JELIN, Elizabeth (2021) Los trabajos de la memoria. Fondo de Cultura Económica de Argentina. 3ª edición. Pp. 167

A veinte años de la primera publicación de Los trabajos de la memoria de Elizabeth Jelin, se reeditó recientemente su tercera edición a través del sello Fondo de Cultura Económica de Argentina. La primera edición de este libro se corresponde al año 2002 y estuvo a cargo de Siglo XXI Editores de España. Previamente, Jelin junto a otro gran equipo de trabajo se propuso formar un grupo de investigadorxs jóvenes y apoyar así las redes y núcleos que trabajaran en el campo sobre los estudios de la memoria. De ahí que, dentro del Programa Social (Science Research Council) se publicaron una serie de libros con los resultados de las investigaciones realizadas. Seguidamente, la colección Memorias de la represión se inauguró con el primer volumen encabezado por Los trabajos de la memoria en 2002.

La segunda edición de Los trabajos de la memoria la realizó el Instituto de Estudios Peruanos en 2012; cuya iniciativa estuvo a cargo de Carlos Iván Degregrori. Todas las ediciones han precisado que la memoria no es una inquietud aislada, sino que se observa con rigurosidad la urgencia por trabajar la memoria, abordarla en diferentes contextos, territorios y marcos históricos.

Para quienes llevamos adelante investigaciones en el campo de los Derechos Humanos y las Humanidades, consideramos a este libro como indispensable para generar categorías de pensamiento, mecanismos y dispositivos que permitan poder avanzar en las diversas implicancias de la memoria y sus trabajos, no solo en Latinoamérica, sino también en otras partes del mundo.

Jelin nos muestra cómo se genera una dimensión colectiva y expansiva de la memoria y las memorias que habilitan el lugar a nuevas lecturas y apropiaciones de ese proceso que no es cristalizado, ni estático. Es interesante destacar que esta tercera reedición no cuenta con cambios de contenidos ni conceptuales en lo que refiere a la indagación minuciosa que la investigadora lleva adelante, pero que aun así distinguimos cómo los procesos de la memoria pueden tomarse de acuerdo a nuestros tiempos, contextos e investigaciones personales.

Los trabajos de la memoria ha sido y es la base para muchos y muchas jóvenes investigadores/as; así como también parte de la caja de herramientas de otros tantos investigadores y esta mención es ineludible. El libro posibilita la observancia de la memoria como un campo de disputa en el cual Jelin ha tomado las referencias de Pollak, Rousso, Todorov, entre muchísimos más para desde allí, mostrarnos una nueva puerta sobre el campo de estudios de reflexión social en donde la memoria no es un proceso sino un trabajo que implica, a su vez, trabajos en plural que habilitan dispositivos en donde el vínculo con la actualidad es inevitable. A partir de allí, Los trabajos de la memoria proporciona constantes ejes y líneas que nos posicionan como emprendedores de la memoria, promotores, incluso desde nuestra cotidianeidad, desde un pensar situado. Jelin nos enseña que todos y todas podemos llegar a ser emprendedorxs de la memoria. También se visibilizan controversias, polémicas, incomodidades que la investigadora no duda en hacer explícitas. Comprendemos, desde este punto, que en los intentos por establecer “la verdad” los promotorxs y emprendedorxs de la memoria procuran establecer, como lo específica Jelin, un relato dominante. Las líneas de fuga también se conforman de este modo como líneas de trabajo en las cuales no se habilitan solamente diálogos interdisciplinarios, sino que debe abordarse el problema en toda su complejidad. La construcción democrática se presenta en este sentido con diversas variables en donde emprendedorxs de la memoria de múltiples sectores se preguntan a sí mismos si es condición necesaria para dicha construcción democrática una política activa de la memoria.

Resulta pertinente cómo Jelin abre un abánico de tramas y de hilos que aún deben continuar tejiéndose. Lo específica en una cita en la segunda edición de Los trabajos… destinada a Carlos Iván Degregori. De dichos hilos se despliegan ejes como el familismo, las relaciones familiares que jugaron un papel fundamental en las luchas por reconocimientos legitimados de procesos sociales de la posdictadura en Argentina. Jelin además señala cómo el familismo y el maternalismo involucran una base personalizada y particularista para las solidaridades interpersonales y políticas.

La autora expone cómo existen múltiples emprendedorxs de la memoria que trabajan ininterrumpidamente desde hace ya muchos años. Los trabajos de emprendimiento incorporan cuestiones polémicas, contradicciones y muchos otros temas se dejan abiertos para así poder identificar cómo se construyen las disputas del sentido. Por ello, Jelin marca la existencia de marcos deliberativos y nos orienta a crear nuestros propios mecanismos de significación. Visualizamos que hay problemáticas relativas, por ejemplo, a las de cualquier negacionismo que no se recomponen a través de la censura y las prohibiciones.

Los interrogantes emergen a medida que releemos, ¿existen condiciones sociales para la empatía y la escucha?, ¿cómo ampliamos un nosotrxs en medio de una actualidad donde los avances negacionistas continúan?, ¿cómo se resignifican contenidos?, ¿qué son las narrativas subjetivadas y qué le demandamos? Preguntas que no podemos omitir, dado que los mecanismos de trabajos de la memoria no pueden ser interpretados aisladamente.

Todo ello posibilita la aplicabilidad transnacional, lo que genera la historización de una memoria que nos lleva a reinterpretar el pasado desde el presente. Y, de nuevo la pregunta, ¿quiénes son los emprendedorxs de la memoria?, y entonces nuevamente la respuesta: todos y todas podemos ser emprendedorxs de una memoria en diversos contextos, épocas, latitudes y circunstancias.

Si algo nos proporciona Jelin con la escritura de Los trabajos de la memoria es justamente comprender que no hay solo una manera de pensar el pasado reciente. Hay disputas que se consolidan en muchas líneas de fuga y que la autora resalta; porque “no prevalece lo que se cristaliza y endurece”. Los trabajos de la memoria que como emprendedorxs realizamos permanecen en dichas líneas de fugas por las que accedemos a las nociones, categorías, dispositivos que nos llevan a sostener que a la memoria hay que trabajarla, que no es automática. Implica indagaciones, revisiones, recorridos, historizaciones, reconstrucciones que conllevan a nuevos cruces, como por ejemplo el cruce del género con los movimientos sociales, pero también disputas que necesitan ´poner en relación´ esas líneas de fuga que no olvidan que la memoria nunca es pasado, siempre se encuentra en un aquí y ahora.

       Jelin explora herramientas de análisis diversas y nos muestra que aún prevalece un desafío histórico: construir compromiso cívico con el pasado donde prevalezca lo democrático, lo inclusivo. Pone el foco en el período de 1960 a 1980 con el surgimiento de las dictaduras en el Cono Sur que se instalaron en la región con políticas de tortura, represión, desapariciones forzadas, apropiaciones de niños y niñas y que dejaron una memoria que no debe permitir omisiones. Es interesante también cómo admite a la memoria como un proceso subjetivo en el cual la experiencia y sus marcas no son simples circunstancias; sino que podemos reconocerlas (a dichas memorias) como objetos de disputas. Surgen, como ya se dijo antes, a lo largo del libro preguntas constantes que generan modos de resignificar ese pasado que aún no pasa. Por ejemplo, ¿cómo pensar lo social en los procesos de memoria?, ¿para qué sirven las memorias oficiales?, ¿cuándo la memoria no puede materializarse en un lugar específico?, ¿existen estándares para juzgar las rememoraciones y los memoriales? Preguntas que nos guían hacia la identificación de la memoria como un objeto de estudio al que podemos llegar desde múltiples abordajes y Jelin lo demuestra con contundencia.

       En este espectro surge otra cuestión que apela al ámbito de la comunidad histórica: “¿Cómo podrían rearticularse democráticamente las diversas memorias de las dictaduras y la represión?” (151). Posiblemente a través de la legitimación de los espacios de disputas por la memoria. Desde este punto, Jelin nos ubica en un eje central, de necesaria resignificación. Se plasma finalmente otro interrogante, “¿Es posible que el antónimo del olvido no sea la memoria sino la justicia?” (las cursivas pertenecen al original). No se resalta un cierre, sino que se abren líneas de fuga sobre las cuales hay mucho por hacer. Allí radican un desafío y un compromiso histórico y cívico para romper con dicotomías y observar con detenimiento las memorias individuales y sociales, pero, por sobre todo, se requiere recordar que nos encontramos ante la construcción de un orden social que continúa buscando una sociedad más justa.

       Jelin no deja de lado el género de las memorias y cómo las madres de desaparecidxs fueron quienes adquirieron una presencia fundamental en las luchas y pedidos de justicia social durante el terrorismo de Estado, fundamentalmente en Argentina. Luego fueron las mujeres quienes se hicieron cargo de la creación de organizaciones de derechos humanos. Dichas mujeres tenían un parentesco directo con las víctimas. En este punto las reivindicaciones y luchas por la memoria conformaron un lugar central. Y los términos familismo, relaciones filiales son cuestionados con rigurosidad, puesto que las relaciones de parentesco no son las únicas que otorgan legitimidades a los pedidos de reconocimiento en cuanto a la justicia social.

       Los trabajos de la memoria llega a nosotrxs como un móvil para figurar, visibilizar y representar los sentidos del pasado y así entender a las memorias como procesos subjetivos siempre vigentes.

               

Eugenia Argañaraz

CIS-IDES-CONICET

Centro de Investigaciones Sociales (CIS), Instituto de Desarrollo Económico y Social

(IDES), Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)

Argentina

E-mail: eu_arga@hotmail.co