Revista de Ciencias Humanas y Sociales
© 2021. Universidad del Zulia
ISSN 1012-1587/ ISSNe: 2477-9385
Depósito legal pp. 198402ZU45
Portada: S/T. De la serie “RETORNO”
Artista: Rodrigo Pirela
Medidas: 25 x 30 cm
Técnica: mixta sobre tela
Año: 2009
Año 37, Regular No.96 (2021): 7-11
ISSN 1012-1587/
ISSNe: 2477-9385
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.7470444
Revista de Ciencias Humanas y Sociales. FEC-LUZ
EDITORIAL
LA BIOÉTICA Y LOS DESAFÍOS DE FUTURO
Una de las más importantes evidencias del vivir, está representada
por los avances de la ciencia, en el marco del proceso de socialización de
los grandes desafíos que trae consigo. Estos avances, además de
ganancias de certezas, también han traído consigo desarrollos del
conocimiento, los cuales introducen en el devenir posterior mayor rasgo
de incertidumbre, y por supuesto, un mayor contenido de incertezas.
Ciertamente, si ponemos en contexto la historia del tecnoconocimiento,
como correlato, a principios del siglo XX, de la ciencia, cuestión que he
discutido en otras oportunidades, se ve claramente que esta centuria lo
fue de gran despliegue técnico en todos los sentidos. Entre otros avances
también de importancia, como por ejemplo en el ámbito de las ciencias
de la información, este período histórico recientemente transcurrido, fue
el siglo tanto del desarrollo de la denominada física cuántica, como de la
biología molecular, además de otras áreas del saber tecnocientífico.
Por el lado de la física cuántica, por ejemplo, el despliegue del
conocimiento vino no solo de la mano del desarrollo del concepto
científico de “quanta”, el cual, al fragor de las pugnas epistémicas,
produjo rupturas en la sociedad del conocimiento, al punto de dividir el
accionar de la ciencia entre aquellos que creían en el orden del Universo
(Einstein entre ellos), y aquellos que más bien argumentaban en favor de
la sucesión entre caos y orden (Böhr), justamente convencidos de que, el
quanta, es un elemento físico inframicroscópico que viaja por caminos
imperfectos de la totalidad del espacio y marcado por la incertidumbre de
sus movimientos (Schrödinger). Atrás quedaron las certezas de los
movimientos de la física clásica sustentados en los postulados
newtonianos, los cuales, sin embargo, no dejaron de poseer su vigencia
científica: las fuerzas del Universo se complementan. Aquí se trata de la
física del macro mundo y del micromundo; la mecánica celeste y la
mecánica cuántica.
Mientras tanto, por el lado de la biología molecular, las incertezas
no dejaron de florecer, debido justamente a las ganancias de
conocimiento, más bien en el segmento final del siglo XX, en torno a los
confines de la vida; esto es, respecto a la conformación de la vida en
sentido generatriz: qué es lo que la forma. El despliegue del conocimiento
sobre el ADN recombinante trajo consigo en la segunda mitad del siglo
XX, el conocimiento acerca del gen, el cual permitió deshojar la margarita
del azar de la vida en un sentido esencial: cómo se conforma la vida, fue
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la pregunta subyacente en este proceso de conocimiento, trayendo
consigo avances con la clonación de los seres vivos y las posibilidades de
identificar los rasgos genotípicos de las personas como cuestiones
medulares. Las técnicas que se han derivado de este conocimiento nos
llevan a los confines de la identificación casi exacta de las personas a
manera de predicción desde sus rasgos fenotípicos y filogenéticos, apenas
transcurridos tres lustros de este azaroso e incierto siglo XXI.
Desde esta perspectiva, nuestra información personal no solo es
poseída, sino que podemos ser identificados predictivamente a través de
novedosas técnicas biológicas, como la del fenotipado, o FDP, por sus
siglas en inglés, cuestión que viene siendo desarrollada desde 2015 en
laboratorios estadounidenses y británicos, aunque no dudamos que otros
países con tecnología de punta lo estén llevando a cabo, como China,
Rusia o Malasia, como piensan algunos (por ejemplo, Flavia Costa, 2021).
Este conocimiento derivado del original centrado en el genotipo,
representa uno de los mayores desafíos para la sociedad en su conjunto,
pues podría significar el más grande de los holocaustos que en la historia
humana podría acontecer. La discriminación basada en la raza podría
resurgir a partir de estos conocimientos, y representar, lógicamente, uno
de los grandes desafíos que el conocimiento y la tecnología traen consigo.
Pues bien, dadas las circunstancias transcurridas en algo más de un
siglo desde que se pudo describir la naturaleza de la luz en su sentido
físico, así como de la relatividad del tiempo, hoy nos encontramos en una
etapa de la vida en la que la tecnología nos ha invadido en los intersticios
más profundos de nuestra existencia, conllevándonos por senderos
abiertos a partir de la fusión de todos los conocimientos (la llamada
transdisciplinariedad) acerca de la naturaleza del mundo y de las cosas, así
como de nuestra propia subjetividad. Ello lógicamente trae consigo
desafíos que anteponen la propia existencia humana como un aspecto
medular que hay que considerar en el sentido de la preservación no solo
de la especie humana, sino de la vida misma y del planeta tal como lo
conocemos hoy: está en riesgo su carácter de proveedor de los recursos
necesarios para vivir.
Pues bien, en ese orden de ideas, hemos argumentado también en
otras oportunidades que, la Bioética como disciplina surge como un
clamor de los científicos que repararon en las consecuencias de los
conocimientos que se obtienen en los confines epistémicos de las
disciplinas (Potter, 2001); esto es, aquellos conocimientos de punta que
son novedosos en su descripción de la naturaleza y de la naturaleza
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humana pero que, al mismo tiempo, a partir de sus ulteriores desarrollos,
podrían causar conmoción social en vista de los riesgos involucrados. Ya
no son la física cuántica o la biología molecular las que traen aparejados
riesgos a la vida; son las ciencias de la información, entre otras, las que
están colocando en el entramado de la existencia humana posibles
abismos que interrumpan nuestro tránsito por esta Tierra de gracia. Las
tecnologías que vienen con el conocimiento de las ciencias
computacionales son tan azarosas como la fisión nuclear y la clonación
humana.
Así, en el sentido de lo indicado, la bioética, que nació como
disciplina puente entre las ciencias naturales y las humanidades, o ciencias
humanas, así como las sociales; ha visto cómo esos confines del
conocimiento acerca de la naturaleza se han exponenciado al punto de no
solo poner en peligro la vida en cuanto tal, sino que antepone riesgos a la
misma libertad humana, tomada esta como eje central de nuestra propia
existencia; la libertad, más que eje, es nuestra propia naturaleza, según
nos lo recuerda Kant. Más allá de los argumentos ideológicos que surjan
en la discusión, los cuales son siempre polémicos y ambiguos a la vez, en
especial, si se asume que el actual desarrollo económico es obra de un
neocapitalismo, evolucionado por fuerza de las circunstancias del
mercado, y desarrollado a partir del despliegue de las tecnologías digitales
que ponen al descubierto nuestras propias emociones, con las cuales
además se comercia; más allá de esos argumentos, digo, la bioética ha
amplificado sus miradas críticas en sentido filosófico, para poner al
descubierto nuevos desafíos de futuro frente a los nuevos confines del
conocimiento.
Así, de los desafíos de futuro, si observamos, incluso con cierta
rapidez de mirada algunos de ellos, pueden apreciarse en principio dos
aspectos medulares de esa observación: el primero, es que el
conocimiento es cada vez más profundo en cuanto a la descripción y
comprensión de los fenómenos de la naturaleza, como lo es, por ejemplo,
el desarrollo de la computación cuántica, derivada de aquellos primeros
avances del siglo XX de la física cuántica; y como segundo, se aprecia
también que cada vez hay mayores riesgos en cuanto al despliegue de la
vida y de la libertad producto de las implicaciones, que vienen con las
aplicaciones tecnológicas derivadas, en el mundo de vida cotidiano.
Problemas como el cambio climático, de los cuales se ocupan las ciencias
ambientales y disciplinas afines; la privacidad, producto de la invasión
tecnológica en nuestras vidas proveniente del despliegue de información
que voluntariamente” entregamos al ciberespacio; el desarrollo de la
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interfase entre humano y máquina, que podría hacer posible la
manipulación del cerebro humano y con ello socavar los cimientos de la
voluntad de decidir; entre otros grandes desafíos (Zuboff, 2021), son solo
muestras breves del futuro que nos espera.
Frente a ello, es decir, frente a los grandes desafíos que implican el
conocimiento que se despliega en estos tiempos a velocidades
insospechadas hace un siglo, la Bioética pone ahora sus miradas en los
grandes problemas tecnocientíficos, más allá de los tradicionales enfoques
biomédicos que la caracterizaron durante el siglo XX desde su creación
como disciplina. El enfoque antropocéntrico que la caracterizó, va
quedando a un lado para redireccionar su objetivo de estudio en todos
aquellos aspectos de la ciencia que ponen en peligro la vida humana, lo
cual es característico de la misma bioética global que caracterizó los
postulados del oncólogo que la populari como interdisciplina; la
bioética hoy se ve más como de naturaleza geoncéntrica, debido a los
desafíos descritos. Se trata de reflexionar sobre los efectos globales de la
tecnociencia, y no solamente en los aspectos humanos, justamente para
“salvar” nuestras circunstancias, como lo predijo el maestro español, José
Ortega y Gasset.
Los desafíos de futuro ya no son de futuro propiamente; lo son
también del presente, pues, por ejemplo, ya el cambio climático no es un
discurso; es una mera realidad, que está causando no solo incertidumbre
de vida, sino dificultades de sobrevivencia, tanto de las especies vegetales
y animales, como de la misma vida humana. Ni qué decir de las
tecnologías de comunicación, que representan un aspecto desafiante en
todos los sentidos. En virtud de ello, se aprecia también que los desafíos
de futuro, al presentarse en estas condiciones de un conocimiento en aras
de la mejora de la calidad de vida humana, que fue y es todavía una de las
promesas de la modernidad científica, son también “culpables” de la
pérdida de esperanzas puestas en el progreso científico. La ciencia
representa una de las mayores esperanzas para sortear la incertidumbre
que ella misma crea; pero ella debe ser arropada por un manto reflexivo
que permita ver con mayor precisión los efectos que podría causar a
futuro el conocimiento develado.
Por ello, el Principio de precaución, de tanta polémica en los medios
de producción tecnocientífica, es uno de los mayores aportes que ha
podido hacer la bioética de finales del siglo XX, razón por la cual es
necesario repensarlo y catapultarlo como uno de los principales eslabones
que debe integrar la cadena del conocimiento. De allí que se esté cada vez
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más cierto en el hecho de que la precaución en la producción y el uso del
conocimiento, sea no solo un principio, sino un valor esencial para su
desarrollo. La ética del conocimiento que representa esta perspectiva,
hace pensar también en la deducción esencial que se produce a lo interno
del conocimiento, en cuanto el deber ser de la ciencia se infiere, a partir
del ser de la naturaleza; es una manera de disolver la Falacia Naturalista,
de tonto revuelo en la última centuria; pero también, representa un
aspecto de controversia sin parangón debido a la cuestión de la libertad
en la producción de conocimiento.
Estos temas, de tanta repercusión y de tan relevante importancia
para el actual estado del arte, hacen de la nueva perspectiva bioética vista
como una ética para la vida, en el sentido de una filosofía no particularista
de la vida de cada ser viviente; se trata de un sentido global, presente
como se dijo desde su momento de creación como disciplina filosófica,
pues involucra no solo la vida y la salud de las personas; tiene que ver con
la sobrevivencia de la vida humana en el planeta, para preservarlo a él
como la “circunstancia” propia de la vida humana, para finalmente
preservar a esta como un deber insoslayable de cada ser humano que
habita el planeta. La ciencia habrá de reconsiderar su accionar para darle
una nueva mirada a los desafíos de la vida que ella misma genera, y así
poder afirmar con certeza que la vida se podrá perpetuar en el horizonte
de los caminos futuros. Esa es la nueva misión de la ciencia, y de la
bioética que por sí misma emerge de los confines desafiantes de la vida; la
Bioética es una interdisciplina para pensar los desafíos de futuro.
Dr. José Vicente Villalobos Antúnez
Editor Jefe
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Esta revista fue editada en formato digital por el personal de la Oficina de
Publicaciones Científicas de la Facultad Experimental de Ciencias, Universidad del
Zulia. Maracaibo - Venezuela
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