Revista de Filosofía
Vol. 41, Nº Especial 2024, pp. 60-67
Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela
ISSN: 0798-1171 / e-ISSN: 2477-9598
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Kant, Europa, Alemania, y nosotros
Luis Vivanco Saavedra
Escuela de Filosofía
Universidad del Zulia
Maracaibo Venezuela
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.14503822
_______________________________
Recibido 15-02-2024 Aceptado 15-05-2024
1. ALEMANIA ANTES DE KANT
Para empezar a hablar de la Alemania de Kant nos remontaremos a 2000 años atrás.
¿Qué había en Europa entonces? Estaba el Imperio romano, principalmente mediterráneo.
Sus zonas aledañas eran diversos territorios que hoy son países consolidados y modernos.
España, Francia, Gran Bretaña, países bajos… En Oriente estaban Grecia, Asia menor, hoy
Turquía, y el Levante (Siria, Judea, la Mesopotamia dominada por los persas). Al sur: África
y Egipto. Y al norte, principalmente Germania, que abarcaba en mayor parte lo que hoy es
Alemania.
Excepto al sur, el país alemán tiene pocas montañas, colinas suaves, y llanuras
onduladas. El relieve y los ríos (el Rhin y el Danubio, principalmente) hacen fronteras
naturales entre grupos humanos y sus asentamientos. Era el territorio que ocupaban los
pueblos germanos: distintos grupos y comunidades muy divididas y seminómadas, que
solían emigrar de unas zonas a otras, asentándose permanentemente en ciertos lugares
como la cuenca del río Rhin. El carácter del pueblo alemán proviene de esos primeros
tiempos, y en buena parte de la influencia del medio. La tierra es allí generosa si se la trabaja
con disciplina.
El desarrollo de los pueblos germánicos en el primer milenio de nuestra era fue
desigual. Unas comunidades evolucionaron más que otras. A diferencia de otros pueblos,
que se unieron frente a retos y amenazas externas, los germanos carecían de unión entre
ellos que les ayudara a alcanzar metas y proyectos mayores y fundamentales. Por eso, los
germanos y después los alemanes, así como los italianos, tardaron siglos en convertirse en
Estados.
Si comparamos con otros países del mundo, vemos que el imperio chino ya era un
Estado antes de Cristo, y en Europa eran Estados ya en el siglo XVI, España, El Reino Unido
y Francia. En América, lo fueron a fines del siglo XVIII Estados Unidos y Haití, y casi todas
las repúblicas de Hispanoamérica lo alcanzaron a inicios siglo XIX. Alemania vino a ser un
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Estado en 1871, cuando Venezuela y casi todas las naciones americanas ya tenían
generaciones naciendo bajo Estados independientes y constituidos.
1
A pesar de lo dicho, las comunidades alemanas estaban en general muy organizadas
y algunas fueron pioneras en derechos políticos y ciudadanos muy avanzados. Pero eran
treintainueve Alemanias las que había, desde una pequeña ciudad hasta otras del tamaño
del estado Zulia o más grande aún, con varias ciudades y alta producción económica. Cada
una de esas Alemanias tenía sus propias leyes, moneda, y hasta su propio dialecto alemán,
en el cual publicaban sus libros. Este detalle, sobre la lengua y los libros, es importante,
porque, a pesar de ser una nación dividida en tantas unidades separadas, durante toda la
edad media su población y sobre todo sus sectores más cultos fueron adoptando formas
avanzadas de organización y administración, como el derecho romano.
Y esta es una de las paradojas de la historia, y no solo la historia de Alemania sino de
muchísimos otros pueblos del mundo: empiezan resistiendo lo que se les impone como
colonización y después acaban abrazando y enriqueciendo lo que recibieron de esa
colonización.
Ha ocurrido en Asia, con las naciones que política y culturalmente colonizó China y
que adoptaron las tradiciones de pensamiento y hasta las formas de escritura de China.
Ocurrió en los países conquistados por los árabes en el siglo VII y que, sin ser árabes, se
convirtieron en países de cultura y lengua árabe también. Y sucedió en Alemania, que, de
resistir fieramente la conquista del imperio romano, después se enorgulleció y lo sigue
haciendo, de los restos de la cultura romana en su territorio.
Por otro lado, el proceso civilizatorio en las regiones germánicas fue lento, y durante
el primer milenio de nuestra era y el resto de la edad media, Alemania, como la mayor parte
de las naciones de Europa occidental y sobre todo oriental, tuvo una vida precaria bajo el
sistema feudal.
No había grandes riquezas (de hecho, en pocas partes circulaba moneda misma), pero
ello no impidió que se desarrollaran destrezas en la producción agrícola y pecuaria, así como
en minería y pudieron comenzar algunas industrias. Si bien, no inventaron la cerveza, los
alemanes la desarrollaron mucho más, prácticamente al nivel que hoy la disfrutamos (y que
Kant también disfrutaba). Y también produjeron excelentes vinos y comidas que hoy son
justamente célebres.
En cuanto a la cultura formal, aunque en la Alemania medieval hubo escuelas y aún
universidades, como la de Heidelberg, la mayor parte de la población carecía de instrucción
elemental. No obstante, hubo grandes poetas, como Walther von der Vogelweide, Neithardt
von Reuenthal, Wolfram von Eschenbach, y otros. Es decir: había una sensibilidad
germánica, una Alemania que cantaba y poetizaba.
Políticamente, durante la edad media muchos de los territorios alemanes
pertenecieron al Sacro Imperio Romano Germánico, que ni era muy sacro, ni muy imperio,
ni menos romano, aunque sí germánico, puesto que abarcaba no solo lo que hoy es Alemania
sino otros territorios más que hoy forman parte de Austria, República Checa o Suiza, y otros
países. En conclusión, puede decirse que, aunque Alemania a fines de la edad media no
estaba unida, al menos ya era una nación preparada para los cambios que se avecinaban.
1
Italia realizó su unificación diez años antes que Alemania, en 1861.
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2. ALEMANIA Y LA EDAD MODERNA
Fue en Alemania donde, en el siglo XVI, ocurrió la Reforma luterana, que cundió en
ese país originando un espíritu de rebeldía y reciedumbre. Algunos Estados de Europa, como
España y Francia, se opusieron a dicha Reforma, pero los británicos la aceptaron, y otros
reinos como Suecia y Dinamarca se hicieron luteranos también. Era la primera vez que, en
Europa, los alemanes tean cierta vanguardia cultural de tipo religioso, aunque en lo
científico, académico, en erudición, y en técnica, la delantera la llevaban España y Portugal.
De hecho, Martín Lutero daba importancia a la instrucción y quería que en toda localidad
alemana hubiese una escuela elemental, pero quien más se ocupó de organizar la educación
formal en los Estados alemanes fue su lugarteniente Felipe Melancthon, quien desarrolló
una escolástica reformada, casi paralela a la escolástica católica. Aunque su modelo
educativo ya no tuvo como centrales muchos temas y énfasis que eran tradicionales en el
estudio de las ciencias y las artes del resto de occidente, mantuvo la importancia del
estudio de las lenguas antiguas y los autores clásicos. Este énfasis en la educación pública a
partir del siglo XVI hizo que Alemania, que era un país de segundo orden en desarrollo
científico y técnico, se convirtiera en el país de mayor difusión y cultivo de las ciencias, las
técnicas y la industria ya en el siglo XIX. Pero me estoy refiriendo de manera fácil a un
cambio que ocurrió en trescientos años, y que todavía en época de Kant estaba lejos de
materializarse.
Ese cambio mencionado se pudo ir notando en el diferente grado de progreso en cada
una de los Estados que componían la Alemania de esos siglos. De ese progreso participó un
territorio alemán que lucía no solo alejado de cambio y progreso sino de resto de la misma
Alemania: Prusia.
3. PRUSIA, LA TIERRA NATAL DE KANT
El Estado de Prusia nació de las conquistas que hicieron los alemanes del norte sobre
los pueblos bálticos. Tras vencer a estos, trajeron colonos alemanes que poblaron la región,
guiados por guerreros de una orden religiosa y militar muy poderosa: los Caballeros
Teutónicos. Estos levantaron a Prusia como una entidad poderosa, bajo su primer rey,
Alberto I.
Los prusianos asumieron su identidad alemana con entusiasmo, y bajo el gobierno
firme de sus monarcas crearon una sociedad organizada en la cual existía la capacidad de
ascender socialmente por medio del esfuerzo y el mérito.
Prusia acogió con entusiasmo el énfasis de la Reforma luterana sobre la difusión de
la instrucción pública. Aparte de muchas escuelas, en 1544, en Königsberg, capital de Prusia,
se fundó la universidad Albertina. Allí estudiaría Kant dos siglos después.
Otro factor importante en el desarrollo de Prusia, que devino en factor importante del
desarrollo de toda Alemania, fue el ascenso al trono en 1740 del rey Federico II, apodado
después Federico El Grande. Su padre y antecesor, Federico Guillermo I, fue llamado el Rey
Sargento”, y con cierta justicia, puesto que fue quien organizó el ejército prusiano como un
instrumento moderno para la defensa, orden, y expansión política de Prusia. Ambos
monarcas, a pesar de marcadas diferencias entre ellos, entendían que Prusia, siendo un
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Estado pequeño, periférico y alejado del resto de Alemania y sobre todo del centro de la
misma, era un territorio vulnerable, sobre todo ante las ambiciones de vecinos importantes,
como el reino de Polonia o el imperio ruso. Federico el Grande empleó ese ejército como
instrumento militar, y con gran maestría convirtió a Prusia, de ser un Estado aledaño y
secundario, en el reino más poderoso de Alemania y uno de los más fuertes de Europa.
Las victorias de Federico el Grande no fueron solo en cuestiones militares. Trató de
llevar el progreso y los avances técnicos modernos a todos los rincones de su reino, así como
al resto de los Estados alemanes que eran sus aliados. Fue el modelo emblemático del
Despotismo Ilustrado. Mientras en Francia la monarquía languidecía y era inerte frente a
las grandes y graves necesidades del país, y en Gran Bretaña los reyes poco alentaban una
de las revoluciones mayores, más importantes y sobre todo benéficas (cosa que, en general,
las revoluciones no suelen ser) como lo fue la revolución industrial que empezaba a
transformar esa nación, en Prusia, Federico el Grande invitaba a sabios y emprendedores
para que difundieran el espíritu moderno de desarrollo industrial, técnico y cultural. Es
verdad que Prusia seguía siendo un Estado un tanto autoritario y de libertades medidas y
limitadas (no olvidemos que, a pesar de ser ilustrado, seguía siendo un despotismo), pero lo
era menos que otros reinos y Estados de Europa o del resto del mundo si es por eso.
4. LA FILOSOFÍA EN ALEMANIA
En lo que se ha escrito en líneas anteriores ya tenemos varias claves para entender
mejor el contexto de Kant y para entender mejor a Kant mismo. Pero desde luego, faltan
algunos factores, de tipo cultural y académico y de tipo personal y familiar. No creo que
podamos entender del todo a Kant como ser humano, porque no es posible entender bien a
nadie así, ni siquiera a nosotros mismos, pero hay ideas, y muchas y muy buenas, que nos
ayudan a construir interpretaciones útiles en cuanto a lo que pretenden: entrar, contactar,
imaginar la circunstancia de Kant: la circunstancia histórica de Europa y Alemania. Todo lo
que nos ayude, en ese sentido, es provechoso.
Ahora bien, en cuanto a la filosofía como tal, en Alemania había habido pensadores
filosóficos importantes antes de 1650, aunque eran pocos y algo aislados. Pero en el siglo
XVII surgió un gigante: Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716). Podríamos pensar que con
Leibniz empezaba Alemania a mostrar lo excelente, lo magistral, lo potente, lo alta que podía
ser en reflexión filosófica. Pero creo que pensar eso sería equivocado porque, de hecho,
Leibniz y sus ideas fueron poco conocidas en su tiempo y menos en Alemania. Ello en parte
fue debido a su modestia. Alcanideas importantísimas en matemáticas, pero no se dio
mucho a la tarea de publicarlas. Otra cuestión fue que él era un hombre múltiple. Si
hubiésemos preguntado en su época, entre las pocas gentes que le conocían, acerca de él,
nos habrían dicho que era decididamente un gran político y experto diplomático, un
aristócrata de primera, con inmensa capacidad de trabajo, y quipoco más. (Fontenelle
dijo de él: “Hay varios grandes hombres en Leibniz”, pues, aparte de lo nombrado, fue
historiador, matemático, lógico, metafísico, apologista, moralista y jurista) Sobre todo, era
Leibniz flexible y conciliador, todo lo opuesto a una mente fanática o maniática, que es lo
contrario a lo que debe ser un pensar filosófico digno de tal nombre.
Hay que decir otra cosa: para el siglo XVII va a suceder un proceso curioso en lo que
podríamos denominar con una expresión que personalmente detesto, aborrezco y abomino,
que es “producción de conocimiento”. La producción de conocimiento”, al menos de
conocimiento científico y filosófico, conocimiento formal e intelectual, de sabiduría
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fundacional, va a empezar a ser elaborada fuera de las universidades. No si es fácil darnos
cuenta de lo que eso significa. Es como decir que la gente ya no compra el pan en las
panaderías, sino que lo elabora en casa. Bueno, quizá no tanto como eso, pero esto: que,
si el pan que nos venden las panaderías no nos satisface o no nos gusta, hay otros que lo
preparan de manera mejor y hay otros que explican mejor el mundo y las cosas fuera del
conocimiento disciplinado de las universidades. Así se comprende que la mayor parte de los
grandes pensadores de ese siglo XVII y sobre todo del XVIII van a trabajar fuera de las
universidades, es decir, por su cuenta.
Por su cuenta alcanzan grandes adelantos o novedades en matemáticas, en física, en
astronomía, en química, en botánica, en filosofía, en historia, en geografía, etc. La cuestión
para las academias va a plantear un dilema de principio: ¿deben aceptar esas nuevas ideas?
¿deben rechazarlas? En todo caso, parecía que, por solo empezar a pensar estos dilemas, ya
tenían que discutir y debatir las nuevas ideas. Pero al hacer eso, ya estaban perdidos, pues
les dieron a esas nuevas ideas un espacio en su mente y su reflexión, en su trabajo y su propio
lugar; les otorgaron a tales nuevas ideas un carácter y un peso trascendental. Eso es lo que
había que hacer, y mientras unas universidades se pusieron en seguida en eso, otras
rehusaron hacerlo, rehusaron renovarse y se fueron quedando en el tiempo, pensando aún
en Aristóteles, y en teorías antiguas sobre materia, matemática, metafísica, etc.
Ni Descartes, ni Malebranche, ni Espinosa, ni Leibniz, ni Locke, ni Berkeley, ni Hume,
ni muchos otros tenían mayor contacto con academias y universidades, y estas los evitaban
ignorándolos cordialmente o detestándolos formalmente. Pero ellos, esos pensadores
estaban ocasionando un cambio de visión del mundo que era peligroso ignorar. Y las ideas
de tales sabios podían ser además contradictorias entre las de unos y las de otros, de modo
que tampoco se trataba de unos planteamientos unitarios o bajo una misma bandera. Eran
ideas nuevas, audaces, muchas erróneas o sesgadas, distintas, pero las academias, con raras
excepciones, no podían o no querían ponerse a lidiar con esos temas y problemas y quedaron
al margen.
Nos da la medida de la inusual figura de Leibniz en la cultura alemana de su tiempo,
que, de su inmensa producción de textos, solo publicó un libro en alemán (de hecho, publicó
muy pocas cosas, y más que todo en latín y francés…). Muchas de sus ideas están contenidas
en cartas a profesores, caballeros y damas estudiosas con quienes discutía sus ideas y las
exponía de manera más clara. Pero en sí, Leibniz fue una figura solitaria, inclusive el día de
su entierro, al cual, a pesar de ser un noble e importante personaje del reino, solo asistió su
fiel criado.
Leibniz tuvo un sucesor importante en Alemania, que fue Christian Wolff (1679-
1754). Aunque éste suele ser visto como seguidor de Leibniz, en realidad no era discípulo de
él, y tuvo ideas propias y distintas a las de éste. En contraste con Leibniz, poco conocido por
los alemanes, Wolff “fue el pedagogo de Alemania”
2
, pues difundió sus ideas en alemán y en
varias ediciones al alcance del público general. Escribió varios tratados sobre lógica,
ontología, cosmología, y psicología racional que se vendieron y se leyeron por toda Alemania
y otras latitudes.
2
Cfr. Verneaux, Roger: Historia de la filosofía moderna. Editorial Herder, Barcelona, 1977, p. 111.
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Kant estudió la obra de Wolff y lo elogiaba, llamándolo el mayor de los filósofos
dogmáticos”.
3
Le atribuía el haber creado “… en Alemania ese espíritu de profundidad… por
el establecimiento regular de los principios, la clara determinación de los conceptos, el rigor
de las demostraciones, el modo de impedir los saltos temerarios en el desarrollo de las
conclusiones, [para] emprender el camino seguro de una ciencia.” Según Kant, Wolff era el
más preparado para emprender una crítica de la razón pura, pero no lo hizo.
Las ideas de Wolff se difundieron también en Prusia, y como ya hemos dicho, Kant lo
leyó y estudió cuando asistió a una excelente escuela nueva pietista
4
fundada justo a
principios del siglo XVIII por Theodor Gehr (1663-1705) llamada Collegium Fridericianum,
en honor al rey Federico Guillermo I de Prusia.
5. LA PERSONA DE KANT
En Kant se muestran varios aspectos de la modernidad hoy comunes, pero que en su
época no lo eran tanto. En primer lugar, algo ya antes mencionado: el ascenso social. Aunque
hubo en la historia filósofos pobres, generalmente los más provenían de familias
acomodadas. Pero Kant fue hijo de una familia humilde. Su padre era artesano, y su madre
venía de familia de trabajadores manuales y de servicio doméstico. Como muchas familias
de su época, la de Kant fue grande: era el cuarto de nueve hijos, y tuvo hermanas que
trabajaron como domésticas. Con ellos, Kant, no tuvo mucho acercamiento, debido a que su
vida iba en otras direcciones. Pero hacia su vejez, se fue acercando más a sus hermanos y les
ayudó, y a su muerte les legó su casa y sus modestos bienes. La familia de Kant era muy
piadosa. Su madre era una ferviente pietista, e inculcó en Kant ideas de devoción y moral
que influyeron mucho en él. Ella falleció cuando él tenía trece años.
Tras su educación secundaria en el Fridericianum, Kant entró en la universidad
Albertina de Königsberg a los 16 años. El mundo académico de entonces no era tan distinto
al de hoy: profesores contratados y ordinarios, concursos, pensiones, salarios razonables,
etc.
Ahora bien, Kant ha sido y es visto como el gran cuestionador de la razón tradicional
y moderna. Pero, hoy quiero poner el énfasis en otro Kant, que creo ha resistido mejor la
crítica de la posteridad. Creo que es un Kant que puede contribuir mucho más a nuestra
circunstancia actual, no solo en este mundo de conflictos, sino sobre todo en lo que subyace
esencialmente a los conflictos, que es el mundo de las relaciones humanas, es decir, las
relaciones de obligación, responsabilidad, deber, y preferencia de la mejor acción ética.
Me interesa destacar por qué Kant llegó a tan brillantes elaboraciones que hoy nos
convocan y nos interesan, por qué pone el énfasis en ese mundo de la voluntad, tan de
costumbre difícil de tratar y trabajar desde nuestro campo laboral de la filosofía. Y es
importante saber que no se basa ni se construye ese impulso kantiano en una apelación a la
sola razón pura, sino que tiene un arranque más existencial.
3
La palabra “dogmático”, en el léxico kantiano, significa aquél conocimiento que no examina sus condiciones
y fundamentos de una manera crítica. Especialmente referido a la filosofía, Kant refiere que el dogmatismo en
el conocimiento sería “el prejuicio de poder progresar en la metafísica sin una crítica de la razón” (Cfr. Kant,
E.: Crítica de la razón pura, Prefacio a la 2ª edición)
4
El pietismo es una secta protestante fundada por Philipp Jakob Spener (1635-1705), y tuvo mucha difusión
en Alemania en época de Kant.
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Con todo respeto a la organización de este Foro, debo observar que la imagen de Kant
que muestra el afiche de este evento es demasiado optimista y dista mucho de mostrarnos el
Kant más verdadero, recogido en numerosas imágenes de más o menos expertos pintores,
retratistas, dibujantes de siluetas, y caricaturistas. Kant no era ese apuesto joven de esa
imagen. Más bien era, como nos recuerdan Oswald lpe y otros: de complexión
enfermiza y de menos que mediana estatura. Su pecho estaba hundido, como puede verse
en algunos de los retratos que de él se conservan”; era, pues, de salud frágil, de poca talla,
de aspecto endeble, y el pecho plano lo predisponía a dolencias y a la melancolía. Su madre
había sido advertida de que su hijo Emanuel era débil de salud, y ya algunos de sus hermanos
más sanos, habían fallecido antes que él, pues era común la alta mortalidad infantil en todo
el mundo.
Así pues, al parecer, el niño Kant supo tempranamente de su debilidad, de su cercanía
a la muerte. Ello, lejos de hacerlo sentir como ctima o pesimista, most en él al gran
hombre que iba a ser. Kant determinó, con férrea voluntad, notable en un niño, que él iba a
desarrollar en mismo todo lo que favoreciera su supervivencia y su conciencia. Qui
gracias a eso pudo llegar a los 80 años lúcido y sano, y además con una estatura moral
admirable y ejemplar. Ello se muestra en múltiples detalles que no puedo relatar, pero cuya
lectura recomiendo.
5
Así, esta formación temprana del carácter modeló no solo la vida de este pensador,
sino también muchas de sus ideas más luminosas y trascendentes, no contenidas en lo más
famoso y profundo de su pensamiento, que son los análisis de los problemas de la razón
pura, materia de su primera Crítica, sino presentes en sus otras dos Críticas (Crítica de la
Razón Práctica y Crítica de la Facultad de Juzgar
6
) y sobre todo en la segunda nombrada,
de 1788, que trata sobre el problema de la conducta y la libertad. Pero, aunque en esa obra
profundiza y teoriza con densidad sobre el tema de lo moral y lo ético, muchas de las ideas
que allí desarrolló ya estaban presentes y en alto y excelente grado en el Kant pre-crítico. Y
aunque son varias importantes ideas, hoy quiero destacar una de ellas que creo más
pertinente para nuestro tiempo y circunstancia.
Esa idea es la del uso público de nuestra razón. Kant cree que todo adulto debe usar
la razón que le ha hecho ser la persona que es. No todos tenemos igual esa razón, pero todos
tenemos el derecho y la obligación de pensar por nosotros mismos. Ese es el comienzo de la
libertad de todo humano. Pero esa libertad ha sido reprimida por diversos poderes e
ideologías a fin de controlar mejor a las personas.
Ahora bien, hay que distinguir entre lo que Kant llama el uso público de nuestra razón
y el uso privado de ella. El uso público de nuestra propia razón (öffentliche Gebrauch seiner
Vernunft) se ejerce fuera del puesto que se desempeña en la sociedad y las obligaciones que
por él se contraen. Por ejemplo, un médico del Seguro Social puede escribir públicamente
sobre las fallas de esa institución, y las mejoras que deberían hacérsele, sin desvincularse de
su responsabilidad y sus obligaciones en el desempeño de ese cargo. En este sentido, ese uso
público de la razón entraña el ejercicio de la más seria crítica, hecha con responsabilidad, y
buscando corregir lo que falla. Nada nos impide expresarnos contra los desmanes de una
5
Muchos de tales detalles están recogidos en la excelente y deliciosa obra Los últimos as de Kant, de Thomas
de Quincey. Esta obra puede consultarse en su versión castellana en la página electrónica
https://es.scribd.com/document/462309624/Thomas-De-Quincey-Los-ultimos-dias-de-Immanuel-Kant
6
A menudo traducida con el título de Crítica del Juicio. Prefiero el título que pongo en el texto.
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gestión ineficaz y hasta perniciosa, argumentando y mostrando con nuestra razón pública
los casos en que ello sucede en la realidad, sin contrariar nuestros deberes ciudadanos.
De más está decir que todo lo anterior nos obliga no solo a estar atentos a lo que
ocurre en nuestro medio, sino que nos prohíbe ignorar lo que debemos saber sobre el estado
de nuestra sociedad. Quizá para muchos en nuestro medio (y no nos engañemos, en muchos
otros ambientes de otras naciones del mundo) suenen como ingenuos o irreales estos
anhelos éticos, pues ante la responsabilidad que implica actuar con conciencia, muchos
prefieren evadir el deber y, como se dice coloquialmente, “hacerse los locos”, o los
desentendidos. Pero un ser humano digno de tal nombre no debe hacer tal cosa. Kant cita a
este respecto un verso de Horacio que me parece particularmente feliz: ¡Sapere aude!
“¡Atrévete a saber!”. Lejos de decir: No quiero saber, no me quiero involucrar, etc.”
Debemos asumir nuestra vocación humana e interesarnos por curar la situación en que
vivimos. Solo así será la libertad no un privilegio cómodo y superficial, y por ende, muy frágil
y hasta corruptible, sino que será ella algo bien ganado con responsabilidad y esfuerzo.
Esta es para la mejor lección de Kant, del Kant humanista, que llegó a esa
conclusión tras os de forzar su cuerpo, su mente y su circunstancia, para alcanzar una vida
con sentido y verdad. Esto que él hizo, todos lo podemos hacer, y exigir de cada uno la
responsabilidad del uso de la razón es lo que, mejor que candidatos y componendas, nos
puede librar de las tiranías y nos puede llevar de los problemas que enfrentamos, que son
triviales, a otros problemas y dificultades que estén a la altura de seres con mayor dignidad
humana. Considero que esta noción de nuestra responsabilidad sobre lo que pensamos del
mundo es, sino el mayor legado de Kant a la humanidad, uno de sus aportes más valiosos
para la construcción de nuestro carácter y humanidad.
REVISTA DE FILOSOFÍA
ESPECIAL 2024 - IMMANUEL KANT. 300 AÑOS
Esta revista fue editada en formato digital y publicada en noviembre de 2024,
por el Fondo Editorial Serbiluz, Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela
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