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QUÓRUM ACADÉMICO

Vol. 16 Nº 1, Enero - Junio 2019. Pp. 39-56

Universidad del Zulia


Redes y relaciones para repensar la comunicación popular


José Javier León1


Resumen


El artículo indaga en las redes y las relaciones (en sentido antropológico) que participan en la fundación de un barrio, en este caso, El Renacer, ubicado en la periferia oeste de Maracaibo, al occidente de Venezuela. Partimos de la premisa de que estas redes y sus relaciones proponen bases para pensar un concepto de comunicación acorde con prácticas informales educativas y organizacionales de una población que ha estado históricamente relegada de los medios de comunicación hegemónicos. Con la etnografía indagamos su cotidianidad, como una manera de conocer sus esfuerzos individuales y colectivos por alcanzar una vida digna y hacer más amable su entorno, fuente primaria de los contenidos comunicativos y de sus recursos expresivos. .


Palabras clave: Redes, relaciones, cultura, vida comunitaria


Networks and relationships to rethink popular communication


Abstract


The article explores the networks and relationships (in an anthropological sense) involved in the foundation of a neighborhood, in this case, El Renacer, located in the western periphery of Maracaibo, in western


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Recibido: Agosto 2018 – Aceptado: Octubre 2018


1 Universidad Bolivariana de Venezuela, Maracaibo. Programa de Comunicación Social. joseleon1971@gmail.com



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Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento - NoComercial - CompartirIgual 3.0 Unported.


Venezuela. We start from the premise that these networks and their relationships propose bases to think a communication concept according to informal educational and organizational practices of a population that has been historically relegated from the hegemonic media. With ethnography we investigate their daily life, as a way of knowing their individual and collective efforts to achieve a dignified life and make their environment more friendly, the primary source of communicative content and its expressive resources.


Keywords: Networks, Relations, Culture, Community Life.


Introducción


Las redes a las que nos referimos componen un tejido formado por las relaciones sociales que vinculan a los sujetos en organizaciones formales e informales, que no cesan permanentemente de configurarse, siguiendo los ritmos de la cotidianidad, marcados por las diversas experiencias, la construcción de identidades, la lucha por sobrevivir y alcanzar un grado siempre relativo de bienestar, seguridad y satisfacción de necesidades. Son redes que permiten «captar y canalizar recursos estratégicos, incluyendo información» (Gutiérrez, 2007: 42). Son recursos alternativos que emplean los pobres para superar sus dificultades, supliendo la falta de seguridad social movilizando recursos sociales o lo que llamó Bordieu, (2008) el “capital social”.


Las redes sociales remiten a la escuela británica de antropología social y en especial a Radcliffe Brown (1972), quien ubica la red en el nivel de las relaciones existentes y observables identificándolas a su vez con la estructura social. Para decirlo en los términos que ofrece el barrio El Renacer, la «red» son las relaciones existentes y observables entre vecinos próximos y lejanos, y familiares incluida la parentela, y la estructura, el dibujo o tejido derivado de dichas vinculaciones.


Podemos adelantar lo siguiente: la estructura como realidad concreta observable, compuesta por las relaciones que se dan en El Renacer puede ser abstraída en su forma general salvando las variaciones particulares.


Es decir, podemos estudiar las relaciones concretamente, y no obstante privilegiar el análisis de las estructuras que dan fundamento a las interacciones -«La interacción social es básicamente comunicación» dice Panchi (2004: 208)-, atendiendo a que los sujetos no están determinados única y exclusivamente por dichas estructuras, sino que va de éstas al nivel de las prácticas concretas y las interacciones.


Las redes las analizamos siguiendo a Alicia Gutiérrez (2007), a) como cuerpo («en la medida en que el mantenimiento unido de la red puede asegurar el desarrollo de cierto tipo de estrategias entre las unidades domésticas que participan en ella» (Gutiérrez, 2007: 62); o bien b) como «sujeto colectivo que debe coordinar sus actividades para poder reproducirse socialmente» (Gutiérrez, 2007: 340); y c) como campo «en la medida en que allí se ponen en juego distintos tipos de ‘capitales sociales’, distribuidos desigualmente entre las unidades domésticas que participan en esas redes, y que plantea la cuestión del intercambio desigual y de las relaciones de dominación- dependencia en su seno» (Gutiérrez, 2007: 62), «donde se juega capital social y simbólico y donde los integrantes luchan por su acumulación y monopolización (Gutiérrez, 2007: 410).


En las redes informales, jerárquicas y horizontales, ocurren intercambios de bienes no mercantiles tangibles e intangibles. Son las redes, relaciones de proximidad diferenciadas por la cultura, la confianza, la proximidad, la religión, la filiación partidista, entre otros elementos. Promueven la cooperación y coordinación de los diferentes grupos, con el objetivo de asegurar beneficios mutuos.


Podemos decir, las redes son la comunidad. Sin éstas, la comunidad no existe y deviene conjunto de núcleos domésticos aislados y atomizados. Las redes garantizan el flujo de información, pero también de bienes y servicios que, si bien no permitirían una salida definitiva de la pobreza, al menos garantizan la sobrevivencia catalizando sus potencialidades intrínsecas, hasta llegar a convertirse en las bases para la organización de una economía autogestionaria.


Compartimos esta intuición cuando Adler De Lomnitz (2006: 31) afirma

que:


«la existencia de las redes de reciprocidad que hemos encontrado en nuestro estudio implica, además, la posibilidad


de utilizar los recursos sociales de los marginados no solamente como mecanismo de supervivencia, sino con fines de producción. Concretamente, habría que buscar soluciones a los problemas planteados por la marginalidad en base a las mismas redes de intercambio».


Dimensiones para el análisis


Acontinuación,sedesglosanalgunasdimensionesquesirvenparadelimitar el análisis de las redes como bases epistemológicas para una comunicación popular. Estas surgieron de la sistematización de una investigación que cursó las herramientas de la etnografía, como la observación participante, las entrevistas no estructuradas, las conversaciones abiertas, las discusiones y anotaciones, generando un cuerpo de datos que, sometido a interpretación, propició las bases socio-históricas para proponer un concepto alternativo al de la comunicación producido por los medios del sistema económico dominante.


Cultura


Esta noción recoge aspectos inaprehensibles al mismo tiempo que decisivos a la hora de considerar las transformaciones en un barrio. Se incluyen los aspectos que tienen que ver directamente con la noción si se quiere más convencional que abarca la palabra, y que encierran expresiones folclóricas, literarias, teatrales, musicales, pintura, artesanía, etc. También otras que contienen lo que podemos llamar un plus político-cultural, algo verdaderamente añadido a la dinámica cotidiana de la sobrevivencia, casi de manera gratuita (filosóficamente hablando), que no forma parte orgánica de la fundación de la comunidad pero que, sin embargo, atraviesa la constitución de El Renacer y determina su presente y acaso, su futuro.


Siguiendo los aportes de Pedro Trigo (2008) esta dimensión cultural recoge las relaciones que personas y grupos de la ciudad (entendiendo que el barrio forma parte de la relación asimétrica ciudad-barrio, y en nuestro caso particular Maracaibo-periferia) establecen con las personas del barrio pero que no son relaciones clientelares y ni siquiera ilustradas, es decir, no son avanzadas de ningún partido político ni llegan con la intención


de «enseñar», de «ilustrar» a los que no saben. Se trata de personas que saben que pueden aportar algo al barrio, pero que estiman a sus habitantes y reconocen que las dificultades pueden ser superadas y que el barrio vale por sí y es digno de respeto. Establecen estas personas, con los habitantes del barrio «relaciones simbióticas» en las que ambas partes, más allá de las dificultades para salvar una distancia que se había convertido en foso, se van encontrando realmente, aprenden mutuamente, se valoran realísticamente y se sienten a gusto y motivados. Este modo, novedoso desde todo punto de vista, de estar en el barrio y la ciudad se encuentra todavía en ciernes; pero si logra consolidarse puede dar un vuelco a la existencia de los barrios y contribuir muy significativamente a salvar de su alienación a la ciudad (Trigo, 2008: 58)


En el proceso de fundación de los barrios hemos experimentado ritmos que van de una suerte de euforia colectiva y entusiasmo, a otros de tranquilidad que raya en la anomia. También hemos observado que los avances en la llamada «consolidación» es decir, en la adquisición y dotación de servicios públicos, profundizan la atomización y la segregación, hasta llegar a un punto en que las relaciones primeras y fundacionales quedan definitivamente atrás, y las familias quedan desconectadas entre sí, aunque conectadas al capital vía salario o comercio informal. En todo caso, los vecinos como tal dejan de necesitarse, salvo, como lo pudimos constatar en el trabajo de campo, a la hora de activar un plan de seguridad contra «azotes de barrio».

Dice Trigo (2008: 60-61)


“”El barrio está consolidado y no pocas veces degradado por la sobrepoblación y la tugurización. Pero también las trayectorias vitales están ya en cierto modo fijadas y no pocas veces rigidizadas y heridas. En el barrio hay una verdadera instalación. Las relaciones no son ya fluidas sino mucho más selectivas. El ambiente del barrio es mucho más diversificado que en fases anteriores, pero la apertura es menor; hay menos espontaneidad. Sin duda que es posible entablar nuevas relaciones y entrar a grupos y a círculos; pero hay que realizar para eso un camino más o menos largo”.


Esta situación sólo puede ser superada «por un salto cualitativo», es decir, por ese plus político-cultural, antropológico, comunitario y organizativo,


que no vendrá solo ni será espontáneo, y que no puede ser promovido por partidos en busca de clientes:

El salto antropológico requerirá de algún medio comunitario o asociativo que lo propicie. Pueden ser organizaciones de derechos humanos o ambientalistas o culturales o religiosas o políticas en partidos no clientelares. Algo de esto se da más o menos en no pocos barrios (…) Estas relaciones tanto con organismos del Estado como con profesionales en estructuras jurídicas de responsabilidad compartida radicadas en el barrio es la configuración que puede repotenciar al barrio de modo que asintóticamente llegue a normalizarse, pero en un modo de producción que ejercite lo que el barrio posee y ha perdido la ciudad y que es así su aporte a ella” (Trigo, 2008: 61)


Creemos que, en ese salto que implica la aparición de una figura más compleja en lo político-cultural, participan actores que llevan el «carácter ‘espontáneo’ de la cultura subalterna hacia una posibilidad de hegemonía, a través del ejercicio de un liderazgo consciente (combinando) los recursos de la educación formal con el punto de vista y el compromiso con los intereses de las clases sociales subalternas» (Beverley, 2011: 63). Con otras palabras, se trata de combinar la voluntad política de cambio:


“con los poderes creadores del pueblo, a través de un sistema construido sobre la base de un nuevo paradigma que rompa con el actual papel de intermediario que tienen nuestras instituciones, para convertirlas en entes formadores, multiplicadores y acompañantes de los procesos formativos- productivos, que generen las condiciones materiales y subjetivas de un nuevo sistema de relaciones sociales y económicas” (Ojeda, 2010: 68)


Entendemos entonces esa dimensión cultural, que en el caso específico del barrio El Renacer estuvo representado por la intervención de estudiantes universitarios de comunicación social que participaron en la ocupación y contribuyeron a fundar la comunidad y especialmente a elaborar proyectos educativos y culturales que hoy se expresan en la vigorosa comuna Flor Montiel.


Es aquí donde se expresa la confluencia de lo político-cultural-educativo- étnico con el fin de construir organizaciones que se planteen como objetivo diseñar formas de producción del futuro, ensayando para ello sus formas en el presente. En esta figura se concentra la creación y la generación de un futuro más humano, y por ello no desconoce los aportes étnicos, los valores de la vida comunitaria, la unidad estratégica de la teoría y la práctica, la fiesta, la profunda interrelación entre política, educación y sociedad, la armonía ecológica y la silenciosa sabiduría de la vida cotidiana.


En ello colaboran los «profesionales solidarios que van a «la casa del pueblo pobre»,

“no como representantes del orden establecido, ni como bienhechores (que son el alma de este mundo desalmado) sino como otra posibilidad genuina del Occidente, en búsqueda, ellos también, de una figura histórica en la que quepa la reciprocidad de dones” (Trigo, 2008: 220)


Bienestar


Podemos afirmar que un barrio se funda y crea comunidad cuando sus habitantes experimentan alguna forma de «bienestar». Nada más difícil, sin embargo, de determinar, máxime si lo intentamos con fórmulas liberales.

¿Qué es lo que un barrio como El Renacer ofrece a sus habitantes? Cuando se lo preguntamos, han respondido: tranquilidad, seguridad. En un mundo tan convulso, no es poco. Lo que no deja de ser profundamente paradójico es que sea en barrios como este donde se venga a conseguir lo que no se puede sino difícilmente encontrar al menos en las grandes ciudades. Paradójico, pero no absurdo.


Zigmunt Bauman (2004: 19-20) advierte que la desintegración de la trama social y la imposibilidad de las acciones colectivas, son parte de los efectos de las formas del poder y de la vida moderna, porque efectivamente para que el poder del capital fluya no deben existir trabas ni controles, y cuando los hay los borra, los elimina. Es así que desaparece cualquier «trama densa de nexos sociales, y particularmente una red estrecha con base territorial (…) Los poderes globales están abocados al desmantelamiento de sus redes, en


nombre de una mayor y constante fluidez, que es la fuente principal de su fuerza y la garantía de su invencibilidad».


De modo que está más o menos claro que los barrios ofrecen, en medio de las formas de poder que necesitan destrabar sus acciones, tramas densas, nexos sociales y bases de operaciones territoriales; es decir, todo lo que afecta a los intereses del capitalismo.


En ese sentido, la población más vulnerable, la que menos recursos económicos tiene, la más débil y la más angustiada, compensa su precariedad material con lo que no tienen los ciudadanos en sus confortables villas y urbanismos consolidados: paz, tranquilidad, las que sólo pueden dar –en este mundo globalizado de realidades efímeras- los nexos sociales y el asentamiento territorial.


“Las circunstancias (la lógica neoliberal) empujan a que estos marginados subjetivos se vayan haciendo del barrio, es decir que dejen de definirse por lo que no son y empiecen a modificar su concepción del barrio para que en él quepan también ellos mentalmente, ya que van a tener que residir físicamente en él de un modo estable. Eso no significa que se pasen sin más a la simbólica y al imaginario del barrio; pero sí que no se sitúen de espaldas a ellos sino que lo vayan viendo como una opción humana como un mundo-de-vida y no como in-cultura y barbarie. Este deslizamiento está propiciado por relaciones y a la vez las propicia; y el barrio a su vez también se predispone a recibir sus aportes positivos. Este encuentro recién empieza; pero a la larga puede resultar muy “ (Trigo, 2008: 219)


Nostalgia del campo


Es posible que una generación atrás nos descubramos en la Venezuela rural y campesina. Mis propios padres crecieron en el campo vinculados a sus faenas. Claro, cuando eran adolescentes, las ciudades y en especial las grandes capitales se ofrecían como espacios de oportunidades. Estaba además el problema del estudio, no había liceos ni mucho menos universidades en las ciudades y pueblos de lo que aún se sigue llamando el «interior del país».


En el caso que nos ocupa ¿de dónde si no del campo proviene la mayoría de sus pobladores? «El acontecimiento petrolero, luego industrial y posteriormente comercial pautó la transformación en el poblamiento. Ello por cuanto el esquema agrícola sugiere un poblamiento bien expansivo o irregular. Sin embargo, la tendencia industrial y comercial demanda un poblamiento concentrado» (Osorio, 1985: 57-59)


Los motivos del poblamiento de El Renacer son expuestos por sus habitantes, más lo interesante es observar como la tendencia histórica se mantiene, y se refleja en el más inmediato pasado y en los problemas del presente:


«La desarticulada distribución demográfica establece que el 80% de la población ocupa apenas un 20% de la superficie del territorio nacional (…) El cuadro demográfico estadal permite sostener que la pauta de distribución poblacional ha estado permanentemente orientada hacia el norte del país. Esa dirección responde al quehacer importador-exportador al que ha estado expuesta la nación. El poblamiento se ha realizado mirando hacia el exterior y alrededor de los ejes portuarios» (Osorio, 1985: 60-61).


Hacia las ciudades migra aún el campesino sin tierras, sobre todo el colombiano desplazado por la violencia, pero también jóvenes venezolanos de pueblos desesperanzados. El pasado rural reciente se manifiesta como rechazo, bajo la idea de que el campo es atraso, pues aunque no se viva exactamente en la ciudad ya se está cerca y por lo tanto el campo hay que dejarlo atrás… O bien, como nostalgia, cuando se añoran sus virtudes y de manera natural y casi espontánea se aprovecha cualquier espacio para esparcir semillas.


Las personas que pueblan un barrio reciente como El Renacer portan los signos de aquella cultura, aunque las condiciones para que se pueda desarrollar son limitadas, al mismo tiempo están convencidas de que las oportunidades de mejorar están conectándose a la economía urbana. Saben que han dejado una vida atrás y que la sobrevivencia pasa por encontrar un salario o una entrada regular de dinero. «Si el campo sigue presente simbólicamente, el barrio es la realidad en la que se está» (Trigo, 2008: 50).


Comunicación mediada


La comunicación en términos convencionales, como mecanismo de interacción comunitaria se presenta de dos maneras: como red de información primaria, y como comunicación dirigida con propósitos u objetivos específicos.


Como red, los vecinos hacen circular información de casa en casa, aprovechando los recorridos a las tiendas, parando en los frentes, o en visitas concretas, pasando la novedad. La comunicación dirigida es la practicada por los voceros o miembros de las organizaciones en este caso del Consejo Comunal que cuando necesitan hacer extensiva una información para avalar un proyecto o una petición, deben pasar por las casas y así lograr la firma o los recursos. Esta comunicación dirigida supone consulta forzada y un entendimiento o consenso que no ha sido en verdad discutido.


Suele suceder así con proyectos ya concebidos, que sólo ameritan una actualización localizada para ser ejecutado. La población por lo regular no percibe la diferencia entre un proyecto construido «desde abajo» y los proyectos impuestos, que caen desde las alturas de algún tipo de poder, sobre la base de que las necesidades han sido previstas y «universalizadas», pues todos necesitan lo mismo…


Como opción, la comunicación puede y debe ser utilizada para

«reconectar», así lo plantea una de las personas entrevistadas, con el fin de reconstruir tejido social y en general y en términos prácticos para socializar la información.


El planteamiento que sigue sintetiza y vale la pena conservar su enunciado propositivo original: «cómo se da la integridad en una comunidad: cuando hay organizaciones, pequeñas organizaciones». La comunicación así entendida es expresión de diversidades en movimiento y articulación.


Procesos integradores


En lo que sigue dialogan las nociones arriba estudiadas con aspectos de la realidad concreta obtenidos etnográficamente. Las entrevistas fueron categorizadas y analizadas con las herramientas del análisis del discurso desde cinco dimensiones (fundación, campo de relaciones, dinámicas


internas, poder y comunicación) y buscaron dar respuesta a las preguntas:

¿cómo se funda un barrio?, ¿cómo se construye la vida comunitaria?,

¿qué factores intervienen en el nacimiento y naturaleza de los conflictos que amenazan la vida comunitaria?, ¿cómo se construye la propiedad en el barrio?, ¿cómo afecta la consolidación urbana la vida comunitaria?, ¿qué elementos participan en la construcción del poder local?, y ¿qué formas de la comunicación mediada e intermediada se manifiestan en la cotidianidad del barrio?


Las preguntas tributan a la cuestión central, corazón de nuestra tesis: Cómo se comunican relacionalmente, para la construcción de la vida comunitaria los habitantes de un asentamiento urbano popular.rigo, 2008.


  1. ¿Como se funda un barrio?


    Nuestros barrios son aluvionales, muchos creados artificialmente por la acción encubierta de agentes invasores que, aprovechados de las circunstancias promueven la ocupación con fines electorales-clientelares o simplemente como negocio. En la oleada, llegan los necesitados, los excluidos, los sin techo, y sólo después y con el paso de los días, cuando las aguas se asientan, se observa el territorio conquistado, las parcelas distribuidas (algunas vendidas o para la venta) y se hacen visibles los factores sociales y políticos que auparon y dieron forma a la ocupación. Para los grupos con mayor conciencia territorial como el caso de los wayuu (población indígena mayoritaria del país, que con regularidad se asume colombo-venezolana), fundar un barrio crea la posibilidad de obtener una buena parcela para levantar el dominio de una familia numerosa.


    Pese a todos los esfuerzos que ha habido por parte del Estado venezolano para regularizar la presencia de extranjeros el grupo de colombianos sufre los problemas de la ilegalidad y carga con el peso de no poder ofrecer a los hijos una educación universitaria y con ello, la posibilidad de acceder a mejoras en sus vidas. Este es un problema lacerante y lastima las relaciones sociales y político-comunitarias.


    Al terreno para ocupar se llega de oídas, se va corriendo la voz, vecinos cercanos al lote y que han visto los movimientos avisan a familiares necesitados, que habrá una ocupación. Y ocupan primero una vez, y los


    desalojan las fuerzas del orden. Una segunda, y también son desalojados. Viene una tercera… hasta que finalmente queda. Los promotores saben que sólo una buena poblada puede garantizar la ocupación. La ocupación es un acto profundamente creador, que evoca los orígenes de lo humano y de lo político. Predominan la confusión, el caos. No hay luz, ni agua, nadie sabe nada o muy poco, pero lo suficiente para entender colectivamente que hay que levantar algo parecido a una casa. Cuatro horcones y un tendido de plástico o cartón que sirva de techo. Los servicios llegan de afuera, pegados a las redes más cercanas. Se activan recelos, pero también solidaridad.


    En medio de la incertidumbre y el temor, aparece un signo de legalidad: un plano. Y en el plano aparece fundamentalmente lo que habrá: las calles y la distribución de las casas.


    Las mujeres son las más decididas, acaso las más necesitadas o las que sienten la necesidad más de cerca. Una vez que está limpio el terreno y se han levantado los ranchos, hay que defenderlos de los advenedizos, que esperan el cansancio de una familia para meterse cuando ya todo lo más duro ha pasado. Las casas que se levantan son precarias, pero hay la ilusión de que sean fuertes y protejan. Cuando las autoridades han perdido la partida, llegan al barrio a querer disponer sobre los terrenos. A reducirlos y, a pedido de los vecinos más acomodados de las urbanizaciones aledañas, si las hay, que por favor si ya no se los pueden quitar de encima que al menos los alejen.


    En el marco de un relato de ocupación ilegal de un terreno, con sus diversos factores: miedo, decisión, enfrentamiento a las autoridades, factores externos… aparece un elemento endógeno sui generis: un plano que contiene plazas, espacios comunales, espacios de recreación.


    Lo más difícil es conseguir los servicios, el agua, el gas, la electricidad.

    ¿De dónde sacarlos? Tienen que venir de afuera, tienen que ser metidos de contrabando. Pero los vecinos de los alrededores saben que eso congestiona sus servicios, que tampoco son muchos ni funcionan del todo bien… y ahora esto. Sin embargo, los ocupantes se las arreglan para ganarse algunas conexiones, y estas se reparten al interior del barrio. Se comparte solidariamente la escasez.


    Autoconstruir abriéndose paso entre el monte, levantando casas con lo que se tiene y lo que se consigue. Los familiares ayudan, sobre todo aquellos que tienen experiencia en la construcción de estas viviendas que, en medio de la necesidad, tienen que resistir la vida a la intemperie: lluvias, sol inclemente. Poco a poco se va avanzando, limpiando, ocupando todo el lote. Con el terreno limpio y cuatro horcones con una cubierta ya se puede empezar a soñar en el futuro. Ya comienzan a sentir que es suyo. Sin documentos, pero suyo. Algunos indecisos creen que ocupar es como comprar, que la idea de propiedad privada protege el terreno limpio y remarcado, que se pueden juntar recursos afuera y venir a levantar un fin de semana cualquiera, una «pieza de material». Pero no, en la ocupación un terreno vacío (sin personas) no es de nadie; y si tiene levantado un rancho (vacío), pues mejor, ya el trabajo duro ya está hecho. Autoconstruir es la primera y básica forma de propiedad.


    Las mujeres son las más decididas, las que más obligan. Y más si son colombianas y toda la familia está en Colombia. Para la mujer la ocupación no es sólo ocupar y ya: es soñar también. La mujer ocupa y sueña la comunidad y la casa


  2. ¿Cómo se construye la vida comunitaria?


    La vida en comunidad depende de la existencia, fortalecimiento y vida de las redes de intercambio, las cuales suponen conocimiento previo de las relaciones familiares, de las amistades, pero, sobre todo, en un escenario de identidades líquidas, de situaciones indefinidas marcadas por la precariedad, la cercanía, la proximidad vecinal. Y, aun así, se resienten. Los colombianos, por ejemplo, tienden a hacerla no sólo dentro del barrio sino afuera, las necesitan para protegerse y además tienen más acentuado el sentido de lo político. Algunas redes que se comienzan a generar entre los vecinos son las que participan de las actividades religiosas protestantes.


    Por otro lado, es muy importante resaltar el acervo cultural que se pone en juego en las ocupaciones, los saberes, las prácticas que corresponden a formas de vida en contextos y territorios muy distintos, adaptaciones culturales que nos hablan de prácticas de resistencia cultivadas al calor de las necesidades cotidianas. Las relaciones son un capital cultural y simbólico.


    En particular, en el barrio El Renacer


    Los habitantes reconocen el valor del aspecto cultural. Nunca lo refieren de manera despectiva. En algunos casos les parece central y cardinal. Han ido construyendo sus pobladores la imagen de que allí pasan cosas distintas a la de otros barrios, que hay cosas que en los demás no se dan ni se construyen. Se promueven movilizaciones políticas –por viviendas, por ejemplo- con una carga o plus cultural. Se fundan espacios culturales, exclusivamente para los intercambios de bienes intangibles… Por eso, cuando se hace un proyecto para casas, se pide más, se pide que sean distintas…


    Un más que lo da un factor, un grupo que se distingue por su acción social y cultural. Que se mueve y organiza en otras direcciones y para otras cosas.


    Se experimenta una vida en El Renacer distinta, feliz, segura. En medio de un sentimiento de inseguridad alimentado por los problemas y agigantados por los medios, que la comunidad sea un remanso y un espacio para el sosiego, es sin duda un privilegio.


    El sentimiento de bienestar lo expresan con más contundencia los fundadores, los que no sienten los efectos de la atomización como sí ocurre entre los recién llegados y los que no tienen mayores vínculos con el barrio.


    El Renacer puede comunicar a sus habitantes y visitantes la sensación de espacio retirado, de pueblo que se interna en el campo. Hay silencio y en las noches despejadas el cielo se ve completamente estrellado.


    En El Renacer se cruzan la ciudad y el campo, es la puerta a la ciudad y el patio de la vida rural y campesina.


  3. ¿Qué factores intervienen en el nacimiento y naturaleza de los

    conflictos que amenazan la vida comunitaria?


    Los otros son los de afuera, los desconocidos. Afuera y en los otros, está lo feo y lo malo. Los otros, los de afuera, no se sabe con qué intenciones vienen. Hay que proteger lo ganado con la presencia, con solidaridad. Sospechar, andarse con cuidado porque es que lo propio sigue siendo precario, de la noche a la mañana pueden cambiar las cosas. Eso, al principio, porque


    después vendrá la organización festiva, el trabajo colectivo para fundar definitivamente el barrio… Después, con la «estabilización» aparecen los otros, los de afuera (con sus signos políticos marcados) y los de adentro (con sus intereses particulares, de grupo). Lo colectivo obviamente comienza a desfigurarse, a perderse.


    Los otros –de afuera- son distintos, y cuando el tiempo pasa y las cosas se van asentando, los otros comienzan a nacer desde adentro.


    En El Renacer, como seguro ocurre en muchos otros barrios, el consenso no es como dicen los libros… Aquí los acuerdos se construyen cuerpo a cuerpo, entregando trabajo y anteponiendo la palabra. Dándola, pero con trabajo. El trabajo (la fuerza para trabajar) es lo único que se tiene para intercambiar, no sólo en el difícil mercado de trabajo, sino ante los otros, o en la relación con los otros, a la hora de la necesidad de servicios: agua, electricidad, gas.


    La palabra vale porque viene acompañada con trabajo, con esfuerzo. En la raíz de los conflictos está la propiedad. Si se utiliza algo –de alguien- sin haber compensado –o entregado por- su uso la moneda corriente, que es el trabajo, se originan graves conflictos. No basta el prestigio, el tiempo, la posición. Incluso se dejan a un lado los años de trato y los esfuerzos de la fundación conjunta. Se instalan resquemores, sospechas, desacuerdos. Y se materializan: se rompe la propiedad del otro: mangueras, cercas. Lo mío está en mis predios, venga de donde venga.


    Comienza un proceso de alejamiento y extrañamiento que se va llenado de miedos, y eso conduce a ostracismos severos, a desmovilización y en general a desinterés.


  4. ¿Cómo se construye el derecho a la propiedad en el barrio?


El derecho a la propiedad lo da el tiempo y el esfuerzo y un consenso sobre esa forma de propiedad se extiende entre los vecinos. Hay expresiones de solidaridad (el trabajo llama al trabajo). Pero comienzan a darse y a aparecer otras formas de propiedad, por adjudicación directa –fuera de los tiempos de fundación- y por la intervención de factores no comunitarios (político- partidistas). Estas adjudicaciones directas en tiempos de fundación son problemáticas, pero pasan y son olvidadas si quienes ocupan se entregan al


trabajo. Son normales en las ocupaciones cuando ha aparecido un liderazgo que comienza a tomar esas decisiones. Las formas de propiedad conflictivas que van a comenzar a descomponer las relaciones en la comunidad, son las que vienen de afuera y «caen del cielo». Los otros se dicen (entre dientes, mascullando): por qué aquel y yo no. Sin embargo, hay formas de que no revistan tantos resquemores: que la propiedad en todas sus fases (desde la fundación hasta hoy) haya sido ocupada y defendida: la familia así se gana su derecho a las mejoras.


«Yo trabajé, yo me jodí». La propiedad se gana con esfuerzo, con trabajo. Lo cual da sentido de pertenencia y hace que lo propio sea no sólo legal, sino legítimo.


D. ¿Cómo afecta la consolidación urbana el vivir comunitario?


La participación es una forma de integración y conocimiento de la comunidad. La persona que participa se siente integrada e incluida. Las diferencias se borran, en un proceso por definición democrático. Pero en cuanto el barrio comienza a estabilizarse la participación ralea, y las diferencias y los conflictos resurgen. La participación iguala y democratiza; la estabilización y más tarde la consolidación descubre las diferencias y las exacerba.


La participación supone una alta conductividad de las ideas, de la información y la comunicación, la estabilización estanca los fluidos, las familias se concentran en sus problemáticas privadas, se encierran.


La estabilización y consolidación separa, aísla, cierra y concentra a las familias en sus problemas y asuntos privados. Las conexiones y los vínculos se tornan ajenos y abstractos. El centro de la comunidad se pierde, se desdibuja. Aparece un factor que no existía en los tiempos de la fundación, cuando el sentido de propiedad provenía del trabajo colectivo y del sacrificio: la compra venta de terrenos.


Los lotes se comienzan a subdividir, a partir de manera impersonal, a mercantilizar. Uno de los que vivió en los años de la fundación, se duele al escuchar que venden así, sin más ni más, trozos de terrenos que fueron luchados cuerpo a cuerpo. El que le vende a un conocido que no viene de la comunidad y lo hace vecino de una familia que compartió con el vendedor


los tiempos de la fundación ha perdido el sentido de la vecindad, podría considerarse incluso desleal. Pero peor es el que vende un terreno vecino a un completo extraño.


Cuando las relaciones pasan por vender y comprar y las familias están conectadas al salario o a los ingresos particulares, sin pasar por la comunidad, la atomización se instala y la vida comunitaria se desdibuja.


Conclusiones en clave comunicacional


  1. Las redes captan y canalizan recursos estratégicos, la información entre ellos.


  2. La interacción social es básicamente comunicación.


  3. Sin redes, vale decir, sin comunicación, no hay organización ni posibilidad de sobrevivencia.


  4. Las redes son la base fundamental de la organización social, política y económica de las comunidades en diálogo con el Estado y las estructuras gubernamentales.


  5. La dimensión cultural es estratégica para generar cambios cualitativos en la vida cotidiana del barrio.


  6. La dimensión cultural es un núcleo donde se expresa la confluencia de lo político-cultural-educativo-étnico en la construcción de organizaciones que se plantean formas alternativas de producción.


  7. Los habitantes del barrio deben ver su vida allí como una opción humana, como un mundo-de-vida y no como in-cultura y barbarie.


  8. Las personas que pueblan un barrio reciente como El Renacer portan los signos de la cultura rural y campesina, y por tanto los signos y valores que sin duda contrastan con las formas de vida urbana.


  9. La ocupación es un acto profundamente creador, que evoca los orígenes de lo humano y de lo político.


  10. La mujer ocupa y sueña la comunidad y la casa.


  11. La vida en comunidad depende de la existencia, fortalecimiento y vida de las redes de intercambio. Un proyecto de comunicación alternativo no podría obviar ni desestimar estas redes.


  12. En El Renacer los acuerdos se construyen cuerpo a cuerpo, entregando trabajo y anteponiendo la palabra.


  13. La participación, en especial en los momentos de fundación, supone una alta conductividad de las ideas, de la información y la comunicación, la estabilización en cambio, estanca los fluidos, las familias se concentran en sus problemáticas privadas y se encierran.


Referencias


Adler de Lomnitz, Larissa (2006). Cómo sobreviven los marginados, Siglo XXI Editores, Mexico D.F.


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