Arbeláez, D., Villasmil, J., Rojas, M., Parra, R. Revista de Filosofía, Nº 99, 2021-3, pp. 304 – 315 314
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…aprovechó algunas lecturas e interpretaciones que surgieron en el país
vecino y citó a críticos de cine surcoreanos anónimos diciendo que la
serie de televisión muestra una “sociedad desigual donde las
personas sin dinero son tratadas como piezas de ajedrez por
los ricos”. “Se dice que hace que la gente se dé cuenta de la
triste realidad de la bestial sociedad surcoreana, en la que los
seres humanos se ven empujados a una competencia extrema
y su humanidad está siendo aniquilada”.
Aunque se argumente con razón que la dictadura de Kim Jong-un, caracterizada por
la violación sistemática a los derechos más elementales de su población, no tiene ninguna
base moral para criticar a su vecino escindido, debe quedar claro que esta serie expone las
brutales desigualdades entre una elite que no sabe cómo encontrar verdadero placer en sus
momentos de ocio y, no tiene escrúpulos para disfrutar del sufrimiento ajeno, en contraste
con el grueso de una población que se ve en la necesidad de competir cotidianamente para
sobrevivir o mantenerse a flote, en una sociedad que en su realidad concreta puede ser más
violenta en sus prácticas y relaciones intersubjetivas que lo que indica la ficción.
Ante la segunda pregunta sobre si esta miniserie configura un modelo político
corrompido para beneficio exclusivo de una elite y en detrimento de los sectores vulnerables,
excluidos y marginados de la sociedad, conviene en principio realizar algunas aclaratorias.
No es el propósito de la trama de Squid Game teorizar para bien o para mal sobre el
contenido de un modelo político, en tanto forma de organización social para la gestión del
conflicto y la administración de los recursos colectivos; se trata más bien de reprochar el
orden social existente, al menos como es configurado y representado en la serie. Tampoco
en la serie se aportan luces sobre la relación existente entre los espacios de poder político de
la sociedad y los valores o antivalores que identifican a la sociedad surcoreana, esto a pesar
de que existe un vínculo teórico y empírico entre ambos factores, tal como postulan los
teóricos del neo-institucionalismo en Ciencia Política.
De cualquier modo, es válido ver en el Juego del Calamar, el reflejo de una sociedad
anómica en la cual se vive en las coordenadas del darwinismo social, esto es, al decir de
Ritzer
: una visión organicista de la sociedad, propia de sociólogos clásicos como Herbert
Spencer –cuyas teorías ya han sido superadas– para quien las sociedades humanas en su
conjunto podían ser explicadas desde el modelo evolutivo de Charles Darwin. Por lo tanto,
se podría inferir que al igual que en el reino animal, en la vida social y cultural prevalecen
las personas y grupos más fuertes, desde el punto de vista cognitivo, corporal y asociativo,
entre otros, con capacidad para adaptarse continuamente a las circunstancias de su medio
de forma análoga a lo sucedido en los organismos vivos con la selección natural.
Por su parte, las personas y grupos más débiles no solo estarían condenadas a perecer,
sino que además su extinción sería una condición natural para la evolución general del
sistema social del que forman parte; de ahí que los regímenes fascista y nazi en el siglo XX,
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