Revista de Literatura Hispanoamericana

No. 74, Enero-Junio, 2017: 33-50


Tres momentos de la emigración internacional representados en el cuento ecuatoriano

Yovany Salazar Estrada

Universidad Nacional de Loja, Ecuador E-mail: ysalazarec2002@yahoo.es


Resumen

El objetivo del artículo es analizar tres momentos problemáticos de la emigración internacional de los ecuatorianos que se dirigen con rumbo a los Estados nacionales más desarrollados del Hemisferio Norte, en especial Estados Unidos y España, en la forma como han sido representados en los cuentos de narradores del Ecuador publicados entre 1981 y el 2011. El desarrollo del análisis se orienta por un enfoque teórico, de carácter interdisciplinario, devenido de algunas ciencias sociales y humanas. Desde esta perspectiva, luego de la aplicación de la metodología y técnicas propias de la investigación bibliográfica documental y de la organización y sistematización de los resultados encontrados, el contenido del trabajo se lo presenta distribuido en tres acápites, que analizan las despedidas de los emigrantes ecuatorianos, en terminales aeroportuarias o de autobuses; las peripecias del viaje emigratorio desde el Ecuador, sobre todo cuando se aspira ingresar de manera ilegal a Estados Unidos; y, la primera visión de los países y ciudades de destino, de parte de los emigrantes ecuatorianos. Al término del trabajo se concluye que existe una abigarrada, pero muy fecunda recreación literaria, de los tres momentos del proceso emigratorio analizado en los cuentos ecuatorianos seleccionados como objeto de estudio.

Palabras clave: Cuento ecuatoriano y emigración; despedidas; emigración internacional; país de destino; país de origen; viaje emigratorio.



Recibido: 25-10-2016 Aceptado: 25-11-2016


Three moments of international migration represented in

the ecuadorian short story


Abstract

The aim of the paper is to analyze three problematic moments of international migration of Ecuadorians who are heading in the direction of the most developed national states in the Northern Hemisphere, especially the United States and Spain, in the way how they have been portrayed in the short stories of storytellers of Ecuador published between 1981 and 2011. The development of analysis is guided by a theoretical approach, interdisciplinary, become from some social and human sciences. From this perspective, after the application of the methodology and own documentary bibliographic research, organization and systematization of the results found, the content of this work is divided into three sections, which analyze the farewells of Ecuadorian immigrants in airport terminals or bus; the adventures of migratory trip from Ecuador, especially when they wish to enter illegally into the United States; and, the first vision of the countries and cities of destination of Ecuadorian immigrants. At the end of the work it is concluded that there is a motley but very fruitful literary recreation of the three stages of the migratory process analyzed in the Ecuadorian short stories selected as the object of study.

Key words: Ecuadorian short story and emigration; farewells; international migration; country of destination; country of origin; migratory journey.


Introducción

En el Ecuador, de similar manera a lo que acontece en otras latitudes geográficas del planeta, la migración de sus habitantes constituye un fenómeno sociológico permanente; sin embargo, en los últimos años del siglo XX y primeros del XXI, como consecuencia de la severa crisis económica, social y política que afectó a este Estado nacional andino, aunado a la conjunción de otros factores causales de orden natural, cultural, antropológico,

psicológico y hasta personal de los protagonistas, la migración, sobre todo de carácter internacional, en dirección hacia los Estados nacionales más desarrollados del Hemisferio Norte alcanzó un vertiginoso incremento.

Como es natural que ocurra, los aspectos relacionados con el complejo proceso emigratorio en el Ecuador y los actores sociales que lo protagonizan se han constituido en objeto de representación, entendida como la

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“imitación o copia de la realidad, teniendo como requisito fundamental, la verosimilitud” (Estébanez, 1999: 924) y han sido recreados en las más variadas expresiones de la dimensión artística de la cultura: música, pintura, teatro, cine y literatura, en sus diversos géneros: poesía, novela, cuento, ensayo, crónica y testimonio.

En el género cuentístico se pueden diferenciar dos grupos de obras de narrativa breve que se refieren al proceso de desplazamiento físico de personas. En primer término se agrupa a los cuentos que representan las problemáticas derivadas de la migración interna, con siete textos narrativos que recrean la emigración interprovincial e interregional proveniente desde la ciudad y provincia de Loja; seis cuentos sobre la emigración desde el sector rural y pequeños poblados de la provincia del Guayas, la región Costa, en general, e incluso de otras provincias de la Sierra, en dirección a la ciudad de Guayaquil y seis cuentos que aluden a la emigración desde los sectores campesinos y pueblos de escaso y mediano número de habitantes de la Sierra andina del Ecuador, con rumbo hacia las ciudades de Quito y Cuenca.

El segundo grupo de cuentos ecuatorianos tienen como trama argumental y referente real de fondo la emigración internacional de ecuatorianos, con dirección preferente a Estados


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Unidos y España. En estos relatos es muy evidente la representación y recreación literaria de las causas que determinan y coadyuvan en la salida desde el Ecuador, el viaje emigratorio, la llegada a los países de destino, la permanencia en ellos, las actividades laborales de las que sobreviven, las problemáticas que los afectan, los sueños de retornar al Ecuador y los desengaños que sufren los personajes que representan a los sujetos emigrantes cuando esta aspiración se hace realidad, los aspectos positivos que devienen de la emigración, así como los rasgos más sobresalientes de la identidad nacional, cultural, lingüística y personal, que caracterizan a los sujetos emigrantes provenientes del Ecuador. De esta clase de obras de narrativa breve se han encontrado tres cuentarios1, diecisiete cuentos que se refieren a la emigración desde el Ecuador con rumbo hacia Estados Unidos; dieciocho en torno a la emigración de ecuatorianos a España; y, cuatro cuentos que recrean la salida desde el Ecuador con destino hacia otros países de Europa y del resto del mundo.

Sin embargo, pese a este significativo corpus narrativo existente todavía son muy escasos los trabajos analíticos que se proponen justipreciarlos. Así, respecto de los cuentos que aluden a la migración interna es digno de destacarse el aporte de Martha Rodríguez Albán, quien afirma que en las obras de los narradores ecuatorianos de la década del cincuenta



  1. El término cuentario constituye un neologismo utilizado para referirse a un conjunto de cuentos o un libro de cuentos. En Ecuador ha sido empleado por unos pocos cuentistas como Raúl Pérez Torres, Raúl Vallejo Corral, Raúl Serrano Sánchez y Galo Guerrero Jiménez.


    del siglo anterior se advierte cuán poco duraría la euforia del discurso del progreso y la ilusión de los emigrantes pobres que, desde los sectores rurales y los pequeños pueblos, llegaron masivamente a las principales ciudades del Ecuador (Rodríguez, 2006: 118).

    Raúl Serrano Sánchez, desde la perspectiva del sujeto migrante, contextualiza, presenta, describe y analiza, con énfasis en la dimensión temática y metafórica, una veintena de cuentos sobre la emigración internacional de ecuatorianos (Serrano, 2013). Por los cuentos seleccionados como objeto de análisis y la forma de aproximarse a ellos, este trabajo analítico, junto con los de temáticas similares ya desarrollados (Salazar, 2011 y 2014), se constituyó en uno de los antecedentes más inmediatos y referente básico para el desarrollo del presente ensayo analítico, el mismo que se propone analizar la representación de tres momentos problemáticos del complejo proceso de la emigración internacional de los ecuatorianos que se dirigen hacia los Estados nacionales más desarrollados del Hemisferio Norte, en especial Estados Unidos y España, en la forma como han sido representados en los cuentos de narradores del Ecuador publicados entre el año de 1981 y el 2011.

    Para el desarrollo del análisis propuesto, que sólo abarca una parte del proceso emigratorio, se partió de una lectura inicial de todos los cuentos ecuatorianos que representan el fenómeno sociológico de la emigración internacional. En un segundo momento

    se procedió a la lectura de las obras que, desde las diversas perspectivas disciplinarias devenidas de las ciencias sociales y humanas trabajan lo referido al proceso emigratorio en sus diferentes fases. En un tercer momento se realizó una nueva lectura analítica, comprensiva y crítica de los cuentos seleccionados como objeto de estudio, con la finalidad de extraer las citas textuales que se las consideró más representativas y pertinentes, concluyéndose que existe una compleja pero muy fecunda recreación literaria en torno a las despedidas de los emigrantes ecuatorianos, las peripecias del viaje emigratorio y la primera visión de los países y ciudades de destino, que fueron los aspectos que se consideraron en este trabajo analítico y que se desarrollan en los tres acápites subsiguientes.


    1. Las despedidas, en el momento que abandonan el Ecuador

      Uno de los momentos de mayor emotividad, tensión y dramatismo en el complejo proceso emigratorio es el de la despedida de los protagonistas, cuando abandonan el lugar de origen y se alejan de los familiares y amigos que se quedan en él, inolvidable acontecimiento que tiene como escenario físico terminales marítimas, aeroportuarias o de autobuses y como partícipes al emigrante, los familiares y amigos más cercanos que se reúnen para despedir a quien ha decidido probar suerte en otras latitudes. Es que la despedida, en sentido riguroso, puede ser entendida como un acto ritual que sirve para la “protección del límite”, entre un

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      estado de unión versus el de separación, el que se va y quienes se quedan en el lugar de origen, entre la presencia y la ausencia. La protección no solo se refiere a la esperanza de “volverse a ver”, sino que se extiende también a la posibilidad de “no volverse a ver” (Grinberg, 1996: 105).

      En torno a las despedidas de los emigrantes ecuatorianos, el sociólogo Roque Espinosa sostiene que, a diferencia de las despedidas de años anteriores, cuando solo unos pocos privilegiados tenían la suerte de poder viajar al extranjero y que por lo mismo concitaban el interés de familiares y amigos que celebraban con jolgorio el viaje, las despedidas de los emigrantes económicos, de los años más recientes, que se van huyendo de la miseria que los asedia en el Ecuador se hacen en silencio; es que, además, las despedidas se han vuelto cotidianas, ordinarias; por ello, las despedidas se reducen a lo más mínimo, porque en medio de las presiones inmediatas por sobrevivir, en medio de la escasez de dinero, nadie habrá


      querido confesar de que otro miembro de la familia se ha ido del país para que (…) nadie le exija al viajero pagar las deudas vencidas, las pensiones del colegio, el arriendo de la casa, las deudas de la tienda (Espinosa, 2003: 2)


      y porque nadie querrá entrar en otros gastos adicionales a los obligatorios e ineludibles.


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      En estas nuevas circunstancias, para los emigrantes económicos se han inventado otras formas de despedirse y otros adioses, a ratos más amargos pero, a pesar de todo, optimistas hasta que, hace poco, se tornaron oscuros. Porque las esperanzas, como los destinos humanos son insondables, en razón de lo cual “ahora, sigo fijado a la imagen de los que se quedan al final de la pista alzando inútilmente la mano en un gesto de despedida con los que a lo mejor nunca vuelvan” (Espinosa, 2003: 5).

      Este tiempo cráter, de máxima concentración de vivencias (Vargas, 1997: 53), de alta intensidad emocional y psicológica, en la vida de los emigrantes ecuatorianos y sus familiares y amigos más cercanos ha sido representado en el cuento “Aeropuerto”, del narrador ecuatoriano Jorge Velasco Mackenzie; en él, el tiempo de la narración se desarrolla mientras dura la despedida de la protagonista Alejandra Sánchez en el aeropuerto de la ciudad de Guayaquil, desde donde parte con destino a la metrópoli de Nueva York. En el texto narrativo, a través de un narrador omnisciente, se resaltan los pensamientos, sentimientos, actitudes, acciones y palabras de la joven emigrante y de los familiares y amigos más cercanos que, pletóricos de emotividad, se reúnen para despedirla:


      la madre hundida en ese cómodo sillón de cuero negro, inconsolable y vaciada en llanto, sin sentir al padre que camina junto a ella, vestido con ropa de domingo, luciendo fuerte, sobreponiéndose a la próxima partida. Todos están de pie, nadie falta (…). Elisa y


      Julia siempre juntas, el tío Francisco, mejor hubiera sido Europa, la abuela Rita que ha venido enferma, dulces para el avión hijita, tampoco falta el antiguo novio, el que la amó desde la escuela, Pablo y Luis, los otros novios (Velasco, 2004: 320-321).


      En la trama narrativa de este cuento, cuando por los altoparlantes se anuncia que el avión que llevará a Alejandra Sánchez hasta Nueva York está próximo a iniciar el abordaje adviene el momento más intenso de la despedida, en el que la viajera uno a uno los va abrazando a todos, hablando con una voz entrecortada pronuncia sus adioses finales, presuponiendo que a muchos de ellos muy pronto los olvidará o no los volverá a ver nunca jamás, porque nadie ni siquiera habla de posible retorno o reencuentro:


      Adiós Amílcar, adiós Luis, chicas adiós, escriban, con la mirada en la nada porque sola ella nada la asiste, frente al padre que antes de abrazarla y bendecirla ya le ve cara de olvido (…), triste, tímida, temblando, dejándose tocar por ellos, por los amigos que la deseaban tanto, por la abuela Rita que es la que más llora (Velasco, 2004: 322).


      En el cuento “Las lagunas son los ojos de la tierra”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, la despedida del padre del niño protagonista del relato ni tan siquiera se produce en la terminal aeroportuaria, sino en el pueblo más cercano al caserío rural de origen, en donde aborda el autobús que lo llevará a otra ciudad más grande, desde donde partirá en avión, circunstancia en la cual, en un momento

      sombrío, de soledad, frío, mutismo e indicio de previsible muerte, los únicos tres integrantes del grupo familiar que están presentes “no acertaron a decirse esas palabras, lo que debían pronunciar y, para siempre, se quedaban temblando en sus gargantas, mientras caminaban por la ciudad construida de sombras y de aleros goteantes, rumbo a la estación”, y cuando el emigrante llegue a la próxima ciudad:


      avanzaría hasta un inmenso avión que volaría sobre mares y montañas y llanuras hasta la ciudad de donde la gente parecía no volver. El abrazo del padre fue para Miguel solo un corto espejismo de su presencia y sus coyunturas oprimiéndole el alma. El miró el rostro de ceniza del padre y pensó que había muerte en él (Cárdenas, 1995: 80).


      Entre los dolores, nostalgias y recuerdos por lo que se deja y por los seres queridos que se quedan en el país de nacimiento, los momentos de mayor intensidad de los emigrantes ecuatorianos son los que se producen en el momento de la despedida; por ello el homosexual llamado Nathalie, que coprotagoniza el cuento “Te escribiré desde París”, de Raúl Vallejo Corral, trata de evitar el trance de este emotivo momento y disuade a su pareja sentimental, Roberto, que tenía la intención de ir a despedirlo en el aeropuerto de Quito, con el argumento de que “no me gustan las despedidas porque la gente siempre llora. Además, voy a volver y quiero que la imagen que retengas de mí sea la de mi rostro sonriendo” (Vallejo, 1992: 167)2.



  2. Otra palmaria evidencia de que las despedidas de los emigrantes, sobre todo los que se producen en los aeropuertos, siempre constituyen un acontecimiento intenso y por lo mismo no se borra jamás de su recuerdo se pone de manifiesto en el intenso y condensado cuento “Cómo se llamaba ese país”, de Lucrecia Maldonado Rodríguez: “de repente uno se olvida de todo pero vienen esas caras tristes, los niños llorando agarrados a las perneras del pantalón no te vayas papi y de tales pero yo fui alguna vez el papi de alguien cuándo cómo dónde y con quién” (Maldonado, 2004: 77).

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    1. El viaje emigratorio desde el Ecuador

      Con la finalidad de fundamentar lo atinente al viaje emigratorio desde el Ecuador hacia los Estados nacionales más desarrollados del Hemisferio Norte es necesario recordar que la política de control de fronteras que se ha endurecido en estos últimos años ha sido objeto de severas críticas. Se ha dicho, por ejemplo, que en una época de predominio de la globalización y el informacionalismo, mientras los capitales y las mercancías tienen todas las facilidades y garantías para movilizarse y fluir por el mundo entero, no así los seres humanos, sobre todo cuando se trata de emigrantes económicos provenientes de los países del Hemisferio Sur, conforme lo pone de manifiesto la ya dilatada historia emigratoria procedente desde el Ecuador, sobre todo durante los años finales del Siglo XX y primeros del XXI, en cuyo proceso nuestros compatriotas deben sortear una serie de dificultades hasta lograr ingresar a los países de destino:

      Los ecuatorianos sabemos bien la extrema constricción de este desplazamiento de los “migrantes”, y de las consecuencias, a menudo trágicas, de los viajes de los trabajadores desesperados por convertirse en inmigrantes ilegales en EUA o Europa, muchos de los cuales han muerto congelados en los refrigeradores de los buques o ahogados cuando algunos de estos se han hundido en alta mar, aparte de las terribles desventuras que padecen quienes tienen que poner sus vidas en manos de traficantes de fuerza de trabajo (Carvajal, 2006: 274).


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      En esta parte, es necesario remarcar que si bien desde los inicios de la salida de ecuatorianos, la ruta emigratoria hacia Estados Unidos, en condición de ilegalidad, siempre estuvo llena de dificultades; sin embargo, estas se acrecentaron hasta volverse casi imposible de coronarla con éxito, a raíz de los atentados terroristas que derribaron las Torres Gemelas, el 11 de septiembre del año 2001. En razón de estas dificultades, cuando un ecuatoriano ha tomado la decisión de emigrar de manera ilegal hacia ese país, lo primero que tiene que hacer es establecer contacto con un coyotero3 “amigo”, conocido o del que se tenga alguna referencia de que ha llevado con relativo éxito a emigrantes, quien informa acerca de los costos del viaje, la forma cómo deben ser pagadas las cuotas, el lugar en que se debe hacerlo, los papeles que debe aportar, los intentos que realizará para llegar hasta el destino final y el intercambio de teléfonos y direcciones para poder intercomunicarse de manera oportuna (Salazar, 2016: 144).

      Con esta detallada información inicial, el potencial emigrante debe conseguir el dinero, cuyo financiamiento puede incluir


      una combinación de ahorros personales, préstamos libres de interés otorgados por sus familiares, préstamos con interés de amigos, préstamos usureros de los chulqueros (a tasas de interés fluctuantes entre el 10 y el 12 por ciento mensual), o venta de propiedades (Ramírez, 2010: 88).


  3. Persona que transporta, de forma ilegal, trabajadores indocumentados a otro país, por lo general, desde alguno de los países de Latinoamérica hacia Estados Unidos (Salazar, 2014: 287).


    En caso de recurrir a un chulquero de confianza o determinadas agencias de viajes que cumplen el mismo papel, que es lo más común, el emigrante o alguno de sus familiares como garantía debe entregar la escritura de un terreno o de una casa, una letra de cambio y comprometerse a devolver el dinero y pagar los intereses en el tiempo pactado; de no hacerlo se expone a que los bienes que se han puesto como prenda sean confiscados.

    En este momento entran en escena los distintos partícipes y usufructuarios de la emigración internacional de ecuatorianos; en primer término, el enganchador o reclutador, que se ocupa de reunir a quienes estén dispuestos a aventurarse al riesgo del viaje, los va concentrando en un solo lugar y desde allí los traslada a algunas de las playas del litoral ecuatoriano, desde donde unos “guías” los conducen, generalmente en la noche, caminando hasta las orillas del mar, en alguna de las provincias costaneras del Ecuador: Guayas, Santa Elena, Manabí, Esmeraldas o la Región Insular de Galápagos, desde donde se van a embarcar en pequeñas canoas o lanchas que los llevarán a barcos pesqueros más grandes en altamar (Salazar, 2014: 62).

    El recorrido inicia en las costas ecuatorianas del Pacífico, hasta llegar a Centroamérica, ingresar y atravesar el territorio mexicano e internarse en los Estados Unidos de Norteamérica. Acariciado sueño que se concreta luego de recorrer más de 5000 kilómetros, utilizando diversos medios de transporte:

    barcos, lanchas, camiones, buses y la movilización a pie. Es que el traslado de los emigrantes ecuatorianos que luchan por concretar el “sueño americano”, en muchas ocasiones, se produce en condiciones infrahumanas, “en bodegas de pescado adaptadas para el transporte de personas, oscuras, sucias” (Calderón, 2007: 248). A estas difíciles condiciones del viaje se suma la alta vulnerabilidad y los diversos riesgos a que están expuestos los viajeros, circunstancias en las que las deportaciones también están al orden del día, a tal punto que entre el 2001 y el 2008 alrededor de 2058 ecuatorianos fueron repatriados desde México.

    En relación a los dos momentos bien diferenciados del viaje emigratorio desde Ecuador hacia Estados Unidos, antes y después del 11 de septiembre de 2001, hay dos cuentos que los recrean y representan a cada uno de ellos. Sobre las emigraciones que se produjeron antes de los atentados terroristas mencionados, en el Ecuador el problema de la gestación y maduración del proyecto emigratorio, debido a las causas económicas, así como los preparativos, previos a la concreción del viaje está bastante bien recreado en el cuento “Las lagunas son los ojos de la tierra”, de Eliécer Cárdenas Espinoza, en donde, como nos lo relata el narrador omnisciente, el pequeño protagonista (cuya evolución y cambio corre paralela al desarrollo de la historia narrada), muy rápido advierte las inquietudes emigratorias de su progenitor: “Miguel supo que el padre estaba inquieto y que sufría” (Cárdenas, 1995: 74). El pequeño personaje es muy consciente, asimismo,

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    de que cuando la decisión de emigrar toma cuerpo, todo lo que se haga para detenerla era en vano: “pero Miguel entendía que las oraciones de la madre eran inútiles: el padre se marchaba” e inmediatamente saca los papeles que se requieren para emprender el complejo viaje emigratorio, para lo cual sacó los papeles militares, “la libreta del pasaporte sellada, con su fotografía distante, ya ausente, y les dijo que se iba a Nueva York o como se llamaba aquella ciudad inmensa y tan lejana donde trabajaban muchísimos paisanos emigrantes para ganar los dólares” (Cárdenas, ob. cit.: 79).

    El viacrucis del viaje emigratorio posterior al 11 de septiembre de 2001 es recreado, con mucho dramatismo, en el largo y excesivamente lineal relato “Huairapushashka Gente Kunata (Llevados por el viento)”, de Ruth Bazante Chiriboga, en cuyo discurso narrativo se pone en evidencia que en el trayecto del camino, los peligros y la muerte, como en La Odisea homérica, acechan de manera permanente a los emigrantes ecuatorianos irregulares que se aventuran a hacer realidad el “sueño americano”, sin importar que en el intento pongan en riesgo no solo la salud sino hasta la propia vida; por ello:


    los ilegales pensaban que si les ocurría lo peor, la muerte sea por asfixia, por falta de agua, por hambre, por quemaduras de la piel, infecciones, por fiebre como consecuencia de la pocilga donde estaban escondidos, en fin, los familiares no tendrían a quien acusar, a quien juzgar si nada conocían de aquellos. Ni voz, ni cara, ni domicilio (Bazante, 2011: 33).


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    En estas circunstancias, los emigrantes ecuatorianos son muy conscientes de que el peligro siempre está presente en medio del océano, por cuanto la vetustez de la embarcación que los transporta no constituye ninguna garantía de seguridad; así, ahora estaban encerrados a ras del piso,


    separados del océano por una vetusta y débil armadura de madera, dañada por el uso y el tiempo de vida. Pudieron darse cuenta que era una vieja embarcación sin posibilidades de supervivencia. Sentían y oían como la madera iba abriéndose ¡tras! ¡tras! (Bazante, ob. cit.: 36).


    La precaria situación en la que son transportados se complica aún más cuando en medio mar se sienten afectados por una fuerte tormenta que los pone al borde del naufragio y, a consecuencia de ella, “los viajeros iban de tumbo en tumbo en medio de sus propios alaridos de terror. El cielo se partía en latigazos de rayos y truenos en medio de un torrencial aguacero” (Bazante, ob. cit.: 48). A medida que pasan las horas todo se va convirtiendo en un verdadero infierno, que llena de terror y miedo a los emigrantes frente al advenimiento de todos los males imaginables, razón por la cual, poco a poco, iban perdiendo toda esperanza de salir con vida, en razón de que “los estragos aumentaban, otros empeoraban con el paso de las horas y los temibles huracanes, vientos, sol, lluvia, truenos, rayos, infecciones, pulmonía, tos, fiebre” (Bazante, ob. cit.: 53).


    Cuando el barco que los transportaba naufragó, los pocos sobrevivientes quedan totalmente a la intemperie y, por lo mismo, indefensos y vulnerables a todas las contingencias de que podrían ser víctimas propiciatorias en altamar; difíciles circunstancias en las que


    las quemaduras sin atención iban dañándose cada minuto; la infección extendiéndose peligrosamente, aumentando los dolores; la piel contraída encogiéndose; los ojos obligados a permanecer cerrados por la hinchazón de la cara, las ampollas se extendían por todo el cuerpo casi desnudo. (Bazante, ob. cit.: 54)


    Porque incluso hasta las prendas que llevaban se iban destruyendo, por lo que “ya no les quedaban sino restos de ropas sobre el cuerpo, lo poco que quedaban eran jirones” (Ídem). Los esfuerzos supremos por mantenerse en la superficie del agua en medio de una embarcación que estaba totalmente entregada a las fuerzas de la naturaleza les brindan escasas posibilidades de sobrevivir a tan terrible catástrofe, porque los que yacían en el piso


    completamente enfermos y los inconscientes, los desfallecidos, eran arrojados al mar embravecido por las fuerzas de la naturaleza (…). Unos cuantos que habían tenido la precaución de amarrarse a algún soporte, resbalaban, se movían pero se mantenían en la lancha (Bazante, ob. cit.: 56).


    En instantes de tragedia en altamar, parece no tener ningún sentido ni posibilidades de ejercerse el valor de la solidaridad y la ayuda mutua entre connacionales en peligro de muerte, por

    cuanto la fuerza de la tormenta es de tal magnitud que cada emigrante náufrago no tiene más opción que no sea la de batallar por salvar la propia vida, sin opción de regresar a ver lo que le acontece al prójimo: “Cada quien tenía que luchar por sus vidas. Veían como las olas tragaban a sus compañeros de viaje y nada podían hacer ocupados en salvar sus propias vidas” (Bazante, ob. cit.: 60). A través de este relato se presenta el desgarrador cuadro que adviene con el desembarco de los pocos sobrevivientes, la mayoría de los cuales “presentaba quemaduras horribles de segundo y tercer grado en el rostro, brazos y partes descubiertas; sus cuerpos no permitían ser tocados ni levemente” (Bazante, ob. cit.: 11).

    Aunque ya se tiene conocimiento que el viaje por vía terrestre, para atravesar Centroamérica es demasiado difícil y riesgoso, es un trayecto que ni siquiera pueden hacerlo durante el día sino que deben esperar la oscuridad de la noche, para “pasar como gusanos, arrastrándose por el suelo al otro lado de la línea fronteriza” (Bazante, ob. cit.: 23). No obstante, todas las peripecias relatadas, los emigrantes ecuatorianos que se aventuran a irse en condición de ilegales prefieren poner en riesgo incluso la propia vida con tal de no verse obligados a retornar al país, en donde les es imposible satisfacer hasta las necesidades humanas más básicas, pues como dice uno de los emigrantes en trayecto:


    Si la guardia marina nos descubre, nos devuelven y regresaremos sin un centavo a la misma pobreza de donde salimos, a la

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    desocupación, a la miseria, con las deudas y los prestadores del dinero con el que estamos viajando, nos caen encima para cobrarnos

    ¡Uuuh! Eso es bien grave (Bazante, ob. cit.: 31).


    La dramática descripción de las pe- ripecias del viaje emigratorio no solo se presenta en los cuentos analizados sino también en la realidad real, conforme lo demuestra el hecho de que las embarca- ciones de bandera ecuatoriana, incluso cuando todavía se encuentran dentro de las doscientas millas de soberanía marí- tima del Ecuador, con el falaz argumen- to de que por la vetustez de las mismas constituyen “un peligro para la navega- ción” han sido hundidas y con ello han producido la muerte de al menos 370 emigrantes ecuatorianos. Lo más grave es cuando los coyoteros y los tripulantes de las embarcaciones que transportan, de manera ilegal, personas indocumen- tadas se ven amenazados por la Armada de Estados Unidos, los abandonan, en la total indefensión, a los emigrantes ecua- torianos en medio mar, tal como sobre la base de testimonios reales, lo relata el pe- riodista Juan Carlos Calderón Vivanco: “Todos los emigrantes querían hablar al mismo tiempo, denunciaron que la tri- pulación los había abandonado en una lancha en horas pasadas. Estaban ham- brientos y sedientos. Habían viajado cua- tro días, eran más de 157 personas, unas 60 de ellas apretujadas en las bodegas de pescado” (Calderón, 2007: 36).


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    1. La primera visión de los países y ciudades de destino

    El carácter de metrópoli cosmopolita, que desde los inicios del siglo XX, se le atribuyó a la ciudad de Nueva York es remarcado por el emigrante afroecuatoriano Óscar Paredes Morales, quien en su periplo fuera del país tiene la oportunidad de emigrar primero a México e integrar una banda de música y cuando le conversa a uno de sus amigos respecto de la idea que tiene de recorrer y conocer mundo, este le recomienda que lo que tiene que hacer es ir a la metrópoli de Nueva York; que constituye la ciudad en donde estaba concentrada toda la diversidad humana, que caracteriza al mundo actual:


    En Nueva York conseguiría todo eso y mucho más, me decía, ahí se concentran todas las razas del mundo, su comida, vestimenta, idioma, música, religión, filosofía, historia, todo eso, y me quedé con la inquietud de algún día conocer esa ciudad (Paredes, 2014: 126).


    Cuando el emigrante ecuatoriano logra concretar el viaje percibe a la gran metrópoli estadounidense como “una ciudad intercultural, un núcleo de cambio para el mundo, un lugar donde me llegué a conocer y reconocer en todas y cada una de las personas con las que compartí tantas experiencias todos esos años” (Paredes, ob. cit.: 139).

    Esta visión cosmopolita de la ciudad de Nueva York es explicitada desde el primer cuento ecuatoriano que se publicó en torno a la emigración hacia Estados Unidos de Norteamérica, puesto


    que en “Nueva York, hermano…”, de Pedro Jorge Vera, en el imaginario de los dos jóvenes que deseaban viajar a la mencionada ciudad, de una manera bastante hiperbólica, catalogan a la metrópoli estadounidense como “la civilización máxima… Y dólares, y mujeres, y libertad absoluta…” (Vera, 1985: 131). Más adelante se emocionan al hablar de ella como la ciudad cosmopolita por antonomasia, en donde se condensa la mayor diversidad humana, la riqueza capitalista, el poder hegemónico, la bullente creatividad científica y tecnológica, la vitalidad desbordante de la sociedad contemporánea, y en la que se marca la direccionalidad del rumbo futuro de toda la humanidad:


    Hombres y mujeres juntos por millones, de todas las razas, de todas las creencias, de todos los oficios, palpitando al unísono por la creación permanente de riqueza y poderío, desafiando al futuro, siendo el futuro hoy mismo, erguidos sobre la vida y la muerte, metiendo al orbe entero dentro de sus límites, trazando la ruta a los demás hombres, recibiendo los mensajes universales para reelaborarlos, cantando todas las canciones, soñando todos los sueños, amando todos los amores (Vera, 1985: 136)4.


    No obstante las ilusiones previas al viaje es necesario recordar que la imagen que se forman los emigrantes antes de llegar a Nueva York no siempre se compadece con la realidad que experimentan cuando arriban a ella, tal

    como lo pone en evidencia la emigrante Elsa Yépez, la protagonista de uno de los cuentos de Zoila María Castro, quien subyugada por lo que había observado en las películas, a través del cine y la televisión, emprende el viaje a Estados Unidos, junto a la voluntaria de ese país, Miss Esthel y llega a Nueva York; sin embargo, muy diferente y distante de la modernidad de Manhattan, en el corazón de la ciudad, se siente desilusionada porque al distrito metropolitano de Queens “lo encontré deprimente, por lo menos la calle en donde estaba la casa de mi amiga: frente a un muro sobre el que corría estrepitosamente un tren que marchaba a toda velocidad” (Castro, 1981: 19). El edificio en donde fue a trabajar la ecuatoriana, en el barrio de Harlem, tampoco le agradaba en lo más mínimo, porque:


    la “oficina” estaba en el enorme y húmedo “basement” mal alumbrado, en el que yo batallaba en lucha con una vieja máquina de escribir y un mimeógrafo, sacando miles de copias de los folletos instructivos para mejorar la conducta social (…) de toda esa pobre gente que la congregación cuidaba (Castro, ob. cit.: 21).


    De similar manera a la visión que tiene Edward Said, respecto de la Isla de Ellis, en Nueva York, como el lugar de arribo de emigrantes provenientes de distintas nacionalidades del planeta: “Allí



  4. En el cuento “Nelly miraba lo alto”, de Zoila María Castro, asimismo, la protagonista observa emocionada la gran metrópoli, ensimismada recorre la ciudad y admira “lo alto de las casas y edificios, chatos o rectos, curvos o elevados recortados nítidamente sobre el fondo de los cielos (…). ¡Ese era el Greenwich Village con el que tanto había soñado, allá en su país! ¡El cautivante barrio neoyorkino, el sector de los excéntricos, de los extravagantes, del arte, del pensamiento libre, de las costumbres antojadizas y la despreocupación feliz!” (Castro, 1981: 70).

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    llegaban los irlandeses, italianos, judíos y no judíos del este de Europa, africanos, caribeños y gentes del próximo y lejano oriente” (Said, 2005: 14), el diplomático y narrador ecuatoriano Galo Galarza Dávila, por el año de 1996, en su libro de relatos testimonio La dama es una trampa, visualiza y describe a la ciudad de Nueva York, al término del Siglo XX, como la gran metrópoli cosmopolita, en donde confluyen y contrastan las expresiones culturales y lingüísticas propias de las diversas naciones de las que proceden los migrantes, principalmente del mundo subdesarrollado del Hemisferio Sur; pues como dice uno de los narradores protagonistas: “¡Aquí abajo estamos en el mundo! Portorriqueños, caribeños, haitianos, dominicanos, cubanos, colombianos, hondureños, coreanos, chinos; tailandeses, ECUATORIANOS, panameños, filipinos, albaneses, senegaleses, y afroamericanos” (Galarza, 2009: 73)5.

    En esta misma perspectiva, la metáfora utilizada para referirse a Nueva York como una dama o una trampa, que explota, traiciona o abandona a los que se ilusionan con ella está presente, de forma recurrente, en la mente de los emigrantes provenientes del Hemisferio Sur, quienes se refieren a la gran metrópoli como “una esponja: te absorbe, te exprime y te arroja seco” (Galarza, 2009: 173), es decir, la


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    capital del mundo capitalista occidental, “atrae y chupa” el trabajo, la sangre y hasta la vida de quienes al no poseer ningún medio de producción obtienen el salario requerido para sobrevivir de la venta del propio trabajo y cuando la avanzada edad o el quebrantamiento de la salud ya no les permite cumplir las duras y esforzadas actividades laborales, con los niveles calidad exigidos por los empresarios capitalistas o quienes les dan la oportunidad de trabajar, los desechan como a cualquier objeto inservible.

    La polución de las ciudades estadounidenses de mayor desarrollo industrial se recrea, asimismo, en el cuento “Te acuerdas Ñata”, de Raúl Pérez Torres, en donde la ciudad de Chicago es vista como la urbe “sucia y obscura de siempre y los dos vivíamos ovillados en lo de los pinches mexicanos, que eran siete ¿recuerdas? Pero que parecían catorce” (Pérez, 2004: 147). En esta misma ciudad, Manuel, el protagonista de “U.S.A. que te usa” (2004), del ya citado Raúl Pérez Torres, en su condición de emigrante se siente totalmente perdido y ajeno al desconocido medio en donde tiene que desenvolverse, situación que lo asemeja con los aborígenes apaches, que también han sido sacados de su hábitat natural y por ello resultan extraños en la nueva y populosa ciudad de residencia:


  5. Esta visión cosmopolita de la ciudad Nueva York se ratifica en otro de los relatos testimoniales del libro citado, en donde se reitera la presencia de nacionales procedentes de distintas partes del globo terráqueo, comenzando por los de origen latinoamericano: “muchísimos latinoamericanos venidos de muchas partes, confundidos van los mexicanos con los ecuatorianos y los peruanos y los guatemaltecos y los chilenos y los bolivianos y los salvadoreños” (Galarza, 2009: 94-95).


tengo miedo, los apaches se pasean borrachos por estas calles oscuras, ellos tampoco viven. Como yo. Solamente están, les han sacado de su sol y de su tierra, miran idiotizados los edificios enormes que se levantan como fantasmas de un rito cruel (Pérez, ob. cit.: 103).


Respecto de la primera visión de los países y ciudades de destino que explicitan los emigrantes ecuatorianos hacia el viejo continente, en el cuento “Europa”, de Iván Carrasco Montesinos, es fácil advertir el asombro, el deslumbramiento que producen las grandes capitales europeas en el narrador protagonista, principalmente París, que por mucho tiempo fue reconocida como la capital de la cultura, las artes y las letras de occidente:


París era mi primera meta, ¡oh, París, París!, la ciudad de la luz, la ciudad de la bohemia y del amor, de la cultura y del arte. En Aviñón, una magnífica villa de castillos vetustos y paisajes espléndidos todo empezó bien (Carrasco, 2001: 160).


Tiempo después, cuando recorre las calles de la capital de Francia se pone en evidencia la grandeza y magnificencia de la misma, sus símbolos y lugares más emblemáticos frente a la pobreza, indigencia y pequeñez del narrador protagonista que los recorre, los admira y los contrasta con sus limitaciones materiales: “sí, los Campos Elíseos, el Arco del Triunfo, la Torre Eiffel, el Barrio Latino donde se gestó el mayo del 68, La Bastilla, el Pont Neuf… pero yo estaba, más que nunca, en la puta calle” (Carrasco, ob. cit.: 161). En este periplo de descubrimientos y asombros, más

bien, la llegada a la capital de Holanda ya no le produce tanta novedad, porque todo le comienza a parecer repetitivo:


¡Ámsterdam!, por fin, seguro que allí los hippys ya han instalado su reino… pero conforme entraba en ella, veía los mismos bloques de pisos que había visto por doquier, las mismas gentes, buenas, malas, libidinosas, castas, el mismo Dios dinero instalado en lo más alto… pero bueno Ámsterdam (Carrasco, ob. cit.: 168).


En relación a la capital de España, el otro país de destino preferente de los emigrantes ecuatorianos, en los años finales del siglo XX y primeros del XXI, la ciudad de Madrid es percibida como una metrópoli que ofrece múltiples opciones de trabajo y de vida, es vista como una urbe rica y próspera que “ofrece la oportunidad de conseguir los recursos necesarios que le permitirá completar los objetivos que se han planteado. Uno de los recursos más importantes que determinan la abundancia, está dado por las numerosas oportunidades laborales” (Thayer, 2009: 347). Además se considera que en Madrid existen abundantes espacios públicos y en ella es muy fácil establecer relaciones interculturales por la diversidad de procedencia de las personas que la habitan.

No obstante lo expresado, es necesario advertir que las percepciones que tienen los emigrantes ecuatorianos sobre la ciudad de Madrid se relacionan, de manera directa, con los estados de ánimo prevalentes en cada momento del proceso emigratorio por el que atraviesan los protagonistas del desplazamiento físico; por ello el relato de sus primeros

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momentos en la capital de España se centra en impresiones superficiales como los olores, el clima, las comidas, la arquitectura y la morfología urbana, la apariencia de los madrileños, su acento al hablar, el funcionamiento de los medios de transporte. De esta manera “la persistencia de las alusiones a estos detalles y la significación emocional que les otorgan los inmigrantes, nos indica que su papel en el relato no es meramente descriptivo, sino más bien explicativo del estado anímico inicial” (Thayer, 2009: 406). En razón de lo expresado no hay que olvidar que en este proceso emigratorio destacan la percepción de la diferencia, la decepción y la depresión inicial, por la degradación de las condiciones de vida y el alejamiento de los afectos de la familia y los amigos.

Concomitante con lo expresado, en el cuento “Premoniciones del exilio”, de Patricio Viteri Paredes, la ciudad de Madrid, como destino preferente de la emigración ecuatoriana, durante los meses de la estación invernal, cuando hay nevada sobre las calles, se la percibe de manera muy positiva. Durante esta estación del año, “la ciudad se despierta comopurificadaypareceque Madrid fuera más dulce, más humana, despojada de esa agresividad que endurece los rostros y eleva el tono de las voces” (Viteri, 2004: 98-99). Aunque páginas más adelante, a través de la personificación o atribución, a las cosas inanimadas o abstractas, de acciones y cualidades propias del ser humano, el mismo personaje antes citado patentice la otra cara de la medalla y se advierta la total indiferencia de la ciudad


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de Madrid y sus habitantes frente a las angustias del narrador protagonista, un mendigo, con delirios de ejecutivo, que se siente empequeñecido, invisibilizado y excluido: “¡En esta puta mierda a nadie le importa un cojón si estás muerto! Ay, Madrid, Madrid, estoy agonizando y a vos te da lo mismo” (Viteri, ob. cit.: 101).


Conclusiones

Las despedidas de los emigrantes ecuatorianos, que se convierte en uno de los momentos de mayor emotividad, intensidad, sensibilidad y, por lo mismo más memorable e inolvidable, tanto en los protagonistas del desplazamiento físico de personas como en los familiares y amigos que quedan en el Ecuador, ha sido, asimismo, objeto de representación, en las obras de narrativa breve de Jorge Velasco Mackenzie, Eliécer Cárdenas Espinoza, Raúl Vallejo Corral y Lucrecia Maldonado, en cuyas historias ficticias se alude a este dramático momento, en el que no solo que hay la duda sino, muchas, veces la certeza de que será la última vez que se dialogue, se comparta y se abrace a los seres queridos que se han reunido para despedir a quien se marcha del país.

El viaje emigratorio desde el Ecuador, que se convierte en una verdadera odisea o viacrucis, sobre todo cuando se aspira a ingresar en condición de “ilegal” o indocumentado hacia Estados Unidos, ha sido objeto de recreación en dos cuentos que aluden a esta ruta emigratoria, el uno antes y el otro después de los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001, conforme lo patentiza, en su respectivo


orden cronológico de publicación, los relatos de Eliécer Cárdenas Espinoza y Ruth Bazante Chiriboga. En el segundo de los textos aludidos se narra, con lujo de detalles, todos los peligros que asedian a los emigrantes ecuatorianos en trayecto, bien sea por mar, por tierra o a pie. Se relata, asimismo, el naufragio de la vetusta embarcación en la que viajaban, tragedia en la que mueren la mayoría de los ocupantes y los pocos que quedan con vida, luego de ser salvados, ante el asedio de los periodistas brindan su testimonio viviente de las condiciones infrahumanas en las que eran transportados.

Sobre la primera visión de deslumbramiento, desengaño, frustración o expectativa, que tienen los emigrantes

ecuatorianos, respecto de los países y ciudades de destino, sea en Norteamérica o Europa, con base en los elocuentes testimonios como el que proporciona el emigrante afro ecuatoriano Óscar Paredes Morales, son dignos de recuerdo los cuentos de Zoila María Castro, Pedro Jorge Vera, Raúl Pérez Torres, Iván Carrasco Montesinos, Galo Galarza Dávila y Patricio Viteri Paredes, en los que se da cuenta de las visiones que exteriorizan los protagonistas de la emigración internacional originada en el Ecuador sobre las ciudades a las que llegan por primera ocasión, como Nueva York, Chicago, Madrid, París o Ámsterdam.


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Nº74 Enero-Junio 2017


Esta revista fue editada en formato digital y publicada en junio de 2017, por el Fondo Editorial Serbiluz, Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela


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