Revista de Ciencias Sociales (RCS)

Vol. XXX, No. 1, Enero - Marzo 2024. pp. 205-222

FCES - LUZ ● ISSN: 1315-9518 ● ISSN-E: 2477-9431

 

Como citar: Aguirre, M. A., y Buitrago-Bermúdez, O. (2024). Espacialidad humana: Consideraciones y sus aportes a los estudios ambientales. Revista De Ciencias Sociales, XXX(1), 205-222.

 

Espacialidad humana: Consideraciones y sus aportes a los estudios ambientales*

 

Aguirre, Marco Antonio**

Buitrago-Bermúdez, Oscar***

 

Resumen

 

Este artículo examina algunas bases epistemológicas sobre la idea de espacio en las ciencias sociales para de allí trazar puentes hacia los enfoques teóricos de los estudios ambientales, los cuales buscan dar un giro epistémico para abordar los problemas socioecológicos del siglo XXI. Para ello, se identifican elementos de las ciencias sociales, específicamente en lo referente a la espacialidad humana, que contribuyen a la perspectiva de la ecología política crítica, como campo emergente en los estudios ambientales. Se llevó a cabo una revisión bibliográfica de información de literatura científica y referentes teóricos en campos de las ciencias sociales, la geografía y estudios ambientales. La reflexión final permite, primero, orientar teóricamente la necesidad de incorporar, en los estudios ambientales, el papel de la espacialidad humana como un aspecto intrínseco en la configuración de conflictos socioecológicos y, en segundo lugar, brindar elementos conceptuales en el marco de los procesos de enseñanza de las ciencias sociales y ambientales en diversos contextos académicos.

 

Palabras clave: Espacio geográfico; espacialidad humana; ecología política; pensamiento crítico; ciencias ambientales.

 

 

Human spatiality: Considerations and their contributions to environmental studies

 

Abstract

 

This article examines some epistemological bases on the idea of space in the social sciences in order to draw bridges to the theoretical approaches of environmental studies, which seek to give an epistemic twist to address the socioecological problems of the 21st century. To this end, elements of the social sciences are identified, specifically in relation to human spatiality, which contribute to the perspective of critical political ecology as an emerging field in environmental studies. A bibliographic review of scientific literature information and theoretical references in the fields of social sciences, geography and environmental studies was carried out. The final reflection allows, first, to theoretically orient the need to incorporate, in environmental studies, the role of human spatiality as an intrinsic aspect in the configuration of socioecological conflicts and, second, to provide conceptual elements in the framework of the teaching processes of social and environmental sciences in different academic contexts.

 

Keywords: Geographic space; human spatiality; political ecology; critical thinking; environmental sciences.

 

 

Introducción

Ante los avatares de la actual crisis ambiental y las contradicciones del modelo de producción económico-capitalista, autores como Leff (2003); y, Harvey (2021), han manifestado la necesidad de optar por nuevos marcos epistemológicos para comprender de manera amplia los efectos ecológicos, sociales, políticos, económicos y culturales derivados de dicho modelo de producción. En esta línea, Harvey (1997; 2018); y, Soja (2008; 2014), argumentan que parte de la crítica al modelo de producción debe pasar por la necesidad de pensar rigurosamente en la espacialidad del capital y sus efectos socioecológicos.

Para Soja (2008), por ejemplo, un elemento clave a la hora de abordar dichas contradicciones se sustenta en el espacio geográfico como proceso de las relaciones sociales y del capital. Según este autor, en la producción social del espacio intervienen no solo la cultura y elementos de la superficie terrestre que representan la vida misma (elementos físicos y biológicos) sino también, las lógicas de producción capitalista, las cuales son relaciones asimétricas de poder, que al transformar la naturaleza fraccionan, atomizan, homogenizan la realidad y transforman las formas de espacialidad de los seres humanos (Lefebvre, 2013).

En ese contexto, la importancia del documento se sustenta en la necesidad de contribuir desde campos del saber integrales, como son las ciencias sociales de corte crítico, a los estudios de la complejidad de la vida, también denominados estudios ambientales, cada vez más interesados en buscar alternativas a la actual crisis intelectual, cultural, política, ecológica, científica y social en la cual se encuentra inmersa la civilización humana del siglo XXI.

Crisis que ha sido referenciada por autores como Porto (2001); Leff (2007; 2012; 2018); De Sousa (2009); Harvey (2018); Finol, Hernández y Ocando (2019); Moore (2020), entre otros y, que en las postrimerías del pasado siglo XX tomó fuerza en gran parte de los debates académicos latinoamericanos (Noguera, 2007; Escobar, 2007; 2016; Dussel, 2014; Ángel, 2015; Alimonda, Toro y Martín, 2017). 

Para ello, se parte de los postulados del pensamiento espacial crítico, cuyas bases epistemológicas corresponden al materialismo histórico geográfico que abordan Smith (2004; 2020); O´Connor (1991; 1993; 1997); y, Harvey (2001; 2004), para conocer y comprender, en el marco de la dialéctica espacial, cómo los procesos de agenciamiento humano (principalmente los de tipo capitalista), producen contradicciones socioecológicas en sus procesos de producción y reproducción espacial del capital al tiempo que producen nuevas naturalezas.

Además, este enfoque logra aclarar a la luz de la teoría crítica las disputas entre agentes sociales por las localizaciones, emplazamientos, distancias, lugares, puesto que todas estas condiciones determinan, primero, la velocidad de circulación del capital; segundo, la posibilidad de obtener rentas sin inversión alguna (cambio de normas de uso del suelo); y, tercero, el aprovechamiento de entornos producidos por relaciones internacionales asimétricas como constituyen la flexibilidad laboral, excepciones a normas ambientales, débiles requisitos para obtención de licencias de explotación de recursos y bienes naturales, tratados de libre comercio, entre otros, con lo cual se propicia la acumulación de riqueza por el control geopolítico de elementos naturales estratégicos en los procesos de monopolio capitalista. Este postulado corresponde con las ideas de Moore (2020), cuando plantea que, por un lado,

Las relaciones sociales se desarrollan en el espacio y coproducen espacios de forma activa, y por otro, las relaciones se dan dentro de la trama de la vida, es decir, las relaciones socioespaciales se desarrollan a través de la naturaleza y con la naturaleza […] en dicho proceso intervienen las fuerzas del capital para producir trasformaciones socioecológicas. (p. 26)

 

Fuerzas que sin lugar a dudas se presentan localizadas y materializan relaciones topológicas. Para realizar la discusión, el trabajo se divide en tres partes: En la primera, se aborda de manera sucinta la idea de espacio desde las ciencias sociales y su evolución epistemológica, destacando desde una mirada crítica e integral los elementos que se articulan con los marcos teóricos de los estudios ambientales; en segundo lugar, se exponen aquellos puntos de encuentro entre la espacialidad humana y los estudios ambientales enmarcados en la complejidad, subrayando nociones teóricas propias de la ecología política crítica, las cuales convergen con la geografía en aspectos teóricos como el de la justicia espacial y ambiental; y, finalmente, se presentan algunas conclusiones generales que permiten concretar los aportes de concebir la espacialidad humana en los estudios ambientales como los denomina Leff (2007; 2012).

 

1. Fundamentación teórica: Producción capitalista del espacio y ecología política

La idea de producción capitalista del espacio surge como una crítica al pensamiento estructuralista inmerso en los estudios sobre procesos urbanos clásicos de mediados del siglo XX y frente a las formas de no atender sus crisis y problemas socioambientales (Lefebvre, 2013; Harvey, 2018). Lefebvre, por ejemplo, parte de este enunciado teórico cuyas bases filosóficas se encuentran en el pensamiento marxista crítico de los procesos urbanos y las injusticias ambientales y espaciales (Lefebvre, 2013).

Desde América Latina, Lencioni (2007), destaca que bajo esta mirada es posible referirse a “momentos histórico-geográficos” precisos para comprender las transformaciones espaciales mediadas a través del ejercicio del poder, puesto que solo así se percibe las formas de alienación y producción de una conciencia mistificada (que por décadas ha dejado a un lado el interés por el espacio y las prácticas espaciales), ambas producidas socialmente, con el fin de no pasar por alto que dicha materialidad (concerniente a los temas ambientales) es el resultado no solo histórico, sino político, cultural, ecológico, de los intereses privados y la participación activa del Estado (Montoya y Pulido, 2018).

Este marco teórico crítico surge como respuesta a los postulados clásicos de la economía para explicar el consumo y la distribución, enfoques dominantes en estudios ambientales de corte positivista (Brenner, 2004; 2009). En este contexto, los procesos sociales y ambientales (ahora concebidos como procesos socioecológicos) son un producto consecuencia del trabajo social y de su configuración histórica/geográfica específica (Harvey, 2004; Swyngedouw, 2004; 2009).

Topalov (1979), enfatiza en su propuesta teórica sobre la producción capitalista del espacio, la función y el papel de: Los Estados modernos, los múltiples agentes sociales; y la función ecológica de los elementos no humanos como ejes clave para entender las formas de producción del espacio y la espacialidad humana (elementos que desde la Ecología Política representan las bases y medios tangibles de los modos de producción capitalistas).

Según Harvey (1994; 1997), la teoría de la producción del espacio buscaba comprender la dimensión espacial en los procesos de acumulación del capital a escala global y local, así como estudiar sus formas de producción y reproducción sin desconocer las transformaciones sociales, políticas, ecológicas y económicas que ello implicaba (nuevamente, los conflictos espaciales y socioambientales, así como la (in)justicia ambiental/espacial).

Para Harvey (1997), la Ecología Política crítica se posiciona como un campo emergente del conocimiento que busca elucidar los conflictos ontológicos o ambientales, cuestionando la idea de naturalidad del espacio-tiempo como categorías que no deben ser interpretadas bajo la mirada de elementos políticamente neutrales (enfoque positivista); principalmente, en aquellos puntos donde diversos agentes sociales se disputan la naturaleza en los procesos de producción y acumulación de capital (Swyngedouw, 1997; 1999; 2004; Soja, 2008; Villar, 2017).

Hablar de ecología política en la producción capitalista del espacio es reivindicar la política del espacio (Ekers y Prudham, 2017). En ese sentido, se asume que las relaciones humanas que producen el espacio geográfico producen también otras naturalezas (naturalezas híbridas) con implicaciones socioecológicas. Este argumento se basa en la idea de Harvey (2004), de que en los procesos de reproducción del capital no solo existen dimensiones o relaciones políticas y económicas, sino también, que existen relaciones políticas y ecológicas. De esta manera, los postulados teóricos expuestos orientan la lectura de la espacialidad humana en los estudios ambientales desde una mirada crítica y en constante reflexión en el marco de las ciencias sociales.

 

2. Metodología

Se llevó a cabo un proceso de revisión bibliográfica a partir de la búsqueda de artículos, capítulos en libros y libros (tanto físicos como virtuales) que tuvieran, entre sus enfoques, alguna perspectiva crítica sobre el concepto de espacio y la espacialidad humana, buscando puntos de articulación entre el pensamiento espacial y los estudios ambientales (de corte sociocrítico), palabras clave que, a su vez, se convirtieron en categorías de análisis para la respectiva revisión bibliográfica. La información fue sistematizada en una matriz, la cual facilitó su respectivo análisis de contenido y triangulación en la búsqueda de similitudes y diferencias entre las distintas posturas seleccionadas.

Entre las bases de datos empleadas se consultó Scopus y Taylor and Francis (acceso desde la Universidad del Valle). Se asume la idea de ambiente como la “totalidad compleja, diversa, en permanente trasformación y autoorganización” (Noguera, 2007, p. 48), red de la cual los seres humanos son a la vez tejido y tejedor.

En dicha totalidad o entramado socioecológico, según Moore (2020) los seres humanos a través de su capacidad de agencia, imponen diversos mecanismos para apropiarse y desposeer a la naturaleza; y, por ciencias ambientales, todos aquellos campos del saber y formas de conocimiento (formales e informales) interesados en comprender las complejas relaciones e interacciones entre humanos y no humanos bajo la idea de una trama socioecológica que exhorta la necesidad de pensar el espacio geográfico y la espacialidad humana como aspecto clave a la hora de abordar el estudio de los conflictos ambientales en el marco de las formas de producción, reproducción y continuidad del modo capitalista.

 

3. Evolución de la idea de espacio  

Los presocráticos, como naturalistas del mundo, hacían alusión al concepto de espacio como el entorno de los elementos de la vida, donde los seres vivos, el agua, el fuego, el aire, la tierra, el éter y el tiempo representaban su totalidad (Cauquelin, 2019). Para ellos, los seres humanos eran parte indisociable de algo llamado entorno; una porción de la superficie terrestre determinada por leyes universales como la energía del sol, de la luna, de las estrellas, entre otros (Glacken, 1996). En esta perspectiva, se concebía imposible estudiar un fenómeno sin comprender que había algo más grande que lo contuviese. El espacio y el tiempo simbolizaban la plenitud del universo, un todo complejo y perfecto.

La estructura de la polis de Platón en Timeo, expone la complejidad espacial del mundo griego; la Chora, que va más allá de los límites de la Asty (donde se mora, es decir, la morada), es entendida como existencia, medio y ser, pues de ella llegan los alimentos y el agua a la asty, es decir, la chora es la fuente de vida para morar; se puede decir, que las ideas sobre el espacio no se remiten a su funcionalidad, sino a la presencia del humano produciendo devenir (Collingwood, 2006). Posterior a este pensamiento, y como resultado de la expansión de las ideas judeocristianas sobre un dios absoluto y todopoderoso, el humano es concebido como heredero de la tierra y, por tanto, ser supremo, dueños por derecho divino del mundo y sus elementos.

Este pensamiento cimienta gran parte del pensamiento occidental, con el cual se concibe una nueva idea del espacio, esto es, el espacio absoluto, contenedor de objetos, inerte, inmaterial, homogéneo e isotrópico y separado del tiempo. En él, seres humanos dotados de la razón pueden ejercer su dominio y control (Harvey, 1997; Lefebvre, 2013). Postura consolidada por el pensamiento nomotético, científico y analítico, que banalizó tanto el espacio como el tiempo (Morin, 2004). Estas ideas se extendieron por el pensamiento de Descartes, Leibniz y Kant, fundándose en la modernidad y, cuyas bases filosóficas sustentadas en la racionalidad del ser, lograron posicionar la razón por encima de la naturaleza, separando mente de materia y tiempo de espacio (Adorno, 2007).

Con lo anterior, se crea un paradigma objetivo en el cual la noción de espacio es atribuida a la superficie terrestre como un receptáculo apartado de toda lógica y acción social y ecológica (Lefebvre, 2013). Esta idea del espacio se materializó en una práctica utilitarista del mundo y la vida, propiciando formas particulares de producción de conocimiento, dando origen a diversas escuelas del pensamiento científico que en el caso de la geografía fueron, por un lado, la geografía analítica clásica (positivista) y, por otro, la ingeniería espacial, orientadas al ordenamiento territorial, el urbanismo, la planificación de las ciudades, la promoción inmobiliaria, turismo, entre otros (Lefebvre, 2013; Lussault, 2015).

En el estudio del espacio se destacan dos elementos centrales: El espacio absoluto “contenedor” de naturaleza (la superficie terrestre y sus atributos físicos y biológicos); y el espacio geográfico, como producto de las relaciones sociales con su ambiente natural (Delgado, 2003). La arqueología del primero, se remonta a los siglos XVI a XVIII, junto a los pensamientos de Galileo (espacio abstracto) y Newton (espacio absoluto), que destacaban por su disyunción entre espacio y tiempo. Según Cárdenas y Botero (2009), en la postura newtoniana se presentan dos aspectos claves para entender el espacio: 1) Espacio absoluto, y 2) relativo (Newton, 1982).

En el primero, el espacio es “uniforme, todas sus partes son análogas (...) el espacio es una sustancia que actúa sobre los objetos sin que estos actúen sobre él (…) [El espacio como escenario de] todos los fenómenos y manifestaciones de la naturaleza no humana” (Cárdenas y Botero, 2009, p. 52-53). En el segundo, se confiere atributos ontológicos al espacio relativo para hablar de su existencia natural más allá del mundo de las ideas y los seres humanos, es decir, existe independientemente de otras entidades (Perea, 2013).

En el pensamiento de Kant (2009), el espacio no es más que la forma de los fenómenos y de los sentidos internos, es decir, la única condición subjetiva de la sensibilidad, mediante la cual es posible la intuición externa en la que todos los objetos deben ser determinados, puede contener, antes de toda experiencia, los principios de sus relaciones; un enfoque estrictamente geométrico que lo reduce a una abstracción. Se presenta una disyunción ontológica entre espacio y tiempo, en la cual, el primero resulta subordinado al segundo. Esta característica plantea que los elementos están en el espacio y se constituyen a priori por relaciones de este (espacio); sin embargo, su contexto viene precedido por el tiempo.

Estos enfoques llegaron hasta finales del siglo XIX y principios del siglo XX en occidente, destacando el pensamiento francés, momento en el cual, la sociedad europea acogía los aportes del positivismo lógico de Comte (Morrison, 2011) y se daba un debate importante en las esferas del saber, entre las escuelas humanas y las llamadas ciencias duras, por la validez del pensamiento y la ciencia. En ese contexto, Durkheim y Mauss planteaban que el espacio y el tiempo correspondían a representaciones colectivas (Huici, 2007). Para Durkheim, el espacio tiene dos acepciones: Mítico-religioso y el espacio de las formulaciones científicas.

El primero, impregnado de subjetividad colectiva, cualitativo y heterogéneo (Morrison, 2011). En el segundo, la representación dominante era objetiva, cuantitativa y homogénea. No obstante, Durkheim afirmaba que era posible la convergencia entre ambas representaciones (espacio subjetivo y objetivo), mediante formulaciones intermedias propias de las representaciones colectivas y las estructuras de la sociedad. Estas ideas se materializaron en posturas filosóficas y teóricas racionales denominadas “complejos espaciotemporales” en las cuales, el desarrollo social, político y económico de los seres humanos se gestaba sin considerar elementos no humanos como suelo, agua y ecosistemas (afirmaba la dualidad sociedad - naturaleza). 

A mediados del siglo XX, Foucault rompe con la tradición clásica y lineal del espacio y el tiempo histórico (pensamiento occidental) desde su “método arqueológico”. Para Foucault (1968), el tiempo histórico se había articulado a los seres humanos bajo la idea de una historia plana, en la cual la tendencia era ver al tiempo como algo dinámico y ligado al desarrollo, y ver el espacio como un fondo (escenario) relativamente fijo y muerto. Pese a que Foucault no profundiza en su obra el debate sobre el espacio geográfico, expone importantes nociones al respecto ligadas al poder.

En Foucault el espacio se asocia al lugar producido socialmente por afectos, subjetividades, percepciones y mediado a través de relaciones de poder (Foucault, 1968). El espacio representa un campo de poder que se configura mediante la convergencia del saber, las técnicas y formas de gobierno (Perea, 2013); sus límites están asociados a los alcances de las relaciones de poder presentes (inclusive, se habla de un poder de sometimiento humano sobre la naturaleza). Según Garcia (2006), para Foucault “el poder solo adquiere materialidad, consistencia, presencia y movimiento en el espacio” (p. 17).

Tras la muerte de Foucault, en una conferencia internacional en 1984, se da a conocer uno de sus últimos trabajos titulado Of Other Spaces (“Des espaces autres”) en el cual, según Soja (2014), el mismo Foucault planteó la noción de espacio producido a través del concepto denominado “heterotopología”, como complemento a los planteamientos del filósofo y sociólogo francés Lefebvre (2013) sobre la producción social del espacio (planteamiento que se presentará más adelante), resaltando que el espacio se configura por “políticas y privilegios, ideologías y colisiones culturales, ideales utópicos y opresión distópica, justicia e injusticia, poder opresivo y posibilidad de emancipación” (Soja, 2014, p. 149).

En esta misma línea temporal, Bourdieu y Passeron (1964) reconoce que los espacios existen en la medida que se representan por elementos materiales y simbólicos que influyen sobre la espacialidad de los sujetos. El autor propone que los sujetos, mediante su habitus, tienen la capacidad de romper con las estructuras de poder mediante la acumulación de capital simbólico adquirido en diversos campos (político, económico, social, artístico, entre otros). Además, cada campo está permeado por la cultura, la cual es distinta y se consume de manera diferente de acuerdo con las clases sociales y sus espacios.

Lo anterior, permite una visión del espacio como producto social; sin embargo, en la teoría de los campos de Bourdieu, se mantiene una idea de campo físico contenedor de múltiples campos (sociales, literarios, del lenguaje, entre otros), disociado de elementos no humanos (persiste una separación entre sociedad y naturaleza). Los agentes sociales, con sus respectivos habitus, tienen la capacidad de transformar sus campos (Huici, 2007). Esta idea es llevada a la dimensión espacial de la sociología y otras disciplinas de las ciencias sociales para comprender cómo el habitus y la cultura propician cambios a nivel territorial y regional (desde el individuo con su práctica espacial hasta la sociedad y su capacidad de agencia).

Con la emergencia del pensamiento crítico en la década de 1960 del siglo XX y la preocupación por la denominada crisis ambiental, surgen nuevas formas de concebir el mundo y el espacio-tiempo como elementos estructurales de la vida social. Dicho contexto permitió reflexionar epistemológicamente sobre dos aspectos: Primero, acerca del papel humano como agente transformador de la naturaleza y como parte indisociable de la misma naturaleza (Moore, 2020); y, en segundo lugar, sobre las dinámicas sociales que producen la degradación socioecológica del planeta (agotamiento y degradación de elementos esenciales para la vida en el planeta) bajo un nuevo paradigma ecologizada y político con amplio peso e incidencia teórica en los estudios urbano regionales de la época (Goldman y Schuman, 2000; Brenner y Schmid, 2015; Brenner, 2004; 2009; Guillén et al., 2020).

De este modo, emergen escuelas críticas al positivismo lógico interesados en conocer la dimensión espacial de los acontecimientos sociales, políticos y ecológicos en los cuales, según Delgado (2003) “las relaciones espaciales y el espacio mismo, son entendidos como manifestaciones dialécticas de las relaciones sociales de clase en un espacio geográfico producido y reproducido con la naturaleza no humana” (p. 79), donde se imponen intereses particulares, característicos de la agencia. Se marca, entonces, un interés por el pensamiento espacial producto de las relaciones dialécticas entre sociedad y naturaleza. De este modo, emerge una filosofía del espacio lejos de toda realidad abstracta, reduccionista y contenedora de objetos.

En esa línea, Lefebvre (2013) presenta la idea de espacio mediante posturas hermenéuticas críticas, teniendo presente las sinergias entre sociedad y naturaleza y, por supuesto, como un intento epistemológico y teórico por articular las dimensiones sociedad/societal y temporal/histórica con su dimensión espacial/geográfica bajo la noción de trialéctica espacial. Lefebvre propone la teoría de la producción social del espacio, la cual, en su momento, se apoyó del materialismo histórico geográfico y los modos de producción capitalistas como base para sus postulados (Soja, 2008).

A Lefebvre le interesaba comprender la reproducción y contradicciones de las fuerzas sociales capitalistas como un proceso espacial (en la búsqueda de la justicia espacial por efectos del desarrollo urbano desigual). En ese sentido, las relaciones sociales no solo se daban en las fábricas, tenían protagonismo en el espacio geográfico exterior a las factorías, como constituyó la producción de ciudades y los estudios urbano-regionales (Smith, 2020).

Esta postura teórica del espacio implica, para los estudios en ciencias sociales y ambientales, conocer no solo las prácticas espaciales y relaciones de poder, sino los símbolos, afectos, significados involucrados en las representaciones colectivas e individuales; se cuestiona las luchas y disputas sociales por elementos de la vida (agua, suelo, minerales, entre otros) y las localizaciones. Esta postura permite identificar los conflictos humanos ahora denominados conflictos socioecológicos (Aguirre y Buitrago, 2019). El pensamiento de Lefebvre es clave para comprender la espacialidad humana bajo los pilares epistemológicos que reconocen la sociedad como parte indisociable en la naturaleza, al tiempo que reconocen a la naturaleza en la sociedad.

En esta línea de pensamiento se destaca Harvey (1977), cuyos planteamientos teóricos fundados en el materialismo histórico y la dialéctica marxista crítica, definen el espacio como producto de las relaciones sociales y modos de producción capitalistas, es decir, un espacio creado durante procesos históricos determinados que no desconocen su base biofísica. Para Harvey (1998; 2000; 2004), el espacio no puede ser concebido como neutral o abstracto, dado que toda espacialidad humana tiene repercusiones ambientales por su carácter hegemónico de trasformación de la naturaleza.

Por su parte, Harvey (2021) propone tres maneras de entender lo espacial y el espacio en el ámbito del modo de producción capitalista como absoluto, relativo y relacional. Es absoluto, en la medida que en él circula el capital; relativo, cuando se tranzan mercancías en el mercado; y relacional, en la medida que los dos primeros momentos se entrelazan dialécticamente.

A Harvey (2018), le interesa comprender desde el pensamiento complejo las contradicciones socioecológicas, que “producen las formas espaciales y la organización del espacio en el capitalismo actual, caracterizadas por el desarrollo geográficamente desigual de las condiciones ecológicas, culturales, económicas, políticas y sociales” (Delgado, 2003, p. 87) y analizar dichas acciones en clave espacial (transformación de la naturaleza), a través de posturas críticas fundadas en la espacialidad humana que den cuenta de las dialécticas relacionales, los procesos históricos y materialistas del espacio como producto social.

De acuerdo con Delgado (2003), Harvey destaca cinco aspectos claves para interpretar el espacio como producto de las relaciones sociales: 1) Tanto espacio como tiempo son construcciones sociales propias de la materialidad histórica del mundo; 2) la noción e interpretación de espacio y tiempo dependen de los acervos culturales en contextos específicos; 3) la construcción social del espacio y tiempo no se reduce a simples enunciados subjetivos, individuales y arbitrarios; 4) las definiciones de espacio-tiempo objetivos están inmersas en su proceso de interpretación social, puesto que el Estado y la economía capitalista se basan en esta perspectiva; 5) tanto espacio como tiempo representan campos de lucha política y confrontación social a través de relaciones de poder asimétricas, de clase, género, cultura, religión, ecológicas, entre otros aspectos.

En el pensamiento latinoamericano sobre el espacio se destacan los planteamientos de Santos (2000), quien lo define como “un conjunto indisoluble de sistemas de objetos y sistemas de acciones” (p. 18), es decir, la inseparabilidad, tanto de los factores y condicionantes naturales, como de los producidos por la sociedad. Es así, como Santos (1996a) afirma que “el espacio no es ni una cosa ni un sistema de cosas, sino una realidad relacional compleja: cosas y relaciones juntas” (p. 27). Los primeros, son el producto de una elaboración social; mientras que los segundos, resultan de la evolución de la naturaleza natural. Su existencia material se da en relación con otros procesos de carácter social, político, ecológico, económico y culturales.

Santos (2000), hace referencia a los objetos técnicos o artificiales como elementos condicionantes del espacio producto del trabajo humano y desarrollo científico, tales como: Puentes, carreteras, industria, el mercado, entre otros. Para Santos (1996a; 1996b; 1997a; 1997b; 2000), el sistema de objetos y acciones tiene la capacidad de transformar el espacio.

Los objetos son producto del trabajo y de la técnica, y se diferencian de la naturaleza, por lo que Santos (2000) denomina objetos humanizados, es decir, que para su total o parcial constitución pasaron por la interacción humana. Así, “el espacio no es neutro, ya que su evolución es, al mismo tiempo, un efecto y una condición del movimiento de la sociedad global” (Santos, 1996a, p. 25), donde cada combinación de formas espaciales y técnicas representan el principal atributo del espacio, su virtualidad y limitación (Delgado, 2003).

Para finales del siglo XX toma mayor relevancia la idea de pensar complejamente el espacio geográfico como espacio social (Harvey, 2018). Comienza a consolidarse un pensamiento contrario a la idea clásica de espacio como contenedor de objetos y hechos sociales aislados de la naturaleza. Las bases epistemológicas que soportan su construcción como producto social no lo reduce a formas subjetivas, ideales o arbitrarias, ni mucho menos lo aparta del mundo material biofísico. Se cuestiona el efecto de las acciones humanas mediadas por las fuerzas del capital, como transformadoras de la trama compleja de la vida (Swyngedouw, 1997; 2009; Harvey, 2004; 2018).

Bajo dichos postulados cobra fuerza la ecología política como un campo emergente del conocimiento, que busca elucidar las cuestiones políticas y las relaciones de poder entre agentes sociales, con el fin de confrontar la idea de naturalidad del espacio y el tiempo como categorías que no deben ser interpretadas como elementos políticamente neutrales, principalmente, en temas urbano-regionales cuyo eje articulador se enmarcó en las formas de acceso al agua y el suelo en los procesos de producción y acumulación de capital, representados en los fenómenos urbanos (Swyngedouw, 1999; 2004; Soja, 2008; Castro, 2013; Ekers y Prudham, 2017; Villar, 2017).

Si bien, por un lado, la ecología política pretende ilustrar que, en los procesos de acumulación de capital, se ven imbricadas las relaciones sociales de poder, la cultura y los procesos ecológicos; por otro lado, el giro espacial que promueve, por ejemplo, Harvey (2018), resalta que tales formas de producción y transformación tienen un carácter espacial implícito a través del cual, los agentes capitalistas logran producir nuevas naturalezas (nuevos espacios).

Harvey (2004), identifica que los agentes capitalistas y el Estado asumen el espacio como absoluto, aceptando su neutralidad como escenario de contenidos y formas (perspectiva en la cual se ha fundamentado gran parte del ordenamiento territorial y ambiental y los enfoques del Desarrollo Económico). En él, se localizan aquellos elementos necesarios para la reproducción y acumulación de capital. Desde la ecología política, autores como Leff (2003; 2007) reconocen que, en la visión del Estado moderno y el capitalismo actual, existe un carácter objetivista, racional y lineal de la vida, el cual, según Harvey (2018), se puede elucidar mediante el estudio del espacio geográfico y las contradicciones socioecológicas del capital en la lucha y disputas por los espacios.

 

4. El espacio social y los estudios ambientales: La dimensión espacial de la ecología política crítica

En este apartado se brindan elementos teóricos para articular el pensamiento espacial con los estudios ambientales. Para ello, inicialmente se parte de una breve descripción de lo que se entiende por ambiente y estudios ambientales. Al final, se exponen elementos articuladores entre la espacialidad humana y la ecología política crítica, como perspectivas que convergen en la búsqueda de alternativas para comprender y estudiar los conflictos ambientales.

Aunque son diversas las definiciones de ambiente, se asume una idea sustentada en la totalidad de la vida que, por su carácter inconmensurable de diversos componentes, amerita de miradas integradoras y holísticas (sin caer en la praxis en ejercicios deterministas y antropocéntricos) con el fin de comprenderla. Una de las propuestas teóricas la plantea Moore (2020), quien parte de concebir el ambiente bajo la idea de Oikeios, concepto que asocia a una relación asimétrica y dialéctica “a través de la cual la organización humana evoluciona, se adapta y transforma en la naturaleza, [indicando además que] en dicha relación el capital y capitalismo son producto y productores del Oikeios” (p. 23).

Esta perspectiva cuestiona la clásica idea dualista instaurada en el pensamiento moderno sobre ambiente como una figura disyuntiva entre sociedad y naturaleza. Para Moore (2020), la postura con raíces en el pensamiento de Descartes permitió al capitalismo otorgarse poder, control y sometimiento sobre la naturaleza no humana (filosofía de enajenación de la naturaleza). Como resultado de esta visión clásica se impuso en los discursos científicos fuertes posturas positivistas cuya doxa fue el objetivismo radical, materializado en un mundo complejo e indeterminado (Saito, 2022).

Según Morin (2001; 2004), desde el pensamiento complejo tales planteamientos fundados en objetividades y verdades absolutas deben ser deconstruidos. En consecuencia, dicha forma dualista de ambiente asume la diferenciación humana de la naturaleza; es decir, desligando al modo de producción capitalista de toda responsabilidad en las transformaciones socioecológicas que se gestan en los procesos dialecticos de apropiación, dominio y control de la naturaleza (Harvey, 2018). 

En ese sentido, y de la misma forma que sucede al hablar de espacio como categoría integradora, cuando se habla de ambiente, es pertinente distinguir la postura epistemológica en la cual se inscribe su definición. Para ello, es pertinente tener una aproximación a las principales vertientes epistemológicas con sus escuelas teóricas y elementos metodológicos sobre ambiente que han imperado entre los siglos XIII y XXI, permeando, principalmente, la geografía, sociología y otros campos del saber ambiental (ver Cuadro 1).

Cuadro 1

Corrientes epistemológicas en los estudios ambientales

Corrientes

Metodología

Definición de medio ambiente

Escuelas geográficas

Nociones geográficas

Noción espacial

Neopositivista

Empírica; Hipotética deductiva

Determinista

Factorial

Mecanicista

 

Cuantitativa; Pragmática; Positivismo lógico

Teoría general de sistemas

Componentes naturales y sociales; estructuras

Espacio abstracto-linealidad

Espacio y tiempo separados

Eco-Sofía

Fenomenología; Social; Complejidad

Métodos Mixtos

Representación social; holístico; complejo; sistémico;

Sociedad-naturaleza

Elementos de ecología política y profunda (Naess, 1988)

Humanísticas no radicales; Geografía crítica; Estudios de género y poscoloniales; interculturalidad (Leff, 2007)

Percepción; Representa la Vida en su conjunto; Espacio socialmente construido;

Vitalismo;

Geosistema

Espacio tiempo como una espiral regida por ciclos astronómicos, meteorológicos, agrícolas y vitales. Producto de relaciones sociales, políticas, ecológicas, culturales

Radical

Inductivo – Deductivo

Naturalismo

Global

Posibilismo; Determinismo Geográfico;

Constructivismo radical

Marxismo ortodoxo que aparta los temas ecológicos de sus interpretaciones en la producción del espacio (Habermas, 1985; Goldblatt, 1996)

Género; Estilo de vida

Espacio como producto social apartado de su naturaleza;

Clara disyunción sociedad-naturaleza

 

 

 

 

 

 

Teoría crítica

 

Materialismo histórico-Dialéctico (Swyngedouw, 1999; O´Connor, 1993; Harvey, 2018; Moore, 2020; Saito, 2022)

Dialéctica entre naturalismo y constructivismo

 

Se busca no caer en los extremos epistémicos

 

Complejidad y

Métodos Mixtos

Relación cultura-ecosistemas

 

Se habla de una trama socioecológica

 

Los seres humanos mediante sus modos y medios de producción transforman y configuran nuevas representaciones de la trama socioecológica de la vida (Harvey, 2018; Moore, 2020)

 

Marxismo de corte crítico (Harvey, 1991; 1996; Redclift y Benton, 1994; Foster, 1999; 2000; Brenner, 2004; 2009; Brenner y Schmid, 2015)

 

 

Espacio social como elemento integrador en la comprensión y estudio de los sistemas socioecológicos

Espacio producido socialmente; relaciones de poder asimétricas en su producción social; relación dialéctica entre sociedad-naturaleza

 

Reconoce las contradicciones del capital y sus modos de producción desiguales, así como la interrelación de naturaleza y sociedad como aspectos profundamente dialécticos e indisociables (Goldfrank Goodman y Szasz, 1999).

 

Fuente: Elaboración propia, 2023 a partir de Mateo y Da Silva (2013).

Con lo anterior, se puede establecer que la noción de espacio como producto social puede inscribirse en dos corrientes claras a saber: Desde la Eco-Sofía y el materialismo histórico-dialéctico de corte crítico. En ellas se evidencian elementos articuladores o conectores tanto en la definición de ambiente como en la noción de espacio social. Ambas posturas se sustentan en la base de un pensamiento sistémico. Su complementariedad se halla en elementos puntuales como, por ejemplo, la visión crítica del mundo que se establece desde el materialismo histórico y la posibilidad de métodos mixtos, lo cual invita a trascender de la disciplina a los campos de la interdisciplina y transdisciplinariedad.

En ambos enunciados es pertinente pensar la idea de ambiente en la relación sociedad-naturaleza. Entre las definiciones más destacadas de ambiente se resaltan siete enfoques los cuales se resumen en el Cuadro 2, indicando su respectiva noción sobre la idea es espacio.

Cuadro 2

Visiones de ambiente y su respectiva noción de espacio

Enfoque

Descripción

Noción espacio

Biología del medio ambiente

Su raíz latina proviene de ambiens, que significa “lo que rodea”. Esta postura asumida por la ecología clásica y la biología para nombrar el entorno de un organismo (plantas, animales, microorganismos). El ambiente representa condiciones e influencias externas que afectan la vida y evolución de un organismo (elementos químicos, físicos, bióticos y abióticos) sin considerar a los seres humanos en dicha concepción.

Espacio absoluto; espacio abstracto.

Contenedor de objetos.

Antropocéntrica

Perspectiva clásica que incorpora al ser humano como centro de la vida. Considera el conjunto de factores bióticos (seres vivos sin contar los humanos) y abióticos (fisicoquímicos) susceptibles de provocar efectos directos e indirectos sobre los humanos. El ambiente como una totalidad fragmentaria. Se habla de una naturaleza sometida y proveedora de “recursos naturales”.

Espacio contenedor de objetos; pensamiento racional; El Estado moderno asume en muchos casos esta postura.

El ambiente como espacio geográfico

Define el ambiente a partir de las relaciones sociales, políticas, económicas, ecológicas y culturales. Un todo indivisible (relación compleja entre sociedad-naturaleza). Los elementos de la vida intercambian materia, energía e información con sus diversos componentes (visión ecosistémica). El ambiente se localiza, y responde a escalas espaciales y temporales. En él, las relaciones de poder son determinantes para entender las sinergias entre sociedad y naturaleza.

Espacio socialmente construido, integrador (relación sociedad naturaleza); Espacio y tiempo son inseparables.

Medio ambiente como representación social

Lugar de relaciones naturales y sociales donde la cultura tiene un papel importante en dicha relación. El ambiente resulta de procesos mentales (subjetivo). Cada cultura define su propia visión y noción de ambiente. El medio ambiente es por esencia, una noción intuitiva con base existencial donde la cultura determina la idea que se tenga de él.

Espacio socialmente construido; prima el subjetivismo; la experiencia; la percepción y la cultura. Precaución con posturas radicales.

Medio ambiente en la visión ecológica humana

Su noción central es la de un medio total, formado por varios niveles como, por ejemplo: el medio personal, los patrones de comportamiento humano y el nivel biofísico como soporte de los niveles anteriores. Incorpora los ecosistemas en los cuales tienen presencia los seres humanos. Se interesa por resolver las necesidades humanas cayendo en perspectivas antropocéntricas. Tiene un fuerte componente del positivismo lógico.

Espacio racional, absoluto; fragmentado; contenedor de objetos. Mirada dualista.

El medio ambiente desde una visión holística

El ambiente como estructura total formada por la interacción de cuatro subsistemas con características geográficas: El micro (sistema a escala de individuo) integrado por cuatro sub niveles 1) elementos físicos, 2) abióticos, 3) las actividades humanas y 4), las relaciones interpersonales o roles desempeñados; el meso sistema representa la interrelación de los atributos antes mencionados; el exosistema se concibe como un escenario donde los humanos no tienen inferencia, no obstante, todo lo que en ellos ocurre afecta a los humanos. Generalmente, corresponde al conjunto de mesosistemas interconectados que representan regiones o países; el macrosistema representa la cultura. Ella incide directamente en el resto de los sistemas. Los seres humanos no están separados de la naturaleza.

El espacio sigue siendo contenedor de las relaciones humanas.

Sin embargo, la perspectiva holística concibe a los seres humanos como parte indisociable de la naturaleza. Elementos de Economía Política.

Ambiente como Oikeios

Trama socioecológica

Relación asimétrica y dialéctica “a través de la cual la organización humana evoluciona, se adapta y transforma en la naturaleza (…) en dicha relación el capital y capitalismo son producto y productores del Oikeios” (Moore, 2020, p. 23). Esta perspectiva cuestiona la clásica idea dualista instaurada en el pensamiento moderno sobre ambiente como una figura disyuntiva entre sociedad y naturaleza. La Ecología Política como campo del saber emergente cuestiona el papel de las políticas que materializan y producen espacios al servicio del capital (Swyngedouw, 1999).

Las relaciones sociales son relaciones espaciales que se coproducen con la trama socioecológica. El capitalismo produce espacios de acuerdo con sus necesidades (Moore, 2020). El espacio juega un papel político clave en los modos de producción capitalista (Lefebvre, 2013; Harvey, 2018; 2021). Interacción con Ecología Política.

 

Fuente: Elaboración propia, 2023 a partir de Mateo y Da Silva (2013).

Con base en lo anterior, se evidencia que el enfoque que concibe la espacialidad humana como aspecto intrínseco de la producción de ambientes es la propuesta por Moore (2020) bajo la idea de Oikeios. Lo anterior, propone pensar el espacio y la espacialidad humana en el marco de los estudios ambientales como parte de la contribución al denominado giro epistemológico de las ciencias ambientales para enfrentar los paradigmas hegemónicos y sus crisis (Leff, 2018), y posicionar lo espacial-ambiental como un tema central en la política de los movimientos sociales en su lucha contra las políticas espaciales de los Estados nacionales modernos.

Este enfoque se ha ido incorporando a los estudios urbano-regionales y metropolitanos interdisciplinares como propuesta académica que busca integrar la noción política del espacio en las luchas socioambientales; un nuevo rol de la Ecología Política del Espacio (Buitrago, 2016; Narváez, Vargas y Gasic, 2022; Aguirre, Arroyo y Buitrago, 2023).

Esta mirada teórica va más allá de la visión clásica de la Economía Política interesada en conocer sobre conflictos de distribución ecológica (Martínez, 2021), o del constructivismo radical, en el cual el ambiente y el espacio se asumen como contenedores de cosas y procesos; es una forma de expresar dos posiciones: 1) El papel de la espacialidad y el espacio como aspectos determinantes de los denominados estudios ambientales; y, 2) de “explorar con nueva luz las relaciones de poder que se entretejen entre los modos de vida de las personas y el mundo cada vez más globalizado” (Leff, 2003, p. 18).

 

Conclusiones

Atendiendo al objetivo general del artículo, se resaltan algunas reflexiones: Primero, se evidencia teóricamente que la noción principal de espacio ha sido la propuesta heredada del pensamiento cartesiano y newtoniano, que lo asume como espacio absoluto y, por tanto, como un contenedor de objetos y formas, olvidando que lo espacial es relativo y relacional (topológico); cada elemento y acción (agentes sociales) transforma, estructura y reestructura el espacio y sus relaciones. Aspecto necesario para entender las injusticias ambientales, los conflictos espaciales y territoriales desde la dimensión de su espacialidad.

Esta manera de pensamiento, como paradigma totalizador y hegemónico, ha representado la base material del Estado Nacional moderno para llevar a cabo sus formas de ordenamiento territorial ambiental; postura que asume la vida y sus atributos como objetos que se pueden localizar y relocalizar ignorando las prácticas espaciales de las comunidades y sus visiones. Dicho enfoque a se ha enmarcado fácilmente en el paradigma científico y social que construyen el Statu Quo dominante asumido para abordar temas de desarrollo económico, guerras económicas por minerales, agua, fauna y flora, entre otros aspectos, que configuran la trama socioecológica de la vida. 

Segundo, no siendo ajena la evolución y el contexto sociohistórico de la noción de ambiente a contextos reduccionistas, mecanicistas y antropocéntricos, surgen perspectivas otras que lo conciben desde enfoques integradores y complejos, los cuales han logrado ser materializados como firmes propuestas a través de la Ecología Política como un nuevo campo para la acción y la justicia espacial y ambiental, en los cuales se incorporara en su lectura integradora la espacialidad humana como noción clave para explicar las múltiples transformaciones socioecológicas.

Si bien, lo que se pretende no es caer en el reduccionismo de hablar de ambiente y espacio geográfico como sinónimos. La intención de esta propuesta es propiciar reflexiones epistemológicas y teóricas a partir de formas de pensamiento próximas para interpretar la vida como un conjunto-proceso indisociable y asumiendo una visión crítica frente a la espacialidad humana en la configuración de los conflictos ambientales que atañen el siglo XXI.

Esta idea exhorta al debate de resaltar el papel político de la dimensión espacial a través del estudio de las desigualdades ambientales, gestadas en el marco de los procesos de reproducción, acumulación y continuidad del sistema económico capitalista. En tales procesos, las interacciones del capital son dinámicas y de carácter tangible, localizado sobre la superficie terrestre (localizaciones, lugares, entre otros) en los cuales el capital se mueve, produce y deslocaliza en la medida que logra encontrar nuevos puntos-localizaciones de anclaje para extraer las mayores ventajas económicas.

Este aspecto se enmarca en los postulados del giro espacial y su incorporación en los estudios ambientales mediante el surgimiento de nuevos postulados conceptuales y teóricos de corte sociocrítico como representa el caso de la Ecología Política, la cual busca comprender e identificar aquellos elementos configuradores de injusticias espaciales y conflictos ambientales.

Tercero, tanto en la visión del espacio como producto social y de estudios ambientales como campo interdisciplinar, se logra evidenciar puntos de encuentro al evocar la Ecología Política como elemento teórico articulador (especialmente mediante nuevos conceptos como trama socioecológica, sistemas socioecológicos, entre otros). Ambas posturas buscan entender el mundo y la vida a partir de las complejas relaciones de sus partes con el todo que las constituye, resaltando el rol que asumen los diversos agentes sociales y las asimetrías de poder en los procesos de producción y reproducción de la naturaleza (la agencia humana es clave para entender sus procesos).

De acuerdo con esto, los significados de espacio y tiempo son fundamentales para entender que en la espacialidad humana se puede leer la historia que se realiza en la superficie terrestre. Tal espacialidad evoluciona, es dinámica (creación-destrucción) y se realiza en una estructura mayor denominada como entramado socioecológico, la cual, en el mundo moderno, tiene el poder de transformar parcialmente la trama de la vida. Para comprender esto es necesario indagar por las ideas que sostienen y defienden los agentes sociales acerca del espacio y, por ende, la naturaleza.

Finalmente, incorporar el debate del espacio socialmente producido a la ecología política (con sus atributos políticos, económicos, culturales y ecológicos) se convierte en una opción integradora para los estudios ambientales que se conciben a sí mismos como campos emergentes frente a la actual crisis socioecológica del siglo XXI.

 

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* El artículo presenta parte de los resultados de la investigación doctoral denominada “Metropolización de Cali: ¿epílogo de los modos de vida rural?” que desarrolla el autor 1, en el marco del Doctorado en Ciencias Ambientales de la Universidad del Valle, Cali, Colombia, bajo la orientación del autor 2.

 

** Candidato a Doctor en Ciencias Ambientales en la Universidad del Valle, Cali, Colombia. Profesor Asistente en la Universidad del Valle, Cali, Colombia. E-mail: marco.aguirre@correounivalle.edu.co ORCID: https://orcid.org/0000-0002-5198-1748

 

*** Doctor en Geografía. Profesor Titular del Departamento de Geografía en la Universidad del Valle, Cali, Colombia. E-mail: oscar.buitrago@correounivalle.edu.co  ORCID: https://orcid.org/0000-0002-1726-9888

 

 

Recibido: 2023-09-19                · Aceptado: 2023-12-07