Actualmente, cualquier actividad se mueve a través de la tecnología; los avances tecnológicos a pasos agigantados ayudan a facilitar de manera cuantiosa los procesos de elaboración, abaratando costos de manufactura, proporcionando mayor rapidez y eficacia, generando elevada productividad y competitividad. Su diversidad y alcance en la ciencia, la industria petrolera, química, agroindustrial, comunicación, y otros sectores, han permitido un avance sin precedente en la historia del progreso de la sociedad. La ciencia se desarrolla considerando al ser humano el centro en todos los campos, con la finalidad de obtener el bienestar del hombre y la sociedad. La ciencia va de la mano con la investigación científica y con ellas los avances tecnológicos. La tendencia actual del mundo es llevar adelante la investigación con pertinencia social y de utilidad pública. De aquí que las instituciones deben apoyar no solo la formación académica teórica, sino el entrenamiento en los puntales de la investigación como lo son las ciencias básicas y estadística.
La investigación científica nunca ha estado en la lista de prioridades gubernamentales venezolanas del siglo XX, ni las carreras de ciencias han gozado de la mayor demanda en las universidades autónomas nacionales. Por su parte, la actual gestión de gobierno durante los primeros años se enmarcó en un interés político y social en lograrlo, pero sus promesas se diluyeron junto con el apoyo económico, afectando drásticamente nuestra producción científica, entre ella una notable disminución del número de publicaciones. Venezuela es el único país de América del Sur cuya producción científica está disminuyendo, y posee el impacto de citaciones más bajo en la región. Para el año 2000, según la base de datos de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, los residentes colombianos presentaron 75 solicitudes de patentes, mientras que Venezuela sólo había presentado 56. Sorprendentemente, esta brecha aumentó en 2011 con la presentación de 183 solicitudes de Colombia en contraste con Venezuela, que presentó 33. Actualmente las cifras en todos los espacios de la Ciencia y Tecnología nos posicionan entre los últimos de América Latina.
Algunos investigadores han señalado que no se puede tener ciencia productiva, tecnología competitiva y conocimiento transformador, si no se apela a una educación de excelencia a todos los niveles. En nuestro país, en la última década la inversión en ciencia y tecnología dentro de nuestras universidades autónomas es continuamente disminuida, sin presupuestos meritorios que desfavorecen el avance científico y nos sumerge en la dependencia tecnológica. Más aún, cuando se necesita la contribución de la investigación científica consolidada por décadas de estudios, para la innovación, fortalecimiento y sustentabilidad real en áreas como la elaboración de materia prima e insumos para el sector de alimentos, farmacéuticos, transporte, minería, promoviendo un país productivo y competitivo. Tampoco se disfrutará de buena educación mientras los valores relativos a la imagen y la autoestima de los docentes investigadores venezolanos continúen invertidos dentrodelasociedadvenezolana, donde una reconocida trayectoria yampliaproduccióncientífica de docentes y miembros del personal científico y tecnológico no sea considerada y reconocida, sin ningún estímulo moral y material substancial para aquellos que con su esfuerzo son profesores investigadores y estudiantes sobresalientes, destacados e innovadores.
En un país con una brecha social que se acrecienta cada vez más respecto al mundo industrializado, sumado a la excepcional situación económica venezolana, así como la dependencia tecnológica con el agravante de la fuga de capitales y cerebros. Hacer ciencia en esta situación actual del país se ha convertido en una hazaña. Ejercer la ciencia en Venezuela se ha transformado en una carrera de obstáculos, y la investigación en los últimos años una epopeya sin reconocimiento. Las líneas y proyectos de investigación vanguardistas a nivel nacional e internacional, que se han venido ejecutando a lo largo de estas dos últimas décadas en centros, institutos y laboratorios de investigación de nuestras universidades autónomas, han sido afectados e incluso arrinconados por la falta de presupuesto para el sector de la ciencia, entre ellos proyectos de innovación y modernización del sector productivo; el intercambio entre pares; becarios en proceso de formación de
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alto nivel (maestrías y doctorados) en el país y en el exterior; el fortalecimiento de nuestras revistas con elevado impacto internacional totalmente minimizadas e incluso, en peligro de extinción. Mientras no exista una concienzuda y verdadera política de estado que perciba en la investigación científica uno de los mecanismos para alcanzar el desarrollo pleno y la independencia, sin distinciones ideológicas y mediante la complementación de los intereses científicos y las necesidades de una sociedad y de las exigencias del sector productivo, nunca se logrará el surgimiento de una generación de investigadores científicos de relevo y la consolidación de un país productivo e independiente.
La educación superior sustentada por una continua y vanguardista investigación científica debe ser siempre el sector preponderante sobre los otros sectores nacionales, por ser él generador de saberes, sistematización de conocimientos, productor de profesionales y foro estimulador de la crítica y la confrontación de ideas. Para ello, el gobierno debe asumir una voluntad política seria y verdadera que profundice cambios enfocados hacia la prioridad científica, como base de nuestro desarrollo y sustentabilidad tecnológica. Para alcanzarlo, los aspectos más beneficiosos son el trabajo sostenido, la educación de alto nivel, en conjunto con un gran desarrollo en investigación científica y tecnológica.