Volumen 32 Nº 2 (abril-junio) 2023, pp.134-152
ISSN 1315-0006. Depósito legal pp 199202zu44
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.8081743
Atracos a bancos mediante dominio de ciudades pequeñas y medianas en Brasil
Jania Perla Diógenes de Aquino
Resumen
Este artículo aborda una forma de atracos a bancos recurrente en todas las regiones de Brasil, ejecutados por decenas de hombres fuertemente armados. A altas horas de la noche o durante las madrugadas, estas bandas atacan y obstruyen la actuación de las fuerzas de seguridad pública en ciudades pequeñas y medianas, sometiendo a toda la población. Usando explosivos, violan cajas fuertes y cajeros automáticos en sucursales bancarias locales, que son robadas simultáneamente. En parte de estos sucesos, los residentes son tomados como rehenes hasta que los atracadores logren salir de la ciudad. Antes de que lleguen refuerzos policiales de las ciudades vecinas, los bandidos huyen. El análisis desarrollado en este texto observa el uso instrumental y expresivo de la violencia utilizada en tales robos, que exigen una minuciosa planificación e inversión en infraestructura y logística. También se enfocará la sociabilidad en estas bandas, que constituyen agrupaciones temporales de atracadores, basados en intercambios de conocimientos y cooperación técnica, cuyo objetivo común es obtener elevadas sumas de dinero en sus ataques armados
Palabras clave: Crimen Organizado; Robo a bancos; Violencia; Performance; Brasil
Universidade Federal do Ceará. Fortaleza, Brasil. E-mail: perladiogenes@hotmail.com
ORCID: 0000-0002-0129-793X
Recibido: 06/01/2023 Aceptado: 15/03/2023
Bank robberies through dominance of small and medium-sized cities in Brazil
Abstract
This article analyzes a form of bank robbery recurring in all regions of Brazil, carried out by dozens of heavily armed men. Late at night or at dawn, these gangs attack and obstruct the actions of public security forces in small and medium-sized cities, subjecting the entire population. Using explosives, they breach safes and ATMs at local bank branches, which are simultaneously robbed. In part of these events, residents are held hostage until the robbers manage to get out of the city. Before police reinforcements from neighboring cities arrive, the bandits flee. The analysis developed in this text observes the instrumental and expressive use of violence used in such robberies, which require careful planning and investment in infrastructure and logistics. Sociability will also be focused on these gangs, which constitute temporary groups of robbers, based on knowledge exchanges and technical cooperation, whose common objective is to obtain large sums of money in their armed attacks
Keywords: Organized Crime; Bank robbery; Violence; Performance; Brazil
Introducción
“Una ciudad sitiada, una policía acorralada y toda una población en pánico, rehén en sus propias casas, asustada con casi una hora y media de tiroteo ininterrumpido. Atracadores dominaron la ciudad e hicieron lo que quisieron en el municipio, sin reacción de la policía. Durante más de una hora impidieron la salida de los policías militares del Batallón Nº 22, luego de destruir el portón de la unidad y prender fuego a una camioneta. Así fue la madrugada del martes en el municipio de Surubim, ciudad polo del Agreste Septentrional, con abundante comercio y titular del título de capital de la vaquejada de Pernambuco, a 119 kilómetros de Recife. En otra acción estratégicamente planeada, aproximadamente 50 hombres fuertemente armados y encapuchados, utilizando diez vehículos y algunas motocicletas, rodearon la ciudad y explotaron las cajas de seguridad de cuatro de los cinco bancos allí instalados. (...) Prendieron fuego a dos vehículos, encerraron a la Policía Militar en su propio batallón y tomaron como rehenes a por lo menos seis ciudadanos, uno de ellos herido por un golpe de fusil en las nalgas. Después, huyeron sin dificultad, con una cantidad en dinero no revelada, dejando atrás un rastro de destrucción y miedo (...). “Fue desesperante. No sabíamos qué hacer. Estábamos encerrados dentro de casa, escondidos lo mejor que podíamos. Fue la primera vez que Surubim sufrió un crimen de esta magnitud. Humillaron a la policía”, dice el residente Carlos Henrique da Conceição. La acción meticulosamente planeada por los hombres armados con fusiles 762 y 556, así como ametralladoras .50 (las que se usan en un trípode), comenzó a las 0h30. El grupo entró a la ciudad y rápidamente se dividió en barrios y lugares estratégicos del municipio. El objetivo era asustar a la población para que permaneciera cerrada en sus casas e impedir cualquier posible reacción de la policía. La primera acción fue contra la Policía Militar. Parte de la banda, utilizando tres vehículos, acorraló a los siete policías que estaban en el Batallón Nº 22, ubicado en el barrio de Cabaceiras. Destruyeron el portón de la unidad con una camioneta ‘Ranger’ y, después de prenderle fuego, iniciaron un intercambio de disparos con los PM para impedirles de abandonar la unidad. Mientras tanto, otro grupo sembraba el terror en la Calle João Batista, ubicada en el Centro y conocida como la calle de los bancos porque en ella están instaladas, una al lado de la otra, las sucursales de Bradesco, Santander, Banco do Brasil, Caixa Econômica Federal y Banco do Nordeste”. (UOL Noticias, 11 de julio de 2018).
Este artículo aborda una modalidad de atraco1 a bancos, recurrente en Brasil, que involucra el dominio momentáneo de ciudades enteras por bandas de atracadores, cuyas actuaciones llaman la atención por la truculencia, audacia y prepotencia de las violencias utilizadas. Como se muestra en la noticia anterior, que describe un hecho en la ciudad de Surubim, estado de Pernambuco, ubicada en la región Nordeste del país, estos atracos suelen ocurrir en ciudades medianas y pequeñas, que a menudo cuentan con fuerza policial reducida y equipos de seguridad pública debilitados. Sin mayores dificultades, grupos de decenas de hombres armados, portando fusiles, ametralladoras y explosivos, llegan súbitamente, rinden comisarías y cuarteles, atacan la estructura física de bancos, hacen rehenes y huyen, llevándose grandes sumas de dinero. La reflexión desarrollada en este texto apunta la planificación y logística movilizadas en estas acciones, la connotación performativa de las violencias infligidas, las relaciones sociales en los grupos de atracadores que las ejecutan y la dimensión de negocio que asumen para sus practicantes2.
En los contextos de América del Norte y Europa, se verifican relevantes discusiones en las áreas de las Ciencias Sociales y Criminología, que focalizan robos y otros crímenes contra el patrimonio, consolidadas en un rico repertorio de publicaciones, comenzando por la pionera investigación de Sutherland (1937) sobre ladrones profesionales, seguida por otros trabajos intrigantes, desarrollados en mayor cantidad en la segunda mitad del siglo XX. Aun dando lugar a reduccionismos, vale la pena señalar algunos ejes temáticos o analíticos que se destacan en esta bibliografía, tales como la motivación de los robos (Katz, 1991), oportunidades para realizar la acción delictiva, su elaboración y técnicas (Cloward y Ohlin, 1960; Best y Luckenbill, 1982; Sykes y Matza,2008 ), decisiones relacionadas con la ejecución de estos crímenes, uso de la violencia y uso de armas (Luckenbill, 1981; Cornish y Clark, 1985; Tedeschi y Felson,1994; Wright y Decker,1997; Matthews, 1996, 2002;), carreras criminales(Sutherland, 1937; Einstadter,1966), características y habilidades de los practicantes de robos (Gill, 2000; Wright y Decker, 1997), la experiencia del crimen como trabajo o negocio (Letkemann, 1973 ; Gill, 2001), contingencias, riesgos. maneras de manipular el miedo o controlar la reacción de las “víctimas” (Cohen y Felson, 1979; Luckenbill, 1981; Katz, 1991; Linger, 1992; Tedeschi y Felson, 1994; Wrigth y Decker, 1997 Jacobs, 2012, 2013; Lindergaarden ; Bernasco y Jacques, 2015; Tark y Kleck, 2004;), dificultades impuestas a los atracadores y tipologías de robos (Nornmandeau,1968, Mccluskey, 2013).
En Brasil, aunque hayan aumentado en la década de 2010, las investigaciones sobre robos y hurtos aún son escasas, especialmente cuando se comparan con la cantidad de trabajos que abordan otros crímenes, como homicidios y narcotráfico. Esta asimetría es paradójica, ya que los robos impactan significativamente en la “sensación de seguridad” de los residentes y visitantes de las ciudades brasileñas. El miedo a ser robado ha moldeado la rutina de poblaciones urbanas en el país, sus itinerarios, horarios e interacciones sociales con personas desconocidas, desencadenando estigmas en las personas pobres y negras, muchas veces percibidas como “potenciales atracadores” (Correa y Feltran, 2020).
Entre los estudios realizados en Brasil, vale destacar los trabajos de Eduardo Paes Machado y sus alumnos, quienes dilucidan grados de organización en ocurrencias de robos contra varios objetivos, como autobuses urbanos (Paes Machado y Levenstein, 2004) autobuses intermunicipales (Paes Machado y Viodres-Inoue, 2015, 2017), taxistas (Paes Machado y Nascimento, 2014), mensajeros en moto (Paes Machado y Riccio-Oliveira, 2007) y empleados bancarios (Paes Machado y Nascimento, 2006, 2011), se tratan de importantes estudios que analizan la problemática de los robos en la perspectiva de las “víctimas”. Carolina Grillo (2013), en sus investigaciones sobre el narcotráfico en Río de Janeiro, aborda la relación entre atracadores y narcotraficantes en las favelas. Grillo y Martins (2020) exploran los criterios adoptados por los atracadores a la hora de elegir sus “víctimas”, métodos y las formas de movilidad urbana que les sean accesibles. Diogo Caminhas se centra en decisiones sobre planificación, ejecución y uso de la fuerza por parte de los atracadores en Belo Horizonte (Caminhas, 2020). Caminhas y Beato (2020) destacan elementos como el arma utilizada, la reacción de la víctima, la madurez del infractor y su interferencia en el desarrollo de los atracos. Gabriel Feltran (2019) analiza hurtos de vehículos en São Paulo, observando la ruta de estas “mercancías” hasta las fronteras de Brasil con Paraguay y Bolivia, donde son intercambiadas por drogas y armas, que vienen a circular en los mercados ilegales de São Paulo. En su investigación sobre seguridad y control en cadenas de supermercados, Leonardo Ostronof (2019) enfatiza los impactos de los robos de mercancías, destacando las estrategias de supermercados y empresas transportistas para prevenir estos crímenes. Diogo Corrêa (2020) explora la dimensión interaccional de los robos, articulando narrativas de atracadores con categorías analíticas G.H. Mead (1932; 1934; 1938). Sophia Prado (2020) observa negociaciones entre jóvenes atracadores y víctimas, enfatizando ganancias existenciales para los primeros, quienes viven los robos como momentos de deleite y performance.
Entre las investigaciones específicas sobre atracos a instituciones financieras, privilegiando la perspectiva de sus practicantes, hay el estudio de Edmilson Lopes Junior (2006), que se concentra en las bandas de atracadores y el carácter instrumental de las relaciones entre atracadores, y los trabajos de esta investigadora que exploran las distintas fases y el carácter sistémico de estos ataques, la división de tareas entre sus participantes (Aquino, 2004), la racionalidad teleológica que los atraviesa, (Aquino, 2004; 2008), la competencia técnica de los atracadores y “compensaciones” obtenidas en estos robos (Aquino, 2010), las relaciones sociales en las bandas (Aquino, 2010a, 2010b, 2017, 2020) y la actuación del Primeiro Comando da Capital - PCC, la mayor facción criminal de Brasil, en el mercado de los grandes robos en Sudamérica (Aquino, 2019).
Los análisis desarrollados en este artículo están anclados en varias incursiones heurísticas de esta investigadora en el universo de los robos a instituciones financieras en Brasil y América del Sur, que han posibilitado el acúmulo y el refinamiento del material empírico, compuesto por noticias de periódicos y noticias de telediarios, conversaciones informales y entrevistas semiestructuradas con policías y comisarios, entrevistas en profundidad con atracadores y inserciones etnográficas junto a la vida cotidiana de sus familias. Una primera inversión en trabajo de campo realizada entre 2000 y 2009 permitió el acercamiento y diálogo con cuarenta y un atracadores, seis policías y nueve comisarios, que trabajan en divisiones especializadas en robos y hurtos (Aquino, 2004, 2010, 2019). Inicialmente, entrevistas fueron realizadas con atracadores arrestados. Después de continuos intentos de esta investigadora, buscando la “confianza” de esos interlocutores, fue posible acceder a decenas de otros practicantes de robos y hurtos a bancos, en libertad condicional o prófugos de la justicia. Parte de estos contactos proporcionaron afección mutua, inserciones etnográficas en los hogares y socialización con familiares y amigos de los atracadores(Aquino, 2012). Posteriormente, entre 2016 y 2020, una nueva investigación empírica fue emprendida, resultando en la aproximación y entrevistas con otros dieciséis atracadores, intermediadas por la red de contactos en el universo social de los atracos a bancos, construida entre 2000 y 2009. En los últimos cinco años, también fueron entrevistados por esta investigadora, ocho policías y cinco comisarios.
Todas las etapas de la investigación y las interacciones con los interlocutores se desarrollaron de acuerdo con los códigos de ética de la Associação Brasileira de Antropologia-ABA y de la Sociedade Brasileira de Sociologia, que recomiendan la preservación de la confidencialidad y el anonimato de las personas y comunidades investigadas, destacando que la publicación de los trabajos académicos no cause vergüenza o daño, de ningún tipo, a sus interlocutores3. En este texto, en todas las referencias a los entrevistados, sobre todo en las transcripciones de sus hablas, son utilizados nombres ficticios, suprimiendo menciones a personas, situaciones, lugares o fechas que pudiesen evidenciar sus identidades o ser utilizadas como pruebas de sus participaciones en ocurrencias criminales específicas.
Dinámica operacional, violencia y performances
Durante la década de 2000, los robos a instituciones financieras en Brasil, que resultaban en mayores sumas de dinero para las bandas de atracadores, se caracterizaban por las artimañas de los participantes al introducir armas dentro de sucursales bancarias y empresas de custodia, evitando enfrentamientos con guardias de seguridad y policías. Aunque fuesen acciones armadas, tenían como característica la ausencia de violencia física (Aquino, 2020). Como consecuencia de la instalación de detectores de metales en las entradas de los bancos, los atracos viabilizados por secuestros de familiares de gerentes de establecimientos financieros surgieron en el panorama nacional como un método “innovador”. Teniendo esposas e hijos en detenciones ilegales, los gerentes de bancos, durante las mañanas, antes de que comenzase la atención al público, introducían atracadores en las sucursales, entregándoles el dinero allí disponible. Luego volvían al cautiverio, donde eran atados. Cuando lograban llamar a la policía, las bandas ya habían huido 4.
También en la década de 2000, fueron recurrentes los atracos posibilitados por la construcción de túneles: bandas de atracadores alquilaban propiedades cercanas a los establecimientos que planeaban robar, realizaban excavaciones y, a través de rutas subterráneas, accedían a sus cajas fuertes. Tal estrategia ha hecho posible diversos hurtos, cuyas cantidades sustraídas superaron siete dígitos, entre ellos la acción contra una sucursal del Banco Central, el banco de reservas de divisas e autoridad monetaria del país, de donde fueron sacados R$ 156 millones, registrado como el mayor atraco de la historia de Brasil. En aquel periodo, tácticas de abordajes silenciosos y traicioneros, claramente, atraían más los atracadores. La mayor parte de los entrevistados de esta investigación clasificaron tales ocurrencias como “limpias de sangre” y “sin violencia”, minimizando, por ejemplo, los efectos de las amenazas y presiones psicológicas practicadas contra familias de gerentes bancarios.
A pesar de involucrar sumas elevadas y menor riesgo para las bandas y los rehenes, los atracos más discretos y astutos se volvieron raros. Los atracos a bancos más recurrentes en el país a partir de la década de 2010 fueron precisamente aquellos, cuyas ejecuciones son truculentas y se realizan “tomando” ciudades5. Pero tal crecimiento no resultó de la elección de las bandas de atracadores, fue propiciado por las inversiones de las instituciones financieras en dispositivos de seguridad. Además de reforzar la seguridad de las familias de los gerentes, los bancos modificaron el acceso a sus cajas fuertes, que actualmente están programadas para abrir solo una vez al día, y se instalaron sensores capaces de detectar perforaciones y construcciones subterráneas en las inmediaciones de los establecimientos financieros. Tales medidas hacen imposible atracos basados en trucos o sutiles acercamientos, que prescinden de disparos y enfrentamientos. Limitadas en las posibilidades de éxito con ocurrencias más burlescas, les sobraron a las bandas acciones en las que decenas de hombres fuertemente armados, como un ejército, atacan unidades de seguridad pública e implosionan sucursales bancarias. Aunque ha ocurrido esporádicamente en Brasil desde la década de 2000, este tipo de robos contra bancos aumentó sustancialmente tan pronto como los basados en artimañas o violencia psicológica se volvieron inejecutables.
Aunque parezcan impulsivos, los atracos en los que se centra este texto tienen poco que ver con la improvisación. Constituyen intrincadas operaciones criminales que requieren semanas de recopilación de datos, preparación del plan, deliberaciones colectivas sobre cada detalle de la ejecución y fuga. Veamos este suceso del 30 de julio de 2020, en Botucatu, estado de São Paulo:
Botucatu (SP) vive una madrugada de pánico con atracos, tiroteos, explosiones e incendios. La acción de una banda de ladrones causó pánico la madrugada de este jueves (30). (...) Según información de testigos, los atracadores atacaron con explosivos al menos tres sucursales bancarias en el centro comercial de Botucatu, robaron automóviles, tomaron rehenes, bloquearon calles y avenidas y amenazaron a la Policía Militar. Había alrededor de 40 criminales fuertemente armados y enmascarados. La banda prendió fuego a una camioneta frente al batallón de la Policía Militar y dispararon contra los policías que se encontraban en el edificio. (...) En la fuga, otros vehículos fueron incendiados en las proximidades de los accesos a la ciudad, como parte de la estrategia para escapar de la persecución. (...) Según informaciónes de la Policía, aún hay explosivos en dos de las sucursales atacadas. El atraco comenzó alrededor de las 23:30 horas de este miércoles y duró unas tres horas. Los residentes de Botucatu, una ciudad de 143.000 habitantes, pasaron parte de la mañana escuchando el sonido de disparos y explosiones. (...) Los atracadores ocupaban al menos ocho vehículos blindados e intercambiaron disparos durante aproximadamente una hora con policías militares. Los bandidos utilizaron un dron para vigilar a las fuerzas de seguridad. (Folha de São Paulo, 30/07/2020 Cristina Camargo)
Casi la totalidad de este tipo de atracos se realiza de madrugada, cuando el número de policías en las comisarías y cuarteles es menor. Son robos que producen impacto visual y sonoro, instaurando en las ciudades “sitiadas” dinámicas sociales y psicológicas pautadas por la perplejidad y el asombro. Las fuerzas policiales y los residentes son tomados por sorpresa y poco pueden hacer para resistir a las bandas, quedando sometidos a ellas las sucursales bancarias, las empresas y las poblaciones. Otra característica llamativa es la realización de dos o más robos simultáneamente. Se aprovecha el impacto de la llegada repentina para atacar a más de un establecimiento. Esta estrategia fue estrenada en Brasil en los robos realizados por la facción criminal Comando Vermelho - Comando Rojo - en la década de 1980 (Amorim, 1993). Según explica la noticia, las decenas de hombres involucrados en estas acciones no constituyen una turba sin dirección, cada uno cumple funciones previamente acordadas, hay choferes, soldados, incendiarios, explosivistas, entre otros roles. Raúl, uno de los interlocutores de esta investigación, destaca el encadenamiento entre las tareas individuales y su relación con el objetivo colectivo de realizar el atraco:
— Hay que tener foco y precisión quirúrgica, cada uno hará lo que vino a hacer y al final cada función encaja con la otra. Los que van a disparar ya llevarán un chaleco [antibalas]. Está acostumbrado a hacer eso, sin entrar en pánico, va allí, intercambia disparos, da su mensaje. Si va a usar explosivos, ya los puso ahí, ya abre las cajas, ya saca el dinero y se dirige a los vehículos. Es importante hacer todo en el tiempo previsto, porque si se tarda demasiado, ya perdemos nuestra principal ventaja, que es el factor sorpresa. (Entrevista realizada el 28/03/2019)
Como se trata de la neutralización momentánea de las fuerzas de seguridad pública locales, es crucial no exceder el tiempo previsto para llevar a cabo el robo. Se considera la ubicación del objetivo, para calcular el tiempo que los refuerzos policiales de los municipios vecinos gastarían en el trayecto, cuando solicitados. Se contemplan varias situaciones que impedirían el robo o llevarían a detenciones y muertes de sus ejecutantes. Además de los atracadores de vehículos de transporte de valores en Inglaterra, investigados por Gill (2001), las bandas brasileñas que atacan instituciones financieras también buscan reducir los riesgos con una planificación minuciosa, conocimiento especializado e inversiones en logística. En Botucatu, como se ve, un dron y una flota de nueve vehículos blindados fueron movilizados. Es frecuente el uso de chalecos antibalas, pasamontañas para ocultar rostros y objetos esféricos puntiagudos, que son arrojados a las carreteras durante las fugas y pinchan los neumáticos de los vehículos de la policía. Herramienta central de estas acciones, las armas utilizadas se obtienen clandestinamente. Los modelos más elogiados por los interlocutores de esta investigación, activos en estos atracos más brutales, son el fusil AK-47, las ametralladoras UZI y la .50, esta última capaz de derribar helicópteros y romper blindajes. Aunque pesa 38 kg y requiere el uso de un trípode, el “éxito” de la .50, según los entrevistados, se debe al miedo que provoca en los policías, quienes desisten de reaccionar ante las bandas en cuanto detectan la presencia de esta arma.
Junto al tráfico de armas, existen otros mercados ilegales dando soporte a los grandes robos en Brasil, como el de hurto y robo de vehículos, la adulteración de matrículas de vehículos, la producción y comercialización de documentos falsificados y, más recientemente, el mercado de producción y venta de explosivos (Aquino, 2020b). Desde finales de la década del 2000, dinamitas han sido utilizadas en diversas ocurrencias de atracos a bancos en el país, según relatos de atracadores entrevistados, hasta mediados de la década del 2010, las emulsiones eran robadas de empresas de construcción civil, que las obtenían para hacer implosionar rocas y edificios antiguos, siendo posible también la compra clandestina en los depósitos del Ejército Brasileño. Con el aumento de la demanda en el mercado de atracos, habrían sido montadas fábricas de explosivos ilegales en todas las regiones del país. Pero el tratamiento de este material requiere experiencia. Generalmente, agentes o ex-agentes de las Fuerzas Armadas, con formación técnica en el manejo de dinamitas, o atracadores entrenados por estos especialistas, los “explosivistas”, han ejercido protagonismo en los atracos basados en el dominio de las ciudades, su pericia y know-how han sido determinantes en la violación de cajas fuertes y cajeros automáticos. En la fase preparatoria de los robos establecen las cantidades de dinamita a utilizar, durante los ataques armados definen la disposición de los artefactos, su distancia de las estructuras a derrumbar y el momento de los comandos de implosión.
“Especialización” similar a la de los “explosivistas” puede ser observada en algunas otras funciones. Por ejemplo, aquellos que conducen los vehículos en las ocasiones de los robos son expertos en manejar bajo persecución policial, mantienen el control del volante en altísimas velocidades, son expertos en adelantamientos, en manejar en contramano, esquivar obstáculos, escalar aceras, entre otras maniobras. Además, buena puntería y destreza con diferentes modelos de armas se consideran habilidades “básicas” entre los llamados “atracadores de bancos”. Aunque los enfrentamientos armados duren pocas horas, implican riesgos extremos. Por ello, los “informantes” son esenciales en la elaboración de los planes y proyecciones estratégicas de las bandas, son empleados de bancos o policías que les dan detalles sobre las rutinas de los establecimientos financieros y fuerzas de seguridad pública, días en los cuales se movimientan mayores cuantías, disposición de cajas fuertes y esquemas de seguridad.
Armados con datos “privilegiados”, infraestructura sofisticada y “profesionales” calificados, los grupos de atracadores concilian truculencia y racionalidad, como destaca Wieviorka (1997), operan usos fuertemente “instrumentales” de la violencia, que en estas situaciones funciona como un lenguaje ordenador de las relaciones, prescindiendo de otros signos o mediaciones. Aparatos diversos, junto con la voluntad y habilidades humanas, forman así verdaderas “redes sociotécnicas” (LATOUR, 2006) que dan a estos robos la precisión de “sistemas peritos” (Giddens, 1991).
Las “habilidades” de los atracadores también incluyen teatralizaciones de comportamientos individuales y colectivos. La llegada triunfal a las ciudades exhibiendo armamento moderno, incendios de unidades policiales, implosiones de sucursales bancarias y amenazas a los residentes son acciones vividas como “performance”, en su sentido de toma de conciencia y elaboración dramatúrgica de los componentes expresivos del comportamiento en situaciones de interacción cara a cara (Goffman, 1992). Veamos las declaraciones de los atracadores entrevistados, según Paulo Sérgio:
— Tienes que llegar de una vez, en una camioneta, un carro mediano, todos tienen que ver los fusiles, haz lo que tengas que hacer sin titubear. Cada uno sabe cuál es su misión allí, por lo que tiene que hacerlo sin dudar. Cada paso se discute antes. (Entrevista realizada el 15/04/2018
Laurindo, por su parte, señala:
— Debe parecer que vas a disparar, que no estás para jugar. Ya sea con la cara limpia o no, la manera que caminas, la forma de moverte, con el ceño fruncido, sin mostrar simpatía, solo la manera en que se mueve y la mirada, los demás ya saben que estamos ahí para reventar. Tienes que dominar todos los sentidos de quien vea un atraco como ese. Tienes que tener el arma y el carro para tener impacto visual, hay que tener un ruido de disparo para tener impacto sonoro, si aparece alguien más atrevido, le damos un empujón, un puñetazo, un grito, tenemos que mostrar que la cosa es seria, entrando en la mente a través de todos los sentidos. (Entrevista realizada el 03/08/2018)
Al contrario de lo que sucede en los encuentros sociales cotidianos analizados por Goffman (1992), cuyos “actores” buscan producir imágenes positivas de sí mismos, los “atracadores de bancos” movilizan conocimientos y herramientas expresivas, especialmente corporales y sonoras, para fomentar las “peores” impresiones sobre ellos, asustando a los eventuales oponentes. Si son considerados rústicos y “fuera de control”, los riesgos de enfrentar reacciones son menores. Entre los entrevistados en esta investigación, la liberación de adrenalina y otras sensaciones relacionadas con la excitación, no fueron identificadas como estímulos relevantes para su actuación en los robos. Por otro lado, la mayoría de ellos destacó implicaciones de sus actuaciones ante los interlocutores y sobre sí mismos (Katz, 1989). William dijo: “Al principio estaba temblando de miedo, pero noté que cuando me presentaba con un rifle, un chaleco, con la cara tapada, los que me veían se quedaban aterrorizados, entonces me sentí fuerte y vencí mi inseguridad” (Entrevista realizado el 09/08/2019). Con un razonamiento similar, Maurício concluye: “Hacer que otros tengan miedo hace que mi miedo desaparezca. Apenas llego, entro en el personaje del criminal peligroso y dejo de ser yo” (Entrevista realizada el 11/02/2020).
Participando continuamente de estas ocurrencias, saberes, técnicas e imágenes de sí mismo son incorporadas y modificadas continuamente por atracadores. En lugar de ser accidentales, las violencias, tanto como un atributo de las acciones, modulan relaciones, compromisos, inversiones materiales, mentales y emocionales. Las performances de las bandas expresan brutalidades, pero también cálculos que, a su vez, constelan informaciones, experiencias, saberes y ambiciones.
Al describir estas ocurrencias y difundir con sensacionalismo la actuación de los atracadores, la prensa también “trabaja” a su favor, ampliando el alcance de sus performances, que trascienden el escenario presencial de los sucesos, reforzando imágenes y expectativas sobre la crueldad y “peligrosidad” de los “criminales” en el país. Conscientes de la visibilidad pública que ganan sus ataques armados, las bandas articulan performances, considerando el contexto inmediato de cada atraco, pero también las reverberaciones de otros robos, haciendo así más convincentes sus agresividades y amenazas. Cada atraco consumado constituye un éxito directo y material de esta acción, pero también, a través de sus repercusiones, reitera referencias simbólicas instituidas sobre esta modalidad de evento y sus protagonistas.
Relaciones sociales en las bandas y emprendedorismo individual
Un robo que comenzó el 30 de noviembre y terminó en la madrugada del 1 de diciembre de 2020 en Criciúma, ciudad ubicada en el estado de Santa Catarina, en la región sur de Brasil, generó 80 millones para los atracadores. Además de los habituales titulares que estos delitos suelen suscitar en los periódicos del país, el suceso también fue noticia en la prensa extranjera, incluyendo noticias de Norteamérica y Europa. La mayoría de los reportajes estaban ilustrados con videos de aficionados, que registraban algunos momentos de la banda en acción. Veamos algunos detalles del crimen:
El atraco a dos sucursales del Banco do Brasil en el centro de Criciúma (SC) provocó terror en la ciudad en la madrugada de este martes. Además de ráfagas de disparos, los delincuentes hicieron barricadas con autos, esparcieron explosivos y usaron rehenes como escudos para evitar que se acercara la policía. Los criminales huyeron y hasta el momento nadie ha sido detenido. También incendiaron el batallón N.º 9 de la PM (Policía Militar) y el túnel que conecta la ciudad con la vecina Tubarão. (...) La acción comenzó alrededor de la medianoche y terminó a las 3 am. La Policía informó que en la acción participaron al menos 30 criminales. De diez a doce vehículos fueron utilizados en la fuga y abandonados a 18 km de Criciúma, en un campo de maíz. (...) Ulisses Gabriel, comisario de la Policía Civil a cargo del caso, afirmó que el objetivo de los bandidos era llegar a la tesorería de una de las sucursales bancarias y que en el lugar se encontraron 30 kg de explosivos. Según él, el valor total del robo supera los R$ 80 millones. En la huida, los delincuentes esparcieron una bolsa de dinero por las calles. Los videos muestran a los residentes recolectando billetes, cuatro personas fueron detenidas en el acto por robar dinero abandonado por la banda en las calles. “Estos detenidos aprovecharon el momento, no son parte de la banda [que realizó el robo]”, dijo el comisario. (UOL, en São Paulo 01/12/2020)
La secuencia de etapas, logística y características de este robo son similares a otros sucesos llevados a cabo dominando ciudades y neutralizando momentáneamente a las policías locales. Sólo un procedimiento expuesto en la noticia es nuevo en este tipo de robo en Brasil: la distribución de dinero por parte de la banda en la vía pública, justo antes de su fuga. Este detalle del hecho generó especulaciones y debates en los principales medios de comunicación y redes sociales. El inusual hecho retrasó la persecución policial, confundió a los investigadores y, así, la banda “ganó tiempo”. Los billetes esparcidos por la calle generaron aglomeraciones y disputas entre la gente, que pretendía sacar alguna tajada del valor robado, ocupando parte de la policía con detenciones e interrogatorios. En aquella semana, decenas de reportajes y miles de publicaciones en redes sociales como Twitter, Instagram y Facebook indagaron sobre las intenciones y significados de los atracadores al dejar fracciones del dinero sustraído. Se destacaron las analogías con la leyenda británica de Robin Wood, el príncipe de los ladrones, que robaba a los ricos para repartir entre los pobres.
También fueron recurrentes las asociaciones del modus operandis de la banda al fenómeno criminal del cangaço, observado en regiones rurales de Brasil, durante la primera mitad del siglo XX, constituido por grupos nómadas de campesinos armados, que sitiaban ciudades, pueblos y propiedades rurales, cometían robos y asesinatos, enfrentándose y abatiendo a las fuerzas policiales. Entre tales grupos, el liderado por Virgulino Ferreira Silva, conocido como Lampião6, fue el más famoso y temido. Al igual que la banda que atacó a Criciúma, los cangaceiros también sometieron en sus ataques a ciudades enteras, manifestando una actitud beligerante y de afrenta hacia las fuerzas de seguridad pública y demás poderes instituidos. Tanto Robin Hood como Lampião y su banda fueron analizados por el historiador Eric Hobsbown (1970, 2010) en su investigación sobre el “bandidaje social”. Presentados por el autor como formas de resistencia campesina observada en distintas regiones del mundo, en distintas épocas, el surgimiento de los “bandidos sociales” estaría asociado a la desintegración de las sociedades tribales, rupturas con modelos sociales basados en los grupos familiares y el surgimiento del capitalismo agrario. Hobsbawn (1970, 2010) señala tres “tipos” de bandidos sociales: “el noble” al estilo de Robin Hood, “los guerrilleros primitivos” y “el vengador”, como Lampião (Ídem). A pesar de las ilegalidades y conducta violenta de estos personajes, sus trayectorias y hechos tendrían dimensiones de disidencia política a la opresión y las desigualdades sociales.
El tipo de atraco analizado en este texto, en alguna medida, involucra rebeldía e insurgencia, realizado mediante asedios a ciudades, armas pesadas y explosivos, produce destrucción física y reconfiguraciones simbólicas. Atacar comisarías y cuarteles no solo avergüenza a los policías, sino que también compromete la imagen de las fuerzas policiales locales. Se tratan de actuaciones que cuestionan la capacidad de estas instituciones para garantizar la “seguridad pública” de aquel municipio, desencadenando momentáneamente la subversión del “orden” material y simbólico instituido. Sin embargo, el contenido contestatario de estos hechos parece cuestionable. La leyenda de Robin Hood y otros registros de “bandidaje social” exponen relaciones de confianza y protección mutua entre delincuentes y habitantes de las localidades donde realizaban sus hurtos, robos e incluso asesinatos. Reciprocidades análogas no ocurren entre atracadores y residentes de las ciudades elegidas como sus objetivos. En general, las consecuencias de estas acciones delictivas han sido categóricamente negativas para las poblaciones de los municipios afectados, causándoles diversas pérdidas, empezando por las materiales. En decenas de casos registrados en la última década, la cantidad de explosivos utilizados fue excesiva, de tal forma que implosionaron sucursales enteras y edificios aledaños. En algunas ciudades, los bancos decidieron no reconstruir sus sucursales destruidas por las bandas, lo que provocó daños en la economía de los municipios y en la rutina de sus habitantes, quienes se ven sometidos a frecuentes desplazamientos interurbanos, solo para realizar transacciones bancarias. Otra consecuencia nociva de estos asaltos es el impacto psicológico en las personas secuestradas, en muchas situaciones obligadas a formar “escudos humanos”, para proteger a las bandas de los equipos policiales, cuando emprenden fugas. Incluso las personas que no hacen contacto visual con los atracadores en estas ocasiones, solo por escuchar los sonidos estridentes de sus armas, han mencionado choques emocionales. En más de una década, en la que estos atracos truculentos y ruidosos han sido recurrentes en Brasil, el episodio de Criciúma, donde una gran cantidad de dinero fue arrojada a la calle al alcance de los residentes, aunque constituyendo un recurso para entorpecer la acción de la Policía, fue el primer registro de una actitud mínimamente amistosa por parte de una banda, en el contexto de la ejecución de robos de este tipo, dirigida a residentes de municipios atacados.
El material empírico de esta investigación, principalmente entrevistas en profundidad y conversaciones informales con atracadores, aclara una serie de demandas de estos sujetos por el reconocimiento de sus masculinidades, coraje, fuerza, ambición e inteligencia, atributos valiosos en el contexto de la sociedad brasileña, marcada por injusticias y desigualdades sociales, restringidas en posibilidades de ascenso social y supervivencia, por medios legales, a los más pobres. Dichos testimonios, sin embargo, no indicaron interferencias de ideales políticos, proyectos de resistencia colectiva o utopías de emancipación humana en las motivaciones de los entrevistados, que pudieran acercarlos al fenómeno del “bandidaje social” (Hobsbawn 1970; 2010). Los anhelos y sueños mencionados fueron, casi en su totalidad, individuales y relacionados con expectativas de rápida ganancia monetaria y adquisición de bienes, presentados como propulsores de reconocimiento, aceptación, inserción y estatus social. “Profesional”, “hombre de negocios” y “empresario de los atracos” fueron expresiones utilizadas por la mayoría de ellos para referirse a sí mismos.
Aunque las diversas etapas y procedimientos concernientes a la organización y ejecución de atracos bancarios propician interacción, intercambio de conocimientos y negociaciones entre sus participantes, las ambiciones y objetivos de sus protagonistas son individuales. La acción conjunta constituye una contingencia operativa a partir de la cual se forman y disuelven las bandas. Aunque involucren sumas millonarias, altos riesgos y estricta confidencialidad, estos son grupos temporales, cuyos miembros comparten gastos y ganancias. Participar en estos delitos también requiere “buena reputación entre pares”. La mayoría de los atracadores entrevistados afirman que la confianza mutua entre los implicados es un requisito determinante en estas actuaciones. Los individuos que hablan demasiado, que no guardan “secretos” sobre los planes en curso, o engañan a sus compañeros en la división del dinero robado, son estigmatizados en el universo social de los grandes atracos, e incluso pueden ser asesinados. Quienes contraen dependencia química también sufren rechazo, son vistos como incapaces de controlar sus propias acciones y, por eso, propensos a arruinar los atracos en los que lleguen a participar. (Aquino, 2010b, 2017, 2019).
En lugar de estar preformados, guiados por la cohesión, sentido de pertenencia de sus miembros o la obediencia a un líder, como ocurría en los grupos de cangaceiros activos en las zonas rurales de Brasil a principios del siglo XX, las bandas que roban bancos tienen su composición definida en las etapas de elaboración del plan y factibilidad de la infraestructura de cada acción criminal, no tienen jerarquía entre miembros, ni líderes. Los lazos de amistad, cuando se dan, suelen tener dos o tres componentes, sin extenderse a los demás. Cada atracador tiene la autonomía de usar la parte del dinero que le conviene, sin dar satisfacción ni dividendos a un jefe. En estas acciones, cuando uno o más participantes se quedan con sumas mayores que los demás, es porque han invertido más recursos o prestado armas para uso de los compañeros en el atraco (Ídem). Aun cuando los montos obtenidos en las acciones delictivas no son elevados, parte de los entrevistados señalaron otras ganancias implícitas. Veamos lo que dice Aluísio:
— Es un negocio que da un buen dinero, no lo puedes negar, pero no es una lotería. (...) Si en un robo ganas poco, acéptalo, no hagas lío, porque estás ganando en contactos. Tengo un compañero que dice que el nombre de esto es construir “network”. No es bueno ser codicioso. Porque vienen otras personas y te ponen en una misión más grande, ya ganas más, cuando menos te lo esperas tienes un millón, ya puedes tener cosas que siempre quisiste, pero eras incapaz de comprarlas. Si no te haces un enemigo, ya es una ganancia, porque no habrá nadie persiguiéndote y hablando mal de ti para sus contactos. (Entrevista realizada el 29/03/2019)
Según Aluísio, por lo tanto, posibilidades de realizar “sueños” de consumismo, acumulación de elevadas sumas, formación de nuevas sociedades en el universo de los grandes robos, que amplían posibilidades de actuación “profesional”. Los interlocutores de esta investigación, afirmaron reiteradamente que la participación continua en robos a entidades financieras proporciona ascensión social, manifestada en la adquisición de una casa propia, negocios legales, haciendas, estudios en escuelas y facultades privadas para los hijos, entre otros logros. Protagonistas de esos “emprendimientos”, los atracadores actúan como “empresarios”, movilizan recursos, preparan planes de escape y abordajes a objetivos, calculan posibilidades de éxitos y fallas (Gill, 2001). Aunque clasificados como “delincuentes” por los códigos legales y valores socialmente instituidos, sus acciones delictivas son vistas como “inversiones” que requieren cuidados y habilidades específicas (Aquino, 2019a). Por su disposición a “exponerse al riesgo”, a la creatividad e “innovación” desatadas para eludir los modernos sistemas de seguridad de los bancos, estos sujetos se acercan, en cierta medida, al ideal de “emprendedor” que clasificó Schumpeter (1961) en su “teoría del desarrollo económico”. Veamos este relato de Heraldo:
— Ponemos el dinero de cada uno en la rueda, planificamos todo en cada detalle. Cuando comenzamos a llevar el plan a cabo, es todo o todo, sé que mi futuro y mis sueños están en juego allí. Hay una tendencia de muchos tipos experimentados a subestimar el peligro, pero nunca perdí de vista el hecho de que todo estaba en juego en ese momento. Es llegar y actuar, estar atento, conectado. Después de que estés allí, no sirve de nada orinar en tu ropa, llamando a tu madre. Lo único que puede sacarte de ahí es tu acción. Vamos con miedo, con esperanza y ambición también. Si sale bien, llega un buen dinero para garantizar el futuro, la remontada. (Entrevista realizada el 15/03/2019)
En un razonamiento similar al de Heraldo, Paulo Sérgio señala:
— Tú sabes que estamos en una crisis económica muy grave, verdad, muy difícil un trabajo, muy difícil ganar dinero. Cada 40, 50, 60 mil [reales] que nos llevamos en una historia como esta vale la pena. Porque está muy difícil para todos. Pones como cinco mil y sacas como 40 [mil reales], ganaste más de 30 [mil reales] en una, dos horas de aprieto. Nosotros que ya llevamos mucho tiempo en esto, no nos desesperamos, ya sabemos lo que vamos a hacer. El negocio es traicionero, pero con el cuidado adecuado, es posible. (Entrevista realizada el 15/04/2018)
La percepción de sí mismos como “empresarios” o “emprendedores” parece clara y bien formulada para la mayoría de estos sujetos, cuyas narrativas y posiciones demuestran mentalidades emprendedoras. Todos los entrevistados de esta investigación afirmaron ser conscientes de los “riesgos” que implican las ocurrencias delictivas en los que participan, sin embargo, el interés por las sumas resultantes —y por las adquisiciones y experiencias que dichas sumas pueden proporcionar— prevalecerían sobre posibles temores. Los grupos que se forman para planificar y ejecutar truculentos y ruidosos atracos a sucursales bancarias están animados, por lo tanto, por la cooperación profesional, la asociación monetaria y el emprendimiento individual (Aquino, 2019). Después de dividir los valores netos obtenidos, cada atracador es libre de invertir o gastar las sumas recibidas como deseen, sin que los “cómplices” interfieran. No pocas veces, invierten en bienes y negocios lícitos, como inmuebles, haciendas y diversos tipos de comercio como farmacias, gasolineras, tiendas de materiales de construcción, entre otros, pudiendo garantizar el sustento de sus familias y gastos con abogados, cuando son capturados por la policía.
Este texto analizó atracos a sucursales bancarias en Brasil, caracterizados por abordajes violentos e impactantes, uso de explosivos, armas de grueso calibre y dominación momentánea de ciudades. Como se explicó anteriormente, además de coraje y osadía, estos robos exigen conocimientos y técnicas específicas, una planificación minuciosa e inversiones en infraestructura y logística, para que las sumas obtenidas en tales acciones delictivas se dividan entre los participantes. Además de su dimensión truculenta y estridente, que son las características que más llaman la atención de los medios de comunicación, el texto destacó la complejidad y sofisticación de estos sucesos, la división de tareas en las bandas y la pericia desarrollada por sus integrantes para realizar, con éxito, sus funciones en intrincados planes de atraco, que en rigor constituyen empresas individuales y colectivas.
También se discutieron los puntos de contacto entre el mercado ilegal de grandes robos y otros mercados ilegales que los apoyan, como el mercado de armas, vehículos robados, adulteración de matrículas de vehículos, producción y comercio ilegal de explosivos, falsificación de documentos, que facilitan la movilidad y tránsito interestatal de los atracadores, tanto en la preparación de atracos como en la fuga. El texto aclara no sólo el uso instrumental, sino también la performance, de la violencia empleada en estos hechos. Las amenazas, las agresiones físicas y otras gestualidades, así como los disparos, tienen como objetivo someter y disuadir las reacciones a las bandas en acción. Hay plena ciencia y entrenamiento con respecto a los sonidos emitidos, posturas corporales, armas, vehículos y demás logísticas, conocimientos y herramientas utilizadas, buscando explotar al máximo los sentidos y la mente de los rehenes, transeúntes y profesionales de la seguridad pública local para intimidarlos y someterlos.
La ejecución de minuciosos planes, la violencia instrumental desatada, las acciones calculadas en el más mínimo detalle, las modernas infraestructuras movilizadas, junto a las vulnerabilidades y precariedades de la seguridad pública en las pequeñas y medianas ciudades del país, hacen posible que las bandas invadan y dominen barrios e incluso ciudades enteras, provocando miedo y espanto. Con este modus operandis, dichos grupos compuestos por decenas de hombres operan una especie de “inversión estructural” en los lugares atacados, ya que los poderes políticos, económicos y de seguridad pública de los lugares, entre otros, son neutralizados o suspendidos en la perspectiva material y simbólica. Durante una o dos horas son los atracadores quienes, mediante actuaciones estridentes y el uso de la fuerza física, aparecen como poseedores de amplios poderes ante poblaciones atemorizadas y rendidas, no son raras las escenas de bandas persiguiendo a los habitantes e incluso vehículos policiales en ocasiones de estas acciones. Los atracadores suscitan estados alterados de conciencia en sus oponentes, producen impactos emocionales, incluso interfiriendo en las formas de significar el espacio y el tiempo. Tales abordajes inoportunos interrumpen la dinámica diaria de la vida local, estableciendo momentáneamente una atmósfera de pavor y miedo. Explosiones, disparos, gritos, sonidos y olores variados e imágenes de devastación se mueven ante los presentes, haciendo que cada minuto parezca horas. Algunos participantes de tales robos dijeron a esta investigadora que las horas que duran estos atracos “toman el peso” de semanas y meses, cinco de ellos contaron que no pudieron dormir la noche anterior a las acciones armadas.
También se discutió la socialidad en el ámbito de estas bandas, que constituyen agrupaciones temporales, basadas en la cooperación técnica y financiera, confianza mutua y, sobre todo, en el objetivo común de sus integrantes de recuperar los montos invertidos multiplicados, adquiriendo dimensiones de asociaciones profesionales y empresariales. Desde finales de la década de 2010, cuando los atracos analizados en este texto, más truculentos y caracterizados por dominios de barrios y ciudades, se volvieron recurrentes en todo el país, se empiezan a delinearse algunos cambios en las relaciones de poder y división del dinero en el ámbito de las bandas. Debido a que se involucran grupos de decenas de hombres, especialmente haciendo el papel de “soldado” al momento de la realización del robo, no todos los involucrados en estas acciones delictivas suelen tener una amplia experiencia en robos a entidades financieras en los últimos años. Según relatos de dos interlocutores de esta investigación, en parte de las ocurrencias, solo una parte de la banda elabora u opina sobre los planes de atracos en marcha, y no todos los participantes de estas acciones tienen dinero para invertir en su infraestructura y logística, algunos de estos hombres se han involucrado en los planes mediante el pago de cantidades predeterminadas y participan sólo desde el momento de realizar la acción armada de “invasión” de las ciudades hasta la fuga de la banda. Estas informaciones son relevantes e indican reconfiguraciones materiales y simbólicas en estas agrupaciones, pues uno de los elementos más alardeados por los llamados “atracadores de bancos” en las conversaciones entre pares es la ventaja de tener “socios” y no “jefes”, es recurrente para ellos manifestar que no quieren ser empleados ni jefes de nadie. Otro motivo de orgullo en sus discursos es su participación en la elaboración de los planes en los que intervienen, dicen que no son “piojos” y que por eso “no andan por la cabeza de los demás”, aseguran que no participarían en eventos en los que no pudieran opinar o evaluar los trámites y procedimientos involucrados. Todavía no hubo oportunidad de realizar entrevistas a atracadores que tengan este perfil descrito por algunos interlocutores de esta investigación y que son llamados peyorativamente “soldado exclusivamente”, quienes solo participarían en el momento de ejecución del robo, en futuros trabajos será interesante exponer y analizar las versiones, narrativas y justificaciones morales de estos personajes sobre los roles que juegan en los atracos y las posiciones que ocupan dentro de las bandas.
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1 Los atracos abordados en este texto son tipificados legalmente como robo o hurto, cuando no existe contacto directo entre los ladrones y los empleados o usuarios del banco. El robo está definido en el artículo 157 del Código Penal brasileño como el acto de sustraer algo mueble perteneciente a otra persona, sin su permiso, mediante el uso de amenazas o violencia física. El hurto, a su vez, corresponde al artículo 155 del referido código y, aunque su acción principal es la misma que la del robo (apropiarse de un bien mueble), no se recurre a la amenaza ni a la violencia. (Código Penal, 2002). Los robos contra bancos suelen involucrar “agravantes” legales como “formar una banda de atracadores” y “posesión ilegal de un arma”, entre otros.
2 Los atracos a bancos dejaron de ser frecuentes en diversos países del mundo, sobretodo en el norte global, donde se logró contener y hasta zerar las ocurrencias, por inversión en dispositivos de seguridad, pero principalmente por la reducción contínua de la circulación de dinero en efectivo, digitalización de pagos y otras transacciones bancarias. En Brasil, aunque algunas iniciativas similares están siendo implementadas, parte de la población no tiene acceso al sistema bancario, siendo que los mercados informales e ilegales responden por partes significativas de la economía nacional.
3 Para reflexiones sobre contingencias y dilemas éticos al realizar un trabajo de campo, el cual una parte de los interlocutores son criminales prófugos de la Justicia, ver Aquino(2010a; 2015)
4 Tales atracos son encuadrados jurídicamente como “extorsión mediante secuestro”, que corresponde al artículo 159 del Código Penal Brasileño (Código Penal, 2002).
5 En Brasil, no existe una base de datos unificada ni acciones a nivel nacional para combatir los atracos bancarios. Los registros e investigaciones de hechos son realizados por la Policía Civil, la cual es provincial y no cuenta con acciones estandarizadas en las distintas unidades federativas. A pesar de la ausencia de estadísticas anuales y series históricas sobre atracos en todo el país, consultas realizadas por esta investigadora, junto con datos de cada estados en particular, indicaron un crecimiento sustancial de los robos y hurtos en sucursales bancarias, realizados a través del dominio de las ciudades. , en todas las regiones de Brasil, a partir de 2010. Tal aumento también fue destacado por comisarios de Policía y policías entrevistados en esta investigación, a partir de 2016.
6 Tras la Polícia, asesinar a su padre, pequeño propietario rural, natural del municipio de Serra Talhada, ubicado en la región Nordeste de Brasil, debido a un conflicto con una rica familia de granjeros, Lampião reunió a un grupo de hombres armados y, en venganza, realizó decenas de robos y asesinatos, en un camino nómada de casi veinte años. Después de morir en un enfrentamiento con la Policía, en 1938, él inspiró decenas de investigaciones, libros y películas.