Revista de Ciencias Humanas y Sociales. FEC-LUZ
justamente este poder de comunicación derivado en razón, pues, nuestro
sentido del ser no solo es conformado por el logos, que, en palabras de
Heráclito, y que es tomado luego por Aristóteles, hace al ser en cuanto tal
ser racional; esto es, en cuanto ser dotado de poder comunicativo a través
del logos que nos hace humanos.
La racionalidad comunicativa, precisamente por las características
ónticas y éticas descritas anteriormente, se afinca sobre la idea de
comunicación (Habermas, 1999). Este principio de identidad presente en
la razón, apunta hacia la idea de argumentación; esto es, la cuestión de
convencer al participante en el diálogo comunicativo que se entabla, que
las razones, esgrimidas con buenos argumentos, más aún, con la
pretensión que sean los mejores, pueden ser aceptadas como válidas para,
consiguientemente, tomar las decisiones que se derivan de los enunciados
que la conforman. Por esa misma razón, la racionalidad comunicativa
demanda reglas éticas durante el proceso mismo de argumentar, de lo
cual se desprenden todas las teorías éticas comunicativas (el citado
Habermas, 1999 y 1998; Cortina, 2010, etc.).
Es a esto a lo que apunta Byung Chul Han (2022). La ética
comunicativa pierde fuerza como entidad normativa en el contexto de la
racionalidad digital. Aquella demanda argumentos, mientras que esta se
impone como totalidad. Y es este el quid del asunto, como diría mi maestro
de Teoría de la Argumentación Jurídica, el excelso maestro José Ignacio
Beltrán, de lo cual harán ya casi cuarenta años; o ese otro grande de la
disertación filosófica, que fue mi otro gran maestro, y amigo, Álvaro
Márquez-Fernández. La racionalidad digital se encuentra en un medio en
el cual la ética puede brillar por su ausencia, si perdemos el estado de
alerta que debemos mantener en este contexto de dilución del ente; o de
desaparición, en el sentido tradicional del término.
A esta conclusión llega Byun Chul Han, pues la razón
comunicativa se encuentra, en las actuales circunstancias, desdibujada en
medio de la desenfrenada avalancha de información que circula por las
redes neuronales de la sociedad digital. Ello es precisamente producto de
la transformación sufrida por causa de los embates de las tecnologías de
información y comunicación, las cuales han elevado sus apuestas hasta
los máximos beneficios, especialmente en cuanto a empleabilidad de sus
espacios de interacción. La racionalidad digital opera en este medio
opacando la racionalidad comunicativa, pues, además, impera con
carácter totalitario. Ella no se sostiene en argumentos; se asienta sobre las
bases del conocimiento total del mundo digital, gracias a sus dispositivos.