Universidad del Zulia (LUZ)
Revista Venezolana de Gerencia (RVG)
Año 30 No. Especial 14, 2025, 1398-1416
Julio-Diciembre
ISSN 1315-9984 / e-ISSN 2477-9423
Como citar: Muñoz, D., Curiel, R. Y., y Ibarra, M. L. (2025). Inteligencia Emocional en Estudiantes Universitarios. Revista Venezolana De Gerencia, 30(Especial 14), 1398-1416. https://doi.org/10.52080/rvgluz.30.especial14.32
Inteligencia emocional en estudiantes universitarios
Muñoz Roja, Delvis*
Curiel Gómez, Rebeca Yaneth**
Ibarra Guerra, Miyer Landis***
Resumen
La formación universitaria actual debe responder no solo a las exigencias cognitivas, sino también a las demandas emocionales de los estudiantes, quienes enfrentan procesos de adaptación personal, social y académica. En este contexto, la inteligencia emocional se presenta como una competencia esencial para el desarrollo integral del estudiantado. La capacidad de percibir, comprender, regular y utilizar las emociones de manera consciente influye de forma directa en el rendimiento académico, la salud mental y la calidad de las relaciones interpersonales. Este artículo tiene como objetivo describir los componentes de la inteligencia emocional en estudiantes universitarios en Colombia, mediante una revisión documental de fuentes primarias y secundarias. Desde un enfoque cualitativo, se aplicó el análisis de contenido para examinar las fuentes académicas disponibles en línea. Los hallazgos evidencian que elementos como la conciencia emocional, la autorregulación, la empatía y las habilidades sociales impactan significativamente en el bienestar psicológico y académico. Se concluye que la inteligencia emocional constituye un recurso valioso para afrontar los retos del entorno universitario y que su integración en la educación superior puede favorecer una formación más equilibrada y humana.
Palabras clave: inteligencia emocional; estudiantes universitarios; formación universitaria; exigencias cognitivas.
Recibido: 16.02.25 Aceptado: 09.08.25
* Psicóloga y administradora de profesión, doctorado en Ciencia, mención Gerencia, maestría en Neuropsicología y Educación, maestría en Sistemas de Gestión y especializaciones en Seguridad y Salud en el Trabajo y Finanzas. Docente de planta en la Universidad de La Guajira. E-mail: dmunozr@uniguajira.edu.co ORCID: https://orcid.org/0000-0001-9445-9792
** Psicóloga especialista en desarrollo familiar, especialista en pedagogía para el aprendizaje autónomo, magíster en desarrollo familiar, docente investigador grupo Tamaskal categorizado por Colciencias, doctorante en psicología. E-mail: rcuriel@uniguajira.edu.co ORCID: https://orcid.org/0000-0001-8586-6943
*** Psicóloga de la Universidad San Buenaventura de Medellín. Maestría: en Recursos Humanos (Terminada, Universidad Urbe de Venezuela), Grupo de investigación: Tamaskal
Emotional intelligence in university students
Abstract
Current university education must respond not only to cognitive demands, but also to the emotional demands of students, who face personal, social and academic adaptation processes. In this context, emotional intelligence is presented as an essential competence for the integral development of students. The ability to perceive, understand, regulate and use emotions in a conscious manner has a direct influence on academic performance, mental health and the quality of interpersonal relationships. The objective of this article is to analyze emotional intelligence in university students in Colombia, through a documentary review of primary and secondary sources. From a qualitative approach, content analysis was applied to examine academic sources available online. The findings show that elements such as emotional awareness, self-regulation, empathy and social skills have a significant impact on psychological and academic well-being. It is concluded that emotional intelligence constitutes a valuable resource to face the challenges of the university environment and that its integration in higher education can favor a more balanced and humane education.
Keywords: emotional intelligence; university students; university education; cognitive demands.
1. Introducción
En el entorno universitario actual, los estudiantes se enfrentan a múltiples tensiones que trascienden el ámbito meramente académico, dado que factores como la presión por el rendimiento, la toma de decisiones vocacionales, las dinámicas interpersonales y el proceso de transición hacia la adultez generan una carga emocional significativa. Sin embargo, las universidades han tendido a privilegiar la formación técnica o disciplinar, dejando de lado el desarrollo de competencias emocionales que son igualmente necesarias para una formación integral. Esta desconexión entre la dimensión emocional del estudiante y la estructura educativa representa un problema tanto del conocimiento como de la realidad social, al invisibilizar el papel que juega la inteligencia emocional en el bienestar y éxito académico.
La inteligencia emocional, entendida como la capacidad para percibir, comprender, gestionar y utilizar las emociones de manera eficaz, ha sido ampliamente estudiada en las últimas décadas como un recurso valioso para afrontar situaciones complejas. Su papel en la mejora del rendimiento académico, en la reducción de síntomas de ansiedad y estrés, así como en el fortalecimiento de relaciones interpersonales, ha sido documentado en diversos estudios (Bisquerra, 2009; Mayer, Salovey & Caruso, 2004). Sin embargo, persisten vacíos teóricos y prácticos en torno a la comprensión profunda de sus componentes, especialmente en contextos universitarios latinoamericanos, donde el enfoque emocional aún no ocupa un lugar central en las políticas educativas.
Este trabajo tiene como objetivo general analizar los componentes clave de la inteligencia emocional y su relevancia en la formación integral de los estudiantes universitarios, a partir de una revisión documental y teórica de fuentes científicas. Este artículo se apoya en un enfoque teórico y documental, sustentado en los aportes de autores como Goleman (1995), Salovey & Mayer, (1990) y Bisquerra (2009), quienes han desarrollado marcos conceptuales sólidos sobre la inteligencia emocional y sus implicaciones educativas. Es de resaltar que, desde una perspectiva constructivista, se concibe al estudiante como un sujeto activo que construye su conocimiento y habilidades emocionales en interacción con su entorno. Bajo esta perspectiva el artículo tiene como objetivo describir los componentes de la inteligencia emocional en estudiantes universitarios en Colombia, mediante una revisión documental de fuentes primarias y secundarias
La metodología empleada corresponde a una investigación documental de carácter cualitativo, centrada en la revisión, análisis e interpretación de fuentes bibliográficas y científicas disponibles en bases de datos académicas, revistas arbitradas y repositorios universitarios.
2. Inteligencia emocional: aproximación a una definición conceptual
El origen de la palabra inteligencia proviene del latín intelligentĭa, que a su vez deriva del verbo intelligĕre, compuesto por inter (entre) y legĕre (escoger, leer, recolectar). Por tanto, etimológicamente, inteligencia significa “capacidad de elegir entre” o “discernir entre varias opciones”, lo cual está relacionado con la idea de comprender, razonar y tomar decisiones a partir de información o experiencias. Este origen refleja bien el sentido más amplio del término, que va más allá de la memorización y se relaciona con el entendimiento, la resolución de problemas y la adaptación.
Ahora bien, desde el enfoque de Gardner (1983), la inteligencia se comprende como la facultad para enfrentar desafíos y generar creaciones significativas dentro de un contexto cultural específico. El autor plantea que no existe una única forma de ser inteligente, sino que cada persona puede destacar en diferentes dominios como el lenguaje, la lógica matemática, el espacio, la música, el cuerpo, la interacción social o la introspección personal.
Por su parte, Spearman (1904) concebía la inteligencia como una capacidad global que influye en el rendimiento del individuo en múltiples ámbitos, tanto académicos como cotidianos. Y Goleman planteaba que la inteligencia no solo implicaba habilidades racionales, sino también la aptitud para identificar y manejar las emociones, tanto propias como ajenas. Esta competencia emocional permite orientar las decisiones, establecer relaciones saludables y adaptarse de manera eficaz a los enfoques.
En definitiva, asumimos que la inteligencia es un constructo amplio y multifacético que ha sido interpretado de formas diferentes; en tal sentido, desde nuestra perspectiva, la inteligencia es una aptitud que puede llegar a desarrollar una persona mediante un comportamiento inteligente caracterizado por: a) aprender con eficacia y aplicar sus conocimientos en distintos contextos; b) reflexionar y razonar de manera crítica ante situaciones específicas; c) identificar con claridad los problemas presentes y proponer soluciones adecuadas, y d) interpretar sus vivencias de forma consciente, extrayendo aprendizajes valiosos de ellas.
En este sentido, el concepto de inteligencia, que está centrado en habilidades cognitivas como el aprendizaje, la resolución de problemas y la reflexión crítica, comenzó a ampliarse para incluir dimensiones emocionales. Esta evolución responde a la comprensión de que el pensamiento racional y las emociones no son procesos aislados, sino que interactúan de manera constante en la toma de decisiones, la adaptación al entorno y la construcción de experiencias significativas. Así, surge la necesidad de considerar formas más integradoras de inteligencia, como la inteligencia emocional, que contemplan no solo el pensamiento lógico, sino también la capacidad de gestionar adecuadamente los sentimientos propios y ajenos. A partir de esta base, se abordará específicamente la noción de inteligencia emocional, reconociéndola como una ampliación del concepto tradicional de inteligencia que integra aspectos afectivos y sociales.
A lo largo del tiempo, diferentes autores han propuesto múltiples interpretaciones y desarrollos de lo que significa ser inteligente. En 1990, los psicólogos estadounidenses Salovey y Mayer (1990) propusieron el concepto de inteligencia emocional para referirse a un conjunto de habilidades que surgen de la interacción entre la inteligencia general y las emociones. Esta forma de inteligencia se orienta al procesamiento de la información emocional y se estructura a partir de diversas capacidades, entre ellas: a) la habilidad para reconocer y expresar emociones propias y ajenas; b) la capacidad de regular las emociones tanto en uno mismo como en los demás; y c) el uso adecuado de las emociones para facilitar conductas adaptativas. En recapitulación, Salovey y Mayer (1990) conceptualizan la inteligencia emocional como la habilidad para observar y comprender tanto las emociones propias como las de los demás, diferenciarlas adecuadamente y emplear esa información emocional para orientar el pensamiento y la conducta. Su modelo se centra en habilidades específicas relacionadas con el procesamiento emocional.
Ahora bien, a partir de la publicación del exitoso libro Inteligencia emocional de Daniel Goleman en 1995, el concepto alcanzó gran notoriedad y difusión a nivel mundial. Goleman popularizó el concepto al describir la inteligencia emocional como un conjunto de competencias y habilidades que influyen en el desempeño laboral y personal. Según Goleman (1995), la inteligencia emocional se estructura en torno a cinco dimensiones esenciales: el conocimiento de uno mismo (autoconciencia), la capacidad para gestionar las propias emociones (autorregulación), el impulso interno hacia el logro de metas (motivación), la comprensión de los sentimientos ajenos (empatía) y la habilidad para relacionarse de manera efectiva con los demás (habilidades sociales).
Por otro lado, Bar-On (2005) propuso un modelo que integra aspectos emocionales y sociales, que conllevan la definición de la inteligencia emocional como una serie de competencias, habilidades y facilitadores que determinan el comportamiento efectivo y el bienestar personal. Su enfoque incluye cinco escalas: intrapersonal, interpersonal, adaptabilidad, manejo del estrés y estado de ánimo general.
Es de resaltar que los aportes de Salovey & Mayer (1990), Goleman (1995) y Bar-On (2005) ofrecen aproximaciones distintas, aunque complementarias, al concepto de inteligencia emocional, cada una con énfasis particulares que responden a marcos teóricos y finalidades diferentes. En tal sentido, Salovey & Mayer (1990) abordan la inteligencia emocional desde un enfoque estrictamente cognitivo-emocional, donde el procesamiento de la información afectiva sigue una lógica racional. Su modelo contempla cuatro ramas jerárquicas: percepción emocional, facilitación del pensamiento, comprensión emocional y regulación emocional. Este enfoque destaca por su rigurosidad teórica y por presentar a la inteligencia emocional como una forma legítima de inteligencia, comparable a la cognitiva. Sin embargo, su limitación radica en su alcance práctico, ya que el modelo no profundiza en las aplicaciones cotidianas o contextuales de dichas habilidades en escenarios reales como el educativo o el laboral.
Por su parte, Goleman (1995) ofrece una perspectiva más aplicada y funcional, ideal para entornos organizacionales y educativos. Su modelo mixto no solo incluye habilidades emocionales, sino también competencias sociales que determinan el desempeño en la vida profesional y personal. Aunque su enfoque ha sido criticado por su falta de precisión conceptual y su superposición con rasgos de personalidad (Mayer, Salovey & Caruso, 2004), Goleman aporta una visión pragmática que ha facilitado la incorporación de la inteligencia emocional en programas de formación y gestión del talento.
En contraste, Bar-On (2005) introduce un enfoque aún más amplio e integrador, que incorpora no solo habilidades emocionales y sociales, sino también elementos del bienestar general y del manejo del estrés. Su modelo psicométrico, desarrollado a través del Emotional Quotient Inventory (EQ-i), busca evaluar capacidades que facilitan el desempeño social y la adaptación personal. No obstante, algunos autores señalan que su definición puede diluir el constructo de la inteligencia emocional al incorporar elementos de personalidad y estilos de afrontamiento (Matthews et al., 2002).
Ahora bien, es de señalar que Salovey & Mayer (1990) privilegian el procesamiento cognitivo de las emociones, mientras que Goleman enfatiza las competencias necesarias para el desempeño eficaz en la vida cotidiana, y Bar-On (2005) incorpora una visión holística que incluye el bienestar y la adaptación emocional. Estos tres enfoques, aunque divergentes en su profundidad teórica y operativa, coinciden en resaltar que la inteligencia emocional es una capacidad fundamental para el funcionamiento humano integral (cuadro 1).
Cuadro 1
Definiciones conceptuales de inteligencia emocional
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Categoría |
Salovey & Mayer (1990) |
Goleman (1995) |
Bar-On (2005) |
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Definición conceptual |
Habilidad para percibir, comprender y regular emociones para guiar el pensamiento y la conducta |
Conjunto de competencias emocionales y sociales que influyen en el éxito personal y profesional |
Conjunto de competencias, habilidades y facilitadores emocionales y sociales que determinan el bienestar y el comportamiento eficaz |
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Enfoque |
Cognitivo emocional |
Funcional aplicado |
Integral psicométrico |
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Componentes clave |
Percepción emocional Facilitación del pensamiento Comprensión emocional Regulación emocional |
Autoconciencia Autorregulación Motivación Empatía Habilidades sociales |
Intrapersonal Interpersonal Adaptabilidad Manejo del estrés Estado de ánimo general |
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Finalidad |
Orientar el pensamiento y la conducta a través de la comprensión emocional |
Mejorar el desempeño en hábitos laborales personales y educativos |
Facilitar la adaptación personal y el bienestar general |
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Aplicabilidad |
Teórica y clínica, menos aplicada a contextos prácticos |
Alta aplicabilidad en contextos organizacionales, educativo y de liderazgo |
Evaluación psicométrica con fines clínicos, educativos y organizacionales |
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Criticas |
Superposición con rasgos de personalidad y falta de precisión conceptual |
Riesgo de diluir el concepto al incluir aspectos de personalidad y afrontamiento |
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Aporte principal |
Fundadores del concepto moderno de inteligencia emocional como habilidad |
Popularizó el concepto integrándolo al campo del desempeño y la formación |
Propuso un modelo psicométrico amplio que incluye bienestar emocional y social |
Partiendo de la discusión de los autores, proponemos una definición propia sobre la inteligencia emocional entendiéndola como la capacidad integral del individuo para percibir, comprender, regular y utilizar las emociones propias y ajenas de manera consciente y estratégica, en función de promover el bienestar personal, la adaptación social y el desarrollo de relaciones significativas en distintos contextos.
Desde esta definición integradora, es posible comprender que la inteligencia emocional no se limita a una sola perspectiva, sino que ha sido abordada desde distintos marcos teóricos que enriquecen su comprensión y aplicación. En este sentido, a continuación, se presentan los enfoques teóricos y modelos principales que han fundamentado el estudio de la inteligencia emocional.
3. Principales modelos teóricos de inteligencia emocional
El estudio de la inteligencia emocional ha estado respaldado por distintos enfoques teóricos que han enriquecido su comprensión y aplicación en diversos contextos, especialmente en el ámbito educativo. A lo largo de las últimas décadas, varios investigadores han propuesto modelos que permiten conceptualizar y medir esta forma de inteligencia, destacando la manera en que las emociones influyen en el pensamiento, la conducta y el bienestar. Entre los más influyentes se encuentran los modelos de Salovey & Mayer (1990), Daniel Goleman (1995) y Bar-On (2005), cuyas perspectivas ofrecen marcos complementarios para entender cómo se desarrolla, manifiesta y potencia la inteligencia emocional en los individuos.
El modelo de habilidades propuesto por Salovey & Mayer (1990) concibe la inteligencia emocional como una forma específica de inteligencia, basada en la capacidad de procesar información emocional de manera eficiente. Este enfoque la define como una habilidad cognitiva orientada a percibir, comprender, regular y utilizar las emociones para facilitar el pensamiento y la toma de decisiones. Se estructura en cuatro ramas: a) Percepción de emociones, entendida como la capacidad para identificar y expresar emociones en uno mismo y en los demás; b) Facilidad emocional del pensamiento, refiriendo al uso de las emociones para priorizar el pensamiento y promover el razonamiento; c) Comprensión de emociones, entendida como la habilidad para comprender el lenguaje emocional y las complejas relaciones entre emociones; y d) Manejo de emociones, entendido como la capacidad para regular las emociones en uno mismo y en las relaciones con los demás.
El modelo de competencias de Goleman (1995) propone que la inteligencia emocional se compone de un conjunto de competencias emocionales y sociales que contribuyen al rendimiento efectivo. Estas competencias se agrupan en cinco áreas: 1) Autoconciencia, reconocimiento de las propias emociones y sus efectos; 2) Autorregulación, manejo de las emociones para facilitar tareas y recuperarse de emociones negativas; 3) Motivación, impulso personal orientado al logro de metas motivado por factores intrínsecos, más allá de beneficios o reconocimientos externos; 4) Empatía, comprensión de los sentimientos y perspectivas de los demás; 5) Habilidades sociales, manejo de relaciones para guiar a las personas en la dirección deseada.
El Modelo de Bar-On (2005) define la inteligencia emocional como un conjunto de habilidades emocionales y sociales que influyen en la capacidad general de una persona para afrontar demandas y presiones del entorno. Las cinco escalas principales son: 1) Intrapersonal, comprensión y expresión de uno mismo; 2) Interpersonal, conciencia y comprensión de los demás; 3) Adaptabilidad, manejo del cambio y solución de problemas; 4) Manejo del estrés, gestión del estrés y control de impulsos; 5) Estado de ánimo general, mantenimiento de una perspectiva positiva y motivación (cuadro 2).
Cuadro 2
Modelos teóricos de inteligencia emocional
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Aspecto |
Salovey y Mayer (1990) |
Goleman (1995) |
Bar On (2005) |
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Tipo de modelo |
Modelo de habilidades |
Modelo de competencias emocionales y sociales |
Modelo mixto emocional social |
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Definición de inteligencia emocional |
Capacidad de percibir, comprender, regular y utilizar emociones para facilitar el pensamiento |
Conjunto de competencias que contribuyen al desempeño eficaz en la vida y el trabajo |
Conjunto de habilidades emocionales y sociales, que determinan cómo enfrentamos demandas del entorno |
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Enfoque principal |
Cognitivo |
competencial |
Adaptativo y conductual |
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Estructura/componentes |
Ramas: a) Percepción emocional b) Facilitación del pensamiento c) Comprensión emocional d) Regulación emocional |
Componentes: a) Autoconciencia b) Autorregulación c) Motivación d) Empatía e) Habilidades sociales |
Escalas principales: a) Interpersonal b) Intrapersonal c) Adaptabilidad d) Manejo del estrés e) Estado de ánimo general |
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Ámbito de impacto |
Educación, salud mental, toma de decisiones |
Liderazgo, trabajo en equipo, organizaciones |
Bienestar, adaptación, calidad de vida |
Fuente: Elaboración propia (2025), a partir de Salovey & Mayer (1990), Goleman (1995), y Bar-On (2005).
Es importante destacar que los modelos teóricos coinciden en identificar una serie de componentes esenciales que conforman la inteligencia emocional: a) Autoconciencia, habilidad para identificar y entender las propias emociones, junto con su influencia en los procesos mentales y en la conducta personal. Implica una evaluación realista de las propias capacidades y una confianza bien fundamentada en uno mismo; b) Autorregulación, capacidad para controlar y canalizar emociones e impulsos negativos de manera constructiva e incluye el control de las emociones, la adaptabilidad a circunstancias cambiantes y la integridad en la actuación; c) Motivación, estimulo que lleva a una persona a perseguir sus metas por convicciones personales, más allá de incentivos o reconocimientos externos, y se relaciona con la pasión por el trabajo, el compromiso con los objetivos y la perseverancia ante los obstáculos; d) Empatía, capacidad para comprender las emociones de los demás y reaccionar apropiadamente, lo cual es fundamental para construir y mantener relaciones interpersonales efectivas; y d) Habilidades sociales como competencia en gestionar relaciones para mover a las personas en la dirección deseada, lo cual incluye habilidades en comunicación, liderazgo, manejo de conflictos y trabajo en equipo (gráfico 1).
Gráfico 1
Componentes de la inteligencia emocional
Fuente: Elaboración propia (2025), a partir de Salovey & Mayer (1990), Goleman (1995), y Bar-On (2005).
La inteligencia emocional está compuesta por dimensiones, las cuales se encuentran interrelacionadas, permitiendo a los individuos reconocer, comprender y gestionar sus propias emociones, así como las de los demás. Estas capacidades resultan esenciales no solo en entornos personales, sino también en contextos académicos y profesionales donde las relaciones interpersonales, la toma de decisiones y el manejo del estrés son aspectos cotidianos.
Asimismo, la inteligencia emocional está significativamente relacionada con diversas variables que impactan el desarrollo personal y profesional, entre las que destacan:
a) Rendimiento académico: Estudios han encontrado una correlación positiva entre la inteligencia emocional y el rendimiento académico. Los estudiantes que poseen un mayor desarrollo de habilidades emocionales suelen alcanzar un mejor rendimiento académico y afrontar el estrés relacionado con los estudios de forma más eficiente. (Sáez, 2021; Quílez-Robres et al., 2023; Shengyao et al., 2024; Chávez-Martínez & Salazar-Jiménez, 2024).
b) Bienestar personal: La inteligencia emocional contribuye al bienestar psicológico, ya que facilita una mejor gestión de las emociones, promoviendo una actitud positiva y resiliente frente a los desafíos de la vida. Diversos estudios han evidenciado una relación positiva entre la inteligencia emocional y el bienestar psicológico, indicando que el desarrollo de habilidades emocionales contribuye significativamente a una mejor gestión de las emociones y promueve una actitud resiliente frente a los desafíos de la vida (Bermúdez, Teva & Sánchez, 2003). Estos estudios subrayan la importancia de fomentar la inteligencia emocional como una estrategia efectiva para mejorar el bienestar psicológico y desarrollar una actitud resiliente frente a los desafíos de la vida.
c) Relaciones interpersonales: Individuos con alta inteligencia emocional suelen tener relaciones interpersonales más satisfactorias. La capacidad para comprender y manejar las propias emociones, así como las de los demás, fortalece la comunicación y la empatía en las interacciones sociales. La conexión entre la inteligencia emocional, la calidad de las relaciones interpersonales y la empatía en estudiantes universitarios evidencia asociaciones significativas entre diferentes aspectos de la inteligencia emocional y las dimensiones de las relaciones interpersonales y la empatía (Schutte et al., 2001; Extremera & Fernández, 2004).
4. Inteligencia emocional: en el contexto universitario colombiano
En el marco de la educación superior en Colombia, la formación universitaria ha evolucionado para responder no solo a las demandas académicas y profesionales, sino también a las necesidades emocionales de los estudiantes, quienes atraviesan complejos procesos de adaptación personal, social y académica. La etapa universitaria representa un momento clave en el desarrollo humano, en el que los jóvenes deben enfrentar exigencias cognitivas elevadas, a asumir mayores niveles de autonomía y tomar decisiones que impactan su futuro. En este contexto, la inteligencia emocional emerge como una competencia fundamental para el bienestar, la permanencia y el éxito académico, al facilitar la autorregulación emocional, la empatía, el manejo del estrés y la construcción de relaciones interpersonales positivas.
A continuación, se describe el papel que desempeña la inteligencia emocional en el entorno universitario colombiano, a partir de una revisión de políticas públicas, investigaciones académicas y experiencias formativas que evidencian su relevancia en este nivel educativo.
4.1. Políticas públicas para la inteligencia emocional
En Colombia, aunque no existe una política pública específica dedicada exclusivamente a la inteligencia emocional, esta se encuentra integrada de forma transversal en diversas normativas y programas del sector educativo, de salud y de infancia, reconociendo la importancia de las habilidades emocionales en el desarrollo integral de las personas. Pero sí existe un conjunto de lineamientos desde distintos sectores que establecen de manera directa e indirecta aspectos sobre la inteligencia emocional. Un primer referente clave es la Ley General de Educación (Ley 115 de 1994), la cual establece que la educación debe propender por la formación integral del estudiante, incluyendo dimensiones emocionales y sociales, lo que abre paso a la incorporación de competencias relacionadas con la inteligencia emocional, aunque el término no sea mencionado de manera explícita. (Congreso de Colombia, 1994).
En este mismo sentido, el Ministerio de Educación Nacional ha promovido los Lineamientos de Educación Socioemocional, diseñando marcos y guías pedagógicas que buscan integrar estas habilidades al currículo, como es el caso de la Guía 30 (Ministerio de Educación Nacional, 2008), que orienta la promoción de la convivencia escolar desde el desarrollo de capacidades como la empatía, la autorregulación, la resolución de conflictos y el trabajo en equipo. Aunque su aplicación ha sido más evidente en la educación básica y media, las universidades también han empezado a integrar competencias socioemocionales en sus currículos, a través de cátedras de ciudadanía, desarrollo humano, formación integral y programas de bienestar universitario, los cuales reconocen la necesidad de formar profesionales emocionalmente competentes. Esto es reforzado por los planeamientos de Fierro (2011) al referir que las universidades en Colombia han comenzado a incorporar de manera más sistemática las competencias socioemocionales en sus currículos, mediante programas de formación integral y bienestar universitario, reconociendo su papel en la formación de profesionales con sensibilidad humana y compromiso ciudadano.
Por otro lado, el Programa de Educación para la Sexualidad y Construcción de Ciudadanía es una iniciativa del Ministerio de Educación Nacional y el Fondo de Poblaciones de las Naciones Unidas, con el cual se fomenta el fortalecimiento emocional al incluir en su propuesta pedagógica la toma de decisiones, la expresión asertiva de emociones y el desarrollo de la autoestima, contribuyendo a la formación de sujetos conscientes de sí mismos y de sus relaciones. Algunas instituciones de educación superior han adaptado este enfoque en programas de formación docente y en cursos transversales enfocados en habilidades blandas. (Ministerio de Educación Nacional & Fondo de Población de las Naciones Unidas, 2008). Esta perspectiva es coherente con el enfoque de educación emocional propuesto por Bisquerra (2009; 2021), quien plantea que el desarrollo de competencias emocionales y sociales debe formar parte esencial del currículo para lograr una formación integral y ciudadana.
Asimismo, la Política Pública de Infancia y Adolescencia, planteada en la Ley 1098 de 2006 (Código de Infancia y Adolescencia), contempla el desarrollo emocional como parte esencial del bienestar infantil, promoviendo entornos protectores y estimulantes desde lo afectivo y relacional. (Congreso de la República de Colombia, 2006). Y las estrategias de salud mental, enmarcadas en la Política Nacional de Salud Mental (Resolución 4886 de 2018), reconocen que las habilidades emocionales son fundamentales para la prevención de trastornos mentales, la gestión del estrés y la promoción de un afrontamiento saludable ante las demandas del entorno. En el contexto universitario, esta resolución ha impulsado la creación de programas de atención psicoemocional, promoción del autocuidado y desarrollo de competencias emocionales a través de los departamentos de bienestar universitario y salud estudiantil. (Ministerio de Salud y Protección Social, 2018).
4.2. Investigaciones académicas sobre la inteligencia emocional
La inteligencia emocional ha sido objeto de diversos estudios en el contexto universitario colombiano, enfocándose en su relación con el rendimiento académico y la permanencia estudiantil. Algunas investigaciones destacadas que abordan esta temática son:
Coll & Torres (2022), de la Universidad Metropolitana de Barranquilla, investigaron la relación entre la inteligencia emocional, la propensión al abandono de estudios y la percepción del rendimiento académico en 223 estudiantes de Medicina. Los autores encontraron que una mayor comprensión y regulación emocional se asociaban negativamente con la propensión al abandono y positivamente con la percepción del rendimiento académico. Específicamente, la comprensión emocional mostró una correlación negativa con la propensión al abandono (r = -0,165; p = 0,014) y positiva con la percepción del rendimiento académico (r = 0,331; p = 0,000) (Coll & Torres, 2022).
Olivo & Soto (2017) de la Universidad de la Guajira, realizaron una investigación en la que se puede apreciar que la inteligencia emocional tiene una relevancia significativa en el contexto universitario en esta universidad por diferentes razones: a) La inteligencia emocional se considera una herramienta esencial para mejorar el bienestar integral de los estudiantes, especialmente de aquellos que enfrentan dificultades académicas o están en riesgo de deserción; b) El desarrollo de habilidades emocionales permite una mejor adaptación a los desafíos de la vida universitaria; c) Se promueve una visión de educación que va más allá del rendimiento cognitivo, integrando aspectos afectivos como la empatía, la autorregulación y la expresión emocional, esto responde a un enfoque formativo más humano y completo, en sintonía con los valores institucionales; d) El entrenamiento en inteligencia emocional ayuda a los estudiantes a afrontar situaciones académicas difíciles, como la repetición de materias, con mayor resiliencia, reduciendo así el impacto negativo del fracaso escolar y fortaleciendo su autoestima; e) La universidad reconoce que estas competencias emocionales no sólo son útiles dentro del ámbito académico, sino también fundamentales para el futuro profesional y personal de los estudiantes.
Por su parte, Páez & Castaño (2015) de la Universidad de Manizales, realizaron un estudio en la cual se evaluó la inteligencia emocional en 263 estudiantes de diferentes programas académicos. Los resultados mostraron un coeficiente promedio de inteligencia emocional de 46,51, con variaciones significativas entre programas: Economía 62,9; Medicina 55,69; Psicología 54,28; y, Derecho 36,58 (Páez & Castaño, 2015). Además, se encontró una correlación positiva entre la inteligencia emocional y el promedio de calificaciones, especialmente en Medicina (p = 0,001) y Psicología (p = 0,066), sugiriendo que una mayor inteligencia emocional podría estar asociada con un mejor rendimiento académico en estas disciplinas (Páez & Castaño, 2015).
De igual manera, Castaño (2014), en la Universidad de San Buenaventura, Cali, llevó a cabo un estudio descriptivo con 97 estudiantes de Psicología con bajo rendimiento académico. Aunque el estudio se enfocó en describir el perfil de IE de estos estudiantes, destacó la importancia de la inteligencia emocional en la permanencia y éxito académico, señalando que el 46% de deserción en educación superior, según el Ministerio de Educación Nacional, podría estar relacionado con deficiencias en habilidades emocionales (Páez & Castaño, 2015).
Asimismo, Martínez, Navarro & De la Hoz (2009) de la Universidad Simón Bolívar, Barranquilla, analizaron la relación entre la inteligencia emocional y el rendimiento académico en 50 estudiantes, utilizando el TMMS-241, encontraron que los hombres presentaban una mejor comprensión y manejo de las emociones en comparación con las mujeres. Sin embargo, no se halló una relación significativa entre la inteligencia emocional y el rendimiento académico, lo que sugiere la necesidad de considerar otros factores que influyen en el desempeño estudiantil (Martínez, Navarro & De la Hoz, 2009).
Por su parte, Garnica & Santoya (2002) de la Corporación Universitaria Tecnológica de Bolívar, realizaron un estudio con 336 estudiantes para determinar la relación entre la inteligencia emocional y el rendimiento académico. Aunque se encontró una correlación positiva, esta fue baja (r = 0,098), indicando que, si bien la inteligencia emocional puede influir en el rendimiento académico, su impacto podría ser limitado o estar mediado por otras variables.
Estas investigaciones evidencian que la inteligencia emocional juega un papel relevante en el ámbito universitario colombiano, influyendo en aspectos como el rendimiento académico y la retención estudiantil. Sin embargo, la magnitud de su impacto varía según el contexto y la disciplina académica, lo que sugiere la necesidad de continuar explorando este constructo y su aplicación en la educación superior. Los hallazgos planteados por las investigaciones referenciadas ratifican lo planteado por Goleman sobre la influencia de la inteligencia emocional en el desempeño académico y profesional. Las investigaciones destacan que competencias como la autorregulación emocional, la comprensión emocional y la empatía se correlacionan positivamente con el éxito académico, reforzando lo propuesto por Salovey y Mayer. Además, la variación en los resultados según el tipo de contexto académico da cuenta de la dimensión que Bar-On incorpora en su modelo, al considerar que factores sociales y culturales influyen en el desarrollo emocional.
4.3. Inteligencia emocional: proceso formativo
En el ámbito de la educación superior, la inteligencia emocional ha cobrado creciente relevancia al evidenciarse su impacto directo en el rendimiento académico, la adaptación universitaria y el bienestar psicológico de los estudiantes. Esta realidad ha llevado a que diversas instituciones de educación superior en Colombia comiencen a integrar programas que promueven el desarrollo de competencias emocionales, reconociendo su papel crucial en la formación integral del ser humano (Cuadrado, 2024). Lo que conlleva que el proceso de formación universitaria actual en Colombia enfrente el desafío de ofrecer una educación que no solo responda a las demandas cognitivas y técnicas del entorno profesional, sino que también atienda las necesidades emocionales y psicosociales de los estudiantes.
Esta necesidad se ha vuelto particularmente apremiante en un contexto caracterizado por altos niveles de estrés, incertidumbre económica, presión académica y transformaciones en los estilos de vida de la juventud. La transición hacia la universidad implica para muchos jóvenes un cambio significativo en sus entornos familiares, sociales y académicos, lo que exige el desarrollo de habilidades para gestionar su autonomía, tomar decisiones, establecer nuevas relaciones interpersonales y enfrentar desafíos académicos más complejos.
De acuerdo con datos del Ministerio de Educación Nacional, cerca del 47% de los estudiantes universitarios en Colombia deserta durante los primeros semestres, siendo uno de los factores determinantes la dificultad de adaptación emocional y social al entorno universitario (Ministerio de Educación Nacional, 2009; Universidad de los Andes, 2014). Aunque tradicionalmente el énfasis de la educación superior ha estado puesto en el desarrollo de capacidades cognitivas, en los últimos años ha cobrado fuerza el reconocimiento de la inteligencia emocional como una competencia transversal fundamental para el desarrollo profesional y personal de los estudiantes.
En este contexto, las universidades han comenzado a incorporar en sus planes estratégicos y currículos diversos programas orientados al fortalecimiento de la dimensión emocional. Entre estos se encuentran iniciativas de bienestar universitario enfocadas en salud mental, deporte, cultura y consejería psicosocial; proyectos institucionales que brindan acompañamiento emocional a estudiantes en riesgo de deserción; y asignaturas como Cátedra de la Paz, habilidades blandas o competencias ciudadanas, en las que se abordan temas clave como la autorregulación, la empatía, la comunicación asertiva y la resolución de conflictos.
Es de resaltar que diversas experiencias formativas han logrado evidenciar la relevancia de la inteligencia emocional en el contexto universitario colombiano. Algunos ejemplos de ello son:
a) El Taller Inteligencia emocional para el éxito académico, con el propósito de brindar herramientas que fortalezcan el bienestar integral de los estudiantes repitentes. La Universidad de La Guajira, a través del área de Bienestar Social Universitario y su área de permanencia y graduación exitosa, realiza este taller con el propósito de promover el desarrollo de habilidades emocionales que les permitan a los estudiantes afrontar con mayor eficacia los desafíos académicos y personales; en el mismo, se abordan estrategias para la regulación emocional, identificación y gestión de emociones en situaciones de estrés, frustración o desmotivación. (Universidad de La Guajira, 2025).
b) El programa de desarrollo socioemocional implementado por la Universidad de La Sabana, dirigido a estudiantes de primer semestre, el cual promueve habilidades como la autorregulación, la empatía y la resiliencia. Los resultados de esta intervención muestran una mejora significativa en los niveles de adaptación universitaria y una reducción de síntomas relacionados con la ansiedad (Cano-Vindel et al., 2019).
c) De manera similar, en la Universidad del Norte se desarrolló un proyecto de formación en competencias socioemocionales como parte del Programa de Acompañamiento Integral, el cual contribuyó al fortalecimiento de la convivencia universitaria, la resolución de conflictos y la motivación académica (Rojas et al., 2023).
d) La Universidad Nacional de Colombia ofrece un programa integral de salud mental que combina estrategias preventivas, atención psicológica y promoción del bienestar. (Universidad Nacional de Colombia, 2025).
e) Por su parte, la Pontificia Universidad Javeriana ha incorporado en su currículo la formación en ética del cuidado, autoconocimiento y reflexión personal desde un enfoque humanista. (Rivera, 2008).
f) A su vez, la Universidad del Norte ha incluido en su plan de desarrollo institucional la dimensión socioemocional, como un eje estratégico para mejorar tanto el clima estudiantil como el desempeño académico. (Universidad del Norte, 2023).
g) Por otra parte, la Universidad de Antioquia ha incorporado estrategias de promoción del bienestar emocional en sus programas de tutoría académica, reconociendo que el fortalecimiento de las competencias emocionales no solo mejora el desempeño cognitivo, sino que también influye directamente en la permanencia estudiantil (Gaviria & Palacio, 2021) (cuadro 3).
Cuadro 3
Estrategias universitarias para el fortalecimiento de la inteligencia emocional en universidades de Colombia
|
Universidad |
Programa o estrategia |
Enfoque principal |
Lo que busca |
|
Universidad de la Guajira |
Taller inteligencia emocional para el éxito académico. |
Regulación emocional y afrontamiento del fracaso académico. |
Mejora del bienestar de estudiantes repitentes y desarrollo de habilidades de afrontamiento. |
|
Universidad de la Sabana |
Programa de desarrollo socioemocional para estudiantes de primer semestre. |
Autorregulación, empatía y resiliencia. |
Mayor adaptación universitaria y reducción de síntomas de ansiedad. |
|
Universidad del Norte |
Formación en competencias socioemocionales, como parte del programa de acompañamiento integral. |
Convivencia, resolución de conflictos, motivación académica. |
Fortalecimiento del ambiente universitario y motivación académica. |
|
Dimensión socio emocional en el plan de desarrollo institucional |
Clima emocional institucional y rendimiento académico |
Mejora del desempeño y bienestar estudiantil |
|
|
Universidad Nacional de Colombia |
Programa integral de salud mental. |
Prevención, atención psicológica, promoción del bienestar. |
Atención estructurada a la salud mental y emocional del estudiante. |
|
Pontificia Universidad Javeriana |
Formación en ética del cuidado, autoconocimiento y reflexión personal. |
Enfoque humanista e introspectivo. |
Desarrollo de valores personales y competencias de cuidado. |
|
Universidad de Antioquía |
Estrategias de promoción del bienestar emocional en tutorías académicas. |
Permanencia estudiantil y rendimiento cognitivo. |
Impacto directo en la redención y el éxito académico. |
Este tipo de iniciativas ha sido respaldado por investigaciones como la de Ospina, Vásquez & Arbeláez (2022), quienes identificaron una correlación positiva entre la inteligencia emocional y el rendimiento académico en estudiantes de Psicología de una universidad privada de Medellín, lo que resalta la importancia de integrar estas competencias dentro del currículo universitario.
Como es de observar, las experiencias descritas evidencian una tendencia creciente en el sistema de educación superior colombiano hacia la consolidación de una formación más integral, que contemple tanto el desarrollo intelectual como el emocional de los estudiantes, en aras de fomentar profesionales más humanos, resilientes y comprometidos con su entorno. A pesar de estos avances, persisten importantes desafíos; entre ellos se encuentran la escasa articulación entre los contenidos curriculares y el desarrollo emocional, la limitada formación del cuerpo docente para acompañar emocionalmente a los estudiantes, la persistente estigmatización de la salud mental (que restringe la búsqueda de ayuda) y la insuficiencia de recursos humanos y financieros en las oficinas de bienestar universitario, lo que dificulta la atención oportuna a toda la comunidad estudiantil.
Para afrontar los desafíos persistentes en el abordaje del bienestar emocional en el ámbito universitario, se proponen varias estrategias integradas, como lo son: fortalecer la articulación entre los contenidos curriculares y el desarrollo emocional mediante la incorporación transversal de la educación emocional y el diseño de asignaturas específicas sobre bienestar; capacitar al cuerpo docente en habilidades socioemocionales y acompañamiento emocional, integrando estos contenidos en su formación continua; implementar campañas institucionales de sensibilización para desestigmatizar la salud mental, promoviendo la participación activa del estudiantado y visibilizando experiencias positivas; y, finalmente, mejorar la capacidad de respuesta de las oficinas de bienestar universitario mediante convenios interinstitucionales, redes de voluntariado supervisado, uso de plataformas digitales de orientación y el aumento progresivo del presupuesto destinado a la atención psicoemocional.
5. Conclusión
A partir del estudio desarrollado, se puede concluir que la inteligencia emocional trasciende su condición de constructo psicológico para convertirse en una dimensión estratégica en la configuración de subjetividades contemporáneas dentro del sistema universitario. Su relevancia no radica únicamente en los beneficios funcionales que aporta (como el mejoramiento del rendimiento académico o la reducción de la deserción), sino en su capacidad para resignificar el sentido mismo del proceso educativo en clave de integralidad, bienestar y agencia personal.
En tal sentido, el reconocimiento institucional de las competencias emocionales como parte constitutiva del perfil profesional demanda un giro epistemológico y pedagógico que desborde los límites tradicionales del currículo, incorporando de manera orgánica las emociones como parte del saber y no como elementos periféricos. De este modo, la inteligencia emocional interpela no solo al estudiante, sino también a la universidad como estructura cultural que forma y transforma identidades, al proponer una nueva racionalidad educativa que articula lo cognitivo, lo afectivo y lo ético en un mismo horizonte formativo.
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