Volumen 33 No. 4 (octubre-diciembre) 2024, pp. 279-281

ISSN 1315-0006. Depósito legal pp 199202zu44

DOI: 10.5281/zenodo.13887698

ZAMORA, Manuel Felipe (2021) Reflexiones del extravío. (Memorias de una guerrilla). Sultana del Lago Editores. Maracaibo. Pp. 506.

Extensa narración ubicada en 1969-1970, momento en que grupos remanentes del Frente José Leonardo Chirinos, instaurado en marzo de 1962 en la Sierra de Falcón, pretendían mantener en vigor la efervescencia de la guerrilla. Natural de Cariagüita, en el entonces Distrito Bolívar, Manuel Felipe Zamora se integró a los 15 años al Frente el 21 de diciembre de 1968, cuando ya las guerrillas estaban reducidas a pequeños núcleos. Formó parte del colectivo de guerrilleros que se incorporaron a la vida pública junto a Douglas Bravo en 1979 en Coro. Posteriormente rompió con Bravo, integrándose a la agrupación Tendencia Revolucionaria; y fue de los fundadores del Movimiento V República, por el cual resultó electo diputado al Consejo Legislativo del estado Falcón en el año 2000, periodo en el cual hizo acuerdos con partidos opuestos al modelo chavista para presidir la institución en el 2002. Con muy poca actividad política, en la actualidad vive en su finca ubicada en la Sierra y apoya el liderazgo de María Corina Machado y el proyecto Vente Venezuela.

Reflexiones del extravío (Memorias de una guerrilla) se anuncia por su presentador Douglas Zabala, compañero de militancia de Zamora, como relato de la estadía guerrillera, narración de su experiencia y como memorias. Sin embargo, en estricto nos encontramos con la crónica de un viaje. Hacia finales de 1969 –tiempos de la Política de Pacificación de Rafael Caldera (1969-1973)- un comando del Frente José Leonardo Chirinos, integrado por Polo, El Curro, Teodorito y Enrique es atacado por las fuerzas antiguerrilleras, que matan a dos de los insurgentes y provocan la marcha de los otros en búsqueda del resto de los compañeros que han sido arbitrariamente separados por la jefatura. El narrador es El Curro, joven de 16 años que hace unos meses se integró al grupo insurgente. Junto a Polo, combatiente de mayor edad y experiencia, recorre intrincados sitios de la Sierra de Falcón buscando contacto con la tropa rebelde constituida por un total de 16 insurgentes.

Ese es el hilo que le sirve a Manuel Felipe Zamora para contar sobre diversos aspectos de la guerrilla falconiana en aquel momento. Momento de conflictos y tensiones entre los escasos cimarrones. Un grupo de origen mixto: serranos y citadinos, los sobrevivientes del comando son los lugareños, mientras Enrique y Teodorito son sujetos urbanos. Mal formados militarmente, con escasas provisiones, harapos por vestimenta y caminando descalzos, acosados por el hambre y la sed, aunque provistos de armamento y de dinero para sufragar comida en caso de encontrarla, a partir de allí la descripción de los innumerables obstáculos y peligros de las sierras: anacondas y macaureles, royones, zancudos, avispas, hormigas, niguas, chipos y garrapatas. La lluvia y la intemperie. El frío que hiende la piel de los dos hombres en su huida y en su búsqueda. Pero también un enemigo exageradamente superior en número, equipos y suministros, dotado de helicópteros y con la delación campesina como aliada fundamental.

Se acusan los excesos de las Fuerzas Armadas al servicio del Proyecto Democrático Liberal contra campesinos indefensos. Los jefes de Comandos Antiguerrilleros son monstruos de maldad capaces de las peores tropelías. Aquí todas las acusaciones sostenidas desde los años de la insurrección. Pero también presentes las disputas y desencuentros entre combatientes. Cuestionamientos y críticas. Se pasa factura por enemistades y confrontaciones. Es una reconstrucción realizada 52 años después, cuando se ha pensado y reflexionado la experiencia, participado en la política local y regional, cuando se sacan cuentas y razones desde la perspectiva particular. Se escribe reconfigurando una memoria de los sucesos, pretendiendo enmendar lo que ya no es posible, se debió hacer y no se hizo. Señalando el aislamiento en el cual se encontraban de los focos de conflicto social del momento en Falcón, los excesos en los tratos con los labriegos.

Cruzado de relatos conexos e inconexos, atiborrado de asuntos: valoraciones de acontecimientos de la historia nacional y local, anecdotario serrano, eventos y fabulas lugareñas, vivencias y biografía personal, reseñas de algunos jefes y acciones, críticas al liderazgo revolucionario. Las digresiones ocurren una y otra vez imponiéndose al episodio de la vida guerrillera. Las descripciones de la belleza y frondosidad del paisaje serrano otorgan calidad en muchos pasajes de la escritura: la montaña espesa e intrincada, pozos, cuevas, árboles y arroyos. La cotidianidad de la vida de hombres y mujeres, su apoyo o rechazo a la insurrección. Predomina la narrativa amena que nos sitúa con facilidad en situaciones y lugares. Sin embargo, es una escritura que no se sostiene por los excesos en querer poetizar la narración, largos párrafos sobrecargados y farragosos, construcciones rimbombantes. Un hacer irregular y excesivo. Recuperación de hechos e inventiva, memoria y ficción se mezclan y confunden no siempre satisfactoriamente.

Al final los dos guerrilleros logran reencontrar al grupo. Primero a Teodorito, que había escapado junto a Enrique del ataque de los Cazadores, luego al resto de un conjunto de hombres gravemente desmoralizados. Cuando después de pasar innumerables penurias Polo, El Curro y Teodoro conectan con Mano Chente, Chiche, Alcides, Jacinto, Monche, Enrique…, encuentran un cuadro de escepticismo, frustración y descaro. Uno de los jefes había sido herido por los hombres de otro y bajado de la montaña; el enlace con la jefatura general era nulo; las noticias que llegaban era de la progresiva pacificación de líderes y combatientes… Ante ese escenario la reunión de guerrilleros resuelve: “Nosotros - apuntó uno de los jefes - hemos decidido abandonar esta guerrilla, que hemos tratado de hacer solos y pensamos irnos a un lugar y ganar mucho dinero, así sea asaltando bancos como lo hacen muchos ex compañeros; creo que lo más lícito es trabajar en compañías petroleras, para ganar buen billete. Quiero que levanten la mano quienes quieran irse de esta joda. […] para ello contamos con cincuenta mil bolívares en nuestras alforjas, que le quitamos a un ganadero a quien nos vimos en la necesidad de secuestrar en nombre de la revolución” (pp. 497-498). El dinero se reparte y la mayoría del contingente se va, solo quedan para rehacer la lucha Teodoro y El Curro.

La selva también puede tragarse los más nobles ideales. Problemas de revisión ortográfica y comillas que se abren y no se cierran abundan en el escrito lo cual apunta a la responsabilidad editorial. Un libro más para la saga de la guerrilla de los años sesenta en Falcón, un libro que completa la narración de una gesta derrotada en su fase de desgaste y disolución, de desvanecimiento, confundida con el bandolerismo y el hampa común. Aspecto que no se asume en la mayoría de los textos sobre la Lucha Armada, pero que pone en evidencia el texto de Manuel Felipe Zamora.

Isaac López.

Universidad de los Andes. Mérida, Venezuela

E-mail: isaacabraham75@gmail.com