Blanco, R., Vásquez, M., Blanco, Y. Revista de Filosofía, Nº 99, 2021-3, pp. 558 – 569 560
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La llegada de los europeos al Nuevo Mundo significó, más que una
interrupción, una fractura en los procesos de desarrollo que tenían lugar en
América. La imposición de sus propios modelos por parte de los
conquistadores se realizó violentando los estilos de vida de los aborígenes,
quienes, de todos modos, continuaron siendo partícipes de la historia (…)
Dicho sea esto sin olvidar tampoco el exterminio al que fueron sometidos por
diversos factores; de todas maneras quedaron marginados como
protagonistas, desbaratadas sus instituciones, desarticuladas sus formas de
organización, perseguidas sus creencias como idolatrías abominables,
subvertidos sus valores.
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Estos acontecimientos hunden sus raíces en los orígenes de la modernidad, propuesta
dentro de la cual emerge la disputa sobre la humanidad de todos aquellos seres habitantes
de geografías diferentes a la europea y por ende portadores de un imaginario reñido con la
idea de cultura.
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La colonización significó la imposición de la cultura occidental sobre los
pueblos originarios de nuestra América.
Tratábase, por tanto, de una cultura impuesta por sus contenidos
(celosamente resguardados éstos por la ortodoxia religiosa), por sus
procedimientos (protegidos por una legislación minuciosa de inspiración
salmantina) y por sus formas exteriores (que la tradición consolidaba y
revestía de un complejo y costoso tejido ceremonial). Todo esto contribuía,
una vez más, a distanciar la institución (educativa) del resto de la población,
reafirmando el papel de la educación formal como legitimadora de una
sociedad rígidamente estratificada. Más aún, la educación en todos sus
niveles se convirtió, paulatinamente, en un importante factor de
diferenciación social que se sumaba a los muchos ya existentes.
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En los marcos del período colonial irrumpe en nuestra América el pensamiento
político, cultural y educativo de la ilustración. Aun cuando se resguarda en las
Universidades la filosofía escolástica, la realidad dirige el pensamiento hacia temas y
problemas políticos, sociales y culturales que difícilmente podían encontrar respuestas
desde los senderos especulativos de la escolástica. La realidad imponía la acogida de
nuevos imaginarios que nuevamente venían impuestos por la Europa portadora de la
civilización, pero que sirvieron para alimentar las razones de las guerras por la
independencia. Sobre el ideario ilustrado emergen las nuevas Repúblicas, en ese andar
entre la invención y los errores, reconociendo tímidamente la gran diversidad cultural de
nuestros pueblos, pero imponiendo sobre todos la perspectiva cultural occidental.
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2
Cfr. https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/28622/S8100586_es.pdf?sequence=1
3
Cfr. Morán, Lino: Visión del indio en la obra de Juan Ginés de Sepúlveda en Revista de Filosofía, N"42,
2002-3, pp. 127-14. La tesis de Sepúlveda expone el espíritu de su época. El ve en España y en el español, la
cultura y lo humano por antonomasia respectivamente. España representa el patrón bajo el cual será medido
el desarrollo cultural de los pueblos indígenas de América y así se puede constatar en los textos del
Democrates Alter “no sólo carecen de cultura, sino que ni siquiera usan o conocen las letras ni conservan
monumentos de su historiad...carecen de leyes escritas y tienen instituciones y costumbres bárbaras"
4
Cfr. https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/28622/S8100586_es.pdf?sequence=1
5
Cfr. Morán, L.- Méndez J. Pensamiento filosófico venezolano. Una aproximación a su historia. Universidad
del Zulia. Maracaibo. 2012