Programa de transición a la vida adulta en Andalucía: Percepción de
profesionales y extutelados
Sevillano-Monje, Verónica*
Ballesteros-Moscosio,
Miguel-Ángel**
González-Monteagudo, José***
Resumen
Numerosas investigaciones
internacionales demuestran que los jóvenes extutelados tienen mayores tasas de
desempleo que su mismo grupo de edad. En este artículo se pretende
conocer los beneficios para facilitar la inserción sociolaboral del programa
español de Alta Intensidad Mayoría de Edad +18 a partir de las percepciones y
experiencias de los jóvenes y sus orientadores. Este programa está destinado a
jóvenes que salen del Sistema de Protección de menores al cumplir la mayoría de
edad como alternativa tras la tutela. En este estudio descriptivo se hace uso
de un diseño metodológico mixto, fijo y emergente, combinando las técnicas de entrevista
y encuesta para la recogida de datos. La muestra la forman dos profesionales, seis
jóvenes beneficiaros del programa y cuatro egresados, entre 18 y 23 años. Los
resultados apuntan a la consideración del impacto positivo del programa, al
reconocer todos los participantes su utilidad en la mejora de sus posibilidades
de inserción sociolaboral. Se concluye, que el programa es necesario y
positivo, siendo una oportunidad única para los jóvenes. No obstante, se desvelan
también debilidades tales como la necesidad de una mayor implicación de la
Administración, el aumento de subvenciones y concienciación de la existencia de
estos programas.
Palabras
clave: Transición a la
vida adulta; jóvenes extutelados; Programas de transición; inserción laboral; emancipación.
Programme of
transition to adulthood in Andalusia: Perceptions of counsellors and care
leavers
Abstract
Numerous
international studies show that care leavers have higher unemployment rates
than their age group. This article aims to find out about the benefits
to facilitate the social and labour insertion of the Spanish programme of High
Intensity Coming of Age +18 from the perceptions and experiences of young
people and their counsellors. This program is aimed at young people care
leavers from child welfare system when they reach the age of majority as an
alternative after guardianship. This descriptive study uses a mixed, fixed and
emergent methodological design, combining interview and survey techniques for
data collection. The sample is made up of professionals, young people
benefiting from the programme and graduates, aged between 18 and 23. The
results point to the consideration of the positive impact of the program, as
all the participants recognize its usefulness in improving their possibilities
of social and labor insertion. It is concluded, that the programme is necessary
and positive, being a unique opportunity for young people. However, weaknesses are
also revealed such as the need for greater involvement of the Administration,
the increase in subsidies and awareness of the existence of these programs.
Keywords: Transition
to adulthood; care leavers, transition programmes,
labour market insertion, emancipation.
Introducción
En el estado español, como
dice el artículo 12 de la Constitución Española, “los españoles son mayores de
edad a los 18 años” (Gobierno de España, Ministerio de la
Presidencia, 1978). La
mayoría de edad supone la adquisición de la plena capacidad de obrar de la
persona, entendida como la aptitud para poder ejercer los derechos y
obligaciones de la que es titular. La diferencia entre mayoría y minoría de
edad legal, tiene como fin la protección de los intereses de la persona, y por
eso despliega en su favor toda una serie de instituciones tuitivas de sus
derechos y su patrimonio. Sin embargo, el Legislador considera que, a partir de
una determinada edad -los 18 años en el caso español-, se le ha de presumir a
la persona el suficiente autogobierno psíquico para ejercer por sí misma sus
propios derechos.
No obstante, el proceso de
madurez y desarrollo emocional, social y fisiológico no tiene por qué darse en
el mismo momento. Es por este motivo que los menores del Sistema de Protección
en España, al cumplir los 18 años, deben de abandonar los Centros de Protección
de menores, para iniciar la vida adulta de manera autónoma.
En el año 2018, se dieron de
baja por mayoría de edad en España, un total de 4.002 jóvenes (el 21% de las
bajas totales) del Sistema de Protección (Ministerio de Sanidad, Consumo y
Bienestar Social, 2019). En
la región de Andalucía, según el informe de evaluación de la Dirección General
de Infancia y Familias, la cifra de jóvenes que salieron del Sistema de
Protección por alcanzar la mayoría de edad no superó los 900.
Estos jóvenes tienen
desventajas laborales, condicionadas por los factores educativos y dificultades
en sus procesos de adaptación a los contextos sociales, escolares y laborales,
por lo que tienen un escaso dominio de competencias, debido a factores de
riesgo físico, psicosociales y contextuales (Jurado, Olmos y Pérez, 2015;
Saldaña, et al., 2020; Coronel y Farje, 2020).
En esta
línea, Gudžinskienė, Raudeliūnaitė y Uscila (2017) explican que
estos jóvenes enfrentan numerosas dificultades por vivir en un centro de
protección debido a la falta de habilidades de autoempleo y autoayuda. Además,
su estudio reveló que presentan restricciones de habilidades personales,
fundamentales para la vida independiente como la adecuada autoevaluación,
autocontrol y autoconfianza.
Concretamente, las
dificultades de acceso al mercado laboral de este colectivo son mucho mayores: Tienen
menos posibilidades de ser empleados y ganan sustancialmente menos que los
jóvenes de la población general que no han sido tutelados (Dworsky y Gitlow,
2017). Como consecuencia, el proceso de transición a la vida adulta es más
acelerado y comprimido que los jóvenes de la misma franja de edad (Stein,
2006). Además, al cumplir los 18 años y tener que abandonar los centros de
protección, es probable que queden desamparados, al no poder volver con sus
familias, o no ser lo más conveniente este retorno (Martín, 2015).
Los datos de Eurostat (2020),
indican que la edad media de salida del hogar parental en las familias de
origen de los jóvenes europeos es de 26,3 años y la tasa de desempleo en la UE-28
para los jóvenes de 15 a 24 años es del 14,6%. En España, los datos son, respectivamente,
29,5 años y 34,6%. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE, 2020), a
finales de 2019, la tasa de desempleo entre los jóvenes de 16 a 19 años es muy
elevada (43,9%), mientras que esa tasa de desempleo de los 20 a los 24 años es
más baja (27,72%). Concretamente, en Andalucía la situación de desempleo
juvenil la colocan en la lista de regiones europeas en peores condiciones (53,71%
de los 16 a los 19 años y 38,01% de los 20 a los 24 años).
Asimismo, el número de
población de migrantes no acompañados que llegan a las costas andaluzas e
ingresan en el Sistema de Protección de Menores es muy elevado: 7.783 nuevos
ingresos en 2018 según el Observatorio de la Infancia en Andalucía (2019). Esta
situación precisa, que la atención al colectivo de jóvenes extutelados se
entienda como un problema social de alta prioridad y de derechos sociales (Del
Valle y Bravo, 2013).
Las investigaciones
nacionales e internacionales sobre la transición a la vida adulta de jóvenes
extutelados han aumentado en los años recientes (Rutman y Hubberstey, 2016;
Courtney y Hook, 2017; Heerde, Hemphill y Scholes-Balog, 2018; Gradaílle,
Montserrat y Ballester, 2018), evidenciando la importancia de esta cuestión, aunque
hay muchas discrepancias entre los diferentes países europeos sobre los marcos
normativos y los recursos disponibles (Del Valle
y Bravo, 2013).
El panorama
europeo es muy diverso. El Reino Unido, reformó su legislación en el año 2000 (Children Leaving Care Act), para
ampliar el apoyo a estos jóvenes de los 18 a los 21 años (López, et al.,
2013). En Alemania, se ha aumentado la edad de los servicios de protección
hasta los 21 años (Del Valle y Bravo, 2013). En Noruega, los legisladores han
acordado que este grupo necesita una atención especial, aunque el sistema tiene
grandes dificultades para ofrecer apoyos a la transición. En Suecia, aunque no
existe un respaldo legal, la transición es más exitosa, debido a una mayor
disponibilidad de recursos y programas (Storø, Sjöblom y Höjer, 2019).
En España, la
Ley Orgánica 26/2015 de modificación del sistema de protección a la infancia y
a la adolescencia (Gobierno de España, Ministerio de la
Presidencia, 2015), tuvo en cuenta por primera vez medidas para fomentar los
procesos de emancipación. Sin embargo, la implementación de políticas
específicas y la dotación de recursos depende de las regiones, existiendo
muchas diferencias entre ellas, debido a las distintas políticas, a las limitaciones
presupuestarias y a las desigualdades económicas entre las regiones.
No obstante,
la mayoría de los programas de apoyo a la transción a la vida adulta llevados a
cabo en España centran sus esfuerzos en la educación, la preparación para el
mercado y las habilidades básicas para la vida independiente, mientras que se
presta menos atención al apoyo socioemocional (Cassarino-Perez, Ermel y
Castellà, 2018). Además, no todos los programas son evaluados rigurosamente, por
lo que se desconoce el impacto real que tienen estos (Hadley, Mbwana y Hair,
2010).
El estudio que a continuación
se presenta ha sido realizado en el contexto español. El objeto de la investigación, es el
desarrollo de la empleabilidad de los jóvenes extutelados y el objetivo
principal, por tanto, es conocer los beneficios del programa para facilitar la
inserción sociolaboral de los jóvenes en riesgo de exclusión social que
proceden del Sistema de Protección, a través de las percepciones de los propios
jóvenes y sus orientadores. Este programa, abarca todos los aspectos de la vida
cotidiana de los jóvenes que participan en él. No obstante, este estudio se centra
concretamente en la orientación laboral y en la inserción de estos jóvenes en
el mercado de trabajo.
1. Jóvenes extutelados y riesgo
de exclusión social
Una causa
de la exclusión social de algunos jóvenes puede ser, como indican Lebrero,
Montoya y Quintana (2008), la exteriorización y perpetuación de la inadaptación social en
la etapa adolescente, a través de actividades delictivas o predelictivas y del
consumo de drogas. Estas actividades generalmente están causadas por
circunstancias sociales de marginación, conflictividad familiar y social, así como
problemas psicológicos.
Los jóvenes
procedentes del Sistema de Protección suelen tener algunos de los siguientes
perfiles: Poseer niveles bajos de logro educativo y de empleo, sufrir más
probabilidades de vivir experiencias de pobreza e inestabilidad de vivienda,
convertirse en padres jóvenes, depender de la asistencia social, tener malas o
nulas relaciones con sus familiares, estar desempleados o subempleados,
abandonar pronto la escuela, ser encarcelados, tener problemas de salud mental
y de abuso de sustancias (Reid, 2007; Courtney, 2009; Osgood, Foster y
Courtney, 2010; Muller-Ravett y Jacobs, 2012; López et al., 2013; Escarbajal e Izquierdo, 2013; Cosner, Singer y Hokanson, 2014; Peters, Sherraden y
Kuchinski, 2016; Heerde, et al., 2018).
Rodríguez,
De-Juanas y González (2016),
afirman que los jóvenes en situación de vulnerabilidad creen que los beneficios
de la formación son poco relevantes. Por ello, tienen más interés en abandonar
la formación prematuramente para buscar trabajo, respecto de los jóvenes que no
se encuentran en la misma situación. Además, valoran la formación de una manera
estratégica, como requisito necesario para tener más oportunidades de acceder a
empleos con mejores condiciones. Los jóvenes saben que sin una formación mínima
(en el caso español, el Graduado en Educación Secundaria Obligatoria, que se
obtiene a los 16 años) no pueden acceder al mercado laboral.
La inserción laboral es
valorada porque permite obtener ingresos económicos, prestar ayuda económica a
las familias y afrontar el proceso de emancipación. No obstante, los jóvenes
extutelados tienen menos posibilidades de alcanzar estudios secundarios
(Courtney, 2009; Courtney y Hook, 2017). En este sentido, Zúñiga y Soriano
(2019) demuestran que los programas de inserción laboral para jóvenes en
Andalucía tienen menor impacto en aquellos que tienen una baja cualificación y,
por tanto, presentan mayores dificultades de inserción laboral.
A pesar de estas
dificultades, según Osgood, et al. (2010),
muchos jóvenes consiguen el nivel básico de autosuficiencia. Los jóvenes que
consiguen tener éxito suelen caracterizarse por poseer temple, capacidad para
superar las dificultades y habilidades para recuperarse rápidamente de eventos
estresantes o traumáticos. Otros factores que favorecen una transición exitosa a
la vida adulta son: El apoyo de la familia y de los amigos; rasgos de
personalidad como la persistencia y la confianza; y los buenos resultados escolares,
que tienen relación con el acceso al empleo (Osgood, et al., 2010; Chávez y Peralta,
2019).
2. El Programa Mayoría de
Edad +18: Facilitando la transición a la vida adulta desde la práctica
De acuerdo con Zúñiga y
Soriano (2019), las políticas de empleo juvenil deberían de estar ajustadas a
los jóvenes que tienen mayores dificultades para integrarse en el mercado de
trabajo y deben diseñarse programas que se ajusten a las necesidades y vulnerabilidades
de cada grupo de joven. En esta misma línea, Castro, García y López (2020),
plantean que la inclusión social juvenil no supone solo implantar estrategias
laborales, sino que, además, es primordial atender a las necesidades
individuales, valía personal, sociales y de inclusión ciudadana.
El Programa Mayoría de Edad
+18 pretende guiar a jóvenes extutelados, una vez cumplidos los dieciocho años,
en el proceso de construcción de su proyecto personal de vida, de manera que logren
la plena integración social y laboral, y vivan de forma normalizada y autónoma.
El programa abarca numerosos objetivos, referidos a los siguientes aspectos: Ámbito
personal, salud e higiene, vivienda, actividades de la vida cotidiana, recursos
familiares y comunitarios, formación y desarrollo laboral.
Por tanto, responde a las tres necesidades de la orientación para
la vida adulta según Álvarez (1999): Personal o vocacional, educativa y social.
Además, está destinado a jóvenes con perfiles diversos y en los que influyen aspectos
tales como la situación personal, la experiencia en su desarrollo personal y
las dificultades del núcleo familiar, que siguen estando sin recursos tras
salir de los Centros de Protección y que, como consecuencia, entran en una
potencial situación de marginación y exclusión social (Rodríguez, 2006).
El Programa Mayoría de Edad
+18 fue iniciado en 1997 y se presenta bajo dos formatos, de alta o de media
intensidad, en relación con los recursos que ofrece. El subprograma de alta
intensidad, se dirige a los jóvenes que son atendidos en diferentes facetas y a
los que se les ofrece, además, alojamiento y manutención durante un año, máximo
dos, para que alcancen una situación de vida independiente. Por su parte, el subprograma
de media intensidad, oferta un proceso de tutorización y acompañamiento
externo. Los jóvenes, necesitan volver a estrechar lazos familiares tras salir
del Sistema de Protección, pero se dan cuenta de que sus familias no les pueden
ofrecer ayuda para iniciar su vida autónoma, lo cual les motiva a participar en
el programa de forma voluntaria.
El proceso de incorporación
al programa es básicamente informativo y se realiza por parte de los
profesionales, en sesiones informativas de grupo o individuales, en las que se
les ofrece toda la información que necesitan conocer para poder decidir la integración
en el programa. Por otro lado, se entrevista a los educadores de los jóvenes de
los Centros de Protección y se desarrolla una coordinación continuada con los
profesionales del área de Asuntos Sociales e Igualdad de la administración
pública.
La asociación en la que se centra
la presente investigación, denominada bajo el nombre ficticio Orienta, tiene un
abanico amplio de servicios centrados en discapacidad intelectual, menores
tutelados, cooperación internacional y empleo. Entre ellos se destacan: Los
Centros de Protección a la Infancia (Centros Residenciales, Centro Terapéutico y
Centro de Atención Inmediata); los diferentes programas (Mayoría de Edad +18,
Pre-mayoría y otros programas destinados a personas con discapacidad
intelectual); y otros servicios destinados a personas adultas con discapacidad
(servicios de día, unidad de estancia diurna y servicios residenciales).
El Programa Mayoría de Edad
+18 comenzó a funcionar en la asociación Orienta en el año 2003, y desde
entonces ha contado con dos apartamentos, uno para chicos y otro para chicas,
dos orientadores sociolaborales y un asesor laboral. En este recurso de Alta Intensidad
se trabajan tres áreas, relativas a dimensiones personales, sociales y laborales.
Cada área tiene varios objetivos específicos, que complementan al objetivo
general. Las áreas personal y social, se trabajan diariamente con los jóvenes, colocándolas
en práctica desde la vida cotidiana, desmontando falsas expectativas y favoreciendo
la aceptación gradual de las propias capacidades. El área laboral se trabaja de
forma individual, enfatizando la necesidad de mantener un puesto de trabajo y
motivando la flexibilidad sobre las expectativas.
3. Metodología
El objetivo principal de
esta investigación es conocer los beneficios del Programa de Mayoría de Edad
+18 para facilitar la inserción sociolaboral de los jóvenes en riesgo de
exclusión social que proceden del Sistema de Protección. En ese sentido, al
tratarse de un estudio exploratorio, se utiliza la investigación descriptiva
con una metodología mixta, combinando enfoques cualitativos y cuantitativos. El
diseño de la metodología mixta es fijo y emergente; es decir, antes de iniciar
la investigación se planifica el uso de la metodología cuantitativa y
cualitativa, en dos fases distintas (Creswell y Plano, 2011), aunque
interdependientes una fase de la otra.
3.1. Población
y muestra
La población objeto de investigación
son los jóvenes extutelados que abandonan el Sistema de Protección y acceden al
Programa de Mayoría de Edad +18, en Andalucía (España). La muestra seleccionada
estuvo conformada por los dos orientadores que forman parte del programa y un
total de 10 jóvenes de una entidad de la provincia de Sevilla. La selección de
la muestra se obtuvo mediante el muestreo no probabilístico, definido como el
proceso de selección que no depende de la probabilidad (Bisquerra, 2014). Se
eligió este tipo de muestreo por ser una población conocida y de fácil acceso.
En el caso de los
orientadores, ambos son profesionales de la educación con 9 años de experiencia
en el programa. Concretamente, una pedagoga y un maestro. En el caso de los
jóvenes, 6 de los participantes seguían siendo beneficiarios del programa,
mientras que los otros 4 participantes habían pasado por él y lo habían finalizado,
por lo que se consideran egresados (ver Tabla 1).
Tabla 1
Características de los jóvenes
participantes en la investigación
Sexo |
Edad |
Estancia en el programa |
Carácter |
Mujer |
18 |
0-6 meses |
Beneficiario |
Mujer |
18 |
0-6 meses |
Beneficiario |
Mujer |
19 |
13-18 meses |
Beneficiario |
Mujer |
19 |
13-18 meses |
Beneficiario |
Hombre |
18 |
0-6 meses |
Beneficiario |
Hombre |
19 |
19-24 meses |
Beneficiario |
Mujer |
19 |
0-12 meses |
Egresado |
Mujer |
20 |
0-12 meses |
Egresado |
Hombre |
20 |
13-24 meses |
Egresado |
Hombre |
23 |
13-24 meses |
Egresado |
Fuente: Elaboración propia, 2020.
Cabe señalar, que todos los
participantes fueron informados de la naturaleza de la investigación, y de la
utilización de los datos únicamente con fines científicos. Su participación fue
voluntaria, y se informó que se mantendría la confidencialidad así como el
anonimato para salvaguardar la identidad. Durante la fase de recogida de datos
se utilizaron seudónimos para proteger el anonimato de los participantes.
3.2. Instrumentos
Los instrumentos de recogida
de datos fueron diversos. En el caso de los orientadores, se realizaron
entrevistas semiestructuradas a partir de un guion con 9 cuestiones. En este
sentido, se considera que las entrevistas eran un apoyo eficaz a otras técnicas
de investigación cualitativa, puesto que “son el instrumento más poderoso de
una investigación, cuando se las utiliza en conjunción con otros métodos”
(Woods, 2011, p.104).
A los jóvenes beneficiarios
del programa, se les realizó un cuestionario ad hoc de escala tipo Likert,
con 17 ítems, mientras que a los jóvenes egresados del programa, se les aplicó
también un cuestionario ad hoc tipo Likert, pero con 24 ítems.
Ambos instrumentos constaban de los siguientes bloques: Valoración sobre el programa,
los orientadores, las expectativas, la transición a la vida adulta y la
inserción sociolaboral. La validez del contenido de ambos cuestionarios fue
valorada por 10 expertos, lo que supuso la modificación de algunos ítems
y la eliminación de otros, hasta su versión final. En el caso de los jóvenes, se
optó por la técnica de la encuesta, debido a que los sujetos investigados
proporcionan información relevante sobre sí mismos y/o su entorno (Bisquerra,
2014).
3.3. Análisis de los datos
El procedimiento de análisis
utilizado sigue los pasos que proponen Hernández, Fernández y Baptista (2014) y
parte de la teoría cimentada, pues “la teoría (hallazgos) va emergiendo fundamentada
en los datos” (p.444). Con el objetivo de documentar todo el proceso analítico,
así como de aportar validez y confiabilidad al estudio, se usó la bitácora de
análisis.
En el caso de los datos
recogidos de los orientadores, una vez transcritas las entrevistas, se
revisaron todos los materiales obtenidos y se organizaron los datos mediante el
análisis temático de los datos cualitativos. Para ello, se identificaron
análisis de significados, se organizaron partiendo de categorías y códigos
preestablecidos o bien añadiendo nuevas categorías o códigos emergentes.
Posteriormente, se definieron relaciones entre los segmentos textuales, para
identificar diferencias y similitudes.
En un segundo plano de
análisis, se compararon las categorías y se definieron cada una de ellas por
temáticas. En este proceso, se describieron las categorías, se les dio
significado, se vio la presencia de cada una de las categorías según la
frecuencia de aparición en los materiales analizados y se encontraron
vinculaciones o relaciones entre cada una de las categorías. La frecuencia de
los datos cualitativos, resulta del conteo del total de las categorías
analizadas de la técnica de entrevista a través del programa de análisis Aquad
7.
En el caso de los detalles recogidos
de los jóvenes, el análisis de los datos cuantitativos se realizó mediante el
programa cuantitativo SPSS v. 26. En primer lugar, se volcó la matriz de datos
en el programa y se revisaron las variables de investigación. Posteriormente,
se realizó un estudio descriptivo de los porcentajes y frecuencias de los ítems
del cuestionario que corresponden a las categorías estudiadas. Al respecto, se
establecieron 9 dimensiones de análisis, sin embargo, en este artículo se
abordará solo tres dimensiones por las relaciones que existen entre ellas (ver Figura
I): Seguimiento/acompañamiento, expectativas y percepciones.
Fuente: Elaboración propia, 2020.
Figura I: Árbol del sistema de categorías
4. Resultados y discusión
A continuación, se presentan
los resultados obtenidos tras el análisis cuantitativo y cualitativo de las dos
técnicas de investigación usadas, colocando el foco en las categorías
seleccionadas.
4.1. El seguimiento y el
acompañamiento como valor fundamental
La totalidad de los jóvenes
beneficiarios, consideraron que los orientadores les estaban ayudando a tomar
decisiones que favorecían su futuro laboral y que estaban bien formados para
llevar a cabo la labor que realizan. El 66,7% se sienten cómodos hablando con
los orientadores y consideran que estos los escuchan cuando expresan sus
necesidades.
Del mismo modo, todos los egresados
estaban de acuerdo con los ítems de esta dimensión. Tan solo el 25% de
estos sujetos estaban de acuerdo con que se sentían cómodos hablando con los
orientadores, y no estaban ni en acuerdo ni en desacuerdo con que los orientadores
estuvieran bien formados para realizar su trabajo. También hay que añadir que el
50% de este grupo estuvo en desacuerdo con la afirmación de que haber
participado en el programa haya acortado el periodo de desempleo.
Sin embargo, todos estuvieron
de acuerdo en que los orientadores les habían ayudado a tomar decisiones que habían
favorecido su situación laboral. López, et al. (2013), ya enfatizaban la
importancia de los educadores como figuras de apoyo y la necesidad de que sean
percibidos positivamente por los beneficiarios. A continuación, se muestra en el
Cuadro 1 los resultados de las entrevistas a los orientadores:
Cuadro 1
El
seguimiento y el acompañamiento según los orientadores
Subcategoría |
Interpretación |
Declaraciones de apoyo |
Dificultades
en el proceso |
Por
los propios jóvenes u otras cuestiones |
“tampoco
muchas veces tienen claro dónde quieren trabajar, no tienen experiencia
laboral prácticamente ninguno... Entonces hay que trabajar prácticamente
desde cero con ellos. Básicamente desde el principio con ellos” (Profesional
A) |
Atención ofrecida |
Individualizada, personalizada adaptada
a las necesidades y situación concreta del joven |
“[Pone el ejemplo de un chico,
mencionando su nombre]… Pues yo si tengo que hacer un seguimiento un poquito
más del día a día, pues se le hace; yo creo que se intenta que el seguimiento
de cada chaval sea el justo para él” (Profesional A) |
Propuestas
de mejora |
Mayor
apoyo de la Administración/otros profesionales |
“Cuando
salen, quizás recoger ese seguimiento externo, ese seguimiento que tenemos o
esas ayudas puntuales que hacemos con los chicos que han salido ya del
programa” (Profesional B) |
Demanda de beneficiarios |
Mayor acompañamiento y atención |
“Sí que es verdad, que demandan, sobre
todo las chicas, que yo me centro más en las chicas, demandan mi atención, que
algunas veces es bueno y otras veces no porque se crea un poco más de
dependencia. Y nuestro trabajo precisamente consiste en que sean un poco más
autónomos, que sean más independientes” (Profesional B) |
Valoración
de sus funciones |
Acompañamiento
adecuado para conseguir la autonomía |
“Yo
creo que ya más sería contraproducente. ¿Por qué? Porque nuestros chavales yo
quiero que sean los más autónomos posibles.” (Profesional A) |
Contenidos |
Ámbito laboral y social |
“Desde el currículum, de la preparación
del currículum, preparación de entrevistas, simulación de entrevistas, el tema
de las habilidades pre-laborales, tema de prácticas…” (Profesional B) |
Trabajo
sobre las expectativas |
Entrevista
inicial y trabajar desde la realidad |
“Para
mí la base es la realidad, que conozcan su realidad cuál es y a partir de
ella, una vez que la han aceptado, empezar a trabajar” (Profesional A) |
Fuente: Elaboración propia, 2020.
Los orientadores, encuentran
muchos obstáculos para realizar el seguimiento y acompañamiento de los jóvenes.
Principalmente, estas dificultades están relacionadas con los propios jóvenes,
sus intereses (estudiar o trabajar), la procedencia geográfica y las carencias
en el desarrollo madurativo y emocional, debido a las experiencias difíciles
que han vivido. En otras ocasiones, estos problemas se refieren a otras
cuestiones: El tiempo limitado con que cuentan los orientadores para trabajar
con los jóvenes, pues cuando pueden profundizar en el ámbito laboral el
programa finaliza; la necesidad del apoyo externo de la Administración, para
canalizar la ayuda que estos jóvenes necesitan; o la dificultad de mantener una
empresa colaboradora.
La atención que reciben los
jóvenes es individualizada, teniendo en cuenta sus necesidades concretas, pues estos
se encuentran en diferentes puntos de partida. Esto supone, que la orientación
se concibe como un proceso personalizado. Por tanto, a la hora de trabajar el
contenido laboral con los jóvenes, se tiene en cuenta la situación específica de
estos, dependiendo de sus conocimientos, su grado de autonomía y otros factores.
Este seguimiento individualizado y personal, se realiza a través de tutorías
cada cierto tiempo, o bien mediante el móvil, de acuerdo con el perfil de cada
uno. Según Martínez (2010), esta es la forma en que debe de ser atendida esta
población en los programas de orientación profesional, para que desarrollen el
conocimiento del entorno y de ellos mismos, de manera que sean capaces de tomar
decisiones sobre su futuro profesional.
Por otro lado, los orientadores
colocan el énfasis en el escaso apoyo de la Administración, es decir, consideran
que deberían de recibir más colaboración de las autoridades públicas, con el
fin de ayudar mejor a los jóvenes. Los orientadores también proponen: Desarrollo
de un trabajo personal con los jóvenes, en relación al estado psicológico en el
que se encuentran, como base para trabajar otros ámbitos; mejorar el
acondicionamiento de las viviendas; puntos de encuentro de las personas que
trabajan en programas de Mayoría de Edad de ámbito provincial; más recursos
personales; creación de una red de empresas actualizada; incidir más con
algunos jóvenes en los contenidos y en la orientación laboral; y registrar de
forma sistemática el seguimiento que se realiza a los jóvenes que acaban el
programa.
Los jóvenes beneficiarios
del programa, proponen como mejoras la incorporación de un psicólogo y disponer
de conexión Wifi. Igualmente, los jóvenes egresados comentan que
mejorarían el programa introduciendo Internet con la finalidad de facilitar
el estudio y aumentando la atención así como la observación por parte de los
profesionales.
Los orientadores, consideran
que los jóvenes demandan mayor acompañamiento y mucha atención para cubrir sus
necesidades afectivas a través de los propios orientadores o de las parejas. Sin
embargo, opinan que el acompañamiento que llevan a cabo es el justo y necesario,
teniendo en cuenta que el objetivo es que los jóvenes trabajen la autonomía y
sean más independientes. Además, uno de los orientadores consideró que el modo
de actuar en el programa es similar al de una empresa de inserción (proceso
individualizado de formación, orientación y búsqueda de trabajo adaptada a
necesidades). Por este motivo, este orientador considera que contar con
empresas de inserción como recurso, puede suponer un retroceso en el proceso de
inserción de los jóvenes atendidos en el programa.
De igual manera, los
orientadores explican que se trabajan contenidos referidos a cómo enfrentarse a
una entrevista de trabajo, la preparación del currículum, la realización
de prácticas y las habilidades pre-laborales. En el ámbito social, también se
trabaja la realización de gestiones y el conocimiento sobre los recursos disponibles,
la zona en la que viven, así como los derechos y deberes.
En cuanto al seguimiento de
las expectativas, lo primero que los orientadores hacen es entrevistar a los
jóvenes al inicio del programa, para conocer sus intenciones, metas y perspectivas.
Además, los orientadores son realistas cuando trabajan las expectativas de los
jóvenes, para que estos conozcan su realidad y la acepten, como base para
iniciar el trabajo con ellos y ellas.
4.2. Las percepciones y
las expectativas de los participantes
Dentro de la dimensión “Percepciones”
hay que destacar que el 100% de los beneficiarios se consideran privilegiados
por tener la oportunidad de participar en el programa. Osgood, et al. (2010) ya
hacían referencia a cómo las políticas públicas presentaban problemas en cuanto
al número de plazas ofertadas, debido a la posible exclusión de jóvenes con el
perfil adecuado para ser beneficiarios. No obstante, este problema puede
ocasionar dos situaciones distintas. Por un lado, el joven seleccionado para
participar en el programa puede considerarse favorecido con respecto al resto de
jóvenes, y considerar esto como una oportunidad. Esta situación puede traer
como consecuencia, una mayor motivación del joven a la hora de implicarse en
las acciones del programa. Por otro lado, el hecho de dejar fuera a potenciales
beneficiarios limita el impacto del programa y favorece el aumento de
comportamientos antisociales.
Todos los jóvenes consideraron
igualmente, que es necesario continuar siendo orientados en los distintos
aspectos trabajados durante el programa. Al respecto, Osgood, et al. (2010)
explicaba que la independencia es la meta de estos jóvenes y que sus
posibilidades de éxito aumentan gracias a los apoyos que reciben, para aumentar
poco a poco el control de sus propias vidas, con la ayuda de los orientadores.
El 25% de los jóvenes estaba
totalmente en desacuerdo con que estuvieran incorporados al mercado laboral y
tuvieran empleo, que el programa les hubiera ayudado en su inserción laboral y
que les quedase mucho por hacer para conseguir un empleo acorde con sus metas y
expectativas profesionales. Aunque, por otra parte, el 50% está en desacuerdo
con que le quede mucho camino para lograr un empleo en el que se sientan realizados.
No obstante, esto puede deberse a motivos externos al programa, por la crisis
económica y la falta de ofertas de empleo, pudiendo restar impacto por la
posibilidad de pérdida de motivación e implicación. En cualquier caso, como recuerdan
López, et al. (2013) y Martín (2015), los
jóvenes procedentes del Sistema de Protección presentan más dificultades para
encontrar un empleo.
En cuanto a las “Percepciones”
específicas del programa, los orientadores consideran que el programa es
totalmente necesario y que el trabajo realizado con los jóvenes es muy
positivo. El orientador, comentó que el programa se conoce poco y que esto constituye
un error de los servicios sociales. La orientadora, por su parte, consideró que tienen poco tiempo para realizar
sus funciones, puesto que los orientadores deben de atender otras cuestiones
dentro de la asociación, además del programa. Por ello, la orientadora
manifestó que le gustaría dedicar más tiempo y más atención a los jóvenes. “De
hecho, si no existiera el programa de Mayoría de Edad como recurso tras la
protección, sería absurdo seguir tutelando a los chavales. Sería ilógico” (Profesional
B).
Por otra parte, respecto a
las “Percepciones” de los beneficiarios, el orientador comenta que los jóvenes
se lamentan de la falta de continuidad de la tutela, una vez cumplidos los
dieciocho años. En efecto, no entienden cómo al alcanzar la mayoría de edad son
devueltos al entorno que provocó la tutela, sobre todo sin haber solucionado el
problema familiar o social que hizo necesaria la misma.
Asimismo, el 66,7% de los beneficiarios
considera que tiene altas expectativas de encontrar un empleo, que el programa
va a ayudar a dar respuesta a sus perspectivas laborales y que, tras haber
realizado el programa, tendrán más posibilidades de encontrar trabajo. Sin
embargo, un 16,7% están en desacuerdo con que su formación sea adecuada para
conseguir un empleo.
No obstante, los egresados,
a diferencia de los jóvenes beneficiarios del programa, tienen diferentes perspectivas
sobre las expectativas de encontrar un empleo. El 75% de los egresados
estuvieron totalmente de acuerdo en que el programa les había ayudado a dar
respuestas a las mismas, y el 25% estuvieron totalmente en desacuerdo con que
el programa ayudara a aumentar las expectativas laborales.
En las entrevistas a los
orientadores se pudo explorar las expectativas de los beneficiarios y las del
programa. Por un lado, las de los beneficiarios suelen estar referidas, según
los orientadores, a encontrar un trabajo, ganar un buen sueldo, independizarse
y ser autónomos. “Claro,
las expectativas son eso. Ellos creen que van a salir, desde que llegan a
Mayoría van a ganar 1.500, que van a encontrar una casa rápido, y eso no suele
pasar” (Profesional A). Por otro lado, respecto a las expectativas del programa,
los orientadores consideran que estas se cumplen.
Conclusiones
Con este estudio se evidencia
que los programas de transición a la vida adulta son de vital importancia,
especialmente para los jóvenes extutelados, debido a que esta etapa es cada vez
más larga y difícil, y a que sus efectos negativos aumentan en jóvenes que
llevan gran parte de su vida viviendo bajo la tutela del Sistema de Protección
de Menores.
En primer lugar, el programa
es visto de manera positiva por los agentes participantes, aunque los
orientadores hacen hincapié en el escaso apoyo que reciben por parte de la Administración
y de las ONG. Esta cuestión da a entender un relativo sentimiento de soledad a
la hora de realizar el trabajo de orientación.
En segundo lugar, tanto los
jóvenes beneficiarios como los egresados se sienten muy privilegiados por
participar en el programa, pues supone una oportunidad única. Los jóvenes resaltan
el beneficio de poder participar en el programa, dado que muchos otros jóvenes
no pueden conseguir una plaza al ser estas limitadas.
Por su parte, los orientadores
consideran que los jóvenes presentan un alto grado de inmadurez, lo que provoca
que estos demanden más atención y seguimiento del que suelen recibir. En este
sentido, los jóvenes tienen carencias emocionales, que difícilmente pueden
cubrirse desde el programa. Además, existen limitaciones en la inserción
laboral, pues debido a la corta duración del programa no se puede trabajar en
profundidad la transición hacia el empleo.
En tercer lugar, tanto los
orientadores como los beneficiarios y egresados, piensan que el programa es muy
necesario y que el trabajo que desarrollan en él es muy positivo, aunque ni el
programa ni la labor que este realiza son conocidos. La falta de difusión, implica
el desconocimiento de potenciales usuarios. Además, provoca que no se valoren
los beneficios sociales del programa. Un mejor conocimiento de este por parte
de la opinión pública, podría favorecer una mayor inversión en este tipo de servicios
sociales y también repercutirían en las oportunidades laborales de estos
jóvenes.
Con todo esto, se considera
que el objetivo principal del estudio (describir e interpretar, desde la
perspectiva de los participantes, los posibles beneficios del programa con foco
en la inserción sociolaboral de los jóvenes procedentes del Sistema de
Protección que están en riesgo de exclusión social) queda suficientemente clarificado.
En efecto, el estudio confirma que tanto los jóvenes como los orientadores, opinan
que el programa les ayuda significativamente en la inserción laboral de los
usuarios. Además, el programa demuestra la gran utilidad para dar continuidad a
los años de tutela, siendo el último recurso para trabajar las competencias
sobre autonomía, independencia y factores personales así como emocionales.
Finalmente, de forma general,
teniendo en cuenta tanto las perspectivas de los participantes como la
literatura revisada, se sugiere como posibles mejoras las siguientes: El
aumento de la implicación de la Administración pública, tanto con los jóvenes
que tutela como con los orientadores, educadores y otros profesionales, para
que reciban todos los apoyos necesarios; las ONG deben de desempeñar un papel
más importante y protagonista en el desarrollo de programas de transición a la
vida adulta de los jóvenes extutelados. Esto supone favorece un mayor asesoramiento
y un mejor acceso a los recursos disponibles; y, por último, otra propuesta de
mejora del programa de Mayoría de Edad +18, consiste en la creación de un
registro del seguimiento que se hace a los jóvenes salientes del programa, con
la finalidad que quede constancia de cómo y con qué frecuencia reciben ayuda.
Los Centros de Menores, deben
de contribuir a concienciar socialmente sobre la importancia del programa de
transición, para evitar las numerosas bajas que se producen. Por su parte, la
Administración debería de favorecer encuentros frecuentes entre los
profesionales dedicados a los programas de transición. Asimismo, es importante desarrollar
programas de atención a las familias en riesgo de exclusión, pues constituyen
el origen de las situaciones que llevan a estos jóvenes a ser tutelados.
No se debe olvidar, que este proceso de
inserción y acompañamiento debe tener como objetivo central la mejora de las
condiciones de vida de los jóvenes en riesgo de exclusión, facilitando así la
mejora y el desarrollo de las personas y, por ende, del tejido social y de la
ciudadanía.
En ese sentido, futuras investigaciones
deberían ir encaminadas a conocer cuál es el trabajo de preparación para la
vida adulta e independiente que se realiza desde los Centros de Protección de
menores en materia de formación, autonomía, inserción laboral y atención a
aspectos emocionales.
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* Doctoranda en Educación. Máster en
Formación y Orientación Profesional para el Empleo. Pedagoga. Docente e
Investigadora en Formación de la Universidad de Sevilla, España. E-mail: vsevillano@us.es ORCID: https://orcid.org/0000-0002-1533-5829
** Doctor en Educación. Pedagogo. Profesor
Contratado Doctor de la Universidad de Sevilla, España. E-mail: miguelanba@us.es
ORCID: https://orcid.org/0000-0001-9522-4303
*** Doctor
en Educación. Pedagogo. Profesor Titular de la Universidad de Sevilla, España.
E-mail: monteagu@us.es
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-3094-8092
Recibido: 2020-12-10 · Aceptado: 2021-02-27