EDITORIAL
Impacto de las infecciones virales
en la autoinmunidad.
Invest Clin 65(2): 131 - 133, 2024 https://doi.org/10.54817/IC.v65n2a00
Los trastornos autoinmunes tienen su
origen en una respuesta inmunitaria abe-
rrante, y dentro de los factores que contribu-
yen a esta respuesta anómala, se encuentran
la genética, la edad y el medio ambiente. Los
virus han sido implicados como los principa-
les patógenos infecciosos ambientales, des-
encadenantes de la autoinmunidad
1
.
Entre los principales virus implicados
como disparadores de fenómenos autoinmu-
nes, se encuentran: Epstein-Barr (VEB), ci-
tomegalovirus (CMV), herpes virus-6, parvo-
virus B19, virus linfotrópico humano tipo 1,
virus de hepatitis, rubéola, rotavirus, Coxsac-
kie B, y más recientemente se han asociado
también los virus de dengue, chikungunya,
zika y SARS-CoV2
2-4
. No hay duda de que de-
mostrar y explicar la etiopatogenia de esta
asociación es extremadamente complejo; al
parecer, todo podría depender de la natura-
leza del virus, de la predisposición genética y
del estado inmunitario del hospedero.
Los virus pueden desencadenar enfer-
medades autoinmunes al confluir con otros
elementos como polimorfismos genéticos,
factores ambientales, infecciones, estado
hormonal, microbiota, sustancias químicas,
drogas e incluso vacunas. De forma opuesta,
podrían tener un efecto protector en el hués-
ped, como sucede con el CMV, capaz de indu-
cir la activación de células NK y linfocitos T
específicos, que destruyen células autorreac-
tivas específicas de GlialCAM, mediadoras
de la patogénesis de la esclerosis múltiple, y
que son inducidas por la infección del VEB
5
.
Entre los mecanismos inmunopatológi-
cos, el mimetismo molecular es el principal
mecanismo de autoinmunidad mediada por
los virus. Este es causado por la pérdida de
la tolerancia periférica y la reacción cruza-
da entre péptidos extraños y propios con la
activación de células T y B autorreactivas;
aunque estas células también podrían pro-
vocar tolerancia
6
. En un ambiente proin-
flamatorio, que favorece segundas señales
co-estimuladoras, los linfocitos T y B auto-
rreactivos se pueden activar en ausencia del
antígeno, por medio de ligandos de co-seña-
lización e interacción con células vecinas.
La acción de estos linfocitos provoca más
daño tisular, liberando antígenos patógenos
y neoantígenos, que en las cercanías del foco
inflamatorio, son expuestos por las células
presentadoras de antígenos y activan linfo-
citos autorreactivos (activación del espec-
tador), promoviendo la libera ción de más
neoantígenos, que son reconocidos, exacer-
bándose el daño (propagación del epítope)
1,7
.
Si los autoantígenos que se liberan estaban
“secuestrados” (proteínas intraoculares, es-
perma, entre otros), se puede generar un
reconocimiento antigénico pues no se había
desarrollado tolerancia previamente. Tanto
las infecciones virales agudas, como las cró-
nicas y los superantígenos, están asociados a
autoinmunidad. Hay que recordar que todos
estos mecanismos descritos, se presentan en
procesos infecciosos y que no pueden causar
autoinmunidad por sí solos, debe existir una
predisposición.
Bajo este enfoque, las infecciones vi-
rales, principalmente las crónicas, resaltan
también como factores predisponentes en
la inmunopatogenia de la autoinmunidad,
formando parte de un enorme conglome-
rado de agentes ambientales que pueden
132 Larreal y Vargas
Investigación Clínica Vol. 65(2): 2024
afectar en diferentes momentos y maneras,
la homeostasia del individuo
8
, y aunque se
describan principalmente como desencade-
nantes de la enfermedad, los virus podrían
representar solo la parte más visible de la
tautología autoinmune y del mosaico de la
autoinmunidad.
Aunque los trastornos autoinmunes son
comparativamente raros, su incidencia y pre-
valencia en todo el mundo está aumentando,
y tienen importantes implicaciones adversas
en la morbimortalidad de la población. Su
expresión clínica es diversa, y son muchas
las enfermedades asociadas a autoinmuni-
dad, entre las que resaltan: la diabetes Tipo
1, la artritis reumatoidea y las artritis sero-
negativas, el lupus eritematoso sistémico, la
polimiositis, el síndrome de Sjogren, la uveí-
tis, la tiroiditis, la enfermedad de Crohn, la
colangitis biliar primaria, la hepatitis auto-
inmune, las miocardiopatías, la anemia he-
molítica autoinmune, las púrpuras de origen
inmunitario y la esclerosis múltiple, entre
otras. Son muchos los reportes en la litera-
tura, posteriores a COVID-19, sobre casos de
enfermedades autoinmunes de nueva apari-
ción, en pacientes sin antecedentes de auto-
inmunidad
9
.
Este escenario complejo, se refleja tam-
bién en el diagnóstico de laboratorio, pues
son necesarias varias pruebas para validar
esta asociación; por una parte, los polimor-
fismos genéticos que determinan la mayor
susceptibilidad a una enfermedad, por otra
parte, la confirmación del posible agen-
te disparador y finalmente, la certificación
de la enfermedad autoinmune. Una prueba
diagnóstica puede carecer de especificidad
y sensibilidad, aunque ayude a estimar la
gravedad de la enfermedad y a evaluar su
pronóstico y actividad. Tal es el caso de la
detección de autoanticuerpos en individuos
sin un diagnóstico concluyente de enferme-
dad autoinmune. Por otro lado, se han hecho
esfuerzos en tratar de identificar factores de
riesgo clave y posibles biomarcadores, que
permitan hacer un diagnóstico enfocado en
la susceptibilidad de los individuos, tomando
en cuenta la exposición al medio ambiente y
basándose en estudios epidemiológicos y clí-
nicos, que utilizan pruebas toxicológicas, mi-
crobiológicas, bioquímicas e inmunológicas.
Al respecto, existen evidencias significativas
que vinculan una enfermedad autoinmune
particular, con agentes ambientales específi-
cos
8
, aunque se cree que este enfoque sería
más útil en enfermedades autoinmunes con
etapas subclínicas largas y estados frecuen-
tes de remisión-recaída.
El período de tiempo entre una infec-
ción viral y el inicio de la autoinmunidad es
variable; la aparición de un cuadro infeccio-
so, eventualmente crítico, puede ser extre-
madamente difícil de detectar. Una vez que
se establece la enfermedad autoinmune, di-
fícilmente se regresa al estado de equilibrio
anterior, y es necesario en la mayoría de ca-
sos, algún tipo de tratamiento permanente.
Han sido muchos los tratamientos propues-
tos para controlar esta respuesta inapropia-
da del sistema inmunitario, la mayoría de
ellos con efectos adversos importantes; sin
embargo, la inmunoterapia ha abierto nue-
vos caminos. Es necesario promover más in-
vestigación básica sobre los mecanismos mo-
leculares de las enfermedades autoinmunes,
para que avances como la vacuna inversa y las
nanopartículas, sean plenamente efectivos.
De igual manera, es imperioso un abordaje
multidisciplinario, desde el conocimiento de
la predisposición genética, el mayor control
de disparadores ambientales (entre ellos los
virus), hasta la mayor equidad en cuanto al
acceso de las nuevas terapias biológicas para
el tratamiento, que contribuya a mejorar la
calidad de vida de estos pacientes.
Yraima Larreal
ORCID 0000-0003-0862-9842
Renata Vargas
ORCID 0009-0007-0598-6971
Editorial 133
Vol. 65(2): 131 - 133, 2024
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Impact of viral infections on autoimmunity
Autoimmune disorders arise from an abnormal immune response influenced by genetic
factors, age, and the environment. Many viruses, such as the Epstein-Barr virus, cytome-
galovirus, herpes virus-6, and more recently, the SARS-CoV-2 virus, have been identified as
environmental triggers of autoimmunity. The complex association between viruses and au-
toimmunity depends on the nature of the virus, genetic predisposition, and the host’s immu-
ne status. Additionally, viruses can trigger autoimmune diseases by interacting with factors
such as genetic polymorphisms, infections, hormonal status, microbiota, chemicals, drugs,
and even vaccines. Molecular mimicry is the primary mechanism of virus-mediated autoim-
munity caused by the loss of peripheral tolerance and cross-reactivity between foreign and
self-peptides. Therefore, viral infections, especially chronic ones, stand out as a predisposing
factor in the immunopathogenesis of autoimmunity. The incidence and prevalence of au-
toimmune disorders are increasing globally, with significant implications for population mor-
bidity and mortality, including cases of autoimmune diseases following COVID-19 in patients
without a history of autoimmunity. Laboratory diagnosis of autoimmune diseases requires
several tests to validate the association, including confirmation of the potential triggering
agent and certification of the autoimmune disease. The period between viral infection and
the onset of autoimmunity is variable, and once established, autoimmune diseases generally
require some form of permanent treatment. The complex relationship between viruses and
autoimmunity underlines the need for further research to understand the molecular mecha-
nisms of autoimmune diseases and to develop more effective therapeutic approaches.