Cazzato, S., Vargas, C. Revista de Filosofía, Nº 99, 2021-3, pp. 65-80 70
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional
(CC BY-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es
el cual el ser moderno ha influido mediante la indisoluble interrelación entre ciencia y
tecnología, cuyos sustratos modernos previamente se dan por sentado a través de un
modus vivendi que se ha caracterizado por ser el epicentro de la globalidad en las
mentalidades adscritas a la sociedad occidental.
Claro está, la ciencia y tecnología resultan admisibles a partir de una epistemología
entendida como un modus vivendi de fenómenos que rebasan las expectativas y sospechas
manifestadas por el hombre y la mujer desde hace pocos decenios. La edificación de estos
espacios y expectativas provienen de la imperiosa mirada formulada a raíz de ese
cientificismo palpable, sobre todo en las ciudades modernas.
Dado que el vínculo entre ciencia y tecnología es una de las admisiones más
observables en Occidente, es necesario destacar que los espacios urbanos, como parte de
este trasfondo, provienen de una voluntad racional de acuerdo al pensamiento de Jürgen
Habermas, quien las formula a partir de una mirada de axiomas palpables orientadas desde
el cientifícismo, que por entonces es recurrente y arropa toda acción alusiva a la falsación del
afamado progreso moderno contemporáneo.
Resulta ilustrativa la cita de Carmen Dyna Guitián al subrayar:
“Edificios, plazas, parques, calles, avenidas, autopistas, iglesias, fábricas,
centros comerciales, aeropuertos, estaciones de transporte terrestre,
expendios de combustible, museos, escuelas, galenas de arte, centros
comunales, polideportivos, aserrador» puestos ale buhoneros, hospitales,
ambulatorios, estaciones de bombero...cárceles, cementerios todos son lugares
con los que identificamos de inmediato la vida urbana moderna
contemporánea" (2001: 92).
Es denotativo cómo los espacios de la 'vida moderna' configuran nociones elementales
percibidas desde este sustrato moderno, cuyo fin tecnológico es un modus vivendi -y a su
vez- un modus faciendi, pues dichos lugares denotan una interpretación unívoca en lo que
respecta a su concepción, ya que la misma está fundada e instaurada en una praxis
caracterizada por la voluntad racional de los hombres; seguida por su esmerada razón
instrumental mientras es aplicada a toda costa y a cualquier costo.
Sin duda, el homo faber de hoy es la representación inacabada de esa razón
instrumental que ha inundado profusamente los ámbitos y contextos de la diversidad
humana, como fruto denotativo de esa voluntad racional que Habermas acota como saber
de la acción humana: la praxis.
La acción humana, formalmente aceptada es una actividad y un logro tecnológico per
se, la cual nos obliga a revisar los criterios ético-ontológicos que sostienen tal voluntad, por lo que
dilucidar oportunamente dichos criterios a la luz de los razonamientos potenciales del ser
humano resulta imperioso.
De manera que un logro tras otro constituye un criterio reforzador y una actividad