QUÓRUM ACADÉMICO

Vol. 15 Nº 1, Enero-Junio 2018. Pp. 86-101

Universidad del Zulia


La comunicación en la humanización de la frontera venezolana-colombiana en el estado Zulia


Reiny Beth Torres Barroso1


Resumen

El presente ensayo es una reflexión teórica de sustento político- comunicacional sobre un territorio de encuentro de los pueblos y la diversidad cultural venezolana-colombiana, cuya historia compromete a las generaciones presentes y futuras con un esfuerzo intelectual creador que dé sentido al ideal bolivariano de Colombia la Grande. El propósito es presentar algunas ideas para el debate socio-académico, sobre la importancia de la comunicación en la humanización de la frontera, tomando en cuenta la geopolítica del siglo XXI. La metodología implica un análisis crítico-reflexivo, de revisión teórica y documental. Se concluye que para avanzar hacia la conformación de un poder social, democrático-participativo, capaz de emprender su propio modelo de desarrollo, se requiere de una soberanía comunicacional gestada con los colectivos sociales.

Palabras clave: Encuentro fronterizo; comunicación; humanización; paz


Recibido: Junio 2017 - Aceptado: Julio 2017


  1. Profesora en la Escuela de Sociología de la Universidad del Zulia, LUZ. . reynitorres@yahoo.com


    Communication in the humanization of the venezuelan- colombian border in the Zulia state

    Abstract

    The present essay is a theoretical reflection of political-communication support on a territory of encounter of the Venezuelan-Colombian peoples and cultural diversity, whose history engages present and future generations with a creative intellectual effort that gives meaning to the Bolivarian ideal of Colombia the big one. The purpose is to present some ideas for the socio-academic debate about the importance of communication in the humanization of the border, taking into account the geopolitics of the twenty one century. The methodology involves a critical-reflective analysis, of theoretical and documentary revision. It is concluded that in order to advance towards the formation of a social, democratic and participatory power capable of undertaking its own model of development, it requires a communicative sovereignty with social groups.

    Keywords: Border meeting; communication; humanization and peace


    Introducción


    En un atento recorrido por algunos espacios urbanos de Maracaibo, emblemática en la reconstrucción geo-histórica de la frontera venezolana colombiana, se encuentran signos característicos de una realidad transfronteriza compleja en la que convergen diferentes grupos, actores y problemáticas que dan cuenta de unos poderes de facto y unas prácticas viciadas, que impiden el avance de cualquier proyecto de convivencia y desarrollo con justicia y equilibrio.

    En tal sentido, más que un tema de agenda informativa de sucesos, la frontera es un territorio en el que comunicacionalmente hay mucho por hacer o mejor aún por definir. Como lo señala Villalobos (2015) en referencia a la comunicación para la paz, el problema de la acción comunicativa está en quien domina un lenguaje y quien organiza el diálogo, como estructura de expresión, que posibilite la relación comunicacional. Esta perspectiva rescata el valor de la comunicación, no simplemente en su dimensión tecnológica, es decir, la que permite poner en contacto a un emisor con un público amplio y heterogéneo, labor que desarrollan los medios masivos,


    sino también en su dimensión interpersonal e intersubjetiva, que se produce cuando una persona se pone en contacto o se comunica con otra.

    Cabe recordar que ese espacio de cruce humano, que históricamente constituyó en el proyecto bolivariano, un centro vital para la integración y la acción política emancipadora, debe necesariamente entenderse a partir de la recuperación de la memoria y por lo tanto cualquier planteamiento de paz, implica considerar las causas de la fragmentación, la división territorial y la conflictividad persistente. De igual manera el diverso matiz socio-cultural que incide en las formas de relacionarse y de organizarse los pueblos determina la cultura comunicativa, todo esto forma parte del contexto en el que responsablemente las generaciones del presente deben configurar estrategias comunicativas humanizadoras.

    Todavía no contamos con suficientes sistemas informativos y alternativas comunicacionales para una opinión pública documentada y sensibilizada, y para un conocimiento de las diferentes dimensiones del territorio fronterizo. Por otro lado, la desconfianza en el otro, en medio de situaciones hostiles y de sobrevivencia en la que los sujetos establecen algún tipo de alianzas, con grupos al margen de la ley para preservar su espacio y la vida, por ejemplo, representa un factor que acrecienta los desencuentros o en todo caso va decantando las condiciones sociales y humanas para la paz.

    La frontera venezolana-colombiana del estado Zulia, que ha atravesado históricamente por una serie momentos críticos, llegando hasta el relativo cierre y estados de excepción, es un tema de vital importancia geopolítica para el destino de Latinoamérica, que al igual que el mundo, debe enfrentar en este siglo tensiones, riesgos y desafíos humanos. En tal sentido, conviene preguntarse y discutir sobre las tareas comunicacionales que desde Venezuela, en su visión continental solidaria, se puedan asumir para acompañar o sustentar un proceso de recuperación de un espacio para el encuentro, la vida y el desarrollo armonioso.

    De manera prescriptiva se entiende que al Estado venezolano le corresponde actuar en la frontera, de acuerdo a los principios constitucionales de independencia, igualdad, libre determinación, no intervención, solución pacífica de los conflictos, cooperación, respeto de los derechos humanos y solidaridad entre los pueblos para su emancipación, frente a un escenario en el que destacan algunos aspectos tales como: 1. La compleja conflictividad social, exclusión y subalternización; 2. Presencia del narcotráfico, el crimen organizado y la cultura de la violencia, afectando las condiciones de vida de sus pobladores; 3. La presencia militar para el control del territorio;


    4. El conflicto armado y la presencia de grupos irregulares de Colombia, que ha obligado al desplazamiento de colombianos hacia el territorio venezolano; 5. Las visiones de país encontradas, a pesar de una historia de emancipación común y donde se condicionan las relaciones binacionales; 6. El desplazamiento del modelo económico-productivo propio, por prácticas y valores capitalistas; 7. La defensa de la soberanía y 8. La defensa de los derechos de los pueblos indígenas y otros grupos sociales.

    Sin embargo, la humanización de la frontera venezolana-colombiana no es únicamente responsabilidad del Estado social, democrático de derecho y de justicia, que ciertamente en sus tres instancias de gobierno e instituciones responsables, tiene un papel rector, sino también y fundamentalmente son los pueblos organizados, informados y documentados, que de manera participativa protagónica y democrática los que pueden desde la cotidianidad, y teniendo expresión en el Estado, ganar un territorio para la vida y el bien de todos.

    Por mucho tiempo, voluntades individuales entre las que se cuentan incluso periodistas venezolanos, han transitado y dedicado su trabajo a la geografía humana de la frontera; defensores de derechos humanos y algunos medios ejercen una labor importante en el eje fronterizo, atendiendo así realidades sociales. Pero la generalidad es que predomina un intencionado desconocimiento geo-histórico, social, cultural de la frontera, cuestión que conspira a favor de los intereses particulares y los poderes de facto.

    De lo antes expuesto, parte un mínimo compromiso, que al menos desde lo intelectual y siguiendo el rumbo emancipador que históricamente ha marcado el estado Zulia, responda a los dilemas actuales, delineando para ello algunas breves ideas sobre el desarrollo comunicativo fronterizo, que la Venezuela bolivariana tiene pendiente conquistar.


    1. Presentación de una temática y un debate impostergable


      Si un rasgo positivo y alentador caracteriza a la Venezuela actual, es la capacidad de su pueblo para apropiarse de temas antes reservados a especialistas, es así como los asuntos energéticos, históricos, político- jurídicos, territoriales y fronterizos o de interés supremo para el Estado- nación, se incluyen en los debates sociales muchas veces vinculantes y no se quedan únicamente en las academias, en los entes gubernamentales o medios, todo esto a partir de un proyecto político bolivariano que, sin duda, rescata la idea de soberanía como autoafirmación de los pueblos, cuestión


      que se alcanza en la medida que se conoce la verdad sobre el pasado y se cuestionan las estructuras dominantes.

      Aún cuando persiste todavía el desconocimiento de nuestra realidad fronteriza y la desinformación, la era informativa brinda nuevas plataformas de interés colectivo, aunque no siempre responden a los temas trascendentes. Claro está que el asunto no es únicamente visibilizar lo que ocurre, la dimensión comunicacional fronteriza comprende todo el entramado social, cultural, político y hasta religioso, que se manifiesta en la vida cotidiana.

      Si se parte del hecho de que la frontera venezolana-colombiana, en el estado Zulia, es un territorio que combina tres elementos importantes: recursos minerales y naturales, grupos indígenas y zonas de acción armada (bases militares estadounidense, grupos irregulares, fuerzas armadas), debe entonces considerarse en su discusión, entre otras dimensiones socio-políticas: la soberanía, formas de poder, las identidades, el Estado- territorialidad, los diferentes grupos sociales, el sistema internacional, y la política global. Significa que las implicaciones comunicacionales, por ejemplo, en la legitimación de los poderes que ejercen control de zonas o la relación entre desplazados y cuerpos de seguridad, constituye un aspecto central en el diagnóstico fronterizo.

      Es imprescindible en el abordaje transfronterizo, la visión decolonial que permite interpretar las relaciones e intercambios, particularmente cuando estas son desiguales y sometidas a lógicas de poder, que derivan en formas de violencia y prácticas deshumanizadas. Explica Quijano (2007:93) que “la colonialidad es uno de los elementos constitutivos y específicos del patrón mundial de poder capitalista. Se funda en la imposición de una clasificación racial/étnica de la población del mundo, como piedra angular de dicho patrón de poder, y opera en cada uno de los planos, ámbitos y dimensiones, materiales y subjetivas, de la existencia cotidiana y a escala social”.

      De esta manera queda expresa una cultura comunicacional sujeta a la colonialidad, las desigualdades y la conflictividad heredada, que poco aporta a los proyectos de convivencia, incluso a pesar de las resistencias y conquistas sociales que en el presente puedan dar cuenta de otras posibilidades. Entender la práctica comunicativa, la manera de verse y entenderse, de producir y de resolver los asuntos comunes, pasa necesariamente por la comprensión del pasado colonial y las consecuencias de los intereses capitalistas.

      Aceptar que Latinoamérica padece la deshumanización de sus fronteras, como consecuencia histórica de un orden colonial que fragmentó la unidad- diversa, sin el menor interés por revertir unas condiciones que han servido


      de plataforma segura para prácticas como el narcotráfico, el tráfico humano, el comercio ilegal, el debilitamiento institucional, el armamentismo, la violación de los derechos humanos, entre una lista interminable, representa un síntoma de incapacidad para enfrentar en los tiempos por venir, las posibles amenazas mundiales (ambientales, alimentarias, de salud pública) que constantemente son advertidas por los organismos internacionales.

      Enfrentar los escenarios que afectan el destino y la vida de los pueblos, en un territorio en el que convergen diferentes Estados, naciones, intereses y conflictos, requiere de espacios para la discusión, para el fortalecimiento de redes solidarias, potenciar la riqueza ancestral, para el rescate de los valores e identidades auténticas, que sostienen un modelo de desarrollo justo y equilibrado. La integración responde a una arquitectura de encuentros, debates, bases programáticas, convocatorias, movilización, recuperación de la memoria histórica, en la que se encuentran referentes valiosos de dignidad e información pedagógica, por lo que la tarea comunicacional se pierde de vista en su horizonte de creación y trabajo.

      Cabe destacar que es en el siglo XXI, a una larga distancia del histórico intentocontinentalunionista, cuandosecomplejizanlasrealidadesfronterizas o al menos se visibilizan como parte de unas dinámicas cotidianas, en las que el intercambio comercial, cultural y vínculo comunicacional, desde el punto de vista territorial en la frontera venezolana-colombiana, se han acentuado las barreras con distorsiones socio-económicas que afectan la convivencia. En todo esto, son los diferentes grupos sociales que forman parte del complejo panorama, cuyas luchas, aspiraciones y experiencias pasadas y actuales, los que en definitiva pueden dar cuenta del verdadero sentido de una integración y desarrollo, guiado por principios e ideas políticas.

      Sin duda, el proyecto bolivariano de liberación social e integración, implica un hecho histórico-político, que ilustra la voluntad y disposición de los pueblos, para romper con un poder y dominio alimentado por pugnas y contradicciones internas en los epicentros más importantes de la lucha independentista. Para Castro y Grosfoguel (2007: 19) “la noción de ‘colonialidad’ vincula el proceso de colonización de las Américas y la constitución de la economía-mundo capitalista, como parte de un mismo proceso histórico iniciado en el siglo XVI. La construcción de la jerarquía racial/étnica global fue simultánea y contemporánea, espacio-temporalmente con la constitución de una división internacional del trabajo organizada en relaciones centro-periferia a escala mundial”.


      El Zulia con sus proximidades fronterizas y un permanente desplazamiento humano, contradictoriamente padece las separaciones y barreras, tanto territoriales como simbólicas, que impiden un ejercicio pleno de ciudadanía transfronteriza, atendiendo así a un flujo natural entre Maracaibo y Rio Hacha, por ejemplo, que lejos de ser desarrollado en el tiempo bajo esquemas de legalidad, convivencia, intercambio comercial legal, tránsito seguro, fue negativamente confiscado por la conflictividad armada de Colombia, las diferencias territoriales agravadas por los errores en la política exterior venezolana, cuyas imprecisiones afectaron la integridad territorial; la existencia de mafias y los intereses capitalistas que han mercantilizado la vida.

      En la actualidad, el Decreto con Rango, Valor y Fuerza de Ley Orgánica de Fronteras (vigente) del 30 de diciembre de 2015 establece claramente en lo que se refiere al desarrollo integral de los espacios fronterizos en su artículo 8 lo siguiente: “El desarrollo integral en los espacios fronterizos se llevará a cabo con la ejecución de planes, programas, proyectos y procesos continuos de actividades y labores, acordes con la política integral en los espacios fronterizos, la ley que regula la regionalización integral para el desarrollo socioproductivo de la Patria y el ordenamiento jurídico vigente, para crear y consolidar las condiciones sostenibles y sustentables, a objeto de satisfacer las necesidades individuales y colectivas de la población, en lo económico, social, político, cultural, geográfico, ambiental, militar y la integración, atendiendo a las identidades culturales y la naturaleza propia de cada región fronteriza”.

      Significa entonces que el esfuerzo humanizador venezolano, implica comprender el territorio fronterizo en su potencial, en sus realidades, en su historia y simultáneamente consustanciar un pueblo en su diversidad, con un desarrollo integral que exige investigación, aprendizaje y acción comunicacional que sea un referente en la región latinoamericana y caribeña.


    2. Comunicación, territorio común e integración


      Mientras crecen las tensiones en las fronteras y surgen posiciones políticas que plantean el reforzamiento de las barreras territoriales, en Venezuela, a pesar de las circunstancias que amenazan la estabilidad de la República Bolivariana, incluso teniendo como plataforma a las fronteras, se mantienen los esfuerzos socio-políticos por superar los dramas humanos y las injusticias sociales. Es así como algunas experiencias de encuentro, debate y diálogo constructivo entre los pueblos, dan cuenta de una búsqueda


      permanente para la paz. Son algunos signos positivos, resultantes de muchas décadas de intentos y esfuerzos por la conformación de un territorio común de paz.

      Tal es el caso de lo que se evidencia, por ejemplo, en los documentos del Primer Encuentro fronterizo por la Paz, realizado en Maracaibo en abril de 2016, en los cuales se plantea lo siguiente2: “El hermanamiento de la lucha de los pueblos es y será el principio rector de la paz en los territorios. Los imperios, feudos, gobiernos y demás estructuras de dominación han impuesto las fronteras para dividir, es por ello que debemos repensar el concepto de frontera desde la territorialidad, construyendo un concepto que sobrepase la visión de línea divisoria entre naciones y empezar a hablar de franja fronteriza, ejes territoriales fronterizos o territorialidades de frontera. Esta lucha por el hermanamiento de los pueblos necesita un espacio de integración, discusión y acción que de manera democrática y amplia recoja la diversidad de visiones presentes en la frontera para crear un movimiento político capaz de organizarse y movilizarse en las franjas fronterizas, en función de resolver los problemas que aquejan a las comunidades que habitan estas zonas y a la vez enfrentar las amenazas que se ciernen sobre sus formas de vida, cultura y desarrollo comunitario”.

      De igual manera, se han venido dando encuentros fronterizos, como el de mujeres, con participación de diversos sectores de Venezuela y Colombia, entre los que destaca el Gobierno bolivariano, realizado recientemente en el estado Táchira y en el cual se coincidió en la necesidad de la formación en el tema de frontera, con énfasis en la perspectiva geo-histórica y social. Todo esto implica repensar y re-significar la integración en el siglo actual y el territorio como espacio de luchas sociales comunes.

      Señala Mata (2009: 22) en su reflexión sobre la comunicación comunitaria, “partimos de la convicción de que en nuestra sociedad hay una enorme cantidad de organizaciones y movimientos sociales que están pugnando por hacerse ver y escuchar. Esto no es algo nuevo, sin embargo creo que nosotros, los comunicadores (de distintas facultades), somos capaces de escuchar ese murmullo. Y somos capaces de hacerlo porque ponemos el oído. Vaya entonces una primera reflexión: el murmullo se puede escuchar. Ese murmullo para nosotros constituye una práctica que vivifica, es decir, una práctica que da fuerza a los individuos”.


  2. Documentos del I Encuentro Fronterizo por la Paz. Maracaibo 15 y 16 de abril de 2016. Elementos para la caracterización del Frente Fronterizo por la paz. p. 16.


Tanto la acción del Estado venezolano y la definición de coordenadas comunicacionales fronterizas, pasa por la identificación y reconocimiento del movimiento social que ocurre en todo el eje fronterizo, en el que se producen formas se sobrevivencia y necesidades que expresadas por las comunidades llevan implícito las claves para su mediación y resolución.

Para Sosa (2012: 46) “el territorio es una construcción social realizada por sujetos(comolospueblos), actores(comolosgruposdeinterés) einstituciones sociales (como la familia, la comunidad, el gobierno local o el Estado en su conjunto) que se expresan como formas de organización social, redes y tejidos sociales, formas de acción colectiva, que inclusive se articulan en la escala regional, nacional y transnacional, con cohesiones y conflictos, con solidaridades territoriales y trans-territoriales, con relaciones convergentes y divergentes que despliegan en la cotidianidad sus paradigmas, saberes y sentidos comunes, experiencias de vida, racionalidades, pedagogías; su conciencia sobre el estar ahí y sentirse parte del lugar; sus concepciones y discursos, capacidades, intereses, actitudes al cambio, agendas y proyectos de desarrollo; sus mecanismos de información y comunicación que expresan reivindicaciones y demandas, sus sueños y aspiraciones, que en su relación en y con el territorio –especialmente tratándose del territorio histórico, ocupado ancestralmente–, constituyen contenidos a partir de los cuales el territorio es construido, apropiado y transformado”.

Como se sabe el territorio también supone el ejercicio de la soberanía que en Venezuela apela a la autodeterminación de los pueblos, inspirada en la doctrina bolivariana, categoría ésta que ha sido adoptada con madurez política por el pueblo venezolano y que le ha permitido reconocer y denunciar aquellas prácticas o estructuras que atentan contra ésta. Estando así abierta la posibilidad de un debate popular que dé luces sobre la transición hacia una soberanía que pueda ser ejercida desde un poder social y no vista exclusivamente desde el control militar frente a los poderes de facto. La apropiación de los espacios fronterizos, debe lograrse desde la organización, el conocimiento, la participación protagónica, la palabra que tributa la verdad, la política humanizada que frena la lógica de la guerra.

La configuración de un territorio y el Estado-nación, la herencia de jerarquías y relaciones desiguales y de dominación-explotación por raza, clase social y género, son antecedentes de un panorama socio-cultural que explica procesos y realidades en el territorio fronterizo, enmarcado como se sabe en un contexto mundial y de capitalismo global. Por otro lado, conviene revisar el enfoque occidental-tradicional de la ciencia política, referida al sistema político internacional en el contexto del mundo bipolar


y lo que se denominó la guerra fría, por ejemplo Sorauf (1967) señala que éste está dominado por naciones-estados, celosas de su autonomía (su soberanía), y todas ellas con sus propias metas y sus propios intereses nacionales. No existe ningún mecanismo destinado a resolver los conflictos por la preponderancia de la fuerza. En otras palabras, no hay un verdadero sistema político del tipo de los que encontramos dentro de cada una de las naciones. Se trata de una “política del poder”, en su forma más pura, ya que el logro de las metas perseguidas por cada nación dependerá de su capacidad para ponerlas ella misma en ejecución.

De hecho esta apreciación ilustra un poco la base de las doctrinas mundiales occidentales de seguridad y defensa, que fue compartida y asumida en Latinoamérica a través de la formación militarista, estableciendo ciertos mecanismos de alerta que tuvieron consecuencias sociales y políticas. Sin embargo, lo que aquí cabe señalar es que las fronteras entran dentro de tal configuración internacional, como tribuna para medir fuerzas de ocupación del territorio, que en simbiosis con las conflictividades políticas de cada nación generaron panoramas desprovistos de otras interpretaciones, incluso político-militares, gestadas en los procesos emancipadores del continente.

Cabe destacar que la nación venezolana ha operado bajo principios de relacionamiento mundial equilibrado, respetuoso y solidario, siendo éste el indicador y constante histórica de una cultura de la no agresión que la caracteriza y le otorga autoridad moral en la conducción de procesos de integración y paz.

Desde el punto de vista estratégico comunicacional, cabe señalar que a pesar de la relevancia del tema con todas sus aristas, se pudiera presumir cierta desatención en la opinión pública sobre el territorio circundante o también ocurre la transmisión popular de relatos frecuentes sobre las irregularidades fronterizas, que requieren de explicaciones y abordajes con la metodología de la verdad. Hay que recordar, por ejemplo, como una de las más importantes oleadas de desplazados colombianos al territorio zuliano en los 90 y su impacto, no fue dimensionado con la claridad pública para el debido tratamiento. Así también el Plan Colombia o el Plan Puebla Panamá y su impacto humano o trans-generacional, no le dice mucho a las nuevas generaciones. Así como tampoco son asomadas interrogantes sobre los cambios sociales que ha experimentado la tradición wayuu y de otros grupos sociales, como parte de la crisis de valores o la influencia religiosa entre los pobladores desde los misioneros hasta la actualidad.


De tal manera que no se puede producir un conocimiento o generar proyectos comunicacionales que vislumbren soluciones, a tono con las aspiraciones colectivas de y sobre frontera, si antes no se asume una disciplina intelectual, de debate social y plan de estudio, que lejos de la conservadora intención de imponer modelos o sentencias de entrada, alimente la reflexión, la capacidad de diagnósticos participativos, de acompañamiento a las iniciativas organizadas y de creatividad integradora.


  1. Geopolítica de la frontera y desafío comunicacional


    Según Rojas y Viña (1984: 95) “La geopolítica nos proporciona información sobre núcleos geopolíticos, territorios nucleares de acciones geopolíticas, núcleos irradiando influencias y núcleos resistentes”. Se rescata de esta visión estratégica tradicional, la idea de prever incidencias, tensiones que afecten la paz latinoamericana y por tanto establecer mecanismos socio- comunicacionales y organizativos que respondan a las zonas de mayor influencia, de aquellos centros de poder hegemónico o de grupos al margen de la ley. El análisis situacional del contexto en el que lo global impacta lo local, aporta elementos para la comprensión y definición de procesos de comunicación-información-conocimiento ya sea mediáticos, institucionales y comunitarios humanizadores.

    La geopolítica mundial permite entender el poder imperial y el expansionismo deshumanizador del capital transnacional, que ha arrasado pueblos, culturas y territorios o peor aún que ha condicionado el futuro imponiendo modelos, contando muchas veces con mecanismos de manipulación y persuasión colectiva que los justifica.

    Como lo señala Muñoz (2005: 179) “el capitalismo tiene que ser entendido como un modo productivo económico y como un tipo de psicología que es asimilada y aceptada por la población de manera que permita poder ser legitimada, pese a sus enormes desequilibrios y desigualdades sociales”.

    La pérdida de la memoria y de la identidad son aliadas indiscutibles, que van desalentando la esperanza y debilitando el potencial que implica asumir modelos propios, sustentados en los valores que cohesionan e integran a los pueblos en torno al bien común.

    Sin embargo, y como parte del debate crítico que se ha venido dando en Venezuela y otros países latinoamericanos, es posible dimensionar y concretar una geopolítica de relaciones e intercambios justos, equitativos y basados en los equilibrios necesarios para la preservación de la vida en


    el planeta, la diversificación económica comercial, la democracia global soberana y la solidaridad entre las naciones, por lo que se ha logrado delinear y sustentar una nueva geopolítica nacional y de la región latinoamericana y caribeña, que tiene como importante escenario de desafíos precisamente la frontera venezolana-colombiana.

    Una referencia de lo que ha ocurrido en el escenario mundial, es lo que señala Ahumada (2007: 95) de que “en los últimos años, las relaciones entre Estados Unidos y la Región Andina han girado en torno a tres temas que sintetizan las prioridades del llamado Nuevo Orden Mundial: la política antinarcóticos, la cruzada antiterrorista y las medidas de liberalización económica y comercial, impuestas por organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización Mundial del Comercio, OMC” (Ahumada, 2007: 95).

    Esta referencia describe unas condiciones del sistema internacional preponderante, que son contrarias a toda aspiración de equilibrio universal y que no pueden ser ignoradas por los pueblos, los cuales a fin de cuentas son los únicos depositarios del poder creador y transformador de sus territorios. Sin duda, prevalece un contexto caracterizado por una hegemonía que bien puede ser constatada a partir de las experiencias vividas en Latinoamérica y sus fronteras.

    La autora más adelante explica, en referencia al nuevo orden mundial y la seguridad nacional, que “la guerra contra las drogas, iniciada por EE.UU. a fines de la década del ochenta, la cruzada antiterrorista luego del 11 de septiembre de 2001 y la consolidación de su poder hegemónico global, han representado nuevos retos para la región en lo que respecta a la intervención política y militar estadounidense. Retos que provienen de la aplicación del Plan Colombia y la IIRSA, de las políticas de ajuste fiscal y el proceso de liberalización económica y comercial que debían concretarse en el Acuerdo de Libre Comercio para las Américas y los acuerdos bilaterales de libre comercio entre el país del norte y las naciones andinas”.

    Todo un entramado de poder político-económico-militar ocupa precisamente el escenario transfronterizo venezolano-colombiano, que ha sido temática de debate en algunos espacios socio-políticos-académicos en el Zulia, con posiciones críticas que denuncian la intervención estadounidense en la región andina. La comunicación como proceso multidimensional no puede obviar el escenario de acción, especialmente porque la visión de encuentro, intercambio y diálogo resulta contraria a los intereses que intentan


    disimular ciertas prácticas, que son precisamente las que desmovilizan a los pueblos.

    Las pretensiones imperialistas que siempre han existido en las relaciones internacionales encuentran resistencia y oposición en la ciudadanía transfronteriza movilizada y organizada, como comunidad participativa y democrática, capaz de definir nuevos elementos de poder social y da sentido al Estado democrático, social de derecho y de justicia; y de cuestionar- advertir las amenazas a la soberanía, la verdadera integración y la paz. En tal sentido el estudio socio-político debe tanto analizar tales procesos, como acompañar a las organizaciones y sujetos en la construcción de proyectos de integración latinoamericana, bolivariana, anti-capitalista y anti-imperialista.

    Cabepreguntarse¿cómosemanifiestaelcapitalismoglobalenlasfronteras de América Latina? Entendiendo que son escenarios de convergencia para diversos actores, cuyos intereses no se reducen al ámbito de los Estados sino que están bajo la acción política, comercial y militar de élites de poder con vínculos mundiales. Son temas de interés global, para la investigación y debate social: la explotación económica, la exclusión, la discriminación racial, la pérdida del acervo histórico cultural de los pueblos originarios, el desplazamiento y la imposibilidad de permanencia, la vulnerabilidad social ante la violencia, el narcotráfico, el tráfico humano, el extractivismo y aprovechamiento de recursos que genera impactos ambientales, que contrastan con las condiciones de vida o mejor aún sobrevivencia de los pueblos, la sustitución de formas socio-productivas, muchas de estas ancestrales por dinámicas propias de una economía distorsionada que reproduce los anti-valores capitalistas.

    Aunado a esto, las naciones con territorios compartidos, como el caso de Venezuela y Colombia, tienen repercusiones directas en las dinámicas locales y de las comunidades a partir de los modelos de desarrollo, las estructuras económicas y lo más importante, el modelo político-institucional y de democracia que se va desplegando en las diferentes instancias de gestión pública.

    Finalmente, para dimensionar más aún la importancia de la geopolítica como clave de estudio, y atendiendo las problemáticas contextuales del territorio, particularmente en las realidades socio-ambientales y con la finalidad de entender los escenarios continentales, es preciso referirse al trabajo de Borón (2012: 122) que explica, por ejemplo, las graves implicaciones del proyecto IIRSA, al señalar que “se busca organizar el espacio geográfico sudamericano a partir del desarrollo de un complejo


    sistema regional de transporte terrestre, aéreo y fluvial; de oleoductos, gasoductos, hidrovías, puertos marítimos, y fluviales, y tendidos eléctricos y de fibra óptica, entre los más destacados; todo esto absolutamente dentro de la lógica del neoliberalismo; con obras que deberían materializarse en “diez ejes de integración y desarrollo”, corredores que concentrarán las inversiones para incrementar el comercio y crear cadenas productivas conectadas con los mercados del mundo, principalmente Asia, América del Norte y Europa”.

    Lo que también llama la atención y que destaca el autor más adelante, es que “el plan aprobado por los presidentes en la reunión de Brasilia de 2000 fue auspiciado, promovido y desarrollado conceptual y técnicamente por el BID y la CAF, ambas instituciones acérrimas opositoras al ALBA”.

    Es esto apenas una mínima mención de cómo el poder mundial y los consensos operan en Latinoamérica, con apoyos internos desde las diferentes instancias burocráticas, facilitadoras de la ejecución de planes que deben ser considerados en los análisis para no errar de ingenuidad, sobre todo cuando se está intentando llegar a la verdad y ante la necesidad de transitar proyectos alternativos al capitalismo. Conviene monitorear la estabilidad de las democracias que logran, a pesar de las dificultades, profundizar la participación protagónica en las decisiones sobre temas trascendentes como éstos y las estrategias que a favor y en contra inciden en la integración solidaria de América Latina.


    Conclusiones



Referencias bibliográficas


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Villalobos, Orlando (2015). Reinventar la comunicación. Caracas, Editorial Galac.


Esta revista fue editada en formato digital y publicada en enero de 2018, por el Fondo Editorial Serbiluz, Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela


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