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Indudablemente, a medida que avanza la obra,
se observa que los motivos como elementos mu-
sicales unitarios (es decir, su frecuencia en el pro-
ceso expositivo) van disminuyendo, pues todas las
ideas musicales se supeditan a la función litúrgica
del texto sin procurar lugar para un mayor desa-
rrollo expositivo, aunque para mantener un balance
artístico adecuado, su uso vuelve a retomarse en la
última sección, con vista a mantener un sentido de
completitud en función de la noción de Forma.
Así mismo, impera un tratamiento no proporcio-
nal entre la extensión de cada sección y su distribu-
ción motívica, aunque intrínsecamente exista cierta
correlatividad o tendencia de equilibrio simétrico
entre secciones, deduciéndose una divergencia,
una sólida independencia conceptual del plano es-
tructural –su guración inherente– y el desarrollo
discursivo al que sustenta.
En resumen, aun cuando la abundancia del tex-
to restringe un más profundo tratamiento discursivo
de los arquetipos musicales expuestos en Gloria
en comparación a Kyrie, esto mismo permite una
mayor variedad temática que, articulada con los
elementos motívicos y semánticos adecuados,
le otorgan una plusvalía en la disposición de sus
constructos formales y estructurales.
3 Credo
Buena parte de los criterios composicionales
observados en el Gloria han de encontrarse ahora
en el subsecuente movimiento, Credo, debido a su
aún mayor longitud textual, así como a la funciona-
lidad comunicacional y litúrgica con que hubieron
de ser concebidas sus ideas musicales. Además,
funge como el eje central de «Missa sine nomine»;
es su profesión de fe (Kühn, 2003).
Así, Credo, constituido por 112 compases en to-
tal, los presenta en una distribución muy caracte-
rística: los dos (2) primeros (1,78%) son compases
de 3/2, y los ocho (8) últimos (7,14%), compases
de 3/4; entretanto, el lapso restante (91,08%), or-
ganizado en compases de 4/4, conguración espa-
cio-temporal en la cual ocurre lo más signicativo
de sus eventos musicales.
En lo que respecta a Forma, es congruente
analíticamente con la visión conceptual de Murphy
(1967), debido a que existe una relación causativa
texto-música tan pujante (más que en el resto de
la obra) acendrada hasta el punto de generar una
sucesión lineal, crónica, netamente enunciativa de
las ideas descritas, carente de todo artilugio y para-
fernalia ornamentales. La Forma aquí subyace no
como concepción preestablecida o n artístico en sí
mismo, sino como producto relativo de cierto orden
sintáctico, como resultado necesario –no protagó-
nico– de la exposición translúcida, nunca asemán-
tica, del discurso musical.
Figura 5: Forma de Credo
Fuente: Herrera (2020)
La Figura 5 atiende a una alegoría conceptual de
la Forma de Credo, en términos genéricos, donde
queda expuesta su similitud con Gloria, cuanto res-
pecta a su conguración orgánica: posee también
cinco secciones, aunque la proporción de sus am-
plitudes sea irregular por encontrarse ceñida strictu
sensu a la longitud y fraseo de su texto litúrgico (el
más extenso de la misa).
En este movimiento se emplea el silencio como
elemento rítmico y conectivo entre secciones, así
como entre la mayor parte de las frases. La espa-
cialización consiguiente posee funcionalidad discur-
siva, actuando como articulación de los elementos
sonoros, pues las secciones resultantes entrañan
total independencia temática y argumentativa, así
como un marcado contraste de carácter, concor-
dando con la noción estructural de Paynter (1999).
En vista de lo anterior, una vez descrita su es-
tructura en la Tabla 5, se entiende el origen de los
cambios estudiados en sus parámetros expresivos,
los cuales no son antinómicos o inconexos: se en-
cuentran encauzados en ciertas nociones formales
y estructurales que, a su vez, son producto de los
mismos.