Volumen 32 Nº 4 (octubre/diciembre) 2023, pp.307-310

ISSN 1315-0006. Depósito legal pp 199202zu44

DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.10118617

BUTLER, Judith; FEMENÍAS, María Luisa; SAGOT, Montserrat; VALENCIA, Sayak; HALPERIN, David; RIBEIRO DOS SANTOS, Marinês (2023) Cartografías de género. CLACSO, Buenos Aires. Pp. 108

I

En la segunda mitad del siglo pasado y en las primeras décadas del actual tuvo lugar una profunda transformación al interior de las teorías feministas. Mientras una serie de cambios sociales y jurídicos eran impulsados por movimientos de mujeres a lo largo del mundo (piénsese, por ejemplo, en las revueltas sufragistas, la lucha por la igualdad salarial, las leyes de cuotas, el reconocimiento del trabajo doméstico, el acceso a métodos anticonceptivos, la reivindicación del aborto o, más recientemente, la consecución de legislación en contra del femicidio y el acoso callejero), en el ámbito académico se fraguaron nuevas conceptualizaciones y lecturas que complejizaban los postulados del feminismo clásico tal y como habían sido formulados por distintas autoras.

De la mano de inéditos desafíos conceptuales y estratégicos surgidos de esas luchas políticas, así como de la irrupción de una pluralidad de epistemologías subalternas (los feminismos negros, el enfoque interseccional, el chicano, los lesbian and gay studies, etc.), diversas autoras reformularon una serie de cuestiones y se abocaron a abrir distintos flancos interrogativos que complejizaban los puntos de partida de su propia tradición crítica. En la década del setenta primero (con autoras como Kate Millet, Shulamith Firestone y Adrianne Rich, quienes abrieron nuevas vetas reflexivas en torno a temas como la existencia lesbiana, la corporalidad y el placer) y en la década del noventa después (con la aparición de la insigne obra de Judith Butler Gender Trouble. Feminism and the Subversion of Identity, que de alguna manera sintetizaba los aportes anteriores y ofrecía una versión enriquecida de los mismos), la cuestión del sujeto feminista y la interrogación de núcleos ontológicos “duros” dentro de la teorización del género (v. gr., el deseo, el binarismo, la diferencia sexual, la feminidad, la maternidad, etc.) se sometieron a una interrogación radical.

A tono con la tendencia teórica del posmodernismo a sospechar sistemáticamente de cualquier noción con pretensiones de universalidad, distintas autoras se abocaron a lo que, con Butler, podríamos llamar la “crítica inmanente”, es decir, un tipo de ejercicio reflexivo en el que se cuestionan los fundamentos de la propia tradición de pensamiento no con el objeto de abandonar dicha tradición, sino en la búsqueda de robustecerla y complejizarla. La crítica a los universalismos, que había sido planteada inicialmente por feministas negras como bell hooks y Angela Davis, redundó así en una interrogación en torno a las posibles exclusiones que el concepto “mujer” podría entrañar si no es tamizada por el filtro de la diversidad y la pluralidad de experiencias.

Uno de los efectos centrales de todo este giro copernicano tiene que ver con la crisis del esencialismo. En el cruce de los aportes de la filosofía posmoderna y de estas nuevas teorías feministas, un conjunto de puntos de partida que el proyecto ilustrado había instalado como incontrovertibles empezaron a revelarse como constructos sociohistóricos y contingentes. La razón, la naturaleza, la verdad o el sujeto, por mencionar algunas de esas construcciones, se filtran entonces por la grilla de la sospecha y se revelan como conceptos que, en la práctica, operan como falsos universales. De tal modo que, frente a las aporías a las que conduce el proyecto ilustrado –un proyecto siempre inacabado, pero que, en teoría, apunta a una progresiva inclusividad–, los feminismos posestructuralistas y la teoría queer (en varios sentidos críticas afines, pese a algunos interesados intentos de separarlas) colocan el acento en las exclusiones constitutivas del universalismo. De esta manera, allí donde el optimismo ilustrado y el feminismo de corte liberal encuentran algunas nociones necesarias para hacer avanzar agendas igualitaristas, el feminismo posilustrado pone el dedo en la llaga al señalar que muchas de esas nociones operan con supuestos políticos que marcan, desde el inicio, ciertos límites emancipatorios. El esencialismo aparece, de este modo, como uno de los principales flancos de ataque de los feminismos post, toda vez que se trataría de una tendencia que opera instalando, tanto a nivel ontológico como político, unos diques a las libertades políticas.

En breve, allí donde los conceptos operan como esencias metafísicas inalterables, se establecerían a priori obstáculos para la transformación social.

En términos feministas esto implica un cuestionamiento sobre lo que el propio concepto “mujer” designa. En la formulación de Butler, por ejemplo, no basta con reivindicar una igualdad abstracta para el sujeto mujer, habida cuenta de que ese sujeto no es ontológicamente estable ni históricamente inmutable, sino más bien plural y abierto. Eso no quiere decir que deba denunciarse la feminidad como una mera fantasía o un llano imaginario, pero sí que no debería partirse, dentro de las luchas feministas, de un concepto cerrado de mujer que selle de entrada los alcances connotativos de dicha categoría. De ahí que Butler se ocupe en su obra de desmantelar el binarismo como matriz de inteligibilidad de los cuerpos. Para Butler, ni el cuerpo ni el sujeto sexuado son esencias (lo que no quiere decir que carezcan de existencia), por lo que la teoría feminista ha de estar atenta a toda manipulación política de esas categorías que opere exclusiones y jerarquizaciones internas.

A partir de todo este contexto, la teoría feminista se presenta ya no únicamente como una reflexión orientada a la reivindicación política sectorial (si es que alguna vez lo fue), sino como una teoría crítica radical de la cultura y sus violencias. También se trataría de un estilo de pensamiento capaz de reoperar en una serie de ámbitos muy diversos (la raza, la clase, etc.) que conectan con las jerarquías sexuales. En breve, con toda esta transformación tectónica, los feminismos, en diálogo con la teoría queer, se colocan en el panorama crítico contemporáneo como una de las matrices epistémico-políticas más potentes, sugerentes y radicales.

Este libro pretende inscribirse dentro del marco de renovación y relectura crítica recién descrito. Dado que dicho marco está lejos de ser homogéneo o unívoco, el texto opta por mostrar la pluralidad de métodos, acercamientos, objetos y acentos políticos y teóricos que tienen lugar dentro de los feminismos y la teoría queer actuales. Para tales efectos, la entrevista (formato sobre cuyas peculiares características haré referencia a la brevedad) se revela como un género particularmente apropiado, no solo porque permite un diálogo vivo que faculta a las personas autoras a explicitar sus puntos de partida y reflexionar en torno a lo que anima sus posturas teóricas, sino también porque habilita a un tipo de intercambio en el que las teorías pueden ramificarse en torno a una gama muy amplia de temas.

Así las cosas, este libro se compone de una serie de conversaciones llevadas a cabo con una selección de algunas de laspersonas más relevantes dentro del feminismo y la teoría queer contemporáneos. Debido al lugar central que ocupa la obra de Judith Butler en el marco de las transformaciones de la teoría feminista, el texto arranca con una entrevista dedicada a sus ideas. La conversación con la autora se centra en algunos elementos claves de su obra que modificaron y siguen modificando la teoría crítica y el panorama feminista a nivel mundial.

En segunda instancia, la entrevista intitulada “Giros y reverberaciones. Teorías y prácticas feministas desde la óptica de María Luisa Femenías” se centra en la historia del feminismo filosófico y en algunos de sus puntos de inflexión más relevantes dentro de las últimas décadas, particularmente en América Latina. Dentro de esa reconstrucción resulta especialmente importante el modo en que la entrevistada lee de manera crítica y situada los aportes de la propia Judith Butler, colocándolos a contraluz de una historia de exclusión de las mujeres de larga data y de un feminismo regional de por sí rico y con rasgos propios.

A continuación, en “Neoliberalismo, poder y feminismos. Montserrat Sagot y la crítica de la opresión”, se realiza un recorrido por los ejes de articulación entre la violencia de género y el orden neoliberal. De manera afín a la perspectiva latinoamericana de Femenías, Sagot enfatiza en sus respuestas el modo en que, en el contexto de la posguerra centroamericana, se ha desplegado todo un orden social organizado para violentar sistemáticamente a las mujeres. A la vez, la autora esboza algunas de las alternativas que los feminismos de la región han dibujado para combatir ese orden.

En la cuarta entrevista, Sayak Valencia delinea un feminismo situado capaz de pensar y ofrecer alternativas a problemas geopolíticamente localizados. Valencia también articula su análisis feminista con el orden necropolítico que prima en Tijuana y otras partes de América Latina, y ofrece perspectivas de suyo interesantes sobre el rol que, en nuestra región, juegan las masculinidades violentas en la perpetuación de los nuevos órdenes capitalista/coloniales.

Tras ese mapeo histórico-regional de los feminismos latinoamericanos, el libro transita hacia un tipo de feminismo y teoría queer focalizado en ámbitos estéticos y culturales. En el caso de “Teoría queer y análisis cultural. Una entrevista con David Halperin”, la conversación se ocupa de analizar las relaciones de la teoría queer con otras matrices de pensamiento, como el psicoanálisis y el posestructuralismo. Halperin defiende un modo de entender la teoría queer que se extiende hacia un amplio conjunto de fenómenos, por lo que vincula las discusiones sexo/genéricas con dominios estéticos.

Por último, “Diseño, domesticidad y género. Diálogo con Marinês Ribeiro dos Santos” se dedica a discutir los alcances de la teoría feminista y queer en el campo del diseño, la arquitectura y la configuración de los espacios domésticos, ámbitos no siempre visitados dentro de otros aparatos teóricos. Ribeiro argumenta que, en esos espacios, a menudo considerados desde una mirada inocente como desprovistos de politicidad, existe una serie de operaciones de poder que tienen en el género una de sus condiciones de posibilidad más relevantes.

Así las cosas, el libro no tiene aspiraciones totalizadoras.

Se trata, antes bien, de componer una muestra de algunas de las voces más sugerentes dentro del panorama feminista y queer actual.

A pesar de ello, el volumen construye una suerte de paisaje teórico que contribuye a cartografiar voces de distintos países (Argentina, Estados Unidos, México, Brasil y Costa Rica), trabajos realizados en distintas campos disciplinares (la filosofía, la sociología, la teoría literaria, la historia y el diseño) y empresas críticas con diversos acentos (a veces más decididamente feministas, algunas más bien emparentadas con la teoría queer y otras más con perspectivas combinatorias de ambas corrientes). Asimismo, los diálogos que recorren este texto mapean algunos de los nudos de discusión más significativos en torno a los géneros y su inscripción cultural.

Camilo Retana

Universidad de Costa Rica

camilo.retana@ucr.ac.cr