32 Armenio Pérez Martínez et al.
Opción, Año 37, Regular No.94 (2021): 31-51
Revista de Ciencias Humanas y Sociales. FEC-LUZ
1. Introducción
La existencia de la especie humana está en juego. Las condiciones
necesarias para la vida en el planeta Tierra se han deteriorado en tales
proporciones que la posibilidad de que futuras generaciones puedan
gozar de los beneficios de la naturaleza es escasa. El crecimiento
económico impuesto por el capitalismo entre los siglos XIX y XXI poco
a poco fue consumiendo todas las riquezas ambientales (Ávila-García,
2016; Paz, 2016; Ros, 2019).
Unido a esto, se fueron generando un conjunto de condiciones
políticas y sociales para perpetuar el hambre, el analfabetismo, la
insalubridad, la escasez de agua, la mala calidad del aire, la pobreza y la
desigualdad económica, entre otras calamidades. Lastimosamente, las
prácticas humanas asociadas a estos modelos de producción y consumo
perjudiciales han encontrado justificación científica en aras del desarrollo
económico desde múltiples ciencias sociales, particularmente la
Economía. Este hecho es preocupante, ya que no existe una postura
crítica de las prácticas tendientes a excluir las condiciones para la vida en
el planeta (Villalobos, Ramírez y Díaz-Cid, 2019).
La Economía es una ciencia social en pleno auge. Su impulso se
debe al creciente interés por el bienestar humano y la forma de disminuir
las brechas económicas y sociales, generando mejores condiciones de
vida. Desde su surgimiento en el siglo XVIII ha estado presente
acompañando el desarrollo social de la especie humana. Aunque existe
aceptación acerca del surgimiento de la Economía como ciencia en 1776,
por el papel científico y las obras de Adam Smith, las raíces del
pensamiento económico empírico se pierden en los orígenes de la
evolución humana.
La Economía ha desarrollado un cuerpo teórico y metodológico
influenciado por el paradigma dominante en las ciencias, como ha
ocurrido con otras ciencias sociales. Un surgimiento marcadamente
positivista, dio lugar a una diversidad de interpretaciones del objeto de
estudio que investigaban, generando un conocimiento que se construía
desde la pluralidad de experiencias e investigaciones. El estudio de la
producción, distribución, cambio, consumo, escasez, precios, mercado,
entre otras categorías, han marcado esta variedad de enfoques
enriquecedora de la ciencia económica (Etxezarreta, 2015). La postura
defensiva de la racionalidad humana imperaba en todas las escuelas
económicas, desconociendo los avances de las ciencias psicológicas al
estudiar el carácter complejo de las decisiones y la diversidad humana.