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Deris Cruzco, Eugenio Sulbarán, Aitor Romano
Quórum Académico, Vol. 22, Nº 2, Julio - Diciembre 2025, Pp. 95-120
elementos y ocultar otros. En fotografía, la luz dene texturas, volúmenes
y contrastes, creando efectos que pueden ser interpretados culturalmente
como dramáticos, suaves, violentos o íntimos.
Nates (2014) considera a la luz, junto con la exposición, el contraste y
la dramatización, como parte de los atributos fotográcos que componen
la base denotativa de lenguaje visual. Estos elementos, según este autor,
resultan connotativos cuando intervienen en la construcción emocional o
simbólica de la imagen. Esta idea concuerda con los puestos por Eco (1976)
sobre los códigos técnicos, los cuales median entre la materialidad de la
imagen y su interpretación cultural.
En lo que respecta al código simbólico, este es uno de los que más se
destaca dentro de la articulación semántica de la foto. El mismo se encuentra
referido a la dimensión cultural, histórica e ideológica de los signicados
presentes en la imagen. Panofsky (1972) plantea que los símbolos pertenecen
al nivel iconológico, donde emergen signicaciones profundas relacionadas
con valores, identidades o mitologías colectivas. En la fotografía, estos
símbolos pueden surgir de objetos, colores, gestos, composiciones o
asociaciones conceptuales.
Nates (2014) articula este código dentro del grupo de elementos
semióticos, retomando la noción pierceana para distinguir entre iconos
(semejanza formal), índices (vínculo causal) y símbolos (convención
cultural). Así, una vela puede simbolizar vida o memoria; un color saturado
puede con notar emoción; un objeto cotidiano puede representar desigualdad
o precariedad. Esta concepción también se alinea con Brea (2002), quien
describe la imagen como un lugar donde convergen prácticas de signicación
social e imaginarios culturales.
Finalmente, el código compositivo permite organizar la estructura
visual mediante relaciones entre líneas, formas, ritmos, proporciones y
recorridos visuales. Desde la psicología de la Gestalt de Arnheim (1974),
la composición dirige la percepción y produce equilibrio o tensión según la
disposición formal de los elementos. Del mismo modo, Villafañe y Minguez
(2006) arman que la composición funciona como una arquitectura del
signicado.