Volumen 33 Nº 1 (enero/marzo) 2024, pp.9-29

ISSN 1315-0006. Depósito legal pp 199202zu44

DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.10663988

La construcción de la narrativa nacional-popular en juventudes militantes durante los años del kirchnerismo en Argentina (2008-2015)

Guido Montali

Resumen

En este artículo abordamos la construcción de la narrativa nacional-popular en juventudes militantes durante el período de gobiernos “kirchenristas” en Argentina (2003-2015). Nuestro supuesto de partida es que la coyuntura política de tensión agonal iniciada en 2008 habilitó la emergencia de la participación juvenil oficialista, en el marco de una articulación nacional-popular como principio de identificación del gobierno de Cristina Fernández. En ese escenario, mostramos los resultados de entrevistas con jóvenes militantes que se propusieron como un ejercicio de memoria narrativa. Ordenamos este análisis en tres momentos (i- en clave biográfica y generacional, ii- militancias en la configuración ideológica e identitaria del kirchnerismo, iii- discontinuidades después del 2015). Concluimos con la pregunta sobre la formación de una nueva generación dentro de la tradición nacional-popular

Palabras clave: Nacional-popular; Tradiciones; Narrativas; Juventudes; Kirchnerismo.

Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Argentina

E- mail: montaliguido@gmail.com

ORCID: 0000-0002-4538-711X

Recibido: 19/07/2023 Aceptado: 05/11/2013

The construction of the national-popular narrative in militant youth during the years of Kirchnerism in Argentina (2008-2015)

Abstract

In this article we address the construction of the national-popular narrative in militant youth during the period of “kirchnerista” governments in Argentina (2003-2015). Our starting assumption is that the political situation of agonal tension that began in 2008 enabled the emergence of official youth participation, within the framework of a national-popular articulation as a principle of identification of the government of Cristina Fernández. In this scenario, we show the results of interviews with young militants that were proposed as an exercise in narrative memory. We order this analysis in three moments (i- in a biographical and generational key, ii- militancy in the ideological and identity configuration of Kirchnerism, iii- discontinuities after 2015). We conclude with the question about the formation of a new generation within the national-popular tradition

Keywords: National-popular; Traditions; Narratives; Youths; Kirchnerism.

Introducción

Según Enzo Traverso (2018), los años que van entre fines de la década del setenta hasta el atentado a las Torres Gemelas en septiembre de 2001, con la mediación de la caída del muro de Berlín, la disolución del bloque socialista y el fin de la Guerra Fría, representan el tiempo donde los basamentos del modelo neoliberal se convierten en los principios ordenadores de las sociedades occidentales. Así, el siglo XXI inicia marcado por el declive de las utopías políticas del siglo precedente, con una propensión a revisar más sus derrotas que a proyectar nuevos desafíos. Un tiempo donde los imaginarios políticos se nutren menos de las utopías que de las memorias.

En Argentina, la crisis política, social e institucional producto del modelo neoliberal, que tuvo su estallido en diciembre de 2001, trajo la pregunta acerca de qué formas de orden y consenso se estabilizarían en el país. La presidencia de Néstor Kirchner (2003-2007) configuró una primera respuesta, basada en la reconstrucción del poder del Estado, la recuperación económica y la organización de una fuerza política propia. Acaso el principal signo haya sido el de comandar desde el Estado la recuperación del tejido productivo, el crecimiento económico y la demanda interna de los sectores asalariados.

Esa tentativa fue acompañada por una disputa en el orden simbólico en el que la tradición nacional-popular, como principio de identificación de los gobiernos, habrá de articularse en base a tópicas de sus versiones clásicas de mediados del siglo XX, con vistas a promover un proyecto posneoliberal. Las formas de lo nacional-popular, con el peronismo como su principal eje estructurador, han ido reinventándose y cristalizando versiones hegemónicas temporales. Aquí abordaremos lo nacional-popular en su etapa kirchnerista, que se constituirá entre los años 2003 y 2015 y, más aceleradamente, entre el 2008 y el 2011. Pero lo hacemos desde un referente empírico particular: las juventudes militantes. Es decir, indagando cómo parte de la juventud fue interpelada y comenzó a participar en organizaciones de una tradición política que, a lo largo de la década del noventa, había perdido legitimidad como fuerza de transformación social.

¿Por qué señalamos el período 2008-2011? A poco de comenzar el primero de los dos mandatos de Cristina Fernández (2007-2011), la tensión política surgida por el conflicto con sectores agroexportadores, a partir de un serie de retenciones a la soja y el trigo, agrupados en la llamada “Mesa de enlace”, provocó lo que Pucciarelli y Catellani denominaron la “gestación del régimen de hegemonía escindida” (2017: 24) 1. Esto es, el surgimiento de un proyecto pre-hegemónico de carácter neoliberal que cohesionó a una oposición dispersa y delineó la disputa con el proyecto kirchnerista. Así, entre la derrota electoral del oficialismo en las elecciones parlamentarias de 2009 y su victoria en las elecciones presidenciales de 2011 se produjo lo que los autores llaman la “contraofensiva kirchnerista”. Caracterización vinculada a un conjunto de iniciativas políticas, algunas de carácter parlamentario, que se dieron entre esos años. El supuesto del que parte este artículo es que en ese período asistimos a una rearticulación de la tradición nacional-popular bajo las condiciones de una tensión hegemónica que lo habilitaron. Desde ese punto de partida comprenderemos la participación de jóvenes en organizaciones oficialistas.

El objetivo es comprender la rearticulación de la tradición nacional-popular en narrativas de juventudes militantes durante los años de kirchnerismo. De la coyuntura que se abre en 2008 serán emergentes organizaciones que habrán de ser consideradas como parte del capital político del gobierno y del discurso sobre la “vuelta” de los jóvenes a la política (Vázquez, 2014). Indagamos por qué esas juventudes fueron interpeladas, cómo asumieron esa identificación y de qué modo se apropiaron de tópicas de la tradición nacional-popular. Procederemos a continuación a precisar el uso de los conceptos “tradición” y “narrativas” y, luego, a explicar la herramienta metodológica con la que realizamos este trabajo.

Elementos teóricos

Para abordar lo nacional-popular2 recurrimos al concepto de “tradición” del materialismo cultural de Raymond Williams (2009). Toda tradición, para el autor, es selectiva: se constituye de las elecciones sobre lo que es el pasado significativo, los hitos y memorias que resultan configurativos del presente, dando un sentido de continuidad histórica. Cuando pensamos lo nacional-popular como una tradición, hacemos referencia entonces a una identificación política que se configura a partir de tópicas y regularidades narrativas asentadas en esa construcción selectiva (Montali, 2021). Sus dimensiones son: i- un espacio de lo social y lo político, la “nación”, donde se construye el sentido de comunidad; ii- un sujeto colectivo hegemonizado bajo la noción de “pueblo”, que tiende a unificar heterogeneidades estructurales de clase; iii- la relevancia de la figura del/ la “líder”, que como la máxima autoridad nominativa efectúa operaciones narrativas y ritos de institución de fronteras; iv- una dinámica de la inclusión social que se resuelve en dos direcciones: la inclusión vía mercado laboral (“pleno empleo” como objetivo) que facilita el crecimiento de la demanda y el desarrollo del mercado interno, y la inclusión vía inserción en la comunidad política (constitución de ciudadanías y ampliación de derechos); v- la asunción de la primacía de la política en la definición de los órdenes sociales y, con ello, su postulación como contradicción de polos antagónicos que se redefinen a lo largo de la historia pero que tienen las características de agruparse en dos: el bloque popular y el representante de los intereses de los sectores de poder; vi- la construcción de una memoria política nacional-popular instituida a partir de acontecimientos fundamentales desde mediados del siglo XX: el primer peronismo, la proscripción y el exilio de Perón, las juventudes militantes de los setenta. Pues bien, las discusiones sobre la capacidad de estas tópicas de articularse como identificación política se vitalizaron en la primera década y media del siglo XXI, cuando los nacionalismos populares de la región se presentaron como alternativas hegemónicas al régimen neoliberal.

Por su parte, las referencias para el uso del concepto de “narrativas” se inscriben en los aportes teóricos de Paul Ricoeur (2008). Su particularidad radica en la disposición de hechos en una trama temporal que crea el mundo que representa, es decir, que articula acontecimientos temporalmente. Tomando a Jerome Brunner, Javier Cristiano afirma que en la articulación narrativa prima el carácter de verosimilitud de los hechos más que su pretensión de verdad: “toda narración implica un estado de cosas que es transgredido por un acontecimiento iniciador de la trama” (2017: 94). A estas dimensiones vinculamos el “valor biográfico” de las narraciones que, según Leonor Archuf (2007), construyen orientaciones éticas, hábitos, sentimientos y acciones. Los sentidos de las narraciones proceden entonces de ejercicios que, sean de reconstrucción, interpretación o proyección, imbrican lo individual en lo colectivo y configuran identificaciones que suturan parcialmente las formas de autorrepresentación en determinadas condiciones históricas.

Metodología

Se realizaron veintiún (21) entrevistas en profundidad con militantes de espacios afines al proyecto kirchnerista. La selección, bajo muestreo intencional, respondió al criterio de haber integrado algunas de las organizaciones que conformaron el campo nacional-popular, como La Cámpora, el Movimiento Evita o La Jauretche, Nuevo Encuentro, Peronismo Militante. Pero también con organizaciones cuantitativamente más pequeñas que se acoplaron a aquellas o mantuvieron su autonomía.

Las entrevistas recurrieron a la memoria como un “archivo” y como un recurso hermenéutico (Montesperelli, 2005), que reconoce sus potencialidades al momento de reconstruir una narrativa personal y colectiva, pero también sus límites lógicos. Son memorias que reconstruyeron el pasado en relación a las situaciones presentes, distintas de las que pudieran haber emergido de hacerse en otros momentos. En el ejercicio de memoria, es preciso considerar que la narración desde enfoques personales sobre acontecimientos históricos está embebida de relatos oficiales y/o documentos que emergieron a posteriori (periódicos, libros, por ejemplo). Es decir, se trata de “representaciones colectivas consensuales” (Martuccelli y Svampa, 1997: 350), teñidas de las tradiciones desde donde se las enuncia. En el armado de las narraciones, de los acontecimientos elegidos, radicó este ejercicio que, con el criterio interpretativo de puntuar recurrencias de sentido (Fernández, 2007), permitió identificar suturas y regularidades argumentativas fijadas en el paso del tiempo sobre los hechos más relevantes de aquellos años.

Las entrevistas se organizaron en tres momentos:

i- en clave biográfica y generacional,

ii- militancias en la configuración ideológica e identitaria del kirchnerismo,

iii- discontinuidades después del 2015.

En el primero, indagamos aspectos biográficos a partir de la reconstrucción de la trayectoria de militancia del/la entrevistado/a y, luego, de sus interpretaciones en clave generacional, con el objetivo de comprender cuáles fueron los sentidos en las decisiones de participación y el rol que tuvieron las organizaciones . En el segundo, el central, focalizamos la construcción de identificaciones, la asunción de lenguajes y la elaboración de memorias con las que las militancias narraron su inscripción en la tradición nacional-popular. El tercero pretendió reconstruir, escuetamente, qué sucedió luego de la derrota electoral de 2015.

De este modo, las entrevistas estuvieron marcadas por condiciones temporales y espaciales. Representaron un ejercicio de memoria que indagaba los tres momentos indicados, particularmente en la provincia de Córdoba. Angélica Alvites Baiadera (2015), quien realizó un mapeo de las agrupaciones que formaron parte del campo nacional-popular en esta provincia entre 2011 y 2015, indicó que hubo más de treinta agrupaciones que tendieron a confluir en esquemas más amplios de pertenencia política.

Resultados

Las militancias juveniles en el kirchnerismo.

Las militancias juveniles kirchneristas se constituyeron como emergentes de una coyuntura signada por la tensión hegemónica entre proyectos políticos. Tensión que configuró una proceso de agonismo y polarización de identidades que, al recurrir a tradiciones políticas de la historia contemporánea Argentina, interpeló a distintos sectores de la sociedad, entre ellos a parte de las juventudes.

Si la afirmación precedente deja poco espacio al momento agencial, sostenemos también que la participación juvenil puede ser interpretada como una forma de reconocimiento en la circulación de aquellas tradiciones. Nos interesa mirar allí el modo en que las juventudes se apropiaron de tópicas de lo nacional-popular en su trayectoria militante, lo que supuso discursos, identificaciones, memorias colectivas, en conjunto, construcciones de sentidos en clave generacional.

En el citado estudio de Martuccelli y Svampa, un segmento es dedicado a analizar las “figuras del militante peronista”. Indican tres principales: la del “militante sindical histórico” del primer peronismo y de la resistencia desde mediados de la década del cuarenta y cincuenta, la del “militante revolucionario” de los sesenta y setenta y la del “militante pragmático” de la década del noventa (1996: 152). Lo que se pone en foco en esa definición es la cuestión de la identidad peronista en las estructuras narrativas de los y las militantes.

¿Podemos consignar una nueva figura en la militancia nacional-popular a partir de las juventudes de la década de gobiernos kirchneristas? Dolores Rocca Rivarola (2017) identificó tres momentos de la relación entre la militancia kirchnerista y el peronismo, que llama “desperonización” (2003-2007), “breve repejotización” (2007-2009) y “reactivación de la identidad peronista por organizaciones por fuera del PJ” (2009-2015). Si en el primer momento la “desperonización” se da por las vías de una “despejotización” y la apelación a la “transversalidad” y la “concertación”, se subraya la articulación del gobierno con organizaciones sociales como el Movimiento Evita, Barrios de Pie o el Frente Transversal Nacional y Popular, de las cuales sólo la primera tenía una clara adscripción en la tradición peronista. El segundo momento, marcado por la intervención del Partido Justicialista y la asunción de Néstor Kirchner como su presidente, acerca al kirchnerismo a las estructuras provinciales y municipales del Partido Justicialista. Sin embargo, luego del conflicto entre el gobierno y las entidades agropecuarias articuladas en la Mesa de Enlace en 2008 y la derrota electoral de 2009, se producirá el clivaje hacia el tercer momento, que comienza a configurarse luego del fallecimiento de Kirchner en 2010.

Esa última etapa tiene para la autora cuatro características en la relación entre la militancia kirchnerista y el peronismo: i- una variación en la relación de fuerzas al interior del oficialismo con el ascenso de organizaciones, principalmente La Cámpora, con una marcada composición juvenil; ii- una “reperonización” de la militancia kirchnerista, en términos de mayores apelaciones identitarias e iconográficas al peronismo tanto de las organizaciones como de los y las militantes por fuera del Partido Justicialista; iii- los formatos no partidarios que asumieron las militancias, con mayor afluencia en organizaciones, corrientes, movimientos o agrupaciones; iv- la experiencia de Unidos y Organizados, lanzado en 2012 por Cristina Fernández, como la tentativa de aglutinar a las distintas expresiones de apoyo al oficialismo. Nuestro trabajo se inscribe en este tercer momento donde las organizaciones, y las juventudes en su composición, adquieren un relieve principal3.

En clave biográfica y generacional: proceso de identificación y organización de las acciones colectivas

Un abundante material sobre las experiencias personales en los albores de la participación de los/as entrevistados/as, que escapa a los intereses de lo que volcaremos aquí, ofició como introducción del ejercicio de la memoria. Aun cuando pocos relatos recuperaron experiencias de participación previas a pertenecer al espacio kirchnerista, hubo una tendencia a subrayar un acontecimiento específico: la muerte de Néstor Kirchner en octubre del 2010. Es el acontecimiento que produce efectos de condensación coyuntural, en tanto posibilita interpretar el conjunto de años abierto con la “crisis con el campo” en 2008 hasta la muerte de Kirchner como un momento de progresivo acercamiento al proyecto oficialista. En ese proceso se resaltan, principalmente, dos disputas institucionales: la “ley de medios de comunicación” y la “ley de matrimonio igualitario”.

Creo que el acontecimiento fue la muerte de Néstor, previamente fue el conflicto de la 125, eso también porque nos acercó a muchos a discutir política, fue como un parteaguas en la Argentina, me acuerdo que discutíamos en la escuela. Pero sin dudas la 125 fue una aproximación de una gran masa de jóvenes a la política, a identificarse con este gobierno y a considerar que al frente había algo que era muy malo (…) Generó un fuerte antagonismo en donde nos posicionamos muchos jóvenes que por ahí veníamos pensando más a la izquierda si se quiere, que en otros momento hubiéramos militado en espacios de izquierda. Pero después la muerte de Néstor fue un hito (Marina, Movimiento Evita)

Con la muerte de Néstor hubo como un click que hizo que nos volcáramos masivamente a la militancia. Ya habíamos pasado varios golpes políticos, que eran la 125, después todo el lío con la ley de medios, el lío que quisieron armar con el matrimonio igualitario y que no pudieron y como que con la muerte de Néstor fue claro, después de la elección del 2009 que pierde también. Hubo como una necesidad masiva de salir a defender eso y salir a defender a Cristina (…) Creo que la muerte de Néstor es un hecho histórico que marca muchos cambios, una cosa increíble (Lucía, Nuevo Encuentro)

La muerte de Kirchner es un acontecimiento que motiva, primero, la toma de decisión de una participación activa y, segundo, la progresiva construcción de una identidad militante que recupera en su narrativa eventos reseñables para su articulación. Hechos que son parte del gobierno de Néstor Kirchner pero que también incluyen a la crisis del 2001:

Creo que hay una serie de hitos. La crisis del 2001 nos agarra a algunos más grandes, a otros más chicos, pero me parece que en algún punto es como el quiebre. Otro hito que significó un montón fue el ‘no al Alca’. La política de Derechos Humanos también, el hecho de bajar los cuadros, que son recuerdos que tienen una marca generacional que trascienden igual nuestra generación pero que para nuestra generación significaron un montón. La 125 por supuesto, creo que también la política hacia la diversidad o las disidencias sexogenéricas del kirchnerismo son otro hito. Pero el matrimonio igualitario, al igual que la 125 fueron como... si vos pensas ‘el no al Alca’ no presentó muchas resistencias, hay que verlo si es porque lo llevó adelante un hombre y aquellas que sí presentaron resistencia los llevó adelante una mujer, o sí son cosas que eran más controversiales. La ley de medios, los mayores conflictos fueron con Cristina. A eso le sigue inmediatamente la muerte de Néstor, que fue una tragedia, o una tragedia que puede ser como resignificada por lo que sucede después (Ornella, La Tosco- La Jauretche)

Esta serie de hechos fueron determinantes en la configuración de las militancias juveniles, y abriría la posibilidad de que desde el propio proyecto de gobierno comenzara a movilizarse como capital político el relato de la “vuelta” de los/as jóvenes a la política. En conjunto, si interpretamos estos acontecimientos como parte de un proceso de identificación, es decir, de asunción identitaria explícita, asumida y movilizada (García Linera, 2014), hay una evidente regularidad en marcar la coyuntura de 2008 del conflicto con “el campo” como un momento bisagra. En algunos casos derivó directamente en la militancia, pero en la mayoría se vislumbran esos años, de 2008, 2009 y 2010 como los del período donde se produce el proceso de identificación, siendo que la decisión de participar en alguna organización se da a partir de la muerte de Kirchner.

Ese proceso de identificación tuvo diversos caminos de llegada, regularmente dados desde el progresismo, desde posiciones vinculadas a una discursividad de izquierda latinoamericanista, algunos/as pocos/as de familia con tradición peronista (fundamentalmente abuelos/as), o directamente sin identificación política previa. Otro aspecto constatable es la confluencia de organizaciones barriales o comunitarias cuantitativamente pequeñas que se agregaran a espacios de mayor referencia. En total, a lo largo de las entrevistas, fueron nombrados veinticuatro espacios como parte de las trayectorias de los/as militantes. Esos colectivos de identificación en los que las juventudes participaron construyeron paulatinamente sus trazos narrativos en torno a la tradición nacional-popular.

Una dimensión que buscamos indagar es a qué jóvenes interpeló el proyecto kirchnerista: ¿se identifica un perfil de clase, socioeconómico y cultural relativamente homogéneo o, al menos, preponderante? De acuerdo a Maristella Svampa (2016) el kirchnerismo construyó un populismo de clases medias. Esto también puede verse reflejado en las juventudes militantes en Córdoba: tanto los acontecimientos reseñados como la reflexión mayoritaria ante nuestra pregunta en las distintas entrevistas reconocen un perfil. “Proyecto de clases medias”, “clase media con formación”, “sectores medios, universitarios o ligados a la cultura”, “militantes de clase media, progresista, intelectual”, “pibes estudiantes con trabajo de medio tiempo”, “clase media, blanca, capitalina”, son algunas de las frases que podemos extraer de las conversaciones.

En Córdoba el kirchnerismo fue masivo pero no abarcó los distintos sectores, en eso también como kirchneristas cordobeses está bueno identificar que hubo una juventud pejotista que siguió interpelando por ahí algunos territorios y a nosotros que con trabajo territorial nos costaba interpelar. Porque de última seguíamos siendo nosotros los jóvenes que íbamos a los territorios y no terminábamos de lograr que se sumen en esa militancia esas personas. En ese sentido me parece que en Córdoba el perfil de la juventud era un perfil mucho más clase media, más progresista, más intelectual, universitarios (Daniela, Pueblo Peronista)

Con este crecimiento de las militancias de clases medias en el proyecto kirchnerista, uno de los debates fundamentales fue en torno al rol que las organizaciones debían cumplir. Algunas con más posibilidades de trabajar desde el Estado, otras con un perfil marcadamente barrial o comunitario, lo cierto es que la “función” de las organizaciones se prestó a distintas interpretaciones al interior de las militancias. Si antes nos referimos a un proceso de identificación, vamos a pensar ahora en un proceso de organización de las acciones colectivas. Es posible consignar dos dimensiones principales de ese proceso: “el aguante y la mística” y la “tarea de puente entre Estado y territorios”4.

Dentro del “aguante y la mística” se incluyen respuestas como: “defender a Cristina”, “lealtad a Cristina”, “ocupar la calle en contextos de conflictos”, “disputarle el discurso a los medios”, “convencer, discutir, persuadir”, “construir representatividad en distintos espacios”, “estar en primera línea bancando al gobierno”, entre otras. Esta dimensión, que comienza a conformarse como fuerza de acción desde la muerte de Kirchner, es relevante en la configuración de la identidad militante. La “mística” y la “lealtad” al líder son construcciones basales en la forma de interpretar las movilizaciones en la tradición nacional-popular, junto a la convicción de que la capacidad de congregación en espacios públicos es, tanto hacia dentro como hacia afuera del proyecto político, un acto de demostración de fuerzas. La visibilización pública de las militancias encuentra aquí un pilar fundamental:

Las organizaciones tomaron un fuerte rol del aguante, nosotros le llamamos la etapa del aguante. Hicimos todo un proceso posterior al 2015, todo un proceso de autocrítica y de revisión de lo que fueron los últimos años, y en realidad después de 2011 la mayoría de las organizaciones tomamos un rol de bancar los trapos. Cada vez que Cristina daba un discurso en la Casa Rosada, que después iba a saludar a los pibes, los patios militantes. No sabes lo que eran los patios militantes… (Micaela, Movimiento Evita)

De aquí se desprende la segunda dimensión en el rol de las militancias, la “tarea de puente entre el Estado y los territorios”:

La muerte de Néstor ha sido una inflexión para muchos y muchas, ha sido probablemente un reafirmar la necesidad de salir a proteger lo que se venía conquistando. La sensación genuina de que había que salir a cuidarla a Cristina (…) Cuidarla desde la gestión, desde la política. En ese momento se produce un aluvión de ingresos de gente de La Cámpora a diferentes estamentos del Estado nacional en lugares estratégicos (…) en líneas generales, las organizaciones surgieron como una necesidad de salir a proteger a Cristina y al gobierno y terminaron asumiendo ese rol dentro de la gestión (Leandro, Barrios de Pie- La Jauretche)

Creo que el rol de la militancia es el ejercicio de convencer, discutir, persuadir, entonces las organizaciones tenían que llevar las discusiones que estaba dando el proyecto político a los distintos ámbitos. A los territorios, a las universidades, a los lugares de profesionales, a los sindicatos, construir representatividad dentro de esos espacios. Esos eran algunos de los roles, las disputas de los espacios de poder, ser nexos entre las políticas públicas y los sujetos de derechos, y después todo un rol que tenía que ver con la mística. También creo que después de la muerte de Néstor, y de esa frase que dice poco antes de morirse ‘cuídenla a Cristina’, me parece que la militancia recoge el guante (Emilio, La Cámpora)

Desde aquel “cuidar en la gestión” es posible identificar todo un conjunto de tareas, en palabras de los/as entrevistados/as: “acercar políticas públicas a los barrios”, “funcionar como arterias del Estado”, “organizar y construir poder popular”, ser “brazos ejecutores de políticas públicas”, “acercar herramientas del Estado a los/as vecinos/as”, “canal de comunicación entre el Estado y los territorios”, “gestionar políticas públicas”, “acercar políticas públicas sin las típicas relaciones burocráticas”. El trabajo con herramientas y políticas públicas estatales se produjo tanto con las organizaciones como nexo (principalmente aquellas con un desarrollo de trabajo territorial consolidado, como el Movimiento Evita) como desde el ingreso de jóvenes a funciones estatales (La Cámpora fue quien más nutrió el ingreso al Estado). Aun cuando nuestra investigación no hizo foco en esta cuestión5, resulta importante consignarla porque fue parte de discusiones al interior de las organizaciones oficialistas, sobre las que volveremos.

Como proceso general, pensamos este vínculo de las organizaciones con el Estado como parte de la institucionalidad agonista en los años de kirchnerismo. Por un lado, por la acción del propio gobierno de dar espacio a las organizaciones en el manejo de herramientas y, por otro, por la experiencias de estas juventudes que asumieron al Estado como un elemento central en la transformación social.

Para concluir, sostenemos que en torno al proceso de identificación, con sus acontecimientos fundamentales, y del proceso de organización de las acciones colectivas, en perspectiva de los roles o las tareas militantes, se configuró la emergencia de las militancias juveniles oficialistas durante los años de kirchnerismo. Si el primero supone un acercamiento ideológico-discursivo al proyecto de gobierno, el segundo da cuenta del compromiso de la acción individual, en su motivación y en su hacer, con organizaciones colectivas que tuvieron visibilidad pública y reconocimiento de antagonistas. En las militancias juveniles del kirchnerismo esa configuración se produjo principalmente en torno de la tradición nacional-popular, progresivamente del peronismo. Sobre este punto trabajaremos a continuación, en la tentativa de vislumbrar lo que significó una movilización en la estructura de sentimientos de la tradición nacional popular.

Las militancias en la configuración identitaria e ideológica del kirchnerismo: movimientos en la estructura de sentimientos de la tradición nacional-popular

En este segmento mostramos los lazos históricos de las militancias con la tradición nacional-popular y, específicamente, con el peronismo, desde la asunción de lenguajes, memorias e historias. Denominamos a ese proceso movimientos en la estructura de sentimientos de la tradición nacional-popular. Antes de eso, nos interesa retomar escuetamente lo dejado en puntos suspensivos en relación al vínculo entre organizaciones, enfocándonos en la experiencia de Unidos y Organizados como el intento de conformar una estructura de las militancias por fuera del Partido Justicialista.

Podemos interpretar esta experiencia como el intento de estructuración unificada de las acciones colectivas. Unidos y Organizados surgió luego de un acto en el estadio de Vélez Sarsfield en abril de 2012 y, como tal, respondió a las lógicas de la tradición nacional-popular de la “organicidad” y el “verticalismo”. A lo largo de las entrevistas consultamos por lo que significó esta experiencia en Córdoba, y las respuestas oscilaron entre la falta de organización efectiva al interior del espacio y lo que, con el tiempo, los/ entrevistados/as entienden que representó un camino en la atomización del kirchnerismo:

Unidos y Organizados es el error político más grande que comete el kirchnerismo en el plano de la militancia. La verdad era que o te ordenabas atrás de La Cámpora o no pasaban algunas herramientas para tu organización. Lamentablemente pasó así y se construyó una idea muy fácil que era ‘el kirchnerismo es La Cámpora´ y se invisibilizaban a los sectores de trabajadores, a las otras juventudes (...) creo que fue el camino hacia la derrota, o sea el inicio del camino a la derrota del 2015, entre otras malas decisiones (Ezequiel, La Cámpora)

El intento de construcción de un espacio de identificación plenamente kirchnerista en esa coyuntura de correlación de fuerzas favorable, luego de los tres años de disputa política más álgidos (habilitantes de la proliferación de organizaciones juveniles), son interpretados a la distancia como el comienzo de un proceso de cercamiento y pérdida de la capacidad hegemónica. Primero por las tensiones de las organizaciones entre sí y con otros sectores de representación política, particularmente por el rol de La Cámpora. Luego por las rispideces que ocasionó entre las organizaciones y las estructuras de gestión provincial y municipal. Finalmente, por el posicionamiento de la juventud militante como el actor visiblemente más definitorio del espacio kirchnerista.

Podríamos graficar este recorrido como el de un momento inicial de apertura y emergencia de distintas manifestaciones de la experiencia kirchnerista a, luego, el de una sutura identitaria percibida como tendencialmente ensimismada. Unidos y Organizados, como tentativa de estructuración de las acciones colectivas, es interpretado en el presente como parte de ese devenir de cerramiento. Es posible pensar que esta reconstrucción de los hechos permite avizorar ciertas transformaciones al interior de las militancias y organizaciones, que cambiarán la figura de la mística por la del pragmatismo. Es necesario comprender ese pasaje a partir del modo en que se produjo una continua y sostenida adopción de la tradición nacional-popular desde la emergencia de las militancias juveniles. Sobre este aspecto reflexionaremos ahora, como parte de lo que llamamos movimientos en la estructura de sentimientos de la tradición nacional-popular.

Al igual que con el concepto “tradición”, tomamos la categoría “estructuras del sentimiento” de Williams (2009), en la búsqueda de comprender cómo experiencias sociales son significadas deviniendo conciencia práctica del mundo, presentes en lenguajes y en representaciones. Los cambios en las “estructuras de sentimiento”, dirá el autor, son cambios de la conciencia práctica. Así como Daniel James (2005) lo hace con su estudio de la clase obrera durante el primer peronismo o Martucelli y Svampa (1997) con la militancia peronista en los noventa, nos parece plausible recurrir a ese concepto para dilucidar cómo, en la coyuntura de los años de kirchnerismo, se produce una rearticulación de la tradición nacional popular que encuentra en las militancias juveniles un espacio donde observarse.

Con movimientos en la estructura de sentimientos de la tradición nacional-popular estamos sugiriendo entonces que, en las militancias emergentes, esta tradición política fue ganando progresivamente relevancia como principio de identificación, en la asunción de tópicas y regularidades narrativas. Fueron las matrices nacional-populares articuladas agonalmente las que otorgaron formas de interpretación y principios de inteligibilidad de la coyuntura: el pueblo y sus adversarios, la centralidad del Estado, la inclusión social como objetivo, la figura del/la líder o conductor/a como referencia política, las representaciones de la “patria” o la “nación” como pertenencia:

Y en eso sí me siento parte de un proceso en el que nos fuimos peronizando, nos fuimos apropiando y fuimos disputando reivindicaciones. Haciendo un ejercicio de poder disputar el sentido del peronismo para darle vitalidad. Es un proceso que se nutre de todo un movimiento preexistente, y en el 2003 y 2004 y hasta el conflicto del 2008 no se leía como peronismo, incluso no se leía como parte del kirchnerismo (Leandro, Barrios de Pie-La Jauretche)

El significado de lo nacional-popular durante los años de kirchnerismo fue asociado a lo que ese proyecto habría posibilitado en términos de cohesión de demandas populares, fueran estas de carácter actual o por su historicidad. Lo nacional-popular se elaboró como algo más que una identificación coyuntural y remitió a un conjunto de experiencias históricas argentinas y latinoamericanas. Estas trazaron una línea de continuidad donde el principio de definición se alojó en relación a los antagonistas de esa tradición:

Lo nacional y popular son los proyectos nacionales que, beneficiando a los sectores medios o populares, se sustentan en ellos (...) Por eso se puede hablar de Rosas, Irigoyen, San Martín, Perón, porque es una línea que representa al sector más masivo de lo nacional, no identificado directamente con el poder fáctico de cada momento histórico, es justamente enfrentado (Pedro, Movimiento Evita- La Jauretche)

En ese entrelazamiento narrativo de memoria histórica, de tradiciones selectivas, las militancias construyeron también sus formas de identificación en la coyuntura. Esto permitió configurar, en el juego de relaciones de fuerza, una densidad identitaria asumida y movilizada en el espacio público:

Fue como una especie de revisionismo histórico lo que hicimos los jóvenes militantes kirchneristas, porque tomamos imágenes, símbolos de la historia que habían sido bastante vilipendiados. Nosotros nos nutrimos del ‘che’ Guevara, nos nutrimos de Eva Perón, nos nutrimos de Tupac Amarú, de la Juana Azurduy, de Manuel Belgrano, de Mariano Moreno, de todos esos protagonistas de la historia que habían pasado a los libros como fragmentos. Yo no llevo la remera con la cara del porque está de moda, la llevo porque sé lo que significa el hombre nuevo, porque sé lo que él quería lograr, lo lleno de contenido. Cuando yo me pongo la remera de la Eva no es la Eva porque sí, es la Eva que lloraron millones de argentinos cuando se fue (Lucía, Nuevo Encuentro)

En esta construcción de sentido sobre lo nacional-popular, en algunas entrevistas emergió la cuestión de las militancias juveniles de las décadas del sesenta y setenta. Cuando esto ocurrió, nos pareció un camino a seguir. Exploratoriamente preguntamos por la significación de esas militancias en las juventudes que adhirieron al kirchnerismo. Dos cuestiones fueron las más regulares: la asunción de un legado en condiciones históricas distintas y las transformaciones en el sentido del compromiso.

Es la generación de Néstor, hay como un puente entre esa generación y la nuestra, porque en el medio hubo un vacío y me parece que eso es lo que nos unía... bueno capaz que me estoy salteando la juventud radical en el ochenta y tres y todo eso, pero por lo menos creo que nosotros lo vivimos así, como una especie de continuidad que fue interrumpida, pero distinta, en un mundo totalmente distinto, y éramos eso, de vuelta la juventud participando en política en un mundo nuevo (Emilio, La Cámpora)

Ese puente generacional entre las militancias, permitido por el hecho de que uno de sus miembros fuese presidente (“es la generación de Néstor”), habilitó también una interpretación de los nombres de las organizaciones en relación a aquella época. La alusión al nombre Cámpora remitió más a una experiencia histórica que a la figura de un representante político:

La Cámpora es por esa primavera camporista, esa utopía de ese sector peronista más de izquierda, que estaba en disputa con el sector del peronismo burocrático, conservador. La Cámpora nace buscando eso. De hecho, mucho de la primera gráfica de la organización hace referencia a eso constantemente, a la primavera camporista y a lo que significó. Y después siempre hubo mucha bajada de línea en la organización. Bueno, ‘el héroe es colectivo’, Néstor cuando se transforma en el Eternauta, fue muy fuerte, en nuestras banderas, en nuestras remeras, en nuestros murales, era esa idea siempre (Ezequiel, La Cámpora)

La asunción de simbologías en el peronismo está asociada a la construcción de memorias y, dentro de esas simbologías, la de mayor referencia es la “Marcha peronista”. A esa marcha las militancias le adicionaron una estrofa: “resistimos en los noventa, volvimos en el 2003, junto a Néstor y Cristina la gloriosa JP”:

Es una tradición en el peronismo eso, o sea sigue siendo un revival de los setenta, porque así como nosotros agregamos ‘junto a Néstor y Cristina’, en los setenta decían ‘Evita montonera’, ‘Montoneros, FAR y ERP’, la juventud peronista le agrega la parte de los montos en los setenta y ahora con el kirchnerismo se le agrega la parte de ‘resistimos a los noventa’. Como que estuvimos guardados, en un gobierno no hubo estrofa, parece que si hay estrofa hay militancia juvenil y hay aguante. Si hay gobiernos populares hay estrofa, con Cámpora hubo estrofa y con Kirchner y Cristina hubo estofa (Pedro, Movimiento Evita- La Jauretche)

Esta no fue la única melodía que articuló a las militancias juveniles del kirchnerismo con la tradición nacional-popular. Otras, por ejemplo, fueron:

“Cristina, Cristina corazón, acá tenes los pibes para la liberación”

“Vengo bancando este proyecto, proyecto nacional y popular, te juro en los malos momentos los pibes siempre vamos a estar, porque Néstor no se fue, lo llevo en el corazón, con la Jefa los soldados de Perón”

“Con Cristina los pibes están cubiertos, con Cristina tenemos la ley de medios, con Cristina hay un gobierno diferente, y este proyecto a vos te duele, acá está el pueblo y Kirchner vuelve”

Los pibes para la liberación”, “la Jefa y los soldados de Perón”, la figura del “pueblo”, “Kirchner vuelve”: hubo allí un conjunto de tópicas que se entrelazaron con formas herederas y deudoras del pasado, que establecieron narrativamente lazos políticos históricos. Estas “tramas imaginarias” representan una de las funciones de integración que Paul Ricoeur (2008: 124) asignaba a las ideologías en relación a las memorias. Memorias que adquirieron marcos materiales, instrumentos y soportes concretos: banderas, remeras, canciones.

Pero además de esas resonancias con experiencias históricas, lo nacional-popular se configuró en base a convocatorias a distintos sectores en tiempo presente. Esas convocatorias complejizaron el espacio de identidad, donde el peronismo actuó como un punto gravitatorio:

Me parece que el kirchnerismo nos llevó a un montón de sectores al peronismo, yo nunca fui antiperonista ni muchísimo menos pero no era peronista, de hecho era como una cuestión medio lejana, ajena, como ‘che el peronismo es Menem’. El kirchnerismo y el macrismo me han hecho peronista (Jeremías, La Jauretche)

A partir de esta rearticulación de la tradición nacional-popular como espacio de identificación política, en nuestro trabajo reconstruimos puntualmente cuatro dimensiones que permiten referirse a movimientos en su estructura de sentimientos: i- la “recuperación” de la política y el rol del Estado, ii- el “latinoamericanismo”, iii- el lugar de los/as jóvenes en la política y, iv- el liderazgo/conducción de Néstor Kirchner y, fundamentalmente, Cristina Fernández.

i- La idea de que la política retomó su carácter disruptivo y transformador fue un emergente constante de las conversaciones. Pero junto a un reconocimiento asociado: la importancia del rol del Estado. Entonces no fue sólo una recuperación de lo político en el mundo de la vida, en lo cotidiano de la sociedad civil, sino que se articulará a la capacidad de las burocracias estatales. En ese sentido, las militancias juveniles pueden ser pensadas en su relación con la estatalidad, como parte de un proceso social de rearticulación del orden luego de la crisis del 2001. Claro que no cualquier tipo de reajuste institucional post 2001 llevaría necesariamente ni a la emergencia de militancias ni a sus formas relacionales con el Estado. Entonces allí radica una particularidad reseñable de la época. De acuerdo a nuestro supuesto de partida, es en torno a los años de mayor institucionalidad agonal del kirchnerismo, entre 2008 y 2011, donde pueden situarse un conjunto de factores que permiten comprenderla.

En conjunto, la política vivenciada como herramienta colectiva de transformación social y la centralidad del rol del Estado en el objetivo de inclusión social, recobraron lo que las militancias consideraban su lugar histórico, una especificidad que la tradición nacional-popular habría extraviado. La memoria del peronismo de la década del noventa estaba configurada sobre el desanclaje de la articulación política-Estado-inclusión social, con impactos negativos en la representación de las juventudes respecto a las herramientas estatales. Esa memoria, como práctica social desde el presente hacia el pasado, permitió realizar un quiebre respecto a esa forma del peronismo y hacer retornar no sólo lo que sucedió, sino también lo que no, las promesas incumplidas, los proyectos naufragados en la historia de la tradición nacional-popular. La “recuperación” de la política, la visibilización de las disputas de intereses, nos fueron insistentemente señaladas como características definitorias de los años de kirchnerismo, posicionadas como la posibilidad de una nueva manera de experienciar la participación. Sin esas características, advirtieron muchos/as entrevistados/as, no podría haberse pensado en la identificación de las juventudes con un proyecto de raíz peronista.

ii- El latinoamericanismo, posibilitado por la coyuntura, suscitó una experiencia de pertenencia que habilitó un modo de comprender la historia regional y, con ella, la construcción de explicaciones sobre las desigualdades en las sociedades latinoamericanas. Que figuras como las de Fidel Castro o Hugo Chávez se mostrasen cercanas al kirchnerismo desde el inicio del gobierno de Néstor Kirchner significó, para las militancias, indicadores de una narrativa distinta sobre lo nacional. Esto será reafirmado tanto en lo discursivo como, tenuemente, en lo institucional, principalmente desde la creación de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). Así, las ideas de nación o “patria”, constructoras del sentido de comunidad, se vivenciaron como inescindibles de lo latinoamericano: la “patria grande” fue referenciada regularmente como pertenencia de origen y destino común.

Estas formas narrativas sobre las sociedades latinoamericanas pueden también tener su lectura desde otra tópica clásica de la tradición nacional-popular de mediados del siglo XX: la retórica antiimperialista. Advertimos que en pocas oportunidades esta forma de narrar acontecimientos emergió durante las entrevistas, pero sí la certeza de que una política común era fundamental para contrarrestar los efectos de las desigualdades geopolíticas. El adversario de los procesos regionales asumió el nombre del neoliberalismo, sus instituciones reproductivas internacionales y sus representantes locales. Estos, además, como los responsables de las crisis sociales que los proyectos nacional-populares vendrían a resolver.

Mencionamos que el acto del “no al Alca” de 2005 fue insistentemente subrayado como un acontecimiento clave en el proceso de identificación con el oficialismo. Aun cuando no haya derivado inmediatamente en la emergencia de las militancias, estas lo recuperaron como parte de su propia historicidad y elemento central de sus narrativas:

El ´no al Alca´ en Mar del Plata seguramente es una de las razones por la cual surgieran organizaciones kirchneristas, eso fue el hecho que devolvió la identidad al peronismo como transgresor, como enemigo del statu quo, como un sujeto político anclado en la figura de la patria grande, que eso me parece que había quedado tapiado del lenguaje del peronismo. Y sobre todo en Córdoba, hablar de patria grande, hablar de los referentes de Latinoamérica… me parece que lo que generó ese hecho de Mar del Plata desembocó en el surgimiento de muchas organizaciones kirchneristas (Alan, Capiango JP- Movimiento Evita)

iii- El lugar dado a los/as jóvenes en la política fue marcado como un reconocimiento novedoso, como un llamado a la participación y un modo de ponderar a las juventudes. En las entrevistas se referenciaron distintas formas de ese reconocimiento: desde lo discursivo en las alocuciones de Cristina Fernández y Néstor Kirchner, en lo institucional con la posibilidad de trabajar desde las organizaciones en los territorios con políticas públicas y con el ingreso de militantes a funciones estatales. Esta dimensión acopla una relación de las juventudes militantes con el Estado que no había sido posible en la experiencia del peronismo menemista de la década del noventa. Allí, relataron militantes del Movimiento Evita, “los compañeros estaban en la resistencia, en las rutas”. Entonces la institucionalidad, como mencionamos previamente, fue preponderante en estos años, algo que luego trajo tensiones entre las organizaciones por la distribución de recursos o el manejo de políticas públicas.

Los jóvenes éramos los protegidos de Cristina, éramos una apuesta política. Tenía una espalda de pibes y pibas en todo el país muy grande. Sí creo que no hubo una traducción de lo que Cristina generó con nosotros para el abajo del movimiento, no hubo referentes que generen la apertura que generó Cristina. Para el abajo era una tensión permanente de ‘bueno tenemos que ser parte, déjennos sentarnos en la mesa, deberíamos estar en este lugar’ (Lucy, Red de Estudiantes Secundarios)

iv- Tomamos este testimonio para subrayar el liderazgo de Cristina Fernández, específicamente su reconocimiento a las juventudes militantes. Característico de las múltiples definiciones que se han dado sobre todos los movimientos nacional-populares, la figura del/a líder encuentra durante el kirchnerismo un momento destacable. La relación líder-militancias signó el rol que éstas asumieron: por las conexiones generacionales, por la apertura de tareas estatales para las organizaciones y por los componentes descriptivos, didácticos y programáticos de los discursos, los liderazgos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández fueron distinguidos como factores centrales en la revisión de lo nacional-popular y del peronismo.

Al peronismo lo rescató de la muerte, el kirchnerismo vino a rescatar los destrozos del 2001, a levantar la desidia de los noventa, creo que si no hubieran estado Néstor y Cristina hoy no habría peronismo. Por eso para mí son tan importantes, porque sin ellos el escudo que hoy llevamos sería realmente una cáscara vacía como nos quieren hacer creer algunos (Samir, Capiango JP- Centro Vecinal Barrio Müller)

Por primera vez desde la recuperación democrática en 1983, el peronismo logró tener liderazgos que interpelaron a una juventud militante. La figura y la presidencia de Carlos Menem (1989-1999) quedó asociada o bien a la “traición”, al “peronismo de derecha” o llanamente al neoliberalismo. Entonces el liderazgo y la conducción se articularon como elementos definitorios desde la reivindicación, la confianza, o la “lealtad”. El saldo de la relación de Cristina Fernández con las militancia fue subrayado como un legado generacional también para después del 2015, aun desde aquellos/as jóvenes de organizaciones que se habían mostrado críticas:

Para nosotros, aun peleados con Cristina, es como una especie de reserva moral para toda una generación. O sea nosotros no lo vimos a Perón, si tenemos una idea de Cristina derrotada o haciendo el ajuste o haciendo una cagada capaz que nos muramos sin tener otra referencia. Para nosotros, para la generación que no conoció a Perón, Cristina es Perón (Marina, Movimiento Evita)

Cerramos aquí este segmento, recapitulando brevemente: para el abordaje de las militancias en la configuración identitaria e ideológica del kirchnerismo indicamos movimientos en la estructura de sentimientos de la tradición nacional-popular, específicamente enfocados desde las militancias, como dimensiones de interpelación a la participación juvenil. Sostenemos que estas dimensiones permitieron observar renovadas formas de experimentar la militancia nacional-popular, que fueron renovadas y no “nuevas” precisamente porque se produjeron sobre la rearticulación de componentes característicos de esa tradición política. Si es plausible pensar en movimientos en la estructura de sentimientos de la tradición nacional-popular, es porque estos no se generaron a partir de una actualización doctrinaria sino desde la efectiva experiencia de participación.

En torno a ellas se constituyeron las condiciones de reconocimiento del relato kirchnerista, que produjo, fundamentalmente en su momento de tensión agonal, una articulación discursiva con efectos de sentido posibles en las narrativas militantes. Hubo interpelación e integración, se instituyeron grupalidades y antagonistas y, así, las regularidades narrativas fueron también el resultado de una correlación de fuerzas. Las militancias juveniles fueron parte de la circulación discursiva que articuló componentes de la tradición nacional-popular, constituida en un marco interpretativo colectivo que brindó principios de identificación y sentidos para la acción.

En ese proceso, desde determinadas organizaciones se cuestionó la propia centralidad de las juventudes (principalmente de La Cámpora). Cristina Fernández no perdió su lugar de liderazgo, aunque sí se resquebrajaron explicaciones sobre la forma de hacer política. ¿Es posible pensar en una crisis narrativa del kirchnerismo en esas circunstancias? Para responder vamos a mostrar, de modo escueto, cuáles son las principales disyuntivas que se abrieron luego de la derrota electoral del oficialismo en el 2015.

Discontinuidades en las militancias después del 2015: desmembramientos en las organizaciones y feminismos

La derrota electoral del kirchnerismo en el 2015 habilitó desplazamientos de las militancias en términos de definiciones identitarias y espacios de participación. Mencionaremos dos: el proceso desmembramiento y erosión en las organizaciones y la masiva convocatoria de los feminismos.

En términos generales, es posible identificar que las suturas del reconocimiento kirchnerista se agrietaron, que comenzaron cuestionamientos a las tomas de decisiones, al rol de las organizaciones, a la forma de vincularse con otros sectores como el sindical. Las figuras del “aguante y de la mística” se resquebrajaron y la del mayor pragmatismo tomó un nuevo peso. La derrota, los desmembramientos y la falta de direcciones nacionales otorgaron más autonomía a las organizaciones y, con ella, a los acuerdos con las estructuras de los peronismos provinciales.

Si en el momento agonal del kirchnerismo el campo de las identificaciones se polarizó y si en esa coyuntura fue posible advertir su caracterización nacional-popular, luego, con el desgaste y la derrota se produjo una relajación de esas tensiones, la dispersión de las organizaciones y una identificación política con el peronismo que se instituye menos en torno a la mística que al pragmatismo.

El límite éramos nosotros de golpe, cuando nosotros empezamos a ser un límite empezamos a ser un problema en la política, era para discutirlo: ‘¿che el límite de la unidad nacional estamos siendo nosotros?’ Se nos reventó la cabeza (…) Con toda humildad, creo que hubo un error de Cristina en haber construido un sujeto político ideal en ese joven, militante, que la gente lo ve con ese perfil universitario, y Cristina se respaldó mucho en esa juventud y mucho menos en los trabajadores, mucho menos en otros sectores (Ezequiel, La Cámpora)

Esa autocrítica tuvo en paralelo un proceso de alejamiento de muchos/as militantes, acompañado por la dispersión entre las organizaciones. Uno de los motivos que nos fueron señalados se vinculó con la pérdida de referencias y sus impactos en la continuidad de los trabajos territoriales. La necesidad de sostenerlos llevó a tomar diferentes caminos:

Después del 2015 mermó bastante la participación en algunas organizaciones, hubo un replanteo total de las estrategias a seguir, y algunas de estas juventudes acá en Córdoba quedaron como huérfanas. Pienso que tiene que ver con cómo nos formamos políticamente, porque no es lo mismo estar en el gobierno, ser parte como organizaciones, a pasar a ser la resistencia. Fue como un retroceso en la cuestión de la militancia a otros territorios que no tenían que ver con la política partidaria sino con la organización social o al objetivo. Por ejemplo el movimiento de mujeres y la lucha por el aborto legal de pronto se hizo muy masivo (María Marta, Peronismo Militante)

En la nueva coyuntura también comenzó a entrar en cuestionamiento la lógica propia de la forma “organización”, la que fuese la principal herramienta de participación de los/as jóvenes. Se consideró que esa forma había encontrado límites tanto en sus posibilidades de expansión y convocatoria como en su potencialidad como herramienta de intervención:

Hemos sostenido las organizaciones como un acto simbólico, como un acto de resistencia, de pertenencia a un espacio mucho más amplio, un acto hasta de fé te diría en muchos sentidos. Pero uno desde una reflexión política sabía que ese esquema era un esquema muy útil en una coyuntura específica que ha sido después de la muerte de Néstor hasta que finalizó el gobierno de Cristina, y en todo momento sobrevuela y se materializa desde 2016 que todo ese colectivo necesitamos redefinirlo para que hable desde otro lugar a la sociedad (Leandro, Barrios de Pie- La Jauretche)

Dentro de las reivindicaciones y las formas de agrupamiento que se mantuvieron, una sobresalió especialmente: los feminismos. No es soslayable que la ausencia de este debate en las organizaciones kirchneristas emergió como un problema en las conversaciones con militantes mujeres. Las diversas formas de “machismos”, marcaron ellas, eran visibles en aquel entonces, pero luego del 2016 la reflexión al respecto adquirió un nuevo matiz.

El feminismo no había llegado a nuestras organizaciones. Eso fue algo que me marcó, reconocer que había discusiones que para adentro no se daban, entonces el 2015 dio lugar a ese tipo de discusiones. Y en eso sí perdimos mucha participación, también por cuestiones muy subjetivas, había mucho malestar, mucho desencanto (Daniela, Pueblo Peronista)

La masificación del feminismo en tiempos en que éramos oposición, a las feministas kirchneristas, nos permitió una alianza de lucha con otros sectores. Creo que el feminismo es un problema para el peronismo, entonces es un desafío para las feministas que somos peronistas (Andrea, La Puiggrós- Evita)

Emergente de una discusión que no podemos más que consignar, estos testimonios evidencian una ausencia que se hizo notoria con el transcurrir de los años, la visibilización y manifestación masiva de los feminismos, con las marchas “Ni una menos” desde el 2015 y luego con los debates por la ley sobre la interrupción voluntaria y legal del embarazo.

Hasta aquí el recorrido por el análisis de las entrevistas a militantes de organizaciones que fueron parte del campo nacional-popular durante los años de kirchnerismo. Hemos intentado componer algunas de las dimensiones más relevantes en la constitución de aquellas militancias. Insistimos en el carácter narrativo de los testimonios, nos preocupó menos corroborar fechas, hacer líneas temporales, que tomar a las narraciones como lo que las definen: su carácter verosímil y su capacidad de entrelazar acontecimientos, eventos, memorias. En conjunto, confiamos en la forma narrativa para poder reconstruir las condiciones de reconocimiento que tuvieron, entre las juventudes militantes, los años de kirchnerismo y la rearticulación de la tradición nacional-popular.

A modo de cierre: una nueva generación en la tradición nacional-popular

Una de las principales emergencias en la tensión agonal durante los años de kirchnerismo fue que sectores de las juventudes se sintieron interpelados por lo político, en su dimensión instituyente, pero también por la política, por la gestión de lo existente. Esas juventudes fueron parte de un proceso general de la relación entre política y sociedad en aquellos años. Si pusimos el foco allí no fue entonces por su excepcionalidad, sino porque habitaron dentro de la tradición nacional-popular.

Las juventudes se narraron dentro de una tradición que ordenó el mapa de las identificaciones políticas entre un proyecto nacional-popular y su opuesto neoliberal. El discurso del kirchnerismo estuvo configurado por esas condiciones, actúo como fenómeno de integración, simplificó y esquematizó las visiones sobre las principales disputas de la política nacional. Cuando, avanzado el segundo gobierno de Cristina Fernández (2011-2015), la identificación oficialista comenzó a aliviar los trazos de su articulación, esa contundencia narrativa se agotó. La crisis narrativa del kirchnerismo como identificación fue la crisis de sentido del kirchnerismo y, así, con mayor fuerza el peronismo ocupó su lugar histórico.

Surgieron nuevas organizaciones, otras adecuaron sus marcos de alianzas en la política local, estuvieron las que perdieron significativas cantidades de militantes. Esa situación fue acompañada también por la inquietud hacia otros espacios. La figura del/a trabajador/a en el marco de un gobierno que, como el de Cambiemos (2015-2019), le afectaba directamente, produjo un corrimiento hacia espacios como los sindicales. Mencionamos, además, la irrupción masiva de los feminismos, sus problematizaciones y demandas transversales.

El tiempo de las organizaciones del “aguante” y la “mística” tuvo su momento de apogeo y también de apaciguamiento, lo mismo que el tiempo del kirchnerismo como discurso agonal. Sin embargo, creemos que difícilmente hoy un conjunto de juventudes se reconociera en el peronismo sin haber atravesado las experiencias de la militancia en aquellos años. Si hubo un denominador común en todas las conversaciones que tuvimos, unánime, fue que el kirchnerismo significó para el peronismo una resignificación, la posibilidad de adquirir una tónica disruptiva, cuando su última memoria había sido la del menemismo de la década del noventa. Por eso, más que sostener la emergencia de una nueva generación en las juventudes políticas, nos parece propicio afirmar que, durante los años del kirchnerismo, estuvimos en presencia de una nueva generación en la tradición nacional-popular.

El término generaciones (Vommaro, 2015) alude al modo en que nuevas cohortes que se incorporan a la sociedad se apropian, significan y resignifican las circunstancias históricas, sociales y culturales de su época. En ese plano, la condición etaria fundamenta la dinámica de las generaciones pero no las constituye: los casos en que una generación deviene grupo son circunstanciales. El vínculo resulta de un proceso de subjetivación ligado a experiencias comunes, a partir de las cuales emergen modos de identificación y reconocimiento. Tanto la coyuntura de tensión política luego de la crisis del 2008, como los “acontecimientos fundadores” (Mauger, 2013) y los cambios en la estructura del sentimiento al interior de la tradición nacional-popular que nos fueron relatados, permiten pensar en la emergencia de esta nueva generación.

Las emergencias tienen algún grado de novedad en la vida política, aunque surjan para acoplarse a la historia de ciertas tradiciones. Los movimientos nacional-populares en América Latina conviven con el legado ambiguo de ser, al mismo tiempo, propuestas de administrar el capitalismo local sin proponer sistemas alternativos y las memorias de ocupaciones y movilizaciones populares masivas, de experiencias de resistencia y ampliación de derechos. Esas discusiones volvieron en la primera década y media del siglo XXI. En el juego de dominancias discursivas presentes en el capitalismo, el kirchnerismo (coadyuvado por un contexto regional) construyó sus procesos de significación, hizo explícitas las huellas ideológicas en la producción de su relato y recuperó selectivamente las memorias de las que nutrirse. En esa disputa, en lo que hemos supuesto como el momento de mayor configuración agonal de la coyuntura, se produjeron las emergencias de las militancias juveniles.

Muchos/as de aquellos/as jóvenes hoy no lo son, pero sí son parte de las estructuras nacionales, provinciales o municipales de las administraciones locales, se sienten más definitivamente identificados/as con el peronismo o persisten la incomodidad de las nominaciones. Las generaciones, al interior de espacios políticos, conviven, negocian, acuerdan, cuando es necesario disputan, apuestan a la sucesión, a los lugares desde donde puedan construir sus plataformas. Disputas que actualmente, con el peronismo al mando del poder político nacional, podemos seguir en sus implicaciones.

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1 Para una análisis minucioso de los meses de conflicto puede consultarse el artículo de Alfredo Pucciarrelli (2017) “El conflicto por ‘la 125’ y la configuración de dos proyectos pre-hegemónicos”.

2 Dentro de la profusa producción en torno a la problemática de los nacionalismos populares en América Latina, Aldao y Damin (2013) sostienen que es posible consignar tres enfoques principales: a- el teoría estructural funcionalista (con nombres de referencia como Di Tella o Germani), b- el estructural “economicista” (referenciando aquí a la teoría de la dependencia y al marxismo: Cardozo y Faletto, Ianni, Wefort,Torre, Portantiero, entre otros), c- la teoría del discurso (con Sigal-Verón, De Ípola o Laclau como algunos/as de sus exponentes).

3 Pueden consultarse otras reflexiones sobre la participación juvenil durante los años de kirchnerismo en los trabajos de Miriam Kriger (2016), Ernesto Rodríguez (2012), Melina Vázquez y Pablo Vommaro (2012), Vommaro (2015) y Vázquez (2014, 2015). Particularmente en estos últimos se analiza la construcción de la juventud como “causa pública” a partir del primer gobierno de Cristina Fernández, desde el cual se promueve la consagración de la juventud militante como capital político. Vazquez realiza un estudio de las “producciones socio-estatales de la juventud” que calibra la mirada sobre las políticas públicas como formas de dar existencia a la noción misma de juventud. En base a una indagación sobre políticas públicas de los gobiernos kirchneristas, orientadas directa o indirectamente hacia los/as jóvenes, concluye que la “participación” como objetivo es el de mayor aparición. La construcción estatal de la “juventud movilizada” instituyó un valor asociado a la juventud en el marco de un proyecto político que, como mencionamos, puso en movimiento ese capital.

4 Tomamos ambas denominaciones de las entrevistas.

5 Sobre este punto puede consultarse el libro Militar en el gobierno (2019) de Dolores Rocca Rivarola, donde se analizan las militancias juveniles y sus relaciones con el Estado en Argentina y Brasil entre 2003 y 2015.