Revista de Ciencias Sociales (RCS)
Vol. XXX, No. 1, Enero - Marzo 2024. pp. 297-312
FCES - LUZ ● ISSN: 1315-9518 ● ISSN-E: 2477-9431
Como citar: Tarazona, A. K., Alonso, J., Saldarriaga, K.
V., y Bergmann, R. L. (2024). Constatación de lo comunitario en la resiliencia
ante desastres naturales en el contexto de Manabí, Ecuador. Revista De
Ciencias Sociales, XXX(1), 297-312.
Constatación de lo comunitario en la
resiliencia ante desastres naturales en el contexto de Manabí, Ecuador
Tarazona Meza, Anicia Katherine*
Alonso Freyre, Joaquín **
Saldarriaga Villamil, Kasandra Vanessa***
Bergmann Zambrano, Ruth Leonor****
Resumen
Ante la presencia de
desastres naturales las comunidades muestran valoración del impacto de
afectación hacia las personas, que se encuentran viviendo este momento de
crisis, estimando la participación con actuación resiliente, por ello, la
presente disertación tiene como objetivo constatar lo comunitario en la
resiliencia ante los desastres naturales, en el contexto de Manabí, Ecuador,
provincia propensa a terremotos, inundaciones, sequías, incendios forestales,
entre otros eventos de carácter natural, pero otros producidos por el hombre.
El estudio fue descriptivo, documental, retrospectivo, fundamentado en revisión
bibliográfica acerca de desastres naturales experimentados en esa localidad,
considerando las posiciones de quienes los estudiaron, verificando el
comportamiento de la gente desde lo comunitario contrastándola con los
fundamentos de la resiliencia, según criterios de la herramienta Goal (2015).
Se asumen como resultados, que en estas comunidades se aprovechan las
capacidades y competencias que poseen, manejando emocionalmente el estrés,
buscando los recursos, trabajando con sinergia y cohesión. Manifiestan moderado
comportamiento en cuanto a estar consciente de los riesgos que corren en el
espacio donde viven. Se concluye que muchas acciones dependen de las
autoridades, de organismos oficiales, pero en su característica de gente
valiente, la comunidad lucha por vencer los desastres, aprendiendo, a través de
ellos.
Palabras clave: Comunitario;
resiliencia; desastres naturales; riesgos; participación.
Verification of the
community in resilience to natural disasters
in the context of
Manabí, Ecuador
Abstract
In the presence of natural disasters, communities show an assessment of
the impact of affectation on people, who are living this moment of crisis,
estimating participation with resilient action, therefore, this dissertation
aims to verify the community's resilience to natural disasters, in the context
of Manabí, Ecuador, a province prone to earthquakes, floods, droughts, forest
fires, among other natural events, but others produced by man. The study was
descriptive, documentary, retrospective, based on a literature review of
natural disasters experienced in that locality, considering the positions of
those who studied them, verifying the behavior of the people from the community
level, contrasting it with the foundations of resilience, according to the
criteria of the Goal tool (2015). As a result, it is assumed that in these
communities the capacities and competencies they possess are taken advantage
of, emotionally managing stress, seeking resources, working with synergy and
cohesion. They show moderate behavior in terms of being aware of the risks they
run in the space where they live. It is concluded that many actions depend on
the authorities, on official bodies, but in their characteristic of brave
people, the community fights to overcome disasters, learning, through them.
Keywords:
Community; resilience; natural disasters; risks;
participation.
Introducción
Ante la aparición de
desastres naturales, se piensa en calamidad, descontrol, problemas sociales,
económicos, de salud, de educación, y demás aspectos negativos que afectan el
bienestar de las personas y su calidad de vida,
por ello ha sido un asunto de interés internacional, al que se abocan
organismos mundiales, al comprender que muchas veces no es posible una
actuación para evitarlos, sobre todo cuando es la naturaleza quien los genera,
por lo que afrontarlos, comienza por prevenirlos para evitar o al menos mitigar
la incidencia que puedan tener en su seguridad y vida.
Ello se evidencia con la
ocurrencia de terremotos, tsunamis,
inundaciones, deslaves, sequías y otros fenómenos naturales de los cuales no
está exento ningún lugar del mundo, aunque en unos más que en otros, donde las
consecuencias dependen del comportamiento previo de la sociedad ante ellos en
cuanto a prevenirlos, evitándolos, así como restaurando los espacios y daños en
lo posible después que estos suceden.
En ese orden de ideas,
en el Ecuador, varios factores propician la concretización de amenazas, tales
como abundantes precipitaciones de elevada intensidad, vertientes empinadas y
de gran extensión, formaciones geológicas sensibles a la erosión, planicies
fluviales con débil pendiente (cuenca de Guayas), zona de subducción de la
placa de Nazca con la placa Sudamericana (una de las más activas del mundo) que
origina terremotos y erupciones volcánicas de tipo explosivo.
En presencia de estos
desastres naturales, la gente reacciona, primero con sorpresa y con miedo, pero
puede que, poco a poco, vaya asumiendo esa capacidad de actuar, de vencer
obstáculos y superarlos, conocida como resiliencia que, según Menanteux (2015);
Pérez et al. (2020); y, Saldarriaga et al. (2022), es la capacidad que permite
enfrentar experiencias adversas de una manera adecuada, resistiéndolas y
fortaleciéndose a partir de ellas; es producto de un proceso en el cual intervienen
factores individuales y se desarrolla mediante la interacción de los individuos
con su entorno o medio ambiente, en el cual el contexto socio comunitario
cobraría relevancia en su configuración.
En ese sentido, para el
desarrollo de esta investigación se concibe una revisión bibliográfica acerca
de desastres naturales que han afectado en especial a la provincia de Manabí,
Ecuador, analizando las situaciones en función de que no se trata de una
eventualidad específica, sino de distintos elementos unidos para amoldarse a la
realidad en cuestión, en razón de la acción que se emprende para enfrentar esas
calamidades y ser resiliente ante los riesgos que se corre, cuando la actuación
humana sobre la tierra y el espacio que ocupa se basa más en facilitarse la
vida que en pensar muchas veces en las consecuencias de esas acciones.
Es importante destacar
que, como producto de lluvias intensas, se propician inundaciones,
desbordamientos, deslizamientos de tierra, que destruyen casas, siembras,
caminos, muerte y enfermedades; sin embargo, no se toman las previsiones
suficientes para evitar esos riesgos. Igual sucede con los incendios que a
veces se hacen por beneficio humano sin el debido control con que deben
realizarse pues no se piensa en lo que puedan generar.
También pueden ocurrir
terremotos, tsunamis, tornados,
huracanes y demás fenómenos naturales que llevan a las comunidades a tomar
decisiones, unas adecuadas y otras no tanto, sobre todo cuando, después de lo
ocurrido, retornan a sus lugares de origen a seguir viviendo, posiblemente, sin
las precauciones debidas, entonces muchas veces, las actividades que
implementan las autoridades del Estado para resolver esos problemas causados
por estos eventos naturales, tienden a direccionar actitudes pasivas. Por el contrario,
los intentos de participar, aportar ideas o mano de obra, con frecuencia son
frenados por los organismos estadales, los cuales, no siempre resuelven y
satisfacen las necesidades de esas comunidades afectadas.
En ese orden de ideas,
se abordó el planteamiento sobre cómo ha sido el comportamiento de todos, su
resiliencia y la actuación ante los desastres naturales, resaltando los riesgos
que estos generan; por ello, en este caso se indagó la situación bajo la
interrogante ¿cómo ha sido lo comunitario en la resiliencia ante desastres
naturales?, con el objetivo de constatar lo comunitario en la resiliencia ante
desastres naturales, contextualizando el estudio en Manabí, Ecuador.
1. Fundamentación
teórica
1.1. Gestión de riesgos
Cuando emergen los desastres
naturales, esto involucra riesgos, los cuales muchas veces son conocidos por la
gente, que posiblemente en la primera ocasión fueron sorprendidos por una
lluvia intensa, desplazamientos de tierras o deslaves, inundaciones, y demás
catástrofes, pero luego de haberse superado las consecuencias, saber que puede
repetirse y no tomar precauciones es exponerse a que vuelva a suceder, de allí
que, la prevención es importante para impedir que este tipo de accidentes
acarree muertes y pérdidas materiales, evitando los riesgos.
Según el Glosario de
términos y conceptos de la gestión del riesgo de desastres para los países
miembros de la Comunidad Andina, Decisión 825 (Secretaría General de la
Comunidad Andina, 2018): El riesgo es la perspectiva de que ocurra un evento
que amenace la integridad física de los habitantes de una comunidad, sus bienes
e infraestructuras, modo de vida y tejido económico y social.
Así el riesgo de
desastres es la “posibilidad de que se produzcan muertes,
lesiones o destrucción y daños en los bienes de un sistema, sociedad o
comunidad en un período de tiempo concreto, son determinados de forma
probabilística en función de la amenaza, exposición, vulnerabilidad y capacidad”
(Secretaría General de la Comunidad Andina, 2018, p. 19), teniendo una conexión
directa con lo que ocurre en el pensamiento de las personas, que se adaptan y
acostumbran a esas situaciones, tomando medidas de apoyo y de alarma, que no
cesan en el momento que sucede el fenómeno natural.
La vulnerabilidad, es la
situación de riesgo frente a un efecto potencialmente peligroso, considerada para Ferradas
(2012) como “el proceso social que determina o aumenta la exposición de las
personas y sus bienes ante las amenazas o peligros de ocurrencia de fenómenos
destructores” (p. 100), siendo necesario examinar los procesos históricos que establecen
las condiciones de vulnerabilidad; referido a condiciones
determinadas por factores o procesos físicos, sociales, económicos,
y ambientales, que aumentan la susceptibilidad de una persona, comunidad,
bienes o sistemas al impacto de amenazas, que hacen que la situación de riesgo
sea mayor para unos que para otros, y esta puede darse cuando no existe
preparación para hacer frente a un riesgo potencial.
Con relación a los
desastres naturales, la vulnerabilidad no involucra solamente la posibilidad de
daño físico sino también la capacidad de la comunidad para prever, hacer frente
y recuperarse del impacto del evento como lo explica Van Westen (2014), es
decir, el evento natural puede ser o no inevitable e imprevisible, pero la
capacidad de respuesta ante la magnitud del mismo, determina si dicho evento se
convierte en un desastre natural, en un riesgo.
En el hilo conductual de
la presente disquisición, la teoría de la Sociedad del Riesgo de Beck (2019),
establece que, en la sociedad actual, las personas son víctimas de los peligros
y riesgos de sus actividades productivas y de desarrollo, por lo cual, se
identifica la vulnerabilidad e inseguridad de la sociedad para poder enfrentar
un desastre natural. Según el autor, los riesgos son una amenaza de destrucción
de territorios que genera incertidumbre en la cotidianidad del ser humano, por
ello, lo conceptualiza como un sistema social que afecta de manera inesperada a
personas y grupos, que han mantenido estabilidad y seguridad en su vida, o a
individuos que viven en conflicto permanente por su ubicación. En este
concepto, se introduce la acepción de lo inesperado de un evento que se puede
producir en cualquier parte del mundo.
Por consiguiente, los
riesgos que se producen en la sociedad no van a ser iguales, ni involucran la
misma destrucción, aunque de igual modo son una amenaza. Aquí es necesario
tener en cuenta que este término lleva asociada también la idea de la seguridad
y la confianza, puesto que el conocimiento del riesgo y, su probabilidad
implica una preparación para eliminar, contrarrestar o mitigar su impacto. Por
lo cual, puede suceder que, en presencia de una situación de conflicto, se
desvanece cualquiera de los dos factores en ausencia de la gestión de riesgos,
es decir, ahí empieza la catástrofe aleatoria.
En ese orden de ideas,
Bello (2012) menciona que, después de una catástrofe, siempre habrá un interés
por parte de los gobiernos u organismos internacionales que atienden el post desastre. La redistribución de
ingresos para los sectores afectados o, en la mayoría de los casos, la
reconstrucción del sitio. Ello se realiza con doble sentido: Tanto para las
personas damnificadas, como para que las entidades que han colaborado en el post desastre obtengan beneficios; en el
plano de la seguridad del ser humano como incrementando el interés de
colaboración de las mismas.
1.2. Desastres naturales
Ecuador es un país
sudamericano, dividido en siete Regiones, 24 Provincias y 221 Cantones; cuenta
con una población estimada de 16.5 millones; se encuentra situado en unas de
las zonas tectónicas más altas del mundo, donde convergen las placas de Nazca y
Sudamérica conocida como “Cinturón de Fuego del Pacífico”, que por su ubicación
está rodeado de volcanes que provocan una constante actividad sísmica y
volcánica; asimismo, se encuentra sujeto a amenazas hidrometeorológicas y
geológicas (Organización Internacional para las Migraciones [OIM], 2017) y
expuesto a frecuentes fenómenos y desastres naturales de toda naturaleza.
Estos desastres han sido
clasificados según Quesada-Román (2016), en dos categorías: Naturales (eventos
meteorológicos, volcanes, sismos), y asociados a la acción humana (acción
antrópica), experimentando varios eventos catastróficos a lo largo de la
historia: Los movimientos sísmicos, erupciones volcánicas, epidemias de
enfermedades, cambio climático, deslizamientos e inundaciones causadas por el
fenómeno del Niño. Todos estos eventos provocan pérdidas materiales y humanas,
daños que tienden a afectar tanto a nivel individual como colectivo.
Desde el punto de vista
de Global Volcanism Program de la Smithsonian Institution (GVP-SI, 2023), los
eventos relacionados con los desastres naturales en el Ecuador son de gran
magnitud, puesto que, el país se encuentra ubicado en la línea ecuatorial,
donde el espacio territorial se halla comprometido a grandes movimientos
sísmicos y cuenta con volcanes activos que pueden entrar en erupción en
cualquier momento, de ahí, que para los ecuatorianos no son extraños los
desastres naturales, provocando miedo al asociarla con ruinas, daños materiales
y pérdidas humanas.
En este mismo contexto,
como lo expresa la Comisión Mixta de Cooperación Amazónica -
Ecuatoriano – Colombiana (1987), existen varios tipos de
desastres naturales que se presentan en Ecuador, destacando los siguientes:
a. La inestabilidad: Que
es el conjunto de procesos por medio de los cuales se desprenden, movilizan y
transportan las partículas o masas de suelo y/o rocas de las vertientes, esto
se debe a varios factores como las estructuras, relieve y el volumen o
intensidad de las lluvias, inclusive entre estos factores se puede incluir la
degradación del medio ambiente por la deforestación o la minería.
b. Las inundaciones:
Este fenómeno es producido por el clima local; sin embargo, se puede magnificar
y desarrollar según la geomorfología o hidrogeología; de igual manera, influyen
las actividades humanas por la deforestación o erosión inducida. Las sequías,
por cuanto es poco probable que exista un desbalance hídrico, y por tanto, la
humedad en el suelo desaparezca, por lo cual, si esto llegase a ocurrir las
consecuencias serían irreparables debido a que existiría baja productividad,
plagas y epidemias en los cultivos y ganados, y el suelo estaría más
susceptible a las erosiones.
Además, están los
incendios, que se efectúan mediante la interacción química de un material
combustible oxidado por un agente oxidante en la presencia de una fuente de
energía, expresando Contraincendio Tartessos (2021), que un incendio ocurre de
manera natural con la interacción de varios elementos conocidos como el
triángulo del fuego estos son los siguientes: El material combustible, el agente
oxidante, el calor.
En efecto, al tomar en
cuenta la realidad acerca de los desastres naturales en la Provincia de Manabí,
Ecuador, se ha podido comprobar que, desde hace años, la región ha sido
afectada por eventos importantes restando la tranquilidad de los pobladores, y
han determinado que zonas específicas se etiquetan de riesgo, por la
posibilidad de que esos mismos eventos se
repitan, cuestión que otorga basamento a este estudio, porque siendo un espacio
peligroso, por la estructuración (generalmente inadecuada), hay grandes
posibilidades que se repitan fenómenos naturales, con los cuales el riesgo es
mayor, las comunidades resisten allí, sin tomar en cuenta que sus actuaciones
ante la naturaleza propician desastres.
Por lo tanto, son
sucesos inciertos que causan muertes, lesiones y destrucción y perturban la
rutina diaria; después de un desastre, este parece afectar a todos por igual: Puede
ocurrir en cualquier lugar y aterroriza a todos los que toca, especialmente, a
los niños pobres, ellos son uno de los grupos más vulnerables a los efectos
negativos de los desastres.
Se trae a colación, los
planteamientos de Arbour (2017), en su informe realizado para la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), donde se manifiesta que, una
consecuencia antinatural de los desastres es la distribución desigual de la vulnerabilidad,
al considerar que los sobrevivientes de desastres cuyas familias tienen capital
financiero o social, tienden a satisfacer sus necesidades básicas más
rápidamente, reconstruyen vínculos seguros y vidas cotidianas estables más ágilmente,
y son percibidos como resilientes. Por el contrario, los niños considerados
como personas vulnerables tienen más probabilidades de sufrir trastornos,
desplazamientos y estrés prolongados debido a las consecuencias a largo plazo.
En cuanto a la gestión
de desastres en la región, los esfuerzos son recientes. Según el Programa de
Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, 2014), se desarrolla alrededor de dos
ejes: Prevención y recuperación, siendo en la prevención que se implementan
procesos y medidas a través de sistemas legislativos e institucionales, a fin
de que el país esté preparado para dar una respuesta durante el proceso de
recuperación de la zona afectada, así como, para reducir el impacto de los
desastres. Esto significa que la toma de decisiones debería darse previa a la
presencia de un fenómeno natural.
Para el Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, 2014) la incorporación de la gestión
de riesgo en los sectores de desarrollo como la educación, el turismo, las
finanzas y la planificación espacial, es necesaria para asegurar que se
minimice el efecto de los desastres, así como evitar que se incremente la
vulnerabilidad de la población. En el caso de Ecuador, la gestión del riesgo se
ve liderada por la Secretaría de Gestión de Riesgos (SGR, 2018).
La recuperación
involucra la reactivación de la dinámica social, económica, institucional y
ambiental, luego de la presencia de un desastre, viéndose como una oportunidad
para trasformar los procesos de desarrollo en modelos sostenibles (PNUD, 2014),
al utilizar el período post desastre
como punto de inicio para implantar medidas de reducción de riesgos ante
futuros desastres; durante este proceso, se promueve además, el fortalecimiento
de las capacidades institucionales previo a la ocurrencia de una catástrofe,
asegurando que sus políticas sean claras y efectivas para intervenir
oportunamente, fortalecidos por la presencia de un liderazgo comunitario y
gente que se involucra y participa en los planes, su ejecución y evaluación.
1.3. Resiliencia comunitaria
En cuanto a la
resiliencia, Boscán (2022) menciona que se refiere a la capacidad que
tiene una persona o un grupo de recuperarse frente a la adversidad para seguir
proyectando el futuro; de allí que se dice es comunitaria,
de acuerdo a Samán et al. (2022), cuando estiman que:
Se
asocia a la premisa de aprender a construir un nuevo estado situacional.
Inicialmente, se demuestra en la capacidad de responder ante una eventual
situación de incertidumbre y de riesgo, cuando se pasa de esta etapa es cuando
se va generando de manera estratégica el conocimiento del entorno, y es donde
el individuo o grupos logran interactuar con su ambiente. (p. 309)
Por consiguiente, la
resiliencia es la capacidad de persistir frente a una situación difícil, ser
capaz de vivir y desarrollarse con cierta normalidad en un entorno de riesgo
que genere daños materiales y humanos. Además, como recuperación se refiere a
la capacidad para volver al estado original, tener un desarrollo significativo,
productivo, de normalidad, después de alguna alteración notable o daño debido a
alguna situación adversa. En ese contexto, Herrera y Troya (2017) argumentan
que la resiliencia comunitaria:
No
es una intervención específica o delimitada a responder a un determinado
acontecimiento adverso. Es mucho más que eso. Es la capacidad por parte de la
comunidad de detectar y prevenir adversidades, la capacidad de absorción de una
adversidad impactante y la capacidad para recuperarse tras un daño. (p. 4)
A la luz de lo expuesto,
la resiliencia comunitaria permite que la gente en conjunto, en equipo, logre
la estabilidad, recuperación y transformación del espacio afectado, bajo un
liderazgo comunitario, y trabajando en conjunto, gobierno con las comunidades,
en la implementación de una serie de planes de emergencia, recuperación
regeneración, reactivación, estudios de riesgos y vulnerabilidad.
Por lo tanto, es una
capacidad potenciada por el desarrollo comunitario para resistir, absorber y
adaptarse ante desastres, y recuperarse de sus efectos de manera oportuna y
eficaz, incluyendo la preservación y restauración de sus estructuras y
funciones básicas, cuestión que se ha evidenciado en las últimas décadas en
Ecuador, porque han ocurrido en el territorio una serie de fenómenos de origen
natural de gran magnitud y extensión, que fueron ocasionalmente catastróficos y
cuyo carácter destructivo ha causado graves desequilibrios socioeconómicos y
ambientales, en los cuales se ha tenido que demostrar entereza y resiliencia
comunitaria.
En este mismo contexto
investigativo, el Glosario de términos y conceptos de la gestión del riesgo de
desastres para los países miembros de la Comunidad Andina, Decisión 825 (Secretaría
General de la Comunidad Andina, 2018), asume la definición planteada por
Naciones Unidas (2009) sobre resiliencia como “la capacidad de un sistema,
comunidad o sociedad expuestos a una amenaza para resistir, absorber, adaptarse
y recuperarse de sus efectos de manera oportuna y eficaz, lo que incluye la
preservación y la restauración de sus estructuras y funciones básicas” (p. 28),
por conducto de la gestión de riesgos.
Al respecto, Sepúlveda y
Moreno (2022) hacen referencia a dos modelos teóricos de resiliencia
comunitaria, los cuales orientan al colectivo para enfrentar los riesgos,
citando el Modelo de Resiliencia ante desastres del lugar o territorio,
propuesto por Cutter et al. (2008), quienes definen la resiliencia comunitaria
como la habilidad de responder y recuperarse, que le permiten absorber impactos
y enfrentar el evento, así como los procesos adaptativos posteriores que
facilitan la capacidad del sistema de reorganizarse, cambiar y aprender en
respuesta al evento.
Enfocado en los
territorios y en las interacciones espaciales entre el sistema social, el
entorno construido y los procesos naturales, reconocen que existen factores
exógenos, como las políticas y las regulaciones estatales que ejercen poderosas
influencias sobre la resiliencia a nivel comunitario, presenta a la resiliencia
como la vinculación de factores de adaptación y afrontamiento que desarrollan
las comunidades.
Además, está el Modelo
de Resistencia al Estrés y Resiliencia en el Tiempo, propuesto por Norris et
al. (2008), estableciendo que: “Una comunidad urbana es un sistema donde los
ambientes construido, social, natural y económico interactúan y se influencian
uno al otro” (p. 128), comienza cuando ocurre un factor estresante en un
individuo, comunidad, organización u otro; lo cual amenaza al bienestar o el
funcionamiento de estos y son las comunidades con su capacidad adaptativa
quienes comparten daños e interrupciones en los diversos entornos y entienden
que detrás de una crisis, se brindan oportunidades de crecimiento y de
adaptación, lo cual puede hacerlos resilientes.
2. Metodología
La
presente investigación surge con el propósito de profundizar, acerca de lo
comunitario en la resiliencia ante desastres naturales, para constatar la
actuación y el comportamiento de sus miembros, por lo que, se considera un
estudio descriptivo documental, retrospectivo, asumiendo que el análisis se
hace sobre situaciones antes ocurridas, lo cual se fundamentó en la revisión de
la literatura en artículos, investigaciones y noticias que medios
comunicacionales aportaron ante estos eventos, sobre lo que las comunidades a
través expresaron a los medios de comunicación y se escribieron sus
percepciones, presentándose publicaciones de esos momentos.
Luego
de describirse esos desastres naturales, se consideraron sus características
más resaltantes y para el análisis se precisó de los aportes teóricos
contenidos en el instrumento Goal (2015), que es una herramienta para medir el
nivel de resiliencia, ante desastres a nivel comunitario, a través de la evaluación
de una amplia gama de componentes de resiliencia, considerando los aspectos que
se refieren directamente a lo comunitario, tomando en cuenta según esos
indicadores el comportamiento de la comunidad. Se hizo un análisis con el
método hermenéutico, para verificar las actuaciones de la gente ante estos
desastres que los afectaron, su percepción ante ellos y cuáles fueron sus
comportamientos.
3. Resultados y
discusión
Con
el propósito de constatar lo comunitario en la resiliencia ante los desastres
naturales en Manabí, Ecuador, se consideraron para el análisis catástrofes
presentadas desde el 2016 hasta la actualidad, de manera de no extender
demasiado el proceso y poder verificar el comportamiento de la gente ante estos
eventos que los han afectado. Se hizo una revisión al respecto y se mencionan
en el Cuadro 1, los siguientes.
Cuadro
1
Desastres
naturales en Manabí, Ecuador (del 2016 al 2023)
Desastre |
Características |
Actuación de la
comunidad |
Gestión de riesgo |
Observaciones |
Terremoto Manabí: Sismo 7,8 grados en la
escala de Richter. (16/04/2016) |
661 personas fallecidas, 6.274 resultaron
heridas (SGR, 2018) 430.000 afectadas. 350.000 requirieron ayuda humanitaria.
80.000 desplazadas por la pérdida o daño de sus hogares (Alto Comisionado de
las Naciones Unidas para los Refugiados [ACNUR], 2017). |
Participaron los líderes comunitarios según
era solicitado su involucramiento. Las comunidades se desplazaron a otros
lugares fuera de su origen. Luego regresaron a su espacio de origen (Cordero,
2018). |
Estado y organismos internacionales actuaron
ante la emergencia |
Comunidad sintió que no fueron apoyados lo
suficiente. Ocasionó la separación de hogares y pérdidas económicas
producidas principalmente por el descenso de la actividad pesquera,
considerada la mayor fuente de sus ingresos. |
04 de febrero de 2021: Inundaciones y derrumbes se registran en
Manabí por las fuertes lluvias. Este evento se repite, es parte de la
realidad de esta zona. Las inundaciones son parte de la dinámica de las
cuencas hidrográficas, siempre existirán y hay que aprender a convivir con
ellas, es un fenómeno constante con efectos pasajeros porque las aguas bajan.
2.268 inundaciones se registraron entre 2014 y 2019. 2.303 damnificadas por
el estancamiento del agua. 261.173 afectadas en menor grado. |
Los cantones afectados son Chone, Jipijapa,
San Vicente, Tosagua, Bolívar, Portoviejo y Manta. En Jipijapa, 12 familias debieron ser
evacuadas en la ciudadela San Antonio. Ahí, un muro de protección colapsó y
por precaución, los moradores fueron trasladados a casas de familias
acogientes. En Puerto Cayo, Jipijapa, se registró la
mañana del 4 de febrero del 2021 un deslizamiento de tierra. |
Por precaución, los moradores fueron
trasladados a casas de familias acogientes. La provincia de Manabí es la más afectada del
país por las inundaciones. Juan Delgado, un agricultor de Tosagua, sabe las
zonas en las que no se puede cosechar durante el invierno porque por lo
general están bajo el agua y las áreas donde escasea el líquido en la
temporada seca, por lo que dependen de las albarradas. |
La Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos
(2018), mencionó que no todas las obras de prevención proyectadas por las
municipalidades han sido ejecutadas en Manabí, por lo que la provincia sigue
siendo vulnerable a los eventos naturales. Varias obras no han sido ejecutadas, los
municipios han recibido ayuda en los montos económicos a invertir. Pese a conocerse la vulnerabilidad de la
provincia de Manabí en cuanto a inundaciones, deslaves y deslizamientos, no
cuentan con mapas de riesgo. |
Las autoridades de esos cantones realizan
trabajos para evacuar el lodo y en agua en las zonas afectadas. El COE de Jipijapa informó que se realizan
las gestiones para habilitar un albergue provisional en un centro educativo
del cantón. Sin embargo, la Prefectura de Manabí señaló que se realizó el
mantenimiento vial y la calzada ya se encuentra habilitada Según el
Municipio, desde la mañana de este 4 de febrero llegó maquinaria de la
Prefectura para trabajar en la vía que resultó cuarteada por el peso del muro. |
Incendios forestales en el Cantón Rocafuerte,
provincia Manabí, Ecuador, en el periodo 2016 - 2019 |
Durante el periodo 2016 al 2019 se reportó
una media de 77,33 ocurrencias por año. También se pudieron establecer dos
épocas de incendios durante el año, una que incluye a los meses de diciembre
y enero y otra de junio a septiembre, así como que durante la tarde ocurre la
mayor cantidad de incendios. |
Según estos resultados el 23,93% de los
incendios originados por negligencias se presentaron en junio y septiembre;
mientras que, el 47,68 % de los incendios originados de forma intencional se
presentó en enero, junio, agosto y septiembre. El 63,34% de las ocurrencias
cuya causa no fue determinada ocurrió en abril, mayo, julio, agosto y
diciembre. |
Según la SGR (2018), en Ecuador en el periodo
2016 al 2018 ocurrieron 2.684 incendios forestales que afectaron un total de
48.714,18 hectáreas. En 2017, los incendios forestales mayores o iguales a 2
hectáreas ocasionaron la pérdida de 13.403,78 hectáreas de cobertura vegetal
en 968 eventos. En Manabí se reportaron 964 hectáreas quemadas. |
Este comportamiento, tanto en la localidad
objeto de estudio como en otras partes de Ecuador y del mundo está asociado a
las distribuciones anuales y diarias de las precipitaciones y de temperatura
del aire y humedad relativa, respectivamente. Se pudo constatar que más de la mitad de los
incendios reportados se originaron por negligencias, similar a lo que ocurre
en otras partes del mundo. |
Fuente:
Elaboración propia, 2023.
Al
analizar lo comunitario en la resiliencia ante desastres naturales en Ecuador,
se toma en cuenta el terremoto de 7,8 grados en la escala de Richter, que causó
daños a seis (6) provincias de la costa: Esmeraldas, Manabí, Santa Elena,
Guayas, Santo Domingo de los Tsáchilas y Los Ríos, siendo Manabí y el sur de
Esmeraldas las más afectadas, en la cual la infraestructura de salud sufrió un
duro golpe, en particular en 12 cantones: Manta, Pedernales, Portoviejo, San
Vicente, Jama, Sucre, Bolívar, El Carmen, Chone, Rocafuerte, Flavio Alfaro,
Jaramijó, Tosagua; (Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo [Senplades],
2016), dejando fallecidos y desaparecidos en 7.633 familias. Muchos perdieron
sus casas por lo cual se registró que 28.775 personas, tuvieron que llegar a
albergues temporales.
También
afectó a muchos sistemas como el de agua potable y al sistema de salud, daños
de infraestructura y las consecuentes bajas humanas estuvieron vinculadas a
factores como vivienda ubicada en zonas de alto riesgo, fragilidad del suelo y
falta de procesos de aplicación de la normativa en la construcción de
infraestructura. Se observa que, en términos de mortalidad, los terremotos han
sido los de mayor impacto en el país, pero los desastres relacionados con
inundaciones, erupciones volcánicas y sequias, han tenido muy graves
consecuencias en términos de población afectada. Para Bermeo, Andrango y Cruz (2022),
en Ecuador ocurrieron diversos desastres entre 2017 y 2020: 1.461 inundaciones,
11.336 incendios forestales, 4.157 deslizamientos, así como 113 actividades
volcánicas.
Con
respecto a Portoviejo, Bermeo et al. (2022) expresan que, en las últimas
décadas ha entrado en un proceso de transformación de un territorio rural a un
territorio urbano, ejerciendo una notable presión sobre los recursos naturales
como son el suelo, agua, vegetación y paisaje, sumado a esto la población
pasando de 16.330 (año 1950) a 253.729 habitantes (en 2020), de igual forma,
hay un crecimiento del hábitat residencial, industrias, administración pública,
servicios básicos, sociales comunitarios, entre otros; también, se ha generado
crecimiento hacia las colinas fomentando distintas condiciones de exposición,
fragilidad y falta o ausencia de resiliencia, que frente a peligros naturales y
otros considerados como socio naturales, crean las condiciones necesarias para
que emergen los desastres y a futuro, catástrofes en gran escala.
Se
resalta, los aportes desplegados por Bravo (2017), quien expone que, aun cuando
todos los miembros de una comunidad pueden estar expuestos al mismo tipo de
riesgo natural, hay una diferenciación en el grado de vulnerabilidad y
marginalidad que enfrentan los distintos sectores. Se plantea, además, que hay
un tipo de riesgo entre las élites, que ha sido facilitado por acción u omisión
del Estado o de los gobiernos locales.
En
ese análisis, Bravo (2020) plantea que, la gestión del riesgo desde la
actuación de las comunidades afectadas por el terremoto de 2016, se concentró
específicamente en los efectos físicos que generó y sirvió para tomar medidas
al elaborarse planes de prevención y mitigación del riesgo, con acciones y
estrategias con las etapas de respuesta ante la emergencia, recuperación y
reconstrucción. No obstante, ha carecido de un enfoque integral, al no
considerar las vulnerabilidades del espacio físico y de índole socio económico,
determinantes en el grado de impacto de un evento, asegurando la efectividad de
la gestión al ser compartida por el Estado y otros organismos no
gubernamentales que colaboren en la parte estructural y financiera.
Por
lo tanto, el trabajo de prevención en desastres es fundamental, por cuanto
coadyuva a que la comunidad entienda y perciba los riesgos a través del trabajo
educativo, para tener más clara la necesidad de protección, que no
necesariamente altera la percepción de riesgo, pero puede contribuir a
calificarlo al desarrollar capacidad en las personas para analizar de manera
diferente su vida diaria, romper con conceptos basados en el sentido común y
ampliar la visión sobre los factores de riesgo que pueden estar presentes en el
ambiente donde viven (Favero et al., 2016), tomando medidas según sea su
vulnerabilidad.
Es
importante recordar que, durante los primeros días, las comunidades afectadas
por el terremoto estuvieron sin electricidad, agua potable, telefonía celular,
sin ropa, ni alimento, aunado a la presencia de muchos cadáveres y heridos que
debían atenderse, destacando que, contaron con la ayuda inmediata de los
organismos del Estado, así como las comunidades que se organizaron para
prestarse apoyo en la medida de sus posibilidades.
Este
planteamiento, se hace en función de aceptar que la comunidad desarrolla sus
acciones, para estar preparada por si se presenta un nuevo sismo, pero es
importante contar con el Estado para brindar ayuda a la población con grandes
obras de infraestructura y reconstrucción de viviendas, políticas de
reactivación económica, gestión de albergues y gestión de la ayuda humanitaria,
lo cual coadyuva a la resiliencia de la gente al sentirse apoyado y protegido,
así como al estar consciente que a pesar de querer enfrentar esos desastres
naturales sorpresivos, se requiere de respuestas humanitarias y conocimientos
de los mecanismos y estándares humanitarios internacionales. Según lo
mencionado por Bravo (2020), quien expone sobre:
La
consolidación de un modelo de co-gobernanza con los actores no estatales que
pueden cubrir los vacíos en el Estado y mejorar la calidad de la respuesta,
especialmente rescatando el rol fundamental de las propias personas afectadas
en su recuperación y considerarlo antes y durante todas las respuestas. (p. 78)
El
análisis sobre el desastre natural, y las acciones desarrolladas por la
comunidad, evidencia su deseo de restaurar lo que el evento había afectado, tal
como lo exponen Ramos-Rodríguez et al. (2020), con el propósito de volver a la
normalidad, insistiendo para ello, de allí, la importancia de la gestión
integral del riesgo como primer factor del nivel organizativo comunitario de la
población afectada, para que sea un interlocutor válido en la definición y toma
de decisiones, coincidiendo con esto Bravo (2020) en su estudio.
Además, es de resaltar la
importancia de generar y fortalecer espacios de articulación entre Estado y
actores no estatales para la gestión de proyectos, implicando cambios en los
procesos organizativos ciudadanos con mayores capacidades y fortalecimiento del
tejido social e institucional a nivel nacional y local, dándole agilidad,
transparencia, empoderamiento y manejo de competencias estatales.
Al
analizar la situación según los criterios del Goal (2015), puede considerarse
que, el nivel de liderazgo comunitario fue mediano según el compromiso y
efectividad, planteado con mayor número de acciones de largo plazo; y como lo
evaluaron Castillo y Santillán (2021), porque el fenómeno dejó en evidencia
que, aunque varios de los cuerpos de rescate de Ecuador contaban con autonomía
y entrenamiento, las tareas de rescate se vieron limitadas por un
desconocimiento general, lo cual implica que la poca coordinación institucional
entre la SGR y otras entidades gubernamentales dificultó la efectiva recepción
y coordinación de equipos de profesionales, además, las autoridades nacionales
y algunos de los equipos internacionales que asistieron la emergencia, poseían
limitado conocimiento del uso de los equipos para la búsqueda de personas.
Desde
otra óptica, Vaca (2018) plantea que, la intervención de respuesta reforzó las
iniciativas de las comunidades para responder a las necesidades colectivas y
alentar la organización a nivel
local. El nivel de vulnerabilidad fue particularmente notable en las áreas rurales. El daño fue más evidente en
infraestructura de viviendas deficientes
y en infraestructuras comunitarias de agua y saneamiento (en escuelas y centros de salud).
Además,
se constató una gestión inadecuada de los desechos y las prácticas ambientalmente racionales, falta de
formalización legal en la tenencia de la
tierra y los derechos de propiedad, pérdida de la infraestructura productiva de las comunidades, y la capacidad
de gestión del riesgo no desarrollada
a nivel de la comunidad y de los gobiernos locales, que también se vio agravada por el desastre, por los daños
sufridos en los sistemas
de saneamiento, así como a los métodos informales de almacenamiento de agua y basura, aumentando
enfermedades transmitidas
por vectores.
Asimismo,
Vaca (2018) consideró que el plan de recuperación se centró en acciones
comunitarias integrales que fomentaban el fortalecimiento de la resiliencia en
24 comunidades rurales y cuatro cabeceras cantonales en las provincias de
Manabí y Esmeraldas de Ecuador. El plan incluyó los sectores de intervención
para la salud, el agua, saneamiento, alojamiento y asentamientos humanos,
medios de subsistencia, reducción de riesgo de desastres.
En
consecuencia, al constatar esta situación puede considerarse que la comunidad
es resiliente, ante los desastres generando un impacto positivo sobre el
bienestar de la población afectada y su desarrollo sostenible de manera
integral. La estrategia operativa se basó en una táctica de empoderamiento y
participación de la comunidad, cohesión social, acciones interconectadas y
complementarias, acciones de capacitación y dotación de equipamiento y
fortalecimiento a través de la creación de comités comunitarios y brigadas
especializadas.
Entonces,
el fortalecimiento del tejido social es elemento clave para alcanzar una
gestión integral del riesgo, que depende de un proceso de aprendizaje sobre las
lecciones del terremoto del 16 de abril de 2016, para superar la
conflictividad, así como rescatar el rol de los distintos actores como el de
las mujeres que es un criterio de medición del Goal (2015), quien para medir la
resiliencia de la comunidad, muestra si las mujeres participan
significativamente en la toma de decisiones y toman papeles de liderazgo y su
cooperación con los distintos actores humanitarios, fortaleciendo las
relaciones entre población y Estado.
Otro,
de los desastres naturales a los cuales se enfrenta constantemente Manabí es el
problema persistente de falta de agua, que se exacerbó con la ruptura de los
sistemas de agua en los días posteriores al terremoto. De igual manera, esta es
una zona que enfrenta variaciones climáticas muy erráticas, con períodos
prolongados de sequías e inundaciones muy fuertes; según Bermeo et al. (2022)
es al parecer la provincia que ha sufrido la mayor cantidad de deslizamientos
con más de 40 eventos.
Por
ello, al preguntarse según el Goal (2015), si la reducción de riesgo ha sido
considerada por la comunidad como una pieza integral de los planes y acciones
para alcanzar objetivos comunitarios más amplios que alivien la pobreza, para
mejorar la calidad de vida, el nivel de respuesta indica que es moderado, por
cuanto según los documentos analizados en referencia a desastres no se da de
manera efectiva.
Es
importante según el criterio de Goal (2015) la resiliencia, para asegurar que
las metas de desarrollo de largo plazo no estén comprometidas y los resultados
del desarrollo no sean revertidos por los desastres y choques, las medidas de
reducción de riesgo de desastres que contribuyen a la resiliencia, deben ser vistas
como parte integral de los planes de desarrollo, donde la comunidad se da
cuenta del papel importante que tienen en esta situación, por lo cual,
participa en lo que puede, pero espera y acepta los planes que el Estado
establece para darle solución a los problemas en este caso, las inundaciones,
en el logro de las metas de desarrollo y si esta conexión está claramente
documentada dentro de los planes de la comunidad (plan de desarrollo local,
plan de mitigación).
Asimismo,
se comenta que, en el Cantón Rocafuerte, se había producido un poco antes del
terremoto, lluvias de tal intensidad, desbordándose las represas de Poza Honda.
El exceso de humedad en el suelo produjo mayor estado de vulnerabilidad a las
viviendas, produciéndose muchas pérdidas. De igual manera, sucedió en zonas que
habían sido muy afectadas por el fenómeno del Niño en el año 2010; así como en
zonas donde el ecosistema del manglar (considerado una zona de amortiguamiento
frente a desastres naturales) había sido devastado por el avance de las
camaroneras.
Igualmente,
en Santa Ana, Cantón de Manabí, localizado en la cuenca baja del río
Portoviejo, ha experimentado eventos de inundación más recientes, por ello, en
cuanto a las inundaciones, ya esta situación había sido analizada por Thielen
et al. (2016), expresando que la dinámica hidráulica en la cuenca del río
Portoviejo ha sido marcada por la acción del fenómeno climático El Niño.
También realizaron un análisis temporal de las anomalías mensuales de
precipitación de 1990-2011 en las que, por causa de El Niño 97-98, se
registraron 18 meses consecutivos de precipitaciones superiores a la media
histórica.
Nuevamente,
para el 4 de marzo de 2021, el Servicio Integrado de Seguridad de Ecuador ECU 911,
informó de fuertes lluvias y deslizamientos de tierra que afectaron a varios
sectores de la ciudad de San Miguel de Ibarra, Ecuador. Además, los medios
informaron que 96 familias de la provincia de Manabí se vieron afectadas por
las inundaciones. El artículo de los medios indicó que aproximadamente 600
familias se vieron afectadas en total (El Universo, 2017).
En
cuanto al comportamiento comunitario, puede decirse que la gente, un 94,19% de
la muestra, según Burgos, Cartaya y Mero (2019), manifestó nunca haber recibido
capacitaciones por parte de instituciones acerca de la gestión de riesgo, de
allí, que a pesar de que las inundaciones son un fenómeno constante en este
sector, ellos no han tomado medidas para prevenir las consecuencias de las
mismas, manteniéndose en sus casas, lo cual ha sido ampliamente cuestionado,
por cuanto el Goal (2015), indica que,
la comunidad tiene conciencia ante riesgos, especialmente, en las áreas
rurales; tradicionalmente depende de las percepciones y monitoreo de eventos
climáticos usando métodos locales informales, pero cuando suceden causan muchas
complicaciones a pesar de saberlo.
Sin
embargo, el nivel de conocimiento sobre estos riesgos (conocimiento autóctono o
una combinación de conocimiento tradicional y científico) es moderado en la
comunidad y el grado con que se utiliza en las acciones de reducción de riesgos
de desastres, porque los hallazgos no han sido completamente compartidos con la
comunidad, lo cual coincide con un conjunto de estudios que lo evidencian
(Burgos et al., 2019), pero a pesar de eso, se mantienen en el lugar y
resisten, apoyándose unos a otros en esos momentos críticos, manejando la
resiliencia comunitaria en el contexto de la gestión de desastres como
habilidad de un sistema humano de responder y recuperarse que le permiten
absorber impactos y enfrentar el evento.
Otro
desastre natural que ha experimentado Manabí, Ecuador, son los incendios
forestales, y de acuerdo al planteamiento de Ramos-Rodríguez et al. (2020), los
análisis del comportamiento se asumen con los datos suministrados por el Cuerpo
de Bomberos de Rocafuerte, considerando para ello las ocurrencias de incendios
en un contexto espacio-temporal con una media mensual de ocurrencias de 25,75
superándose este valor en seis meses (diciembre, enero y junio a septiembre) correspondiendo
a ellos el 61,48% del total, generándose en la comunidad, los procesos
adaptativos posteriores que facilitan la capacidad de reorganizarse, cambiar y
aprender en respuesta al evento.
Además,
los incendios ocurrieron en 51 localidades del Cantón Rocafuerte concentrándose
en seis de ellas el 60,52% del total. El 52,43% de los incendios se originó por
negligencias, donde es responsable el hombre, de allí que muchos desastres cuyo
origen es considerado como “natural”, están exacerbados por actividades humanas.
En
tal sentido, ante la presencia de desastres naturales las comunidades muestran
valoración del impacto de afectación hacia las personas que se encuentran
viviendo este momento de crisis, estimación de gran utilidad en la
participación de la comunidad, quien con su actuación resiliente actúa en la
fase de pre impacto o antes, de manera de constatar hasta qué punto esta gente
está consciente de los riesgos que corren en el espacio donde viven, si están
preparados para enfrentar alguna catástrofe, y esta etapa hace referencia a lo
que antecede de los desastres.
Conclusiones
La
presencia y experiencia de desastres naturales en Manabí, Ecuador, indica la
necesidad de estar preparados, de formar equipos, que no siempre pueden ser del
Estado y de los organismos oficiales nacionales e internacionales, sino de la
misma gente que comparte un espacio geográfico con riesgos, lo cual permite
entender por qué estas personas en su capacidad de resolver sus propios
problemas, a pesar de su vulnerabilidad, muestra ese valor de compartir y
convivir como es lo comunitario, y entre todos aprenden, con resiliencia, a
resistir los embates de la naturaleza, de hecho, lo han demostrado ante tantos
eventos experimentados, sin dejar de mencionar la pandemia del Covid-19, donde el
apoyo entre todos, con el liderazgo de algunos, han salido adelante.
Es
verdad, y así lo expresan las comunidades afectadas por cualquiera de los
desastres naturales antes mencionados, que solos no hubieran podido sobrevivir
de ahí la loable acción de la municipalidad, de los Cuerpos Civiles, de los
Bomberos, del voluntariado, donde juntos han realizado actividades relacionadas
con la resiliencia, vinculados entre sí, desde las organizaciones de apoyo, que
se considera un aporte de este estudio al plantear la importancia de la
sinergia y el trabajo en equipo para el logro de los objetivos y metas
colectivas en bienestar de la comunidad.
Con
base en el recorrido descriptivo realizado en esta disertación, se puede
constatar la presencia de lo comunitario en la resiliencia ante desastres
naturales, en este caso en Manabí, Ecuador, por cuanto se aprovechan las
capacidades y competencias de cada individuo, el manejo emocional del estrés,
la búsqueda de recursos, trabajando con sinergia y cohesión, sin olvidar que
muchas acciones dependen de las autoridades, de los organismos oficiales, pero
en su característica de gente valiente, siguen luchando por vencer los
desastres, aprendiendo, como así lo dijeron luego del terremoto del 2016, a
través de la catástrofe, a buscar alternativas de solución, sin dejarse vencer.
Es
cierto que a veces estas comunidades esperan más del Estado, que no siempre
cumple, pero aprenden a vivir con resiliencia, con sus deseos de superarse y
lograr bienestar, por eso, no se van a otros espacios, tal vez más seguros,
porque consideran que las inundaciones, la sequía, los incendios, las
enfermedades, pueden vencerlas entre todos. Por lo tanto, se considera que este
estudio, da cabida
a otras investigaciones a partir de los resultados encontrados que aporten
otras alternativas a esta realidad en Manabí, Ecuador.
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* Doctorante en la Universidad “Marta Abreu” de Las Villas, Santa Clara,
Cuba. Magister en Gerencia Educativa. Licenciada en Ciencias de la Educación.
Profesora Principal Tiempo Completo de la Facultad de Ciencias Humanísticas y
Sociales en la Universidad Técnica de Manabí, Portoviejo, Ecuador. Directora de
la Red Ecuatoriana de Investigación en Resiliencia. E-mail: anicia.tarazona@utm.edu.ec
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-0593-465X
** Doctor
en Ciencias Filosóficas. Posgrado en Teoría Socio-Política. Licenciado en
Sociología. Profesor Titular y Consultante en la Universidad Central “Marta
Abreu” de Las Villas (UCLV), Santa Clara, Cuba. Científico Asociado a la Academia
de Ciencias de Cuba, Secretario de su Filial en Villa Clara. Miembro del
Consejo Provincial de Ciencias Sociales y del Comité científico de las revistas
Islas (UCLV) y Santiago (Universidad de Oriente). E-mail: joaquin@uclv.edu.cu ORCID: https://orcid.org/0000-0002-8300-4562
*** Doctor
en Ciencias Sociales y Jurídica. Magister en Administración de Empresas.
Licenciada en Ciencias de la Educación. Profesora Agregado Tiempo Completo,
Coordinadora de Evaluación y Planificación de Carrera en la Universidad Técnica
de Manabí, Portoviejo, Ecuador. Subdirectora de la Red Ecuatoriana de
Investigación en Resiliencia. E-mail: kasandra.saldarriaga@utm.edu.ec ORCID: https://orcid.org/0000-0002-8531-8346
**** Magister en Educación del Carácter y Educación Emocional.
Psicóloga Clínica. Docente Tiempo Completo contratada en la Universidad Técnica
de Manabí, Portoviejo, Ecuador. Miembro de la Unión de Psicólogos Clínicos
Cantonal Manta-Manabí. Miembro de la FEPSCLI Federación ecuatoriana de
Psicólogos Clínicos. E-mail: ruth.bergmann@utm.edu.ec
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-9257-5228
Recibido: 2023-09-23 · Aceptado:
2023-12-11