ORLANDO ALBORNOZ.
Nació en Caracas en
1932. Es Licenciado en Historia por la Universidad
Central de Venezuela y
Doctor, igualmente en Historia, por la Universidad de los Andes, Mérida,
Venezuela y se entrenó en Sociología en el London School of Economics, Londres, con beca de la UCV.
A esta disciplina le dedicó su vida académica. Ha sido profesor/investigador en
el país y en el exterior en las universidades de Oxford, Londres, Harvard,
California (Berkeley), París, Nueva Delhi y Hamburgo, en todos los casos por
periodos no menores a un trimestre.
Es autor de vasta obra
en el campo de la sociología del conocimiento y de la educación. Ganador del
Premio Interamericano de Educación “Andrés Bello”, otorgado por la Organización
de los Estados Americanos OEA, Washington, USA, en 1997.
Experto en el área de
educación y profesor de la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO, Santiago de
Chile). Fue Presidente del Comité en Sociología de la Educación de ta
International Sociological Association y miembro del Administrative Board de la
International Association of Universities y es miembro del Steering Committee
del INRUDA (lnternationaI Nemork for the Study of the Universities in
Developing Areas).
En 1991 recibió el
Premio ‘’Francisco De Venanzi’’, otorgado por la Universidad Central de
Venezuela, a la trayectoria del investigador universitario y en 1998 el Premio
de Ciencia y Tecnología del Instituto Venezolano de investigaciones Científicas (lVIC),
al mejor artículo sobre la actividad científica y tecnológica publicado en
1997.
Dirigió un proyecto de
investigación nacional e internacional sobre el tema de las elites
financiado por el CONICIT/UCV y escribió un libro sobre
el desarrollo y evolución de la Universidad contemporánea, a escala mundial.
Fue designado en 1997 presidente honorario del Vl Congreso Venezolano de Sociología y Antropología.
Ha sido consultor de
organismos internacionales, así como gobiernos y empresas privadas de la
región, en el área de la gestión y gerencia de instituciones de
educación superior, específicamente en diseños de espacios
propios del knowledge management.
Entre sus libros más
recientes están:
2018 “Mitos, tabúes y realidades de las universidades, volumen IV:
La universidad venezolana contemporánea: IESALC_UNESCO/ Universidad Central de
Venezuela.
2011”Diversity and inertia at the University”.
Caracas Universidad Central de Venezuela.
2011
“Searching for an identity.
The Latin America and the Caribbean University”.
Caracas Universidad Central de Venezuela.
2012 “Cómo y para
qué elevar la calidad en instituciones de educación superior” Tres volúmenes.
2010 “Regulación y control académico: los compromisos políticos e ideológicos de
la universidad. La dinámica de la universidad en sociedades en transición”. Caracas: Universidad Central de Venezuela.
2009 “Breves notas sobre la autonomía y la libertad académica”. Caracas: Universidad Central de Venezuela.
2006 “La universidad latinoamericana entre Davos y Porto Alegre: error de
origen, error de proceso”. Caracas:
Los libros de El Nacional.
2005 “Academic populism. Higher education
policies under state control.” Vol. I. y II. Caracas:
Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Central de Venezuela.
2003
“Higher education strategies in Venezuela: higher
education changes under a revolutionary government and the threats to academic
freedom and institutional integrity”. Caracas: Facultad de Economía y Ciencias Sociales, Universidad Central de
Venezuela.
En reconocimiento de su trascendente contribución a la
Sociología y para celebrar su actividad
intelectual de casi 70 años, ESPACIO ABIERTO incluye en esta Separata el artículo que él preparó para publicar en 2006 en el vol.15, nº 1.
Volumen 31 Nº 3 (julio-septiembre) 2022, pp. 232-258
ISSN 1315-0006. Depósito
legal pp 199202zu44
La búsqueda y
rebusca del conocimiento: algunos elementos de mi experiencia y desmemoria
académica como sociólogo
Orlando Albornoz
Para
mi hermano Oscar Abdala, compañero de ruta en la inasible quimera del saber.
“In
our daily life, as in our scientific world, we, as human beings, all have the
tendency to presume, more or less naively, that what we have once verified as
valid will remain valid throughout the future, and that what appeared to us
beyond question yesterday will still be beyond question tomorrow”
Alfred
Schutz, Studies
in Social Theory (1964:
67)
“Las ciencias y la literatura llevan en sí la
recompensa de los trabajos y vigilias que se les consagran”
Andrés
Bello, Discurso
en la oportunidad de su elección como Rector de la Universidad de Chile (1843)
Resumen
El propósito de este trabajo es el de
elaborar una reflexión acerca del problema de la producción de conocimientos, en
una sociedad de desarrollo intermedio, como Venezuela. Dicha reflexión se hace
a partir de la experiencia del autor, que se extiende a lo largo de casi medio
siglo de vida académica, nacional e internacional. Se alude al oficio de
sociólogo cuando éste escribe y publica en castellano, idioma que se halla
alejado, relativamente hablando, de aquellos que como el inglés es la lingua
franca actual. El autor propone una interpretación teórica que denomina la
teoría de los espejos, para analizar la relación entre saber y poder en el
país. Finalmente se refiere al papel de lo ideológico en la academia
venezolana, en el terreno sociológico.
Palabras clave: Producción de conocimiento; sociología; poder; academia;
ideología; Venezuela.
Palabras
pronunciadas en la inauguración de la Exposición Homenaje a Orlando Albornoz en
la Biblioteca Nacional de Venezuela, 19 de mayo de 1999, en la oportunidad de
la presentación de libro Del fraude a la estafa: las políticas educativas en el segundo
quinquenio de Rafael Caldera (1994-1999), publicado por la Facultad de Ciencias Económicas y
Sociales de la Universidad Central de Venezuela (1999). He mantenido intacto el
estilo propio de la palabra discursiva, si bien he tenido cuidado de añadir las
referencias a que hubiera lugar y la bibliografía correspondiente.
Universidad Central de
Venezuela Investigador Emérito del Programa de Promoción al Investigador (PPI).
The Continuous Search for Knowledge: Some Aspects of my Academic Experience and Mental Lapses as a Sociologist
Abstract
The purpose of this paper is to organize my thoughts on the question of the production of knowledge in a society in the intermediate stage of social and economic development. These thoughts are based on the academic experience of the author on both the national and international level over almost fifty years. Some remarks are made as to the problems of those who write about sociology in Spanish, and not in the contemporary lingua franca, English. A theoretical approach is proposed to explain the relationship between knowledge and power, and is referred to as the mirror theory. Finally, some reflections are made as to the role of ideology in sociological thinking.
Key words: Production of knowledge; sociology; power; academia; ideology; Venezuela.
La Biblioteca
Nacional, sede del pensamiento venezolano
Agradecer a la
Biblioteca Nacional este acto, en el cual se me hace un homenaje académico, es
redundar en la gratitud que tenemos los intelectuales y académicos por esta
sagrada institución. Agradezco a su actual Director, Alfonso Quintero, su
generosidad al abrir los espacios de la misma para exhibir mi trabajo
académico. Debo hacerlo, del mismo modo, a Virginia Betancourt, la
inmediatamente anterior Directora de la misma, quien durante más de dos décadas
hizo los enormes esfuerzos que fueron menester para abrir al público los
hermosos espacios de la actual edificación que alberga a la Biblioteca
Nacional. Modesto escribidor en el área de las ciencias sociales, sobre todo
amante de los libros no he dejado de visitar, en mis viajes, las diversas
bibliotecas del mundo. Desde aquella de Alejandría, la mítica biblioteca que
albergaba, se decía, toda la sabiduría del mundo en un solo edificio, hasta
aquellas más pequeñas y sencillas, esparcidas por todo el mundo. Un mundo unido
por el amor por el saber y el conocimiento, en personas de toda etnia, sexo y
edad, con la mirada clavada en los signos misteriosos que dan sentido a la
vida. Pienso, a menudo, que si la universidad ha sido mi vida, la biblioteca ha
sido el espíritu que la ha animado. Nada me es más reconfortante y estimulante
que el saberme acogido tanto por la principal biblioteca de mi país, como por
su primera universidad de la que he sido y sigo siendo un leal servidor, por el
inesperado lapso para mide ya casi medio siglo11.
Agradecer este
acto a Virginia es recordar, obviamente, la memoria de su padre, Rómulo
Betancourt, a quien adversé políticamente en su momento, pero que, con los
años, se me construye como un hombre formidable, que tanto hizo por instalar la
democracia política y social en nuestro país. Èl junto a otros lideres
políticos que, al margen de sus errores y equivocaciones, asentaron las bases
para que el país organizara un interesante como plausible proceso de
modernización. Basta recordar que la última dictadura militar que padecimos los
venezolanos (1948-1958) afirmó su existencia en el terrorismo y el
autoritarismo. Si bien, como generalmente hacen los gobiernos dictatoriales, enfatizó
la construcción de la planta física del país, devastó su organización social,
abandonando la educación y la cultura y en general el espíritu democrático.
Todos aquellos que cursamos nuestros estudios durante esos años, recordamos que
en cada aula universitaria se sentaba, de ordinario, un “soplón”, esto es, un
funcionario de la policía política del régimen, la infausta Seguridad Nacional,
instrumento de lucha política, entonces, contra la voluntad democrática de los
venezolanos.
La sociedad
venezolana, en esos largos años entre 1958-1998, ha demostrado hasta la
saciedad que ha tenido un proyecto de desarrollo, en petróleo, en materia
legislativa, educativas, en su política exterior y así en cada área del
acontecer nacional. Proyecto que valga señalarlo prosigue, porque si bien han
cambiado muchas cosas en estos meses del nuevo gobierno, podríamos decir que la
sociedad venezolana, como las personalidades de sus miembros, acentúa en vez de
disminuir sus rasgos, patrones y características. Cualquiera que sea el formato
de una sociedad, sin embargo, sus miembros tienen un efecto perverso en su
dinámica y a pesar de la cosmética el rostro sigue a menudo siendo el mismo,
mirándose aun en el espejo sepultado. No obstante que se hayan cometido errores
y horrores, de una u otra manera ha existido un hilo, una continuidad, que
habrá de absorber los extremos, porque Venezuela es la típica search for the
middle ground, como dijeran de nuestra sociedad dos analistas
norteamericanos, Raymond Crist y Edward Leahy (1969). Una sociedad en donde las
élites cooptan los cambios incorporando en términos de sociedad abierta a los
extremos, manteniendo sedadas a las masas, vía tv y consumismo. O lo que
también John Friedmann llamaba De la doctrina al diálogo (1965).
Estos dos libros clásicos se emparentan con el pensamiento de Ramón J.
Velázquez quien ha hablado del consenso más que del conflicto, como el
mecanismo fundamental del proceso político venezolano, un hallazgo interesante
que en su momento analizaron Frank Bonilla y José Agustín Silva Michelena2.
Los que hacemos
ciencia social tenemos honda conciencia de un concepto que se denomina,
justamente, el hilo histórico, que ata los sucesos y acontecimientos, de los
cuales se valen, posteriormente, los historiógrafos, para auscultar los
quehaceres de las sociedades. Estas, efectivamente, por menos que así no lo
reconozca el vulgo, son la suma no la resta, pues cada grupo social, individuo
y empresa humana y social se halla inserto en ese hilo histórico. Cada cosa se
añade a la anterior, de modo que los rompimientos y fracturas son ideadas por
quienes hacemos los análisis históricos, porque de resto los hechos y sucesos
acontecen unos y otros sumándose, de forma tal que tratar de periodizar es
empresa ardua y empeño inútil. La historia, entendida como ese hilo imaginario
en donde se atan y cuelgan los hechos y sucesos, no se divide en dicotomías, en
el antes y el después, sino que prosigue su camino impasible, en forma casi
imperceptible, tanto que a veces esos hechos, sucesos y acontecimientos cobran
vida y sentido mucho tiempo después de haber ocurrido.
Son muchos los méritos
de nuestro sistema político y social, es una sociedad abierta, móvil en sentido
vertical, en donde el análisis científico no tiene nada que ver con el análisis
moral. Por ejemplo, la llamada corrupción mueve la economía y sin corrupción la
sociedad sería rígida e inamovible. Sociológicamente hablando, un pardo puede
gobernarnos si bien nunca alcanzará el poder, socialmente hablando. En verdad
toda generalización es incorrecta, sobre todo un largo período en donde han
existido varios gobiernos, desde el propio Rómulo hasta Chávez, pasando por
Leoni, Lusinchi, Herrera, los dos gobiernos de Carlos Andrés Pérez y los dos de
Rafael Caldera, este último el único Presidente que ha cumplido sus dos lapsos
de gobierno. Personalmente me siento responsable de las propuestas de Reforma
del Estado durante el gobierno del Presidente Jaime Lusinchi, un extraordinario
ejercicio de cambio político y jurídico. No siempre los cambios propuestos han
tenido éxito, si no recuérdese lo que ha acontecido desde la Convención de
Ocaña y la misma Constitución de Cúcuta hasta el caso de la Constitución de
1999. Comparativamente hablando Venezuela ha sido un país próspero y exitoso en
esos 40 años. Que haya pobreza, miseria, explotación y corrupción no es
responsabilidad del sistema sino de quienes nos organizamos de una u otra
manera. Los militares han sido más o menos corruptos, igual que la Iglesia
Católica, todas las instituciones tienen su lado luminoso y oscuro, tejer una
leyenda negra sobre esas cuatro décadas es un error histórico y una
manipulación, sobre todo porque quienes ahora dirigen la República han vivido
esos años y han compartido el gobierno y a veces el poder.
El oficio de
sociólogo
Los sociólogos
abordamos nuestro oficio y nuestra ya antigua y honorable profesión dentro del
rigor que es propio de la academia. Esto es, según criterios que llamamos
científicos, porque tienen una sólida base teórica y rigurosamente apoyada en
proposiciones epistemológicas y porque estudiamos a las sociedades y sus
hombres y mujeres, armados de procedimientos metodológicos que no son casuales,
sino que obedecen a proposiciones tales que nos permiten aproximarnos a la
realidad con estimaciones cuantitativas y de lógica tal que niega el arbitrio o
la circunstancia. La sociología como ciencia ha sido desarmada, en el discurso
latinoamericano, y en vez de ciencia ha sido a menudo sustituida por la
retórica, entendiéndola como la argumentación sin fundamento, esto es, lo que
sin duda alguna podemos llamar charlatanería o, en el mejor de los casos
versiones inteligentes de la res social sin ir más allá de
lo circunstancialya veces hasta simplemente anecdótico. Muchas veces, incluso,
hemos convertido a la sociología, en una especie de “cuenta cuentos” de las
ciencias sociales o en aquel viejo cajón de sastre, en donde cabe todo, sin
orden ni concierto, como expresaba hace años Medina Echeverría. Efectivamente,
como expresa Schutz en el epígrafe a estas palabras, la certeza es lo menos
frecuente en la vida social y las formulaciones teóricas tienen que obedecer
ese principio. Esto es, teorías y doctrinas son parte de la dinámica de las
ideas y se mueven según estas procedan. Como se sabe, el segundo elemento
esencial en la sociología como disciplina científica es su carácter de ciencia
crítica, que por encima de modas ideológicas, políticas o doctrinarias, por
encima de aquello que parece obvio, está la capacidad para desmontar,
destructurar y en todos los casos, reconducir nuestros análisis y de rehacer
los hechos según estos mismos se descubran a sí mismos, porque incluso en el
axioma de Durkheim, las cosas no son sino en tanto su dinámica. Es el intento
serio y riguroso para tratar de explicar el cómo y el porqué se relacionan las
personas, en el nivel macro y en el micro, como individuos y dentro de los
grupos e instituciones en los cuales podemos clasificar el comportamiento
social, tanto en su forma estructural como coyuntural3.
La cultura
intelectual venezolana se inclina al aprecio por la literatura, esto es, por
las obras de imaginación, más que por las que elaboramos los científicos
sociales. Este fenómeno, es noble herencia de una cultura humanística, más que
de una visión técnica y tecnológica del mundo. Esto es cierto, especialmente de
aquellos que hacemos actividad intelectual en el mundo académico, en
disciplinas de las ciencias sociales, como es mi caso, como sociólogo. En
consecuencia, simplemente, me sorprende y satisface que mi trabajo se exponga
en la Biblioteca Nacional de mi país y luego en otras bibliotecas del país, a
través del mecanismo de las exposiciones itinerantes que organiza esta
Biblioteca Nacional, la primera de ellas en la Biblioteca Pública Simón
Rodríguez, en Caracas. Esto es, que se muestre el trabajo de quienes hemos
hecho pensamiento y obra en áreas relativamente esotéricas, cuando se las trata
científicamente, como es eso que genéricamente se denomina educación. Nuestra
comunidad científica es un grupo relativamente pequeño y de escasa influencia,
en la sociedad venezolana, orientada sobre todo hacia la búsqueda y control del
poder.
Buena parte de
quienes la forman son algo que llamo agentes inertes, porque aún padecemos los
rezagos históricos de la sociedad del subsidio, en vez de la sociedad de la
producción. En este sentido, no debe extrañar que sean las disciplinas de la
historia y de la politología aquellas que despiertan mayor interés en quienes,
de una u otra manera, procuran controlar el poder político nacional y en cada
una de sus instancias, Regional y local. El rigor técnico de nuestra comunidad
académica es relativamente bajo y más bien estima los pronunciamientos, las
consideraciones hipotéticas, los voluntarismos y las propuestas. El ruido que
hacen quiénes apelan a la razón de la sin razón, para atraer a las masas de una
sociedad en donde la misma opera dentro de un contexto que diría es
profundamente anti intelectual, incluso anti académico. Valga la pena decirlo,
ese anti intelectualismo llega incluso a esos espacios académicos, en cuyo caso
no se respetan las normas propias de ese rigor y severidad que la caracterizan,
en otros sitios del mundo. Obsérvese que ni siquiera los títulos académicos son
respetados, por una sociedad que busca el igualitarismo a partir de la negación
de las jerarquías y del logro.
Es interesante, al
menos para quien habla, que los científicos sociales no somos considerados
escritores en la cultura intelectual venezolana. En el mejor de los casos somos
“ensayistas” y en el peor somos “periodistas”, porque la categoría de
“científico” tampoco se nos aplica, pues está reservada para quienes hacen
ciencia de la que viste de blanco y se oculta en los esotéricos pasillos de
instituciones como el IVIC (Instituto de Investigaciones Científicas),
por ejemplo, con justificada razón, por lo demás. Esto provoca, problemas de
identidad, que con frecuencia resolvemos acogiéndonos al cognomento de
“profesor”, una categoría que no hace daño a nadie, sin duda, sobre todo si
deriva a la falsa afectación del “profe”, lo cual hace más inofensivo el problema
del saber, ya que al eliminar la jerarquía desaparece el esfuerzo intelectual y
académico. Naturalmente, todos sabemos que en esta materia pudiera decirse que
los científicos sociales y los intelectuales y académicos en general laboramos
en la clandestinidad, buscando no sólo un editor sino un lector, en una
sociedad en donde la palabra impresa, en el formato del libro o del articulo de
revista especializada es materia de dudosa reputación. No queda a veces otro
recurso que el periodismo, en la forma del llamado artículo de opinión, que
probablemente sea poco leído, excepto cuando se trata de las conocidas
estrellas de este género, que a menudo se halla en el borde del escándalo,
sobre todo aquellos de índole política. Sin embargo, no cabe ninguna duda y así
lo pone de manifiesto los tiempos que corren, que los periodistas son hoy en
día quienes acceden al poder político y tienen y mantienen el protagonismo
necesario para ser influyentes en la sociedad. Pensar que los organismos que
hacen evaluación de la ciencia nos obligan a producir impacto. ¿Cómo hacerlo si
apenas podemos publicar en ediciones de libros y revistas que son, tal como
dije, semi clandestinas?
La academia criolla
Sin embargo, en
forma quizá minúscula, hay una interesante versión criolla de la misma que con
algunos estímulos del Estado ha logrado emerger. En este sentido estimo que
nunca antes se había producido en nuestro país más y mejor calidad en nuestro
mundo académico, a pesar de las incongruencias y de los vicios que aquejan ese
delicado mundo que se dedica a las ideas, tanto a su generación como a su
impacto. Dentro de ese aporte es que me complace que se abra esta modesta
exposición de mi trabajo académico, producto de varias décadas de esfuerzo,
exposición que añade con alegría el homenaje que me hace mi universidad, la
Universidad Central de Venezuela, al publicar un libro del cual soy autor, en
la oportunidad en la cual se me ha concedido el Premio Interamericano de
Educación “Andrés Bello” (Edición XX, 1998), que otorga la Organización de
Estados Americanos (OEA), Washington)44. Una distinción que, más allá de lo que
significa para mi persona y mi familia, enaltece a nuestra universidad y
nuestra academia. Ésta, por encima de dificultades severas y hasta odiosas,
sigue siendo el espacio que vence las sombras, entendiendo por sombra, en este
caso, los nada nuevos y tristes nubarrones fundamentalistas que se ciernen
sobre nuestra manera de hacer pensamiento y obra, apoyada en forma axiomática
en la libertad en cuanto a la persona y la democracia con relación al sistema
social5.
Cabe señalar cómo
la sociología, la propia palabra en si misma, es objeto en nuestra sociedad de
uso y abuso indiscriminado. En estos mismos días, propios de una intensa
militarización de la sociedad, el Plan Nacional de Seguridad Ciudadana,
“gestado en el Comando de la Guardia Nacional y refrendado por el Ministro de
Relaciones Interiores” (El Nacional, 10 de mayo de 1999), decía que el
mismo se apoyaba en dos conceptos: “Operacional sociológico” y “Operacional
policial”6. No respondo por el segundo, si protesto
el primero, porque no hay nada que en modo alguno se pueda llamar “operacional
sociológico”. Este género de uso abusivo de la noción de sociología es parte de
eso que Alvin W. Gouldner llamaba la “Sub-sociology”. Que en otras palabras
llamaba Louis Schneider, en su incisivo trabajo “The Role of the Category of
Ignorance in Sociological Theory: An Exploratory Statement” (1962: 492-508),
ese proceso mediante el cual el conocimiento sociológico ha ido perdiendo su
rigurosa vertiente teórica y metodológica, hasta convertirse en una especie de
pensamiento radical disfrazado o bajo la cosmética de la seudo ciencia. Sería
presuntuoso de mi persona aludir al nivel académico de las escuelas de
sociología del país, por ejemplo, a juzgar por las conversaciones erráticas que
sostengo a menudo con profesionales egresados de las diversas escuelas de
sociología; a veces tengo la impresión de que éstas forman “técnicos”, pero no
profesionales, carentes de formación seria y sólida en al menos el campo
teórico de la sociología. De hecho me divierte preguntarles si conocen a
quienes de una u otra manera hemos hecho la sociología científica en el país y
los resultados son mas bien de ignorancia, excepto referencias tangenciales a
algún articulo de prensa o aparición en algún medio de comunicación, no de los
libros y trabajos académicos, propiamente dichos7.
Gouldner (1970)
avanza aún más allá, en su argumentación. Hablar de cómo una sociología en
particular ha devenido una especie de expresión de la cultura popular,
entendiendo a los sociólogos como especie de sacerdotes de las artes civiles,
opinando sobre todo y profundizando sobre nada. La sociología ha cobrado,
entonces, una fórmula para supuestamente resolver problemas, mientras que las
discusiones teóricas profundas y obligadas han sido vistas como una manera de
evitar y evadir los problemas. De hecho la sociología se ha nutrido de esta
“fibra social” que aspira resolver los problemas sociales, especialmente
aquellos de la pobreza y las distintas formas de discriminación social.
Ciudadano del mundo
Ese ha sido el leit motiv de
mi peregrinar intelectual y académico, habiendo heredado, todavía como
estudiante universitario, eso que en forma de eufemismo podría llamar la
antorcha sociológica, de manos inesperadas. Un abogado profesor de sociología,
como era entonces habitual, que tenía una noción interesante de la sociología,
no obstante hoy la veamos como una especie de arqueología de la sociología,
Virgilio Tosta, el profesor en cuestión, a quien suplí en un aula de personas
que para entonces tenían más edad que la de su profesor, porque cursaban
estudios en lo que entonces se llamaba el bachillerato nocturno, al cual se
ingresaba a los 18 años de edad, en un liceo público caraqueño. Desde entonces
he mantenido lo que conservo hasta hoy, una infinita curiosidad para explicar
lo que va más allá de la superficialidad de los hechos, buscando siempre la
huella empírica de los mismos y negándome a aceptar argumentos sin evidencias
de este género, porque la ciencia es eso, fundamentación empírica, al mismo
tiempo que elaboración teórica. Naturalmente, con los años pasé a estudiar y
luego a trabajar bajo y en cooperación con algunos de los pensadores más
eminentes de la sociología contemporánea, hasta formar un patrimonio
intelectual y académico que abarca unas cuatro décadas y que me ha llevado a
hacerme eso que llaman citoyen du monde, capaz de hablar un lenguaje
universal y de entenderme en la área científica de la sociología con mis pares,
en todo ese complejo mundo que dos milenios después tiene aun su centro en
Europa y en los Estados Unidos de América, mundo al cual emergen los países
tales como Japón y Australia, China y Canadá, espacio en donde aquellos de
América Latina buscan una participación, especialmente los tres grandes Estados
de nuestra Región, Argentina, Brasil y México.
He procurado
explicar nuestra sociedad venezolana, en audiencias académicas a nivel
internacional, no siempre con éxito, supongo, dentro del marco de América
Latina y el Caribe y ésta en el contexto mundial, global. Naturalmente, eso ha
sido la sociología, un intento por hallar los elementos que en forma universal
explican la conducta social de los hombres, diferenciado este análisis de los
enfoques antropológicos y psicológicos, más allá de todo economicismo y de todo
elemento conducente a un falso historicismo; más allá de la mitología que los
hombres suelen elaborar para justificar sus actos. Tratando siempre de ir más
allá de la explicación acomodaticia y de las interpretaciones ideológicas.
Esto me ha
obligado, a ser un permanente outsider al criterio de
pertenencia, un activista de la crítica como oriente del pensamiento. Tres de
las personas que me formaron, enfatizaron esta búsqueda de la crítica como
obligación del intelectual y del deber de una capacidad de distancia de los
hechos, para poder analizarlos. Creo hasta hoy que el académico y el
intelectual puede estar comprometido con un conjunto de valores políticos e
ideológicos, no puede ser un militante, porque al abordar así su existencia
tiene que abandonar el valor esencial de la condición de científico, la
búsqueda afanosa e incesante de la explicación lógica e impregnada de razón.
Buscar la verdad, dicho sea de paso, no es trabajo de científicos como de
filósofos y de teólogos. Esas tres personas a quienes se me ocurre mencionar en
este momento, porque fueron y son fuente de inspiración de mi manera de ver el
mundo han sido Tula Nuñez de la Torre, una mujer argentina que jamás falló en
interrogarse acerca de la fuente del conocimiento, bien fuese el estudio de la
historia o del razonamiento político; Tom Bottomore, quien para mis años de
estudiante en Londres dirigía un seminario sobre el pensamiento marxista,
crítico y ferozmente contestatario, en donde un pequeño grupo de estudiantes en
ese templo del saber que ha sido The London School of Economics and Political
Science, en el año académico de 1958-59, estudiábamos el marxismo en forma
critica, en los mismos momentos en los cuales la entonces llamada sociología
soviética dividía el mundo entre el paraíso soviético y el infierno
capitalista. Dicotomía que a pesar de los obstinados hechos de la historia
sigue aún vigente en muchas personas, en nuestra mentalidad tercermundista, que
creen en cuestiones que las evidencias señalan que conducen a graves errores,
tanto para las sociedades como para sus propios líderes. El tercero de esas
personas ha sido Seymour Martin Lipset, un judío norteamericano que me enseñó
que sin crítica no hay sociología y que sin pensamiento crítico no hay
pensamiento científico posible, como, del mismo modo, sin trabajo riguroso,
teórico y metodológico, la sociología deviene en simple ideología, en la forma
como acuñaba esta idea un miembro del grupo de Columbia University, en donde se
había formado el propio Lipset, Daniel Bell y otros eminentes sociólogos de la
época.
Este último
escribió en aquella época un libro que anunciaba en forma equivocada el fin de
las ideologías y en ese sentido el fin de los fundamentalistas y de la
irracionalidad. Es evidente que estos elementos retornan una y otra vez, en
forma perversa, como lo demuestran, entre otros ejemplos, el resurgimiento de
movimientos neonazis en Austria, la figura anciana y decadente del chileno
Augusto Pinochet, que aún divide a esta nación suramericana y el mismo
surgimiento en Venezuela del nuevo régimen revolucionario, apoyado, esto es,
blindado, como señala su líder, en posturas ideológicas diversas, entre otros
Bolívar, Simón Rodríguez, Zamora, el benemérito autor del Oráculo del
Guerrero, el pensamiento del sociólogo argentino Norberto
Ceresole, acusado por sus enemigos, entre otras cosas, como un “neonazi” y,
como no, el inefable Eduardo Galeano.8 Es oportuno no dejar duda alguna de mi pensamiento en esta materia de los
regímenes dictatoriales y autoritarios. Sigo en este orden de ideas, en su
totalidad, el principio de rechazo a toda forma de gobierno que vulnere las
libertades públicas y la defensa de los derechos humanos. Sin embargo, trato de
evitar la distorsión del mencionado principio, según el cual hay regímenes
buenos y otros malos. Sobre esta materia, en otras palabras, aplico las
nociones de la absoluta verticalidad e integridad kholberiana9 en cuestión de la estimativa de los valores, ergo Mannheim, quien con firmeza
se opuso en su tiempo a los totalitarismos europeos, como nosotros tenemos y
sentimos la obligación moral de oponernos a los autoritarismos y a las
dictaduras, civiles o militares, de signo izquierda o de signo derecha10.
En el caso de
nuestra sociedad venezolana y de la Región he buscado, quizás en vano, esos
elementos que explican el cómo somos, tanto como individuos y como grupos. Por
razones fortuitas elegí hacerlo a través del sistema y aparato escolar,
educativo, cultural y en general simbólico. Después de muchos años llego a
conclusiones que alguien puede juzgar interesantes, pues en el caso venezolano
pareciera que dicho aparato es una búsqueda de poder más que una búsqueda de lo
académico como tal, en consecuencia como búsqueda del poder es una lucha, a
veces cómica, a veces patética, por adquirir ese poder. En ese sentido hemos
llegado en Venezuela a crear una verdadera república de la academia, en donde
se aplican conceptos y criterios de elección más que de selección, esto es,
afirmación del poder, a través de procesos electorales, las más de las veces
bartardizados, que una selección meritocrática. Esta es un espacio sin vida
propio, que opera y existe como un reflejo de las relaciones de
poder. Observo cómo las instituciones del sistema educativo se tornan espacios
de lucha por el poder. La Iglesia Católica, tal como viene haciendo desde hace
quinientos años, se niega a aceptar incluso la existencia de un sistema
educativo operado y manejado por el Estado y proclama como verdad que sólo la
disgregación tradicional es buena para educar, esto es, que cada persona, cada
familia, deben ser los responsables por la formación de las personas. Todo
ello, sin embargo, mientras una exitosa institución privada recibe casi cien
mil millones de bolívares del Estado venezolano, para organizar aparatos
escolares como Fe y Alegría, que no es sino la representación simbólica del
poder de la Iglesia Católica. Por otra parte, el sector público se burocratiza
al extremo y en cada instancia se quiere elegir a quienes dirigen la academia y
esta pierde cada vez progresivamente su razón de ser como tal, para ser un área
política igual que otra, con una lucha por el poder simbolizada en el gremio,
en el sindicato, en la manipulación grosera del poder, que conduce en estos
casos, a menudo, a formas de corrupción que son una vergüenza moral y ética,
que efectivamente complace y fortalece a quienes hallan en ese sistema
educativo una manera de hacer política a través de instrumentos supuestamente
consagrados a la vida académica.
La teoría de los
espejos
En este sentido he
ideado una teoría del acontecer nacional, en materia de estas cuestiones de
orden simbólico, la
teoría de los espejos o, para decirlo en tanto un ismo, he
diseñado un espejismo. Digo teoría en un sentido laxo y libre, porque una
teoría es otra cosa, “es un sistema lógico deductivo, basado en premisas
axiomáticas puestas explícitas y formalmente de modo que al añadir premisas
menores adecuadas se realice un conjunto de deducciones que conduzcan a
afirmaciones factuales empíricas verificables” (Homans, 1961:171-240), como
expresa Homans cuando le decía a Parsons que el no hacía teoría sino conjuntos
de ideas que no alcanzaban a ser “un sistema maduro de teoría”.
Dice el Talmud: “Antes de crear
Dios el mundo, presentó un espejo a las criaturas para que en él pudieran
contemplar los sufrimientos del espíritu y los raptos que de ellos se siguen.
Algunas aceptaron la carga de sufrimiento. Pero otras la rechazaron, y a esas
borró Dios del Libro de la Vida” En efecto, observo a menudo que
los hombres e instituciones de nuestra sociedad no son buscadores de academia,
sino de poder y que esta búsqueda, esta lucha, se hace de acuerdo con lo que he
denominado la teoría de los espejos, utilizando la noción de teoría en forma
libre, como señalé. Según la misma las personas tienen o no un espejo, sobre
sus cabezas, espejos que reflejan a otros espejos o a aquellos que no los
tienen, espejos que varían en circunferencia y que aumentan o disminuyen, a
veces hasta desaparecer, según el poder de cada cual, en una sociedad
jerarquizada en función de este brutal adquisición de poder, una sociedad que
niega meritocracia, que afirma poder, en el mismo sentido del ejercicio de la
voluntad personal, por encima de la razón democrática. En otras palabras, de
Lukács (1967), nuestra sociedad es un fermento del asalto a la razón, a través
de estos espejos, de los cuales carecen la mayoría de la población, que en
vista de esa ausencia buscan reflejarse en el espejo mayor, en el espejo de
mayor circunferencia, que cual un Dios puede reflejar en el suyo a la mayor
cantidad de los llamados sin espejos. Los venezolanos buscan reflejarse en esos
espejos del poder para evitar “la carga de sufrimiento” y más bien los
elementos para la subsistencia y la sobrevivencia, para lo cual se emplean los
mecanismos de la adulación, los ruegos, las manipulaciones y por supuesto las
amenazas de castigos mil.
Estas personas no
adquieren sus espejos como consecuencia de una búsqueda racional y lógica, sino
a través del azar, a veces a través de la fuerza bruta, esto es, de arrebatar
el espejo mayor o de reunir espejos chicos o de los que, sin espejos, hasta en
forma taumatúrgica crean su propio espejo, grande, enorme, como una especie
gran ojo que refleja y mira, al mismo tiempo, que perdona y juzga, que al
reflejar otorga pero al mirar reduce y más aún puede eliminar espejos y así
privar a las personas de su existencia. Esto es, el gran espejo se convierte
por vía del azar en el reflejo de sí mismo, porque los demás existen sólo en la
misma medida en que pueden reflejarse en ese gran espejo. En este sentido
quizás la vida de nuestra sociedad se mueva entre esos dos extremos perversos,
el azar y el juego, por una parte, por la otra la chanza, el chiste, la burla y
toda esa gama de maneras que tenemos los venezolanos para adulterar la realidad
y endulzar el sufrimiento. Las observaciones derivadas hacia esta “teoría de
los espejos” se deriva en parte, del experimento descrito por Harold Garfinkel
en su trabajo “A conception of an experiment with trust as a condition of
stable concerned actions” (1957). Esto es, los venezolanos saben de la
existencia de este halo que llamo espejo, del cual se deriva el poder de cada
cual en la sociedad, más allá de credenciales académicas o logros de cualquier
otra índole; los espejos no son neutros, reflejan, pero al mismo tiempo el
tamaño de su circunferencia varía según accedan y ejerzan más o menos poder, en
tanto la posibilidad de que el reflejarse supone adquirir por vía de lo mismo
la fortuna de acceder a los favores y privilegios del poder.
Es así como veo nuestra
sociedad y a nuestras personas, cada cual buscando afanoso su espejo. La
academia, sin embargo, no es ni puede ser un espejo sino que en todo caso es un
borde sin reflejo. Es un espacio neutro, alejado de la búsqueda por el poder,
que apoya su existencia en criterios de razón, de lógica, de intentos por
explicar, mas que de creer. La nuestra es probablemente un espacio arruinado
por quienes buscan el poder del espejo y en este caso del espejismo. Estamos
confundiendo academia con gobierno y jerarca político con líder del
pensamiento. Por reducción al absurdo un día de estos alguien propondrá que
para establecer la validez de las ideas se haga una elección, un referéndum,
caso en el cual el propio Popper (1974) habría perdido su tiempo, tratando de
establecer una demarcación entre teorías científicas y las teorías de la seudo
ciencia, porque en nuestro caso el axioma popperiano de que the more a theory forbids, the more it
tells us habría que cambiarlo por otro que dijese the more a theory allows,
the more it tells us, excepto que tiene que ser
una teoría “democrática”, esto es, popular, por ende apoyada por la mayoría,
procedimiento que sería la muerte del progreso y evolución de la ciencia y que
conduciría a todos los mitos y males de la ciencia como reflejo del poder.
Porque, evidentemente, en el Gran Espejo procuran reflejarse no sólo los
desventurados de la tierra sino los bienaventurados burócratas y jerarcas de la
ciencia y de la academia, buscando privilegios y consideraciones especiales. No
son entonces neutros dichos espejos, porque además de reflejar poseen substancia,
según las variables de diversa índole, clase social, etnia, poder, nivel de
ingresos, posiciones doctrinarias y otras incluyendo hasta la misma estatura de
la persona.
Todo ello lo hemos
convertido en un juego, en el cual a veces los que tienen más espejos no son
generalmente los que tienen más academia, porque no se trata de una competencia
meritocrática, sino abierta a quien pueda apropiarse de los espejos, buscando
el diámetro mayor de la circunferencia. De hecho el proceso de adjudicación de
los espejos no es racional, sino azaroso, y pueden las personas obtener sus
espejos arrebatándolos o mejor aún por vía del azar, la suerte. Naturalmente,
Talcott Parsons en su teoría de la acción social no piensa en espejos, sino en
fines y medios, pero Garfinkel desmontó la teoría parsoniana aduciendo cómo la
racionalidad de la persona impedía el razonamiento positivista de Parsons y así
cada teórico ha creído ver un elemento que pueda ser por vía del reduccionismo
el elemento esencial que explique la razón social. El marxismo, dicho sea de
paso, invadió nuestra educación superior universitaria, en años que es mejor no
recordar, porque el marxismo es simple, es brutalmente simple, como
interpretación teórica y genera, en consecuencia, aquellos esquemas autoritarios
que se tradujeron en la toma del poder por parte de los revolucionarios de
bolsillo, más cómodos en dicha toma del poder en los cenáculos de la pequeña
burguesía que en los espacios de la clase obrera y campesina, en nombre de
quien hablaban. Por ello se explica la influencia de aquel eminente escritor
Eduardo Galeano, quien invadió la conciencia de los latinoamericanos, con aquel
libro de marxismo simplificado al extremo, tan engañoso como atractivo, Las venas
abiertas de América Latina, una metáfora hermosa como inexacta,
según la cual éramos desangrados por el poder político explotador de los
Estados Unidos de América. Superada la tragedia del marxismo, al menos en
apariencia, surgen otros fundamentalismos, que nos anuncian nuevas oscuras
horas para la vida intelectual. La condena internacional a Pinochet, hecha por
dos antiguos imperios cuyas manos han sido responsables por mil genocidios,
ahora jueces de la tragedia chilena. La famosa NATO sustituye en forma
primitiva a las Naciones Unidas y destruye un pueblo soberano, en busca del
presunto culpable, Milosevic, como antes Noriega, un preso político del propio
socio suyo, de Bush. Porque ahora todos somos pro norteamericanos, sin embargo,
al mismo tiempo, todos somos pro Fidel Castro, quien revive y renace una y otra
vez, para conservar su Gran Espejo, especie de Big Brother,
en donde cada cual busca reflejarse, como, del mismo modo, hemos revivido a
Bolívar héroe, pero no a la persona, sino al espejo bolivariano, en donde
creemos ver nuestra imagen y en cuyo nombre adulteramos la historia, en forma
burda y vulgar.
La noción de
espejo la he tomado de muchas lecturas, de modo que no me atribuyo ninguna
originalidad en este respecto. Lenín, en su Materialismo y empiriocriticismo (1908)
había elaborado en su oportunidad una larga explicación de la obra literaria
como un espejo, de una realidad que no es exactamente visible, aquella que
surge de las contradicciones sociales, caso en el cual el citado espejo de
Lenín refleja una realidad distinta a la suya que es su contrario. En mi caso
el concepto de espejo toma entonces un sentido nuevo si se la completa con la
idea de análisis, esta vez con la noción de poder. En una sociedad como la
venezolana, entonces, la noción de existencia está asociada a la del poder, no
a la del saber, ni a la vida intelectual o aquella de los libros. Por ello cada
cual aspira a la posesión del espejo, porque de ese modo no solo sobrevive sino
que tiene esencia, la vida misma en función de un espejo que le permita
reflejar y reflejarse. El espejo del cual hablo no es reflejo, sino ausencia de
reflejo y reproduce no las contradicciones de la realidad sino a la realidad
misma, que es en nuestro caso el poder. Este espejo no refleja sino a otros
espejos y de resto es ausencia y neutralidad llena solo de indiferencia. En
Tolstoi, en otro ejemplo, Pierre Macherey (Para una teoría de la producción literaria,
(1974) edición en castellano del original en francés de 1966) señala como el
espejo analizado por Lenín “refleja entonces, término por término los elementos
del espíritu campesino”, mientras que en nuestro caso la única contradicción
observable sería aquella en el cual el espejo del poder no refleja sino ese
espíritu del poder, distante y lejano, acercado sólo a través de la mediática del
discurso político y su correspondiente carga de manipulación populista. El
espejo del cual hablo es el espejo propio del protagonismo del poder, que en
sociedades de bienes escasos y de alta capacidad distributiva son la única
fuente para la creación de otros espejos, porque, en todo caso, el mundo
académico, de las ideas, no refleja sino que se refleja en aquellos espejos del
poder. Esa es una idea, por cierto, que trae Lenín, en su Materialismo y
empiriocriticismo. Esto es, evidentemente, estoy hablando de
formas del lenguaje simbólico, que Bronowski enunciaba en la “ley del espejo”,
en mis palabras: quien carece de poder no puede reflejarse, porque el espejo
del poder refleja sólo aquellos que tienen alguna forma de espejo. Quien no se
refleja no existe. Simple! Esa fue la interpretación que hizo Lenín de los
textos de Tolstoy y si bien no es mi intención en esta ocasión profundizar en
este tema, quisiera mencionar que el líder ruso escribió, en el lapso de tres
años, de septiembre de 1908 a enero de 1911, siete artículos cortos sobre el
escritor ruso. El mismo Plejanov (1894) había insistido en que el espejo de los
monarcas rusos no reflejaba a las masas campesinas. Pero Tolstoy era un ícono
de la Revolución y de allí que Lenín analizó en que medida la obra del escritor
ruso reflejaba o no las contradicciones de la sociedad rusa. El detallado
análisis que hace N.N. Schneidman en su libro Literature and ideology in soviet education
(1973) señala como la noción de reflejo de una obra puede crearse
en forma artificial, lo que hizo que La guerra y la paz, así como Anna Karenina fueron
vistas como espejo de las contradicciones sociales rusas, que condujeron a la
Revolución de 1917. Esto señala ya el poder para construir o modificar el
espejo, según lo que hoy llamaríamos una visión “politicamente correcta” de la
sociedad.
El fundamentalismo
marxista
No deseo dejar de
recalcar en esta oportunidad como el fundamentalismo marxista tuvo un
formidable efecto negativo, en el desarrollo y evolución de las ciencias sociales
en el país, porque ello significó la deificación del llamado campo socialista,
incluyendo la adoración que aun se mantiene de Cuba y de su líder fundamental,
como suelen llamar al inamovible y ubicuo Fidel Castro. He analizado esta
cuestión en otra oportunidad (La formación de los recursos humanos en
educación, 1990), estudiando cómo el diseño curricular fue
orientado durante esos años, en las diversas ciencias sociales, hacia un
marxismo fundamentalista que llamábamos estalinismo. Este era simplemente un
planteamiento autoritario, con todos sus añadidos de persecución intelectual,
cacerías de brujas, character
assassination y todas esas terribles formas de castigar la
disidencia y la defensa de la pluralidad ideológica y política, sobre todo en
la academia. Pienso que la sociología venezolana no se ha recuperado totalmente
de aquel devastador efecto, del marxismo tropical que nos invadió.
Naturalmente, en nada ayudaba hacer ciencia empírica, porque la misma estaba
asociada al odiado “imperialismo norteaméricano” y menos auxiliaba emplear
autores como Talcott Parsons, cuya oscura prosa y su “dettachment from the real
world” reforzaba que sólo el marxismo era ciencia real y lo otro era una
ciencia al servicio de la expansión de USA y del pensamiento tecnocrático (sic).
Aún hoy en día se pueden leer, con impunidad, cuestiones como lo siguiente:
“La Escuela
de Sociología y Antropología le sigue (en el orden de creaciones las escuelas
de la facultad de Ciencias Económicas y Sociales). Su fundación fue polémica y,
aquí podríamos hablar mucho, porque, esta escuela se funda en 1952, promovida
por el Consejo de Reforma y se contacto al Sociólogo Rural George H. Hill (el
nombre correcto era el de George Washington Hill, nota del autor) como
organizador y al cual siguieron como resultado del Convenio los
estadounidenses: Normal W. Painter y Thomas Norris. Norris partió y lo
sustituye el Prof. James Silverberg. El Prof. Gregorio Castro ha historiado
esto en su libro “Sociólogos y Sociología en Venezuela”, se sostiene que en
diferentes fuentes consultadas, que la escuela de Sociología y Antropología, a
través del convenio de Washington estaba sirviendo como cabeza de turco para la
penetración del control de la CIA en Venezuela y del control de una materia que
era clave, porque, precisamente la vinculación con Wisconsin con el pentágono
era significativa, y en la CIA se encontraba el Prof. Izquiel de Solapul (el
nombre correcto del sociólogo norteaméricano era el de: Ithiel de Sola Pool,
nota del autor), quien fue el sociólogo que organizó la penetración de las
tropas américanas en Vietnam. Esto lo conozco por testimonios, por mi hermano
José Agustín Silva Michelena que jugó un papel muy importante en la fundación
de la escuela, fue de la primera promoción junto con Jeannette Abouhamad, y
otros que no quiero mencionar por ahorrar el tiempo a ustedes” (Palabras del orador de orden Prof. Héctor Silva
Michelena, Sesión Solemne 60 Aniversario de FACES, en “60 Aniversario, Facultad
de Ciencias Económicas y Sociales, 1938-1998, Faces, Universidad Central de
Venezuela, 1999)11.
En este párrafo un
ex Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales apunta que Sola Pool
fue “el sociólogo que organizó la penetración de las tropas norteamericanas en
Vietnam”, estableciendo una asociación entre sociología elaborada en los
Estados Unidos de América y la invasión en Vietnam, una inexactitud histórica,
insostenible, pero que marca una definición ideológica que todavía permanece
activa en nuestra academia. Es probable que los colegas del desaparecido
sociólogo norteamericano dijesen que esto es una difamación, aparte de una
gruesa exageración. Por analogía, por supuesto, los sociólogos norteamericanos
serían responsables de la invasión a Cuba, a Granada, a Panamá y más
recientemente a Serbia, en el caso del bombardeo de la NATO a este país
europeo. En verdad Ithiel de Sola Pool (1917-1984) se hubiera sorprendido mucho
de esta terrible acusación, sobre todo porque fue un pensador interesante,
líder estudiantil en su tiempo, un apasionado troskista en su juventud y un
paladín de la libertad académica en su país, defendiendo el derecho a la
libertad de investigación, aun cuando esta fuese apoyada por fondos federales.
Ithiel de Sola Pool, incluso, es autor de un libro visionario, sobre el tema de
las comunicaciones y la libertad, y no hallo en ninguna fuente la asociación
entre el sociólogo norteamericano y la invasión norteamericana a Vietnam.
Además, obviamente, la política exterior de USA se apoya en otros factores, no
en la cabeza de un sociólogo, por fortuna. Al margen de estas breves
exageraciones, para decir lo menos, queda el hecho de cómo la sociología ha
tendido en nuestra académica a esta connotación ideológica, así como a la
subordinación del marxismo estalinista ya mencionado.
En todo caso
nuestra academia se empobrece, porque la hemos convertido en arena política, en
espacio para la búsqueda del poder, pero es que los venezolanos y porque no, la
Región, es una búsqueda del poder y todo espacio, en el nuestro desde PDVSA (Petróleos
de Venezuela) hasta la industria de las misses o ese insulto a la
inteligencia que es el género de la telenovela, es lucha por el poder, una
lucha en donde no hay inocentes sino participantes.
¿Cómo hacer para
preservarse académicamente en medio de esa jungla?, ¿Cómo dotar al discurso
educativo del aliento pedagógico y disminuir aquel de la búsqueda del poder,
que supuestamente democratiza, al “elegir” a las autoridades académicas, pero
que no hacen sino imponer la dictadura del clientelismo, del aprovechamiento
del vivo, de aquel personaje que Rosenblat describía como lo típico de nuestra
malsana forma de ser? ¿Cómo otorgar a la academia su esencia, definir su
espacio como privativo de los académicos y no de los aventureros que entran en
ese espacio con la típica elegancia y delicadeza de los elefantes en una
cristalería, buscando lucro y poder en donde por naturaleza sólo cabe ideas,
reflexión, espíritu crítico y tolerancia para que el discurso intelectual se
nutra de disidencia y talante?
La vida académica
venezolana y por extensión aquella de la Región, en su mayoría, navega en
lagunas aisladas y sin conexión alguna. En el caso venezolano la misma es casi
un cultivo esotérico, elitista y de placer estético, útil a la vanidad personal
e intrascendente a la sociedad. Porque, pienso, no hemos logrado comunidad sino
individualidades. En el caso de quienes hacemos ciencia de la educación, en mi
caso a partir del enfoque de la sociología, quedamos siempre a la deriva,
porque no poseemos ni tenemos espejos alguno, de poder. No podemos generar
impacto. El Ministerio de Educación, por ejemplo, es una extensión de cada
persona que ocupa dicha posición, que utiliza a la academia sólo para
sobornarla, con empleos y posiciones burocráticas, pero que menosprecia la
ciencia que se haga en el país, excepto que la misma se ponga al servicio de
los intereses ideológicos del Despacho, hacia el neo clericalismo como en el
gobierno anterior, o hacia el chavizmo, cualquiera que sea la definición
ideológica de este movimiento que ahora nos gobierna. No solamente no
producimos impacto al nivel de la elaboración de las políticas públicas, sino
que el mapa ideológico de la vida universitaria nos cerca. Cada cual mira hacia
su propio ombligo y como en el caso del gurú tibetano de David Cooper (1971)
cada cual debe distinguir con claridad entre el adversario interno y el externo
y en este caso cada institución, bien sea la Universidad Católica Andrés Bello,
o la Universidad Empresarial Metropolitana o la propia Universidad Central de
Venezuela, saben perfectamente quienes son los adversarios y quienes son los
cofrades. Cada cual, cuidadosamente, mira su ombligo y cita sus propias
referencias, reduciendo cada vez su esfera hasta el punto de cómo aun dentro de
las propias instituciones llamadas plurales cada unidad académica hace con
fruición este ejercicio de mirarse el ombligo, omitiendo el resto del mundo,
afirmándose en su propia negación. Todo esto quiere decir que la academia es un
caso de ejercicio en futilidad y el hacer y quehacer una obra es un soliloquio,
es un acto solitario, que no tiene seguidores, que no tiene espectadores, como
esos placeres solitarios que se mantienen en la vergüenza personal, en el
closet privado. En este sentido cabría añadir que los venezolanos y quizás en
América Latina y el Caribe no hemos logrado crear una comunidad académica. Los
que producimos una obra pareciera que somos recolectores de ideas, pero nadie
cita a nadie, ni siquiera los amigos nos citan. Para no mencionar los enemigos,
que a veces hacen enormes esfuerzos por no citar a quien debieran, por razón y
lógica de la erudición. Cada cual labora en su isla, a menudo chica y árida,
pero es su
isla, es su ombligo.
El non-index
citation
Puedo mencionar,
incluso, como en nuestra academia a los vivos no se les cita, pero cuando
mueren simplemente desaparecen. Me sería inútil mencionar la lista de personas
que han contribuido, con pensamiento y obra a nuestra vida intelectual que
cuando mueren pasan al olvido total. Esto se explica porque no sólo no tenemos
una comunidad académica y no hemos construido un stock de saber, un paquete de
conocimientos, sino que la producción intelectual y académica es mas bien un
bien utilitario, no un elementoque conduzca a la reflexión y a la creatividad
agregada, que ocurre cuando en una sociedad hay, repito, un stock de
conocimiento, un conjunto de ideas que son los símbolos de esa sociedad.
Ocurren en este
terreno cosas asombrosas, como el caso de una universidad pública venezolana
asociada con una institución privada mexicana que comercializa materiales
educativos y que organiza estudios de una maestría virtual, en donde
virtualmente desaparecen los autores venezolanos y aparecen sólo autores
mexicanos, caso en el cual estamos deformando y criando analfabetos en nuestra
propia literatura académica. Esta es una cuestión que merece un análisis serio
y profundo, porque en vez de comunidad hemos cultivado el aislamiento y el
extrañamiento. En la Universidad del Zulia, por ejemplo, no citan a los autores
de la Universidad de Oriente y viceversa. En la ciudad de Caracas los miembros
de las diversas instituciones se citan a sí mismos y es fácil observar los
intra grupos de nuestra academia, simplemente leyendo las citas y referencias.
Recuerdo, por ejemplo, cuando en la época de aquel marxismo primitivo y banal
de la Marta Harnecker y los efluvios ya mencionados de Eduardo Galeano, se
citaba sólo a Marx, algo de Engels y una gota de Lenin; aquellos mismos que
entonces bebían marxismo tres veces al día ahora se ahogan en el posmodernismo
y deliran citando a los pensadores parisinos que de tanto maniatar a la locura
terminaron rediseñándola. El caso es que no importa cuanto produzcamos, cuantos
nos esforcemos, no tenemos una comunidad académica, sino que somos fuertes en
la búsqueda del poder, no en el área de la reflexión profunda y seria, como
exige la académica. Somos banales frente a la exigencia académica. Ahora, por
cierto, el discurso político ha puesto de moda citar al voleo, inventar
alusiones incoherentes y poner en boca de terceros, ideas que jamás han
expresado o continuar repitiendo las mentiras y mitos de la historia, una de
las más graciosas es aquella que todavía nos habla de aquel tipógrafo ex husar
de Napoleón, ciudadano francés, que sin estudios universitarios se hizo médico
en Cartagena y que aparece en nuestra historia como el eminente “médico francés
que atendió a Bolívar en sus últimos momentos”. Era francés, pero no era
médico, pero esas fantasías se repiten una y otra vez, como aquella mayor todavía
del delirante juramento italiano del Padre de la Patria, elaborado en la
fantasía seudo historiográfica. Si me permiten hago un juego sencillo, para
destacar como se escribe o como se mal escribe la historia, basándome en el
ejemplo anterior del famoso Reverend. Si quiero mantener el mito digo que éste
era un eminente médico francés que atendió al Libertador en sus últimos
momentos”, si quiero atenerme a los hechos diría que Reverend era un ciudadano
francés, de 34 años de edad, ex soldado de los ejércitos de Napoleón, tipógrafo
de oficio que sin estudios universitarios fue declarado médico en Cartagena y
que llamado por Montilla estuvo al lado del Libertador en sus últimos días.
Este sencillo ejemplo me permite comentar el escaso valor que tienen las fuentes
históricas en el país y como nos remitimos siempre a una mitología, como esta
más reciente según la cual los últimos cuarenta años de nuestra vida
republicana fueron un desastre, sin medir las consecuencias de afirmaciones que
por rotundas no son verdaderas. En todo caso el dicho según el cual “calumnia,
calumnia que algo queda”, podría parafrasearse refiriendo a nuestra academia
“Escribe, escribe que nada queda”.
Nada queda porque,
efectivamente, no hay una comunidad que demande consumo de ideas, ni existe,
con propiedad, lo que pudiéramos llamar un mercado académico, que como tal
existe en otros países de la Región, no en el nuestro. Los libros que se
publican hacen lánguidos tránsitos por pasillos casi desiertos, inflando el ego
de quienes los escribimos y, en el mejor de los casos, con la enorme utilidad
práctica de aparecer como logros académicos, ante la exigencia de producción.
Esta novedad tiene sus efectos negativos, porque ya entonces se produce con un
sentido cuantitativo y utilitario, más que por la exigencia de generar ideas y
reflexión, las cuales, a menudo, no pueden mensurarse en términos del cuanto.
Cabe apuntar que
en toda la Región y de hecho en el mundo en desarrollo, las citas viajan del
Norte al Sur pero no viceversa. Mis colegas en el mundo desarrollado no citan
mis trabajos, sino por excepción, mientras que nosotros estamos prácticamente
obligados a citarlos, porque de otro modo quedamos fuera del famoso mainstream académico.
Esta situación del intelectual y el académico, en la sociedad venezolana, es
común en los países del mismo nivel de desarrollo, para lo cual es posible
recordar aquel memorable estudio escrito por Edward Shils (1961) acerca de los
intelectuales en India, una situación que produce alienación y extrañamiento.
En efecto, el caso de India es emblemático, porque allí, como aquí, el diseño
es de los que el japonés Takeo Doi explica en su libro The Anatomy of
Dependence (1971) y que he examinado para el caso de nuestro país
en mi libro Galileo,
las paradojas del desarrollo (1998). Shils analiza la
desesperanza aprendida del intelectual indio, extrañado en su propia sociedad.
Pareciera que esta materia académica ni siquiera ha llegado a la etapa que
Prebisch (1963) denominaba de la sustitución de importaciones. Recuerdo en este
caso un programa asociado precisamente al caso de Galileo, en donde se
recomendaba una serie de lecturas a los estudiantes, ninguna de las cuales,
excepto una de una treintena, era de autor venezolano y por ello caemos en los
horrores del ejemplo del Ministerio de Educación, que adquirió libros en otro
país que describían una geografía extraña a la nuestra o el mismo caso mexicano
citado, caso que me remite al absurdo, sobre todo porque se contratan
instituciones comercializadoras que en México no tienen ningún impacto
académico. Obvio de suyo, en nuestra vida intelectual se permea un mecanismo
aun más perverso, la dependencia a través de la neocolonización, en el sentido
que Albert Memmi (1965) le daba a este concepto. Un ejemplo cercano a mi
disciplina de la sociología de la educación lo tengo en el libro escrito por un
catedrático español, sin mencionar su nombre, quien ha publicado lo que otherwise es
un excelente manual, que no contiene ni una sola cita de autores
latinoaméricanos, ni una sola referencia. Si esto ocurre en el caso de un
catedrático español, que queda para los catedráticos de otras nacionalidades!
En todo caso no es
el momento para responder a tan ingratas interrogantes Después de todo este es
un acto que permite otras posibilidades. En efecto, en las palabras anteriores
casi caigo en la tentación académica y me desvío de lo que debería ser mi propósito,
que no es otro que el de hacer unos breves comentarios. En verdad, en cada una
de estas magnificas oportunidades en las cuales se habla frente a una audiencia
cautiva, amablemente cautiva, como Uds., permite hacer alguna de varias cosas.
Bien un discurso formal acerca de las glorias personales, que no me costaría
mucho, sabiéndose la elevada creencia que tengo de mi persona y de mi talento.
Bien una pieza en la cual haga un balance febril de mi existencia, destacando
previos honores y futuros galardones. O bien, porqué no, una oportunidad para
declarar posiciones doctrinarias, generalmente acordes con el gobierno de
turno. Una especie aquí estoy yo, heme aquí, para ver si alguna vez se recibe
una llamada telefónica ofreciendo algún cargo en nuestra empobrecida y aún
atrayente burocracia estatal, tanto para servir en un distinguido cargo, como
para integrar alguno de esos cuerpos legislativos que deben ser maravillosos,
cruciales, en la vida de los pueblos, algo así como haber pertenecido al grupo de
ciudadanos que firmaron el Acta de la Independencia, caso en el cual, pudieran
integrar estos cuerpos deliberantes los descendientes de todos aquellos que
alguna vez hayan firmado algo relevante, desde la citada fecha del 5 de julio
como el famoso Plan de Barranquilla u otro similar.
La cuestión del ranking académico
Cosa extraña, voy
a ser más modesto y referirme a una intensa preocupación que me embarga. Ocurre
que recientemente, al abrir la edición dominical del diario El Nacional,
vi el título de un artículo escrito por Simón Alberto Consalvi, un hombre que
me maravilla, por su erudición, su elegante estilo y su amable ser y estar,
además de haber desempeñado cargos tan importantes y relevantes que indican,
evidentemente, que es un hombre de gran talento. En ese artículo Consalvi
empleaba la palabra pensante,
para señalar 130 venezolanos que tenían una condición equivalente al talento.
Pagado de mí como soy, rápidamente, en medio de la extraña sensación que
produce el estado de ansiedad vi la lista, enumerada cuidadosamente del 1 al
130.
Rápidamente pensé
que no tenia un criterio de clasificación, porque él número 1 era Alberto
Arvelo Ramos, quien puede sin rubor ser colocado en esa posición en cualquier
lista de pensantes,
pero que no necesariamente sería el número 1 si la lista fuese elaborada por
consenso entre varios académicos e intelectuales del país. El numero 130 era
ocupado por William Tarek Saab, un destacado pensante contemporáneo que no
podría ser último en una lista, sobre todo porque va a ser, sin duda, uno de
los talentos oficiales de nuestra nueva y patriótica Venezuela. En todo caso
leí rápidamente la lista y me alegré cuando vi mi nombre, porque interpreté que
me hallaba en una lista de notables, seleccionados por quien sabe que criterio,
que en la pluma de Consalvi ha de consagratoria y tengo que confesar que
siempre he querido llegar a ser alguien, en mi sociedad. Si no como aquel
famoso Nº 1 de Luís Miguel Dominguín, el torero español, al menos si uno entre
130 en el ruedo intelectual. En efecto, me hallé en el lugar 104, lugar poco
lucido, pues 104 entre 130 no es como muy destacado, pero allí estaba. Mi
desilusión fue grande cuando leí que si bien estaba mi nombre, no estaba mi
apellido. Es decir, otro Orlando, esta vez de apellido Ochoa, había logrado
ocupar un puesto en la ya para mi oprobiosa lista de pensantes.
Pasado el sofocón
de la omisión recordé, para ir tranquilizando mi ego, que nunca he aparecido en
lista, de ninguna índole, en mi país. Cuando gobernaban los entonces admirados
estalinistas en nuestras universidades, yo era tildado de adeco, caso en el
cual estaba en la acera de enfrente, tratando de no ser visto ni notorio,
excepto cuando el ya fallecido y querido amigo Luis Esteban Rey me publicaba en
el diario La
República, unos extensos artículos en donde daba fe de una manía
social demócrata que no hacia otra cosa que alimentar la ya citada imagen de
adeco, lo cual, al menos para mí, nunca ha sido motivo de vergüenza. La mejor
prueba, inequívoca de que nunca fui miembro de dicho partido es que nunca me
nombraron para un cargo en donde hubiera “algo”, excepto en dos comisiones de
supuestos notables, en donde me incluyó mi aún amigo Jaime Lusinchi, quién es
el verdadero responsable de esta vorágine, porque él, Ramón J. Velázquez y
Carlos Blanco, entre otros, armaron estos procesos que, tratan de ser
revertidos, hoy en día. Naturalmente, a pesar de mi defensa pro domo sua de
la social democracia, ergo de la “adequera”, estos me consideraban
comunista y aquellos adeco y así he vivido casi en el limbo, toda mi vida. Los
copeyanos, por su parte, nunca me hubiesen invitado ni siquiera a firmar un
manifiesto, en parte porque tengo la bien ganada clasificación de ateo y ya en
una oportunidad tuve la osadía de expresar una opinión, según la cual Caldera
estaba mas cerca de Dios que ningún otro venezolano, pero que no era Dios, una
afirmación que puede parecer irrespetuosa y hasta falsa, en todo caso la
historia ha demostrado que Dios no ha incluido a Caldera entre sus cercanos
servidores, al menos en esa vida, si bien ha sido sumamente generoso con mi
respetado amigo Rafael Caldera. Caldera, cabe señalarlo, es una persona
respetada y querida por quienes hacemos sociología en el país, por el apoyo que
ha dado a la misma, fuera y dentro del gobierno12.
Cabe decir,
entonces, que si bien no soy ningún enigma ideológico podría hacer mías las
palabras de Michel Foucault (1972), quien al describirse a sí mismo expresaba
en una oportunidad lo siguiente:
“I think I have in fact being situated in most of the
squares of the political checkboard, one after another and sometimes
simultaneously: as anarchist, leftist, ostentatious or disguised Marxist,
nihilist, explict or secret anti-Marxist, technocrat in the service of
Gaullism, neoliberal, etc. An Américan professor complained that a
crypto-Marxist like me was invited to the USA, and I was denounced by the press
in Eastern Europe for being an accomplice of the dissidents. None of these descriptions
is important by itself; taken together, on the other hand, they mean something.
And I must admit that I rather like what they mean” .
En el caso del
nuevo gobierno me cabe el estúpido honor de haber expresado sentimientos social
demócratas, en los momentos en los cuales, al parecer, los venezolanos, quizá
para bien de la nación, buscan lo mesiánico, en la portentosa presencia de
nuestro actual Presidente, de quien John Lynch hubiese dicho que era un
emblemático representante de la casta parda, si bien trata de emular a un
mantuano, a don Simón. En todo caso tengo sentimientos civilistas y mucho me he
enorgullecido que en algún momento de mi infancia pude decirle al Presidente
civilista Medina Angarita: Bendigame padrino, como me indicaba mi padre. Este
tenía otro amigo ilustre, el inolvidable Pollo de la Palmita, quien en forma
premonitoria era un señor boxeador llamado Simón Chávez. En verdad incluso
conocí a alguien en Tarija, Bolivia, que si mal no recuerdo se llamaba Bolívar
Chávez, pero eso es ya el colmo de la casualidad!
Esto no quiere
decir que no haya intentado acercarme a la moda ideológica. Juan Nuño Montes,
aquel admirado bardo hispánico sembrado en nuestro trópico, me llevó de la mano
a un memorable viaje a La Habana, en la época en que los cubanos repartían
invitaciones y agasajos, buscando la solidaridad que, por lo demás, siempre han
recibido, sobre todo de nosotros los venezolanos. Era la época de la música de
bienvenida en Rancho Boyeros y flotaba en el aire habanero, todavía y como ahora,
el aire prostibulario que al parecer nunca abandonará a esta Isla del turismo
caribeño, que como una especie de Muchinga de nuestro litoral se reproduce con
cuidadosa regularidad, que ha cautivado, por razones de conductas represivas
que cualquier analista podría explicar, sin duda alguna y que ahora es parte de
los paquetes del vergonzante turismo erótico, que abordan el comercio de la
prostitución en forma vil. Lo curioso es que en aquel año de 1960 La Habana me
pareció fascinante e irrelevante, habiendo percibido el mismo clima mencionado,
cuando estuve en la otrora hermosa ciudad del Caribe, en noviembre de 1996.
Rápidamente huí de aquel entorno ideológico que entonces idolatraba a Castro,
como lo hacen ahora. Por fortuna, aquella mano afectuosa y amistosa de Juan
Nuño Montes permaneció abierta hasta su muerte, aderezado dicho mutuo
sentimiento de afecto y cariño por el hecho de que los últimos 15 años de su
vida vivimos y disfrutamos los afectos y los enojos en el mismo edificio, en
Caracas, En todo caso me escapé desde entonces de las modas políticas e
ideológicas y más bien las miro con desconfianza, sobre todo porque a la
ilusión de la revolución, en el caso cubano, al menos, hemos tenido la realidad
del déspota y del tirano, encarnación de todo lo malo del gobierno
personalista.
Todo esto contado
anteriormente me ha llevado a creer que si no soy pensante en mi país, ¿cómo
explicarme que haya hecho una larga carrera académica en el exterior? ¿Habré
contado quizá con la ignorancia de mis colegas, en diversas partes del mundo,
quienes al no saber que era pensante me atribuían virtudes académicas? Entonces
me aferré a una supuesta virtud, la de ser un académico internacional. Di
lecciones en muchos sitios, conocí muchas fronteras y aún no termino. Me cabe
señalar que la desilusión de no encontrarme en la lista de Consalvi halla
consuelo en aquello de que si bien no soy héroe nacional al menos gané las
galias. Me esperaba en días recientes una desilusión aún mayor. En efecto, la International
Sociological Association elaboró hace un par de años una lista de
las mil obras más importantes del siglo, en sociología. Allí sí debo estar, me
dije, cuando la leí, y procedí a eso que llamar bajar la información y una vez
impresa esta otra maravillosa lista me dediqué a leer, cuidadosa y lentamente,
cada uno de los mil nombres, una especie de Alí Baba y los Cuarenta Ladrones,
pero mas dignificados. Dicha lista comienza con Weber, no podría ser de otro
modo. Luego Mills, Merton, Parsons, Bourdieu, Habermas, Goffman, Giddens,
Durkheim, Foucault, Adorno, Gramsci, Gouldner y así continué nombre tras
nombre, no esperando hallarme en la primera centena, por supuesto. Después de
todo me cabe alguna humildad. En todo caso arrugue el ceño cuando vi que los
únicos latinoamericanos en la primera centena eran Cardozo y Faletto. Mi
desengaño y desesperación fue creciendo hasta hallar que, excepto unos
brasileños, no incluían a nadie de la Región, ni siquiera mi obra, en forma tal
que ni existo en la lista de los pensantes criollos ni en la lista de los mil
extranjeros, de modo que ni la guerra de las galias ni la guerra del Río
Guaire, que cuando niño creía que era un inmenso río hasta que hoy en día se ha
achicado hasta desaparecer. Así ha desaparecido mi vanidad. Ni mencionar mi
lugar en los famosos citation
index. Simplemente no existo. Por fortuna, al menos para mi ego,
tampoco existe la lengua castellana, sino en una proporción reducida. Nadie nos
lee, menos aún nos citan. Las razones son obvias, los resultados imprevistos y
medio perversos, porque nos exigen que seamos citados para calificar como
científicos en todo el sentido de la palabra. Ocurre que nuestra ciencia es
cada vez más desértica. He leído ensayos y libros en donde se observa como los
autores hacen cuidados esfuerzos por no citar sino a sus amigos y
correligionarios. La ignorancia no se castiga, sino que se premia la audacia y
la mentira y la exageración corre libremente, sin limite ni resguardo.
Memorias de un
académico errante
Bromas aparte,
personalmente me asombra esta exposición de mis libros, que si bien no son
muestra de talento o de ser pensante alcanzan lo que el historiador alemán
Schlesinger denominaba en Sevilla la diabólica persistencia, en la oportunidad
en que en un homenaje alguien le decía que tenía talento y él expresaba que era
sólo aposentadera, para estarse diez y siete años en el Archivo de Indias, para
contar una historia memorable, los Árabes en España. Me permito decirlo en esta
oportunidad, me cabría decir como Borges, que interrogado acerca de su vitae,
en la ocasión en que alguien le iba a conceder una condecoración, decía que el
no tenía vitae;
que había sí querido ser famoso y tener un largo vitae lleno de honores y de
cargos, pero que en esa larga búsqueda había terminado por ser, simplemente,
Borges.
Debe haber algo,
entonces, que pueda explicar esta calidad de impensante en mi país y académico
en las galias. Tal cosa será contada a su debido tiempo, en un libro que tiene
el audaz titulo de Memorias
de un académico errante, que debiera tener como subtítulo algo
así como: De
impensante criollo a académico internacional, una transmutación circunstancial.
Atribuyéndome con insolencia el efecto Borges, apenas pudiera
decir simplemente, que después de tanto recorrer camino, vecino a esa edad irrelevante
de los setenta años, que en esta exposición homenaje se ve y mira el trabajo de
Albornoz. Al mencionar a Borges me es dable recordar las palabras del prócer
literario argentino en la oportunidad de referirse al pintor Xul Solar, en el
catálogo de la exposición de este autor en el Museo Nacional de Bellas Artes:
“Hombre
versado en todas las disciplinas, curioso de todos los arcanos, padre de
escrituras, de lenguajes, de utopías, de mitologías, huésped de infiernos y de
cielos, autor panajedrecista y astrólogo, perfecto en la indulgente ironía y en
la generosa amistad, Xul Solar es uno de los acontecimientos mas singulares de
nuestra época” (Borges, 1997).
Ello implicaría retornar a la pedantería que
siempre me ha caracterizado, sin razón, por supuesto. Me corresponde hoy
intentar ser humilde, para agradecer vuestra presencia en este acto, en donde
se exponen mis libros, sobre todo el hermoso libro publicado por la Universidad
Central de Venezuela, para honrarme en la oportunidad de haber recibido la XX
edición del Premio Interamericano de Educación Andrés Bello, galardón concedido
a muchos de quienes forman parte de mi panteón intelectual personal. Entre
ellos Luis Beltrán Prieto Figueroa, con quien me asocian, con ingenuo ánimo de
ofenderme, algunos intelectuales de la derecha católica. Antes de terminar
estas palabras me correspondería comentar, aun brevemente, el libro que
presentamos en el día de hoy, Del fraude a la estafa, las políticas
educativas en el segundo quinquenio de Rafael Caldera (1994-1999). En este
libro recojo buena parte de eso que pudiera llamar mi ideario pedagógico, para
referirme al titulo del libro escrito por Efraín Subero, Ideario
Pedagógico Venezolano (1968). Ello debe quedar para otra ocasión, pues
de otro modo incurriría tanto en fraude como en estafa, si les quito mas tiempo
del que ha he empleado en esta ocasión.
Es entonces, lo reitero, el momento para ser
humilde y agradecer con la mayor gratitud del caso vuestra presencia en este
acto, la generosa colaboración de la Biblioteca Nacional y de la Universidad
Central de Venezuela y la ayuda de todos aquellos que han hecho posible esta
exposición, cuyo titulo reza, con palabras sencillas: Orlando
Albornoz en la Biblioteca Nacional. En todo caso queda mi obra en el único
sitio adonde siempre quise que estuviera, en el recinto en donde se guarda con
celo y amor la memoria colectiva de los venezolanos y de su pensamiento, la
Biblioteca Nacional.
Referencias
Bibliográficas
ALBORNOZ, O.
(1999) Del
fraude a la estafa, las políticas educativas en el segundo quinquenio de Rafael
Caldera (1994-1999). Caracas, Venezuela: Facultad de Ciencias
Económicas y Sociales/Universidad Central de Venezuela.
ALBORNOZ, O.
(1998) Galileo,
las paradojas del desarrollo. México, México: Universidad Nacional
Autónoma de México.
ALBORNOZ, O.
(1990) La
formación de los recursos humanos. 3ª ed. Caracas, Venezuela:
Monte Avila Editores.
BELLO, A.
(1843) Discurso de Don Andrés Bello en el acto de instalación de la Universidad
de Chile, el día 17 de septiembre de 1843, en FERNÁNDEZ HERES, Rafael (1982) El proyecto
universitario de Andrés Bello: 1843. Caracas: Biblioteca de la
Academia Nacional de la Historia.
BONILLA, F.
(1972) El
fracaso de las elites. Caracas, Venezuela: CENDES/Universidad
Central de Venezuela.
BONILLA, F.;
SILVA MICHELENA, J.A. [ed.] (1967) Cambio político en Venezuela.
Caracas, Venezuela: CENDES/Universidad Central de Venezuela.
BORGES, J.L.
(1997) Catálogo
al pintor Xul Solar. Buenos Aires: Museo Nacional de Bellas
Artes.
CALDERA, R.
(1954) Idea
de una sociología venezolana. 2ª ed. Caracas, Venezuela: Alma
Mater Editorial.
CASTRO, G.A.
(1988) Sociólogos
y sociología en Venezuela. Caracas, Venezuela: UNESCO/Trópykos.
CERESOLE, N.
(1991) Tecnología
militar y estrategia nacional. Buenos Aires, Argentina: Pleamar.
CERESOLE, N.
(1989) La
Tablada y la hipótesis de guerra. Buenos Aires, Argentina:
Instituto Latinoamericano de Cooperación Tecnológica.
CERESOLE, N.
(1983) La
viabilidad argentina: una alternativa de supervivencia: lineamientos básicos de
un proyecto nacional alternativo. Madrid, España: Altalena.
CERESOLE, N.
(1972) Argentina
y América Latina: doce ensayos políticos. Buenos Aires,
Argentina: Pleamar.
CERESOLE, N.
(1972) Geopolítica
de liberación: Argentina, el Grupo Andino y las naciones del Plata. Buenos
Aires, Argentina: Corregidor.
CERESOLE, N.
(1972) Peronismo:
teoría e historia del socialismo nacional. Buenos Aires,
Argentina. Centro de Estudios e Investigaciones Sociales.
CERESOLE, N.
(1971) Perú o el nacimiento del sistema latinoamericano. Buenos Aires,
Argentina: Galerna.
CERESOLE, N.
(1969) Perú:
una revolución nacionalista. Buenos Aires, Argentina: Sudestada.
COOPER, D.
(1971) La
muerte de la familia. 3ª ed. Buenos Aires, Argentina: Paidós. CRIST,
R. y LEAHY, E. (1969) Venezuela: search for a middle ground. New York, USA:Van Nostrand Reihold.
DURKHEIM, E.
(1938) L’evolution
pédagogique en France. Paris: Felix Alcan, 2 vol. DURKHEIM, E.
(1959) Las
reglas del método sociológico. Buenos Aires: Editorial Dédalo.
ESTRELLA
SCHULTZ, L. (1998) El
oráculo del guerrero. Caracas, Venezuela: Alfadil.
FOUCAULT, M. (1972) The
archaeology of knowledge. New York, USA: Pantheon. FRIEDMANN, J.
(1965) Venezuela:
from doctrine to dialogue. Syracuse, New York: Syracuse University Press.
GALEANO, E. (1971) Las venas abiertas de América Latina. México, México: Siglo XXI. GARFINKEL, H. (1957) “A conception of an experiment with trust as a condition of stable concerned actions”. Meeting of the Américan Sociological Association, Washington DC.
GOULDNER, A.W. (1970) The coming crisis of western sociology. New York, USA: Basic Books.
HOMANS, G.C. (1961) “Interaction theories”, en Loomis, Charles; Loomis, Zona. Modern social theories. Princeton: N J: D. Van Nostrand.
KOHLBERG, L. (1981) The philosophy of moral development: moral
stages and the idea of justice. San Francisco, USA: Harper & Row.
LENIN, V.
(1948) Materialismo
y empiriocriticismo: observaciones críticas sobre una filosofía reaccionaria.
Muscú: Ediciones en Lenguas Extranjeras. Obras Completas.
LUCKACS, G.
(1967) El
asalto a la razón: la trayectoria del irracionalismo desde Schelling hasta
Hitler. Barcelona: España: Grijalbo. 2da. Edición.
MACHEREY, P.
(1974) Para
una teoría de la producción literaria. Caracas, Venezuela:
Universidad Central de Venezuela. (La edición en castellano del original en
francés de 1966).
MANNHEIM, K.
(1944) Diagnóstico
de nuestro tiempo, México, México: Fondo de Cultura Económica.
MEMMI, A. (1965) The colonizer and the colonized. Jean Paul Sartre (Int.) Boston, USA: Beacon.
PARDO, I.
(1983) Fuegos
bajo el agua: la invención de utopia. Caracas, Venezuela:
Fundación La Casa de Bello.
PLEJANOV (1958)
El
desarrollo de la concepción monista de la historia. México, D.F.
Fondo de Cultura Popular.
POPPER, K.
(1974) Unended
quest: an intellectual autobiography. Ilinois, USA: Open Court
Publishing.
PREBISCH, R.
(1963) Hacia
una dinámica del desarrollo latinoamericano. México: Fondo de
Cultura Económica.
SCHUTZ, A.
(1964) Studies
in social theory. The Hague, Holanda, Martinus Nijhoff.
SHILS, E. (1961) The
intellectual between tradition and modernity: the Indian situation. The Hague. Mouton, Holland.
SILVA
MICHELENA, H. (1999) Sesion
Solemne 60 Aniversario de FACES, en “60 Aniversario, Facultad de Ciencias
Económicas y Sociales, 1938-1998. Caracas, Venezuela: Facultad de
Ciencias Económicas y Sociales/Universidad Central de Venezuela.
SILVA
MICHELENA, J.A. (1970) Crisis en la democracia. Caracas, Venezuela:
Universidad Central de Venezuela/ CENDES (Cambio Político en Venezuela; 3).
SCHNEIDER, L. (1962) “The Role of the category of ignorance in sociological theory: an exploratory statement”. American Sociological Review, August 492-508.
SCHNEIDMAN, N.N. (1973) Literature and ideology in soviet
education. Lexington,
USA: Lexington Books.
SUBERO, E.
(1968) Ideario
pedagógico venezolano. Caracas, Venezuela: Ministerio de
Educación.
TAKEO, D. (1971) The anatomy of dependence.Tokyo, Japon: Kodansha International.
1.
1Permítanme que establezca desde un principio
desde que perspectiva hablo, para evitar interpretaciones inadecuadas. Soy
sociólogo, de profesión y oficio. Caraqueño y venezolano, por nacimiento y
arraigo, en términos académicos pertenezco a un género extraño, una rara avis,
pues soy eso que en el mundo sajón denominan un scholar. Es decir, alguien que
no se ocupa sino del problema del saber y de la vida intelectual, sin
concesiones algunas. En latín y en la Edad Media sería un clerici vagante,
nunca un goliardo, aquellos vagabundos marginales de las universidades durante
los Siglos XII y XIII, como se describe en los Carmina Burana. Evadido de la
noción sartriana de compromiso ser engage en nuestra sociedad ha significado
estar en o alrededor de un partido político, y sobre todo, en la búsqueda de
poder y de privilegios. Todo lo contrario, no he tenido otro maestro y señor
que el cultivo de las ideas y me repugna la asociación entre saber y poder, tan
común en nuestro medio, en donde las personas suelen identificarse más por su
afiliación, partidista o ideológica, que por sus ideas. En mi caso he creído
que el académico, sin dejar de expresar opiniones, debe estar en condiciones de
libertad absoluta, que sin el cinismo de Galileo llegue hasta donde sea
menester, no obstante que a menudo pague el precio de no recibir los premios y
reconocimientos que la sociedad suele reservar para sus hijos pródigos, en este
caso aquellos que con entusiasmo saludan y abrazan a quienes en cada momento
sea políticamente correcto.
2 Me refiero en este caso a los estudios
efectuados por el sociólogo norteamericano Bonilla y el venezolano Silva
Michelena, probablemente los análisis más serios y profundos que se hayan
efectuado de nuestra sociedad, al menos desde el punto de vista sociológico.
3 De Emile Durkheim véase sobre esta cuestión
su obra L’evolution
pédagogique en France. Por supuesto, el libro más conocido en
castellano, del sociólogo francés, es el menos importante, para sus ideas
educativas, cual es Las
reglas del método sociológico, un libro escrito, por cierto,
cuando Durkheim tenia 37 años de edad y que le permitió la celebridad que le
acompañaría el resto de su vida (1858-1917). En ese libro expresa una frase
interesante, para la dinámica actual de la sociología: “Creemos...que llegó el
momento de que la sociología renuncie, por decirlo así, a los éxitos munda nos
y recupere el carácter esotérico que conviene a toda ciencia. De esta manera
ganará en dignidad y en autoridad, lo que pierde quizá en popularidad”
(Durkheim, 1959: 156). Es una frase que cobra vigencia, en nuestro espacio
académico, sobre todo porque la condición de sociólogo es a menudo una
ambigüedad profesional y nuestras escuelas que entrenan personas en la
disciplina laboran a veces en niveles relativamente más bajos que el de otras
profesiones.
4 Es la oportunidad de agradecer, ya en
Caracas, como hice en Brasilia, a la Organización de Estados Americanos, la
institución que otorga el Premio Andrés Bello y al jurado internacional que lo
concedió. Antes me habían concedido el honor de una Mención Honorífica, cuando
se le concedió el Premio al eminente brasileño, ya fallecido, Darcy Ribeiro.
Este es una distinción comparable, según entiendo, al Premio Nobel, al Príncipe
de Asturiasoa la Medalla Comenio, pero la comparación es irrelevante en sí y ha
sido adjudicado a académicos esenciales del pensamiento latinoamericano en educación,
entre ellos Luis Beltrán Prieto Figueroa, Paulo Freire, el mencionado Darcy
Ribeiro, Anixio Texeira, Juan José Arévalo, Luís Alberto Sánchez, Pablo Latapí,
Juan Gómez Milla, entre otros, esos nombres y hombres que han enaltecido la
tarea del pensamiento.
5 En mi caso lo agradezco como un azar, en
todo caso a la modesta influencia de mí trabajo, que como me decía alguna vez
Paulo Freire refiriéndose al suyo “mi trabajo aumenta en importancia en
proporción directa a cuanto me halle alejado de mi país y de mi Escuela de
Educación”. En dos escuelas de la UCV hallé mi nicho académico, Sociología y
Educación y de ambas no tengo sino maravillosos recuerdos. Allí hice los amigos
y los enemigos académicos de toda la vida, que unos y otros nos acompañarán
hasta nuestra muerte, por fortuna. No dejo escuela académica, en el sentido
literal, porque tener discípulos es muy improbable en nuestra sociedad, pero
allí queda la obra, una obra ucevista, sin duda alguna. Ingresé a la misma como
estudiante en 1952 y hasta ahora ha sido mi modus vivendi y mi modus operandi.
Es un lapso de casi medio siglo dedicado, de una u otra manera, a la vida
académica. Porque el saber es una quimera, en una sociedad cada vez menos
intelectual, en donde sólo cabe la improvisación, el arbitrio, el capricho y en
donde en esta materia pareciera estuviésemos en el País de Cucaña, en donde “el
más salvaje, lascivo, tosco y necio era proclamado Príncipe”, comentarios estos,
sobre Cucaña, que trae en su libro Fuegos bajo el agua, este
maravilloso Isaac Pardo, a quien le concedieron recientemente el doctorado
Honoris Causa, a una edad en la cual ya ni siquiera puede vanagloriarse del
mismo, más allá de los 90 años de edad (Isaac Pardo falleció en Caracas el mes
de marzo de 2000). Quimera esta del saber en la cual, en educación, es donde
hallamos más abusos y hasta aberraciones abominables, como las de un Ministro
del actual gabinete, periodista y busca pleitos de profesión que expresa
alegremente opiniones acerca de cómo manejar nuestro sistema escolar, sin
conocer siquiera la diferencia entre escuela y educación, entre participación
ciudadana y el complejo proceso técnico de la escolaridad y de la educación.
6 Como no entendí la argumentación prefiero
transcribir la misma, de seguidas: “Las organizaciones e instituciones no
policiales planificaran y desarrollaran programas para mejorar la calidad de
vida del venezolano, lo cual ayudará a prevenir y minimizar la criminalidad.
Serán implementados sobre la base de la atención adecuada a la población en
cuanto a salud, alimentación, trabajo, educación, vivienda, servicios públicos,
deporte, cultura, seguridad social, etc. Para fortalecer la capacidad de la
sociedad para enfrentar la pobreza y reducir las condiciones favorables al
crimen”. Este párrafo es verdaderamente sorprendente. Da la impresión de que
para quien lo redactó la sociología es una especie de ingeniería social, una
mezcla de relaciones públicas con trabajo social y en todo caso al parecer una
técnica para mejorar a la “sociedad civil” -si bien no lo dicen de ese modo.
7 Por contraste cabe señalar la expansión
internacional de las ciencias sociales. Un ejemplo de ello es la próxima
publicación de la International
Encyclopedia of the Social Sciences, que en 26 volúmenes se
publicará en septiembre de 2001, por Elsevier. La misma, coordinada por el
sociólogo norteamericano Neil J. Smelser, tendrá, por cierto, el costo de $
7995, equivalente dicho monto a Bs. 5.396.625 (Tasa de cambio de Bs. 675, 28 de
abril de 2000). Cómo es fácil prever que ninguna biblioteca venezolana
adquirirá esta Enciclopedia ello supondrá un alejamiento que se observa cada
día, progresivo, entre la punta del saber y el nivel venezolano, en ciencias
sociales.
8 Tengo la impresión de que el pensamiento
del sociólogo argentino ha sido mal interpretado, en Venezuela, por su obvia
asociación con el actual Presidente Chávez. No es de negar la relación entre lo
que expresa Chávez y el pensamiento de Ceresole, pero este último es autor de
una obra sólida e interesante, en la cual analiza a profundidad la propuesta de
un proyecto revolucionario que consiste en la asociación entre el ejército y el
pueblo, entendidos ambas cuestiones de una forma muy peculiar. De Ceresole
véase sus siguientes libros: La viabilidad argentina: una alternativa de
supervivencia: lineamientos básicos de un proyecto nacional alternativo (1983);
Perú o el
nacimiento del sistema latinoamericano (1971), Perú: una
revolución nacionalista (1969), Peronismo: teoría e historia del socialismo
nacional (1972), Tecnología militar y estrategia nacional (1991),
Argentina
y América Latina: doce ensayos políticos (1972), Geopolítica de
liberación: Argentina, el Grupo Andino y las naciones del Plata (1972),
La
Tablada y la hipótesis de guerra (1989). En cuanto a El Oráculo del
guerrero, se trata de un banal e insul so breviario de unas 90
páginas en 32avo, lleno de tonterías tales como la siguiente: “La nieve se ha
derretido. El bosque respira nuevamente. El sol se refleja en el estanque...Una
vez más”. El autor de este librillo es un chileno de nombre Lucas Estrella
Schultz, quien en su hoja de vida coloca cuestiones tales como Maestro en artes
marciales y comentarista radial. Eso ha sido la obra que más
veces ha citado el Presidente Chávez, a lo largo de sus numerosas
intervenciones públicas. Demás está señalar como este librillo ha tenido un
éxito editorial reservado a los folletones, enorme, gracias al aval del
Presidente de la República Bolivariana de Venezuela.
9 Me refiero en este caso a Lawrence Kohlberg véase su libro The Philosophy of Moral Development: Moral Stages and the Idea of Justice (1981).
10 Por Karl Mannheim véase su libro esencial, Diagnóstico de
nuestro tiempo. Es un libro que ha sido fundamental en mi
pensamiento y durante años lo he empleado como material de lectura entre mis
alumnos. De Mannheim rescato una frase emblemática de su pensamiento: “Existen
constelaciones históricas, y entonces, si la oportunidad se pierde, es quizá
para siempre. Lo mismo que el revolucionario aguarda su hora, el reformista que
trata de remodelar la sociedad por medios pacíficos no debe tampoco perder la
ocasión fugaz” (1944:7).
11 Cabe señalar que en el libro escrito sobre
la sociologia venezolana por el sociólogo Gregorio Antonio Castro (1998) no se
halla ninguna referencia a Sola Pool.
12 El discurso de incorporación a la Academia de
Ciencias Políticas, dicho por Rafael Caldera, “Idea de una sociología venezolana”,
(6 de agosto de 1953) es, sin duda alguna, una de las piezas clásicas del
pensamiento sociológico venezolano. Conservo un ejemplar autografiado por el
autor, de la segunda edición de 1954, Alma Mater Editorial, Caracas. Me
complació mucho, cuando el Dr. Rafael Caldera era Presidente, por segunda vez,
que nos designasen, en 1997, como Presidentes Honorarios del VI Congreso
Venezolano de Sociología y Antropología.