Perfil actitudinal de líderes innovadores: Una mirada desde la psicología política

 

Jiménez Idrovo, Ítalo Vinicio*

Fernández Espinosa, Cira**

Sánchez Padilla, Yadira Liliana***

 

Resumen

 

El líder como actor protagónico que marca pauta en el desarrollo de buena parte de los procesos políticos, psicológicos, sociales y culturales, se presenta hoy como fenómeno individual y simultáneamente colectivo que sirve de factor explicativo básico de los procesos de estancamiento o innovación, sucedidos en espacio y momento determinados; de ahí que en las últimas décadas han aflorado exponencialmente los estudios sobre liderazgo en variadas facetas y modalidades, hasta el punto de haberse configurado un frente interdisciplinario al respecto con abundante literatura disponible en la materia. Desde la perspectiva propia de la psicología política latinoamericana y basados en un enfoque crítico del pensamiento, el presente estudio tiene por objetivo analizar el perfil actitudinal de líderes innovadores, mediante el despliegue de un diseño documental en el marco de una metodología descriptiva y, partiendo de los aportes de Horkheimer, Marcuse y Habermas. Entre los resultados destaca que el perfil actitudinal de líderes innovadores latinoamericanos puede enriquecerse mediante la conjunción de pensamiento crítico, comportamiento crítico y actitud dialógica. Concluyendo que la psicología política encuentra en esa vertiente insumos para tratar los complejos procesos políticos asociados a la equidad social, participación ciudadana, reforzamiento institucional de los sistemas democráticos, todo ello desde un ángulo crítico-racional.

 

Palabras clave: Líderes innovadores; liderazgo político; psicología política latinoamericana; perfil actitudinal; enfoque crítico del pensamiento.

 

 

Attitudinal profile of innovative leaders: A view from political psychology

 

Abstract

 

The leader as a leading actor that sets the tone in the development of a large part of the political, psychological, social and cultural processes, is presented today as an individual and simultaneously collective phenomenon that serves as a basic explanatory factor of the processes of stagnation or innovation, which occurred in space and time determined; Hence, in recent decades, studies on leadership in various facets and modalities have emerged exponentially, to the point that an interdisciplinary front has been set up in this regard with abundant literature available on the subject. From the perspective of Latin American political psychology and based on a critical approach to thinking, the present study aims to analyze the attitudinal profile of innovative leaders, through the deployment of a documentary design within the framework of a descriptive methodology and, starting from the contributions of Horkheimer, Marcuse and Habermas. Among the results, it stands out that the attitudinal profile of Latin American innovative leaders can be enriched through the combination of critical thinking, critical behavior and dialogical attitude. Concluding that political psychology finds in that aspect inputs to deal with the complex political processes associated with social equity, citizen participation, institutional reinforcement of democratic systems, all from a critical-rational angle.

 

Keywords: Innovative leaders; political leadership; Latin American political psychology; attitudinal profile; critical approach to thinking.

 

 

Introducción

El concepto de liderazgo admite una multiplicidad de significados y significantes en función de la postura epistemológica del investigador interesado en el tema y del campo disciplinar de referencia. Sin embargo, para los efectos concretos de este trabajo, por líder innovador se define al actor social o sujeto político de primer orden que, mediante sus habilidades y destrezas es capaz de orientar el proceso de definición de los objetivos de su entorno y, en consecuencia, movilizar a personas y grupos en la consecución de los mismos, así como gestionar los recursos necesarios para el logro de las metas trazadas conducentes a la implementación de procesos de innovación.

Esta concepción del liderazgo innovador es subsidiaria del aporte de Villasmil (2012), quien lo define grosso modo como, conjunto complejo de prácticas de actores protagónicos determinadas a estructurar una visión viable de sociedad que se pretende construir y, al mismo tiempo, la capacidad efectiva de buscar y movilizar apoyos políticos para llevarla a la práctica en un lapso perentorio de tiempo. Visto así, el liderazgo consiste en la potencialidad de ciertos actores individuales y/o colectivos para confeccionar teóricamente e institucionalizar nuevos o renovados sistemas de representaciones sociales, en función de justificar su preeminencia como pilar fundamental de un sistema político determinado, para lo cual, se utilizan estratégicamente una gran variedad de recursos materiales y simbólicos (Villasmil, 2012).

Por su esencia diferencial el líder rebasa los linderos del campo de acción individual y se transforma en un fenómeno colectivo denominado liderazgo, en el que confluyen a nivel psicológico, el perfil actitudinal y las características particulares del entorno político, social y organizacional, que sirve de base para su desarrollo y empoderamiento.

Por lo demás, el líder como actor protagónico que marca pauta en el desarrollo de buena parte de los procesos políticos, psicológicos, sociales y culturales, se presenta hoy como fenómeno inusitado que sirve de factor explicativo básico de los procesos de estancamiento o innovación sucedidos en un entorno ávido de mejoras; de ahí que en las últimas décadas han aflorado exponencialmente los estudios sobre liderazgo en sus variadas facetas y modalidades, hasta el punto de haberse configurado un frente interdisciplinario al respecto con abundante literatura disponible en la materia.

Se parte del análisis de la perspectiva propia de la psicología política latinoamericana, que se muestra hoy como una disciplina consolidada que, intenta estructurar modelos interpretativos para y desde las complejas realidades de los pueblos latinoamericanos, signados por la entropía y la conflictividad política recurrente, en los que se entrecruzan en todo momento los modelos políticos imperantes y los modelos psicológicos mediante los cuales las personas sienten, piensan y actúan en sus mundos de vida.

Es de considerar que el concepto de política que esta disciplina enarbola no se limita a lo partidista o partidario, sino que en clara sintonía con los parámetros de la ciencia política tiene que ver con las percepciones que emergen sobre los repartos de valores, las formas de autoridad que rigen a una sociedad determina, las relaciones asimétricas de poder que benefician a unos grupos en detrimento de otros y en, suma, implica a todas las representaciones sociales de la política, mediante las cuales las personas dotan de sentido y significado a sus realidades y gestionan sus conflictos colectivos.

En este sentido, el presente estudio tiene por objetivo analizar el perfil actitudinal de líderes innovadores desde un enfoque crítico del pensamiento. Mediante el despliegue de un diseño documental en el marco de una metodología descriptiva y partiendo de los aportes de Horkheimer (2003), Marcuse (1993) y Habermas (1989), se argumenta que el perfil actitudinal de líderes innovadores latinoamericanos puede enriquecerse mediante la conjunción de tres cualidades o actitudes: Pensamiento crítico, comportamiento crítico y actitud dialógica.

 

1. Metodología

La bibliografía científica a disposición evidencia que el ámbito temático del liderazgo en general ocupa un lugar destacado en disciplinas como: La sociología, psicología social, psicología política, administración de empresas y la ciencia política, entre otras, de ahí que se opta por el revelamiento de fuentes documentales, primarias y secundarias, que dan cuenta de la trascendencia y significado de este fenómeno polifacético y multivariado.  

El diseño de investigación documental o bibliográfico gravita en un trabajo interpretativo –próximo a la hermenéutica–mediante el cual el equipo de investigación no solo estudia minuciosamente la información que emerge de las fuentes, sino que también, debe ubicar el texto en su contexto histórico, ideológico, epistemológico y sociocultural específico, como condición necesaria para hacer inteligible su contenido sin distorsionarlo.

Se coincide con Arias (2006), sobre que el sustrato de la investigación documental está en la capacidad del investigador para recuperar, analizar, criticar e interpretar los datos secundarios, es decir, obtenidos y registrados por otras investigaciones en diversidad de fuentes impresas, audiovisuales y electrónicas, con el propósito de aportar nuevos o renovados conocimientos mediante la dinámica de articulación, contrastación, combinación y revisión de los saberes existentes vinculados a un tema particular, para generar un diálogo intertextual de cara a la producción de nuevas narrativas y saberes.

En síntesis, bajo estos supuestos metodológicos, en esta investigación se procedió en un primer momento a la ubicación y revisión crítica de las fuentes presentes en el índice de referencias, que –al entender de los investigadores–mejor se adaptan al logro de las metas planteadas; en un segundo momento, se empleó el método descriptivo para orientar las operaciones intelectuales conducentes a observar y describir, al menos teóricamente; así como el perfil actitudinal de líderes innovadores, en la doble perspectiva de ser desarrollo teórico y rasgo concreto, que define el estilo de algunos liderazgos, todo ello bajo el matiz de la psicología política latinoamericana.

En la Figura I, se ilustra concéntricamente la estructura metodológica que sirvió de asidero para la elaboración de la investigación presente. No obstante, es solo una representación gráfica para situar al lector que no necesariamente coincide con el orden de las distintas etapas y momentos del proceso indagativo.

Fuente: Elaboración propia, 2019.

Figura I. Estructura metodológica

 

2. Percepción diferencial de la psicología política latinoamericana

Si bien se presta a polémica circunscribir una ciencia o disciplina a una región geográfica o cultural específica, puesto que esto limita el carácter universal del conocimiento científico que, sin duda, pertenece al acervo cognitivo de la humanidad en general, es legítimo hablar de una psicología política latinoamericana, en el sentido que se quiere destacar con ello a un campo de estudio emergente desde la década de los ochenta del siglo XX, que no se limita a aplicar los grandes modelos interpretativos de las realidades psicológicas elaborados en las sociedades centrales de la civilización occidental.

La psicología política latinoamericana, apuntala su producción teórica en la especificidad de una región (América Latina), que en esencia y existencia posee una identidad propia susceptible a un tratamiento científico particular, que dé cuenta de sus problemáticas políticas, económicas y sociales comunes a todos los países de la región, con incidencia profunda en la “psiquis colectiva” del ser latinoamericano, entendido como espacio simbólico e identitario, donde se producen y reproducen las representaciones sociales y los imaginarios colectivos que definen un arquetipo ontológico propio. 

En el escenario internacional la psicología política se va formando paulatinamente en un proceso que, como bien lo explica Garzón (2008), se enuncian espontáneamente temas, enfoque y problemas, que van creando un clima propicio para el surgimiento de una disciplina, que estructura una suerte de vaso comunicante para la compresión de la relación que se da entre: Los procesos psicológicos y los sistemas políticos, pero que no se confina al estudio académico de la dimensión psicológica del fenómeno político que, sirve además de estructura rectora de la realidad social, sino que principalmente se constituye en: “[…]una herramienta que permite al psicólogo poner en contacto a ciudadanos y políticos, y a la psicología con las necesidades y urgencias que presentan en cada momento las sociedades democráticas actuales” (Garzón, 2008, p.5).    

Por su parte, Castaño (2017), indica en sintonía con lo anterior que la psicología política encarna ese lugar de encuentro entre la ineludible realidad política y la psicología, cuyo énfasis está en el modo en el que los procesos psicológicos afectan las estructuras y dinámicas políticas, lo cual implica el reconocimiento de la “psiquis individual y colectiva” en la que actúan lo cognitivo-racional, como lugar y momento articulador de: Los miedos, esperanzas, afectos, frustraciones y odios de las personas, que se manifiestan en conductas políticas concretas, susceptibles al estudio científico.

Al definir la esencia epistemológica de la psicología política, surge la legítima inquietud de saber si esta es una prolongación de la psicología social o, por el contrario, posee autonomía gnoseológica propia. Para Sartori (1992), esta misma interrogante se ha planteado en otro contexto en cuanto a la especificidad de la ciencia política como, precisamente, ciencia encargada del estudio empírico-racional de los sistemas políticos más allá de las coordenadas de análisis de la sociología política o la historia política que ven en el hecho político un complemento o epifenómeno de los procesos sociales.

En ambos casos, tanto la psicología política como la ciencia política contemporánea, si bien no están cerradas a los enfoques inter y transdisciplinarios asumen la política en todas sus manifestaciones y problemáticas como una categoría de análisis que puede y debe ser abordada por sí misma, con plena independencia en términos de objeto de estudio. Lo que evoca, de alguna manera, al concepto clásico de polis griega que denotaba a la sociedad misma y sus formas de organización; toda vez que, para los antiguos griegos del periodo clásico no había otro concepto para deferir a la sociedad, dado que pensaban como los politólogos actuales, que la política era el sistema hegemónico que controlaba y articulaba a los órdenes sociales, culturales y económicos y que hablar de la vida de la polis era referirse a la sociedad misma.

En cuanto a la psicología política latinoamericana que ocupa al presente estudio, esta ha venido desarrollando su especificidad de enfoques y teorías, en razón de las características distintivas y particulares de los escenarios donde opera, debido a que indiscutiblemente toda área del saber responde a las demandas y problemáticas de su contexto de referencia, por esa razón:

[…]mientras que en la psicología política estadounidense existió un predominio de los estudios del liderazgo y personalidad política, en España el tema hasta hace muy poco fue el de las ideologías y los nacionalismos y, en el caso latinoamericano ha predominado el estudio de la violencia y trauma político”. (Garzón, 2008, p.15)

 

De esta manera, la cultura política latinoamericana vista como totalidad histórica plagada de tenciones y contradicciones autoritarias, ha configurado en su devenir, desafíos recurrentes en la comunidad de científicos sociales de la región, en torno a cómo explicar y si es posible, superar, la corrupción generaliza, el caudillismo histórico, los altos índices de pobreza y la violencia endémica entre grupos y facciones que se disputan la ocupación de espacios de poder, entre otras problemáticas, que se manifiestan como fenómenos recurrentes con sus matices y heterogeneidades desde México, hasta tierra del fuego. Sin lugar a dudas, son estos desafíos los que implican las diferencias entre las líneas de investigación que se desarrollan en el ámbito internacional y, la psicología política latinoamericana no está exenta de esta dinámica de condicionamiento a su medio.    

Para Rodríguez (2001), la psicología política latinoamericana se perfila como una disciplina de síntesis en la que convergen diferentes influencias científicas y paradigmáticas, de ahí que señala en su momento que:

“En la actualidad, la Psicología Política suele entenderse no sólo como un campo separado de la Psicología Social, sino fundamentalmente como un nivel superior de análisis e interpretación de la realidad, en el que se utilizan tanto conceptualizaciones psicosociales como políticas, históricas, ideológicas, filosóficas y económicas”. (41)

 

Desde la percepción de esta investigación, son las tradiciones políticas, ideológicas y filosóficas de carácter contra-hegemónicas, como: El marxismo, la teoría critica de la sociedad, el posestructuralismo, el feminismo y la postmodernidad, entre otras, las que están encaminadas a formular un programa científico y político, que busca la emancipación humana de todas las formas de opresión multidimensionales, que se manifiestan en variados dispositivos de control social de tipo formales e informales, las que más han influenciado el desarrollo de la psicología política latinoamericana en la actualidad, que se destaca, hoy por hoy, por sus posturas críticas y contestatarias ante los saberes dominantes y las elites de poder.    

En la región (Latinoamérica) se ha venido desarrollando también un movimiento paulatino en la comunidad de “investigadores progresistas” conducente a la superación de la ciencia social tradicional, enmarcada en los paradigmas: Positivista(1), conductistas y funcionalista, por lo demás, funcional al mantenimiento del statu quo, por una ciencia social crítica, que al decir de Van Dijk (Vasilachis, 1998): “Toma una posición explicita en favor de los grupos dominados, y ofrece instrumentos analíticos para denunciar, exponer y criticar el discurso de la elite y su poder persuasivo en la construcción del consenso y de la hegemonía ideológica” (p.16).

En este contexto ideológico y epistemológico de avanzada, Rodríguez (2001), enuncia el advenimiento de una psicología política crítica en América Latina que, no se limita ya al análisis de encuestas y estudios de opinión que normalmente se efectúan en función de los intereses de las partes dedicadas a influir en el comportamiento político del electorado, sino que trasciende las prácticas de recuentos de respuestas muéstrales, para liderar procesos innovadores de investigación que aporten “luces” para el esclarecimiento de procesos psicológicos más complejos.

Agrega Rodríguez (2001), que los procesos psicológicos colectivos se expresan mediante fenómenos, tales como: La desesperanza, participación social y política, exposición a la influencia de los medios masivos de comunicación, tolerancia/intolerancia política, racial y religiosa, la percepción de fenómenos políticos como la corrupción, el papel del Estado en sus obligaciones elementales y tantos otros aspectos de esta índole que se deben estudiar con conciencia crítica como fase previa para la formulación de programas políticos encausado a la emancipación humana y al fortalecimiento de los procesos democráticos en la región. 

 

3. Tipología del concepto de liderazgo 

El concepto de liderazgo se aplica a todas las actividades y prácticas de la realidad social, que tienen relevancia para la vida individual y pública de las personas, de ahí que hacer una tipología, es decir, una clasificación de los tipos y modelos de liderazgos existentes en la teoría y en la realidad, según los parámetros de las diferentes ciencias y disciplinas que se han ocupado –directa o indirectamente– de la materia, es un trabajo que rebasa los objetivos de esta investigación. De cualquier manera, interesa ilustrar al lector sobre algunas de las principales clasificaciones sobre el liderazgo, para puntualizar en el caso del líder innovador, figura que ocupa un sitial destacado en la psicología política latinoamericana. 

Sin proponérselo, la obra de Max Weber “La ciencia como profesión. La política como profesión”, es la que mayor impacto ha ocasionado en los desarrollos teóricos posteriores sobre liderazgo. Al parecer del autor alemán, el fenómeno de la autoridad legítima, que sirve de soporte básico para el logro de la cohesión social y la gobernabilidad política, sin lo cual no podría funcionar ninguna formación social, puesto que todo sistema político requiere de niveles mínimos de legitimidad para no marchar a través de la represión solamente, se erige en el decurso de distintos momentos que dan cuenta de formas o tipos de autoridad, que dependen del grado de evolución/desarrollo psíquica y cultural de la sociedad en estudio.

En el primer momento que postula Weber para dar cuenta de los tipos de autoridad existentes, prevalece la autoridad de la tradición, “[…] “del eterno ayer”, de la costumbre consagrada por su inmemorial validez y por la actitud habitual de respetarla: es la dominación “tradicional”, como la que ejercían el patriarca y el príncipe patrimonial de viejo cuño” (Weber, 2007, p.89). Comprensiblemente, en los umbrales de este momento no existe posibilidad alguna de que surgiera un líder innovador, dado que los requerimientos de la dominación tradicional apuntan al mantenimiento estático del orden establecido, como condición para legitimar a las formas de autoridad y las personas que la encarnan.

De ahí que la innovación, como superación necesaria de los ritos, prácticas y conductas habituales, ya sea por su agotamiento o por su incapacidad para responder a los desafíos estructurales del momento, va a demandar la aparición de un escenario más próximo a las ideas de cambio.

En el segundo momento de las formas de autoridad, Weber habla del fenómeno del carisma como fuerza revolucionaria capaz de generar algunas transformaciones históricas duraderas en beneficio de la sociedad. Este es el período donde afloran los liderazgos mesiánicos, carismáticos y personalizados que se caracterizan en su devenir por:

[…]la entrega enteramente personal en las revelaciones, en el heroísmo o en otras cualidades de liderazgo de un individuo: “dominación carismática” como la que ejercen el profeta o –en el terreno de lo político– el jefe guerrero elegido o el gobernante plebiscitario, el gran demagogo o los dirigentes de partidos políticos”. (Weber, 2007, p.89) 

 

Sin lugar a dudas, el liderazgo carismático es el más útil para explicar el fenómeno del autoritarismo recurrente en el proceso histórico latinoamericano, región que desde la ruptura con los nexos coloniales ha vivenciado el surgimiento continuo de caudillos militares o civiles que, personalizan de manera radical las dinámicas políticas y, más allá de sus referentes ideológicos se enmarcan, de una forma u otra, en las categorías de populismo o neo-populismo que afectan de forma negativa a la calidad de las democracias de la región, aunque logren algunos avances en el reconocimiento de los derechos negados de grupos vulnerables y marginados, piénsese por ejemplo en el chavismo en Venezuela o el peronismo en Argentina. 

La última etapa postulada por Weber es propia de las “sociedades avanzadas de occidente”, en las que los procesos de modernización de las estructuras políticas han democratizado las concepciones de poder y, de contera, mejorando sustancialmente las condiciones de vida; simultáneamente, han configurado un liderazgo colectivo de carácter legal-racional que propende a despersonalizar los procesos burocráticos y administrativos del Estado en beneficio de la sociedad que se libera, de esta manera, de servir a un caudillo, facción o patriarca como condición necesaria para gestionar conflictos o satisfacer demandas. Según Weber (2007) es: “La dominación en virtud de la “legalidad”, en virtud de la confianza en la validez de los preceptos legales y de la “competencia” objetiva fundada en reglas elaboradas racionalmente” (p.89-90).

Con todo, el líder innovador se edifica en un contexto psicológico, cultural y sociopolítico propicio para el desarrollo de su agenda. Concretamente, es un fenómeno que se gesta –tendencialmente– en sociedades democráticas y modernas donde existe un imaginario colectivo proclive a avalar ideas vanguardistas más allá de que a veces vengan a cuestionar estructuras, procesos y prácticas sociales enraizadas por la tradición que se resiste a desaparecer.

En este sentido, el líder innovador, aunque va de la mano con la dominación legal-racional que forma parte de la cultura política del occidente hegemónico, desde la ilustración hasta la actualidad, también puede surgir en sociedades ancladas en la autoridad carismática como es el caso de Latinoamérica debido a que, el carisma de un líder genera confianza en su comunidad de base y facilita la implementación de programas y experiencias de innovación.

 

4. Del enfoque conductista al enfoque crítico del liderazgo

El enfoque conductista de la psicología política ha hecho aportes significativos en el estudio de los liderazgos. Su atención primaria se ha centrado en la descripción y comprensión de las tareas, o lo que hacen los líderes. A partir de las investigaciones de autores connotados como: Charles Merriam, con su obra clásica “Civilized Power in a Pluralistic Worldy”, Harold Dwight Lasswell con su libro “Power and Personality”, ha existido el interés de estudiar el comportamiento del líder y sus atributos en los procesos de conducción grupal. 

Esta tradición permitió el desarrollo epistemológico de la psicología política y, al mismo tiempo, el surgimiento de otras vertientes interpretativas en el seno de la disciplina en cuestión. Entre ellas se encuentra una orientación crítica, fundamentada en la tradición neo-marxista, cuyo interés ha estado ligado al análisis de la inserción de los liderazgos en los movimientos sociales, en el desarrollo de la conciencia crítica y en la praxis transformadora.

 

5. Fuentes doctrinales para caracterizar el perfil actitudinal del líder innovador

En el contexto de las sociedades del Sur, las características del perfil actitudinal de los líderes innovadores deben estar en sintonía con el panorama cultural, sociopolítico y económico de éstas. Al respecto, Horkheimer (2003), señala la relación profunda y recíproca entre la realidad histórica y el conocimiento, así como la pertinencia de este último para la generación de un cambio profundo en los mecanismos de dominación que afectan a los pueblos en su movimiento dialéctico.

“No solo en su vestimenta y modo de presentarse, en su configuración y en su modo de sentir son los hombres un resultado de la historia, sino que también el modo como ven y oyen es inseparable del proceso de vida social que se ha desarrollado a lo largo de milenios. Los hechos que nos entregan nuestros sentidos están preformados socialmente de dos modos: por el carácter histórico del objeto percibido y por el carácter histórico del órgano perceptor”. (Horkheimer, 2003, p.233)

 

En este hilo conductor, los aportes filosóficos de la Escuela de Frankfurt, en particular de algunos de sus miembros más connotados como: Horkheimer (2003), Marcuse (1993) y Habermas (1989), permiten identificar en la teoría crítica varias características relativas a la actitud de un líder innovador. Esto supone que los aspectos nodales del perfil actitudinal de los liderazgos políticos, se abordan desde un enfoque próximo al modelo liberacionista-crítico de la psicología política, cuya finalidad ha consistido en crear niveles de conciencia en torno a la liberación por los propios actores sociales, así como a la valoración por parte de éstos de la memoria colectiva, y el reconocimiento del contexto en la construcción del conocimiento y la praxis transformadora (Parisí, 2008).

Si bien se parte del reconocimiento de la incidencia del tiempo histórico y el contexto cultural en los rasgos distintivos del liderazgo político, también se asume que no existe ningún tipo de determinismo sobre el individuo, y que éste puede desarrollar un perfil actitudinal innovador no sólo en sociedades organizadas desde el punto de vista institucional y democrático, sino incluso, en aquellas que carecen de éstas y otras conquistas de la modernidad. En efecto, el líder innovador desde el ángulo liberacionista-crítico tiene en sus manos la tarea de conducir o propiciar un cambio en el orden establecido, mediante una praxis o transferencia del pensamiento crítico a una acción liberadora en concreto, que termine por significar un proceso de dignificación de la persona humana, en plano individual y colectivo de la vida social.

A este respecto, el cambio social o el paso hacia un nuevo orden nace en la mente del líder innovador, en cuanto a proyecto y aspiración, cuando éste orienta su proceder político mediante un pensamiento crítico que le lleva a reconocer lo negativo en la esfera social; tal actitud se ajusta a una racionalidad moderna que saca a flote lo irracional de las nociones de libertad e igualdad que imperan en los países del Sur. Se trata, retomando a Marcuse (1993), de una razón histórica que:

“Contradice el orden establecido de los hombres y las cosas, en nombre de las fuerzas sociales existentes que revelan el carácter irracional de este orden; porque «racional» es una forma de pensamiento y acción que se encaja para reducir la ignorancia, la destrucción, la brutalidad y la opresión”. (p.169)

 

La razón, en su dimensión propia del individuo, pero también como proyecto coherente y ordenado de la sociedad, debe formar parte de lo que define a un líder innovador, pues se trata de la posibilidad de procurar el ideal de un orden donde a decir de Marcuse, los sujetos puedan regular su vida de acuerdo con sus verdaderas necesidades (Ávila, 2003). Sin embargo, la existencia de un mundo regido por mecanismos de control en el plano cultural, y que alienan al individuo al suprimir su libertad, demandan de los liderazgos democráticos una actitud crítica, es decir, la capacidad para desenmascarar la represión y el proyecto de uniformización de las distintas vertientes del totalitarismo contemporáneo.

El totalitarismo contemporáneo, ciertamente, posee múltiples expresiones. Una de ellas es ampliamente tratada por Marcuse (1993), al abordar la pérdida de la libertad en las sociedades occidentales, donde el consumo y la ganancia se han priorizado por encima de la felicidad del individuo, estableciéndose en consecuencia la alienación de éste al verse incapacitado para optar o decidir sobre sus verdaderas necesidades; otra manifestación del totalitarismo tiene que ver con el deterioro de la institucionalidad democrática, concretamente en América Latina, lo que ha suscitado en las últimas décadas un retorno al autoritarismo: Se confeccionan Constituciones a la medida del tirano y, luego si la norma incomoda, también se interpreta según su interés.

La cualidad de un líder para permanecer negativo, es decir, mantener un grado de insatisfacción ante la realidad que vive y comparte con sus conciudadanos; el aspirar un orden distinto, más humano y por lo tanto más libre; la búsqueda de una transformación racional de la sociedad persiguiendo su emancipación, son aspectos que no pasan de moda ni son exclusivos de una ideología en particular. Se trata en términos globales de una actitud crítica que, de encauzarse políticamente, da pie para una praxis transformadora.

Tal actitud no sería posible sin un conocimiento cabal de la realidad. No se puede actuar o intervenir si previamente no existe una conciencia bien formada. Delgado (2004:18) afirma que: “El liderazgo debe asentarse en un conocimiento profundo y exhaustivo de lo que sucede y preocupa en el entorno”. Allí se encuentra el punto de partida para que, desde un enfoque relacional del liderazgo, surja el líder que logra la movilización ciudadana hacia fines e ideales compartidos en la sociedad: Democracia con contenido social, pluralismo político, educación de calidad para todos, entre otros.

Esto supone la integración del saber y la praxis, lo cual en el liderazgo es de gran valor pues lleva a asumir un papel activo en la consecución del cambio. Marcuse (1993) dirá que: “El pensamiento no tiene poder para provocar el cambio a no ser que se trascienda a sí mismo entrando a la práctica” (p.162). Horkheimer, por su parte, (2003), al respecto, cuestionaba la actitud pasiva, de desentendimiento, por parte de los científicos que: “Se ven a sí mismo como simples espectadores, participantes pasivos de un acontecer violento que quizá se puede prever, pero al que, en todo caso, es imposible dominar” (p.261). En contraposición, su propuesta apunta a la adopción de un “comportamiento crítico”, al cual liga el futuro de la humanidad.

Se trata, entonces, de suprimir la injusticia social, conjugando para ello el pensar y el actuar: Pasar del conformismo del pensamiento (lo afirmativo) a un nivel crítico (lo negativo) que debe direccionarse a la transformación histórica estructurando nuevas o renovadas opciones de vida de cara a la equidad y justicia. 

El aporte del líder innovador a este cambio que es de índole social, pero sobre todo de raigambre cultural, puede concentrarse en su desempeño como actor político. En el contexto de la globalización, donde se promueve la política de la despolitización (Bourdieu, 2005), resulta pertinente la acción de líderes inconformes, conscientes de la realidad en la que actúan, a fin de involucrar a sus conciudadanos en el abordaje crítico de los problemas colectivos o comunes a todos, y la búsqueda de respuestas a éstos. En consecuencia, el comportamiento crítico del líder encuentra su espacio natural en el hecho político cotidiano.

La política como aspecto inherente a la convivencia social demanda de los liderazgos el desarrollo de una actitud proclive al diálogo. Ciertamente, el ser racional crítico al que hemos aludido como condición del líder, alcanza su plenitud en el ámbito dialógico. No es posible articular la participación ciudadana desde la voluntad de cambio del líder, si éste no incluye e involucra a los actores con los que interactúa, a fin de procurar la transformación de aquello que se asocia con lo irracional.

De acuerdo con Habermas (1989), el mundo es comunidad de sujetos capaces de lenguaje y de acción. Tal aseveración indica que el individuo posee la cualidad de llegar a acuerdos con otros para generar un consenso que permita intervenir la realidad. Lo intersubjetivo se expresa justamente en esta relación y deriva de la razón crítica, cuya cualidad fundamental es la comunicación. Según Pérez-Estévez (2012), la capacidad crítica y dialógica:

“Implica la posibilidad de revisar y reflexionar sobre cualquier propuesta y someterla a juicio con respecto a la conveniencia de unos fines y a la eficacia de los medios que han de utilizarse para conseguir esos fines. Dicho análisis crítico de fines y medios tiene como objetivo último llegar a un acuerdo, primero teórico y después práctico, con respecto a los mejores fines y los medios más eficaces. Esta razón crítica, oculta y subyacente en toda razón cognitivo-instrumental, que conduce a entendimiento y acuerdo, la llama Habermas razón comunicativa”. (p.34)

 

La razón comunicativa está, por tanto, enlazada al pensamiento crítico, y resulta pertinente en el ámbito de la política porque facilita la consecución de acuerdos. Un líder innovador tiene la oportunidad de direccionar la búsqueda del consenso en los espacios colectivos valiéndose de la comunicación, procurando la inclusión mediante una sólida relación dialógica, para lo cual puede asumir la dirección y orientación de ese proceso intersubjetivo. De esta manera, la condición de líder vendría a fomentar el interés emancipatorio o libertario al que aludía Habermas, el cual: “Se manifiesta en nuestro conocimiento reflexivo, en la capacidad de volver sobre nuestros pensamientos, nuestras motivaciones y sobre nuestras acciones, para revisarlos racionalmente en unión de otros sujetos” (Pérez-Estévez, 2012, p.37).

 

Conclusiones

La innovación en el contexto del desempeño por parte del líder político supone la capacidad de éste para responder a las demandas de su entorno social y político, más aún si se trata del complejo panorama latinoamericano. En este sentido, los planteamientos de la Escuela de Frankfurt a través de las reflexiones de algunos de sus más connotados representantes (Horkheimer, Marcuse y Habermas) contribuyen a la definición del perfil de líderes innovadores, acordes al contexto de los pueblos del Sur.

Al respecto, el perfil actitudinal de líderes innovadores latinoamericanos, puede enriquecerse mediante la conjunción de tres cualidades o actitudes: Pensamiento crítico, comportamiento crítico y actitud dialógica. La interrelación de ellas conlleva al desempeño de líderes inconformes con su mundo, capaces de identificar alternativas en el campo de la política para avanzar en la transformación racional de las estructuras que soportan la inequidad. Su labor será consistente en la medida en que involucran a los actores afectados en la búsqueda de soluciones consensuadas, para lo cual, cuentan con la posibilidad de concretar acuerdos mediante un proceso dialógico de carácter intersubjetivo y racional que no estará exento de contradicciones y tensiones.

La vertiente crítica del pensamiento se presenta entonces de manera idónea para potenciar el perfil actitudinal de líderes innovadores, capaces de experimentar y compartir el interés emancipatorio, es decir, la búsqueda de un orden cimentado en la justicia y la verdad; al mismo tiempo, la psicología política latinoamericana encuentra en esta vertiente insumos teóricos para abordar y dar respuesta a los complejos procesos políticos asociados a la equidad social, la participación ciudadana, el reforzamiento institucional de los sistemas democráticos, todo ello desde un ángulo crítico-racional, que aportaría luces en la formulación de programas y proyectos políticos, encausados a la emancipación humana y al fortalecimiento de los procesos democráticos en la región.  

Notas

1 Más allá de las divergencias que se pudiesen tener con estas escuelas de pensamiento, no se negarán los grandes aportes que en su momento le efectuaron a las Ciencias Sociales en general y a la psicología en particular, fundamentales para su proceso de institucionalización y consolidación epistemológica.

 

Referencias bibliográficas

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Bourdieu, P. (2005). Pensamiento y acción. Venezuela: Monte Ávila Editores Latinoamericana.

Castaño, L. (2017). Modelos teóricos que explican el liderazgo político. Cuestiones Políticas, 33(58), 34-57. 

Delgado, S. (2004). Sobre el concepto y el estudio del liderazgo político. Una propuesta de síntesis. Psicología Política, (29), 7-29.

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* Doctor(c) en la Euskal Herriko Unibertsitatea (EHU) - Universidad del País Vasco (UPV). Máster en Docencia Superior e Investigación. Licenciado en Filosofía. Docente y miembro del equipo de investigación sobre Desarrollo Humano en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, sede Ambato. E-mail: italosj@hotmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0001-5269-7987

 

** Doctora en Filosofía por la Universidad de Bulgaria. Licenciada en Filosofía. Profesora Principal en la Universidad Técnica de Machala, Ecuador. E-mail: cfernandez@utmachala.edu.ec ORCID: https://orcid.org/0000-0002-1483-2639

 

*** Doctora(c) en la Universidad de Palermo (UP) – Buenos Aires, Argentina. Magister en Psicoterapia Integrativa. Psicóloga Clínica. Docente en la Universidad Técnica de Machala, Ecuador. E-mail: ysanchez@utmachala.edu.ec ORCID: https://orcid.org/0000-0002-8380-6434

 

 

Recibido: 2019-02-23                · Aceptado: 2019-06-10