REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DEL ZULIA. 3ª época. Año 12 N° 33, 2021
de ayudar a los científicos a descubrir el fundamento epistemológico de su metodología. Además,
esta conjunción, también contribuiría a atender la limitación de la Ciencia, en cuanto a que no
puede por sí sola “explicarlo todo y satisfacer las necesidades espirituales del hombre”
(
Benedicto XVI, noviembre 06, 2006). Sin embargo, aunque la Ciencia es incapaz de sustituir a
la Fe, también en cuanto a Razón procede de Dios (Primer Ser), quien asigna un orden a su
creación (el gran libro de la naturaleza, según Pablo VI), lo que posibilita su inteligibilidad y, por
tanto, su estudio mediante el método científico. En efecto, la Ciencia es una “búsqueda paciente
y apasionada de la verdad sobre el cosmos, la naturaleza y sobre la constitución del ser humano”
(
Benedicto XVI, octubre 28, 2010).
Tanto en el papa Benedicto XVI, como en su sucesor el papa Francisco, la Ciencia debe
orientarse mediante una ética que la una con los principios de fraternidad y paz.: “La comunidad
científica está llamada a servir a la familia humana y su desarrollo integral” (Francisco,
noviembre 12, 2018). Esta posición ética es antropocéntrica: “La ciencia no existe más que por y
para el hombre; ha de salir del círculo de su investigación y desembocar en el hombre, y por él
sobre la sociedad y sobre la historia entera” (Pablo VI, abril 23, 1966). No obstante, cuando la Fe
ilumina a la Ciencia, entonces esta es capaz de elevarse y aportar un conocimiento en la caridad
(
“caridad del saber”, afirmaría Pablo VI). Un rasgo distintivo del ideal caritativo de la Ciencia, es
expresado por el papa Francisco en los siguientes términos: “¡Qué bonito sería que a medida que
descubrimos nuevos planetas lejanos, volviéramos a descubrir las necesidades del hermano o de
la hermana en órbita alrededor de mí!” (Francisco, octubre 7, 2020).
La Iglesia, por tanto, ha procurado -desde el Concilio Vaticano I hasta la actualidad-,
acercar, armonizar y complementar la relación entre Fe y Razón, para que el hombre pueda
“
conocer de modo adecuado a sí mismo, al mundo y a Dios” (Juan Pablo II, septiembre 14, 1998).
En este sentido, el interés de la Iglesia no se agota en el fomento de la investigación científica;
también aspira que el conocimiento se ordene al bienestar del ser humano, y se reconozca el
horizonte de la fe en la búsqueda de la verdad.
La propuesta de un diálogo entre Fe y Razón de parte de la Iglesia, se ha ido desarrollando
a pesar de las diferencias entre ambas maneras de llegar al conocimiento; en este propósito ha
influido favorablemente el celo con el que la propia Iglesia ha prodigado atenciones a estos dos
6