoso» y que «una etimología complementaria nos indica que Américo es equivalente a Aimerico, del gótico hámis que significa casa, morada y del conocido rik o rich […] por lo cual podemos colegir que América significa textualmente “poderosa en el trabajo” o “la que manda en su hogar”» (p. 120).
Después añade que «lo indio aporta un manejo, utilización y caracterización de la categoría de tiempo que hace absoluta y específicamente diferente» (p. 122), pues se
trata de «una categoría de tiempo que informa la auténtica conciencia americana. Categoría anclada en el “estar aquí” propia del americano arraigado, por contraposición al “ser alguien” típica de la norteamericanizada sociedad de consumo. El tiempo no es la simple permanencia en el ser que encierra sucesión –simple estar-, sino que es la experiencia de duración entendida como maduración. Es acompañar con nuestro tiempo a cada ente en su tiempo» (p. 123). De estas palabras se deduce que el tiempo americano se emplea generosamente en la maduración personal, en el acompañamiento de uno mismo y del que es recibido como huésped, del que «viene de lo in-hóspito. De la persecución, la guerra, el hambre, la pobreza, en definitiva de la imposibilidad de ser plenamente hombre» (p. 124). A partir de esta afirmación de Alberto Buela, podemos comprender que tal como lo adelantaba la etimología «la novedad de América exige entonces un arduo trabajo. […] América nos ofrece a los americanos ser fundadores de una estirpe; de no llevarla a cabo no nos podemos llamar propiamente americanos» (p. 126).
Christopher Lasch: Refugio de un mundo despiadado, Ed. Gedisa, Barcelona, 1984, 270pp.
Alberto Buela, Argentina. E--mail: buela. alberto@gmail.com .
Cayó en mis manos un poco por azar y otro por curiosidad un libro del sociólogo e historiador, con mucho de psicólogo, el norteamericano Christopher Lasch (1932-1994), con un extraño título: Refugio de un mundo despiadado (1979)1.
Lasch es famoso por sus dos monumentales libros: La cultura del narcisismo (1979) donde estudia el individualismo rampante de la cultura narcisista, que se manifiesta en el apotegma: si actúas pensando únicamente en ti, estás haciendo el bien. El modelo a seguir es el del “emprendedor” o “manager” exitoso que piensa únicamente en sus propios intereses, cueste lo
que cueste socialmente. Y el otro: La revolución de las elites y la traición a la democracia (1994). En donde va a sostener que la democracia no está amenazada por las masas, tal como sostuviera Ortega y Gasset, sino por las elites compuesta por los gerentes, los universitarios, los periodistas, los funcionarios que la usan para su propio provecho desnaturalizándola..
En esta obra que comentamos estudia a lo largo de 270 páginas el desarrollo de la teoría de la familia.
Ya desde el prólogo el autor, que se considera a sí mismo como de extrema izquierda, sale a defenderse de los ataques de esa misma izquierda que lo acusa de “maravillosamente reaccionario”, pero que encierra en sus páginas una crítica astuta y brillante a las pretensiones de la ciencia social moderna.
Lasch se defiende y afirma que “el feminismo como el radicalismo cultural de la década de 1960, que le dio origen, simplemente es eco de la cultura que dice criticar” Y va a sostener la idea de la familia como organizador de la comunidad.
Luego en la Introducción es contundente al afirmar que la ciencia social moderna al sostener que el principio de interdependencia gobierna toda la sociedad actual, tergiversa la socialización de la reproducción, la expropiación de la crianza del niño por parte del Estado y de las profesiones relacionadas con la salud y el bienestar, por ello niega que son los hombres los que hacen su propia historia y realizan los cambios sociales, aun en condiciones que no eligen y a veces con resultados opuestos a los deseados.
En realidad, el mundo moderno se inmiscuye en todo y destruye la privacidad. La ética del trabajo, alimentada en la familia nuclear, cede el paso a una ética de la supervivencia y de la gratificación inmediata.
Vienen luego ocho capítulos de valor disímil. Algunos muy interesantes y otros de tediosa lectura.
Glosemos los párrafos más interesantes.
1 La versión en castellano es de Ed. Gedisa, Barcelona, 1984. La traducción es bastante mala, pero las ideas son buenas.
Max Weber mostró con acierto las conexiones entre protestantismo y capitalismo. Y como es sabido el protestantismo es, entre otras cosas, una rebelión contra la ascética, de ahí la anulación del celibato y el repudio de las virtudes monásticas de pobreza y castidad, y termina ensalzando el matrimonio con un nuevo concepto de casamiento basado en la prudencia y la previsión que van de la mano con el nuevo valor de la acumulación del capital. El matrimonio dejó de ser un acuerdo entre los padres o las familias. Se dejó de lado el matrimonio arreglado en nombre de un nuevo concepto de familia como refugio frente a un mundo comercial e industrial, altamente competitivo y frecuentemente brutal. Marido y mujer, según esta ideología, encontraría solaz y renovación espiritual en la compañía mutua.
Con la revolución industrial el hogar dejó de ser el centro de producción, la mujer dejó de trabajar para dedicarse a la crianza de los hijos y ser ángel consolador de su marido.
A comienzos de la edad moderna la iglesia o la catedral constituían el centro simbólico de la sociedad; en el siglo diecinueve, el poder legislativo ocupó su lugar y, en la actualidad, el hospital. Con la medicalización de la sociedad, las personas comenzaron a equiparar las desviaciones no con el delito (mucho menos con el pecado) sino con la enfermedad, y la jurisprudencia médica reemplazó la forma judicial más antigua destinada a proteger los derechos privados. Con el surgimiento de las profesiones asistenciales (terapeutas de todo tipo) durante las tres primeras décadas del siglo XX, la sociedad invadió a la familia y tomó a su cargo muchas sus funciones.
La psiquiatría se ha transformado en la sucesora moderna de la religión, pues ahora los psiquiatras no solo tratan a los pacientes sino que proponen cambiar los patrones culturales para difundir el nuevo credo del relativismo, la tolerancia, el crecimiento personal y la madurez psíquica. La cura de almas cedió el paso a la higiene mental, la búsqueda de la salvación a la paz emocional y la guerra contra el mal a la guerra contra la ansiedad.
Ahora la opinión esclarecida se identifica con la medicalización de la sociedad: la sustitución de la autoridad de padres, curas y legisladores, condenados como representantes de las desacreditadas formas de disciplina autoritarias, por la autoridad de médicos y psiquiatras. La amistad entre padres e hijos se alza como la nueva religión y la socialización como terapia.
In media res Lasch realiza una pequeña historia de la sociología norteamericana desde Pitirim Sorokin como fundador del departamento de sociología de Harvard hasta Talcott Parsons en la misma universidad. Así como de la sociología heterodoxa con Carle Zimmermann, Willard Waller y Thorsein Veblen, de los que Lasch se siente más próximo. Termina con el revisionismo sociológico actual que se centra en tres problemas: el redescubrimiento de la familia extensa, el restablecimiento del amor romántico y un amplio ataque a la familia nuclear como fuente de mucho de lo patológico en la sociedad contemporánea.
Termina el libro con el capítulo digno de reproducir y leer varias veces titulado, “La autoridad y la familia: ley y orden en una sociedad permisiva”.
Los antiguos modelos de jovialidad masculina gradualmente cedieron paso a una vida centrada en la familia y el hogar. A lo que se suma el intento de suprimir diversiones y festividades populares que supuestamente distraían a las clases inferiores de las obligaciones familiares. La domesticación burguesa fue impuesta a la sociedad por las fuerzas de la virtud organizada, encabezada por las feministas, por los defensores de la moderación, por los reformistas de la educación, por los sacerdotes liberales, por los penalistas, terapeutas y burócratas.
Los médicos son los primeros exponentes de la nueva ideología de la familia y la nueva religión de la salud contó con el apoyo de las mujeres en su intento de sustituir la camaradería ruda y brutal de los varones por los placeres hogareños.
La proliferación del asesoramiento médico y psiquiátrico debilita la ya vacilante confianza de los padres en sí mismos y la familia lucha por adaptarse al ideal impuesto desde afuera. Así los
padres derivan gran parte de su responsabilidad en los terapeutas o peor aún en los pares del niño. La ausencia del padre, el rasgo estructural de la familia norteamericana, hace que el niño sin autoridad proyecte los impulsos prohibidos hacia afuera y termine transformado el mundo en una pesadilla.
El hombre (varón y mujer) moderno se enfrenta al mundo sin la protección de reyes, sacerdotes y otras formas paternas más o menos benévolas, sin embargo, incapaz de internalizar la autoridad, las vive como inevitablemente malévolas sobre la base del padre dividido.
La ley separada del concepto de justicia se convierte solo en un instrumento mediante el cual las autoridades imponen obediencia. Así el funcionario que tolera una transgresión coloca al delincuente en deuda y expone al transgresor al chantaje, la corrupción es una forma sutil de control social.
Post scritum: En el 2006 el agudo pensador francés Alain de Benoist glosó este libro en un artículo titulado “El reino de Narciso”. Además del marxismo existen en Lasch (1932-1994) dos influencias marcadas de contemporáneos suyos, la de los pensadores no conformistas Guy Debord (1931-1994) y Cornelius Castoriadis (1922-1997).
Armando Rojas Guardia. La otra locura, Bid&Co, Caracas, 2017.
Faitha Nahmes, Caracas, Venezuela.
Palabras que se reencuentran, párrafos que hablan de cine, de política y otros dolores, el ensayo que tienta el tiempo, no cabos sueltos sino perlas de su denso mar, constituyen La otra locura, el libro más reciente del poeta Armando Rojas Guardia.
Algunas tragedias domésticas —la muerte de su ordenador— son sal en la herida que abren esenciales pesares y subrayan la oscuridad de los belicosos tiempos. Hora lóbrega cuando el verbo es vapuleado y convertido en horqueta, cuando se hace carne pero de cañón, desde el
teclado marchito pero al pie de la letra, el poeta y el ensayista, el que ficciona y el que documenta confirma en cada intento, cuando aguza el dolido oído, que ahora mismo la comunicación no es tal; es fracción y mero rompimiento. Fractura de puentes. Ha sido convocada Babel.
En contrapartida, mientras la palabra sometida a la saliva amarga deviene látigo y se envilece en la reiteración desnaturalizada de su contenido, entre los jirones del texto y el contexto, con la fuerza de su síntesis irrumpe la poesía, y la palabra que tiene calidad forcejea para atenuar el sangrado, sustentar los contenidos, evitarles el vacío. “¿Qué hace colgada de un fusil la palabra amor?”, desafía valiente la engañifa y dignifica una palabra con la que libra por todas, Rafael Cadenas, con el ánimo de fichar los imposibles; de desbrozar las voces usadas —y abusadas— de denuestos y agravios.
A modo de respiro y protesta, porque construir preserva la vida, en tiempos en que las cosas ya no se llaman por su nombre porque se les cambia el sentido para borrarles su historia y esencia, con la pasión del que atesora se recita en librerías y ateneos, se publica en ediciones de infinita belleza, se estampan contra los muros frases de reivindicación. La palabra, dolida y franca, y que te acoge en su cuenco, se alza para licuar la llamarada de los dragones. Armando Rojas Guardia, poeta de verbo y de vida, invoca, además, con especial fervor, a la memoria. Esa que nos trae hasta esta hora exacta y nos sustenta, esa que es fuente y plataforma para el momento incomprensible, esa que teje la continuidad que nos identifica, para alzar algo mejor que trincheras: un libro que lo contiene, es decir, que recauda su pensamiento siempre constituido de emoción y tersura, de sabiduría y restablecimientos: La otra locura.
“Vivir poéticamente es vivir desde la atención: constituirse en un sólido bloque sensorial, psíquico y espiritual de atención ante toda la dinámica existencial de la propia vida, ante la expresividad del mundo, ante la sinfonía de detalles cotidianos en los que esa expresividad se concreta —ello implica un refinamiento orquestal
de la vida de nuestros sentidos y un esfuerzo consciente por aquilatar nuestra percepción de los objetos que pueblan nuestro entorno—”, leyó para los presentes en el auditorio de la Universidad Metropolitana.
“La atención esta orgánicamente entrelazada con el evento físico, psíquico y espiritual de estar
—consciente—: en una palabra, con el despertar. Una milenaria tradición religiosa identifica el despertar, el hecho de estar despierto, con el arranque mismo de la vida del espíritu”, aconseja en otra escena en la que alienta a hacer algo más que el desconfiado ver para creer: propone ver para no extraviarse en la maraña, para no cotejar solo una parte, para hacer foco, desde la comprensiva subjetividad. Su nombre puede encerrar alguna clave: está en guardia, está armando, en el medio lo rojo bien flanqueado. Acotado.
Hombre de una sola pieza que, a la vez, llora y se sensibiliza desde las circunstancias dispares
—y concatenadas, claro— que lo distinguen, Jesús y la fe, la homosexualidad, el amor, la ciudad, los quebrantos de salud, Armando Rojas Guardia es el autor de los tantos textos nunca antes publicados en libro alguno que contiene La otra locura. Obra que es una convocatoria, un ejercicio de costura, que amalgama un todo con las partes halladas en las profundas pesquisas de Alejandro Sebastiani Verlezza, el compilador, el prologuista y quien tuvo la ocurrencia, en tiempos de fraccionamientos, de juntar.
Presentado por Rafael Castillo Zapata, profesor y autor que enaltece la lengua, “sus diarios son de obligada lectura, referentes de talla universal, imprescindibles”, Armando Rojas Guardia asegura que está honrado con que sea uno de sus presentadores. El otro es el premiado poeta Alejandro Sebastiani Verlezza, quien se dio a la tarea de concebir este trabajo y hacerlo realidad, trasteando entre revistas, periódicos, discursos, portales, tertulias. Descontando su índole líquida de oasis verbal, de claro y profundo referente caraqueño y universal del pensamiento, Armando Rojas Guardia estaría ahora reunido y pueden encontrarse en este libro frases contundentes, párrafos precisos, enjundiosos
ensayos —breves o extensos, en realidad todo es ensayístico— del autor que vivió en Solentiname, que creyó en la “Revolución” cuando Nicaragua era Ítaca, que entiende de Cristo desde su propio penar, que es amigo de sacerdotes, que hace poesía desde las profundidades y nunca sin luz, que sublima la sexualidad, y entiende el tiempo con la sabiduría de quien le ha visto los colmillos a la muerte.
Masaru Emoto quien estudió en Japón Relaciones Internacionales y en la India medicina alternativa murió persuadido de la fuerza de la palabra. Según su teoría las palabras, oraciones, sonidos y pensamientos dirigidos hacia un volumen de agua influirían sobre la forma de los cristales de hielo obtenidos, cuando el agua se congela; las figuras microscópicas armadas en esas moléculas dependerían del contenido positivo o negativo de cada vocablo. Murió persuadido de ello y aunque sus fotos no se consideran todavía prueba de nada, es imposible dudar a estas alturas —y menos en Venezuela— de la influencia y las magulladuras en el alma de la violencia del verbo. De su consecuencia tóxica. Así como reza la oración puede el lector agradecerle el verbo a dios a Armando Rojas Guardia. “Una palabra tuya bastará para sanarme”.
Jonatan Alzuru. Boceto para una estética del vivir. Bid&Co, Caracas, 2009.
Alejandro Sebastiani Verlezza, Caracas, Venezuela.
To doubt becomes a way of definition
Auden Sempre uma coisa defronte da outra
Álvaro de Campos
¿Qué decir del que plantea el tenso juego entre los géneros literarios y las formas de estudio más académicas? En principio, tal vez fugazmente, Jonatan Alzuru podría pasar por un estricto profesional de la filosofía, capaz de adentrarse con el interlocutor de turno en los más intrincados duelos conceptuales. Hace rato, sostiene, terminó
un libro sobre lo estéril que resulta dividir la realidad entre poses izquierdistas y derechistas.
Y de ahora en adelante, él solo quiere seguir su juego, de hecho, está más que animado a irlo construyendo, con sus propias manos; hasta donde le sea posible, no quiere uno dado. Y ahora que lo pienso, él no es el primer creador cansado de los camisones excesivamente asfixiantes. Escribe, cómo no, con Ernesto Sábato en la cabeza (quien haya leído Antes del fin, su apasionada y angustiosa autobiografía, recordará que dejó su carrera científica por la literatura). Además, Alzuru está cargado, por su historia personal y familiar, de una pasión muy religiosa. Su expresión tan intensa –y en ocasiones abigarrada– puede pasar por encima de sí misma y salirse hacia otros lugares. De ahí su necesidad de teatralizar su pensamiento, ya sea en la escritura o de viva voz. Hacer una “escena”, donde las ideas casi se miran, conversan y asumen su complejo baile. Y en estos lugares ocurren las gravitaciones más altas y tempestuosas de su necesidad expresiva. Porque, como dije, Alzuru es un estudioso de la filosofía, aburrido de las jergas y las especulaciones ad nauseam. Sus libros plantean justamente ese forcejeo, el del pensar pensándose y discutiendo consigo mismo –él mismo lo llama “darse coñazas”– hasta encontrar, en una suerte de éxtasis, cuasi teatral, insisto, otras rutas. En ese punto ahora mismo está él parado y tal vez ese punto sea su destino, aunque puede que yo esté muy equivocado y este sea solo un enorme y descaminado disparate mío. Se trata de momentos que van buscándose, en medio de edificios especulativos, aún inmensos y sólidos, porque Alzuru asumió la incertidumbre como método; pero no la lleva sola, a su buena, por decirlo así, sino cargada de conocimiento.
De ahí, curioso malabarismo, su prosa llena de bromas, paseos, juegos, largos excursos, rodeos, cabriolas, discusiones, saltos, juegos tonales y heteronímicos (no en vano, siento, Alzuru está cerca de los momentos más meditabundos de Álvaro de Campos). No es raro que muchas veces apele al lenguaje musical para expresarse. Así, le dice al lector que él, salsero al fin, descarga.
También habla de instalaciones, montajes. De esta sorprendente y a ratos descolocante faena, podrá aparecer otro escritor. Dije escritor, ni siquiera pensador. Y quisiera precisar aún más: un ensayista, tal vez mucho más liberado de las maneras académicas que invoca y cuestiona; más encontrado consigo mismo, por qué no.
Sus libros, decía, hablan de uno que quiere ir por su camino, hacer su salida; finalmente, insiste, los conceptos quedan como muy lejos de sus experiencias, no terminan de encajar en lo más menudo de los días. Quisiera él dar cuenta con su filosofía del ron, la cerveza, el amor, la vida familiar, los amigos, el dolor, la muerte, la amistad (¿querrá acercarse a Montaigne y a Pascal?); pero también parece percibir que le sobra metafísica y lo que quiere es dar con su física, más sensible y callejera. Quisiera escribir, conjeturo, más que con Sábato encima, con la experiencia de Tráfico. Por eso insisto: sus libros cuentan algo así como los trabajos para dar con un cambio de piel. Para todo esto, luego de Boceto para una estética del vivir, Alzuru eligió escribirse a partir de tres espejos, todos poetas, ensayistas, Armando Rojas Guardia, Rafael Castillo Zapata y Miguel Márquez.
Alzuru, gallardo gesto, asume la pre-potencia que le ha brindado su formación. Y consciente de eso, decide desandarla. Este movimiento, para mí, tiene dos expresiones concretas: enormes cuotas de sufrimiento y la necesidad de ser escuchado. Porque si bien la filosofía –en particular Nietzsche– es su tabla de navegación más próxima, los estados más altos los encuentra en la poesía y la expansión de su personalidad entusiasta, ebria, elocuente, cuestionadora, a veces difícil de comprender para muchos, incluso quienes lo estimamos, pero definitivamente entrañable, demasiado humana. En algún lugar anotó María Fernanda Palacios que maestro es quien lleva dentro de sí un discípulo. Tal vez ese sea el caso de Alzuru y sus libros llenos de pasión intelectual, memoriosa; ejercicios, bien podrían llamarse; alguna vez –de manera cómplice– los llamé engendros, por el valor de lo anómalo, desde las vanguardias hasta hoy, pero Alzuru se me molestó. Tal vez un día él haga una migración
hasta el performance, la danza y quién sabe cuáles otros límites:
“De allí que hay un suelo común entre los problemas cotidianos y los problemas políticos, como también la forma de enfrentarlos, de
pensarlos, de resolverlos o de asumirlos. Lo que hemos llamado suelo común, es un continuo desde el oikos a la polis, desde el mundo privado, la familia, los amigos, hasta las confrontaciones parlamentarias” (Boceto para una estética del vivir).
Año 22, n° 78
Esta revista fue editada en formato digital y publicada en septiembre de 2017, por el Fondo Editorial Serbiluz, Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela
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