Torres, G., Torres, J., Miranda, O. Revista de Filosofía, Nº 99, 2021-3, pp. 581 - 601 590
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Las sociedades son justas porque se ocupan escrupulosamente de inhabilitar todos
los haberes que signifiquen privilegiar los planes de realización de específicos grupos
humanos, con la finalidad de disponer los recursos para que a todos les sea posible la
realización de los proyectos personales. Al respecto, la educación ocupa un papel
preponderante, al disponer de los recursos que le da la oportunidad a todos de participar
en mejores formas de vida.
Las sociedades justas ofrecen la mejor educación a todos los miembros, en esto
radica su mayor fortaleza. Aquí resulta necesario hacer dos precisiones; una, la posibilidad
de educarse formalmente debe ser haber de la sociedad general, sin distingo de edad,
grupo social, étnico y económico. Segundo, la mejor educación forma para operar
correctamente en la condición material del mundo; junto a aportar las estrategias éticas y
políticas que suscitan maneras democráticas de convivencia.
A su vez, la educación permite que cada ser humano se apropie de las disposiciones
que le permite responsabilizarse de su formación. Quiere decir que la mejor educación
enseña a educarse. Quiebra el fetiche de la educación formal como exclusivo proceder
pedagógico válido.
Los educados adquieren las competencias que les permiten la propia formación; la
lectura, la escritura, la reflexión subjetiva, el diálogo para compartir de apreciaciones, se
disponen como modos adecuados de educarse. Se atiende al hecho que educarse es en no
poca medida adquirir la responsabilidad ante sí y ante la vida de los otros.
La educación como igualdad de oportunidades dispone las competencias para que
cada uno de los formandos pueda hacerse responsable de los procesos de formación que se
da. Así, las desigualdades como expresión social no son expresión de las injusticias; sí,
manifestación de las diferentes maneras que cada ser humano decide habitar la vida.
Es así que las sociedades justas muy lejos están de reivindicar una igualdad a
ultranza que signifique la imposición de formas que limiten la expresión propia en
beneficio de la homogenización de los comportamientos. No. Cuando se trata de igualdad
se insiste en la democratización de las oportunidades como haber que a todos se les da. Así,
las sociedades disponen los medios materiales para que la igualdad de oportunidades
ocurra, privilegiando los procesos educativos; pero, también, la igualdad ante la ley como
acceso a la justicia.
Ahora bien, las desigualdades que las sociedades manifiestas, se repite, ocurren
porque se expresa el derecho humano a llevar la vida que de decide. De la igualdad como
libre acceso a la educación, a la justicia, a los derechos económicos; las formas deferentes
de vida ocurren porque los individuos manifiestan las preferencias, necesidades e
inquietudes individuales. Es así que la sociedad sirve los recursos para que la igualdad de
oportunidades garantice los medios para expresar las diferencias individuales; he aquí el
servicio de las sociedades como articulación de recursos y habilidades para expresar los
derechos humanos fundamentales.