QUÓRUM ACADÉMICO
Vol. 21 Nº 1, Enero - Junio 2024. Pp. 14-34
Universidad del Zulia
Este artículo analiza, desde una perspectiva crítica, los aportes realizados desde Latinoamérica al estudio de los medios de comunicación, los sujetos y las mediaciones televisivas. Se indaga en los espacios donde los sujetos consumen y usan los mensajes, considerando los hábitos socioculturales y los contextos. La revisión de las instancias macrosociales y microsociales presentes en este proceso se hace imprescindible, debido a que las estructuras sociales, económicas, culturales y políticas forman parte importante de la interacción social e individual. La participación social construye comunidades interpretativas diferentes a las que creó la modernidad, configurando una nueva dialéctica, entre la razón instrumental instaurada y las subjetividades emergentes, que interviene en la criticidad del sujeto al usar el discurso mediático.
Recibido: Enero 2024 – Aceptado: Marzo 2024
Licda. en Comunicación Social, Mención Periodismo Audiovisual (LUZ). Especialista en Métodos y Técnicas de Investigación Social (CLACSO). Magíster en Ciencias de la Comunicación, mención Sociosemiótica de la Comunicación y la Cultura (LUZ). Doctora en Ciencias para el Desarrollo Estratégico (UBV). E-mail: jackeescalona2020@gmail.com y jackeescalona@hotmail.com
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3.0 Unported.
Theoretical-methodological perspective for the analysis of mediations
Abstract
This article critically analyzes the contributions made from Latin America to the study of mass media, subjects, and television mediations. It investigates the spaces where subjects consume and use messages, considering sociocultural habits and contexts. The review of macrosocial and microsocial instances present in this process is essential, since social, economic, cultural, and political structures are an important part of social and individual interaction. Social participation builds interpretative communities different from those created by modernity, configuring a new dialectic between the established instrumental reason and emerging subjectivities, which intervenes in the subject's criticality when using media discourse.
Los medios de comunicación masiva y su relación con la cotidianidad han motivado, en el mundo de la academia, el desarrollo de múltiples estudios que, desde distintas visiones, intentan explicar la actividad de éstos en las sociedades. Sin embargo, la complejidad de los procesos de recepción y las relaciones de desigualdad que sustentan su lógica de funcionamiento siguen siendo asidero de reflexiones en el área, debido a las diferentes implicaciones que tienen en lo social, económico, político y hasta geopolítico.
En la medida en que se profundizan los avances tecnológicos en esta área, su arraigo en la cotidianidad del sujeto es cada vez mayor y con ello se profundiza, también, el sistema capitalista en las sociedades, pese a los esfuerzos que desde diversos sectores se hacen para transformar la hegemonía liberal. Existe, entonces, una necesidad mundial por crear espacios para la comunicación, para el diálogo, que afiance los procesos colectivos, por la construcción de un mundo alternativo o una comunicación alternativa. Pero, para lo anterior, es necesario entender los entramados que limitan los caminos prácticos y teóricos para la consecución del tal fin.
En este sentido, esta investigación analiza los referentes teóricos y aportes que, desde Latinoamérica, han contribuido a la construcción de un enfoque que parte de un sujeto que interactúa con el discurso mediático, con la intención hacer contribuciones al estudio de los procesos de mediación. Plantea una crítica a las tendencias centradas en los medios para adentrarse en una interacción del sujeto y sus contextos, y cómo éstos plantean nuevas resemantizaciones del mensaje (Martín Barbero, 1993).
Es preciso aclarar, que la categoría sujeto no está enmarcada en la teoría posmoderna que proclama la muerte del sujeto por la aparición de un sujeto-consumidor (Dussel, 2001), sino más bien en la teoría filosófica latinoamericana que reconoce, desde la diversidad, la existencia y luchas de los sujetos. Rauber (2006) asevera que “no existen sujetos a priori. Los actores sociales pueden constituirse o no en sujetos, a través de su participación en el proceso de trasformación (autoconstitución)” (Rauber, 2006:110).
El estudio de los procesos de recepción que se desarrollaron en Europa y Estados Unidos hicieron importantes contribuciones desde la Teoría de los Estudios Culturales. Uno de los principales aportes fue establecer que la recepción e interpretación de los mensajes está vehiculada por los símbolos culturales compartidos socialmente.
Los estudios de la recepción tuvieron una gran influencia en América Latina, donde se centró la atención en el sujeto que recibe o usa los medios de comunicación. Sin embargo, las interpretaciones y significaciones varían debido a complejos procesos. Por ello, se han desarrollado diversas propuestas teóricas y metodológicas para comprender los procesos de recepción mediática.
Alonso (2000) destaca lo que considera como los aportes más importantes de la teoría latinoamericana sobre la recepción y usos del discurso mediático, sobre todo en lo referente al protagonismo que tienen los actores sociales que participan en el proceso de recepción, la consideración de las distintas mediaciones y la cultura como espacios desde donde se origina la producción de sentidos, además de:
"(…) Inserción del proceso de recepción en una historia cultural que contextualiza las prácticas de lectura y consumo...Comprensión de la dialéctica entre lo popular y lo masivo. Lo popular en su carácter de heterogeneidad, hibridación, mestizaje y, por ello, lugar clave desde donde investigar las prácticas interpretativas. Reconocimiento de la diversidad y heterogeneidad de los sujetos populares" (Alonso, 2000:23).
Por su parte, Lozano (2007) señala que en los estudios latinoamericanos han destacado cinco áreas fundamentales: el consumo cultural, los frentes culturales, la recepción activa, el uso social de los medios y el modelo de las multimediaciones, que desde la diversidad de experiencias y enfoques han impactado el abanico de los estudios de la comunicación y los medios.
Es importante destacar además, a Martín Serrano, quien en 1975 publica su libro Mediación Social, teoría que impacta a los estudios latinoamericanos, ya que expone elementos que fueron centrales para el desarrollo de todo un enfoque sobre el tema.
Martín Serrano (2007) señala que “la sociedad que así funciona se mantiene porque posee sistemas de ajuste que hacen posible que los actores sociales se adapten a vivir en estado de crisis permanente, sin cuestionar al sistema global” (Serrano, 2007: 16). Esos sistemas de ajustes, son las instancias de mediación que le dan a los sujetos formas desde donde mirar y entender el mundo.
Estas mediaciones no nacen de la nada, son constituidas con el fin de mantener el orden social, en la cual aparecen las contradicciones sociales pero buscan la manera de legitimarlas:
“(...) el ejercicio de la mediación supone el desarrollo de un sector productivo dedicado al ajuste social, que son las instituciones mediadoras (...) Elaboran modelos mediadores (por ejemplo los arquetipos que distinguen entre las personas normales y las neuróticas) y fabrican objetos portadores de la mediación (por ejemplo, los tranquilizantes). Por lo tanto, la mediación social opera a través de medios inmateriales y materiales” (Serrano, 2007:17).
En este sentido, los medios de difusión masiva constituyen una vía para la mediación de los conflictos sociales:
"El consumo o la recepción que cumplen funciones mediadoras, les sirven a los usuarios para informarse. Es decir para saber cómo ser, estar y hacer, en consonancia (o en disonancia) con lo que hay (y no hay) con lo que pasa (y no pasa). Por ejemplo con valores y formas
de vivir" (Martín Serrano, 2007:17).
Esta teoría de las mediaciones sociales ha permitido entender cómo funcionan los mecanismos de cohesión y coerción en la sociedad:
“En realidad este es el tiempo en el que resulta más útil el conocimiento que toma en cuenta los vínculos de lo particular con lo general, para remediar las mediaciones que fragmentan el saber y hacen del absurdo el sentido de la vida cotidiana” (Martín Serrano, 2007:22).
Martín Barbero (1993) toma como categoría de análisis a las mediaciones, como aquellos aspectos que intervienen en la interpelación de los discursos mediáticos, en el cual no solo aparece la posición social, sino también otros aspectos que derivan del hecho cultural, como la pertenencia a unas etnias, las culturas regionales y locales.
"(...) proponemos a partir de las mediaciones, esto es, de los lugares de los que proviene las constricciones que delimitan y configuran la materialidad social y la expresividad cultural de la televisión (...) se proponen tres lugares de mediación: la cotidianidad familiar, la temporalidad social y la competencia cultural" (Martín Barbero, 1993: 233).
Desde esta perspectiva, Sunkel (2002) señala que:
“la mediación es una actividad directa y necesaria entre distintos tipos de actividad y la conciencia. La mediación es positiva y en cierto sentido autónoma; es decir, tiene sus propias formas (...) como un proceso activo en que la forma de mediación altera aquello que es mediado” (Sunkel, 2002:290).
Es aquí en donde se da la construcción y no una simple reproducción, en las mediaciones.
En este sentido, Martín Barbero (1993) destaca tres espacios para analizar las mediaciones: La cotidianidad familiar como espacio por excelencia para el consumo televisivo, donde las personas se encuentran y posibilitan al máximo sus capacidades comunicativas. También se ubica la temporalidad social, donde el tiempo de los medios se adecua al tiempo productivo del
capital, creando una estética de la repetición. Finalmente, la competencia cultural, la cual surge de la educación formal, la procedencia de etnias y culturas regionales, y se nutre de la memoria (Sunkel, 2002).
Con la propuesta de las mediaciones, este autor logró impactar el campo de los estudios de la comunicación en América Latina, que pasaron de los medios a los sujetos y al campo de la cultura. En ese sentido, se encuentran grandes aportes al estudio de las mediaciones televisivas, estableciendo que, en la televisión, se encuentra la cultura masiva y las matrices culturales, “con ciertas tradiciones culturales de cada país: orales, gestuales, escritas, teatrales, cinematográficas, etc” (Martín Barbero y Rey, 1999:30).
A partir de las propuestas teóricas del modelo de las mediaciones se desprenden diversas investigaciones que, desde lo empírico, abordan la diversa y dinámica realidad latinoamericana. Desde esta perspectiva, se entiende a la mediación como “un proceso estructurante que configura y reconfigura, tanto la interacción de los auditorios con los medios, como la creación por el auditorio del sentido de esa interacción” (Orozco, 1993:34). Asimismo, este último autor profundiza el trabajo de Martín Barbero (1993) en el estudio de las mediaciones, según el cual hace referencia a:
"El mundo del trabajo, el de la política, la producción cultural, son entonces fuentes de mediación de los procesos comunicativos. Pero, además de éstas, hay otras muchas mediaciones. La etnia, el género, las identidades de la audiencia, las instituciones sociales a las que pertenece y los movimientos y organizaciones ciudadanas en las que participa, son también mediaciones que van conformando el resultado de sus interacciones con los medios" (Orozco, 1997:28).
Orozco (1997) construye una propuesta teórica en la que caracteriza las mediaciones, clasificándolas en: mediaciones cognoscitivas, culturales, situacionales, estructurales y video-lógicas para estudiar los procesos de recepción de los mensajes televisivos. Sostiene que la audiencia, tras consumir el mensaje, lo analiza, lo discute y lo confronta con su entorno familiar y laboral. En este proceso de apropiación, no se produce una simple reproducción del mensaje, sino una resignificación del mismo. Por lo tanto hay una producción propia: “para Orozco, la apropiación de los mensajes se da antes, durante y después de la exposición a ellos” (Lozano, 2007: 196).
Lo cual deja claro que, no son los medios o el emisor los que definen de qué se apropia, rechaza o negocia la audiencia o los usuarios, sino que
es un complejo proceso en el que intervienen las lógicas tecnológicas y de producción del mensaje, la lógica mercantil que caracteriza a éstos y, al mismo tiempo, la lógica simbólica en donde se produce el sentido.
Los estudios desde este enfoque dejaron a un lado al medio para centrarse en el sujeto, algunas veces individual pero que también es social. Sin embargo, una de las críticas que Alonso (2000) realiza al trabajo de Orozco (1997) es la poca importancia que se le da a las estructuras macrosociales en el proceso de consumo como, por ejemplo, las desigualdades sociales, económicas y políticas a las que está sometida el sujeto en América Latina, lo cual repercute en las mediaciones.
Por su parte, la teoría desarrollada por García Canclini (1989, 1991) en el campo de la recepción fortalece el campo teórico sobre el consumo cultural y los procesos de hibridación cultural, en donde analiza el encuentro de la modernidad con lo popular. Desarrolla el modelo teórico sobre el consumo cultural, en el que señala seis espacios del consumo: como lugar de reproducción de la fuerza de trabajo y expansión del capital; como el espacio donde las clases luchas por la apropiación del producto social; como el lugar de diferenciación social, como sistema de integración y comunicación; como escenario de objetivación de deseos y; como proceso ritual. Señalando que todos son necesarios para explicar el consumo y que este modelo es aplicable no solo al consumo cultural (Lozano 2007).
Coincide con Martín Barbero (1993) en que los procesos de consumo cultural inciden las instancias microsociales como la familiar, la cultural, barrial y grupal, mediadas, a su vez, por las instituciones macrosociales; sin embargo, se le critica por no profundizar en la posición de desigualdad del consumidor en el acceso a los bienes culturales.
Kokotovic (2000) cuestiona la noción de consumo como forma de participación política, en la cual el Estado debe propiciar el consumo de todos los ciudadanos. Argumenta que existe una debilidad en la propuesta, puesto que no hay un sujeto social que impulse transformaciones en el sistema. Por su parte, García Canclini (1989), al cuestionar el funcionamiento de sindicatos, partidos políticos y las organizaciones sociales emergentes, desdibuja la base social. Estas apreciaciones dejan claro que el estudio de la comunicación es un proceso inacabado y en constante construcción.
Al mismo tiempo, es importante señalar a Fuenzalida (1997) por sus aportes al área de la recepción. Este autor trabajó, específicamente, con las telenovelas, desarrollando los procesos emotivos que intervienen en el consumo. Asímismo, resalta como el usuario o televidente, que media con el mensaje, se identifica con aspectos en los que se reconoce, pero al mismo tiempo rechaza aquello que señala como ajeno a él.
Desde esta perspectiva, el trabajo de Alonso (2010) emerge como una contribución significativa, tanto desde el punto de vista teórico como empírico, a la construcción de un modelo para el análisis de las mediaciones en el estudio de la apropiación del Internet. Alonso (2010) incorpora en su modelo el análisis de las mediaciones desde una perspectiva macro y microsocial, integrando los aportes de diversos estudios y propuestas previas.
En este sentido, Alonso (2010) señala los caminos teórico-metodológicos por los que ha transitado el estudio de los procesos de mediación:
“De la recepción y el consumo a la apropiación y la construcción de sentidos. De mediaciones microsociales al interés por los procesos macrosociales. De mediaciones fragmentadas en dimensiones económicas, culturales, políticas, a categorías integradoras… como habitus, representaciones, imaginarios, prácticas (…)” (Alonso, 2010:11-12)
Numerosos estudios latinoamericanos revelan la capacidad creativa del sujeto social en la interpretación del discurso mediático. Estos parten de la centralidad de las competencias culturales y su vínculo con el sistema socioclasista al que pertenece el individuo, producto del modo de producción en las sociedades capitalistas, que a su vez determinan las mediaciones presentes en dicha interpretación.
Dentro de lo que han sido los estudios culturales, tanto en Europa como en América Latina, existe toda una tendencia a estudiar los procesos de recepción desde la categoría consumo y consumidor. Aspecto que sigue generando controversias en el campo de la investigación, puesto que se le critica el hecho de desdibujar al sujeto-ciudadano-pueblo y anclarlo en un consumidor.
Al respecto, Mattelart y Neveu (2003) señalan que :
“la marginación del ciudadano por la del consumidor se ha llevado
a expensas de la interrogación sobre los actores de la producción, el mercado, el Estado (…) pero también sobre el nuevo estatuto del consumo, cada vez más integrado en la matrices del posfordismo”
(Mattelart y Neveu, 2003:147).
Se plantea la necesidad de analizar la realidad partiendo de las contradicciones, los actores y estructuras que la componen y definen, sin dejar de un lado el estudio crítico de los sujetos, que transcienden al consuno de los medios, ya que la denominada libertad del sujeto está vehiculada por poderes políticos, económicos, sociales y educativos, que de alguna manera determinan y limitan el consumo.
Desde esta perspectiva, Mattelart y Neveu (2003) exponen además que “el encerramiento del acto de resistencia en el acto de consumo y el enaltecimiento ingenuo de la sociedad de la información dejan en la penumbra el análisis de los grupos económicos y actores cuyas interacciones configuran los usos” (Mattelart y Neveu, 2003:148). Y, al mismo tiempo, se cuestiona a las investigaciones que, por centrarse en el estudio microsocial, dejan de lado las categorías macrosociales, desarticulando los procesos sociales de sus sentidos históricos, políticos, económicos y culturales. Estas críticas a los estudios culturales son necesarias a la hora de abordar los estudios latinoamericanos, debido a la gran influencia que tienen en los mismas.
El campo del estudio de los medios de comunicación y la interacción del sujeto con ese discurso sigue ampliándose en el territorio latinoamericano. Es importante destacar que era necesario fundar las bases para una teoría propia que fuera diversa y heterogénea y que permitiera comprender las realidades del sur, lo cual era difícil al estudiar la comunicación desde la visión de las teorías norteamericanas y europeas.
De esa perspectiva, Martín Barbero (2008) destaca que era preciso dar un cambio a la investigación de los medios: “y el desplazamiento metodológico indispensable, hecho a la vez de acercamiento etnográfico y distanciamiento cultural, que permitiera al investigador ver-con la gente, y a la gente contar lo visto” (Martín Barbero, 2008:169).
El estudio de las mediaciones mediáticas ha impulsado una tendencia crucial: comprender las sociedades latinoamericanas desde su intrínseca complejidad. Esta evolución, lejos de ser fortuita, responde a las profundas transformaciones experimentadas en el campo de la comunicación, evidenciadas desde la superación de la teoría de la aguja hipodérmica.
Si:
“las mediaciones constituyen así las articulaciones que se dan entre los medios de comunicación, los emisores y los receptores; los procesos de emisión y recepción aparecen entonces mediados por aspectos provenientes de fuentes internas y externas al sujeto: instituciones, organizaciones, relaciones, ideas, repertorios, referentes culturales, etc. que se
convierten en fuentes de significación” (Dubravcic, 2002:44).
Por lo tanto, su estudio debe implicar ahondar en esas categorías de análisis.
De este modo, es necesario integrar algunos elementos de análisis de dos propuestas teóricas sobre el área: el desarrollado por Martín Barbero (1993) sobre las mediaciones y el análisis de las mediaciones partiendo de las instancias microsociales, por otra parte, el modelo de Alonso (2010) sobre las dimensiones macrosociales.
Ahora bien, según lo reseñado anteriormente, las mediaciones son esas instancias, espacios o lugares, como lo señaló Martín Barbero (1993, 2008), que están presentes en el proceso donde los sujetos interactúan, usan y se apropian de los mensajes construidos por los medios de difusión. Esta conceptualización encierra principalmente dos aspectos: el primero es que deja claro que no se está pensando un sujeto estático y ni idéntico, sino en múltiples subjetividades constituidas en una dialéctica permanente entre el discurso de la modernidad y el de la resistencia.
En segundo lugar, que en esos procesos están presentes diferentes mediaciones, pues, al igual que los sujetos, éstas no son estáticas, idénticas ni se dan igual en todos los contextos culturales. Se entiende, entonces, por mediación mediática a las instancias a las que recurren los sujetos al consumir, analizar o usar los discursos emitidos por los medios de comunicación masiva.
A partir de lo anterior se hace la siguiente propuesta de análisis:
Fig.1. Propuesta de análisis de las mediaciones mediáticas
Fuente: Escalona (2024)
Es importante señalar que dos lugares son ineludibles para el análisis de las mediaciones mediáticas: las instancias macrosocial y microsocial. Desde esta perspectiva, Sautu y otros (2005), al analizar las investigaciones sociales, expresan que:
"La investigación macrosocial tiene como propósito abordar el estudio de la estructura social, de las instituciones, las sociedades y sus culturas, incluyendo cuestiones vinculadas a los procesos históricos; mientras que el enfoque microsocial tiene en cuenta la experiencia individual y la interacción social que son las fuentes de creación de significados y de bases para la acción concertada y creación y recreación del orden social"(Sautu y otros, 2005:52).
En este caso, se hace necesario una conjugación de elementos de la investigación macrosocial y lo microsocial, debido a que las estructuras sociales, económicas y políticas forman parte de la interacción social e individual y no es posible estudiarla desarticuladamente. Los enfoques posmodernos sobre el estudio de las mediaciones culturales han centrados sus análisis en elementos microsociales, que dejan por fuera las múltiples aspectos vinculados a los contextos socio-históricos, económicos y políticos.
Es por ello que, los análisis de los procesos de mediación de los medios –aunque son estudiados desde lo microsocial–, no pueden ignorar las estructuras macrosociales. Más que una visión determinista lo que se
busca es abordar el análisis de la realidad desde una perspectiva dialógica y compleja. El estudio de los procesos sociohistóricos permite explicar la realidad desde la totalidad social.
De esta manera, los procesos políticos y económicos en el continente, hoy, se encuentran en un dinamismo interesante: viejas y nuevas corrientes se encuentran y desencuentran en la lucha por nuevas hegemonías. Esas corrientes, sin duda, repercuten en los sujetos protagonistas, algunas veces como actores activos y otras como agente pasivo de los eventos, lo que genera sin duda nuevas mediaciones, nuevas formas de leer el discurso de los medios. Por tanto, existe una necesidad sociohistórica e incluso epistemológica para estudiar las mediaciones de los macrosocial y microsocial.
En cuanto al análisis de la estructura macrosocial en el campo de las mediaciones, los contextos y procesos sociales, económicos y políticos, es preciso destacar que, en el caso de Latinoamérica, existe una dinámica sociopolítica que mantiene estos campos en constante tensión y esa realidad interviene en la generación de medicaciones mediáticas. De esta manera, Alonso (2010) señala que al analizar los aspectos macrosociales en las mediaciones en internet:
"El contexto político-económico y estructura social incluye aspectos tales como las condiciones socioeconómicas, la estratificación socioclasista, el sistema político y las estructuras de poder de la sociedad global. Según nuestras concepciones, estas mediaciones, de gran centralidad, no actúan de manera mecánica y directa, sino flexible, indirecta y dinámica en el proceso de apropiación de Internet. Lo macrosocial, como hemos señalado, penetra y atraviesa lo microsocial, articulándose en el sujeto social concreto y expresándose a través de los habitus" (Alonso, 2010:27).
Para Alonso (2010), las mediaciones en la apropiación del Internet encuentran, en la teoría de las mediaciones, el camino epistemológico para abordar la compleja realidad del consumo de medios en América Latina, en donde la desigualdad en el acceso y uso está presente en todos los espacios de la vida social. Lo anterior hace imprescindible el estudio sociohistórico de esos procesos.
Desde este enfoque, al igual que Martín Barbero (1993), Alonso (2010) parte de la teoría de Bourdieu (2000) sobre el habitus, entendiendo que ésta estructuras generan las prácticas y percepciones de la realidad, que además
parten de la historia y son duraderas, pero que pueden variar y adaptarse a nuevos contextos. Las mismas permiten entender cómo, desde lo primario (mundo del hogar, escuela, etc.), se van conformando estructuras vinculadas a ciertas prácticas, determinadas por las condiciones de vida, en las que existe la posibilidad de tener acceso a unas alternativas culturales y a otras no.
Esas condiciones objetivas de vida van generando:
“(…) el habitus, sistemas de disposiciones adquiridas por aprendizaje implícito y explicito que funciona como un sistema de esquemas generativos, es generador de estrategias que pueden ser acorde con los intereses objetivos de sus autores sin haber sido expresamente concebido para este fin” (Bourdieu, 2000:118).
De aquí que se toman en cuenta, para el análisis de las mediaciones, los imaginarios y aprendizajes que, desde la escuela, el hogar y el trabajo, se constituyen.
Su teoría logra articular el análisis microsocial y el macrosocial, en el cual relaciona las estructuras económicas con los sistemas culturales y cómo a partir de las condiciones objetivas de vida, de las desigualdades de la sociedad capitalista y de la división social del trabajo, se van engendrando prácticas que constituyen formas diversas de hacer propio, sentir y hacer lo cotidiano, estructuradas socialmente.
Entonces, en el caso de Latinoamérica, diversas condiciones de desigualdad han impactado la conformación de los habitus, entre ellas la imposición cultural. Más que un análisis mecanicista, esta teoría permite ver la realidad a partir de las condiciones materiales y subjetivas que generan unas determinadas prácticas en los sujetos, pues no es posible entender las prácticas culturales a partir exclusivamente del presente. Lo anterior, implica adentrarse en dos niveles, en el mundo de lo objetivo (la composición socio- histórica e económica del mundo) y el subjetivo (la familia, los grupos). A partir de esas dos instancias se conforman los habitus.
"El habitus como sistema de esquema generador de prácticas y de esquema de percepción de las prácticas (…) Se lo puede pensar por analogía como un programa de ordenador (analogía peligrosa pro mecanicista), pero un programa capaz de auto corregirse" (Bourdieu, 2000:134).
Entonces, al proponerse estudiar los procesos de mediación de un sujeto como el latinoamericano, se hace necesario el estudio de la categoría habitus, que lleva al análisis de cómo las instancias macrosociales y microsociales aparecen y configuran sus prácticas culturales.
Desde este argumento, en el análisis microsocial existen múltiples espacios de interacción social que intervienen en los procesos de mediación. Martín Barbero (1993) destacó en su propuesta la familia, la cual sigue siendo una de las instancias fundamentales en lo referente a la mediación del discurso mediático, en especial el de la televisión. De hecho, el espacio cotidiano es ideal para la recepción televisiva, a partir de éste se van configurando los hábitos en correspondencia con la de los miembros de la familia. Sin llegar a una visión determinista de la realidad en la conformación de los hábitos, interviene el perfil socioeconómico, lo cual lleva a los sujetos a utilizar diferenciadamente a los medios, en algunos casos solo para buscar información, en otros también el entretenimiento. Claro está que también se inmiscuyen otras categorías sociales, como por ejemplo: la competencia cultural, la educación y la misma división social del trabajo, puesto que lleva al sujeto al desarrollo de una determinada práctica.
Al mismo tiempo, las relaciones intersubjetivas adquieren relevancia en el análisis de las mediaciones, especialmente en las relaciones que se establecen entre amigos, compañeros de trabajo, miembros de grupos religiosos, entre otros. Estas relaciones, junto con las representaciones sociales vehiculadas por los medios masivos de comunicación, se convierten en instancias de mediación. Los medios masivos difunden criterios como las modas, los gustos, la idea de futuro, de belleza, de felicidad, los valores e incluso, el progreso, los cuales influyen en la forma en que las personas perciben y se relacionan con el mundo.
Dussel (2001) señala que el individuo nace dentro de un pueblo, grupo social, familia, etnia, etc. De allí la importancia que tienen las aspectos intersubjetivos al analizar al sujeto:
"(…) mi subjetividad está constituida intersubjetivamente, desde el punto de vista lingüístico, cultural (valores), social (instituciones), histórico (tradiciones), etc. Todo como ponerse como sujeto está determinado por los sistemas dentro de los cuales, actualmente, se- pone como “sujeto de “(de conocimiento en una institución educativa, de pulsión en la relación de amistad”(Dussel, 2001:324).
Dentro de lo microsocial, es preciso recalcar la diversidad que compone al sujeto latinoamericano, y cómo las matrices culturales que caracterizan a las regiones están presentes en los medios, en especial en la televisión y de alguna manera legitiman su discurso en la cotidianidad.
Desde este enfoque, el estudio de las mediaciones mediáticas deben dar cuenta de esas matrices culturales insertas en los imaginarios colectivos y en los mismos medios, debido a que éstos acercan a los sujetos a otros procesos: el de las industrias culturales, donde lo global y lo regional se encuentran, generalmente, sin caer en contradicción y, más bien, se entremezclan.
"(...) la modernidad se hace de experiencias colectivas de las mayorías latinoamericanas merced a dislocaciones sociales y preceptivas de cuño claramente posmoderno: efectuando fuertes desplazamientos sobre los compartimientos y exclusiones que la modernidad instituyó durante más de un siglo, esto es generando hibridaciones entre lo culto y lo popular y de ambos con lo masivo, entre vanguardia y kitsch, entre lo autóctono y lo extranjero, categorías y demarcaciones todas ellas que se han vuelto incapaces de dar cuenta del ambiguo y complejo movimiento que dinamiza el mundo cultural en una sociedades en las que la modernización reubica el arte y el folclore, el saber académico y la cultura industrializada bajo condiciones
relativamente semejantes" (Martín Barbero y Rey, 1999:33).
Así, en el caso de América Latina, es posible encontrar rasgos claros de hibridación cultural: el sujeto ha incorporado elementos de otros sistemas culturales, pero, al mismo tiempo, mantiene otros que parten de sus matrices y de su propia memoria histórica.
Distintas son las mediaciones que están presentes en el consumo de los medios y actúan de diversas formas en el proceso de análisis. Lo anterior está vinculado con el tipo de razonamiento que priva en los sujetos. Sobre este aspecto, Quijano (2000) establece cómo el poder colonial impuso la razón instrumental en los colectivos; sin embargo, hay experiencias que están enmarcadas en el reconocimiento de la razón sociohistórica (asociación entre razón y liberación) o, en los términos de Lanz (1998), la formación de nuevas subjetividades.
Entonces, en el proceso de mediación se establece una dialéctica
permanente entre la razón instrumental y la crítica emancipatoria. Esta última enmarcada en el cuestionamiento al sistema que legitiman los medios de difusión. Pues existe la necesidad de fortalecer espacios para la discusión y para eso se requiere romper con la pasividad y enajenación que genera el discurso mediático en los sujetos, lo cual es posible al confrontar las contradicciones que emana de sus discursos.
Los espacios emergentes en América Latina evidencian la conformación de nuevos sujetos, distintos a los que moldeó la modernidad, vinculados a una práctica emancipadora. Estos espacios se convierten en escenarios de mediación entre la razón instrumental y la razón crítica. La participación de los actores en colectivos sociales abre el camino a la constitución de nuevos sujetos (Lanz, 1998), lo que también implica nuevas formas de interpretar y analizar el discurso de los medios. Esta dinámica genera una dialéctica en los procesos de mediación, donde se produce una constante interacción entre la razón instrumental y la razón crítica o sociohistórica
De hecho, en la actualidad la participación local o comunitaria es también un espacio de mediación. En un estudio desarrollado en Panamá, Fasano (1997) analiza la vinculación entre el consumo de televisión y la participación comunitaria, y encontró que quienes participan en las actividades en el barrio tienden a consumir programas informativos, mientras que entre las personas que no intervienen en lo local existe el consumo de ciertos géneros televisivos como las telenovelas. Esto evidencia que la participación comunitaria también interviene en la manera en que los sujetos miran, consumen y se apropian o no de los mensajes de los medios.
Fig. 2. Claves para el análisis de los procesos de mediación
Fuente: Escalona (2024)
Lo anterior se presenta como un modelo de análisis que busca articular no solo los espacios de mediación del sujeto, dígase la familia, la cultura regional y local, su formación y ocupación; sino además, cómo a través de los procesos de participación, en el encuentro cotidiano y articulado los sujetos crean comunidades interpretativas2 diferentes a las que creó la modernidad. Éstas, en contraste a la participación religiosa o laboral, están vinculadas a procesos de lucha, liberación y emancipación, lo cual genera una nueva dialéctica entre la razón instrumental instaurada en los imaginarios y las subjetividades emergentes. Todo ello lleva a un análisis colectivo y crítico del discurso de los medios de comunicación masiva y, en especial, el de la televisión.
De lo anterior puede desprenderse un análisis sobre la criticidad de los sujetos en el uso del discurso mediático, a partir de una revisión y adaptación de las categorías planteadas por Alonso (2010), quien trabaja las tecno- representaciones en el uso de Internet, se plantea crear niveles para analizar la criticidad de los sujetos. De esta manera, se construyeron las siguientes:
Instrumental: dirigido a un uso funcional del discurso, sin caer en las contradicciones que emanan del mismo.
Pre-crítico: cuestionamiento del discurso de los medios, limitándose al contenido.
Crítico: uso del discurso pero cuestionando las contradicciones que van más allá de los contenidos y llegan el funcionamiento de los medios masivos en la sociedad.
Transformador: uso del discurso, cuestionando y reorientando a partir de criterios personales, en el cual el uso social del mismo adquiere un nuevo sentido.
Estas formas de usar el discurso mediático permitirán analizar las maneras en que los usuarios están seleccionando, usando y viviendo los medios masivos, más allá del consumo en sí mismo.
Orozco (2013) define a las comunidades interpretativas “como un grupo de sujetos sociales unidos por un conjunto particular de prácticas comunicativas, de las cuales surgen televidencias específicas a los largo de una combinación también específica de mediaciones” (Orozco, 2013:39). Estas funcionan como comunidades de apropiación y re-apropiación, proporcionando elementos para la interpretación mediática.
Sin duda, uno principales aportes de los estudios latinoamericanos de la comunicación fue la visibilización del sujeto en el proceso de recepción y uso del discurso mediático. Bajo este aporte, se logra ver al individuo, pero también al sujeto colectivo y a sus subjetividades en el reconocimiento de la comunicación, más allá de las limitaciones de los primeros enfoques centrados en el análisis de los medios y sus efectos o aquéllos que obviaban la influencia de los contextos en los procesos de consumo cultural.
En este sentido, en el análisis de los mediaciones mediáticas se hace necesaria una conjugación de instancias macrosociales y lo microsociales, con la intención lograr estudiar esos espacios desde los cuales los sujetos leen los mensajes, en los que entran en juego los hábitos socio-culturales y los contextos, como parte de la interacción social e individual, por lo tanto no es posible estudiarla desarticuladamente.
De esta manera, es posible señalar que las estructuras sociales, económicas y políticas generan prácticas y precepciones de la realidad, que parten de la historia, pero que se transforman con los contextos. Estas se visibilizan en las instancias de mediación microsociales como los hábitos, la familia o la pertenencia a grupos, a partir de la construcción de representaciones.
En este sentido, las relaciones intersubjetivas, construidas desde las comunidades interpretativas, están articuladas al mundo religioso, político, educativo, laboral de los sujetos e interactúan dialécticamente en la constitución de instancias mediadoras del discurso televisivo: desde allí consumen, rechazan, cuestionan, se apropian y hasta reconstruyen los mensajes.
Finalmente, en Latinoamérica los procesos sociales que impulsan la participación social y comunitaria generan relaciones intersubjetivas y nuevas formas de mediación, dadas por una dialéctica entre la razón instrumental y la razón crítica. En estas se encuentran presentes instancias de mediación de un discurso mediático que buscan enajenar al sujeto y los diferentes mecanismos de resistencia que se construyen, en lo cotidiano, desde los diversos ámbitos del activismo social, que impactan en la criticidad y los usos de los discursos.
De esa manera, la participación social crea comunidades interpretativas
diferentes a las que creó la modernidad, que van configurando una nueva dialéctica entre la razón instrumental instaurada y las subjetividades emergentes, que interviene la criticidad del sujeto al usar discurso mediático.
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