Comuna
Chanduy: Prácticas culturales, comunicación y participación para el cambio
social*
Loor Valdiviezo, Kléber**
Resumen
El presente artículo muestra
resultados logrados a través de un proyecto investigativo realizado en la
parroquia y comuna Chanduy, Ecuador, mediante el cual se pone de manifiesto el
papel que desempeñan la comunicación y participación comunitaria en un proceso
de estudio y fortalecimiento de la cultura popular y sus prácticas, como parte
de una propuesta de cambio social. El objetivo perseguido fue la identificación
de fortalezas del capital simbólico comunal y sus potencialidades a desarrollar
mediante un proceso real de empoderamiento de los actores
implicados. Se aplicó una metodología cualitativa, empleando técnicas propias
del método etnográfico, para obtener datos y conocer el significado que le
atribuyen sus principales protagonistas; así como la participación de éstos en
el diálogo y acciones conjuntas con los investigadores. Como resultado fue
posible caracterizar la situación y además la identificación de varios ejes de
trabajo comunitario, como potenciales vías de transformación y su puesta en
marcha, a partir de las adecuaciones pertinentes. Se concluye que la
participación de la comunidad en un proceso de cambio, requiere en primer lugar
el manejo adecuado de la comunicación, desde una posición de respeto a su
cultura, participando en ella, ayudando a reconocer y potenciar sus valores.
Palabras clave: Cambio
social; prácticas culturales; comunicación comunitaria; participación; investigación.
Comuna Chanduy: Cultural practices,
communication and participation for social change
Abstract
This article
shows results achieved through an investigative project carried out in the
parish and commune of Chanduy, Ecuador, through which the role played by
communication and community participation in a process of study and
strengthening of popular culture and its practices, as part of a proposal for
social change. The objective pursued was the identification of the strengths of
the communal symbolic capital and its potentialities to be developed through a
real process of empowerment of the actors involved. A qualitative methodology
was applied, using ethnographic techniques, to obtain data and know the meaning
attributed to it by its main protagonists; as well as their participation in
dialogue and joint actions with researchers. As a result it was possible to
characterize the situation and also the identification of several axes of
community work, as potential ways of transformation and its implementation,
based on the pertinent adjustments. It is concluded that the participation of
the community in a process of change, requires in the first place the proper
management of communication, from a position of respect for their culture, participating
in it, helping to recognize and enhance their values.
Keywords: Social change; cultural practices; community
communication; participation; research.
Introducción
Aunque más de
cincuenta años avalan ya una amplia experiencia investigativa en proyectos
comunitarios llevados a cabo en América Latina, lo cierto es que cada comunidad
presenta siempre contextos y situaciones que suelen escapar a cualquier modelo
teórico, por lo cual son imprescindibles las adecuaciones de éstos o aplicación
de procedimientos metodológicos más específicos, atendiendo a la naturaleza y
complejidad del objeto a investigar.
La República del Ecuador
no es una excepción. A pesar de sus innegables avances sociales durante la
segunda década del presente siglo, incluyendo la vigencia de una nueva
constitución en 2008 y otros documentos oficiales que establecen los derechos y
políticas gubernamentales respecto al funcionamiento de las organizaciones comunales,
lo cierto es que las mismas permanecen un tanto ajenas a los grandes cambios
nacionales y regionales, y siguen siendo víctimas de agentes externos e
internos que influyen sobre su estancamiento de siglos.
Al acercarse a estas
pequeñas comunidades con pretensiones de contribuir al cambio de su situación, la
investigación asumió como premisa la necesidad de poner un acento especial en
la búsqueda de las principales fuentes de su patrimonio cultural y su capital
simbólico, como bases de un proceso de recuperación de la autoestima y
empoderamiento gradual de los actores y sus instituciones.
Atendiendo las normas
establecidas por dicha constitución, el Ecuador está conformado por un sistema
de gobierno Republicano, del cual forman parte los llamados gobiernos autónomos
descentralizados (GAD), cuyo eslabón de base son precisamente las parroquias y
organizaciones comunales. Chanduy, es una de esas parroquias, integrada por
catorce comunas, donde actualmente residen poco más de veinte mil personas (GAD
parroquial, 2010). La comuna Puerto de Chanduy, por su parte, cuenta con unos
dos mil, entre comuneros asociados, familias, y otros ciudadanos, que se han
ido asentando en este territorio de la costa suroeste del Ecuador.
Estas consideraciones
previas llevaron a los investigadores a formularse algunas preguntas de inicio:
¿Cómo lograr la participación de las comunas en un proceso real de cambio?; ¿Qué
potencialidades objetivas para este cambio radican en los propios sujetos que
se pretende incorporar al proceso?; ¿Qué papel podrían desempeñar en ello sus
prácticas culturales y la comunicación?; ¿En qué consistiría objetivamente el
“cambio”, como resultado del proyecto investigativo?
Se aplicó una metodología
cualitativa, según Hernández et al. (2014),
con predominio del método etnográfico y sus técnicas de observación,
entrevistas, e historias de vida, con amplia participación de líderes y
comuneros como testimoniantes e informadores, acerca de la vida comunal y diferentes
manifestaciones de sus prácticas culturales. También se empleó el método de la investigación-acción-participación
(IAP), con el propósito de comprometer la actividad conjunta de comuneros e
investigadores, como objeto y sujeto de todo el proceso y su transformación.
Igualmente se realizó
una encuesta para obtener información acerca del impacto de los medios de
comunicación nacionales y locales y otras percepciones de los encuestados en
torno a la vida chanduyense. Por último, se aplicaron varios “focus groups” y “mesas” o talleres de
diálogo, mediante los cuales se logró concluir la elaboración de un diagnóstico
general de la situación comunal y determinar varios ejes potenciales del
desarrollo y cambio a emprender desde la comunicación y la participación
colectiva. En esos contextos se procedió a registrar la mayor parte de los
datos y su posterior interpretación.
1. Cultura, mediaciones y prácticas culturales
Desde los primeros
contactos con la parroquia Chanduy y sus organizaciones comunales, el objeto de
la investigación se enmarcó en torno a la confluencia de dos “ejes” teóricos principales:
a) La cultura y sus prácticas,
como escenario y manifestación de una histórica y permanente lucha entre
factores mediadores internos y externos a la comuna, por lograr la hegemonía
cultural en las mentes y el comportamiento de sus pobladores (Gramsci, 1971; García,
1999; Thompson, 2002; Sunkel, 2002; Williams, 2009; Bordieu, 2013; Liaudat,
2016).
b) El papel de la
comunicación y participación comunal, como componentes transversales de todos
los procesos de investigación, movilización y articulación del cambio social (Alfaro,
1993; Rodríguez et al., 2002;
Gumucio, 2004; 2011; Ulloa, 2007; Pereira et
al., 2011; Servaes, 2012).
En consecuencia, lo
primero fue reafirmar el concepto de la cultura, como un “sistema de símbolos y
formas simbólicas: Históricamente determinado, abierto y dinámico” (Rodríguez et al.,
2002:10).
Cada época y sociedad
tienen su propia cultura, construida a través de su historia pasada y presente,
única, diferente a la de cualquier otra entidad; como todo sistema, sujeto a
múltiples influencias, expuesto a las condicionantes de sus entornos externo e
interno; y en constantes cambios que la motiven, renueven y transformen, según
cada época y lugar, partiendo de sus esencias y su identidad
Otras
definiciones más amplias y detalladas se refieren a la cultura desde la
perspectiva de los contenidos que ésta abarca. Para Tylor (1995:29), es un “todo complejo que incluye el conocimiento, las
creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros
hábitos y capacidades adquiridos por el hombre” en las diferentes sociedades
humanas, de acuerdo con una época y condiciones históricamente determinadas.
La cultura, por
tanto, es algo propio de cada pueblo o comunidad y que de alguna o múltiples
maneras la identifican; no es en consecuencia algo estático, ajeno a lo que
ocurre en otros entornos, y a un conjunto de factores que median sobre ella,
reafirmándola, negándola o modificándola, de acuerdo con las influencias que se
ejercen en unas u otras direcciones.
Un elemento esencial influyente
en esa dinámica son las prácticas culturales, que constituyen un factor clave
para entender los procesos de construcción simbólica y consumo cultural, llevados
a cabo en el seno de cualquier comunidad, así como las amenazas y fortalezas
que actúan como mediadoras de la cultura popular.
Los autores Itchard y
Donati (2014:18),
también asocian tales prácticas con el concepto de capital cultural planteado
por Bordieu (2013) y así lo afirman:
“Todo aquello
que hemos aprendido, que hemos descubierto y que nos conforma como individuos
es parte de nuestro capital cultural. Ese capital cultural es el piso desde el
cual nos movemos, interactuamos, miramos, proponemos. Son los valores que
tenemos, nuestras creencias, el futuro que deseamos, los saberes y costumbres”.
Ambos investigadores
también insisten en el carácter simbólico de esos procesos, y su significado
como expresión de los conflictos por la hegemonía:
“Todas
nuestras prácticas cotidianas hablan de una historia, de ciertas luchas, de
resistencias, de triunfos y de fracasos. Pensemos en las prendas que usamos
para vestirnos, la forma que tenemos de ser mujeres y hombres, la manera de
comer, de establecer contratos comerciales, de concebir la amistad. Siempre hay
disputas y tensiones. (…) Reconocer esas construcciones nos obliga a observar
una puja por el poder, por marcar una manera de vivir, por validar el “sentido
común” (Itchard y Donati, 2014:19).
En esta “puja por el
poder” de las mentes y comportamientos, desempeñan un papel importante los
grandes medios de comunicación con su lenguaje hegemónico, frente a los propios
de cada comunidad. De ahí la importancia de conocer sus grados de penetración,
hegemonía y resistencias, en el seno de las mismas. Ello guarda relación con
las prácticas culturales, las cuales se manifiestan de tres formas o dimensiones
principales (García, 1999; Sunkel, 2002):
a. Producción, circulación y consumo de bienes simbólicos:
Se trata de lo que pudiera reconocerse como arte “culto”, generado por
representantes de los campos del arte y la literatura, principalmente, con la
participación en ocasiones de la industria cultural masiva. García (1999:42),
sostiene que “los productos denominados culturales tienen valores de uso y de
cambio, contribuyen a la reproducción de la sociedad y a veces a la expansión
del capital, pero en ellos los valores simbólicos prevalecen sobre los
utilitarios y mercantiles”.
b. Prácticas, creencias y conductas, a partir de las
representaciones, imaginarios y códigos que los sustentan:
Constituyen el patrimonio más común y variado de la cultura popular de la
comunidad, construida y puesta de manifiesto en su historia, mitos y leyendas,
habilidades artesanales, creencias y costumbres trasmitidas de generación en
generación, por vía oral o mediante la observación.
Son
pues elementos, rasgos, valores, muy propios de la identidad cultural de una
localidad, una pequeña comuna, o un ámbito geográfico determinado, con un alto
valor simbólico; aunque a veces “desconocido” por sus propios portadores, y
también con frecuencia evidenciando altos riesgos de extinción, frente a los
embates de la cultura hegemónica o la desaparición “natural” de los sujetos que
la sustentan.
Villar
y Amaya (2010), precisan que es innegable la importancia de los imaginarios en
la construcción de la identidad, personal y colectiva, para relacionarse con el
mundo, así como encontrar un papel dentro de las sociedades y, de esta manera,
determinar una estructura cultural alimentada por las ideologías y las
mentalidades. Al ser la ciudad la máxima expresión de la cultura, convierte a
sus espacios urbanos en los escenarios por excelencia, para la manifestación de
los imaginarios colectivos y las representaciones sociales.
c. Procesos de subordinación y resistencias:
En el marco de múltiples factores hegemónicos y contra-hegemónicos, que entran
en el juego de las interrelaciones de las culturas, popular y masiva, en el
seno de la comunidad.
Aquí,
el papel dominante de los medios de comunicación masiva y la industria cultural
“global”, los elementos socio-estructurales propios del subdesarrollo real y
las políticas nacionales y locales, suelen constituir amenazas u oportunidades
reales como parte de los procesos de mediación y subordinación; mientras que la
comunicación alternativa, el fortalecimiento del diálogo comunal e
intergeneracional, y la lucha por mantener y preservar los valores propios, se
erigen como principales procesos de mediación y resistencia contra-hegemónica.
2. Capital simbólico y mediaciones
Las prácticas
culturales y sus productos pueden tener así, una alta incidencia, tanto sobre el
capital cultural, del cual forman parte, como del capital social y el capital
económico; cuya síntesis viene a constituirse como “capital simbólico”
(Bordieu, 2013) de una comunidad o grupo humano determinado.
Por su parte, Rish
(2005:16) reconoce el capital cultural como “las habilidades específicas de un
pueblo, sus disposiciones y sus hábitos de trabajo, actitudes hacia la
educación, espíritu creativo”; en consecuencia, parte de dicho capital, se
concentra en el patrimonio creativo de una sociedad manifestado por una
variedad de atributos: artísticos, estéticos, arquitectónicos, tecnológicos,
así como, su valor social, como símbolo de identidad, orgullo, prestigio,
solidaridad y progreso.
De ahí su convergencia en el capital
simbólico: una propiedad cualquiera, fuerza física, riqueza, valor guerrero,
que percibida por agentes sociales dotados de las categorías de percepción que
permiten percibirla, conocerla y reconocerla, deviene eficiente simbólicamente,
semejante a una verdadera fuerza mágica: una propiedad que, responde a expectativas
colectivas, socialmente constituidas, a creencias, ejerce una suerte de acción
a distancia, sin contacto físico (Bourdieu, 2013; Fernández, 2013; Burawoy, 2014).
Por su parte, Sunkel
(2002:6) advertía cierto grado de “atomización de las prácticas de consumo
cultural asociadas a una baja asistencia a los centros comunes de consumo
(cines, teatro, espectáculos) y una disminución en los usos compartidos de los
espacios públicos”. Frente a esa situación, según sostiene este investigador, suele
producirse una pérdida de peso de las tradiciones locales y las interacciones
barriales, la que es “compensada” por los enlaces mediáticos, u otras
manifestaciones mediadoras de la cultura masiva hegemónica.
El español colombiano
Martín (1987:10), también alertaba acerca del papel de esos factores mediadores
internos y externos, que de alguna manera pugnan por la hegemonía simbólica.
Sus ideas son clave para comprender la realidad latinoamericana y su
heterogeneidad cultural, que “da cuenta no solo de los mestizajes entre cultura
de masas y cultura popular, sino de convivencias histórico-sociales múltiples y
conflictivas”.
Es decir, se trata de
procesos donde confluye hoy toda la diversidad cultural, regional, política,
económica, de consumo, que caracteriza el continente. Lo popular asumido como
“espacio que permite hoy estudiar lo mismo los procesos macro sociales (…) que
los procesos micro sociales ligados a las culturas regionales o a las pequeñas
comunidades, a los barrios, a las familias, a los individuos” (Vidal, 2006:82).
3. Comunicación para el cambio social comunal
Todo lo anterior
reafirma la razón de Martín (1987:240) para insistir en la necesidad de
estudiar el papel de la comunicación, como elemento trasmisor, dinamizador,
mediador y mediado a su vez por la cultura. Es decir, reubicar en esta última la
problemática de la comunicación,
“para dar
cuenta de los conflictos que la articulan, los mestizajes que la tejen y las
anacronías que la sostienen, y en últimas, del modo en que trabaja la hegemonía
y las resistencias que moviliza; del rescate por tanto de los modos de
apropiación y réplica de las clases subalternas”.
Tales interrelaciones
entre comunicación y cultura y sus mediaciones, también son señaladas con
énfasis por el investigador boliviano Gumucio (2004), refiriéndose a los
proyectos de comunidad, pero advirtiendo que debe ser una comunicación
participativa, sincronizada en sus contenidos con la cultura de la comunidad. Por
ello, insiste en la pertinencia de un nuevo comunicador que facilite el diálogo
intercultural y asuma la comunicación como un instrumento para el cambio
social, ética, es decir, de la identidad y de la afirmación de valores; que
amplifica las voces ocultas o negadas, y busca potenciar su presencia en la
esfera pública.
En este orden es
imprescindible citar también a García (2005:13) y sus tesis acerca de las
posibles incidencias entre cultura y desarrollo. Tales vínculos pueden
observarse desde la desigualdad y la penuria que en ellos se manifiestan, y
adoptar nuevas posturas. Por ello afirma que:
“Desarrollar
la cultura en las sociedades contemporáneas, multiculturales y densamente
interconectadas, no puede consistir en privilegiar una tradición, ni simplemente
preservar un conjunto de tradiciones unificadas por un Estado como “cultura
nacional”. El desarrollo más productivo es el que valora la riqueza de las
diferencias, propicia la comunicación y el intercambio – interno y con el mundo
– y contribuye a corregir las desigualdades”.
Todo esto implica la
participación activa del sujeto cultural estudiado y un compromiso e interés
principal, basado en la comprensión y aceptación del papel de la comunidad y
sus integrantes; es decir, de su empoderamiento (Salas, 2017). Para ello, es
necesario que dicha comunidad tome conciencia de sí misma, de sus necesidades y
situaciones reales, con el fin de descubrir con este proceso de
concientización, escenarios alternativos que se conviertan en estrategias para
el cambio (Mendivil et al., 2015).
Tales estrategias de
“empoderamiento”, en este caso, se fueron construyendo en la medida en que el
proceso de investigación, acción y participación avanzaba en la comuna,
mostrando las complejas relaciones entre cultura, comunicación y desarrollo
social, desde el propio seno de la comunidad.
4. Fortalezas del capital simbólico comunal
En poco más de un
año, el investigador permaneció en la comuna decenas de veces, cientos de horas;
participó en sesiones solemnes de la parroquia y comunas, procesiones
religiosas, reuniones del cabildo, fiestas patronales, elecciones de reinas,
eventos deportivos, faenas de trabajo, entre otros. Durante todo ese trayecto
se aplicaron las diferentes técnicas para la obtención de los datos. Un breve resumen
da idea de los principales hallazgos que resultaron de este proceso:
4.1. Producción, circulación y consumo de bienes simbólicos
Los comuneros reconocen como bien
simbólico de mayor significación para la parroquia al Complejo Cultural Museo
Real Alto, uno de los más importantes de Ecuador y Suramérica, en el cual se
muestra una valiosa reseña de la lógica urbanística de los habitantes de la
península, que data aproximadamente de hace ocho mil años, en una extensión de
12 hectáreas de terreno; así como cientos de piezas y otras muestras prehistóricas
de gran valor.
En el sitio radicaba una de las primeras
aldeas de agricultura y cerámica con centro ceremonial, del continente americano
(4400 - 1700 a. c), cuya disposición y función varía a través del tiempo,
convirtiéndose en expresión de las fases medias y tardías de la cultura
Valdivia, los más lejanos y reconocidos antecedentes de sus actuales moradores.
El museo se encuentra situado en las comunas de Pechiche y El Real, aledañas a
las comunas Manantial y Puerto de Chanduy.
Aunque esta valiosa
institución aún permanece un tanto desconocida, incluso para los propios
moradores de la parroquia, es visitada por unas dos mil personas cada año,
principalmente extranjeros y ecuatorianos de otras provincias, según consta en
sus registros.
Otras producciones
culturales se deben a las habilidades para la realización artesanal de objetos
de cuero, cerámica, fibras vegetales, madera, tejidos de algodón, conchas
marinas, plásticos y algunos metales. Destaca entre ellos la fabricación de
muebles a base del “muyuyo” (una planta que además se emplea para crear sustancias
medicinales, colorantes, goma para manualidades y otros usos). La mayoría de
estos artículos se comercializa localmente por sus propios productores, siendo
muy reconocidos por su calidad y alto valor estético.
4.2.
Prácticas, creencias y conductas
A partir de las
representaciones, imaginarios y códigos que las sustentan. La pesca artesanal
es sin duda su práctica más extendida, incluyendo la confección de
embarcaciones, redes, cañas, y “chinguises”, entre otras. Constituye toda una
curiosidad la captura de la “michulla”, un molusco pequeño recubierto por una
concha, de propiedades alimenticias y afrodisíacas, el cual se extrae
manualmente del fondo arenoso, en la desembocadura del estero de Chanduy. Con
él se preparan varios platos tradicionales, como el ceviche de michulla, de muy
grato sabor, apetecido por turistas y lugareños.
Otras prácticas y creencias están
asociadas a la religión (cultos religiosos, procesión de la Virgen del Carmen y
otras divinidades, misas, novenas); a la muerte (día del finado, rituales
funerales, temor a los espíritus); a la recreación (fiestas patronales, elección
de las reinas de la parroquia y comunas, celebración del Día del Pescador,
carreras hípicas, partidos de fútbol, bailes tradicionales o modernos, entre otros).
En cuanto a otras creencias, originadas
por hechos reales o determinadas subjetividades, abundan los relatos, leyendas
y mitos, trasmitidos de boca en boca, a través de incontables generaciones. Son
ellas, entre muchas: “La canción del diablo”, “El Hombre sin cabeza”, “El
Muerto”, “La Novia”, “El Tintín”, “La Capitana”, “El mito de Semana Santa”, “La
Chica sin rostro”. (Loor et al.,
2018). Son relatos que se cuentan como reales por grandes y chicos, re
construidos una y otra vez por la imaginación popular; sin embargo, fue
interesante comprobar en más de una ocasión, la coincidencia con narraciones
similares de otras comunas y pueblos de la costa ecuatoriana del Pacífico,
aunque con múltiples versiones y matices diferentes. Igualmente resultó
significativo escucharlos en boca de niños y jóvenes escolares, quienes
reconocen como fuentes a familiares de mayor edad y algunos maestros,
principalmente.
4.3. Procesos de subordinación y resistencias
Aquí fue fundamental
investigar en torno al impacto de la comunicación externa e interna; bajo cuya
influencia se construyen las principales fortalezas de capital simbólico
comunal.
La provincia en
general no cuenta con medios públicos (presupuestados por el gobierno central)
ni comunitarios (creados por las propias organizaciones comunales y
parroquiales). Una encuesta realizada a un 10 por ciento de la población de la
comuna Puerto de Chanduy, comprobó que, sólo los grandes medios privados
nacionales y provinciales, tienen la hegemonía de la información,
principalmente la televisión y la radio, por lo cual gozan de un alto impacto
entre estas audiencias, a pesar de que muy excepcionalmente abordan el
acontecer cantonal y parroquial en sus espacios informativos.
Por
el contrario, a través de la observación, entrevistas y conversaciones
informales, se conoció el papel importante que desempeñan otros canales propios
de la parroquia y comuna, como principales fuentes de información acerca de su entorno
más inmediato. Entre ellos se encuentran los siguientes:
a. La información de
los acuerdos del Cabildo y la Junta Parroquial,
mediante sus líderes y miembros, por vía directa. También existen otras
instituciones, como la capitanía de la marina, el sub centro de salud, un
centro infantil del Ministerio de Inclusión Económica y Social, cooperativas de
pescadores y de taxis, y un infocentro, entre otros.
b. Los mensajes que se generan desde una radio parlante,
creada por iniciativa de los cabildos en algunas comunas (La Voz de los Techos),
de muy poco alcance, pero, aun así, suministradora de datos y orientaciones
sobre la vida cotidiana, útiles para los parroquianos, comuneros y demás
ciudadanos.
c. La publicación de un periódico,
tamaño A-4, de cuatro páginas, con frecuencia mensual, con datos e
informaciones acerca del acontecer parroquial y comunal.
Estos canales participan de los procesos de
“resistencias culturales” contrahegemónicos, en el ámbito comunal; sin embargo,
quedó evidente que la mayor fortaleza de la comunicación interna radica en el
papel de otras instituciones, tales como:
a. La escuela: En cada comuna hay
una, generadora de nuevos conocimientos y cultura; aunque sus programas son
diseñados centralmente, para todo el país.
b. La iglesia: Una parroquial, de
filiación católica, así como otras sectas, entre las de mayor impacto a nivel
de las comunas. La participación de esta institución con su mensaje ético,
ejerce una influencia positiva, sobre todo para jóvenes, niños y adultos;
genera unidad familiar; fortalece creencias y tradiciones que constituyen
valores simbólicos importantes para la comunidad; pero al propio tiempo, su
llamado a la aceptación y resignación del “status” como obra del Divino, suelen
ejercer un impacto inmovilizador.
c. La familia: Es quizás el
principal agente comunicador, movilizador y conservador de las tradiciones y
conductas. Sus prácticas culturales (socioeconómicas, educativas, religiosas,
artísticas, recreativas, entre otras) trasmitidas de generación en generación,
tienen en esta institución un baluarte insustituible.
d. La “voz pópuli”: El
mensaje de boca en boca, popular, callejero, sigue siendo uno de los más
importantes transmisores de información y movilización en un ámbito local. Está
presente durante la faena, en los establecimientos públicos, en las actividades
de las instituciones y en el diálogo espontáneo de la gente.
e. Redes sociales: En
tendencia, también se va generalizando el uso de este tipo de medio de
comunicación. Aunque no se hizo un censo de cuántos teléfonos móviles o Tablet poseen los chanduyenses, la
simple observación permitió corroborar su empleo bastante “masivo”.
En todo lo anterior se manifiesta la
comunicación como elemento articulador de mensajes y prácticas; la mezcla
constante de lo propio y lo foráneo, lo tradicional y lo nuevo: la cultura
popular y sus “mestizajes”.
Un momento muy importante, al cabo de
largos meses de trabajo conjunto, fue la convocatoria parroquial a mesas de diálogo, con la participación
de todas sus comunas, durante las cuales no sólo se concluyó un primer balance
general de la situación existente y sus incidencias mediadoras en el “capital
simbólico”, sino que, partiendo del mismo, se definieron varios “ejes”
potenciales de trabajo proactivo para el cambio comunal: 1) la cultura y sus
prácticas, 2) la comunicación, 3) el turismo y otros rubros económicos básicos,
4) algunos proyectos sociales, y 5) el fortalecimiento de la educación de niños
y jóvenes, y capacitación de líderes y comuneros. Partiendo de ellos como
líneas prioritarias, se “construyó” un primer plan a mediano plazo (un año
aproximadamente), con algunas tareas inmediatas, en cuyo cumplimiento labora la
comunidad.
Más que los datos en sí,
lo más significativo de ese momento fue sin dudas el poder de convocatoria
mostrado por la parroquia y los cabildos comunales, y la riqueza del diálogo
desarrollado en torno a las comunas y sus posibilidades de desarrollo endógeno,
reconocidas por sus protagonistas.
El proceso llevado a
cabo podría resumirse en dos grandes etapas o fases:
Primera
etapa:
a.
Recuperar la confianza mediante la integración y reconocimiento de la
comunidad, y lograr un pre diagnóstico de la situación.
b.
Establecer un diálogo directo con personalidades de la comuna y parroquia, en
dos niveles principalmente: 1) Autoridades político administrativas e
institucionales, 2) Comuneros reconocidos en su entorno como personas
“importantes”.
c.
Paralelamente, crear formas de vinculación del proceso académico con las
actividades del proyecto de intervención o vinculación en la comuna: Asignaturas,
profesores, grupos estudiantiles, organización del proceso docente educativo.
Identificar tipos de tareas permanentes en las cuales puede haber actividad
conjunta de los actores implicados.
Segunda etapa:
a.
Promover un diálogo más formalizado entre los sujetos participantes en el
proyecto (comuna, parroquia/cantón, y universidad) con el propósito de
construir una especie de diagnóstico colectivo de la situación y determinar
algunos de sus principales “ejes” de desarrollo y cambio, sobre todo a mediano
plazo. Vale pensar en asuntos como:
· Identificación de Patrimonio cultural
inmaterial y material.
· Potenciación de instituciones educativas y
capacitación de emprendedores, líderes e instituciones.
· Organización de la comunicación y sus medios y
canales más importantes.
· Potenciación de factores productivos básicos, comercio
y nuevos emprendimientos.
· Fomento de la industria Turística, si fuere el
caso.
b.
De este diálogo puede desprenderse un primer esbozo de proyecto comunitario, al
menos a mediano plazo, donde se precisen ideas básicas de potencial desarrollo,
y tareas ubicadas en tiempo y responsabilidades específicas.
Cada actividad realizada
como parte de estos acuerdos será una reafirmación del nuevo poder comunal y al
propio tiempo servirá para validar el proyecto asumido y reajustarlo
progresivamente. A nivel de parroquia o cantón puede también ser el momento de
generalizar experiencias e ir planteándose nuevos objetivos de mayor alcance.
Conclusiones
Partiendo
de esas consideraciones, cabe intentar un resumen que dé respuesta a las
preguntas inicialmente planteadas:
La
participación de la comunidad en un proceso de cambio requiere en primer lugar
el manejo adecuado de la comunicación, desde una posición de respeto a su
cultura, participando en ella, ayudando a reconocer y potenciar sus valores.
Toda comunidad posee en si misma las
potencialidades para convertirse en protagonista de su propia transformación, a
través de un proceso gradual de empoderamiento, que le permita identificar sus fortalezas,
necesidades e intereses y tomar decisiones sobre los caminos y tareas a
realizar para lograr su solución.
Las prácticas culturales y la comunicación
constituyen la fortaleza principal de su capital simbólico, y, de hecho, un eje
fundamental para cualquier propósito de desarrollo y cambio. El cambio como
resultado de un proyecto investigativo de comunicación, cultura y desarrollo,
debe hacerse ostensible a través de diferentes muestras del empoderamiento
comunal. Es esa la primera señal de transformación real, puesta de manifiesto
en la elevación de su autoestima, en su comunicación y participación en las
decisiones, en la ejecución de compromisos y proyectos, y en la apropiación
progresiva de los resultados de su esfuerzo.
Se trata por tanto de
entender que al insertarse en la vida de una pequeña comuna, el investigador está
en presencia de manifestaciones complejas de su capital simbólico, en el cual
entran en juego la lucha entre factores externos, como son las instituciones
que funcionan a diferentes escalas con diversos intereses, más los grandes
medios de comunicación y otros elementos del entretejido social en que se
encuentran inmersos, por un lado; mientras que, por otro, los factores internos
sedimentan una cultura popular, cuyas raíces se afianzan en los elementos
básicos de su identidad, y de toda la historia que marcó sus huellas en la
comuna, a lo largo de siglos.
Ello exige que la
investigación privilegie la comunicación, no imponga criterios a cuenta de
conocimientos técnicos que escapan del verdadero conocimiento de la realidad
social. En suma, que sea una actitud de vida, encuentro, ida y vuelta, diálogo,
re-conocimiento, intercambio y acuerdo.
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* Resultados de un
proyecto investigativo realizado en la parroquia y comuna Puerto de Chanduy,
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** Doctor(c) en Ciencias de
la Comunicación Social. MSc. en Comunicación y Desarrollo Profesor investigador
y ex decano de la Facultad de Comunicación Social (FACSO) de la Universidad de
Guayaquil, Ecuador. Email: kleberloor@gmail.com
Recibido: 2018-09-08 · Aceptado: 2018-12-17