Revista de
Ciencias Sociales (RCS)
Vol. XXVII,
Número Especial 4, Septiembre 2021
FCES - LUZ ●
ISSN: 1315-9518 ● ISSN-E: 2477-9431
Economía
circular en la industria de la moda: Pilares básicos del modelo
Núñez-Tabales, Julia
M.*
Del Amor-Collado, Eva**
Rey-Carmona,
Francisco J.***
Resumen
El tradicional modelo
de producción lineal aplicado en la industria de la moda, basado en extraer,
producir y desperdiciar, trajo consigo serias consecuencias negativas en el
plano medioambiental, económico y social. Como desafío surge el denominado
movimiento slow fashion, con el
objetivo último de introducir la sostenibilidad en el sector textil. De este
modo, se inicia la transición hacia la implementación de un modelo de economía
circular que implica cambios sustanciales, tanto del lado de los oferentes como
de los demandantes. El objetivo de este trabajo es desarrollar los pilares
básicos en los que se sustenta el modelo alternativo de economía circular. Los
resultados evidencian que el uso de fibras textiles sostenibles, la utilización
de fuentes de energía renovables, el alargamiento del período de utilización de
las prendas y una adecuada gestión de los residuos generados constituyen los
cuatro pilares de este nuevo modelo. Entre las conclusiones se subraya el gran
impulso que para la implantación del mismo puede suponer la actual preocupación
de las autoridades públicas por el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo
Sostenible de la Agenda 2030 de Naciones Unidas. Asimismo, para que este modelo
prospere es imprescindible un programa educativo integrado para consumidores e
industria.
Palabras
clave:
Economía circular; industria textil; moda; sostenibilidad; Objetivos de
Desarrollo Sostenible.
Circular economy in the fashion industry: Basic
pillars of the model
Abstract
The traditional linear
production model applied in the fashion industry, based on extracting,
producing and wasting, brought with it serious negative consequences on the
environmental, economic and social level. As a challenge, the so-called slow
fashion movement arises, with the ultimate objective of introducing
sustainability in the textile sector. In this way, the transition to the
implementation of a circular economy model begins, which implies substantial
changes, both on the side of the suppliers and the demanders. The objective of
this work is to develop the basic pillars on which the alternative circular
economy model is based. The results show that the use of sustainable textile
fibers, the use of renewable energy sources, the lengthening of the period of
use of the garments and an adequate management of the waste generated
constitute the four pillars of this new model. Among the conclusions, the great
impetus that the current concern of the public authorities for the fulfillment
of the Sustainable Development Goals of the United Nations 2030 Agenda can be
highlighted for its implementation. Likewise, for this model to flourish, an
integrated educational program for consumers and industry is essential.
Keywords: Circular economy; textile industry; fashion; sustainability; Sustainable
Development Goals.
Introducción
El modelo económico
lineal tradicional propio de la industria de la moda se fundamenta en tres
aspectos básicos: Extraer, producir, desperdiciar (Cerdá y Khalilova, 2016;
Moorhouse y Moorhouse, 2017), los cuales implican que la industria del textil
contamine en todas las fases del proceso productivo.
Dicho modelo se
caracteriza, en primer lugar, por un corto período de utilización de la ropa,
estimándose el despilfarro en el uso de la misma en un montante de 460.000
millones de dólares al año en prendas de ropa que podrían continuar usándose
(Larios, 2019). Desde hace décadas, la industria de la moda se ha distinguido
por tratar de crear un producto con un ciclo de vida corto, cuyo uso se puede
llegar a limitar a meses o incluso semanas, imperando además la denominada
“compra impulsiva” (Christopher, Lowson y Peck, 2004). Este planteamiento es
conocido con el término anglosajón fast
fashion, debido a su rapidez por capturar las últimas tendencias de moda y
por colocarlas a disposición del cliente a precios asequibles (Jung y Jin, 2016a).
El consumo desenfrenado
lleva aparejado enormes cantidades de residuos que conducen a otra de las
consecuencias adversas de este modelo: La pérdida de oportunidades económicas
ligadas a los procesos de reutilización y reciclado de los desechos generados
por esta industria, por ejemplo, los plásticos se siguen utilizando en
productos con una duración de vida corta y las tasas de reciclaje siguen siendo
muy reducidas (European
Environment Agency [EEA], 2019). Asimismo, la industria
de la moda representa un 20% del gasto de agua global y emite un 10% de las
emisiones de carbono mundiales (United
Nations Economic Commission for Europe [UNECE],
2018). Además, de la degradación medioambiental, el modelo lineal “crea
impactos sociales negativos significativos a escala local, regional y mundial”
(Larios, 2019, p.38).
A la vista de los datos
precedentes, han surgido nuevos movimientos como alternativa sostenible en la
industria de la moda. Concretamente en el año 2007, Fletcher dio nombre al
movimiento que hoy se conoce como slow fashion, inspirado en los propósitos sobre los que se creó el movimiento slow
food (Clark, 2008). Fletcher (2010) afirma que “el slow fashion representa
una visión de sostenibilidad en la industria de la moda, basada en diferentes
valores y propósitos distintos a los actuales, (…) (para ello, añade), (…) se
requiere un cambio en la infraestructura” (p.262).
A la hora de hacer referencia al término slow fashion, en
español se encuentran autores que emplean la traducción literal «moda
lenta», aunque Salcedo (2014), expone la posibilidad de utilizar otros términos
como «ecomoda», «moda ética» y «moda sostenible» y halla ciertos matices de
diferenciación entre los distintos conceptos. Por consiguiente, uno de los
objetivos del mismo es combinar el placer y el gusto por la moda con la
conciencia y la responsabilidad (Fletcher, 2007).
Pero, si bien, a nivel
terminológico «rápido» y «lento» son dos conceptos contrarios, Fletcher (2010)
aclara que, en la práctica, el fast fashion y el slow fashion son
dos “formas distintas de entender el mundo, con diferentes lógicas económicas y
modelos de negocio, valores y procesos” (p.262).
En definitiva, con
objeto de apoyar el movimiento slow
fashion, la transición hacia un nuevo modelo más sostenible se convierte en
algo imprescindible para reducir los impactos sociales, ambientales y
económicos de la industria textil. Por ello, el objetivo de este trabajo es
desarrollar los pilares básicos en los que se sustenta el modelo alternativo
denominado de economía circular (en adelante EC) en la industria de la moda.
Para tratar de dar
respuesta a esta cuestión, en el primer apartado del trabajo, se plantea una
conceptualización general del modelo a partir de la revisión literaria de las
aportaciones efectuadas por diferentes autores. Posteriormente, los apartados
siguientes profundizan y desarrollan los aspectos básicos que sostienen el
planteamiento del modelo EC en la industria de la moda. En concreto, son cuatro
los pilares encontrados: El uso de fibras textiles, la utilización de fuentes
de energía alternativas, el período de utilización de las prendas y, por
último, la reutilización, la reparación, el reciclado, así como la gestión de
residuos.
La metodología
seleccionada en el presente estudio obedece a la modalidad analítica documental
(Arias, 2012), es decir, parte de las aportaciones literarias efectuadas por
otros autores en sus investigaciones previas sobre el ámbito objeto de estudio.
Por tanto, para el desarrollo de este trabajo se han utilizado fuentes
secundarias, recopilándose una ingente cantidad de documentos en formato de
libro, artículo científico, comunicación en congreso y/o informe, cuyos datos
han sido analizados minuciosamente, sintetizados y estructurados.
El concepto de economía circular es
señalado por primera vez por Pearce y Turner (1990); sin embargo, fueron McDonough y Braungart (2002),
quienes amplificaron dicha concepción, ofreciendo una nueva visión sobre la
economía circular aplicada a los distintos procesos productivos, según la cual
se deben tener presentes todas las fases involucradas en un producto, a saber:
Extracción de materias primas, procesamiento, utilización y desechado.
Asimismo, en dicho
estudio fundamentan la teoría en dos ciclos cerrados: El ciclo biológico (biological
cycle) y el ciclo técnico (technical cycle) (ver Figura I). Ambos
ciclos son ruedas cerradas (denominadas closed
loops), en las que no se generan residuos. Así, la economía circular se
concibe como un proceso que pretende “transformar la función de los recursos en
la economía”, de tal manera que, si se implementase, “los residuos de las
fábricas se convertirían en un valioso insumo para otro proceso, y los
productos podrían ser reparados, reutilizados o mejorados en lugar de ser
desechados” (Preston, 2012, p.1). Sin embargo, señalan Oblitas et al. (2019),
“la falta de comprensión de los verdaderos potenciales de este modelo en muchos
sectores empresariales, sigue siendo un desafío” (p.196).
Fuente: Elaboración propia, 2021 a partir de McDonough y
Braungart (2002).
Figura I: Ciclos de producción modelo economía circular
Para poder alcanzar el
objetivo marcado por el slow fashion de implementar el sistema circular
en la industria de la moda, es necesario cambiar la estructura del modelo
productivo lineal, en el que las nuevas colecciones reemplazan a las anteriores
(Ræbild y Bang, 2017). En este sentido, surgen numerosos métodos para fomentar
el modelo circular en la industria de la moda. A continuación, se relacionan
brevemente las propuestas de la Ellen MacArthur Foundation (EMF) y Circular Fibres Initiative (2017);
Larios (2019); Fletcher (2012); y, Ræbild y Bang (2017).
En primer lugar, la
propuesta de la EMF se sustenta sobre tres pilares fundamentales: (1) Eliminar
residuos y contaminación desde el diseño; (2) mantener productos y materiales
en uso; y, (3) regenerar sistemas naturales. En segundo lugar, Larios (2019),
propone en su análisis tres principios sobre los que sustentar la
sostenibilidad en la industria de la moda: (1) Asegurar el uso eficiente y
cuidadoso de los recursos naturales; (2) seleccionar fuentes de energía
renovables en todas las etapas; y, (3) maximizar la reparación, rehacer, así
como reutilizar el producto y sus componentes.
En tercer lugar,
Fletcher (2012) aportó su visión acerca de la moda sostenible haciendo hincapié
especialmente en cuatro secciones: (1) Diversidad en los materiales (Material
Diversity); (2) fabricado éticamente (Ethically made); (3) el uso
importa (Use matters); y, (4) desechos, reciclado y cero residuos (Zero
waste). Si bien los principios anteriores se proponen a nivel general, la
transformación del modelo productivo también se ha de abordar en planos más
específicos.
A este respecto, Ræbild
y Bang (2017) llevaron a cabo un estudio en torno al concepto de «colección» en
relación con la industria de la moda y la economía circular. Dichos autores
señalan, que es importante tener presente los tres aspectos que diferencian un
modelo lineal de uno circular: En primer lugar, conviene considerar que el
modelo circular se trata de un sistema de servicios de productos (product
service system) y no un sistema basado por completo en el producto (product
system) y por ello, se debe proporcionar un servicio adicional al producto,
como un mantenimiento y una identificación fáciles; en segundo lugar, se ha de
tratar de crear un sistema de perfeccionamiento del diseño existente (refinement
of existing design), en contrapartida al modelo actual basado en el sistema
unidireccional para apoyar la venta de un nuevo diseño (one-way system);
por último, los autores apuntan que, en el modelo circular, las colecciones
deben tener proyección a largo plazo.
Tomando como referencia
las propuestas expuestas anteriormente, se ha elaborado una clasificación con las
cuatro vertientes principales de la economía circular en la industria de la
moda sostenible. La propuesta para este estudio es la siguiente:
1. Las fibras textiles
(Fletcher, 2012; Larios, 2019).
2. Las fuentes de energía
(EMF, 2017; Larios, 2019).
3. El período de
utilización (Fletcher, 2012; EMF, 2017; Ræbild y Bang, 2017; Larios, 2019).
4. La reutilización, la
reparación, el reciclado y, en general, la gestión de residuos (Fletcher, 2012;
EMF, 2017; Ræbild y Bang, 2017; Larios, 2019).
Cada uno de los cuatro
aspectos destacados se desarrollará con detalle en los siguientes apartados.
La fibra textil, es un
término genérico utilizado para todos los materiales que forman la base de un
elemento textil y se caracteriza por presentar una longitud cien veces mayor
que su diámetro. La clasificación más habitual de las fibras textiles es la que
utiliza como criterio el origen de la misma. De esta forma, las fibras pueden
ser de origen natural o no. Las primeras, son producidas por la naturaleza,
mientras que las segundas, se dividen a su vez en dos modalidades: Por un lado,
las obtenidas a partir de polímeros naturales transformados por la acción de
reactivos químicos -fibras artificiales–; y, por otro lado, las obtenidas a
partir de polímeros sintetizados químicamente –fibras sintéticas– (Sanches et
al., 2015).
Concretamente, en la
industria de la moda, un 54% de las fibras utilizadas son fibras naturales (European Topic Centres/ Waste and
Materials in Green Economy – [ETC/WMGE], 2019). Dentro
de las fibras naturales, el algodón es una de las fibras más utilizadas en la
industria textil. La mayor parte de la producción de algodón se destina a
prendas de vestir, sin embargo, su obtención requiere unas 200.000 toneladas de
plaguicidas y unos 8 millones de toneladas de fertilizantes anualmente; y para
su cultivo se necesitan una gran cantidad de agua (EMF, 2017).
En cuanto a las fibras
sintéticas, conviene destacar que, durante los últimos años, su uso se ha
incrementado considerablemente. El poliéster, a pesar de ser una fibra no
renovable que requiere más de 70 millones de barriles de petróleo cada año (Waste y Resources Action Programme [WRAP],
2019), es una de las fibras sintéticas más utilizadas (ETC/WMGE, 2019). Sin
embargo, es una fuente importante de contaminación, puesto que su producción
demanda grandes cantidades de recursos no renovables y energía fósil.
Por lo tanto, tanto las
fibras naturales como las fibras sintéticas generan un gran impacto
medioambiental. Ante este panorama, se detecta un creciente interés por el uso
de fibras más ecológicas, v.g., el último informe de la organización sin ánimo
de lucro Textile Exchange (2019), refleja que la producción de variantes de
algodón más ecológicos y sostenibles (preferred
cotton) creció de un 10 por ciento en 2013/14 a un 22 por ciento en
2017/18.
Ahora bien, se ha
efectuado una labor recopilatoria de las fibras más ecológicas y sus características
siguiendo la plataforma Sustain Your Style (2020). De acuerdo con la
información recogida(1), las fibras ecológicas, deben cumplir con,
al menos, la mitad de las siguientes ocho condiciones: (1) Necesitan poca agua;
(2) necesitan poca energía; (3) está hecho con desechos; (4) está hecho con
recursos renovables; (5) tiene un control de químicos; (6) no tienen organismos
genéticamente modificados (OGM); (7) No erosionan el suelo; y, (8) son
biodegradables.
Inversamente, se
considera que las fibras que conviene evitar generan uno o más de los
siguientes impactos medioambientales: (1) Necesita mucha agua; (2) necesita
mucha energía; (3) emplea recursos no renovables; (4) contiene químicos
peligrosos; (5) usa OGM; (6) degrada el suelo; (7) deforesta; (8) no es
biodegradable; y, (9) maltrato animal. En el Cuadro 1 se presentan las fibras
que conviene utilizar o evitar. La clasificación dentro de cada una de las dos
variantes obedece a su origen.
Fibras recomendadas y fibras no recomendadas
Fibras recomendadas |
||||
Fibras
recicladas |
Fibras
naturales |
Fibras
animales |
Fibras
sintéticas |
|
Poliéster
reciclado |
Algodón
orgánico |
Alpaca |
Lyocell/tencel |
|
Nailon
reciclado |
Lino |
Seda |
Fibra
de naranja |
|
Algodón
reciclado |
Cáñamo |
Lana
responsable |
Fibra
de piña |
|
Lana
reciclada |
Ramio
y ortiga |
Cachemir
responsable |
Refibra™ |
|
|
|
Piel
responsable |
Bambú
responsable |
|
Fibras no recomendadas |
||||
Fibras naturales y animales |
Fibras sintéticas y semi-sintéticas |
|||
Algodón |
Piel |
Poliéster |
Bambú |
|
Lana |
Cachemir |
Rayon,
viscosa, modal |
Piel vegana |
|
Fuente: Elaboración propia, 2021 a partir de Sustain
Your Style (2020).
Seguidamente,
se presenta el Cuadro 2, que recoge los requisitos de sostenibilidad que
cumplen las fibras ecológicas o más recomendadas. Tanto el algodón reciclado
como la lana reciclada cumplen con los ocho requisitos expuestos con
anterioridad. Dentro de las fibras naturales, el cáñamo cumple con siete de los
requisitos marcados, tiene un proceso de crecimiento rápido y requiere la
utilización de menos pesticidas, además, ayuda a mejorar la calidad del suelo
(Niinimäki, 2013). La fibra de hoja de piña, también muestra un inmenso
potencial de uso en esta industria (Debnath, 2016), cumpliendo siete de los
requisitos establecidos.
Requisitos que cumplen las fibras para ser consideradas ecológicas
TIPO DE FIBRA |
Poca agua |
Poca energía |
Hecho con desechos |
Con recursos renovables |
Control de químicos |
Sin OGM |
No erosión del suelo |
Biodegradable |
Poliéster reciclado |
X |
X |
X |
|
|
X |
X |
|
Nailon reciclado |
X |
X |
X |
|
|
X |
X |
|
Algodón reciclado |
X |
X |
X |
X |
X |
X |
X |
X |
Lana reciclada |
X |
X |
X |
X |
X |
X |
X |
X |
Algodón orgánico |
X |
X |
|
X |
X |
X |
X |
X |
Lino |
X |
X |
|
X |
X |
X |
X |
X |
Cáñamo |
X |
X |
|
X |
X |
X |
X |
X |
Ramio y ortiga |
X |
X |
|
X |
X |
X |
X |
X |
Alpaca |
X |
X |
|
X |
X |
X |
X |
X |
Seda |
|
X |
|
X |
X |
X |
X |
X |
Lana responsable |
X |
X |
|
X |
X |
X |
X |
X |
Cachemir responsable |
X |
X |
|
X |
X |
X |
|
X |
Lyocell (Tencel®) |
X |
|
|
X |
X |
X |
X |
X |
Fibra de naranja |
|
|
X |
X |
|
|
X |
X |
Fibra de piña |
X |
X |
X |
X |
|
X |
X |
X |
Refibra™ |
X |
X |
X |
X |
X |
|
X |
X |
Bambú responsable |
X |
X |
|
X |
X |
X |
X |
X |
Fuente: Elaboración propia, 2021 a
partir de Sustain Your Style (2020).
La industria de la moda
está catalogada como una de las industrias más contaminantes del planeta
(UNECE, 2018). Según el informe de la EMF (2017) los combustibles fósiles son
la principal fuente de energía en la producción de las prendas textiles,
afirmando que en 2015 la industria del textil consumió unos 98 millones de toneladas,
lo que representó un 2% del carbon budget(2). Si no se lleva a cabo ningún cambio en el sistema de
producción, las predicciones muestran que, en el 2050, el consumo de recursos
se triplicará hasta llegar a los 300 millones de toneladas alcanzando un 26%
del carbon budget.
Con relación a los
datos expuestos anteriormente, autores como Smith, Baille y McHattie (2017); y,
Larios (2019), señalan que para que la economía circular funcione en la
industria de la moda, es indispensable comenzar a sustituir las fuentes de
energía tradicionales por fuentes de energía renovables -tales como la eólica,
la solar o la hidroeléctrica-. De este modo, se preservan los ecosistemas en
los que la empresa opera y de los que, a su vez, se beneficia (Ormaza et al.,
2020).
Ante la situación de
alarma medioambiental han surgido diversos compromisos e iniciativas entre los
que destaca el denominado Pacto por la Moda (Fashion Pact, 2019) firmado por
más de un 20% de las empresas pertenecientes a la industria de la moda, que establece
como uno de los principales objetivos la utilización del 100% de energías
renovables en 2030 y cero emisiones de CO2 en 2050.
A nivel intersectorial,
The Climate Group y CDP crearon la
iniciativa RE100 para reunir a las empresas más importantes y luchar por usar
energías renovables en el 100% de sus operaciones mundiales. A esta iniciativa
se han unido grandes empresas internacionales del sector de la moda como
H&M o Ralph Lauren Corporation.
Del mismo modo,
programas como The C2C Certified™ Products
Program (Fashion for Good, 2020) señalan que tanto el uso de las energías
renovables como la medición del uso de energía, tienen dos grandes ventajas
para los fabricantes: Por un lado, utilizar energías renovables no solo es
beneficioso para el medio ambiente, sino que puede favorecer una buena relación
con las marcas -puesto que hay marcas que apoyan a los fabricantes que usan
energías sostenibles en sus procesos de producción-; por otro lado, el hecho de
llevar a cabo mediciones para determinar el uso de la energía ayuda a optimizar
los procesos de producción.
Probablemente la piedra
angular para avanzar hacia el slow fashion sea el período de utilización
de las prendas. Este aspecto puede ser manejado fácilmente por el propio
consumidor. No obstante, en este apartado no solo se estudiará el uso de las
prendas textiles en función de su tiempo de vida o de duración, sino que
también se añadirán las claves para un óptimo mantenimiento de las mismas
debido a su gran impacto medioambiental.
La filosofía fast fashion, ha conseguido en las últimas décadas estimular la demanda de los consumidores ofreciéndoles prendas a precios reducidos, de escasa calidad y con mayor frecuencia en la renovación de las colecciones (Fletcher, 2010). En términos generales, la ropa está muy «infrautilizada» y el tiempo de uso de una misma prenda se ha reducido en un 36% con respecto al tiempo de uso de hace 15 años (Larios, 2019).
Dos variables pueden
vincularse a la obsolescencia de una prenda: Su estilo y su durabilidad. En cuanto
a la primera, las empresas más famosas del sector de la moda han pasado de
renovar dos veces al año sus colecciones a efectuar renovaciones apenas cada
dos o tres semanas (Ozdamar y Atik, 2015). En cuanto a la durabilidad de las
prendas, la reducida calidad de las mismas hace que difícilmente mantengan sus
propiedades (textura, color, entre otros) más allá de los diez lavados (Joy et al., 2012).
A la vista de los datos
anteriores, el punto de mira del nuevo modelo EC aplicado a la industria de la
moda se focaliza en la calidad de las prendas más que en la cantidad
(Pokulangara y Shephard, 2013). Concretamente, su objetivo es la creación de
prendas más duraderas, tanto por su diseño como por su durabilidad, es decir,
irrumpen en el mercado las denominadas prendas “atemporales”, cuyo estilo y
diseño no está condicionado por modas pasajeras. Se trata de prendas de siluetas
no excesivas, con predominio de cortes clásicos y el predominio de colores
neutros combinables (blanco, beige, azul marino, gris, negro, entre otros) (Soler
y Ruano, 2012; Fletcher, 2018). Determinadas marcas españolas como SUR/SAC ya
están apostando por prendas que reúnen estos requisitos.
Lo expuesto tiene
importantes repercusiones en el plano medioambiental y en el social. Respecto
al primero, Soler y Ruano (2012), exponen que un aumento de uno a tres años en
la vida útil de las prendas daría lugar a una reducción del 50% en las
emisiones de CO2 originadas en la fabricación del producto textil.
En lo que respecta al plano social, el diseño de prendas atemporales y de
calidad superior, podría influir en las condiciones laborales del trabajador, dado
que se necesitará una mayor capacitación del mismo y mayores tiempos de
dedicación a la confección (Jung y Jin, 2016b).
Sin embargo, como freno
a la expansión del movimiento slow
fashion, Ozdamar y Atik (2015), colocan de manifiesto la existencia de un
nutrido número de consumidores que se muestran reticentes al uso de este tipo
de prendas de carácter atemporal, ya sea por su falta de atractivo o por su
aspecto poco favorecedor.
No solo se emiten gases
de efecto invernadero a la atmósfera durante la etapa de fabricación de las
prendas de ropa, sino que también se da esta circunstancia -incluso en mayor
medida- en los procesos de lavado, secado y planchado de las mismas (Retamozo y
Bengoa, 2016; Yun et al.,
2017).
En cuanto al proceso de
lavado, según Wolf et al. (2014),
para la consecución de un ahorro de energía durante el proceso de lavado es
imprescindible que se reduzca la temperatura del agua a la hora de programar la
lavadora, así como el uso de lavadoras clase A o de alta eficiencia energética
(Soler y Ruano, 2012).
El último informe
REU2016 (Residential End Uses of Water, V2) de DeOreo et al. (2016), mostró que un 16% del
agua de uso doméstico está destinada al lavado de las prendas textiles.
Respecto al uso de agua caliente, el mismo estudio afirmó que lavar la ropa
representaba un 9,7% del uso diario de la misma. Además, el detergente es uno
de los factores que tiene un gran impacto medioambiental negativo (Wolf et al., 2014), siendo preferible la
selección de detergentes biodegradables, ecológicos y con base vegetal, así
como comprobar que el detergente cuenta con un etiquetado con certificación
oficial. En cuanto al formato de detergente, conviene favorecer el uso de
detergentes en pastillas (en lugar del líquido).
En lo que respecta al
secado y al planchado, Retamozo y Bengoa (2016) aconsejan la selección de
textiles “que requieran poco planchado o diseñar prendas que distraen la
atención de las arrugas” (p.83). La fibra de algodón, es una de las que
requiere un alto consumo energético en los procesos de secado y planchado (Yun et
al., 2017). Asimismo, Soler y Ruano (2012) recomiendan secar la ropa al aire
libre y evitar el uso de secadoras con objeto de reducir la huella de carbono.
Este epígrafe recoge el
cuarto pilar del modelo EC propuesto en el primer apartado de este trabajo. Su
objetivo es abordar brevemente la última parte del ciclo de vida de una prenda
para alcanzar una industria textil más sostenible.
Como ya se ha
mencionado con anterioridad, el modelo productivo lineal de la industria de la
moda genera millones de toneladas de residuos cada año. Sin embargo, según
Huitema (2020), se estima que mundialmente menos del 1% de la ropa se recicla
como prendas de vestir.
En contraposición al
modelo anterior, el modelo EC propone la gestión de los residuos textiles,
primando la reducción de los mismos por encima de reutilizar, reparar o
reciclar. Para ello, es necesario acercarse a los conceptos de Zero Waste
(ZW) y precycling o «preciclaje».
De acuerdo con
Rathnayake, Karunasena y Rathnayake (2014), el ZW parte del principio
que para no tener que gestionar los residuos la mejor opción sería no
producirlos. Por tanto, propone un modelo productivo que no genere residuos,
destacando la importancia del ecodiseño de la prenda, de la gestión de la
cadena de suministro y de modelos de producción más limpios. En cuanto al
concepto de «preciclaje», Gillilan et al. (1996) explican que preciclar es una
forma de reducir los desechos desde el momento de la compra. En este sentido,
se puede preciclar “comprando productos con poco o ningún embalaje,
reutilizando productos, comprando productos empaquetados en materiales
reciclados y comprando productos reciclados o empaquetados en contenedores que
pueden ser reciclados localmente” (p.11).
A propósito de la gestión de residuos,
Agrawal, Barhanpurkar y Joshi (2013) exponen que hay cuatro formas de
tratarlos: Reducción de los recursos utilizados, reciclaje, incineración y
vertederos. La disminución de los recursos que se utilizan durante los procesos
de producción es, sin ninguna duda, una de las opciones más compatibles con el ZW.
Sin embargo, una vez que se ha producido esa generación de residuos en el
proceso, se sitúa el reciclaje como la segunda mejor opción.
Respecto a los
vertederos, conviene mantener los productos textiles lejos de los mismos,
puesto que, aunque algunas fibras textiles naturales son fácilmente
biodegradables (algodón o bambú), otro tipo de fibras sintéticas (como el
nailon o tejidos acrílicos) permanecerán en el lugar de forma indefinida (Weber,
Lynes y Young, 2017). A nivel de la Unión Europea, según Huitema (2020), el 87%
de la ropa usada es incinerada o depositada en vertederos.
No obstante, si se
profundiza en los tipos de reciclaje, Agrawal et al. (2013) explican que existen tres tipos de reciclaje en función
del uso final de los productos reutilizados: Primario, secundario y terciario.
La forma «primaria» y más recomendable de reciclaje, implica que el producto
reciclado sigue teniendo la misma utilidad que tenía originariamente. Dentro de
este tipo de reciclado se puede incluir la reutilización y la reparación.
Bajo el prisma de la
reutilización, en el ámbito del consumo colaborativo puede citarse algunas
fórmulas como el intercambio de ropa o swap
style (Young et al., 2013), así como la moda vintage –usando ropa de segunda mano– cuando el propietario inicial
decide revenderla (Heike, 2015) o la donación a organismos de caridad con
objeto de dar una segunda vida a las prendas de ropa. No obstante, la
decisión final sobre el destino de una prenda no deseada recae sobre el
consumidor y está condicionada por determinados aspectos como la cultura de
cada país y la edad del propietario de la prenda (Young et al., 2013).
La forma «secundaria» de
reciclaje, según Agrawal et al. (2013),
se refiere a los productos que, al reciclarse, se transforman en artículos
distintos del original, con utilidades menos exigentes -por ejemplo, paños,
trapos, relleno de determinados muebles, entre otros-. Por último, la forma
«terciaria» es, dentro de los tipos de reciclado, la menos recomendable, puesto
que se trata de transformar los desechos plásticos en combustibles o productos
químicos, lo que dificulta que se cree el círculo cerrado que persiguen la
economía circular y el ZW.
Han surgido recientemente
nuevos conceptos relacionados con el reciclaje, entre ellos destaca el upcycling.
El mismo, se presenta
como un equivalente de reutilización y está considerado como una de las formas
más ecológicas de reciclaje (Paras y Curteza, 2018). Esta modalidad va en
consonancia con el reciclaje primario al colocar el foco en la creación de un
producto de igual o mejor calidad que el original, a partir de desechos o
productos sin utilidad. El Cuadro 3, recoge de forma esquematizada, los
diversos tipos de gestión de residuos descritos en este apartado.
Modalidades de gestión de residuos textiles
1) Reducción de recursos |
1.1. Zero Waste (ZW) |
|
1.2. Precycling o preciclaje |
|
|
2) Reciclaje |
2.1. Reciclaje primario (Reutilización
o reparación) |
2.1.1.
Intercambio de ropa (swap style) |
2.1.2. Moda
vintage |
||
2.1.3.
Donación |
||
2.1.4. Upcycling |
||
2.2. Reciclaje secundario (transformación en producto menos exigente al
primitivo) |
||
2.3. Reciclaje terciario (transformación en combustibles o productos
químicos) |
||
3)
Incineración |
||
4) Vertederos |
Fuente: Elaboración propia, 2021.
Finalmente, resaltar
que son diversas las iniciativas y proyectos surgidos cuyo objetivo es
potenciar la óptima gestión de los residuos textiles. Entre las mismas, cabe
destacar la elaboración de la Agenda estratégica sobre gestión y reciclaje de
residuos textiles, desarrollada por Interreg Central Europe
(2019), con el objetivo de “sentar la bases técnicas y científicas para el
desarrollo de conocimientos y soluciones innovadoras con el fin de favorecer a
la industria textil hacia la Economía Circular” (p.5).
Conclusiones
El movimiento slow
fashion emerge como una nueva manera de entender el mundo de la moda,
alejado del ritmo frenético que caracteriza el planteamiento tradicional
denominado fast fashion. Así pues,
entre sus principios destaca la preocupación por la sostenibilidad bajo una
perspectiva medioambiental, así como social y económica. Para hacer realidad
las nuevas propuestas en las que descansa el slow fashion se propone la transición hacia un modelo económico
circular -radicalmente distinto al modelo lineal que hasta la fecha ha dominado
la industria de la moda-.
De este modo, tras analizar las aportaciones
efectuadas por diversos autores, se plantean los cuatro grandes pilares que
sostienen el nuevo modelo y que pueden resumirse en: 1) El uso de fibras
textiles más sostenibles, entre las que destacan las recicladas u otras
fórmulas innovadoras como las provenientes de determinadas frutas; 2) la
utilización de fuentes de energía renovables, que reduzcan el impacto medioambiental
y que permitan realizar mediciones periódicas para la optimización de los
procesos productivos; 3) el alargamiento de los períodos de uso de las prendas,
apostando por prendas atemporales y de gran calidad, desterrando así el
consumismo propio de esta industria que ha apostado durante décadas por la
filosofía de usar y tirar; y, finalmente, 4) la óptima
gestión de las prendas textiles desechadas, proponiendo a priori y por encima de todo una reducción de los recursos
consumidos –aplicando, por ejemplo, las técnicas de Zero Waste o de
preciclaje–, así como opciones diversas de reutilización o reparación basadas
en la economía colaborativa.
Sin
duda, la preocupación actual de los gobiernos por el cumplimiento de los
Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 propuesta por las
Naciones Unidas, supone un impulso crucial a la implantación del nuevo modelo
propuesto, debido a que dicho modelo se encuentra alineado directa o
indirectamente con la mayor parte de los diecisiete ODS. Concretamente, destaca
su compromiso con la producción y el consumo responsable (ODS 12), con la
acción por el clima (ODS 13), con la vida submarina y los ecosistemas
terrestres (ODS 14 y 15), con la energía asequible y no contaminante (ODS 7),
así como con el trabajo decente y el crecimiento económico (ODS 8).
Asimismo,
las diversas fundaciones, asociaciones e iniciativas –algunas de ellas
mencionadas a lo largo de este estudio– surgidas recientemente bajo el paraguas
del movimiento slow fashion y del
modelo circular asociado al mismo, serán sin duda de inestimable valor para la
difusión de una nueva mentalidad entre los fabricantes y, especialmente, entre
los consumidores. En definitiva, para el triunfo del modelo circular en esta
industria es requisito indispensable el desarrollo de campañas de
concienciación y planes de educación para la sostenibilidad dirigidos a los
diversos actores implicados en este sector.
Notas
1 Para su desarrollo se utilizan
como fuentes dos recursos: Made-By Environmental Benchmark for Fibres (Common Objetive,
2018) y Textile Exchange Preferred Fiber Market
Report (2019).
2
El carbon budget se entiende como la “cantidad de dióxido de carbono que
un país, empresa u organización ha acordado que es la mayor que producirá en un
período de tiempo determinado” (Cambridge Dictionary, 2021).
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* Doctora en Métodos Cuantitativos
en Economía. Licenciada en Investigación y Técnicas de Mercado (Marketing). Profesora
Titular de Universidad en la Universidad de Córdoba, España. E-mail:
es2nutaj@uco.es
ORCID: http://orcid.org/0000-0001-6597-6029
**
Máster en Comercio Exterior e Internacionalización de Empresas. Graduada en Traducción e Interpretación
(Francés e Inglés) en la Universidad de Murcia (España). E-mail: evadelamorcollado@gmail.com ORCID: http://orcid.org/0000-0001-8164-5983
*** Doctor en Ciencias Jurídicas y Empresariales. Licenciado en Ciencias
Económicas y Empresariales. Profesor Doctor en la Universidad de Córdoba,
España. E-mail: td1recaf@uco.es ORCID:
http://orcid.org/0000-0002-2434-556X
Recibido:
2021-05-27 ·
Aceptado: 2021-08-15