Maldición de la abundancia (II Parte): Hundimiento de la seguridad alimentaria en Venezuela (1999-2018)

Castro-Aniyar, Daniel*

Resumen

A partir del debate escandinavo y venezolano sobre la maldición de la abundancia, se propone analizar los problemas de absorción económica a partir de las evidencias disponibles sobre seguridad alimentaria venezolana durante el chavismo. Se compara el desempeño de los emprendimientos en los años de abundancia con otras naciones similares en la región, a la vez que se contrastan los signos de liquidez, gasto público y proporción de las políticas públicas, previos al descenso de los precios petroleros, en relación a los resultados obtenidos. Se presentan evidencias a favor de explicar los problemas extremos de acceso y disponibilidad de la seguridad alimentaria como un resultado de los problemas de absorción económica más que del descenso de los precios petroleros, el cual sirve de argumento al discurso oficial. En esta II parte, adicionalmente, se inicia un debate sobre la necesidad de una nueva hermenéutica democrática que de relieve a las amenazas inherentes de la abundancia irrefrenada en la sociedad.

Palabras clave: Maldición de la abundancia; absorción económica; hermenéutica política; seguridad alimentaria; Venezuela.

Curse of the abundance (II Part): Sinking of the alimentary security in Venezuela (1999-2018)

Abstract

From the scandinavian and venezuelan debate on the curse of abundance, it is proposed to analyze the problems of economic absorption based on the available evidence on venezuelan food security during chavismo. The performance of the projects in the years of abundance is compared with other similar nations in the region, also, signs of liquidity, public spending and the proportion of public policies, prior to the fall in oil prices, are compared to the food security results. Evidence is presented in favor of explaining the extreme food security problems of access and availability as a result of economic absorption problems rather than oil prices decline, which is argued in the official discourse. In this II part, additionally, there is a debate on the need for a new democratic hermeneutics that highlights the inherent threats of unbridled abundance in society.

Keywords: Curse of abundance; economic absorption; political hermeneutics; food security; Venezuela.

Introducción

En la primera entrega de este artículo se propuso un ordenamiento de las bases teóricas generales para ayudar a la interpretación de emprendimiento para la seguridad alimentaria venezolana a la luz de los problemas generados por la abundancia (Castro-Aniyar, 2018). Allí se describen referencias generales de relieve cultural sobre los problemas de la abundancia, aspectos debatidos sobre las inconveniencias de la abundancia irrestricta en la sociología, la economía y la filosofía, así como una categorización de este debate en la academia económica venezolana.

En esta segunda entrega son suministradas las evidencias relativas al desempeño venezolano en lo relativo a los problemas de absorción del gasto público a través de la data disponible desde el subsistema de seguridad alimentaria, gasto público y otras evidencias de los problemas de absorción económica durante el chavismo, entre 1999 y el 2018.

La experiencia que se describe es de valor para comprender la relación entre la abundancia per se y sus efectos estructurales desde una perspectiva empírico-ponderable. De manera particular, Venezuela presenta ventajas en materia de evaluación de políticas públicas por cuanto éstas presentan un conjunto de acciones constantes y relativamente consistentes orientadas a la seguridad y la soberanía alimentaria a partir de la acción del gasto público, afectando todas las partes de la cadena alimentaria nacional, desde la producción, la importación, la legislación, la transportación, la dotación de insumos, el almacenamiento, el marketing, la organización productiva, la comercialización, la asignación de precios y el consumo.

Estas políticas totalizan la participación de múltiples actores, ministerios, alianzas público-privadas, alianzas internacionales consumadas en los mismos objetivos: utilizar el ingente gasto público en elevar los sub-objetivos acceso, disponibilidad y autosuficiencia, desde la primera elección ganada por Hugo Chávez en 1998 hasta la sucesión de Nicolás Maduro en el 2018. En total, “el sistema socialista de seguridad alimentaria venezolano sumó, para el final del período más vigoroso del gasto, en el 2012, 90 políticas, expresadas en una variopinta colección de instituciones y leyes cada una” (Castro-Aniyar, 2012: 168) y, durante la sucesión madurista, 4 políticas adicionales (Castro-Aniyar, 2017:13-14), todo con objetivos de seguridad y soberanía alimentaria.

En relación a la presentación de estas evidencias de los problemas de la abundancia per se, cuya conceptualización fue desarrollada en la primera entrega, se argumenta que Venezuela ha contado con cuantiosos recursos provenientes de los precios petroleros y la deuda externa, que invirtió en el cambio de la matriz productiva orientada al aumento de la productividad y otros objetivos denominados “socialistas”, pero enfrentó graves problemas de absorción económica. Ejemplos de estas 90 políticas orientadas a la productividad y el socialismo fueron: ganancias redirigidas al área de influencia de la empresa –política del punto y círculo-, la existencia de un fondo común de empresas socialistas, expropiación y socialización del uso de las tierras mediante cartas agrarias, expropiación y creación de importantes empresas de suministros, acopio y distribución –Agropatria, ECISA, INSAL, Agrotiendas socialistas, CVAL, CASA, entre otras-, comercialización –Mercal, Pdval, Bicentenario, CVAL, Corporación de Comercio y Suministros Socialista (Comersso), Mercados a cielo abierto, entre otros-, una agresiva política financiera –presupuestos agrarios sustantivos en relación al presupuesto nacional, BIV, Banco del Tesoro, Banco de la Mujer, Banco del Pueblo, BAV, Banco Bicentenario, Fondo Conjunto Chino, banca privada asociada, Banco de Venezuela, entre otros- y una agresiva política agroproductiva –CVA, EPS, NUDES, Misión Agro Venezuela, PDVSA industrial, Consejos Comunales Productivos, Cooperativas, Saraos, entre otros-.

Este artículo se refiere a problemas de absorción del gasto público en el caso venezolano, a la imposibilidad que presenta el aparato productivo nacional para convertir los ingresos petroleros derivados por el Estado hacia la sociedad en parte constitutiva de la economía. El concepto es visible en la teoría sobre manejo del gasto público en Pérez Alfonzo, debatida en la primera entrega (ver Castro-Aniyar, 2018).

Al no poder convertir los nuevos recursos, por causa de la inmadurez de su aparato productivo y empresarial u otros factores asociados, éstos se desplazan fuera del subsistema en diferentes formas como la inflación, importaciones, devaluación, fuga de capital financiero, contrabando, entre otros. El proceso resulta en una descapitalización económica y social de la economía objeto de ese gasto. Entre sus múltiples nombres, se trata de un proceso que tiene sus antecedentes originales en el concepto de “recalentamiento” en la economía keynesiana y que se ha desarrollado bajo conceptos como “la enfermedad holandesa”, “el efecto Potosí” o “el efecto Venezuela” (Keynes, 2010; 1939; Dilliard, 1973; Pérez, 1976; Karl, 1997; Mendoza, 2010; Pérez, 2006).

En el caso venezolano se trata de un fenómeno que se mostró por primera vez con toda su dimensión durante la Gran Venezuela del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez.

1. Gasto público y absorción económica durante el chavismo

Todo esto está dicho ya, pero como nadie escucha

es preciso empezar continuamente.

Juan Pablo Pérez Alfonzo

El Estado venezolano de la V República o chavista impulsó dos cambios significativos entre el 2006 y el 2018. Uno básicamente de tipo político y otro esencialmente de tipo económico. Por un lado, el Estado asumió la transformación del modelo endogenista en modelo socialista. Esta primera situación supuso que el Estado debía acumular recursos políticos y económicos para comenzar a suplantar entre el 2006-2007 los actores económicos privados tradicionales por actores económicos vinculados al cooperativismo, el socialismo y el sector público.

Este proceso de acumulación y transformación de actores fue sostenido por importantes derivaciones de gasto público. Y en esto consistió el cambio de tipo económico:

Ya para el 2011 el presidente de Mercal, el principal instrumento de la comercialización alimentaria socialista, declaraba como objetivo de Estado controlar el 50% del suministro nacional de alimentos (López, 2011:18).

Para mayo del 2011 el gobierno anunció haber entregado 1.402 millones de bolívares en financiamientos a productores a través de esta Misión. J. C. Loyo, el entonces Ministro del poder popular para Agricultura y Tierras, declaró que el monto total presupuestado para el financiamiento de esta Misión y el resto del sector agrícola sería de 43.6 millardos de bolívares (formalmente, a un 13% de retorno), solo para el 2011 (Loyo, 2011).

Para tener una proporción de esta inversión, ella correspondió a casi un 40% (38,1%) del total de las reservas internacionales venezolanas para el 15 de mayo del 2011 (BCV, 2011) y casi el 10% de la totalidad del gasto público, no presupuestado, sino efectivamente cancelado en el 2009 para inversión productiva y social, con todos sus créditos adicionales, sumando las erogaciones del FONDEN y el Fondo Conjunto Chino (Giordani, 2011).

También correspondió a casi 13 millardos más de lo que perdió Venezuela en el PIB por causa del paro petrolero del 2003, calculado a 4,28 bolívares el dólar. No hay evidencias de retorno de este importe en las cifras oficiales. Estos son algunos indicadores sobre el aumento de la magnitud del gasto público.

En el Gráfico I, se muestra el aumento del gasto público en las categorías denominadas oficialmente “Desarrollo social y participación” y “Social”. Nótese que los montos, rateados por la inflación, inician en una cifra casi cercana al cero, en proporción al gasto “Social” del 2012. Todo esto, antes de la caída de los precios del petróleo.

Fuente: A partir de Aponte, 2010; Giordani, 2011: 42; Ministerio del Poder Popular para la Planificación y las Finanzas, 2011.

Gráfico I

Gasto social y de desarrollo social. 2003-2012

La liquidez consecuente muestra proporciones igualmente radicales, tal como se muestra en el Gráfico II. Los primeros datos alcanzan el cero al inicio de la medición, en relación a la proporción de circulante en el subsistema hasta el 2010.

Fuente: A partir de BCV, 2011.

Gráfico II

Liquidez. 2003-2012

Este gasto implicó por contrapartida un aumento sostenido de la inflación, que aquí se medirá con el baremo oficial, el INPC. El Gráfico III, refleja una inflación constante desde 1999 hasta el 2012. Su traducción en cifras muestra que ha habido una inflación de 150% desde ese año hasta el 2011, esto es, a un ritmo cercano al 30% anual en 5 años, alcanzando el 337,9%. Además, se observa que la inflación no refleja los vaivenes de los precios petroleros.

Fuente: A partir de BCV, 2011.

Gráfico III

Índice Nacional de Precios al Consumidor. 1999-2012

El factor liquidez generado por el gasto en este periodo participó en niveles de inflación persistentes entre el 18 y el 30% anual, desde el 2003 hasta el 2012, provocando fuga de capitales, desinversión y subsecuentemente, devaluación del signo monetario.

A pesar de que el Estado ha reconocido en sus discursos los problemas relativos a la condición periférica y dependiente de la economía, los problemas no atendidos de gasto público y absorción económica son fundamentales para explicar los problemas de autonomía y estabilidad de la seguridad alimentaria. Una muestra de ello consiste en las compras de alimentos tanto medidos (publicados) y prospectados (declarados, pero no publicados) con base en el discurso del ex presidente Chávez en el 2011. En el siguiente gráfico IV, se observa la repentina dependencia del gasto en la importación de alimentos, generando problemas de autosuficiencia en la seguridad alimentaria.

Fuente: A partir de MINPPAL, 2012; 2011; 2009; 2008; Chávez, 2010; Rodríguez, 2010.

Gráfico IV

Compras estatales de alimentos según origen. 2003-2011

A pesar de que el Sistema Socialista de Soberanía Alimentaria (SSSA) mejoró las condiciones de acceso a la alimentación en la población venezolana (con un incremento asociado al IDH), éste no se sostuvo por sí solo, coadyuvó a una inflación que giró alrededor del 30% anual durante 10 años, a debilitar la moneda y, finalmente, se contrajo en picada, junto al PIB alimentario (agrícola y manufacturero) a partir de finales del 2011 (BCV, 2011), antes de la caída de los precios petroleros.

Para tratar de entender este fenómeno es oportuno invocar el análisis realizado por Pérez Alfonzo durante el boom petrolero de 1973 acerca de los problemas de absorción económica de los ingresos considerados extraordinarios, y tal como se argumentó anteriormente, la incidencia de la desproporción de estos ingresos en el modelo político del Estado.

En otras palabras, la incapacidad estructural de absorber económicamente los nuevos ingresos definió la desproporción del gasto público. Tal desproporción es un factor negativo fundamental para el proyecto de un desarrollo sostenido sobre la diversificación de los emprendimientos económicos y sociales.

2. Auge y declive de los emprendimientos sociales y económicos 2003-2011

Con el fin de comprender la ruptura de los tejidos de la seguridad alimentaria venezolana hay que describir los emprendimientos alimentarios en el contexto de los emprendimientos sociales y económicos generales, sobre todo, antes de la caída de los precios mundiales del petróleo.

En el informe del 2003, Venezuela era el segundo país con más jóvenes emprendimientos del mundo (GEM, 2018). El Global Entrepreneurship Monitor (GEM) mide anualmente cuántas personas están dispuestas a emprender, combinando los ratios de emprendedores nacientes y emprendedores dueños de empresas nuevas, independientemente de la calidad del emprendimiento. También incluye los intra-emprendimientos, esto es, emprendimientos dentro de otros emprendimientos y empresas sociales o económicas.

La Actividad Emprendedora Total (TEA) de Venezuela fue de un 27,3% de emprendimientos tempranos en el 2003, en relación a la población ocupada en empresas. Ya en el 2003 el GEM había establecido que para alcanzar el rango de país emprendedor se debía alcanzar el 8,8% de emprendimientos o iniciativas empresariales del total de empresas, de tal modo que Venezuela, al ser incluida por primera vez, estaba en una posición particularmente privilegiada en relación con esta medida.

El GEM no mide la calidad transformativa de estos emprendimientos, pero indica que algún tipo de transformación se estuvo produciendo en el 2003: Según estas mediciones, los emprendimientos venezolanos “por necesidad” fueron más frecuentes que los definibles “por oportunidad”, en relación a las medidas en otros países. Entre 1999 y el 2004, los actores percibían la necesidad de participar en un sector comercial y productivo para salir del sector económico informal y de la presión oligopólica del sector privado. Los emprendimientos observados en diferentes atalayas (Castro-Aniyar, 2012) buscaban establecer mercados más estables y formales, con miras a la exportación. Venezuela salía de una profunda crisis económica, pues el paro petrolero-alimentario del 2002-2003 había impactado duramente su economía. Luego de la victoria del gobierno sobre el paro, la sociedad asumió en su propia agenda el reimpulso del crecimiento económico y del emprendimiento social de manera diversa impactando positivamente la calidad de las participaciones y el valor interanual del PIB (BCV, 2011).

La sensación general era que se había superado una importante crisis política y que el crecimiento económico y social dejaba razones para ser optimistas. Las encuestas y varias elecciones sucesivas le daban al presidente Chávez una carta blanca para actuar. Al mismo tiempo, la percepción de haber superado las carencias y la inestabilidad económica y política hacía a la gente más valiente para emprender. El contexto a favor de lo social también fue propicio. Los emprendimientos económicos no tardaron en percibir un auge sorprendente de emprendimientos sociales. Ambos tipos de emprendimientos, sociales y económicos, se veían con alguna desconfianza, fundamentalmente ideológica, pero el discurso indicaba que el país estaba confiando en sus propias fuerzas ciudadanas.

En la publicación correspondiente a la realidad del 2003 el GEM midió 31 países, en la correspondiente al 2007, 42 países y en la correspondiente al 2009-2010 las mediciones del GEM llegaron hasta 53 países (GEM, 2018; Auletta et al., 2011). En la medición publicada en el 2008, Venezuela había descendido al cuarto lugar, superado en América Latina por Colombia y Perú. Sus emprendimientos habían disminuido pero, además, no habían madurado: seguían siendo fundamentalmente “jóvenes” o “tempranos”. Sin embargo, aquellos “por necesidad” habían descendido a favor de aquellos “por oportunidad”, quizás reflejando mejoras en las condiciones sociales de la población.

A pesar de haber disminuido y de mantenerse “jóvenes”, los emprendimientos autoconsiderados como “fracasados” solo llegaron a un 4% del total de ellos. En otras palabras, en correspondencia con las observaciones en esos mismos períodos, los aumentos de liquidez y las oportunidades que presentaron los nuevos proyectos del Estado, incluyendo los programas de asistencia, producirían una movilidad de las agencias generadoras de tejidos económicos hacia escenarios vinculados al Estado, disminuyendo los esfuerzos iniciados, pero impidiendo considerarlos “fracasados”. Los agentes cambiaban emprendimientos jóvenes propios por otros, también jóvenes, pero asistidos plenamente por el gasto público o por intra-emprendimientos estatales.

En el 2009-2010 Venezuela siguió bajando de 25% a 18,6% para los de tipo nacientes, descendiendo a la 8a. posición mundial para ese informe. Pero lo más inquietante es que ese aparente gran auge de proyectos del 2003 se disolvió aún más en el 2007-2008 ante la evidencia de que los proyectos establecidos bajaron de 8,6 a 6,5. Sin embargo, la brecha entre empresas establecidas y emprendimientos nacientes se agrandó por causa de la caída de éstos, dejando para el 2010 un escenario desolador. El informe habla de una “alta mortalidad infantil” de los emprendimientos.

Con el objetivo de ilustrar el descenso de los emprendimientos nacientes, se coloca aquí el Gráfico V. Dado que el GEM no desagregaba la TEA para el año 2003, se coloca este valor para ese año y, para los años siguientes, se continúa con el valor “emprendimientos nacientes”, esto es, aquellos con menos de 2 años de fundarse.

Fuente: A partir de GEM, 2011.

Gráfico V

Emprendimientos nacientes en 5 países. 2003-2011

Nótese en el gráfico que Venezuela, de color verde, ostenta la posición más alta medida para el 2003. La caída de los emprendimientos nacientes es consistente hasta el 2011, similar a como sucede con el caso brasileño, representado con el color amarillo. Perú, con el color violeta, también desciende, pero mantiene niveles muy superiores de nuevos emprendimientos y tiende regularmente a remontar. Es importante recordar que los emprendimientos nacientes, si bien reflejan una actitud positiva de la sociedad para arrancar proyectos nuevos, no necesariamente miden la preeminencia de los emprendimientos en el tejido social, fundamentalmente, porque este indicador aún no refleja la estabilidad de los emprendimientos fundados en esos años. Por ello, se hace necesario desagregar el indicador. El GEM provee de este recurso a partir del año 2004 y suma a la medición dos nuevos ángulos, la tasa de propiedad de nuevos proyectos, para proyectos que han sobrevivido de 2 hasta 4 años y la tasa de propiedad de proyectos establecidos para los que han sobrevivido más de 4 años.

A continuación, se muestran los Gráficos VI y VII, de estas dos sub-variantes del indicador, con el fin de subrayar el problema de la “mortalidad infantil” de los emprendimientos. En ninguno de los dos gráficos Venezuela logra mantener los nuevos emprendimientos en el tiempo. A pesar de que Perú también cae, se mantiene con un porcentaje mayor de emprendimientos estables que Venezuela. A pesar de la poca efusión de los emprendimientos nacientes brasileños, aquí este país demuestra una estabilidad creciente para los proyectos que lograron anclarse.

Fuente: A partir de GEM, 2018.

Gráfico VI

Nuevos proyectos en 5 países. 2005-2011

Fuente: A partir de GEM, 2018.

Gráfico VII

Proyectos establecidos en 5 países. 2005-2011

El descenso en número de los emprendimientos refleja, por un lado, un debilitamiento de las fuerzas ciudadanas independientes que se habían disparado luego del paro petrolero-alimentario, pero también un reposicionamiento de estas fuerzas al lado de la iniciativa estatal o de otros proyectos privados establecidos con anterioridad.

Es posible suponer que los emprendimientos parecen desaparecer porque el Estado estaba trasladando algunas de estas fuerzas hacia empresas públicas y los informantes no las reconocen como emprendimientos propios. Pero esto no fue así. Como demostró Víctor Álvarez a partir de data del BCV, este traslado de fuerzas no disminuyó la preeminencia del sector privado, sino que dispuso de más fuerza de trabajo alrededor del sector público a través de subsidios, créditos públicos, compras y contratación directa, esto es, alrededor del creciente gasto público, a la vez que el sector terciario privado creció y dominó la renta del país (Álvarez, 2009).

De hecho, la misma fuente del GEM indica que el 98,6% de los emprendimientos venezolanos están solo en el sector de servicios privados para los años 2009-2010. Coincidiendo con Álvarez, el GEM no detecta un auge de emprendimientos del poder popular, en sectores económicos correspondientes al discurso soberanista, para esos años o los siguientes.

Estas conclusiones también coinciden con testimonios e investigaciones sobre el debilitamiento de las cooperativas de producción impulsadas por el Estado (Piñeiro, 2008). Aquí se indica que de 776 cooperativas registradas en 1999 pasaron a ser más de 184 mil en marzo del 2007, pero solo estarían funcionando efectivamente entre 30 mil y 60 mil para esa última fecha. Según Piñeiro, las cooperativas fueron “abandonadas” y muchas de las que sobrevivieron entonces presentaban característicamente problemas de ausentismo y poca motivación. Se habrían “(…) creado muchísimas cooperativas y consejos comunales en Venezuela en los últimos años y (…) muchos de ellos nunca se realizaron o funcionaron” (Melcher, 2008).

Finalmente, también es posible evaluar la evolución de los emprendimientos económicos en relación al Sistema Socialista de Soberanía Alimentaria, desde el 2003 hasta el 2011, a partir de las estadísticas que ofrece el propio Estado.

Mercal, siendo el único sistema de comercialización endógeno-socialista del 2003, ofrece importantes datos sobre la importación de alimentos y su evolución, junto a las otras empresas del SSSA hasta el 2010. Por su diseño, Mercal tenía por objetivo favorecer la colocación de producción artesanal, local y cooperativa para compensar la presencia de las grandes compañías de alimentación. A lo largo del período de su implementación los sistemas de distribución y colocación del SSSA se ofrecieron como garantía para la colocación de los productos generados por el poder popular (Rodríguez, 2010).

Cuando comenzó, Mercal colocaba en el mercado cerca de 18.250 toneladas de productos nacionales. En el 2004, solo un año después, colocaba cerca de 747.600 toneladas de alimentos nacionales, reflejando un impulso de los emprendimientos en los sectores de la economía, igual que como lo testifican los informes indicados de Monitoreo Global. En cifras, Mercal reflejó un aumento de 40,96 veces más de productos nacionales colocados en los anaqueles del 2003 al 2004. Tal aumento revelaba de algún modo el efecto de la victoria del gobierno sobre el paro a mediados del 2003, la nueva estabilidad y un clima favorable a nuevos horizontes económicos.

Sin embargo, en la Memoria y Cuenta del 2010, no solo Mercal, sino todo el SSSA de comercialización (esto es, incluyendo PDVAL, Fundaproal y algunas otras empresas nuevas en el sistema, como Bicentenario), ahora integrado todo bajo el Ministerio del Poder Popular para la Alimentación, colocó una producción nacional de 871.934 toneladas anuales. Esto es, solo el 22,08% de 3.947.561 toneladas de alimentos colocados por todo el SSSA, provino de producción nacional (MINPPAL, 2011:18). Esta cifra no es más que un aumento del 16,63% de la producción nacional llamada “socialista” en relación al 2004.

En otras palabras, durante 6 años de inversiones en crédito, expropiaciones, inversión en infraestructura, control de divisas, facilidades burocráticas y arancelarias, convocatoria organizativa e importación de insumos hasta el 2010, el aumento de la producción nacional colocada en la comercialización del Sistema Socialista de Soberanía Alimentaria fue del 16,63%, esta vez atendiendo a una demanda que alcanzaba a más del 60% de la población. Se trató de un aumento sobre la producción del 2004, pero contribuyó de manera precaria a la oferta total del SSSA, la cual creció en toneladas y cobertura con base en un importante incremento de las importaciones en 77,92% del total de la oferta alimentaria socialista. El gráfico IV muestra esta curva y cómo se prolonga en el 2011.

Esta información luce más inquietante si se le compara con la relación entre gasto público y PIB agrícola- Manufactura de Alimentos y Bebidas del 2011: la producción se contrajo gravemente en el mismo 2011, por cuanto los indicadores del sector alimentos en el PIB al final de ese año han sido negativos en un 9,1% para el subsector alimentario manufacturero y en un 11,1% para la agricultura (BCV, 2011), lo que debió afectar directamente a la producción nacional del SSSA.

3. Resultados y discusión: evidencias finales

Para las fechas analizadas, no es posible acusar a la baja mundial de los precios petroleros como la causa de la crisis que se instalará en el país. Las evidencias, mayormente obtenidas de data oficial, muestran que los emprendimientos en general y, los relativos particularmente la autosuficiencia alimentaria, ya habían sido pulverizados por problemas asociables a la inflación, el recalentamiento, las importaciones y la devaluación, todos indicadores de un gigantesco gasto público no absorbido por la economía. Sin desmeritar su pertinencia, el efecto macroeconómico del gasto irrefrenado parece conducir más satisfactoriamente a estas conclusiones que el efecto de la inoperatividad de los actores puntuales en la dimensión microeconómica, por cuanto la evaluación se hace sobre 90 políticas, representando éstas 90 actores diversos en diferentes sectores de la sociedad venezolana, con los mismos resultados globales y persistentes.

Adicionalmente, si se analizan estos datos desde la perspectiva de la soberanía alimentaria, uno de los objetivos explícitos de los emprendimientos socialistas, los resultados producen paradójicamente una mayor dependencia estructural al carácter periférico del subsistema venezolano por la vía de la alimentación.

Si se analizan en términos de un aumento de las capacidades del poder popular junto al Estado en dirigir económicamente el cambio de modelo productivo, es posible indicar que revelan una caída muy pronunciada de la eficiencia los emprendimientos económicos orgánicos y de su incidencia negativa sobre el aparato productivo.

El resultado es una inversión excesiva en relación al leve aumento de la producción de alimentos y luego un descenso definitivo de la producción nacional en el 2011, según las mismas cifras del Estado. Si esta información se cruza con los datos del GEM (2018) es posible inferir que los emprendimientos se desplazaron hacia donde hubo inversión pública constante, independientemente de la productividad, y luego, fundamentalmente por causa de la debilidad estructural del subsistema económico, y errores en las políticas de precios, divisas y propiedad, fueron reconociendo la irrentabilidad del aparato productivo alimentario en el 2011, acelerando la destrucción de emprendimientos.

Los resultados más dramáticos en términos de acceso y disponibilidad de alimentos son claramente visibles entre el 2014 y el 2018, identificable como el periodo de Nicolás Maduro (2014-2018, a la fecha), ahora sí, agravados por el descenso de los precios mundiales del petróleo y una importante deuda externa e interna agregada. Las cifras oficiales de esta deuda son opacas (BCV, 2018), pero que en la prensa opositora se estima cercana al 97% del PIB para el 2018, incluyendo obligaciones paralelas (El Universal, 2018), mientras que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe -CEPAL (2017) estima a Venezuela como la segunda deuda externa más alta de América Latina, solo por debajo de México, aunque su deuda externa en este cálculo (que no incluye las importantes obligaciones de PDVSA y otros bonos) corresponde al 21,7% de su PIB.

La data oficial muestra que en el 2015 las 2.106 Kcal realmente consumidas en las mujeres corresponderían a un déficit de ͌15,64 por ciento en relación a la energía requerida y, en el caso de los hombres, el déficit sería de ͌11,2%. Esto colocaría el promedio nacional en 2.248 para 2015, que es menor que la cifra para todo el período del chavismo, es decir, desde 1998 (2.354) (INE, 2016). La cifra más cercana corresponde a la asociada a la situación específica de la huelga alimentaria petrolera en 2012 (2.218) (FAOStat, 2017), que fue una operación específicamente destinada a afectar la seguridad alimentaria con fines políticos y, por lo tanto, no es representativa del período.

Un conjunto de Universidades de primer nivel en Venezuela presenta los resultados de su encuesta anual sobre pobreza y alimentación, donde se afirma que la pobreza estructural por ingreso (medida por 3 años de estabilidad crónica de la pobreza) casi se duplica del 2014 al 2016 (UCV et al., 2017). En relación con la pobreza por necesidades básicas insatisfechas, la crónica aumenta los tres primeros años: 2014 = 16,1%; 2015 = 24,3% y 2016 = 31,09%, y se estabiliza en el 2017 = 30,4. El aumento de la pobreza reciente es persistente: 2014 = 33,1%; 2015 = 47,1; 2016 = 49,38% y 2017=56,2 % de la población. Ese último año cierra con 61,2% de pobreza extrema y un 87% de pobreza total. Las cifras difieren para los años 2014 y 2015 medidos por el oficial Instituto Nacional de Estadística, que establece Pobreza por Ingresos en 29,5 y 33,1 respectivamente, pero que también son superiores a los años anteriores (INE, 2016).

En estos tres años también aumentan los beneficiarios del suministro directo de alimentos, como los CLAP, lo que refleja que el gobierno identifica la necesidad de actuar urgentemente sobre una población con problemas apremiantes de disponibilidad y acceso a alimentos. La población venezolana alcanzó el 43% de cobertura de este servicio en el 2016 (UCV et al, 2017; UCV et al., 2018).

La ENCOVI muestra que la compra por familia de los 22 insumos alimentarios básicos estudiados disminuye claramente del 2014 al 2017, a excepción de los tubérculos y hortalizas. Este comportamiento muestra la autosuficiencia solo en huertos no industrializados, a diferencia de otros productos que tienen enlaces industrializables. La caída en las compras alcanza ͌35% en carne, 45% en pollo y 27% en harinas. La ausencia de compras de proteínas es mayor en la categoría de Pobreza y, especialmente, en la categoría de Extrema Pobreza. Con respecto al sub-objetivo de acceso a la seguridad alimentaria, el 93,3% en el 2016 y el 89,4% en el 2017 de la población, incluidos los estratos no pobres, declaran que sus ingresos son insuficientes para la compra de alimentos. Asimismo, el 72,7% reporta haber perdido peso incontrolado en 2016, a un promedio general de 8,7 kg y de 11,4 Kg en 2017 (UCV et al., 2017; UCV et al., 2018; Ramírez et al., 2016).

Por su parte, el Ministerio del Poder Popular para la Salud (MPPS) publicó en 2017 el Boletín Epidemiológico número 52 para el año 2016, que ofrece datos estadísticos asociados a los alimentos. La publicación duró solo tres días en línea y ya no es posible consultarla. La ministra de esa oficina fue despedida después de esta publicación (OVS, 2017; BBC Mundo, 2017). Este número indica un aumento de 30,12%, con respecto a 2015, de muertes acumuladas en menores de 1 año: 11.466 en total. El informe explica que el principal componente de este aumento corresponde al período neonatal (en sus primeros 28 días de vida), con el 53,9% de las muertes. También reporta un aumento de 65,79% con respecto al año 2015 de muertes maternas (Biblioteca Virtual en Salud, 2017). El boletín también suele presentar resultados de adecuación nutricional, pero este tema no se incluyó. Como muestra de la opacidad estadística, cabe señalar que el boletín epidemiológico semanal había dejado de publicarse a partir de 2014, hasta la aparición intermitente de estos números con vencimiento en 2015 y 2016.

Conclusiones

El ejemplo venezolano describe con dramática precisión los efectos negativos de irrefrenar el gasto público y, con ello, la generación de abundancia inorgánica, como objetivo político y económico de un Estado, con independencia de la etiqueta socialista que se puso en ejecución en su programa. Los problemas de absorción económica explican estructuralmente la crisis de la economía venezolana y su impacto en la alimentación de sus ciudadanos, mucho mejor que posibles argumentos como la caída de los precios petroleros, la corrupción en los emprendimientos o la deslealtad de la oposición.

Como se indicó al principio de este artículo, el enfoque sobre los problemas generados por la abundancia per se, no solo muestra la necesidad de reafinar políticas económicas puntuales al subsistema venezolano, sino que obliga a reflexionar sobre el papel de la economía contemporánea y las necesidades humanas, tal como han sido promovidas por el mainstream de la política económica moderna. Los problemas relativos a la abundancia y la acumulación per se, y no solo por temas de equidad de su distribución, han sido descritos en diferentes dimensiones del análisis, por lo que urge reflexionar sobre su naturaleza en las políticas públicas. Una epistemología alternativa sobre la idea de calidad de vida, o como se le ha indicado en América Latina, del Buen Vivir, debe ser considerada rigurosamente en los programas económicos, en la agenda de la participación ciudadana e, incluso, en los programas escolares.

Por todo ello, el enfoque ofrecido sugiere revisar lecciones de tipo ético-filosóficas que deben ser interrogadas intersubjetivamente, a nivel tanto racional como emocional junto a la sociedad, para comprender la naturaleza del Estado, del Capital y la Democracia, con todas las contradicciones y amenazas que este difícil triángulo propone (Márquez-Fernández, 2017). La abundancia y sus peligros son descritos en este estudio como experiencias de macro-nivel, esto es, tanto identificables en la esfera estatal como en los intereses del gran mercado, pero no por ello son ajenas a los mundos de vida y las representaciones cotidianas con la que los sujetos, subalternos al poder, construyen sus propósitos de vida. Esta condición del debate facilita el enfoque democrático y dialógico que se necesita para atender este tema largamente pendiente.

La lógica de la acumulación y del uso de la abundancia como fin de la política corresponde al tiempo del mercado y del Estado, ambos de naturaleza ambiciosa e incrementalista, y por ello se presentan en este texto como herramientas de opresión. A la vista de sus efectos en los ciudadanos comunes, esto es, desde el tiempo y la lógica del oprimido, es posible sin embargo reconocer el tamaño y la amenaza del problema con mayor certeza. Los intereses de los sujetos subalternos están ligados a la estabilidad material y cultural, a la seguridad ciudadana y humana en general, a la calidad de las relaciones interpersonales y a las oportunidades de movilidad social. La acumulación compulsiva y el incrementalismo del Estado no definen la existencia misma del sujeto subalterno, aunque le afectan. Los estragos de la abundancia sobre éste son mayores, por cuanto deviene en el objetivo instrumental de la opresión. Por ello, urge impulsar esta reflexión en la esfera ciudadana y desde los mundos de vida.

Desde el lado de la ciencia es importante desarrollar las fuentes que permitan explicar la abundancia para recoger de ella las lecciones sobre democracia, tanto rigurosas y ponderables al servicio del pensamiento económico y tecnológico, como al servicio de la cultura y la comunicación.

La lección ha sido físicamente muy dura en la vida de los venezolanos, hoy sujetos de este oscuro laboratorio. Ellos entienden que las derivaciones de este tema son muchas y complejas, por cuanto no se restringen al aspecto estanco y ponderable de la economía y la seguridad alimentaria: hay impactos dolorosos en la seguridad ciudadana, en la construcción valorativa del mundo, los parentescos, las identidades, la idea de seguridad humana y el valor mismo de la existencia. De allí la importancia de reabrir el foco del análisis sobre los peligros inmanentes de la abundancia per se y la acumulación irrefrenada como objetivo de la humanidad.

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