Opción: Revista de Ciencias Humanas y Sociales.
Año 39 N° 101 / Mayo-Agosto 2023, pp. 77-91
Universidad del Zulia. Facultad Experimental de Ciencias
ISSN 1012-1587 / ISSNe: 2477-9385
Recibido: 10/11/2022 Aceptado: 10/03/2023
Clientelismo: reexiones teóricas
en torno a la praxis política local
Abisamar Salones*, Joan López Urdaneta**
RESUMEN
El presente artículo analiza el clientelismo político como sistema de intercambio de
favores entre actores sociales y elites, donde el apoyo político es la moneda de cambio. A
nivel teórico, examina el rol del clientelismo en la estructura de poder, caracterizándolo
como un fenómeno informal que inuye en la política local y nacional. El clientelismo
se relaciona con redes de dependencia y reciprocidad entre “patrones” y “clientes, basa-
do en promesas y lealtades personales. Este sistema, frecuentemente visible en América
Latina, es una herramienta para la movilización de votantes y un mecanismo de legiti-
mación de las elites, mostrando rasgos de dominación y desigualdad. Se concluye en la
necesidad de reexionar sobre las implicaciones en la democracia y la consolidación de
dinámicas de poder informal en las relaciones políticas.
Palabras clave: Clientelismo político, Política, Poder; Relaciones informales, América Latina.
Clientelism: Theoretical Reflections on Local
Political Praxis
ABSTRACT
is article analyzes political clientelism as a system of favor exchange between social
actors and elites, where political support is the currency. At a theoretical level, it exami-
nes the role of clientelism in the power structure, characterizing it as an informal phe-
nomenon that inuences local and national politics. Clientelism is related to networks
of dependency and reciprocity between “patrons” and “clients,” based on personal pro-
mises and loyalties. is system, frequently visible in Latin America, is a tool for voter
mobilization and a mechanism for elite legitimization, showing traits of domination
and inequality. e article invites reection on how this phenomenon aects democra-
cy and perpetuates dynamics of informal power in political relationships.
Keywords: Political clientelism, Politics, Power, Informal relationships, Latin America.
* Licenciada en Ciencia Política (Universidad del Zulia, 2017). Contacto:
abisamarsalones@gmail.com
** Licenciado en Ciencia Política (Universidad del Zulia. 2008).
https://orcid.org/0000-0001-6363-1721
Contacto:
jlopezurdaneta@gmail.com
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CONSIDERACIONES INICIALES
La ciencia política como ciencia social, encargada de reexionar desde el
plano de lo losóco, teórico y empírico los fenómenos políticos a través de la
observación, asume como objeto de estudio el sistema político, por medio del
análisis de sus procesos decisionales, en función de las relaciones formales e in-
formales de poder en las sociedades humanas.
Entendiéndola de esta manera, su ámbito de estudio no se reduce simple-
mente a los organismos políticos y gubernamentales, porque al denir lo polí-
tico como un conjunto de interacciones sociales se abren espacios a la partici-
pación de todos los miembros de la sociedad, dotados o no de autoridad, con
interés en los asuntos públicos.
Para el abordaje de estas interacciones sociales, de la ciencia política se des-
prende diferentes ramas, tales como la losofía política, la economía política, la
antropología política, la psicología política, la sociología política, entre otras.
El tema central a abordar en el presente documento se enmarca dentro de la so-
ciología política, entendida como la rama que se ocupa de estudiar el comporta-
miento político de los miembros de una sociedad, su organizada evolución a tra-
vés del tiempo, bajo una perspectiva sociológica del poder. (Dowse et al, 1990).
De acuerdo con Auyero, (2001), el clientelismo es el intercambio personali-
zado de favores, bienes y servicios a cambio de apoyo político y votos entre masas
y élites, que perdura como una institución no formal, inuyente, a veces oculta,
y que no está destinada a desaparecer ni mantenerse en los márgenes. El sistema
clientelar funciona al modo de una maquinaria ideológica que presenta la re-
producción de las relaciones asimétricas y de manipulación, como relaciones de
cooperación a través del intercambio personalizado.
Esta relación reciproca no está basada únicamente en objetos materiales,
en ocasiones involucran sentimientos a través del intercambio de los mensajes,
discursos y visiones del mundo transmitido en los mismos. A juicio de Auyero,
(2001) la conanza mutua y la solidaridad en la relación patrón-cliente es im-
portante. Los partidos políticos hacen uso de estas prácticas simbólicas a través
de los discursos, como mecanismo de legitimación como una forma de entender
la realidad que facilite la dominación de las masas.
Desde una perspectiva histórica, los orígenes del clientelismo pueden encon-
trarse en la Edad Media, donde estas relaciones de subordinación e intercambio
se denominaban vasallaje (Kahler, 1946, citado por Escandón, 2012). Pese a la
existencia de características del fenómeno desde muchos años antes, no será sino
hasta mediados de los años cincuenta del siglo XX, que se plantea su estudio
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cientíco en la sociología anglosajona. No obstante, la línea interpretativa desti-
nada a dar carta de naturaleza al patronazgo como objeto de estudio académico
surgió en la antropología, disciplina de la cual fue transferida al campo de la
ciencia política, disciplina en la cual había un acuerdo hegemónico sobre la cen-
tralidad del estudio del fenómeno del clientelismo (Moreno, 1999).
El surgimiento de las relaciones clientelistas en América Latina, según Frei-
denberg et al, (2007), fue el resultado de dos procesos; por un lado, la conquista
y el dominio colonial que gestó una sociedad basada en una relación de poder
fuerte entre los distintos estratos sociales y una inquietud por el orden jerárqui-
co, el prestigio y el honor. Por otro; el debilitamiento de las instituciones centra-
les de control y la focalización de las relaciones de poder.
En este sentido, uno de los factores principales que da lugar a la existencia del
clientelismo político en la región reside en los desajustes que existen entre la política
y la sociedad. Desde la óptica de algunos autores, no solo es un claro retraso en las
formas de hacer política, sino también en las formas de pensar en la política (Zo-
vatto, 2012), debido a los cambios operados en las sociedades mismas y en la cultu-
ra, siendo esta comprendida como el sistema de valores, reglas morales, al sistema
político y al contexto social, consiste en una serie de actitudes hacia la autoridad, el
gobierno y la sociedad compartidas en la población de un determinado territorio.
Se transmite a través de la socialización política, entendido como el proceso me-
diante el cual los individuos aprenden comportamientos políticos e interiorizan los
valores y las actitudes hacia la política predominantes a su entorno (Sodaro, 2006).
Algunos autores como Novaro (1994), Perelli (1995) y Weyllad, (1996) han
señalado que en América Latina las organizaciones partidistas son débiles y poco
efectivas, nutridas de apelaciones neo-populistas en las que las personalidades
mediáticas predominan sobre los partidos. La poca atención dada a las estructu-
ras formales de los partidos políticos de la región ha oscurecido el análisis de las
organizaciones informales que hay detrás de ellas. De esta forma, encontraron
que en muchas ocasiones las decisiones no dependen de los directivos del par-
tido sino de liderazgos personalistas, las carreras dentro del partido están de-
terminadas por los contactos personales y las redes de patronazgo y no por el
aparato burocrático; las organizaciones locales no funcionan como sucursales
de una organización nacional (aun cuando la integran) sino que los militantes y
dirigentes hacen las tareas partidarias desde su casa o sus lugares de trabajo y el
nanciamiento se consigue de manera informal (usualmente ilegal), basada en
el patronazgo, las donaciones o los recursos estatales (Freidenberg et al, 2007).
La presencia de las redes clientelares, no solo es un fenómeno en la región, tam-
bién a nivel global se presenta bajo determinadas variaciones, sin embargo, un factor
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común en la mayoría de los casos es la presencia de un partido político poderoso con
acceso a fondos públicos y disposición de los puestos de trabajo, en algunos casos es-
tas relaciones están basadas en sobornos u otros tipos de prebendas (Sodaro, 2006).
Haciendo referencia a Venezuela, se declara que a partir de 1958 los partidos polí-
ticos asumen un rol predominante en el sistema político venezolano, convirtiéndose
en los únicos intermediarios entre los ciudadanos y el Estado. Esta intermediación
fue puesta en práctica en función de una relación clientelar que intercambiaba apoyo
por benecios materiales presentes o promesas de bienestar futuro. La base de este
esquema clientelar fue entonces el modelo económico rentista, el hecho de que el
Estado dispusiera de una abundante renta petrolera, permitió establecer un régimen
político donde el gobierno concedía benecios en función del respaldo obtenido.
Este tipo de arreglos ligados a un conjunto de esfuerzos socializadores convencieron
a la población del valor excepcional de la democracia. (Molina et al, 1998).
En tal sentido, el clientelismo se acentúa a partir de la reconstrucción del
sistema democrático en 1958, cuando se jan nuevos objetivos a los partidos,
la propia conservación de la democracia y el logro de la estabilidad política del
régimen que recién se instauraba. Varios elementos atentaban en contra de la
permanencia del sistema, por una parte, la persistencia del poder militar, y por
otra; la subversión de la izquierda, pronunciada a través de la guerrilla.
Bajo estos contextos se estableció un sistema que jara ciertos límites, sin res-
tringir la confrontación, a través del consenso, que lograra el necesario apoyo po-
pular, conriendo suciente libertad al liderazgo político y un mayor control tan-
to de la esfera política como económica y social por parte de los protagonistas del
nuevo régimen: los partidos políticos (Molina et al, 1998). Las nuevas reglas del
juego fueron establecidas a través del Pacto de Puntojo cuya nalidad a priori no
tuvo la intención de generar relaciones clientelares, aunque en la práctica esa fue
una de sus consecuencias, ya que los partidos que suscribieron y mantuvieron este
pacto, años más tarde se convertirían en las grandes elites políticas.
A inicio del siglo XX, durante el mandato del presidente Hugo Chávez Frías,
en los años 2003 y 2004 se crearon trece (13) misiones impulsadas con el apoyo
del gobierno de Cuba, las mismas se asientan como una gura paralela al Esta-
do, en lo administrativo se formalizaron a través de comisiones presidenciales,
planes de presupuesto extraordinarios y fundaciones, de las cuales se pagaba al
personal la ejecución de obras y la compra de insumos. Con el pasar del tiempo,
el gobierno se encontró con la necesidad de expandir las misiones para conse-
guir un mayor alcance, por lo que procedió a la creación una partida dentro del
presupuesto con el nombre de Programas Sociales Especiales lo que le permitiría
poder hacerlo sin problemas (D´Elia et al, 2008).
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En el año 2006 se convoca a las correspondientes elecciones presidenciales, resul-
tando Hugo Chávez reelecto para el periodo 2007-2013 y comienza a promocionar
su segundo Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación, se crea una nueva
generación de misiones, nuevas o venidas a reemplazar algunas de las anteriores, las
misiones pasaron de constituirse como un dispositivo para enfrentar adversidades
políticas y económicas a un mecanismo de control institucional, político y social,
para avanzar en los propósitos políticos del entonces presidente (D`Elia et al, 2008).
En consecuencia, con la implementación de todos los programas sociales o
misiones, de acuerdo a un estudio realizado por Molina (2006) se ratica que,
aunque existan importantes rasgos de coherencia entre los ciudadanos, hay un
sector de ciudadanos no denidos o no coherentes ideológicamente que, mo-
vidos fundamentalmente por el clientelismo (misiones), resultó decisivo para
el triunfo del chavismo en 2006. Asimismo, se señala que la implementación
de planes y programas sociales o misiones ha propiciado la conguración de un
clientelismo no” o “institucional” (donde se privilegian los recursos simbó-
licos y expresivos del Estado), se reconoce un “toma y dame” entre políticos y
ciudadanos (Trotta, 2003, citado por Tosoni, 2010).
Atendiendo a estas consideraciones el propósito de este documento es con-
tribuir desde el plano de lo teórico e intelectual a la generación de conocimiento
metódico y objetivo sobre el clientelismo político, como una herramienta para
comprenderlo y analizarlo, sirviendo de base para el desarrollo de posteriores
investigaciones que aporten al progreso de la ciencia política.
1. REVISIÓN CONCEPTUAL SOBRE EL CLIENTELISMO POLÍTICO
El clientelismo se dene como un sistema informal de intercambio de favores
entre interesados por el acceso a ciertos benecios públicos que se utilizan para
el interés privado. Ese intercambio, por lo general, se basa en bienes tangibles
e intangibles, y responde a los intereses particulares de cada uno de los actores
en la relación. El patrón está decidido a ofrecer un “favor” a cambio del apoyo
político; es decir, el voto o la movilización política de electores. El cliente res-
ponde ante el ofrecimiento y se inicia una especie de relación entre el patrón y
el cliente. A su vez, se teje una red, la cual responde a la necesidad de integrar
apoyos a cambio de subsanar “intereses” de los ciudadanos de las comunidades.
El clientelismo se basa en el intercambio simultáneo de dos tipos diferentes de
recursos: los instrumentales -políticos o económicos- o los expresivos -promesas
de lealtad y solidaridad (Auyero, 1996).
Clientelismo denota una categoría analítica para la investigación de relaciones
informales de poder que sirven para el intercambio mutuo de servicios y bienes en-
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tre dos personas socialmente desiguales o entre dos grupos. Se trata de una relación
diádica, en la cual una persona poderosa (el patrón) pone su inuencia y sus medios
en juego para dar protección o ciertas ventajas a una persona socialmente menos po-
derosa (el cliente) que le ofrece respaldo y servicios al patrón (Caciagli, 1997). Por
otro lado (Schedler, 2004) lo llama subordinación política, Dado que intenta resol-
ver problemas de distribución y mediar entre intereses diversos, siempre es político.
El clientelismo también es entendido como un sistema social, resultado de opera-
ciones de comunicación que producen un sentido, en función de unas potencialidades
y no otras, que trazan una distinción sistema/entorno, es decir, incluyen y excluyen.
Los “enlaces entre amigos y las ventajas correspondientes” dan lugar a un “sistema” que
generan sus propios mecanismos de exclusión/inclusión, las reservas fundamentales
de estos enlaces consisten en conocer a alguien quien conoce a alguien, como una red,
el pedir favores se vuelve tan común que no se puede —en caso de tener posibilidad
de ayudar— rechazar el hacer el favor, sin correr el riesgo de quedar después excluido
de la red de mutuo servicio. (Luhmann, 2007, citado por Tosoni, 2010).
Con esta premisa según (Luhmann, 2007, citado por Tosoni, 2010), se busca
superar los cuatro obstáculos epistemológicos de la teoría sociológica que son; la
sociedad está compuesta de individuos o relaciones entre individuos; la sociedad
se establece a través del consenso y la complementariedad de objetivos; las socie-
dades tienen límites territoriales y; la sociedad puede observarse desde fuera de
ella como territorios o como grupos humanos
Las condiciones para su surgimiento son la insuciencia de la familia para
asegurar el acceso a recursos y la incapacidad de las organizaciones para alcanzar
objetivos comunes, haciéndose útiles sólo en la medida que ofrecen posiciones
jerárquicas. Las redes de favores mutuos no operan con medios de pago, aunque
uno de los recursos que circule sea el dinero, y tampoco intercambian equivalen-
tes, pero sí permiten acceder a bienes materiales y facilitan la obediencia (Luh-
mann, 2007, citado por Tosoni, 2010).
Otro matiz para observar el clientelismo es verlo como una institución política
informal. Política, en tanto establece pautas que regulan el proceso de construcción,
acumulación y ejercicio del poder político. E informal, en tanto tales pautas no cris-
talizan en un ordenamiento normativo formal, sino que se construyen como resul-
tantes de un proceso de interacción entre los actores sociales que participan de la
relación clientelar. De este sentido se entiende el concepto de las instituciones como
las pautas regularizadas de interacción que son conocidas, practicadas y regularmen-
te aceptadas (aunque no necesariamente aprobadas normativamente) por agentes
sociales que mantienen la expectativa de seguir interactuando conforme a las reglas y
normas –formales e informales– que rigen esas pautas (O’Donnell, 2001).
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En el caso de muchas nuevas poliarquías se percibe la existencia de una institu-
cionalización diferente de aquella que podemos encontrar en los complejos insti-
tucionales de los países iniciadores. Se destacan dos instituciones de suma impor-
tancia. Por un lado, las elecciones son una institución intermitente y fuertemente
formalizada que existe en todas las poliarquías, nuevas y antiguas. Por otro lado,
el particularismo, o clientelismo en sentido amplio, es una institución informal y
permanente.
El clientelismo político denso, en tanto intercambio explícito de favores por
votos, sería considerado lisa y llanamente ilegal en otros países; sin embargo, en
nuestro país constituye una práctica común en los períodos pre-eleccionarios, y
una experiencia natural en la vida cotidiana de patrones, mediadores y clientes
(Amaral, 2005). Sería entonces un grave error cientíco subestimar la capacidad
explicativa de las instituciones informales. Es necesario correr el foco hacia este
tipo de prácticas para explicar la dinámica política y el ejercicio del poder.
Existen cuatro diferentes actores que intervienen en las relaciones clientela-
res: los funcionarios; el mediador; el círculo íntimo del mediador; y el círculo
externo del mediador. Todos tienen distintas posiciones en la red, según distin-
tos tipos de funciones. (Auyero, 2001).
El funcionario o patrón: es aquel que posee el control sobre los recursos e ini-
cia el proceso de reparto y circulación de bienes entre algunos mediadores. Los
mediadores, entonces cumplen una función que es articular lo local (general-
mente su lugar de pertenencia) con lo externo, funcionan como bisagras. Lo que
los distingue de sus clientes es la tenencia de mayor capital social, cada mediador
dice tener “su gente”, y su “territorio, en él tiene más o menos dominio. Los me-
diadores tienen dos tipos de círculos que los rodean, constituidos por distintos
tipos de lazos, y que constituyen las relaciones que conforman la red. El círculo
íntimo, tienen lazos densos e intensos con el mediador. Los lazos se extienden
más allá del momento fugaz en que se realiza la transacción, “La transacción fun-
dacional” se convierte en lazo y estos se concatenarán en redes. Generalmente
conocen al mediador desde hace mucho tiempo, usualmente comparten lazos
familiares o de amistad. Y por último el círculo externo, los lazos con los media-
dores son ocasionales e intermitentemente activados. Lograr la lealtad y el apoyo
político del círculo externo (votos) es el objetivo fundamental del mediador.
2. CARACTERÍSTICAS DEL CLIENTELISMO POLÍTICO
Para efecto de este documento se presentan los postulados teóricos de Eisens-
tadt, (1984), a continuación, se mencionan:
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a) Las relaciones son usualmente particularistas y difusas; esto quiere decir
que de ambas partes de la relación existe un interés especial, solo que en muchos
casos son intereses vagos o momentáneos.
b) La interacción que sirve de fundamento a esa relación se caracteriza por un
intercambio simultáneo de recursos de diferentes tipos, sobre todo, económicos
y políticos (apoyo, lealtad, votos y protección), y promesas de reciprocidad, soli-
daridad y lealtad; esto implica que existe un toma y dame de recursos económi-
cos, materiales o simbólicos.
c) El intercambio de recursos es usualmente combinado en “paquetes, es
decir, los recursos no se intercambian de manera separada sino conjuntamente.
d) Tiende a haber un fuerte componente de reciprocidad y conanza en la
relación que se proyecta en el largo plazo; es decir se establecen lazos sentimen-
tales que tiende a generar lealtad y apoyo mutuo.
e) La obligación impersonal se expresa usualmente en términos de lealtad
personal o reciprocidad entre el patrón y el cliente mientras que el elemento
de solidaridad puede ser muy fuerte como en el caso de las relaciones primarias
típicas del patronazgo clásico.
f ) Las relaciones entre patronos y clientes no son fundamentalmente lega-
les o contractuales, se basan en mecanismos informales de entendimiento y con
frecuencia se oponen a la ley formal; en muchos casos los términos no son explí-
citamente dichos, aunque en la práctica parecen estar aclaradas para los partici-
pantes de estas relaciones.
g) A pesar de su persistencia y consistencia, las relaciones entre patronos y
clientes se inician de manera voluntaria y pueden, teóricamente por lo menos,
romperse voluntariamente.
h) Las relaciones clientelistas se asumen en forma vertical –siendo la mani-
festación más simple relación de dos o de un grupo íntimo y tienden a subvertir
la organización horizontal tanto entre los patronos como entre los clientes, pero
sobre todo entre los clientes.
i) Las relaciones entre patronos y clientes son muy desiguales y expresan la
diferencia de poder entre unos y otros con los patronos monopolizando recursos
que necesitan o desean los clientes.
Las características propias de las relaciones clientelistas que se han enume-
rado pueden presentar diferencias concretas en dos áreas. La primera es el lugar
que ocupan las relaciones clientelistas en el contexto institucional más amplio,
es decir, determinar la medida en que las relaciones clientelistas representan un
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componente esencial o no de la matriz institucional de una sociedad, del modo
de organizar intercambios, ejercer control, y articular intereses. La segunda se re-
era a la dimensión organizativa o a las formas concretas de relación clientelista.
3. ELEMENTOS CONSTITUTIVOS DEL CLIENTELISMO POLÍTICO.
3.1. RELACIONES DESIGUALES DE PODER Y DOMINACIÓN
Las relaciones clientelares son indudablemente relaciones de dominación.
Se dene este concepto de la siguiente manera: estado de cosas por el cual una
voluntad maniesta (mandato) del dominador o de los dominadores inuye so-
bre los actos de otros (del dominado o de los dominados), de tal suerte que en
un grado socialmente relevante estos actos tienen lugar como si los dominados
hubieran adoptado por sí mismos y como máxima de su obrar el contenido del
mandato (obediencia), (Weber, 1979). Se describe el carácter de dominación del
vínculo clientelar como las relaciones clientelares que coinciden con el patrón
básico que dene a las relaciones de dominación: un sujeto de acción, el otro,
objeto de la misma; uno siempre arriba, el otro siempre abajo (Auyero, 1997).
El poder es una cuestión presente en todos los aspectos de la trama de relaciones
clientelares, el mismo se dene como la probabilidad que tiene un hombre o un
agrupamiento de hombres, de imponer su propia voluntad en una acción co-
munitaria, inclusive contra la oposición de los demás miembros (Weber, 1979).
En el clientelismo político la relación social se congura a partir de las in-
teracciones entre tres actores con posiciones asimétricas: el patrón político, el
mediador y el cliente. Éste último constituye el eslabón más débil de la cadena,
puesto que, con serias dicultades para procurarse por su cuenta los satisfacto-
res objetivos de sus necesidades básicas, se ve en la necesidad de recurrir a un
mediador quien, merced a su relación con el patrón político o a su propia capa-
cidad de gestión, se encuentra en la posibilidad de conseguir esos satisfactores
y entregárselos personalmente a su cliente. De esa manera se da un proceso de
acumulación de capital político, principalmente, en manos del patrón y, en se-
gundo lugar, en manos del puntero (Torres, 2002). A pesar de lo antes expuesto
los clientes no siempre perciben al clientelismo como una relación de poder; es
decir, no se sienten así mismo como objetos de dominación (Auyero, 2001).
3.2. INTERCAMBIO
El clientelismo implica siempre un intercambio. La cualidad de dicho intercam-
bio puede dar origen a una clasicación bipolar de la relación clientelar: por un
lado, el clientelismo es denso cuando el trueque de votos por favores se hace explí-
cito; mientras que el clientelismo es no cuando el intercambio asume un formato
institucional (Gay, 1997). Sin embargo, las prácticas clientelares en ambos casos se
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diferencian entre sí mucho menos que su ubicación geográca. Ello demuestra a las
claras que el clientelismo político es una institución informal que forma parte del
régimen político y que excede el monopolio de un partido (Torres, 2002).
Los bienes y servicios aportados bajo la forma de ayuda social constituyen un
amplio y variado listado tedioso de enumerar. A modo de ejemplo se señalan algu-
nos de los más frecuentes tales como la ayuda alimentaria, materiales de construc-
ción para refacción o ampliación de viviendas, medicamentos, traslados a centros
de salud de otras ciudades, materiales para calefacción del hogar, colchones, fraza-
das, calzado, abono de facturas de servicios públicos, becas estudiantiles, pañales
descartables y muchos objetos o servicios más” (Torres, 2002). Los clientes son
individuos que no pueden procurarse por sus propios medios los satisfactores
materiales que demanda la cobertura de sus necesidades básicas y las de su familia
por estas carencias, les resta todavía negociar su capital político (votos, apoyos,
asistencia a movilizaciones) e intentar obtener esos satisfactores a cambio de él.
Los programas de asistencia social son el botín que los mediadores buscan
obtener a efectos de mejorar sus carreras. Esos programas representan los “re-
cursos desde arriba” que necesitan para resolver problemas y, por lo tanto, para
hacer política. La política signica tener tu propia gente, tu propia facción.
Cuanto mayor acceso se tenga a los recursos del Estado, mayor será la capacidad
de resolver problemas (Auyero, 2001).
3.3. PERSONALIZACIÓN SIMBÓLICA
El clientelismo es, en términos amplios, un tipo de vínculo particularista,
generado a partir de criterios personalizados y no de deniciones universales.
Para el mediador es una preocupación constante la forma en que se otorgan los
favores. El puntero, en su rol de funcionario, no es el empleado administrativo
distante e impersonal característico de las burocracias occidentales. Por el con-
trario, es alguien que conoce personalmente a sus clientes, conoce sus vidas, sus
padecimientos y suele preguntar por la familia, al estilo de un médico de cabe-
cera (Auyero, 2001).
Los aspectos simbólicos se denen conceptualmente como las creencias, pre-
sunciones, estilos, habilidades, repertorios y hábitos que se maniestan junto
con el vínculo clientelar (Torres, 2002). En primer lugar, las cuestiones contex-
tuales que rodean al clientelismo suelen tener una inuencia importante. En los
pueblos de pequeñas dimensiones suele pasar que tanto los dirigentes como los
beneciarios de la ayuda social se conocen desde hace muchos años, normal-
mente desde niños, han cursado juntos alguna instancia escolar o han frecuen-
tado el mismo club o los mismos bares, en suma, mediador y cliente, frecuente-
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mente, se han socializado en el mismo ámbito (Torres, 2002). En las ciudades
más grandes, si bien el nivel de conocimiento no es tan importante a causa de la
gran cantidad de población, también suele ocurrir que el puntero político vive
en el mismo barrio en el que realiza su labor cotidiana (Auyero, 2001). La perte-
nencia a un mismo ámbito contribuye a matizar las diferencias entre mediador
y cliente, puesto que, objetivamente, quien obtiene el mayor rédito absoluto en
esa relación es, indudablemente, el mediador (Torres, 2002).
Sumado a ello, los mediadores suelen ocuparse en brindar un marco de con-
anza. Las personas que llegan hasta las ocinas estatales o a las unidades básicas,
comités o locales partidarios, sufren grandes padecimientos materiales, lo cual,
muchas veces, se suma a problemas familiares como enfermedades, adicciones,
falta de trabajo o violencia familiar; por lo cual demandan, generalmente, que se
los escuche, ello inuye fuertemente en la percepción que el cliente se forma del
mediador (Torres, 2002).
Finalmente, los “gestos simbólicos” son actos destinados a que el cliente per-
ciba a través de ellos la preocupación personal del funcionario por su problema
(Torres, 2002). Los mediadores van construyendo una manera particular de en-
tregar la ayuda; no es solo el intercambio material, sino que a ello se le adjunta
una batería de gestos y actitudes: escuchar a la gente, brindar acompañamiento
y contención, etc.
Recapitulando, (i) la socialización de clientes y mediadores en el mismo es-
pacio; (ii) el marco de conanza y (iii) los gestos simbólicos, son aspectos que
rodean al clientelismo atemperando las asimetrías naturales de la relación.
3.4. LEALTAD PERSONAL
Se dene entonces la lealtad como la perseverancia en el aprecio o el servicio
hacia algo o hacia alguien a lo que o al que se patentizó una adhesión traducida
en un comportamiento coherente y espiritualmente signicativo desde el punto
de vista de una vida humana. Es, por eso, una condición que hace posible que las
comunidades humanas se constituyan como comunidades de personas y funcio-
nen como tales, pues es un modo de ser y de darse la persona en cuanto persona
que cumple existencialmente su deber ser. (Legaz, 1956)
El tema de la lealtad política se encuentra en íntima conexión con el de la
«obligación política». Puede armarse que la lealtad política es el contenido de la
obligación política. Es decir, la obligación política consiste en lealtad política que
consiste en la obligación de mantener el poder, al paso que, desde un punto de vis-
ta estructural, se describe como una «posibilidad sin opción». Ello proviene del
hecho de que el hombre está siempre inmerso en una situación de poder, pero que
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tiene y esto es esencial subrayarlo carácter relacional, y por eso la relación es doble:
de los imperados hacia los imperantes, pero también de los imperantes hacia los
imperados. Lo primero implica la obediencia; lo segundo, la protección. Pero no
sólo eso. El carácter relacional de toda situación de poder hace de éste, necesaria y
estructuralmente, un poder consentido y asentido. Por consiguiente, su manteni-
miento implica la creación continua de razones de consentimiento y asentimiento,
lo que es inseparable del reconocimiento de la condición de seres racionales y li-
bres de quienes están obligados a obedecer. (Legaz, 1956)
Por otro lado, las organizaciones buscan convertirse en los objetos de lealtad,
con el n de tener ujo de clientes. Lealtad del ventilador es similar: una lealtad
e interés permanente en un equipo deportivo, personaje de cción, o series de
cción. Fanáticos de un equipo deportivo continuarán seguirlo, relativamente
impávido ante una serie de temporadas perdedoras. Así mismo la lealtad política
es entendida como la pertenencia a un grupo entraña la emergencia y la vigencia
de un mecanismo de lealtad: conocimiento, respeto y acatamiento de una serie
de normas de pensamiento y comportamiento.
CONSIDERACIONES FINALES
El clientelismo no está condicionado a los procesos electorales pues tiempos
de receso electoral suele ser usado como una práctica clandestina de la política lo-
cal, la cual se lleva a cabo involucrando una red de actores que, a su vez, procuran
manejarse con suma discreción y cuidado, a primera vista es invisible, se supone
que está presente en todos lados. Tiene muchas caras, sin embargo, nadie sabe
exactamente cuál es su apariencia, así que con los rumores cada quien inventa
un aspecto nuevo. Finalmente es percibido como algo negativo (Shcröter, 2010).
Durante los procesos electorales esta praxis parece salirse de control y los
actores políticos involucrados suelen actuar y aplicar diferentes acciones clien-
telares con mayor libertad. Sobre las bases de las ideas expuestas se señala que el
clientelismo parece tener profundas secuelas políticas que lo convierten en un
obstáculo para el desarrollo positivo de esa actividad, pues desvirtúa su propósi-
to y diculta la credibilidad del ciudadano con respecto al sistema, así mismo al-
gunos estudios sobre clientelismo político señalan como causas la exclusión ge-
nerada por el desempleo y la pobreza (Auyero, 2001, citado por Tosoni, 2010).
Sobre las consecuencias del clientelismo hay posturas opuestas: mientras que
para (Dinatale, 2004) el uso clientelar de los programas sociales ha permitido
el control de los sectores pobres, para (Farinetti, 1998) los clientes se han rebe-
lado y han generado acciones de protesta, y en posición de (Auyero, 2004) las
redes informales entre políticos, punteros y policías habilitaron especícamente
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Clientelismo: reflexiones teóricas en torno a la praxis política local
las acciones colectivas violentas. Existen varias armaciones sobre clientelismo
pues el mismo ser analiza, desde la perspectiva de los diversos actores que in-
tervienen en la relación clientelar: los individuos (electores), los intermediarios
clientelares (ya sea ligados a un partido político o a una organización de base), y
nalmente las autoridades (gobernantes, delegados políticos, coordinadores de
las bases de los diferentes partidos políticos), (Cobilt, 2008).
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