Revista de Ciencias Sociales (RCS) Vol. XXIII, No. 4, Octubre-Diciembre 2017, pp. 81-97

FCES - LUZ ● ISSN 2477-9431


Desarrollo humano desde la perspectiva del crecimiento

Fuertes Grábalos, Enrique * Plou Lafuente, Pablo ** Gómez Bahillo, Carlos ***


Resumen


El crecimiento económico sostenible promueve el desarrollo humano cuando utiliza recursos disponibles para mejorar el bienestar y la calidad de vida de la población mundial. Y el desarrollo humano requiere libertad ideológica y política, equidad social y redistribución de la riqueza, sostenibilidad ambiental, seguridad personal y colectiva, entre otros. En este sentido el artículo plantea la relación existente entre crecimiento, desarrollo económico y progreso humano. Para lo cual se diseñó un estudio descriptivo – documental, donde se reflexiona sobre las siguientes cuestiones: ¿Es posible compaginar desarrollo sostenible y crecimiento económico? ¿El medio ambiente constituye una limitación al desarrollo? ¿Las cuotas de productividad y niveles de consumo no están deteriorando el medio ambiente y las condiciones de vida de la población? ¿Es posible un modelo de crecimiento que tenga como objetivo principal el desarrollo humano? Para responderlas se han recogido las principales aportaciones científicas, que fundamentan teóricamente la propuesta de un modelo de crecimiento económico sostenible cuya finalidad sea el desarrollo humano y el progreso social. No se puede concebir un modelo de desarrollo que se base exclusivamente en la acumulación material y crecimiento económico, a costa de la riqueza y sustentabilidad del medio ambiente, y que no tenga en cuenta el libre ejercicio de las capacidades y potencialidades humanas.


Palabras clave: Crecimiento económico; desarrollo sostenible; desarrollo humano; bienestar; calidad de vida.


* Doctor en Sociología y Licenciado en Veterinaria e Ingeniero Técnico Agrícola por la Universidad de Zaragoza (España). Rector del Instituto Superior Tecnológico CRECERMAS – PRODAS (Ecuador). Experiencia en investigación-acción en proyectos de Desarrollo Rural y Cooperación al Desarrollo Internacional en Ecuador, República Dominicana, Senegal, Costa de Marfil y Togo. E-mail: enrifuer@yahoo.es


** Licenciado en Ciencias Químicas por la Universidad de Zaragoza (España). Vicerrector del Instituto Superior Tecnológico CRECERMAS – PRODAS (Ecuador). Compatibiliza su actividad investigadora en el campo de la Química Verde, con el trabajo en el ámbito de los proyectos de desarrollo, nacionales e internacionales, financiados por del CSIC y diferentes empresas. E-mail: pabloploulafuente@gmail.com


*** Doctor en Sociología por Universidad Complutense (Madrid). Licenciado en Filosofía y Letras, y en Ciencias Políticas y Sociología. Catedrático de Sociología. Facultad de Economía y Empresa. Universidad de Zaragoza (España). Director de Departamento de Sociología de la Universidad de Zaragoza, de 1998 a 2014. E-mail: cgomez@unizar.es


Recibido: 2017–06-04 · Aceptado: 2017-09-28


Human developmen from the perspetive of growth

Abstract


Sustainable economic growth promotes human development when it uses available resources to improve the welfare and quality of life of the world’s population. And human development requires ideological and political freedom, social equity and redistribution of wealth, environmental sustainability, personal and collective security, among others. In this sense, the article raises the relationship between growth, economic development and human progress. For which a descriptive -documentary study was designed, where the following questions are considered: Is it possible to combine sustainable development and economic growth? Is the environment a limitation to development? Are the productivity quotas and consumption levels not damaging the environment and the living conditions of the population? Is a growth model that has human development as its main objective possible? To answer them, the main scientific contributions have been collected, which theoretically support the proposal of a sustainable economic growth model whose purpose is human development and social progress. We can not conceive a development model based exclusively on material accumulation and economic growth, at the expense of the richness and sustainability of the environment, and that does not take into account the free exercise of human capabilities and potential.


Keywords: Economic growth; sustainable development; human development; well-being; quality of life.


Introducción


En la ciencia económica clásica y neoclásica el desarrollo es considerado básica y exclusivamente como sinónimo de crecimiento económico, y el indicador del desarrollo de un país es el Producto Interior Bruto (PIB), especialmente el PIB per cápita. Simón Kuznets (1966, 1973, 1974) relaciona el crecimiento económico con la distribución del ingreso, manteniendo que para reducir la desigualdad es necesario favorecer el crecimiento, ya que éste genera empleo. Además, el aumento de la productividad contribuye al incremento de los salarios y de los niveles de renta per capita (Kuznets, 1974). El PIB es el valor monetario de todos los bienes y servicios que produce un país o una economía a precios corrientes (PIB nominal) o constantes (PIB real) en el año en que los bienes son producidos. Sin embargo, el PIB como indicador del desarrollo presenta algunas inconsistencias: unas relativas a la fiabilidad del indicador, es decir, si el indicador realmente llega a medir con una alta correlación aquello que se propone que mida; y otras, de carácter conceptual, referidas al mismo concepto de desarrollo, y si un indicador del valor monetario puede dar información real acerca del estado y

evolución del desarrollo de un país o región. En efecto, el PIB es un indicador que no tiene en cuenta los valores monetarios que producen las economías reales, dado que no contempla el autoconsumo, ni la riqueza generada por la economía informal, ni el trabajo no retribuido, principalmente el de las mujeres, ni las pérdidas e incrementos patrimoniales derivadas de cataclismos, causas fortuitas, remediaciones o fenómenos naturales.

En segundo lugar, el PIB no es un indicador de calidad de vida o bienestar, tan solo de la acumulación y consumo material, dado que no tiene en cuenta ni la distribución de la riqueza, ni las “externalidades” sociales y medioambientales, como la contaminación, la erosión y pérdida de suelos, las desigualdades sociales generadas, ni la inequidad de género. Joseph E. Stiglitz, premio nobel de economía, expresa que el PIB:


“No mide adecuadamente los cambios que afectan al bienestar, ni permite comparar correctamente el bienestar de diferentes países […]. No toma en cuenta la degradación del medio ambiente ni la desaparición de los recursos naturales a la hora de cuantificar el crecimiento […]. Esto es particularmente verdadero en Estados Unidos, donde el PIB ha aumentado más, pero en realidad gran número



de personas no tienen la impresión de vivir mejor porque sufren la caída de sus ingresos” (Stiglitz, 2008: 1).


A pesar de estas consideraciones, es ineludible el éxito que el PIB per capita ha tenido en el desarrollo de pueblos y comunidades, lo que demuestra la concepción de la economía desde un punto de vista exclusivamente monetario o financiero, y próxima a una determinada opción ideológica: capitalismo o neocapitalismo. Dentro de este marco conceptual, el desarrollo es lo mismo que crecimiento económico.

Los planteamientos desarrollistas favorables a este modelo de crecimiento progresivo se fundamentan en una serie de postulados que desde las instituciones económicas –Banco Mundial, Fondo Monetario, Banco Central Europeo, entre otras- y el poder político, se transmiten a la población. Entre éstos destacamos los siguientes:



La huella ecológica es un índice elaborado por Mathis Wackernagel “La Huella Ecológica mide la demanda de la



humanidad sobre la biosfera, en términos del área de tierra y mar biológicamente productiva requerida para proporcionar los recursos que utilizamos y para absorber nuestros desechos.” (WWF, 2006: 14). Mide el área productiva necesaria para abastecer el consumo humano y poder absorber sus residuos teniendo en cuenta: asentamientos humanos, energía nuclear, emisión de dióxido de carbono, pesca, explotación de bosques, pastoreo y agricultura. Por el contrario, no considera el impacto humano sobre la tierra como el consumo de agua dulce. Los resultados anuales de la estimación de la huella ecológica evidencian que desde los años 90 la humanidad ha rebasado la capacidad de regeneración natural del planeta.

Pero el desarrollo humano sostenible es también objeto de crítica, debido a que de alguna forma el concepto presupone que es posible mantener el ritmo de crecimiento actual de la economía, conservar y mejorar la situación medioambiental, todo ello gracias a la progresiva aplicación de una tecnología cada vez más respetuosa con el medioambiente. En definitiva, el concepto de desarrollo humano sostenible también propugna una confianza ilimitada en el progreso tecnológico, como único bálsamo posible a la excesiva presión del hombre sobre el medioambiente. Según este supuesto, permite conciliar la insostenibilidad del modelo de consumo con la conservación del medio ambiente. Incluso, como postula la “New Economy”, la tecnología es capaz de conseguir la desmaterialización de las economías, basada sobre todo en el desarrollo de las telecomunicaciones.

Sin embargo, actualmente todos los datos de la realidad indican que la tecnología, al menos la que se supedita a las necesidades del crecimiento económico, no tiene, ni probablemente tendrá nunca, esta capacidad. La mayor eficiencia de los procesos productivos derivada de la aplicación de nuevas tecnologías, más eficientes medioambientalmente, a corto plazo terminan produciendo un mayor consumo de materia y energía. Por ejemplo, el acceso a medios de transporte más modernos y eficientes


incrementan las distancias recorridas, el desarrollo de la electrónica crea un sin fin de nuevos productos de consumo de masa, la eficiencia energética dispara el consumo de energía, entre otros.

Esta circunstancia es además explicable desde las mismas leyes económicas que postula la economía neoclásica. De hecho la mayor eficiencia de los procesos productivos provoca una disminución de los precios de los productos obtenidos, y la elasticidad-precio de la demanda suele ser elástica para los productos que no son de primera necesidad, que además coincide que son normalmente de carácter no renovable; y para aquellos que son más elaborados, su consumo crecerá y lo hará en mayor medida que lo que descienda el precio, lo que derivará en un incremento del consumo de materias primas y energía necesarias para la producción absoluta de ese bien. Por otra parte, las mejoras en la eficiencia de la producción de un determinado producto se produce normalmente cuando su demanda es elevada y, por tanto, cuando mayor es el incremento de la demanda con el descenso del precio. De hecho por este motivo:


“las economías más eficientes, más avanzadas tecnológicamente, son las que gastan más materia y energía per cápita y esta evolución sigue una recta ascendente. Así, a pesar de que los países industrializados han ido disminuyendo el consumo de muchos recursos utilizados por unidad de producto fabricado, en términos absolutos sigue incrementando, demostrando que las nuevas tecnologías no son sustitutivas sino complementarias a las tecnologías tradicionales” (Mosangini, 2007: 36).


Es el llamado “efecto rebote” que puede definirse como el “incremento del consumo vinculado a la reducción de los límites impuestos a la utilización de una tecnología, pudiendo tratarse de límites monetarios, temporales, sociales, físicos, ligados al esfuerzo, al peligro, a la organización…” (Schneider, 2003: 45).



Por otra parte, asignar un valor económico a las efectos y consecuencias sociales y medioambientales en los procesos económicos, es una cuestión sumamente complicada, como los mismos neoclásicos preconizaron, y requiere de un acuerdo social de amplia base que establezca dichas valoraciones, o al menos los criterios para fijar estos valores. Esta situación hace surgir las propuestas de la Bioeconomía o el Biocrecimiento (Georgescu-Roegen, 2003).

El concepto de desarrollo deja de ser el incremento de los recursos monetarios, centrándose ahora, entre otras, en la satisfacción de necesidades vitales como la educación, la salud y la vivienda; ni siquiera la consideración de las necesidades de las generaciones futuras. El foco de atención pasa a ser ahora el despliegue de la mayoría o la totalidad de las capacidades y potencialidades individuales presentes en el conjunto de las personas que conforman la sociedad, incluyendo las capacidades humanas que permiten encarar o enfrentar las dificultades que se presentan en la propia vida (Fuertes, 2008). Fue L. J. Lebret, en 1959, quien definió el desarrollo como “la ascensión humana, la maduración, el crecimiento y la creatividad de todo el potencial del hombre- obtenido al menor costo posible del sufrimiento humano y del sacrificio de valores” (Goulet, 1992: 30). De tal forma esta definición cambia la perspectiva del desarrollo que hace tambalear las premisas con la que se ha construido el discurso de la economía y el crecimiento.

Arribas Herguedas coincide con este planteamiento del desarrollo: “La biología, habla del desarrollo de un organismo, como el despliegue de sus capacidades potenciales para lo cual se precisa de unas condiciones favorables. Pero, aplicado a los seres humanos, el desarrollo denotaría, sobre todo, la adquisición de capacidades” (Arribas, 2007: 5). Amartya Sen complementa la definición al afirmar que el verdadero fin del desarrollo es la “expansión de las libertades reales de que disfrutan los individuos”, con lo que “la participación y la disensión políticas son una parte constitutiva del propio desarrollo [...]”


que debe brindar las “condiciones favorables para el desarrollo de capacidades como la libertad, la autonomía individual, la posibilidad de hacer contribuciones significativas a la sociedad, la adquisición de conocimiento y habilidades, el sentido estético y facultades morales más amplias” (Sen, 1995: 55).

En este sentido el “entorno de la persona es el elemento más inmediato que determina el ‘conjunto de capacidades’ o las ‘oportunidades reales’ de los individuos. [...]. La destrucción irreversible de la naturaleza supone siempre una pérdida de libertad para alguien, además de un deterioro de las condiciones favorables para el desarrollo” (Arribas, 2007: 6). De hecho, esta pérdida de libertad no solo se produce para las generaciones actuales sino también para las futuras, lo que se aproxima de nuevo a la concepción inicial del desarrollo sostenible reflejada en el Informe Brundtland. Finalmente el biocrecimiento en sintonía con Georgescu-Roegen (1975, 2003) plantea que el motor de la bioeconomía es el incremento de la tasa marginal de felicidad en las personas y, no tanto, el incremento de la

tasa marginal del beneficio del dinero.


Conclusiones


No se puede concebir un modelo de desarrollo que se base exclusivamente en la acumulación material y el crecimiento económico, a costa de la riqueza y sustentabilidad del medio ambiente y naturaleza, y que no tenga en cuenta el libre ejercicio de las capacidades y potencialidades humanas.

La confianza en el mercado libre es perjudicial: en primer lugar, porque es errónea, dado que nunca ha existido ni existirá un mercado libre, entre otras muchas consideraciones, porque la principal estrategia de los agentes económicos es escapar de los posibles efectos regulatorios del actual mercado. El término “mercado libre” únicamente pertenece al mundo de las “res cogitans”, por lo que más bien se debería hablar de “macromercado aislado del contrato social, asocial o sin contrato social” “sistema



de fijación de precios mediante equivalencias monetarias biunívocas”, “mercado monetarista o del capital”, “mercados de precios monetarios”. Lo que realmente subyace en el actual mecanismo de mercado que rige el sistema económico, es su intento por fijar precios según los criterios de cambios que tratan de nivelar, en el intercambio de bienes o servicios, su escasez relativa y “ad hoc”.

En efecto, el “macromercado sin contrato social”, en el que se asienta el sistema económico global, no tiene en cuenta los aspectos que no son considerados para la fijación de los precios de productos/ servicios, como son su disponibilidad futura, la conservación de las “externalidades”, o mejor dicho del entorno social y ambiental, que permiten su disponibilidad “ad hoc”, o la carga de valor en términos de felicidad humana producida y/o consumida en su obtención y procesamiento. Para ello se debe, en primer lugar, definir el precio de un determinado bien o servicio de acuerdo a un sistema mixto; por una parte, teniendo en cuenta la fijación de determinados umbrales para la retribución de las “externalidades” consumidas, mediante micro-consensos sociales entre productores y consumidores; y, por otra parte, teniendo presente la necesidad de asegurar la eficiencia y una producción mínima y necesaria.

La ciencia y tecnología debe replantearse sus actuales esquemas, y el progreso humano no debe enfocarse prioritariamente al crecimiento económico, sino orientarse a resolver los problemas reales de la humanidad: la pobreza, la desigualdad, la conservación del medio ambiente, entre otros. No es sostenible el actual sistema científico y tecnológico pues, aunque se consiga una mayor eficiencia de los procesos productivos, no se evita los efectos adversos que se derivan del actual sistema de producción masiva, intensiva y fundada en el consumo.

El desarrollo humano es imprescindible para el desarrollo sustentable y para el mismo crecimiento económico, y requiere la utilización de una tecnología limpia que ahorre recursos naturales y sea respetuosa con la naturaleza, evitando la contaminación


y ajustando la actividad productiva a las necesidades de la población. Y para ello es preciso sociedades más homogéneas e iguales, y que las generaciones presentes sean solidarias con las futuras, y capaces de renunciar a tener más, en beneficio de la calidad ambiental de sus descendientes. Por tanto, el gran reto de la humanidad para el siglo XXI es establecer un vínculo entre crecimiento económico, desarrollo económico y desarrollo humano.


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