Revista de Ciencias Sociales (RCS)

Vol. XXX, No. 1, Enero - Marzo 2024. pp. 188-204

FCES - LUZ ● ISSN: 1315-9518 ● ISSN-E: 2477-9431

Como citar: Pérez, L. R. (2024). Emprendimiento rural. Definiciones y tipologías en América Latina desde los Andes colombo-venezolanos. Revista De Ciencias Sociales, XXX(1), 188-204.

 

Emprendimiento rural. Definiciones y tipologías en América Latina desde los Andes colombo-venezolanos

 

Pérez Pinzón, Luis Rubén*

 

Resumen

 

El emprendimiento rural es una dimensión espacial y socio-productiva del emprendimiento que no cuenta con una definición unificada entre sus componentes y características. Resultado de una investigación interinstitucional entre varias universidades auspiciadas por la Red Universitaria de Emprendimiento y un análisis contextual sobre las concepciones, prácticas y experiencias universitarias en emprendimiento rural en los Andes colombo-venezolanos, el objetivo de este artículo de reflexión es identificar las tendencias recientes en emprendimiento que plantean definiciones académicas y legales sobre el ser y el hacer del emprendimiento rural, adaptables al contexto latinoamericano. La metodología empleada corresponde a un estudio de enfoque cualitativo y método hermenéutico de análisis textual a partir de una muestra aproximada de sesenta artículos indexados y libros que plantean definiciones, tipologías y características sobre el emprendimiento en el sector rural. A partir de las perspectivas y tendencias sobre el estado de la cuestión, se concluye que las definiciones dominantes asocian al emprendimiento rural con la actividad innovadora, la motivación laboral, la integración productiva, el negocio transformador o la dinámica colectiva que se integran y sistematizan con las definiciones legales recientes al considerarse una acción sistemática y escalonada de una idea novedosa que se consolida como un negocio planificado.

 

Palabras clave: Emprendimiento; emprendedor rural; educación emprendedora; política emprendedora; Andes.

 

 

Rural entrepreneurship. Definitions and typologies in Latin America from Colombian-Venezuelan Andes

 

Abstract

 

Rural entrepreneurship is a spatial and socio-productive dimension of entrepreneurship that have not had a unified definition between its components and characteristics. Resulted of an inter-institutional investigation between several universities sponsored by the University Network of Entrepreneurship and a contextual analysis on the conceptions, practices and university experiences in rural entrepreneurship in the Colombian-Venezuelan Andes, the objective of this reflection article is to identify recent trends in entrepreneurship that propose legal and academic definitions of the being and doing of rural entrepreneurship, adaptable to the Latin American context. The methodology used corresponds to a study with a qualitative approach and a hermeneutic method of textual analysis based on an approximate sample of sixty indexed articles and books that propose definitions, typologies and characteristics of entrepreneurship in the rural sector. Based on the perspectives and trends to the state of the art, it is concluded that the dominant definitions associate rural entrepreneurship with innovative activity, labor motivation, productive integration, transformative business or collective dynamics are integrated and systematized with the recent legal definitions when considering a systematic and staggered action of a novel idea that is consolidated as a planned business.

 

Keywords: Entrepreneurship; rural entrepreneur; entrepreneurial education; entrepreneurial politics; Andes.

 

 

Introducción

Las tendencias sobre la definición y caracterización del emprendimiento en el sector rural se constituyen en uno de los vacíos recurrentes en la literatura y los marcos teórico-conceptuales de las investigaciones latinoamericanas, al centrarse los estudios contemporáneos de referencia latinoamericana en las comunidades locales (Tuarez-Rendón, Chiriboga-Mendoza e Intriago-Rodríguez, 2019; Boza, Manjarrez y Mendoza, 2020; Guzmán-Ávila, Cantos-Ochoa y López-Castillo, 2020; Giraldo, Lopera y Cardona, 2020), las mujeres campesinas (Antúnez, 2018; Castillo, Ordoñez, Erazo y Cabrera, 2020), los emprendedores agroindustriales (Mendoza, Loor y Vilema, 2019), los operadores turísticos (Guerrero et al., 2018), entre otros.

De allí que entre los objetivos de la Red Universitaria de Emprendimiento (REUNE) desde la Universidad Católica de Manizales (UCM, 2018) esté: “Establecer el estado del arte del concepto emprendimiento rural para construir una definición propia de esa categoría” (p. 1).

La revisión internacional sobre emprendimiento rural realizada por Pato y Teixeira (2013), evidenció que definir y caracterizar las realidades rurales locales o regionales no está limitada a la conceptualización y los referentes teórico-conceptuales preexistentes sobre los emprendimientos o las empresas nacientes. Arias-Vargas, Ribes-Giner y Garcés-Giraldo (2022), plantearon a su vez analizarlo desde los valores, contextos, roles y funciones de los emprendedores al hacer una revisión desde sus motivaciones históricas, que, si bien sistematizan las prácticas occidentales, no diferencian las características del emprendedor europeo y el norteamericano del latinoamericano o el andino. Así mismo, Jurado (2022) revisó y planteó apoyar a los jóvenes emprendedores rurales desde el desarrollo humano integral.

Sin embargo, otras perspectivas académicas descartan apelar a los referentes históricos, sociológicos o económicos sobre emprendimiento asociados con saberes o conflictos ancestrales y sugieren contextualizar y sistematizar las prácticas en emprendimiento vivenciadas en el sector rural (Cóndor, 2018; Remilien et al., 2018), así como establecer el diseño metodológico más pertinente para la selección y contraste de las experiencias productivas para establecer las definiciones más pertinentes (Courdin, 2013).

Al ser el objetivo de la reflexión identificar las tendencias recientes en emprendimiento que plantean definiciones sobre el ser y el hacer del emprendimiento rural, adaptables al contexto latinoamericano, en los siguientes apartados se presentan definiciones divergentes y tipologías emergentes sobre emprendimiento rural a partir de experiencias interpretativas. Para tal fin, son planteadas definiciones asociadas con: El manejo del riesgo y la oportunidad; la mentalidad asociada con el espíritu emprendedor; los efectos de la identidad familiar; las revisiones y proyecciones académicas; el fomento de ecosistemas de emprendimiento regional (Villegas y Amorós, 2019), así como las definiciones y tipologías legales de países como Colombia al regir a las políticas públicas y las universidades empresariales.

 

1. Fundamentación teórica

La definición de “emprendimiento rural” ha sido una construcción conceptual, derivada de otras definiciones y campos de conocimiento de las ciencias y disciplinas asociadas con el sector rural. La cual parte del quehacer de cada emprendedor y los elementos que afectan a su espíritu (Arias, Ribes-Giner y Arango-Botero, 2020), pero requiere la identificación de las teorías, tipologías y características generales asociadas con el “emprendimiento”. Las cuales han sido adecuadas al contexto, impacto y actividad de cada “emprendimiento rural”.

La visión de desarrollo económico planteada por Joseph Schumpeter (1942), desde su perspectiva sobre el “espíritu empresarial”, aún sigue abogando por nuevas generaciones de emprendedores disruptores dispuestos a innovar y crear en el sector urbanizado como en el agropecuario, en las metrópolis como en las periferias, al promoverse las dinámicas propias de todo emprendimiento como son: La gestión de productos nuevos; desarrollo productivo con nuevos métodos; explorar mercados alternativos; desarrollo de fuentes nuevas de suministros e, implementar formas nuevas de organización agroindustrial (Pato y Teixeira, 2013).

Esas categorías de análisis del emprendimiento con énfasis en el sector rural fueron consideradas y desarrolladas en revisiones pioneras como la de Wortman (1990), quien al considerarlo un campo novedoso para la investigación del emprendimiento hizo una revisión de la documentación oficial y privada de los gremios rurales de Estados Unidos desde la perspectiva dominante sobre desarrollo rural con el propósito de plantear una definición y tipología del emprendimiento rural acorde a las dinámicas e intereses de la agroindustria norteamericana.

McElwee (2006), a la par de proponer una definición propia de emprendimiento rural desde las actitudes emprendedoras, realizó una revisión de las capacidades emprendedoras en países de la Comunidad Europea a partir de las perspectivas nacionales sobre el rol del emprendedor rural y su capacidad para incrementar, especializar o diversificar su producción. Ante lo cual se han adaptado otras fuentes de ingresos como el turismo rural o festivales (Qu y Zollet, 2023), a partir de lo cual las capacidades emprendedoras resultan estar asociadas con habilidades personales.

Los resultados de sus estudios le permitieron a McElwee (2008) establecer y estandarizar su propia taxomomía de los campesinos emprendedores europeos. Desde la capacidad innovadora, Tripathi et al. (2022) plantearon que la definición y tipología de emprendimiento en Asia requiere la diferenciación entre emprendimiento rural y social.

La perspectiva latinoamericana considera que, a las dinámicas interinstitucionales, las capacidades personales y las habilidades innovadoras, es necesario incorporar condiciones o factores transversales acordes con el ‘espíritu empresarial’ como son: Innovación, toma de riesgos, gestión y mercadeo de un bien, creación y gestión de una empresa (pequeña).

Esta última condición es la que ha estado más relacionada con las actuales concepciones en emprendimiento rural, al asumirse que todo emprendimiento o empresa rural es una nueva forma de negocio que contribuye al desarrollo de áreas rezagadas, así como al establecimiento de empresas innovadoras capaces de cambiar las prácticas productivas y las nociones de valor tradicionales del trabajo como de los productos rurales. Para lo cual, se promueve la exploración de otras oportunidades en el mercadeo global para los emprendimientos locales como la sostenibilidad, la originalidad (denominación de origen), técnicas limpias, certificaciones gremiales, entre otras.

Las mejoras conceptuales sobre el emprendimiento rural durante los últimos veinticinco años de producción académica han estado asociadas con la revisión y la reinvención de las actividades, emprendimientos y empresas productivas en el sector rural (McElwee, 2006; Arias-Vargas et al., 2022). Su fin principal ha sido el mejoramiento de las condiciones socioeconómicas y organizacionales de las personas involucradas como de la comunidad en general. Razón por la cual, los políticos y planificadores conciben a cada emprendimiento rural como el instrumento que permite prevenir la despoblación rural y motivar el retorno de la mano de obra emigrada.

Los agricultores lo asumen como alternativa para el incremento de las ganancias agrícolas y las mujeres cabezas de familia como el medio de trabajo que evita descuidar sus hogares; mientras que los jóvenes “lo ven como una oportunidad de trabajo en su región” (Pato y Teixeira, 2013, p. 3).

A los estudios bibliométricos internacionales sobre emprendimiento rural promovidos en las últimas dos décadas para orientar las políticas de desarrollo rural, cuyas principales tipologías han sido revisadas por Pato y Teixeira (2013); y, Arias et al. (2022), se suman a las revisiones nacionales para comprender y justificar fenómenos como el emprendimiento femenino rural (Alario y Morales, 2016; Castillo, Ordoñez, Giraldo y Gallego, 2020; Jurado y Riascos, 2020; Restrepo, 2020), desde la perspectiva del desarrollo humano (Jurado, 2022).

Tendencia consecuente a la prioridad dada por la Ley 2069 de 2020, a partir de la cual se reconocen en Colombia tipologías analíticas sobre el emprendimiento asociadas con perspectivas multidisciplinarias y que conllevan establecer relaciones entre: Historia de la posesión y el uso de las propiedades rurales; la reducida existencia de construcción de teorías en la temática; perspectivas micro y macroeconómicas del emprendimiento rural (rasgos demográficos; tipos de emprendedor; rasgos psicológicos; crecimiento económico; desarrollo regional; medidas de política), así como políticas públicas y marcos institucionales para su fomento.

 

2. Metodología

La ausencia de una definición unificada y representativa del emprendimiento rural en los Andes colombo-venezolanos llevó a realizar un estudio de enfoque cualitativo, asociado con el método hermenéutico y el uso de técnicas de análisis textual que permitan la interpretación (González-Díaz et al., 2021) y narración (Nieto-Bravo, Pérez-Vargas y Moncada-Guzmán, 2023) de la revisión y contraste de fuentes bibliográficas disponibles en la web. La recolección de la información se hizo con buscadores de bases de datos como Web of Sciences, Scopus, Google Scholar y Ebsco, siendo seleccionados los resultados de las categorías “emprendimiento AND rural” y “emprendedor AND rural”, así como fueron excluidas categorías asociadas con “empresa AND rural” o “empresario”.

De los 100 artículos y libros identificados como población para el caso hispanoamericano, fueron seleccionados y filtrados 50 como muestra representativa para América Latina al hacerse caracterizaciones y definiciones conceptuales sobre el emprendimiento rural, a partir de las revisiones previamente realizadas por sus autores. Esas definiciones y características fueron agrupadas en seis tendencias o tipologías que sintetizan las propuestas por revisiones históricas como la de Arias-Vargas et al. (2022), para lo cual se contrastan constructos, características y definiciones asociadas con cada tipología, siendo organizados los conceptos por medio de citas, a partir del uso de tablas.

El análisis de los textos seleccionados fue realizado por medio del método heurístico. La presentación de los argumentos seleccionados por medio de citas directas y entrecomilladas, así como los referentes para las tipologías identificadas son resultado del contraste documental y el método hermenéutico de textos y fuentes bibliográficas.

 

3. Resultados y discusión

3.1. Importancia del riesgo empresarial

Cada negocio rural es formalizado al acordar sus asociados aspectos como: Cuáles son los indicadores y mecanismos de control que rigen a todos los participantes en el mismo al: Definir la descripción o naturaleza de cada negocio; realizar análisis comparativos desde la planeación estratégica (tipo FODA); estudiar los productos o servicios desde su ventaja competitiva; definir la estructura y tamaño del negocio, los procesos de dirección y comunicación que se tendrán para la toma de decisiones, el control estratégico del negocio para garantizar su “mejora continua sostenible”, así como atender las exigencias tributarias legales y el apalancamiento financiero que requieren los asociados (Mora, Fernández y Ortega, 2016; Mora y Constanzo, 2017).

La experiencia en países cuya población mayoritaria es rural ha evidenciado que los emprendimientos y negocios fracasan por factores como: La informalidad; estrategias de mercadeo y demanda inapropiadas; carencia de inventario; costos fijos insostenibles; pocas habilidades de negociación, y en especial, el agotamiento laboral de los emprendedores (Delgado, Constantine y Bricio, 2018). Esos limitantes productivos demuestran que no hay emprendimiento rural sin emprendedores y las acciones del emprendedor son las que delimitan las características de cada emprendimiento.

El emprendedor es un sujeto rural capaz de: Conocer sus recursos materiales, humanos y naturales; evaluar su uso potencial actual para producir alimentos y, considerar el mercado y sus cambios de condiciones. Toda su actividad creativa, innovadora y productiva se constituye así en un emprendimiento rural, al ser una actividad productiva iniciada como emprendedores inexpertos, incorporar innovaciones desde la organización, tecnología y mercado, para finalmente agregarle valor y mejorar sus condiciones en bienestar social (Jaramillo et al., 2013).

Las dinámicas y particularidades del hacer productivo, agroartesanal, agroindustrial o agroturístico a la par de las actividades agropecuarias tradicionales han motivado a investigadores como Jaramillo et al. (2013) a formular un índice de emprendimiento rural, inspirado en los emprendedores capaces de percibir en el mercado sus oportunidades, valorar en la asignación de recursos cuáles son sus riesgos y gestionar la creación de una empresa. Y con ello, la capacidad de innovación está determinada por la aceptación del riesgo a fracasar y la experimentación con alternativas dentro del mercado local.

El propósito de ese índice es establecer entre los microempresarios su actitud para emprender desde los riesgos económicos que generan las actividades innovadoras. Para lo cual, se requiere correlacionar las variables en propensión para asumir los riesgos (PAR) en cuanto a producción (RP), uso de nuevas tecnologías (RNT), creación productos nuevos (RNP), administración directiva (RAD) y la gestión de la financiación (RGF), entre otras, con variables propias del grado de innovación en cuanto a uso de insumos nuevos (NI), tecnologías nuevas de producción (NTP), producto nuevo (NP), administración empresarial novedosa (IAE) y marketing estratégico (EM) (Jaramillo et al., 2013). Propuesta innovadora que no ha sido considerada por otros autores o estudios.

La correlación de las percepciones del emprendimiento al estar orientadas por referentes propios de la psicología, administración, sociología o la economía, así como por estar fundadas en prácticas exitosas de empresarios consolidados y las experiencias de vida de emprendedores adultos, tienden a no coincidir con la perspectiva de los jóvenes con vocación emprendedora rural, especialmente jóvenes en proceso de resocialización al ser afectados por diferentes conflictos armados (Cifuentes y Rico, 2016). 

Desde la concepción de los jóvenes campesinos, cada emprendimiento resulta ser la búsqueda de un futuro mejor al crearse un proyecto de vida que mejora su actitud ante la anterior. Para lo cual, los proyectos de formación productiva y gestión requieren ser acordes con el contexto de la nueva ruralidad, especialmente al hacerse énfasis instruccional en prácticas pedagógicas sobre la formación en áreas agropecuarias.

Otro factor que incide en las cambiantes nociones, como en las prácticas asociadas con el emprendimiento rural, está asociado con la apropiación y adecuación de tecnologías productivas a la cadena de valor tradicional de una familia o comunidad. La lógica de la tecnificación ha de ser recurrentes para la concepción de los emprendimientos productivos asociados o separados de los núcleos familiares, propiciando la posesión de maquinaria y la prestación de servicios a otros campesinos o redes de usuarios al adoptarse otras estrategias socio-productivas.

Lo cual lleva a concebir y promover cada emprendimiento rural como “el desarrollo de actividades que desde la continuidad y crecimiento del emprendimiento” (Urcola, 2013, p. 27), fomenta el crecimiento personal y la prosperidad familiar desde la autonomía productiva tradicional, la tercerización de servicios familiares o la proletarización salarial y contractual al no ser rentable la producción familiar de subsistencia.

Entre esas estrategias socio-productivas están: Los emprendedores rurales que se resisten a separar el núcleo familiar de la actividad productiva como propietarios o arrendatarios; los productores familiares que asumen roles administrativos y dejan la actividad productiva a contratistas o arrendatarios; los productores familiares devenidos en contratistas que ofrecen su maquinaria y trabajo a terceros y descuidan la explotación de sus propios recursos; y en especial, productores familiares devenidos en empresarios rurales que al contar con capital financiero, bienes de producción y la dedicación administrativa, deciden contratar y supervisar el trabajo de productores asalariados en sus predios o en los arrendados a otros productores (Urcola, 2013).

Las dinámicas de mecanización agropecuaria han reducido el tiempo y esfuerzos requeridos, propician la exclusión productiva del emprendedor rural no calificado e incrementan la migración campesina a los cinturones de pobreza e informalidad urbana. Exclusión y migración caracterizadas desde el contexto europeo por: La migración de la vida rural a una residencia citadina, el descuido de los cultivos para su sustento, la exclusión productiva de las mujeres, y el desinterés laboral de los jóvenes con las tradiciones, así como acrecientan los períodos de inactividad económica y ocupación en trabajos secundarios. 

Así, resulta inevitable para el emprendedor o el campesinado que ante una mecanización creciente y con mayor tecnificación en las actividades productivas sea debilitada la estructura económica usual desde la cual fueron establecidas las tradiciones y costumbres agroempresariales de cada emprendimiento (Urcola, 2013).

 

3.2. Motivación y espíritu empresarial

Cada emprendimiento rural está asociado con el mismo “espíritu” que anima la constitución de empresas agropecuarias o agroindustriales por parte de empresarios aventureros (o muy jóvenes), activos, experimentados o jubilados, sin ser el emprendimiento la empresa en sí misma ni una fuente de ganancias o “éxito” (Red Española de Desarrollo Rural [REDR], 2017) a corto plazo (Cassar, 2010).

El emprendimiento rural es la motivación o espíritu que alienta y hace persistir al emprendedor, sin importar que al alcanzarse la madurez física o comercial tienda a agotarse. De allí que los emprendedores deban enfrentar cada día productivo las causas de cese, finalización o extinción de sus emprendimientos.

Algunas de esas causas para el caso de los Andes han sido asociadas por el Global Entrepreneurship Monitor (GEM, 2011) con: Dejar de ser negocios rentables; afrontar un competidor con más calidad y experiencia y no obtener financiación para competirle; aceptar la oportunidad de vender el negocio o los bienes de producción al llegar a ser muy reputados; sentir la incapacidad de sostener la nómina contratada; así como al no poder afrontar factores sicofísicos como el éxodo rural para descansar o el abandono y descuido del emprendimiento por enfermedad, vejez, soledad, agotamiento físico, entre otras.

Ese cambiante crecimiento o agotamiento del espíritu emprendedor relaciona los factores de riesgo o éxito entre la edad y la experiencia productiva del emprendedor con los conocimientos (aprendidos o titulados) y relaciones productivas (gestión y dedicación, socios, sector productivo, capital aportado) que llevan al crecimiento económico y al mejoramiento de los indicadores en los negocios (Acs et al., 2012). De allí que los emprendimientos rurales tradicionales (agrícolas, pecuarios o mineros) sean asociados con emprendedores con educación básica (primaria y/o secundaria) y dedicación completa; mientras que los emprendedores urbanos agroindustriales o innovadores están asociados con profesionales con formación universitaria (técnicos, tecnólogos o profesionales) y dedicación parcial a sus empresas (GEM, 2011).

Los conocimientos socioculturales, aunados a las relaciones socio-productivas con las que se cuentan, en contextos rurales-distantes o rurales-suburbanos, inciden a su vez en los efectos y manifestaciones de otros emprendedores, al constituirse el espíritu y las razones que los animan en los aspectos a favor o en contra de sus iniciativas a partir del: Conocimiento personal de otros emprendedores, el reconocimiento de oportunidades viables para emprender, el fortalecimiento de habilidades y conocimientos para la gestión empresarial, el manejo del riesgo adverso percibido, la importancia de una vida emprendedora reconocida y sus motivaciones.

Con lo cual, los valores, percepciones y actitudes emprendedoras del entorno influyen en la capacidad del emprendedor por equilibrar los factores de consolidación de su emprendimiento como son la continuidad de la actividad, las alianzas emprendedoras, acciones innovadoras o el temor al fracaso.

A cada emprendedor se le asocian tareas acordes con los diferentes enfoques con que se interpretan las empresas y los emprendimientos. Desde una perspectiva económica, el emprendedor debe centrarse en los costos de transacción, asumiendo para ello una actitud innovadora permanente al gestionar nuevos productos, métodos de producción, mercados y procesos administrativos. Novedades que inciden en la competitividad y crecimiento organizacional, así como deben innovar contando con habilidades personales y relaciones sociales, que desde una perspectiva administrativa e institucional resultan necesarias para planificar y ejecutar las estrategias que generan valor, ejecutar ideas y mantener un equilibrio funcional entre las competencias gerenciales y las experiencias organizacionales (Jaramillo et al., 2012).

 

3.3. Aportes de la identidad familiar

Las perspectivas gerenciales han sido cuestionadas al renunciar los empresarios consolidados a ser emprendedores arriesgados y al optar los emprendedores por asumir los roles tradicionales de los empresarios (Chaparro, 2010). Perspectivas individualistas y solitarias con las que se asocian el “espíritu indomable” de todo emprendedor, y emprendimiento que va en contravía de las concepciones y prácticas de la actividad social y productiva en el sector rural al ser la familia, la principal fuente de inspiración, motivación y perseverancia (Palacios, 2010). Con lo cual, lo que se puede aprender, sufrir y desaprender de cualquier actividad productiva rural está mediada por los aprendizajes socioculturales previos o los cuestionamientos posteriores de los núcleos familiares.

Desde la perspectiva de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, 2015) toda innovación o ruptura rural con las tradiciones productivas y, por ende, toda gestión para obtener respaldo, crédito o inversión está soportado en los presupuestos y recursos con los que se cuenta en las redes articuladas al círculo familiar. Y en especial, porque no existe seguridad que los emprendimientos innovadores tengan continuidad en las cadenas alimentarias, consolidarse como empresas de la agricultura comercial; o como señala Pedrozo (2016), contribuir al logro del desarrollo rural integrado desde políticas públicas o plenamente al campesinado a los programas de modernización industrial.

Ese imperativo para el desarrollo rural al condicionar la transformación de todo emprendimiento (idea de riesgo) en una empresa (negocio estable), por lo que se ve el emprendimiento rural o agrícola deja de ser familiar y sea definido, de forma recurrente y desde el contraste de revisiones teóricas, como la agremiación de productores o comunidades que desarrollan emprendimientos agrícolas o pecuarios al organizarse como entidades u organizaciones empresariales, las cuales deben afrontar los cambios en la identidad y las prácticas socioeconómicas rurales, así como deben considerar que sus impactos varían en los ámbitos económico, social, político o ambiental desde los que son analizados.

Por ejemplo, desde una perspectiva social asociativa se asume que cada emprendimiento agrícola desde sus actividades cotidianas puede generar más prosperidad y tejido social al integrarse a cooperativas o asociaciones (Pedrozo, 2016). Esa perspectiva de formalización empresarial ha sido validada por las universidades colombianas desde sus facultades de ciencias agrarias al ofertar programas de formación en emprendimiento rural que asumen la preexistencia o la creación, constitución y consolidación de una empresa agropecuaria formal.

Desde la perspectiva de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL, 2019), toda capacitación para emprendedores rurales requiere: La generación de aprendizajes significativos sobre emprendimiento; uso de herramientas administrativas, legales y comerciales para lograr emprender; búsqueda alternativa de medio de financiamiento; y, la planeación de proyectos con enfoque rural para su modelo de negocios. Con lo cual, la formación superior en emprendimiento rural debe estar de forma específica a usuarios rurales interesados en crear empresa o proyectos productivos que logren ser escalables y con alto valor para el sector agroindustrial. Aunado a una visión empresarial del emprendedor rural como una persona con nociones y prácticas en negociación, liderazgo y creatividad.

En oposición a esa perspectiva escalable, desde las instituciones educativas provinciales se asume que todo emprendimiento rural requiere el equilibrio y complemento entre las habilidades empresariales del emprendedor, las exigencias empresariales de escalamiento y las relaciones socio-productivas de los entornos familiares para la toma de las mejores decisiones, desde los cuales se reafirma y asegura el “espíritu” de riesgo que caracteriza a todo nuevo emprendimiento (Gamboa et al., 2020).

Con lo anterior, el éxito o fracaso individual repercute en el ámbito familiar (Salcedo, De la O y Guzmán, 2014) y resulta pertinente proyectar cómo las acciones de mejora o cambio promueve la calidad en las formas de vida de las comunidades como de las familias desde la salud ambiental y económica de la vida campesina (González, 2018).

La “fuerza” o espíritu emprendedor de cada individuo, moviliza recursos locales para atender demandas insatisfechas del mercado, pero al involucrarse otras personas o grupos que apuestan por esa misma visión de aprovechamiento de oportunidad, emerge la oportunidad de asegurar mayor valor entre cada uno de los actores sociales articulados y comprometidos al emprendimiento (López et al., 2018). Por ello, la mayoría de los emprendimientos rurales tienden a ser familiares o comunitarios al encontrarse al interior de esas estructuras sociales: La flexibilidad, los esfuerzos sin retorno inmediato, la diversificación productiva y la estabilidad económica que no son posibles en una agricultura estrictamente comercial o industrial. 

De tal modo, al contar el emprendedor con los recursos y bienes necesarios para la producción inicial, las ventas no se asumen como lucro o ganancia empresarial al ser utilidades resultantes del trabajo realizado que se reinvierten para mejorar el emprendimiento, así como para fortalecer la economía local al realizar compras y consumos a otras familias o emprendedores (Salcedo et al., 2014).

 

3.4. Fomento de ecosistemas en emprendimiento

La noción de cambio socio-productivo y transformación técnico-sostenible, a partir del logro familiar, comunitario y cooperativo del desarrollo, genera una definición emergente del emprendimiento desde la perspectiva organizacional asociada con los ecosistemas de emprendimiento (Hayter et al., 2018; Zivdar y Sanaeepour, 2022). Perspectiva desde la cual el emprendimiento rural es la dinámica en la cual las personas, familias o empresas se asumen como integrantes y participes de organizaciones o asociaciones territoriales de emprendedores, cuyas estrategias colectivas contribuyen a: Mejorar la infraestructura, fortalecer cada organización territorial, crear o mejorar los recursos intangibles y crear o desarrollar las empresas formales (GEM, 2016).

Esa dinámica permite promover o inhibir a corto plazo la creación de nuevas empresas o negocios acorde a la evolución o tendencias del emprendimiento rural provincial o municipal; asumir la mejora continua de los productos y desempeños, así como enfrentar en unidad la presión de otras organizaciones o empresas competidoras con portafolios de productos y servicios novedosos. A largo plazo, algunos ecosistemas regionales de emprendimiento (Freire-Gibb y Gregson, 2019), han logrado mejorar los indicadores de empleo, el Producto Interno Bruto (PIB) per-cápita, las acciones de contención de factores productivos adversos como el despoblamiento rural, la masculinización laboral, los indicadores en calidad de vida local y la dinamización socioeconómica de los espacios productivos de cada familia o comunidad (GEM, 2016).

Al ser una perspectiva de desarrollo sustentada en el encadenamiento de las iniciativas familiares con las redes que buscan solucionar necesidades productivas o mejorar las condiciones comunitarias, no hace parte de las proyecciones formativas de los gremios o las universidades al primar la visión de empresa y empresario rural. Sin embargo, los opinadores e influenciadores de las redes sociales en línea optan por reafirmar la visión individualista y aislacionista que tradicionalmente ha estado asociada con el emprendimiento agroindustrial, pero que no reflejan los esfuerzos e interés reales de los campesinos. Con lo cual, la inmersión productiva en un ecosistema contribuye a reactivar el “sector primario”, sin compromisos ni responsabilidades con las comunidades que producen y abastecen las materias primas requeridas (REDR, 2017).

Los emprendedores y empresarios rurales que han promovido el desarrollo de sus negocios de forma aislada y siguiendo modelos tradicionales reconocen que todo emprendimiento requiere imitar prácticas exitosas (Pérez, 2015). Desde la perspectiva del mundo rural es inevitable reconocer y diferenciar sus características personales con las de los emprendedores urbanos, transmediales o multinacionales desde aspectos como el nivel educativo, capital humano, habilidades psicologicas (autoconfianza, valoración de oportunidades, tolerancia del riesgo) y las experiencias adquiridas por empresarios exitosos o fracasados. Con lo cual, todo intento por formar emprendedores requiere estudiar la vida socioeconómica y la obra empresarial de emprendedores considerados como exitosos o consolidados (Fuentelsaz y Montero, 2015).

El trabajo rural con redes mediadas por los equipos técnicos de instituciones públicas u organizaciones de cooperación cuenta con estrategias metodológicas propias. En el caso de las redes de emprendimiento e innovación (Redei) para alcanzar las metas de la competitividad territorial se ha propuesto un proceso de comprensión, contraste y proyección del territorio en donde interactúan las redes.

Estos contextos, conformados por acciones como: Caracterización geográfica y demográfica del territorio; análisis de factores que inciden en cada emprendimiento como son la edad, estudios, apoyo laboral y concepciones productivas de los emprendedores; las facilidades, así como costos de los recursos y servicios que son requeridos para la consolidación de los emprendimientos personales o comunitarios; la realización de los pasos anteriores por organizaciones reconocidas y cuyos proyectos son aceptados como acciones que propician el desarrollo local, a partir de los diagnósticos y necesidades establecidas (Red de Emprendimiento e Innovación en Castilla y León [REDEI], 2016).

 

3.5. Regulaciones y estímulos legales: Caso Colombia

El anhelado apoyo estatal al emprendimiento rural también tiene límites. Las instituciones públicas y los programas o proyectos de emprendimiento cambian al modificarse la legislación para el desarrollo rural o al culminar los gobernantes, su mandato, optando el sucesor-opositor por “desmarcarse” de los programas precedentes al cambiar o eliminar las políticas y programas en curso para una marca y recordación gubernamental propia sobre desarrollo. De allí la importancia del papel intermediador y articulador de las redes gremiales o territoriales al promover la continuidad, fortalecimiento o rediseño de las políticas públicas respaldadas, apelando a las experiencias exitosas o las acciones colectivas de integración e intercambio consideradas fundamentales para el crecimiento y la competitividad colectiva.

Ejemplo de ello es la definición de “emprendimiento” y “emprendimiento rural” durante las primeras décadas del siglo XXI en la legislación colombiana. La Ley 1014 del 2006, mediante la cual se promueve fomentar la cultura del emprendimiento escolar y la adopción en todos los establecimientos educativos del “espíritu emprendedor”, definió el emprendimiento como la forma de actuar, pensar y razonar para: Crear riqueza colectiva; valorar las oportunidades; asumir una visión global de la economía local; gestionar el espíritu individual o grupal a partir de principios como el liderazgo, el equilibrio y el riesgo calculado, y consiguió, crear mayor valor para beneficio de la sociedad, el entorno económico y las familias (Artículo 1).

Creación de riqueza y valor desde la gestión del riesgo por medio de planes de negocios promovidos desde los colegios (Simón, 2015), por el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA, 2019) y el Ministerio de Educación Nacional (MEN, 2020), pero al no diferenciarse sus actividades y contextos productivos es imposible delimitar sus aportes innovadores al mundo productivo de los emprendimientos rurales.

La Ley 2069 de 2020, cuyo fin fue impulsar todo tipo de emprendimiento en Colombia, tampoco logró definir ni precisar de forma explícita qué se entiende o diferencia al emprendimiento rural del urbano, al buscarse la generación de equidad y mejoramiento del bienestar social, dejando esa responsabilidad en cuanto a definiciones, características, tipos, lineamientos e iniciativas sobre cultura y mentalidad emprendedora a la Agencia Nacional de Emprendimiento e Innovación (INNpulsa) (Art. 46 y 48).

El emprendimiento rural desde esa perspectiva legal y gubernamental es promovido como una iniciativa planeada, fortalecida, tecnificada y financiada con carácter incluyente para ser liderada por pequeños productores, ya sean jóvenes, mujeres, comunidades étnicas, poblaciones vulnerables, retornados, nómadas digitales, reincorporados, reintegrados o víctimas de la violencia en el sector agropecuario, con el fin de promover desarrollo social al mejorar sus cadenas de valor con rentabilidad, crecimiento, estabilidad, sostenibilidad y formalidad laboral (Ley 2069 de 2020, art. 46 y 48).

Los emprendimientos rurales pueden ser de acuerdo a la Ley 2069 de 2020: Productivos, tradicionales o innovadores; verdes o ambientalmente sostenibles (Art. 48); sociales o para mejorar el bienestar comunitario y reducir la pobreza rural (Art. 53); universitarios o para titulación de grado al gestionar proyectos creativos orientados a la innovación y el emprendimiento a partir de la autonómica productiva de cada graduando y articulado a un ecosistema socioeconómico (Art. 76), así como proyectos de emprendimiento o empresas que hacen parte de los programas gubernamentales de competitividad e innovación. 

Ahora bien, cada emprendimiento se divide en las etapas de: Emprendimiento naciente (Art. 61), con potencial de crecimiento y acceso a capital semilla; en consolidación, con el apoyo y financiación de redes o entidades públicas para el emprendimiento e innovación empresarial y, empresa formalizada y sostenible. Al llegar a esta última condición, y por ser parte del “ecosistema emprendedor e innovador del país” (Art. 50), es clasificada como empresas micro, pequeña o medianas, son aseguradas como parte del “tejido empresarial” del país y registradas en el Registro único Empresarial (Art. 49), a la par de ser ubicadas en las etapas de emprendimiento, crecimiento, consolidación o sostenibilidad (Art. 27).

Sin embargo, es explícito cuál es la prioridad en la financiación y acompañamiento oficial al anteponerse los emprendimientos de asociaciones o “empresas de mujeres” (Art. 47) a los emprendimientos rurales tradicionales (masculinos o asociativos). De igual modo, se evidencia el interés por sustituir el enfoque en emprendimientos particulares por los asociativos, entendidos como la colaboración comunitaria para la satisfacción de necesidades familiares al promoverse la transformación de la economía campesina para mejorar la seguridad alimenticia y productiva (Art. 21)

También fueron establecidas alternativas de fomento y expansión de los emprendimientos con: Franquicias para la expansión; las cooperativas o las asociaciones mutuas para la economía campesina, familiar y comunitaria; el fomento descentralizado por redes de ángeles inversionistas, redes de empresarios solidarios para apoyar a las microempresas, y redes de voluntariado para el emprendimiento y organizaciones de economía solidaria que al ser declarada sin ánimo de lucro están orientadas a promover cada emprendimiento rural o social (Art. 81); y la gestión universitaria de unidades o centros de emprendimiento (Art. 82).

A esos retos y proyecciones dispuestos en las leyes de emprendimiento se suma la continuidad que deben tener las experiencias exitosas que evidencian la importancia y continuidad de proyectos con el apoyo estatal e intergremial. Experiencias entre las cuales se destacan: Las alianzas productivas de familias que se asocian para renovar sus monocultivos o incorporar tecnologías que los hacen más productivos y rentables.

Asimismo, la creación de cadenas de producción-transformación-consumo que excluyen los intermediarios y los sobrecostos de los servicios complementarios, así como los programas de relacionamiento directo del productor rural con el consumidor masivo de sus espacios (turismo rural o de naturaleza) o productos (restaurantes, hoteles, operadores turísticos, entre otros) (Murillo-Soto, 2016; Oyarvide et al., 2016), a la par de asegurar la compra de cada cosecha estacional en mayor cantidad y con precios preestablecidos.

 

Conclusiones

La revisión de las concepciones, definiciones y perspectivas que tienen conceptos emergentes, como es el caso de “emprendimiento rural” evidenció que la contextualización de las prácticas y experiencias, lo que diversifica las oportunidades interpretativas y las perspectivas que generan definiciones coherentes y pertinentes para comprender sus características, así como proponer metodologías para su consolidación.

La tipología que asocia el emprendimiento rural con el manejo del riesgo y la oportunidad, lleva a definirlo como una actividad productiva iniciada por los emprendedores, la cual se reconoce por su innovación, organización, en mercado y tecnología, lo cual agrega mayor valor y mejoras en bienestar social verificables con el índice de emprendimiento rural. La mentalidad asociada con el espíritu emprendedor permite definir a su vez al emprendimiento rural como la motivación o espíritu que alienta y hace persistir al emprendedor, sin importar que al alcanzarse la madurez física o comercial tienda a agotarse; para lo cual se requiere una dedicación completa y una educación o formación limitada a solo a esa actividad productiva.

Desde la perspectiva de los efectos e impactos que tiene la identidad y solidaridad familiar, el emprendimiento rural es la integración de grupos o trabajadores rurales que llevan a cabo actividades productivas agropecuarias con una organización usual, la formalización como una institución empresarial y a través de actividades que generan tejido social. En oposición, las tendencias reconocidas desde las revisiones y proyecciones bibliográficas de las últimas décadas, coinciden en que cada emprendimiento rural es un negocio novedoso que contribuye al desarrollo de áreas rezagadas y el establecimiento de empresas que conllevan el cambio de las prácticas productivas, la revisión de los valores comunitarios y la mejora de los productos rurales tradicionales ante las oportunidades en el mercadeo global. 

Sin embargo, al considerarse las propuestas que fomentan procesos productivos como parte de ecosistemas y redes, el emprendimiento rural es definido como la dinámica que asumen los integrantes y participes de organizaciones o asociaciones territoriales de emprendedores, cuyas estrategias colectivas contribuyen a mejorar las infraestructuras, fortalecer las organizaciones, mejorar los recursos inmateriales y lograr la creación de empresas.

Las definiciones en emprendimiento rural revisadas aportan perspectivas alternas a los protocolos empresariales de gestión y formalización de los emprendimientos, al reconocerse otros factores como son: La actividad innovadora, la motivación laboral, la integración productiva, el negocio transformador o la dinámica colectiva que se complementan, e incluso se sintetizan con la perspectiva de la reciente legislación en emprendimiento de Colombia, al considerarlo una acción sistemática y escalonada que parte de una actividad usual y se consolida en un negocio planificado. 

De allí que sea pertinente concebir cada emprendimiento rural como una iniciativa planeada, fortalecida, tecnificada y financiada, de carácter incluyente, que es liderada por pequeños productores, jóvenes, mujeres, comunidades o grupos de interés, con fines productivos, verdes, sociales o académicos, cuya idea de cambio o innovación finalmente se formaliza como una empresa asociativa que fortalece el tejido social y empresarial de cada país.

Esa propuesta de definición para un caso y contexto específico como son los Andes colombo-venezolanos no exime el reconocimiento de las limitaciones que se tuvieron hasta 2022 al no existir estudios ni revisiones para un concepto y tipología de reciente como es el ‘emprendimiento rural’, motivo por el cual los resultados obtenidos permiten presentar una revisión genérica y sin casos o experiencias específicas para la región de estudio, así como el contexto y las perspectivas nacionales están soportadas en los informes de organizaciones internacionales como GEM o universidades dispersas.

Las perspectivas y tipologías propuestas para delimitar una definición y caracterización funcional del emprendimiento rural que fueron analizadas han sido incorporadas en el nororiente de Colombia a una naciente línea de investigación sobre procesos de consolidación sobre “emprendimientos potenciales” creados como requisito para grado universitario, pero sin seguimiento a sus etapas siguientes de consolidación.

 

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* Doctorando en Historia de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), Caracas, Venezuela. Docente Titular e Investigador en la Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB), Bucaramanga, Colombia. E-mail: lperez14@unab.edu.co ORCID: https://orcid.org/0000-0003-0387-6035

 

 

Recibido: 2023-09-27                · Aceptado: 2023-12-14