Revista de
Ciencias Sociales (RCS)
Vol. XXVII, No.
4, Octubre - Diciembre 2021. pp.
FCES - LUZ ●
ISSN: 1315-9518 ● ISSN-E: 2477-9431
Habilidades del
Trabajador(a) Social: Desde la mirada de su acción profesional
Guillén de Romero, Jacqueline Coromoto*
Resumen
El profesional de Trabajo social tiene dentro de
sus funciones contribuir con el proceso de transformación para el beneficio de
las personas que conviven en una comunidad, lo cual implica contar con
habilidades específicas que coadyuven a su efectiva labor, por ello, la
necesidad de determinar las habilidades del Trabajador(a) Social, desde la
mirada de su acción profesional. Se asumieron los aportes de De
la Rosa (2017); Espinoza y Ramón (2020); Guillen et al. (2021); entre otros. Se desarrolló bajo el
paradigma positivista, un estudio descriptivo, transversal, de campo, encuestando
una población representativa de profesionales de Trabajo Social de Venezuela y
Ecuador, aplicando la encuesta con cuestionario con escala de Likert vía
online. El análisis de los datos fue con distribución frecuencial. Los
resultados indicaron que casi siempre los encuestados manifiestan sus
habilidades personales, cognitivas, metodológicas y sociales que describen su ser,
saber, hacer e interactuar. Se concluye, que en casi todas las áreas en las
cuales se desenvuelve, demuestra sus capacidades asumiendo como importante
intervenir y mediar, de allí que, las habilidades cognitivas o técnicas
propician sus conocimientos para actuar, investigar, sistematizar, brindando apoyo
a las personas en sus situaciones bien sean individuales, grupales o
comunitarias, demostrando habilidades personales.
Palabras clave: Habilidades;
trabajador(a) social; acción profesional; Venezuela; Ecuador.
Skills of
the Social Worker: From the perspective of their professional action
Abstract
The social work professional has within its functions to contribute to
the transformation process for the benefit of the people who live together in a
community, which implies having specific skills that contribute to their
effective work, therefore, the need to determine the skills of the Social
Worker, from the perspective of their professional action. The contributions of
De la Rosa (2017) were assumed; Espinoza and Ramón (2020); Guillen et al.
(2021); among others. A descriptive, cross-sectional, field study was developed
under the positivist paradigm, surveying a representative population of Social
Work professionals from Venezuela and Ecuador, applying the survey with a
Likert scale questionnaire online. The data analysis was with frequency
distribution. The results indicated that almost always the respondents manifest
their personal, cognitive, methodological and social skills that describe their
being, knowing, doing and interacting. It is concluded that in almost all the
areas in which it operates, it demonstrates its capabilities assuming it is
important to intervene and mediate, hence, cognitive or technical skills
propitiate its knowledge to act, investigate, systematize, providing support to
people in their situations, whether individual, group or community,
demonstrating personal skills.
Keywords: Skills; social worker; professional action; Venezuela; Ecuador.
Introducción
Los tiempos de cambios que caracterizan la
sociedad del siglo XXI, ha incidido en todos los ámbitos de la vida tanto
personal como profesional, al tomar en cuenta que el ser humano debe adaptar
sus conocimientos y actuaciones a las exigencias sociales, por lo cual, en el
aspecto profesional, tanto las carreras como los perfiles de egreso de los
estudiantes deben ser cónsonos con los requerimientos operativos, por cuanto,
es necesario formar para la acción. En ese sentido, se considera que la carrera
de Trabajo Social, ha tenido que modificar muchos aspectos tanto teóricos como
prácticos, para que el profesional pueda cumplir con los propósitos para lo
cual fue conformada esta disciplina, considerando importante conocer cuáles
habilidades necesita para poder llevar a cabo la acción social.
Por
lo cual, la acción del Trabajo Social (TS) se orienta a la práctica y a la
intervención en la realidad social, de allí que el profesional debe asumir al
hombre, a las comunidades, sus necesidades, expectativas sociales, desde la
perspectiva individual, grupal como también colectiva, convirtiéndose esta
finalidad en su razón de ser, saber, hacer, para interactuar con ellos con la
finalidad de poder cumplir con su propósito que es favorecer tanto el bienestar
como la calidad de los individuos en su contexto social.
Por tal razón, se destaca que la acción social
del Trabajo Social, es la intervención, vista como algo más que una práctica
profesional, por lo cual “a través de las acciones en las que se propone y
ejecuta se articulan principios éticos y de control social que pocas veces son
advertidos, tenidos en cuenta o cuestionados” (Moreno y Molina, 2018, p.1);
considerando de allí, que los propósitos que se persiguen son relevantes y
necesarios dada su orientación al cambio en las relaciones sociales, al
mejoramiento en la calidad de vida, a la mitigación al sufrimiento por diversas
causas, o a la atención a condiciones de vulnerabilidad.
En función de lo expuesto, el
objeto de la acción social es aquello de lo que se ocupa el Trabajo Social, al
intervenir al individuo y al entorno, atendiendo tanto a cuestiones
relacionadas con las condiciones materiales, como la alimentación; o
inmateriales, como lo es la seguridad, destacando que no solo se interviene en
problemas, también se hace en capacidades y oportunidades. En cuanto al objeto,
existe cierto consenso que en la acción social el profesional no debe, en su
afán de resolver los problemas, olvidarse de las personas, por lo cual, el
propósito de los trabajadores(as) sociales es lograr el bienestar social, la
calidad de vida, aquello que tiene que ver con la autonomía individual y la
integración social, tal como lo explica De la Rosa (2017).
Por ello, los agentes que se
implican en la acción, así como los que se sienten afectados, los
profesionales, específicamente en este caso, los(las) trabajadores(as) sociales
requieren de habilidades para colocarlas en práctica en su intervención. Esto, favorece
su relación con la gente, les da credibilidad al brindarle el apoyo y la
orientación necesaria para lograr los cambios pertinentes de manera individual,
grupal o comunitaria.
Asimismo, “el entorno socio- familiar, es un punto
clave, ya que buena parte de los problemas sociales y el entorno, tienen que
ver en la causa y en la solución de los mismos” (De la Rosa, 2017, p.7); asi
como el organizativo, por cuanto la
acción social habitualmente se realiza en el marco de una organización, la cual,
con sus valores, misiones, prioridades, estilo de trabajo, verá condicionada de
manera relevante la actividad del trabajador(a) social.
El entorno social, también debe constituirse en objeto importante, así
como los voluntarios quienes juegan
un papel fundamental. Son personas que por diferentes motivos invierten su
tiempo en colaborar en programas de Trabajo Social. Esta colaboración debe
hacerse siempre en el marco de un programa social, técnicamente bien definido y
supervisado por un profesional. La responsabilidad
de los sujetos, se refiere al papel que los destinatarios deben jugar en
los procesos y asumir en la determinación de los objetivos, procesos y esfuerzos
para el cambio.
Por consiguiente, la acción social
involucra al sujeto, agente, actor como
destinatarios de la intervención sujetos activos del cambio. Son ellos,
los que deciden cambiar qué, para qué y cómo. Aunque frecuentemente los
condicionantes sociales sitúan a las personas en un mero papel de agentes que
desarrollan conductas previsibles, normalizadas, la acción de intervención debe
contribuir a promocionar el papel de actor, de sujetos conscientes y libres.
Por lo tanto, la acción social, se observa como una unidad
desde las intenciones hasta las relaciones y acciones con los ciudadanos. En
ese orden de ideas, Fantova (2018) menciona que:
Parece evidente la
identificación del objeto de la intervención social y de las necesidades y
situaciones que se encontrarían dentro de su perímetro de actuación y el avance
del conocimiento en la construcción de conceptos e instrumentos que permitan
aproximarse a dichos fenómenos. (p.10)
Tal posición, se plantea porque el profesional
debe asumir también esos estados no tan evidentes, para los que se utilizan
expresiones como riesgo, fragilidad o vulnerabilidad y su modificación; por lo
cual, resulta crítico intensificar la capacidad preventiva de la acción social,
como lo son, las habilidades con las que cuenta para poderse acercar, orientar,
prevenir, corregir, intervenir lo que está fuera de orden, y necesita del
apoyo, de la guía para mejorar los aspectos personales, grupales o
comunitarios, debiendo utilizar técnicas de estratificación o segmentación para
la diversificación de itinerarios, para la intervención social hoy y aquí.
Ahora bien, es pertinente recordar que el(la)
profesional de Trabajo Social, para cumplir con los propósitos de la acción
social, debe tener unas habilidades importantes caracterizadas por su perfil, y
con las cuales puede cumplir con sus funciones y roles, asi como es necesario
contar con ciertas estrategias metodológicas que coadyuven al desarrollo de las
actividades, lo cual implica que teniendo estos elementos podría garantizar el
éxito de su práctica con la persona, el grupo y la comunidad. En tal sentido,
se plantea la interrogante ¿Cuáles habilidades debe poseer el(la) profesional
de Trabajo Social, para cumplir con la acción social?, proponiendo como
objetivo: Determinar las habilidades del Trabajador(a) Social desde la mirada
de su acción profesional.
1. Fundamentación
teórica
1.1. Perfil profesional
del Trabajador Social
Para entender la acción social desarrollada por
el(la) profesional de Trabajo Social, es importante tomar en cuenta el perfil
personal y profesional que debe tener, de allí llegar a sus habilidades
personales, cognitivas, metodológicas, emocionales, sociales, comunitarias, que
constituyen el ser, saber, hacer e interactuar para lograr su acción social en casos
individuales, de grupos o de comunidad, partiendo de su perfil profesional.
El perfil del profesional de
Trabajo Social en la Universidad del Zulia (Maracaibo, Venezuela), tiene un proceso de formación enmarcado en “el modelo de currículo integral propuesto
por Walter Peñaloza y adaptado comprendiendo las áreas curriculares: Formación
General, Formación Profesional Básica, Formación Profesional Específica,
Prácticas Profesionales, Orientación, Autodesarrollo y Servicio Comunitario.
Para el diseño y ejecución del currículo integral” (Vargas-Acosta et al., 2016,
p.84), donde el perfil académico profesional
se fundamente en competencias, vinculadas a este profesional:
Las que
definen los aspectos más particulares del ejercicio profesional, a saber: Promoción
del Desarrollo Humano y de las Comunidades, Evaluación de Políticas Sociales,
Terapia Social con Personas, Pequeños Grupos y Familias y Gerencia de Procesos,
Proyectos y Programas Sociales. De allí que el egresado de la ETS-LUZ se
percibe como un profesional experto en la promoción e intervención de las
interacciones entre personas, familias, grupos, comunidades y organizaciones
sociales. (p.84)
Por tanto, la
Universidad del Zulia, además, de otras de Venezuela, asume un perfil integral
donde se prepara al profesional de TS de manera que pueda cumplir con sus
funciones de prevención, orientación, mediación, intervención, buscando la
transformación individual, grupal o comunitaria de las personas que atiende. De
igual manera, la Universidad Técnica de Manabí (2020), en Ecuador, plantea que:
La carrera
de Trabajo Social forma profesionales técnicos e investigativos, de conciencia
crítica, analítica y reflexiva, con capacidades múltiples que respondan a la
demanda social y al buen desarrollo de sus competencias en favor del desarrollo
del país y del mundo, sustentados en la interacción con individuos, grupos,
familias y comunidades, empleando conocimientos científicos y metodológicos
apropiados al campo de las Ciencias Sociales y del Comportamiento, que permita
potencializar las capacidades humanas y ciudadanas, generando procesos de
participación, inclusión y equidad, con el fin de lograr justicia y desarrollo
humano en sus diversas manifestaciones. (p.2)
En ese orden de ideas, en esta universidad
mencionada, así como en otras del país Ecuador, se pretende que un profesional
de Trabajo Social, sea una persona con habilidades para aplicar una
comunicación efectiva, tratando de encontrar soluciones a los problemas y
conflictos que surgen entre las personas, quienes, con la ayuda pertinente,
resuelvan enmarcados en la normativa legal, desarrollando entre todos,
entendimiento, cooperación, cambio, para propender al bienestar individual y
común.
Por eso, las funciones del trabajador social “consisten
en promover una mejor calidad de vida y bienestar social a los diferentes
sectores de la población en los que el profesional se involucre, gestionar y
promocionar los recursos existentes entre usuarios y otros profesionales del
contexto social” (Rodríguez, Calderón y Bravo, 2019, p.43), de forma tal que pueda contribuir con
la transformación, practicando en su acción sus habilidades personales,
técnicas, sociales.
1.2. Habilidades personales,
el ser del profesional para la acción social
Ser Trabajador(a) Social (TS), es algo muy
importante, por cuanto se convierte en un profesional al servicio de los demás,
su acción es para el bienestar de los otros, bien sea de manera individual,
grupal o comunitaria, lo cual implica tener que estar interactuando con otras
personas, indicando necesario poseer unas habilidades características de la
personalidad que constituyen el ser, propiciando posibilidades de escuchar,
acercarse, comprender, tener paciencia y tolerancia; por ello, podría decirse
que no todas las personas pueden ejercer esta profesión.
Se parte del hecho que las habilidades
personales son actitudes, comportamientos con los cuales el profesional puede
realizar su labor, por cuanto “las
personas desarrollan actitudes y comportamientos propios hacia los demás,
desempeñan roles diferentes en sus vidas, toman decisiones cotidianamente,
buscan defender sus puntos de vista” (Guillén
et al., 2021, p.87), pudiendo asumir distintas posiciones de poder. En
este proceso se valen de habilidades comunicacionales (Navarro et al., 2020),
de capacidad para persuadir y negociar con la gente en búsqueda de soluciones
satisfactorias para todos.
Para el logro de estas acciones sociales,
es necesario asumir que: “Las habilidades y actitudes
del TS están en su capacidad de relación con los usuarios y las técnicas son un
medio para la acción que usa según sus fines, objetivos y necesidades” (Arias et al, 2013, p.43), entonces
el(la) trabajador(a) social debe ser portador(a) de
cualidades y valores, por ello, Ander-Egg (1986) menciona
como habilidades personales:
La mística y vocación de
servicio, porque aquel con quien trabaja no en un “cliente” sino una persona, ha de ser su
preocupación central. En su práctica ha de reconocer el destino propio de cada
individuo cuya dignidad trasciende toda consideración económica y toda
contingencia histórica. (p.85)
Además, el autor antes citado,
considera necesario tener madurez emocional, con la cual, un(a) trabajador(a)
social actúa siempre con realidades humanas donde la cooperación, así como el
conflicto se entremezclan permanentemente, frente a estas circunstancias, su control
emocional juega un papel fundamental en cuanto a la capacidad de actuar
equilibradamente con espíritu sereno y quieto, cuando se está bajo diferentes
tipos de presiones.
En la actualidad, según lo menciona Henríquez (2017), se
hace énfasis en el desarrollo de habilidades personales dentro del contexto de
la inteligencia emocional, por el interés que el profesional demuestre
fortalezas en cuanto a su autoconocimiento, autoestima, autocontrol, adaptación
al cambio, manifieste empatía, adecuadas relaciones interpersonales, para
llevar a cabo efectivo trabajo en equipo, resolución de problemas, liderazgo;
además, habilidades organizacionales para gestionar recursos, capacidades de
información, con iniciativa, espíritu emprendedor.
1.3. Habilidades cognitivas,
el saber para la acción social
En
relación, a las habilidades cognitivas, se pretende que el profesional de
Trabajo Social pueda manifestar el desarrollo de procesos intelectuales como la
memoria, atención, toma de decisiones y creatividad, así como las
instrumentales con conocimientos computacionales y dominio de idiomas. La labor
del trabajador(a) social, requiere de la adquisición de un complejo sistema de
competencias durante su formación, que se logra durante la educación
universitaria, mediante aspectos pedagógicos tales como los señalados por
Espinoza y Ramón (2020):
Precisión y correspondencia entre el modelo del
profesional, los contenidos de las disciplinas y los modos de actuación.
Sistematización del tratamiento de las competencias profesionales desde un
enfoque trans disciplinar. Trabajo metodológico integrado desde la carrera y
las disciplinas. Práctica laboral, con énfasis en la investigación social para
la solución de los problemas del contexto. Evaluación de las competencias
considerando los conocimientos, las actitudes, los valores propios del
desempeño y los modos de actuación. (p.316)
Aunado a
las anteriores habilidades, el profesional de Trabajo Social, en su saber debe
manejar normas y leyes, así como tener conocimiento de las distintas áreas de
trabajo donde puede ejercer su acción social como lo son la familiar, escolar,
judicial, de salud, comunitaria; de manera que su labor sea efectiva y
garantice bienestar con el servicio que presta a los individuos, grupos y
comunidad.
Además,
ha de poseer competencias generales que demuestren: Compromiso ético, crítico,
autocrítico y responsable; aprendizaje y aplicación de los conocimientos en la
práctica; habilidad para tomar decisiones, de adaptación a nuevas situaciones;
comprensión y expresión oral, así como escrita, con dominio del lenguaje
especializado de la disciplina; mencionando la Universidad de Barcelona (2017),
habilidades para buscar, usar e integrar la información con el empleo de las tecnologías
de la información y las comunicaciones; valoración del impacto social y
medio-ambiental de actuaciones en el ámbito propio; actitudes abiertas y empáticas
basadas en el respeto, como también el reconocimiento ante la diversidad y la
multiculturalidad; participación activa con espíritu emprendedor, al igual que
de liderazgo.
Para Miranda et al. (2020),
los TS identifican relevante la formación multidisciplinaria, por cuanto
este saber, es coherente con los desafíos que los propios trabajadores sociales
mencionan, al tener que intervenir en procesos de gestión de redes, control de
gestión, así como en actividades de derecho, economía, sindicalismo, protección
social, aspectos que demostrará cuando
realice sus intervenciones sociales, sus visitas domiciliarias, las entrevistas
sociales, cualquier otra metodología que le ayude a generar cambios en las
personas, grupos y comunidades.
Las
habilidades cognitivas, se refieren a los conocimientos técnicos que el
profesional de Trabajo Social debe tener para desarrollar su acción social, es
decir, manejar conocimientos de la actividad profesional, de las bases
culturales, filosóficas, técnicas y científicas de dicha profesión, que
permitirán asumir los hechos de la realidad, analizándolos a la luz de las
teorías sociales, psicológicas, tomándose en cuenta factores que intervienen en
los hechos que debe intervenir.
Estas
habilidades cognitivas y técnicas, se adquieren en el desarrollo de la
profesión, durante la formación en el ámbito universitario, como primera
entrada, y luego se van fortaleciendo en la práctica, con adiestramiento
continuo mediante talleres, cursos, diplomados, lo cual le permitirá al
profesional de Trabajo Social adquirir los basamentos necesarios para hacer su
diagnóstico, la planificación y ejecución de esas acciones, mediante el proceso
de intervención y mediación.
1.4. Habilidades metodológicas
para el hacer en la acción social
El hacer del profesional de Trabajo Social, implica
el uso de metodologías específicas, conociéndose la intervención, la mediación,
la investigación, como técnicas y procesos con los cuales se logran los
objetivos establecidos en la acción social, considerándose que en su hacer lo
primero que hace es el diagnóstico de la realidad estudiada, del entorno
familiar, social, escolar, comunitario, de salud, jurídico, según sea su ámbito
específico, sin obviar el manejo de teorías y modelos que son aspectos
ampliamente analizados durante su formación académica.
En ese sentido, “la práctica del profesional
se ordena a partir de cuatro momentos de reflexión metodológico: definición del
problema objeto de intervención, selección de alternativas de acción, ejecución
de actividades y evaluación” (Arias et al., 2013, p.43), estos momentos
son integrados e incluyen otros procedimientos según los objetivos propuestos.
Esta perspectiva ubica a la investigación, como un medio para definir el objeto
de intervención, y a la planificación, como una ayuda para organizar en forma
anticipada la acción; entonces, la investigación y planificación se estructuran
como dos herramientas centrales de la acción profesional.
Resaltando los planteamientos más relevantes
de los últimos tiempos en metodología del Trabajo Social, la intervención profesional
“es la reconstrucción histórica del campo problemático lo cual indica hacer una
lectura epistemológica del sobre qué, para qué, cómo y con quién se desarrolla
el ejercicio profesional” (Rozas, 1998, p.35). Este campo problemático
reproduce la relación funcional entre capital trabajo y protección social, transitando
por las posibilidades, así como limitaciones que este proceso le permite; para
encarar la relación, demanda recurso al articular la acción específica del TS
con el contexto que consiente una reflexión dialéctica y crítica sobre las
situaciones problemáticas que se establecen para la intervención profesional,
lo cual devela la complejidad de la cuestión social.
Además, metodológicamente la intervención social implica que el
profesional de TS, da acompañamiento y orientación a la persona en su proceso
de autoayuda, considerando su protagonismo en el cambio, por lo cual, su
función es ser facilitador y gestor, valiéndose de métodos, procedimientos,
técnicas e instrumentos como motor impulsor de dicha transformación, es decir,
contribuye a forjar la autonomía individual, colectiva y comunitaria, como lo
expresan García-Domingo y Sotomayor-Morales (2017), dejando de lado la
antigua concepción de ayuda.
De igual manera, es relevante considerar desde
el punto de vista metodológico percibir el entorno, a las personas, los
conflictos, por tanto “para lograr este objetivo, es necesario cultivar
las capacidades de investigación, así como integrar las teorías y métodos de
conocimiento en proyectos de innovación, aplicando enfoques cualitativos y cuantitativos” (Suárez et al., 2020, p.336),
contribuyendo esto a desarrollar un adecuado diagnóstico de la realidad a
intervenir, asi como a asumir las estrategias de acción pertinentes para
propiciar las transformaciones necesarias en cada caso.
En ese marco de ideas, dentro de las
habilidades del profesional de Trabajo Social, se encuentra la práctica de las
metodologías participativas de investigación y acción social con su fuerte
propuesta epistemológica de investigar para la acción, para y con sus actores
sociales protagonistas de lo que se intenta hacer desde lo participativo,
generando estrategias en su quehacer con la gente y las comunidades.
1.5. Habilidades sociales del
profesional en su interacción con los otros
Todo profesional de Trabajo Social, para direccionar
su acción social, debe tener habilidades para interactuar con los demás, quién goza
de esa capacidad de influir en los otros, tener carisma, para despertar en los
demás respeto y autoridad, visto no como poder, sino como atracción, porque en
su trabajo de casos individuales, de grupos y comunitarios, es necesario
manejar las relaciones interpersonales, y sobre todo, saber comunicarse con las
personas a quienes les brinda el servicio asistencial, al intervenir, así como
mediar, haciendo muestra de sus habilidades comunicativas, como lo explica
Barreto-Pico (2017), con el fin de comprender instrucciones verbales y
escritas:
Si el
trabajador social es quien conoce cómo se relacionan las personas, cómo
trabajar con dichas relaciones y cómo funcionan las estructuras sobre las que
se pretende actuar y en las que hay que buscar los recursos necesarios,
evidentemente requiere de habilidades relacionadas con la comunicación oral y
escrita. (p.481)
Por consiguiente, esto le permitirá
escribir textos con distintos propósitos e interpretar información de cuadros y
gráficos, analizar problemas y sus posibles soluciones, son el punto de partida
para que las personas puedan aprender de manera continua y realizar diferentes
actividades en los ámbitos: Personal, laboral, cultural y social, especialmente
al mediar situaciones, problemas, así como conflictos.
El trabajo de mediar no siempre es posible
hacerlo con efectividad, por lo cual, se requiere de unas características o
condiciones personales y profesionales que debe adquirir; en este caso, el
profesional de Trabajo Social como mediador, establece una relación de ayuda
con la gente de la comunidad, para contribuir a la solución de los problemas y
conflictos que puedan darse entre ellos, y por ello, tienen como objetivo
acompañar a las partes en conflicto.
Ante estas premisas, el saber guiar la
técnica de la mediación “facilita el restablecimiento de la comunicación, las
relaciones interpersonales, limar asperezas entre las partes en disputa,
quienes quedan satisfechas por los resultados obtenidos” (Guillén et al. 2021, p.87), planteando que a
diferencia de aquellos que acuden a un juzgado donde colocan a las partes en
actitud de adversario, las terceras partes actuantes intervienen antes que el
proceso madure, dándole solución a todo o a nada, y muchas veces la
comunicaciones se agravan en lugar de mejorar. La idea es que haya ganadores al
encontrar alternativas óptimas para las partes, aumentando el protagonismo
porque los actores son responsables de sus actos. Al respecto, Munuera y Minguela
(2019), indican que el profesional de TS como mediador comunitario debe:
(…) trabajar
en pro de los intereses comunes dirigidos hacia:
• Ayudar a
la comunidad a tomar decisiones rápidas, consensuadas y comprometidas, a partir
del respeto a sus valores y su historia.
• Alcanzar
un compromiso ético de las personas que forman la comunidad.
• Repartir
el poder y la responsabilidad desde la equidad, descentralizando la toma de
decisiones.
• Ampliar el
tamaño de la comunidad cuando sea necesario, para evitar la existencia de
perjuicios. (p.55)
En este contexto, el(la) trabajador(a) social en su acción social
mediadora puede ser visto como un modelo referente a seguir, entonces, si la
mediación tiene un componente educativo, el mediador es el medio a través del
cual se realiza este aprendizaje de las partes, por ello, el mediador tiene la
responsabilidad de acercar los principios mediadores a su propia vida, para
hacer congruente la enseñanza que, de un modo directo o indirectamente, realiza
en el marco del desarrollo de la profesión. En ese sentido, Novel (2013)
manifiesta que:
El mediador,
establece una relación de ayuda, en la que el objetivo consiste en acompañar a
las partes en conflicto, a:
•
Identificar sus necesidades, intereses, dificultades y recursos, para
desbloquear la situación de enrocamiento que genera el conflicto.
• Mejorar su
modo de comunicación para poder expresarse de manera pacífica y resolutiva, facilitando
el diálogo con las otras partes.
• Acercar
posiciones entre las personas implicadas en el conflicto, para poder
comprender, empatizar y gestionar el conflicto en un modo más funcional.
• Hacerse co‐responsables acerca de la situación que están viviendo y
así poder actuar de modo colaborativo
• Aprender a
utilizar un sistema de comunicación no violento que les ayude a clarificar y
resolver el conflicto presente y otros futuros. (p.2)
De igual manera, el mediador social, debe
tener iniciativa personal combinada de modo complementario, con la iniciativa
grupal, conocimientos amplios de mediación y disposición a aprender de modo
continuado, así como visión amplia y enfocada hacia el futuro, al tiempo que
comprensión profunda de la situación presente. Las cualidades mediadoras
integradas en sí mismo, actúan como modelo y referente positivo, deben asumir
capacidad de análisis, introspección, validación y evaluación sistemática, con
habilidades comunicativas y relacionales, que faciliten aprendizaje mutuo.
Además, tener capacidad para soportar la
presión y el estrés que genera la incertidumbre como las situaciones
inesperadas, poseer creatividad permanente, amplio sentido del humor, para
enfocar las múltiples situaciones que se dan en las organizaciones con
imaginación para visualizar modos creativos de diseño, planificación e
intervenciones diseñadas a medida.
También implica, tener capacidad de
adaptación y afrontamiento positivo al cambio, de modo flexible y efectivo, con
experiencia amplia, disposición positiva al reto de avanzar en nuevas
direcciones, visión apreciativa sistemática e interiorizada, aportando una
visión externa motivadora, capacidad de comunicar, motivar, dialogar,
reconducir, reproducir de modo reformulado ideas, así como tener disposición a
la reflexión, al aprendizaje continuo, para mejorar las prácticas.
Incluso, Novel (2013) indica que el TS
debe tener capacidad de abstracción para relacionar, innovar, deducir y ampliar
modos de intervención eficaces, capacidad para motivar a personas, equipos y
grupos al cambio, así como a la mejora, tanto personal como colectiva, capacidad
de compromiso con si mismo y con los demás, enfocando su visión hacia el éxito
de los proyectos, asi como capacidad de trabajo en equipo multidisciplinar es
fundamental, al igual que pensamiento estratégico, reflexivo y creativo, que
posibilite la creatividad unida a la eficiencia.
Entonces, como
ya se ha dicho, dentro de las habilidades sociales es importante en el TS, la
comunicación como lo plantean Miranda et al. (2020), que implica considerar que el cómo se
piensa influye en el cómo se habla y se comporta. Por ello, es imprescindible
que el mediador realice los cambios internos necesarios para vivir los principios
mediadores, para después transmitirlos en su vida cotidiana y profesional.
De acuerdo a la posición de Novel (2013),
en mediación, la autenticidad y la transparencia, son elementos incluidos por
sistema tanto en el comportamiento interno (pensamientos y sentimientos), como
en el externo (lenguaje y comportamiento); y esto supone de un lado, reformular
internamente los propios condicionantes, valores y creencias, así como de otra
parte, significa colocar un especial énfasis en hablar y transmitir las ideas,
necesidades, directrices a las personas del equipo, con enfoque pacífico y
apreciativo. Esta transmisión debe ser fiel al ir acompañado de una serie de
formas congruentes con lo que se quiere comunicar y, sobre todo, ser facilitadores
del diálogo.
En el mismo hilo
conductual de la investigación, se trae a colación lo planteado por Barreto-Pico
(2017), quien recuerda que es fundamental, el lenguaje que usa el facilitador o
mediador en un proceso de gestión de las diferencias, el cual, debe contener y
mostrar de modo claro los valores, así como principios de la mediación. De
igual forma, se cuenta con lo expresado por los autores Munuera y Mínguela (2019); así como Miranda et al. (2020), quienes
plantean importante que la comunicación que se establezca maneje de manera
adecuada el tono, el volumen, la cadencia, el ritmo del habla, los
contrastes y el tipo de voz; puesto que es un factor a tener en cuenta para
comunicar serenidad, aceptación, tolerancia o, por el contrario, ansiedad,
incomodidad, nerviosismos, prisas.
Algunos aspectos básicos que deben ser tomados
en cuenta, siguiendo la posición de Novel (2013), respecto a la comunicación no
verbal, se resumen a continuación:
a. El
silencio, el cual tiene siempre un significado y así debe ser valorado.
Puede significar que la persona necesita un espacio para reflexionar sobre el
tema, tener en cuenta los propios sentimientos, aunque a veces, simplemente, el
silencio puede servir para tomarse unos segundos de respiro y también, debe
identificarse su significado.
b. La
mirada, porque mediante ella se puede evaluar el estado de comodidad o
incomodidad del otro, pero también se puede transmitir seguridad, interés y
animar a seguir con la conversación. Así mismo, a través de esta, se expresa el
interés en el otro y en la relación. Es un tipo de anclaje que debe ser
utilizado como tal en el marco de la comunicación efectiva.
c. El
movimiento y la mímica, porque a través de ellos se pueden identificar
estados emocionales o disposicionales, que el mediador debe reconocer y valorar,
con el fin de que puedan ser utilizados a favor de una comunicación más eficaz.
d. Las
distancias, pueden influir en la calidad y cantidad de comunicación que
las partes intercambien con el mediador. Es importante saber utilizar este modo
de contactar con el otro, evitando la sobreexposición, o, por el contrario, la
minimización de la distancia que produciría barreras en la comunicación.
e. Las
posiciones físicas, las cuales se refieren al lugar que ocupan las
partes en el medio de interacción donde se encuentran, importantes para asegurar
una buena comunicación; por lo que, se debe estar atento a que las partes
presentes en la sesión tengan un buen contacto visual para fomentar la
seguridad, la confianza, estén situadas a la misma altura para evitar
desequilibrios, favoreciendo la utilización óptima de los modos de contacto y
comunicación deseados, con posiciones confortables, con el fin de evitar que la
incomodidad física, así como la fatiga obstaculicen la calidad del intercambio al
provocar la interrupción prematura del encuentro, manejando las formas paralingüísticas y otros modos de
comunicación no verbal.
Los aspectos
mencionados se utilizan para invitar a las partes a continuar (a través de miradas,
silencios acompañados y otras manifestaciones como señales con la cabeza, tacto
y expresiones de mmm, ajá) o, por el contrario, para limitar a las partes en su
expresión verbal o evitar interrupciones en el relato de una de las partes (con
signos con la mano, expresiones faciales o incluso el uso del tacto, que debe
ser meticulosamente valorado antes, para evitar una reacción de rechazo) (Novel,
2013)
Además, se asume que la vestimenta es importante, por lo cual el(la)
Trabajador(a) social debe tener en cuenta no solo cuestiones acerca del
emisor, el mensaje, el canal o el contexto, sino también del receptor. La
primera impresión es importante y las posteriores también. En un contexto
determinado, la vestimenta y forma de presentarse deberá ser de un modo
concreto; mientras que, en otro, será de otra naturaleza. El profesional de TS
que trabaja en organizaciones, debe ser consciente que su imagen le antecede y
si desea producir confianza e impacto positivo, deberá ser un aspecto sobre el
que convendrá colocar un cuidado estratégico, como lo menciona Barreto-Pico
(2017).
2. Metodología
Este estudio realizado con los
lineamientos del paradigma positivista, fue descriptivo, transversal, de campo,
totalizándose cincuenta y cuatro (54) profesionales de Trabajo Social, aunque al momento de recoger
la información se consideró como población un grupo representativo de veinte (20)
profesionales, escogidos con muestreo no probabilístico intencional, específicamente
dieciséis (16) de la Universidad del Zulia, en Maracaibo, estado Zulia, Venezuela;
y cuatro (4), de la Universidad Técnica de Manabí, Portoviejo, Ecuador; cuya
selección se asumió con tres criterios: Ser docente de las universidades
mencionadas, tener más de cinco (5) años de experiencia y estar dispuesto a
participar en el estudio.
Con base en lo anterior, se seleccionaron
y fueron encuestados con un cuestionario vía online (tomando en cuenta que por la pandemia el contacto
presencial era muy difícil). Se elaboró para ello, un cuestionario conformado
por veinte 20 preguntas (5 por cada tipo de habilidades), con escala de
respuesta tipo Likert, siendo
siempre, casi siempre, algunas veces, casi nunca y nunca, que fueron
codificadas con 5, 4, 3, 2 y 1 punto, respectivamente. Se realizó a través del
programa SPSS versión 23.0 el análisis estadístico, específicamente la
distribución frecuencial, cuyos resultados permitieron determinar las habilidades
del profesional de Trabajo Social, según, la percepción del grupo
representativo de sujetos de esta disciplina.
3. Resultados y discusión
Al procesar los datos aportados por los
profesionales de Trabajo Social que participaron en este estudio, se conformó
la Tabla 1, que determina cómo es según la opinión de esta población muestral,
el comportamiento de las habilidades que manifiestan en su acción social.
Tabla
1
Habilidades
del profesional de Trabajo social
Indicadores |
Siempre |
Casi
siempre |
Algunas
veces |
Casi
nunca |
Nunca |
Personales |
13,8 |
31,2 |
29,9 |
18,2 |
6,9 |
Cognitivas |
19,9 |
31,9 |
27,9 |
17,7 |
2,6 |
Metodológicas |
19,5 |
35,5 |
24,7 |
20,3 |
0,0 |
Sociales |
17,7 |
32,9 |
27,7 |
18,5 |
3,16 |
Promedio |
17,73% |
32,87% |
27,55% |
18,67% |
3,16 % |
Fuente: Elaboración propia, 2021.
Al observar los resultados puede
considerarse que los profesionales de Trabajo Social participantes en este
estudio, determinan que casi siempre según el 32,87% de ellos, manifiestan en
su acción social las habilidades personales, cognitivas o técnicas,
metodológicas y sociales; el 27,55% asume que algunas veces muestra estas
habilidades mencionadas; para el 18,67% casi nunca es así; mientras un 17,73%
siempre las manifiesta; y el 3,16% nunca lo hace.
Destaca, que estas habilidades se
manifiestan casi siempre en todos los profesionales de Trabajo social, lo cual
indica que de acuerdo al ámbito donde desarrolla su acción social, muestra unas
más que otras como lo explica De la Rosa (2017), quién
considera que para intervenir o mediar, el profesional debe conocer las
características del objeto, tomando en cuenta que cualquier problema va a
exigirle manifestar habilidades tanto personales como sociales y metodológicas.
De allí, que el TS demuestra estar
muy relacionado con la cultura, los
valores sociales y la política social porque su dirección de acción es la de
asegurar condiciones de bienestar que hagan posible el ejercicio pleno de la
libertad, por lo que deben considerarse de manera equilibrada los mecanismos de
acceso y de arraigo para que la acción social sea inclusiva enmarcando dos
formas de asumirla, en la administración del bienestar, y la segunda, en la
ciudadanía activa.
Al observar los valores de la
Tabla 1, el 35,5% de los encuestados respondieron que casi siempre muestran en
su acción social las habilidades metodológicas, importantes para poder hacer
sus actividades de intervención, mediación en el espacio donde le corresponde,
generándose actividades de investigación acción participativa en los grupos y
comunidades donde se desenvuelven profesionalmente.
Este resultado concuerda con
el postulado de Galarza (2017), para quienes el
Trabajo Social en el contexto actual latinoamericano pasa a ser una disciplina
científica cuya herramienta de investigación posibilita alcanzar el desarrollo
individual, así como colectivo, y el respeto a los derechos humanos,
desarrollando la intervención y la mediación como un gestor activo de cohesión
social; de allí, que su metodología de acción transformadora está encaminada al
bienestar de los seres humanos en sociedad para obtener un mejor desarrollo
humano, una vida digna, igualdad, equidad y la justicia social, por lo
cual se entiende la importancia de su
labor.
De igual manera, el 32,9% de los profesionales
encuestados (ver Tabla 1) refirieron que casi siempre asumen las habilidades
sociales para interactuar con las personas, los grupos y comunidades, tomando
en cuenta la comunicación como el elemento clave para poder llegar a ellos,
entenderlos durante la intervención o mediación que desarrolla, posibilitándole
su acción social, y el logro de los propósitos determinados en cada caso.
Estos valores coinciden con los planteamientos de Miranda et al. (2020), quienes consideran la
comunicación fundamental para interactuar con las personas, grupos y
comunidades en momentos para intervenir y mediar, haciendo adecuado uso del
tono de voz, el volumen, la cadencia, el ritmo del habla, los contrastes y el
tipo de voz, que es un factor a tener en cuenta para comunicar serenidad,
aceptación, tolerancia o, por el contrario, ansiedad, incomodidad,
nerviosismos, prisas. Además, de adecuar la mirada, la sonrisa, la mímica, la
postura, como elementos para saber acercarse a ellos de manera efectiva durante
su acción social, manteniendo la distancia con respeto.
Asimismo, para el 31,9% de los
encuestados, las habilidades cognitivas o técnicas casi siempre están presentes
en su acción social, por cuanto se refiere a sus conocimientos pertinentes a la
disciplina, a las técnicas y herramientas que le permiten acercarse e
intervenir los casos individuales, grupales y comunitarios, tomando en cuenta
lo que se quiere hacer y cómo lograrlo, de allí la importancia de saber
hacerlo.
Esto concuerda con la teoría mencionada
por Ramón et al. (2019), quienes expresan que el(la) Trabajador(a) social debe
saber aplicar sus conocimientos en la planificación, diseño, implementación,
sistematización y evaluación de políticas sociales y poseer habilidades, así
como actitudes que les permitan actuar como gestor social activo, reflexivo y
crítico, con competencias suficientes para participar en la resolución de
necesidades sociales, colocando en práctica los principios
teóricos-conceptuales, metodológicos y técnicos de la disciplina de TS, que por
ser tan diversas las esferas de actuación de estos profesionales, necesitan el
desarrollo de estas habilidades en su campo de acción social, tal como se
observó en los resultados.
En ese marco de ideas, el 32,1% de los
encuestados expresaron que casi siempre manifiestan las habilidades personales
en su acción social, como lo plantean Ramón et al. (2019), sobre todo para
vencer las dificultades, teniendo suficiente empuje
para llevar a cabo tareas con los cuales se alcanzan los objetivos propuestos
pese a las adversidades que se pueden presentar; por tanto, son resilientes
para superarlas y continuar con el mismo espíritu de ayuda, sobre todo con
quienes son más vulnerables.
Por ello, los resultados indican que el TS
demuestra su inteligencia emocional, en cuanto a su
autoconocimiento, autoestima, autocontrol, adaptación al cambio, empatía,
adecuadas relaciones interpersonales para llevar efectivo trabajo en equipo,
resolución de problemas, liderazgo, proactividad; además, habilidades para
gestionar recursos, capacidades de información sistémicas para la organización
del trabajo, con iniciativa, espíritu emprendedor, entre otros rasgos
personales.
Conclusiones
Los resultados de este estudio, permitieron
aportar una información actualizada de cómo estos profesionales de TS asumen
sus habilidades para desarrollar su acción social, realizando con ellas sus
prácticas en asuntos individuales, grupales y comunitarios; por ello, con esta
investigación se determinaron las habilidades del profesional de Trabajo Social
en su acción social, pudiendo expresar que en casi todos los ámbitos o áreas en
las cuales se desenvuelve demuestra sus capacidades en el ser, saber, hacer e
interactuar, asumiendo que básicamente lo más importante es como intervenir y
mediar, de allí que las habilidades cognitivas o técnicas propician sus
conocimientos para actuar, investigar, sistematizar, brindando el apoyo que
requieren las personas en sus situaciones bien sean individuales, grupales o
comunitarias.
Por lo tanto, se evidenció con los resultados
obtenidos que el(la) profesional de Trabajo Social muestra
un perfil completo en cuanto a sus habilidades personales, que le permiten ser
sensible ante las situaciones que manifiestan las demás personas, entendiéndolos
y trabajando con ellos para la solución de problemas y conflictos, para
satisfacer necesidades, así como expectativas, tomando en cuenta que son
líderes en la comunidad, son personas que por sus capacidades atraen a la
gente, brindan confianza y seguridad, lo cual implica tener conocimiento, de
allí, la relevancia del saber, para poder actuar con ellos mediante la investigación
acción participativa en la elaboración de proyectos que propicien logros
individuales, grupales y comunitarios.
En tal sentido, dentro de las cuatro
habilidades analizadas, referidas a lo personal, cognitivo, metodológico,
social, resulta la comunicación el elemento clave de la acción social, de allí,
que es una característica condicionante para lograr el éxito y la efectividad
de los proyectos que desarrolle el TS con las personas y las comunidades, debiendo ser asumido durante los procesos de
investigación acción participativa, en la intervención, como también en la
mediación, y como línea de investigaciones futuras en esta área.
Referencias bibliográficas
Ander-Egg, E. (1986). Metodología del Trabajo
Social. Instituto de Ciencias Sociales
Aplicadas.
Arias, A., Arbuatti, A., Giraldez, S. y Zunino, E.
(2013). Secuencias, niveles y procesos: Viejas, y sin embargo presentes,
tensiones dentro de la metodología del Trabajo Social. En A. Arias, E. Zunino y
S. Garello (Comps.), El proceso
metodológico y los modelos de intervención profesional: La impronta de su
direccionalidad instrumental y su revisión conceptual actual (pp. 40-50). Universidad
de Buenos Aires.
Barreto-Pico,
M. A. (2017). Abordaje teórico sobre la
comunicación y el trabajador social. Dominio de las Ciencias, 3(3),
470-487
De la Rosa, P. (2017).
Metodología de
la intervención social.
Universidad de Valladolid. http://pablodelarosa.sitios.uva.es/sites/pablodelarosa.sitios.uva.es/files/Tema%20II.pdf
Espinoza,
E. E., y Ramón, M. Á. (2020). Competencias del trabajador social egresado de la
Universidad Técnica de Machala. Revista
Universidad y Sociedad, 12(5),
314-321.
Fantova,
F. (2018). Construyendo la intervención social. Papeles del Psicólogo, 39(2), 81-88. https://doi.org/10.23923/pap.psicol2018.2863
Galarza, V. D. (2017). Trabajo social como agente de detección de la dependencia del bono de
desarrollo humano por parte de la familia xy del barrio San Luis de Toctiuco en
el período octubre 2014 -febrero 2015 [Tesis de pregrado, Universidad
Central del Ecuador]. http://www.dspace.uce.edu.ec/handle/25000/10423
García-Domingo, M., y Sotomayor-Morales, E. (2017).
El rol del profesional del Trabajo Social en una coyuntura de crisis: Oportunidades
de la adaptación a un contexto cambiante. Trabajo Social Global -Global Social
Work. Revista de Investigaciones en
Intervención social, 7(12),
47-68. https://doi.org/10.30827/tsg-gsw.v7i12.5663
Guillén, J. C.,
Muñoz, N. B. J., García, M. L., y Giniebra, R. (2021). La mediación: Una
estrategia comunicativa para resolver conflictos entre individuos. Encuentros. Revista de Ciencias Humanas,
Teoría Social y Pensamiento Crítico, (E-1), 85-99.
Henríquez, A. V. (2017). Plan de acción basado en inteligencia
emocional aplicado a la gerencia de aula en los docentes del área de
conocimiento pasantía profesional integral del adulto de la facultad de
odontología [Tesis de maestría, Universidad de Carabobo]. http://mriuc.bc.uc.edu.ve/bitstream/handle/123456789/4631/ahenriquez.pdf?sequence=1
Miranda,
P., Guerra, L., Calderón, M. P., y Cornejo R. (2020). Conocimientos y
habilidades para el Trabajo Social ocupacional: Desafíos para la formación y el
ejercicio profesional en esta área. Cuadernos de Trabajo Social, 33(2), 233-245. https://doi.org/10.5209/cuts.64322
Moreno,
M., y Molina, N. (2018). La Intervención Social como Objeto de Estudio:
Discursos, prácticas, problematizaciones y propuestas. Athenea Digital, 18(3), e-2055. https://raco.cat/index.php/Athenea/article/view/v18-n3-moreno-molina
Munuera, P., y Minguela, M. Á. (2019). Mediación
comunitaria: Bonding y bridging. Revista
Trabajo Social, 1(17), 49-65.
Navarro,
F., Almaguer, R., Moreno, F., y Hernández, N. P. (2020). Estrategias
comunicacionales en el sector turismo. Revista
de Ciencias Sociales (Ve), XXVI(1), 77-90. https://doi.org/10.31876/rcs.v26i1.31312
Novel, G. (2013). El mediador y el manejo de
las emociones. Universidad de Barcelona. https://www.icacor.es/fileadmin/user_upload/archivos/contenidos/EL_MEDIADOR.pdf
Ramón, M. A., Lalangui, J. H., Guachichullca, L. A., y Espinoza, E. E. (2019). Competencias específicas
del profesional de trabajo social en el contexto educativo ecuatoriano. Revista
Conrado, 15(66), 219-229.
Rodríguez, L. A., Calderón, S. V., y Bravo, J. D. (2019). Retos
y limitaciones del trabajador social en las instituciones del distrito 13d01
del cantón Portoviejo. Revista Recus, 4(1),
41-48. https://doi.org/10.33936/recus.v4i1.1752
Rozas, M. (1998). Una perspectiva teórica metodológica de la
intervención en Trabajo Social. Espacio Editorial.
Suárez, N., Pérez, I. C., Rodríguez, A., y Sevilla,
S. (2020). Lectura crítica en el desarrollo de habilidades de investigación en
profesores de postgrado. Revista de
Ciencias Sociales (Ve), XXVI(E-2), 328-339. https://doi.org/10.31876/rcs.v26i0.34131
Universidad de Barcelona (2017). Grado de Trabajo
Social. Lista completa de competencias. Universitat
de Barcelona. https://www.ub.edu/web/ub/galeries/documents/estudis/graus_competencies/compet_g1027_tsocial_es.pdf
Universidad Técnica de Manabí (2020). Licenciatura en Trabajador Social. Universidad Técnica de Manabí. https://www.universidades.com.ec/universidad-tecnica-de-manabi/licenciatura-en-trabajo-social
Vargas-Acosta, E., Ferrer, A. M., García, J., y Rodríguez, I. (2016). Formación
profesional del Trabajador Social en Venezuela. Interacción y Perspectiva, 6(1),
78-94.
* Post-Doctora en Gerencia de la
Educación Superior. PhD. en Ciencias Jurídicas. MgSc. en Intervención Social.
Licenciada en Trabajo Social. Abogada. Profesora de la Universidad Técnica de
Manabí, Portoviejo, Ecuador. E-mail: jacqueline.guillen@utm.edu.ec
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-9112-1910
Recibido:
2021-06-16 · Aceptado:
2021-08-31