Buen entretenimiento. Una deconstrucción de la historia occidental de la Pasión

Buen entretenimiento :: Herder Editorial

Autor: Byung-Chul Han

Editorial: Herder

2018. pp. 163.

ISBN: 978-84-254-4196-7

 

 

 

 

En la extensa colección de libros publicados de este autor coreano no había existido uno en el que de forma profunda, concreta y directa haga un análisis de lo que son las bases culturales de occidente. En esta obra se presenta un rastreo histórico-filosófico con el que se pretende demostrar cómo la historia del arte europeo ha estado dominada por un concepto de “Pasión” que ha eliminado la posibilidad de un disfrute de la creación artística más allá de las pretensiones del pensamiento y la racionalidad. Frente a la Pasión sacra de la “alta cultura” Han, contrapone el “entretenimiento”, el cual es visto como un tipo de creación que siempre ha existido en el arte europeo, pero que ha sido ignorado por su proximidad con el vulgo y la cotidianidad que dentro de esta esfera “no cultural” se da. Esta es, a grandes rasgos, la propuesta de Han, su apuesta final es la del “bello entretenimiento”, la superación del tiempo de la Pasión por el entretenimiento en un movimiento dialéctico hacia un arte híbrido que permita una cultura en la que exista un entretenimiento gracias a la belleza.

Así pues, a pesar de la linealidad que aparenta el libro la lectura que se puede hacer de él no se ata necesariamente a la rigurosidad de la secuencia. Por tal motivo, en esta lectura no lineal, se considera que “Buen entretenimiento” debe ser divida en tres momentos que componen diversas partes argumentativas del objetivo que se propone el autor; inicialmente se puede encontrar un trabajo histórico-conceptual; seguidamente, el autor saca a la luz el concepto de “serenidad” y de satori; finalmente, es posible apreciar la propuesta de una metateoría del entretenimiento. Estos tres momentos configuran el núcleo metodológico del libro, el cual va del estudio de las fuentes teóricas hasta la propuesta de una interpretación filosófica hacia el modo en que se entiende el entretenimiento y la cultura en las sociedades occidentales (sociedades occidentales es un termino ambiguo a lo largo del texto, algunas veces lo que escribe Han puede aplicar para América Latina, en otras pareciera que se limitase, sin percibirlo, a meramente Europa).

El primer momento, como ya se mencionó anteriormente, corresponde a un somero análisis de la historia cultural de Europa. Inicialmente se centra en Johann Sebastián Bach de la mano de Nietzsche y Wagner, de modo que pueda contrastar, como se dijo al inicio, las distancias que existen entre una llamada “alta cultura” y una “cultura popular”:

La música de la juventud, de la «salud» y de la «naturaleza» es por el contrario una música del radiante estar aquí, que no necesita ninguna redención ni ninguna salvación (…) Por el contrario, Nietzsche concibe la música de Wagner como un sofocante y bochornoso viento sudeste (Han, 2018, p.29).

 

Siguiendo con la explicación de Han, se postula la dicotomía de serio vs entretenido, en referencia a la música realizada por Gioachino Rossini, que dentro del contexto histórico y, en comparación (acá se refiere Han a las críticas realizadas por Wagner a Rossini), no es más que un pintor de ornamentos, a su vez, retoma, la distinción de Adorno de música culta y música ligera y la misma dicotomía que hace Hegel entre arte libre y arte servil. Con todo, lo que se estructura en esta primera parte es la historia de la dicotomía entre un arte considerado intelectualmente sacro y superior contra un tipo de arte relacionado directamente con el entretenimiento y el disfrute popular:

Su fragmentariedad y abatimiento es al mismo tiempo un impedimento, una incapacidad de vivir. A causa de su daltonismo solo tiene acceso al gris. La dicha, que solo se articula fragmentariamente, es en sí misma una apariencia. Toda dicha es aparente. La música más hermosa, que converge con pura dicha, quizá suene precisamente en los infiernos (Han, 2018, p.50).

 

Es meritorio, a su vez, la relevancia que toma el trabajo filosófico sobre el concepto de luxación. Con este último, lo que propone Han es retomar el valor moral y humano de la belleza de la superficie, la cual propende a la naturaleza sin pretensión que existe en los objetos, dando una prioridad al brillo y a lo bello natural de florece en el espacio de las cosas: “Todo esplendor del ser se debe a la luxación. La propensión a ello constituye el propio espíritu. Donde no se producen divergencias solo queda lo muerto” (Han, 2018, p.59).

Han, retoma a Kant para abordar nuevamente el modo en que el entretenimiento puede, en su superficialidad y lujo, ser objeto de tensión narrativa en el cual tienen encuentro los dilemas morales, el pensamiento y la verdad, sin necesidad de recurrir a la coerción del imperativo al que siempre tiende Kant: “Más eficaz que la coerción y el deber es el método de hacer que los demás se metan en historias y se involucren en tensiones. Esta es también la esencia del mito, que llega hasta el presente y su cotidianidad” (Han, 2018, p.91).

Cerrando el primer momento, Han expone la estructura arquetípica del arte como dolor, más claramente, del arte como Pasión. Dentro del análisis del coreano, y para esto toma a Kafka, Kant y Heidegger, el “ser como Pasión” se enlaza directamente con el homo doloris, que no es más que la figura máxima del arte “culto” en el que toda creación debe venir de un supuesto proceso de ritualidad y desgarramiento. Según Han, esto último no es más que un proceso creativo centrado en el ego del artista, más que en los vínculos humanos que constituyen el mundo en que dicho creador habita, olvidando que: “La eficacia del entretenimiento radica en que penetra en el sustrato cognoscitivo, aunque aduce que lo único que pretende es entretener y divertir” (Han, 2018, p.98).

Contra este homo doloris que se encierra sobre sí mismo sin “abrir las ventanas de la creación”, se retoma el concepto de satori, que está ejemplificado en el papel del haiku. Al carecer de una pretensión de verdad, el arte del Lejano Oriente, como lo llama Han, no necesita de ver la existencia como un padecimiento ni plantea el arte como una dicotomía entre serio vs entretenido. El haiku, en tanto que caso representativo del caso del arte de Oriente es un satori, a saber, un arte próximo a la iluminación, pero dicha iluminación no implica un sufrimiento, sino un disfrute. De ahí que el sentido original del haiku sea el de “poema de broma”, este arte no es un solipsismo, sino que es un arte del regocijo, propende hacia la sociabilidad y la espontaneidad: “No se define en oposición al mundo cotidiano. No habita una esfera ontológica especial. Tampoco es la apertura de una trascendencia. Más bien es un arte de la inmanencia. (…) La mirada observadora se detiene en la superficie colora” (Han, 2018, p.69).

De modo, que este arte de la superficie, este “buen entretenimiento”, es una forma especial de sublimar lo cotidiano, lo efímero se vuelve espiritual: “El artista hurga en el mundo, se vuele amorosamente a las cosas cotidiana y narra historias de ellas” (Han, 2018, p.148). No existe un pathos metafísico o una trascendencia de la creación a partir del dolor, no hay lugar para la “repetición del yo” o para obstaculizaciones monódicas del interior. El arte, así entendido, se convierte en una “distracción hacia el mundo”, las ventanas abiertas distraen el ego de sí mismo para centrarse en lo exterior, rompe: “Menos ego significa más mundo. Y menos miedo significa más serenidad. La relajada relación (...) con el entretenimiento se basa también en la serenidad con el mundo” (Han, 2018, p.151).

Con todo esto, la propuesta metateórica de Han se centra en darle el lugar que se merece al entretenimiento, no solo como actividad del tiempo libre, sino como híbrido poseedor de una potencialidad articuladora que enlaza dentro de sí lo que el arte de la Pasión rechaza, en tanto que arte del encierro de sí: “El entretenimiento está engendrando. más allá de episodios aislados, un nuevo «estilo de vida», una nueva experiencia del mundo y del tiempo en general” (Han, 2018, p.160). El entretenimiento rompe con los paradigmas limitativos de lo “inculto” y lo “culto” para imponerse como un generador de sentido híbrido en las dimensionalidades que componen el mundo:

No es casualidad que el artista del hambre de Kafka como personaje de la Pasión y su animal hedonista, a pesar de su diferente comprensión del ser y de la libertad, habiten en la misma jaula. Vienen a ser dos formas que siempre se irán alternando en el mismo circo (Han, 2018, p.163).

 

 

 

Juan David Almeyda Sarmiento

Universidad Industrial de Santander,Colombia

ORCID: https://orcid.org/0000-0002-6463-6388

Email: juanalmeyda96@gmail.com