Determinaciones socioambientales del COVID-19 y vulnerabilidad económica, espacial y sanitario-institucional

 

 


Introducción

El inicio de la segunda década del siglo XXI se inauguró con un acontecimiento que, sin lugar a dudas, marcará el decurso histórico de los años por venir. Desde que comenzara el año 2020, la humanidad ha padecido a nivel mundial las consecuencias de la enfermedad del COVID-19 ocasionada por el coronavirus SARS-CoV-2, pues no sólo países asiáticos o europeos han sido territorios en donde se ha propagado la pandemia del COVID-19, sino que también en los territorios de África y América se ha esparcido esta efermedad.

Dada la propia historia epidemiológica del coronavirus SARS-CoV-2, Estados Unidos ha llegado a ser el país que presenta la mayor cantidad de contagios a nivel mundial, seguido de Rusia y en tercer lugar Brasil. Más allá de las respuestas que la ciencia epidemiológica crítica pueda dar a la pregunta sobre el origen del coronavirus SARS-CoV-2, lo cierto es que la medida geográfica mundial que ha logrado tener la enfermedad del COVID-19, ha posibilitado la subordinación que el capital ha hecho tanto de la salud de la población, así como de diversos espacios de la vida cotidiana a partir de la emergencia histórica de la pandemia.

Ante dicha coyuntura, me permito hacer esta comunicación para reflexionar en torno al COVID-19 a partir de comentar: 1) su determinación socioambiental en referencia al sistema alimentario capitalista y la devastación ecosistémica; así como 2) en función de la vulnerabilidad económica, espacial y sanitario-institucional, que se ha generado a nivel mundial por el COVID-19, como parte de la impronta del desarrollo de la historia epidemiológica de la humanidad.

¿Se puede entrever cierta relación entre la pandemia del COVID-19 y el sistema alimentario de nuestra sociedad? ¿Cómo se han producido condiciones de devastación ecosistémica que propician una alta morbimortalidad por dicha enfermedad? ¿Cómo se ve vulnerada la población en términos económicos, espaciales y en referencia a la atención de su salud en medio de la crisis sanitaria actual?¿Cuál es el talante de las medidas que se han tomado para solucionar los problemas derivados de la pandemia? ¿Cuál es el papel que ha de jugar la ciencia, la sociedad y la academia para enfrentar las consecuencias del COVID-19 y reducir los escenarios de vulnerabildiad económica, espacial y sanitario-institucional? Estas son algunas de las preguntas que me permito plantear, cuya respuesta se esboza a continuación.

 

1. ¿Qué sabemos sobre el origen del COVID-19?

El COVID-19 es la enfermedad ocasionda por el coronavirus SARS-Cov-2, y aunque existe todavía un alto nivel de incertidumbre acerca de los orígenes de este nuevo tipo de virus, la Organización Mundial de la Salud ha insistido con mucha fuerza en que su origen es de tipo natural. Sin embargo, dada la fuerza y tendencia epidemiológica que ha presentado la distribución territorial de la pandemia, no debe descartarse tan rápido que esta nueva cepa de coronavirus, forme parte de una guerra biológica de baja intensidad para reconfigurar el escenario geopolítiico internacional, o para justificar la destrucción de capital constante y variable, como parte de las causas que buscan contrarrestar la caída tendencial de la tasa de ganancia de los diversos capitales a nivel mundial.  

Las explicaciones dadas sobre el surgimiento de este nuevo tipo de coronavirus, señala que la transgénesis viral de esta cepa a los seres humanos se dio mediante el consumo de carne de murciélago como alimento, en un contexto de comercio de animales exóticos en la ciudad china de Wuhan. Sin embargo, poco se ha hablado del papel que juegan otro tipo de determinantes en la recombinación y mutación de los virus, tales como: 1) la experimentación desregulada e irresponsable en laboratorios, dedicados a la investigación en ingeniería genética y biotecnología; 2) la producción de animales en granjas industriales; 3) el cambio ecosistémico producido por el monocultivo y la deforestación intensiva; o 4) la generación e interación de agentes contaminantes y de sustancias químicas de alta complejidad toxicológica, que hoy día se encuentran dispersas en el ambiente.

Más allá del argumento que identifique, efectivamente, el origen real del coronavirus SARS-CoV-2, es importante señalar que la mundialización del COVID-19 responde a la conjunción de múltiples determinaciones socioambientales; teniéndose que considerar la forma contemporánea que han tomado los procesos de producción y consumo en la sociedad, como un factor que complejiza la comprensión de la patogénesis del SARS-CoV-2; por ejemplo, la alimentación y lo ambiental, en tanto que estas dimensiones guardan una relación directa con el sistema inmunológico de los seres humanos.

 

2. Determinación socioambiental del COVID-19: Sistema alimentario capitalista y devastación ecosistémica

La actual coyuntura del coronavirus SARS-CoV-2 que ocasiona la enfermedad de COVID-19, puede explicarse más allá de un simple hecho aislado como lo sería el comercio y consumo de animales exóticos como alimento. El desarrollo epidemiológico de esta cepa particular de coronavirus, requiere de una supresión general del sistema inmunológico de la población como factor humano que posibilite la aparición del cuadro clínico correspondiente al COVID-19. Por lo cual, se tiene que considerar que la capacidad de respuesta inmunológica de las personas, se ha visto deteriorada por la ingesta de alimentos hipercalóricos, transgénicos y quimicalizados que forman parte del sistema alimentario capitalista, pues en la sociedad la alimentación se centra en el consumo de productos de origen animal criados en megagranjas industriales, y en el consumo de bebidas y alimentos azucarados y producidos con harinas refinadas.

El consumo de valores de uso nocivos producidos y distribuidos por el sistema alimentario capitalista, ha tenido diversos efectos secundarios en la salud de la población. La sobreoferta de productos industrializados ha contribuido a una atrofia del sistema inmunológico de la humanidad, propiciando la producción de enfermedades como obesidad, diabetes, hipertensión, cáncer, fallas hepáticas e insuficiencia renal, por tan sólo mencionar algunos ejemplos de la morbilidad generada por el sistema alimentario capitalista.

En la epidemia del COVID-19, las personas que cuentan con alguna enfermedad crónico degenerativa o autoinmune, corren mayor riesgo de desarrollar una patogénesis postulada de la infección por SARS-CoV-2. Por lo que la relación entre alimentación y sistema inmunológico, se debe considerar como un factor de incidencia en la propagación epidemiológica de este coronavirus; y, sobre todo, debe ser tomada como una condición de posibilidad para que sus portadores puedan manifestar una sintomatología aguda de COVID-19.

En lo que respecta al factor ambiental, que agudiza los cuadros clínicos de pacientes con COVID-19, se tiene que reconocer el alto grado de incidencia que tiene la devastación ecosistémica como parte de una complicación en la caracterización epidemiológica de la génesis y desarrollo de la actual pandemia. Por ejemplo, la zoonosis, ha permitido diversos procesos de transgénesis y recombinación “natural” de virus, que nunca antes habían entrado en contacto con el conjunto de anticuerpos generados por el sistema inmunológico de los seres humanos, pues con ella se provoca la destrucción de las barreras biofísico-químicas que contienen a las bacterias, virus y microorganismos, que conforman el metabolismo natural de aquellos ecosistemas, que poco a poco son devastados por los procesos de urbanización, industrialización, megaproyectos y megainfraestructuras, que caracterizan la reconfiguración capitalista del territorio.

La quema intensiva de combustibles fósiles, el cambio de uso de suelo en favor de la urbanización y procesos agroindustriales (mega-granjas, ganadería intensiva, monocultivos, entre otros), ha ocasionado una crisis climática caracterizada por una variabilidad disruptiva y estrambótica de los niveles de humedad y temperatura del planeta, produciendo que aquellas barreras climáticas que impedían la generación o propagación de agentes patógenos, dejen de cumplir dicha función; incluso, la crisis climática ha llegado a tener un papel activo en la recombinación genética de los virus y bacterias.

Un factor de alta incidencia que se puede ubicar como condición de posibilidad para el proceso de infección por SARS-CoV-2, es la gran cantidad de sustancias químicas y agentes toxicológicos que de manera compleja interactúan en el ambiente, como resultado de las prácticas desreguladas de la industria, de servicios urbanos, hospitalarios y de cierto tipo de agroindustria. Esta gran cantidad de toxinas se convierten, por un lado, en una condición posibilitante para la recombinación de virus; y, por otro lado, representan un factor que incide en la supresión del sistema inmunológico de las personas, permitiendo la generación de enfermedades raras y la complicación del cuadro epidemiológico de la población que ha entrado en contacto directo con dichos elementos.

 

3. Vulnerabilidad económica, espacial y sanitaria por el COVID-19

En pleno desarrollo de la pandemia, resulta importante tener claridad respecto al perfíl patológico y tasa de contagio del coronavirus SARS-CoV-2, pues la mundialización creciente del COVID-19 guarda una dimensión particular en referencia a la vulnerabilidad que representan los casos de contagios y fallecimientos por esta enfermedad, así como en referencia a la capacidad de generar inmunidad en la población.

Sin embargo, la vulnerabilidad que representa la pandemia del COVID-19, no sólo está dada por la morbimortalidad que el coronavirus SARS-CoV-2 genera, pues también se producen condiciones adversas respecto a la economía, lo espacial y lo sanitario-insitucional. Por ejemplo, está lo relacionado con el alto grado de incertidumbre económica en la que se encuentra el proletariado mundial, a raíz de la coyuntura histórico epocal entre la crisis sanitaria por COVID-19 y la crisis económica actual.

Si bien desde 2007 la economía mundial se encontraba ya en crisis, en pleno 2020 ésta se vio nuevamente patentizada y reactualizada, por la caida estrepitosa de los precios del petróleo durante los meses de abril y mayo. La coyuntura del COVID-19, ha terminado por agudizar las consecuencias de la actual crisis económica que a nivel mundial se ha producido. La crisis sanitaria que actualmente se vive, se ha traducido en un incremento en la tasa de desempleos por el cierre o situación crítica de pequeñas y medianas empresas, a consecuencia de las medidas y de las estrategias, que a nivel de los distintos gobiernos se han impulsado, para intentar desacelerar el crecimiento de casos confirmados y muertes por COVID-19.

La gestión política del COVID-19, ha recrudecido los efectos de la crisis económica, por lo que la población se ha visto vulnerable al vivir cierto desasosiego, en tanto que las personas no tienen trabajo o han visto reducidos sus ingresos dada la contracción del mercado y la falta de políticas de asistencia económica y social, que los gobiernos de sus respectivos países deberían de aplicar para contrarrestar los efectos derivados de la emergencia sanitaria.

Además, existe una dimensión espacial de la referida vulnerabilidad producida por la pandemia del COVID-19. Tanto en Asia, Europa y América Latina, las zonas urbanas han sido los lugares donde se produce el mayor número de contagios y decesos relacionados con el COVID-19. Conforme la actual pandemia se ha propagado, se pueden encontrar determinadas sinergias y correlaciones entre su desarrollo epidemiológico y las condiciones espaciales que se generan al interior de las ciudades, principalmente aquellas que tienen que ver con el tipo de vivienda (mayor hacinamiento, carencia de servicios públicos de agua potable, alcantarillado, concentración de megabasureros, entre otros); o con el tipo de alimentos que se consumen en éstas (comida de alto contenido calórico, azucarada, quimicalizada y transgénica); así como, con la contaminación del aire, agua y suelo producida por las actividades urbanas, industriales y comerciales que hoy en día caracterizan la vida en las ciudades.

Asimismo, a nivel socioespacial es importante reconocer que la contaminación ambiental, el hacinamiento urbano, las condiciones de salubridad y acceso a servicios públicos con las que cuenten las viviendas, pueden ser identificadas como condiciones de posibilidad que propicien un mayor número de contagios y generen una complicación del cuadro clínico del COVID-19, traduciéndose en un número mayor de defunciones.

En lo que concierne a la vulnerabilidad de corte sanitario-institucional por los efectos directos, indirectos y absolutos del COVID-19, se encuentra la crisis de los sistemas de salud y del propio modelo médico hegemónico de corte alopático, para hacer frente al SARS-CoV-2. Las cifras más altas en defunciones por COVID-19, se corresponden a la desmantelación de los servicios públicos de salud, como efecto de la política de acumulación de capital de corte neoliberal que, a pesar de mostrar claros signos de crisis y caducidad histórica, aún se mantiene vigente en la mayor parte de paises del mundo; pues, al parecer, la pandemia de COVID-19 tiende a configurarse como una herramienta que el neoliberalismo utiliza para no aceptar su caducidad histórica y, más bien, avanzar vertiginozamente hacia la adopción de un talante neofascista.

Las clínicas y hospitales pertenecientes al sector público, en algunos países han sido las más afectadas del proceso de desmantelamiento y correlativa privatización de los sistemas de salud. Por lo que una vez llegada la crisis sanitaria actual, no se contaba ni con la infraestructura ni con la formación de profesionales en ciencias de la salud en la cantidad necesaria, para enfrentar la sobreproducción de enfermos graves que requerían hispitalización al presentar un cuadro agudo de COVID-19.

 

4. Ciencia, academia y sociedad frente a la pandemia

Son varias y diversas las estrategias que los distintos países implementan para tratar de generar una desaceleración en la curva de contagios y defunciones por COVID-19. Dependiendo del tipo de gobierno de cada nación, las medidas satinarias tomadas han sido, por un lado, de corte neokeynesiano, en tanto que el Estado se volvió un actor principal para la promoción de campañas de vigilancia epidemiológica, por medio de concientizar a las personas de la importancia de seguir medidas sanitarias, para reducir la exposición al coronavirus por medio del confinamiento y la sana distancia. Además, tales estrategias se han complementado con políticas económicas, encaminadas a reactivar la economía y subsidiar a los sectores más perjudicados por la pandemia.

Por otro lado, han habido ciertos Estados nacionales que despliegan una serie de medidas cohercitivas, de persecusión y de castigo que, so pretexto de la emergencia sanitaria, no hacen más que sentar un desafortunado antecedente de cómo se tiene que actuar ante una situación de riesgo, mediante la militarización de la vida cotidiana. Este tipo de gobiernos, incluso, han aprovechado la coyuntura de la pandemia del COVID-19, para impulsar procesos de despojo de los bienes naturales, o han aprobado leyes que significan una violación de los derechos laborales y humanos.

Todo lo anterior, representa una serie de retos y oportunidades para que las empresas, políticos, sociedad civil y sector científico académico, confluyan en pensar cómo tratar de cubririr las distintas áreas de oportunidad que, tanto en terminos económicos, ambientales, espaciales, de salud y de política pública, se presentan a partir de la actual coyuntura del COVID-19. Se deben generar e implementar estrategias para enfrentar la actual pandemia y reducir los escenarios de vulnerabildiad que ésta genera.

En primer lugar, se deben de pensar en estrategias que busquen regular, o incluso prohibir, la sobreoferta de alimentos y bebidas azucaradas, de alto contenido en sodio, transgénicas y quimicalizadas. En segundo lugar, se tienen que detener aquellas actividades productivas, que se traduzcan directa e indirectamente tanto en la destrucción de los ecosistemas, al sobreexplotarles y contaminarles; asi como en relación a los procesos de despojo, que actualmente vive la población como parte del desarrollo de cierto tipo de fuerzas productivas y de un patrón tecnoenergético, en favor de los intereses crematísticos del capital.

Y, en tercer lugar, se ha de considerar la reconstitución de los servicios médicos públicos, en los que se priorice mejorar las condiciones salariales de las y los trabajadores de la salud, y en prestar servicios médicos de calidad y empatía con la gente; además, se ha de buscar promover a otros saberes para el cuidado y promoción de la salud comunitaria y local tradicionales. Avanzando en éstas y otras propuestas de salida ante el COVID-19, la humanidad contaría con la posiblidad de continuar con su proceso histórico de reproducción, incluso, más allá de los límites históricos del propio capital.

 

 

Josemanuel Luna-Nemecio

Doctor en Geografía

Profesor-Investigador

Centro Universitario CIFE

E-mail: josemanuelluna@cfe.edu.mx

ORCID: https://orcid.org/0000-0002-6850-3443