Revista de Ciencias Humanas y Sociales. FEC-LUZ
prevenir la distancia crítica de los/as espectadores.
(KRATJE, 2017, p. 32)
Podemos notar, hasta este momento, el paralelismo que cruza la
historia y práctica de las relaciones sociales de género de mujeres y
hombres, ante las que el cine no es ajeno, tanto por la renuencia a
reconocer la presencia de las mujeres como sujetos cinematográficos
(productoras, directoras, actrices), como por la propia no asunción como
feministas o creadoras de cine para mujeres de aquellas que han
participado en él, aun cuando “…desempeñaron roles variados, se
preguntaron sobre sus relaciones interpersonales, cuestionaron las
condiciones históricas y políticas de su época o de acontecimientos
pasados e interrogaron los supuestos del patriarcado, entre muchas otras
posibilidades” (CASTRO, 2005, p. 1).
Aunque no se dice de manera explícita, como lo han señalado las
autoras ya mencionadas, al referirnos a la producción cinematográfica a
cargo de mujeres, con personajes centrales encarnados por mujeres y con
entornos en los que se refleja la vida de mujeres, no debemos asumir que
se está ante una manufactura feminista; acaso, se trata de una
cinematografía femenina. En esos términos, es posible señalar que la
apercepción de género de las mujeres en este ámbito de interacción social
no haría más que reproducir estereotipos, sea para validarlos
colectivamente o para ser puestos interdicto.
De acuerdo con FONSECA, una lectura crítica alrededor de estas
circunstancias demanda su postulación desde la teoría fílmica feminista, la
cual, siguiendo a Stam (2000), consiste en “…explorar las configuraciones
de poder y los mecanismos psico-sociales que articulan la sociedad
patriarcal, con el fin último de transformar no solo la teoría y la crítica del
cine, sino también las relaciones de género socialmente jerarquizadas”
(FONSECA, 2017, p. 79).
Dicho de otra manera, se trata del desvelamiento de los
mecanismos de poder, fundamentalmente ideológicos, a través de los
cuales el cine no se encarga únicamente de reflejar la realidad, sino de
producir un tipo de particular de significación para ser aceptada como
verdadera, en este caso, mediante la no presencia de las mujeres como
sujeto cinematográfico y de la vida cotidiana, conducente a su vez, a una
“…narrativa ilusionista del cine clásico [que] presenta una imagen
artificial de la mujer como algo natural, realista y atractivo […condensado
en el carácter prescriptivo que el genérico masculino se ha auto-atribuido
históricamente a través del deseo escopofílico]: el deseo de ver y la