Hernández, A. Revista de Filosofía, Nº 99, 2021-3, pp. 337 - 344 338
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional
(CC BY-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es
Abstract:
Just as, back in the 6th century BC where the beginnings of rational thought took place, in
the 15th and 16th centuries, philosophy and science shared interests such that, many times,
they appeared intertwined. Regarding rational and argumentative thought, science and
philosophy were born together and with the same eagerness to know the surrounding world
in a different way from how it had been captured by myth. Or so the tradition suggests.
Whatever the relationship between reason and myth, it is certain that Aristotle called the
first philosophers, the pre-Socratics, the "physicists". However, although at the birth of
Western culture it was philosophy, or rather, philosophical questions, that were the
elements that set scientific research in motion, the truth is that in the centuries that followed
the Middle Ages, philosophy, both the nominalist style in the last medieval century, the 14th,
and the Renaissance itself, showed a clear eagerness to resemble science. And, as we know,
science is science when its objects are quantified or, in general, mathematised. In this way,
it is easy to deduce that mathematics was the die that shaped the way of knowing and
approaching the post-medieval world, which, no more and no less, was crowned by a
revolution, the so-called scientific revolution, after which nothing was the same. This work,
then, aims to offer some historical and philosophical keys that help us to understand how
the world ceased to be a mystery in so far as it was qualitative and became a set of
phenomena that only by being mathematised achieved the status of objects worthy of
knowledge.
Keywords: knowledge; universe; scientific revolution; mathematics.
El problema de Platón como germen de la Revolución científica
Entre los muchos temas que se analizan en los diálogos de Platón, hay uno que merece
especial atención en el tema que nos ocupa. No solo porque ejerció una influencia decisiva
en la evolución de la cosmovisión del mundo clásico tardío, sino porque, sobre todo, resurgió
con vigor en el nacimiento de la ciencia moderna. El problema de Platón consistía en
encontrar una explicación matemática tal que diera cuenta de los movimientos,
desafiadamente erráticos, de los planetas. Un problema que puede formularse con una
pregunta: ¿cuáles son los movimientos circulares, uniformes y perfectamente regulares que
convienen tomar como hipótesis a fin de salvar las apariencias presentadas por los planetas?
La constatación platónica de que el movimiento de los planetas era un incómodo
misterio (no en vano cargan con la etimología de cuerpos errantes), así como la larga lucha
intelectual por desvelarlo, tendría su culminación dos mil años después mediante el estudio
de ciertos gigantes cuyos nombres difícilmente podrán ser ignorados en la historia de la
ciencia: Nicolás Copérnico (1473-1543), Johannes Kepler (1571-1630), Galileo Galilei (1564-
1642) y Isaac Newton (1642-1727). He aquí los principales exponentes matemáticos que
fueron cruciales en el nacimiento y consolidación de la Revolución Científica. Todos ellos,
de una u otra forma, fueron críticos con la filosofía de Aristóteles y amantes de Platón
mediante el humanismo renacentista.