Los usos de la Historia en el siglo XXI

Francisco Alberto Pérez Piñón

Resumen

Como resultado de los procesos dialógicos que se dieron al interior del seminario de teoría de la historia que se imparte en el Doctorado en Educación Artes y Humanidades en Chihuahua, México, surge el presente artículo en el cual se desarrollan ideas atingentes a los usos de la historia. Se repunta más allá de la vieja visión lineal de entender el pasado, comprender el presente y proyectar hacia el futuro. En la búsqueda del encuentro de nuevas ideas que inciten y sean factibles para ser utilizadas en el siglo XXI, se rescatan posturas de las distintas corrientes historiográficas y personajes que perfilan al abordaje del tiempo presente, del pasado y también de la oportunidad para la construcción del futuro desde esta disciplina humanística, desde una mirada interdisciplinar

Palabras clave: historia: interdisciplinariedad; usos de la historia; tendencias historiográficas

Universidad Autónoma de Chihuahua. México

E-mail: aperezp@uach.mx

ORCID: 0000-0003-4316-6484

Recibido: 14/06/2021 Aceptado: 05/11/2021

The uses of history in the 21st century

Abstract

As a result of the dialogical processes that took place within the history theory seminar that is taught in the Doctorate in Arts and Humanities Education in Chihuahua, Mexico, this article arises in which ideas related to the uses of the story. It picks up beyond the old linear vision of understanding the past, understanding the present, and projecting into the future. In the search to find new ideas that incite and are feasible to be used in the 21st century, positions of the different historiographic currents and characters are rescued that outline the approach of the present time, the past and also the opportunity for the construction of the future from this humanistic discipline, from an interdisciplinary perspective.

Keywords: history; interdisciplinarity; uses of history; historiographic trends

Introducción

El presente artículo bajo un fundamento metodológico de grupo de discusión, muestra los resultados de las múltiples discusiones durante el Seminario de Historia de la Educación, que es un espacio curricular, parte de la formación del Doctorado en Educación Artes y Humanidades que se ofrece en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua, México. El curso tiene como finalidad encontrar el uso o bien, la utilidad de la historia, más allá de interpretaciones lineales del simple estudio del pasado, lo cual permite entender el presente y proyectar hacia al futuro; entendido como meta del progreso. En este sentido, con el fin de encontrar los usos de la historia, se hizo una revisión de la literatura, la cual sirvió para organizar cronológicamente el grupo de discusión. Entonces, los temas van desde los paradigmas establecidos por Leopold von Ranke, la Escuela de los Annales en sus cuatro generaciones, enfatizando en los enfoques de la Historia Cultural, del Giro Lingüístico y del Posmodernismo sin descuidar el espacio que ha ganado el uso de la memoria, para lo cual se consideran los trabajos publicados de Pierre Nora y los enfoques de la microhistoria italiana y mexicana.

Pertinente con lo anterior, se incluyen, citan y narran en el cuerpo de este trabajo algunos personajes de otras áreas, como parte de este acercamiento a la interdisciplinariedad, pero cercanos a la historia, que ayudan a la revalorización y hacen presencia en el campo. Algunos como Paul Ricoeur, de quien se retoma la relación con el método narrativo de la historia por antonomasia, el enfoque filosófico en la búsqueda del sentido humano y la explicación de los objetos investigativos. La recuperación de las categorías de Reinhart Koselleck. La escritura de la historia desde el enfoque de Michell de Certeau. Hayden White con el enfoque de la nueva sociología. Frank Ankersmit con sus categorías del futuro pasado y Jörn Rüsen con su conceptualización de un nuevo humanismo. Así mismo, en el desarrollo del trabajo van emergiendo en forma implícita y explícita los usos de la historia para concluir con generalidades y aportaciones de la utilidad de la historia en este siglo XXI, siendo todo derivado de los diálogos entablados con el grupo de discusión.

Desarrollo del trabajo

Las ideas a consideración son derivadas de los procesos dialógicos en el grupo de discusión, que tienen su origen en el seminario de teorías de la historia, el cual se trabaja con estudiantes doctorales, con temporalidad de dos semestres, en los cuales se abordaron distintos referentes teóricos y documentales. Cabe destacar que el seminario en el área de historia tiene como finalidad construir de manera colegiada visiones relacionadas a dar respuesta a las incógnitas centrales ¿para qué la Historia? y ¿cuál es la utilidad de la Historia en el presente? Ambas giran en torno a una vieja discusión en la cual los acontecimientos están lejanos en el tiempo y no existe su relación clara con el presente; incluso, es común encontrar que los investigadores no logran realizar esa articulación entre el pasado-presente, ni tampoco una confrontación de ideas.

Los dos sentidos de la Historia

Una de las cuestiones más relevantes en el campo de la Historia, es que debe entenderse al menos dos sentidos. Uno de ellos es concebirle como materia escolar oficializada en los sistemas educativos, en donde las narraciones de acontecimientos se convierten en contenidos educativos junto a su memorismo vital para la formación de las conciencias individuales. Cabe mencionar que actualmente predominan modelos historicistas del siglo XIX, época de Leopoldo Ranke. Para Prado (2010) este uso de la historia es por demás conocido, mismo que sirvió para constituir las unidades nacionales y con ello la necesidad de fundar esa Historia de héroes, patria, símbolos, himnos. Es decir, el uso de la Historia como la herramienta para crear y formar individuos que consintieran con la idea de país, nación, gobierno y su entereza, para estar prestos a su defensa, porque la patria en peligro era la peor ofensa y hasta la vida había que ofrendar.

Dentro de este mismo sentido, está la historia en México conocida como aquella preñada de heroísmos. Para Gumbrecht (2019) solo es necesario voltear la mirada como el Ángelus Novus de Benjamin para darse cuenta del pasado que niega a irse y el futuro incierto que espera. Siendo posible al verlo a través de la historia, en donde todo presente es mejor que el pasado y todo futuro será mejor que el presente, al menos desde esta interpretación lineal de la historia, la cual no se comparte hoy en día, misma que Walter Benjamin denunciaba por tratar de borrar pasados borrascosos. Particularmente, en la nación mexicana aún se mantienen monumentos, pinturas y recuerdos materiales de los insurgentes, quienes participaron en la etapa conocida como la Independencia; así de los grupos liberales y conservadores, del Imperio de Maximiliano de Habsburgo, de la Reforma, la Revolución, el Socialismo Cardenista, la Guerra Cristera, etc. Este tipo de historia es precisamente la que hace alusión a esa historia lineal, presente en las aulas y en las interpretaciones de sus docentes.

La segunda orientación o sentido es la referida a las acciones humanas de hombres y mujeres que producen y reproducen la vida material y espiritual cada día. Acciones que se presentaron en el tiempo y por considerarse parte del pasado, difícilmente se puede conocer. Ese pasado físico al cual ya no es posible acceder y que por lo tanto es necesario interpretar; un pasado al cual sólo es viable retornar a través de las fuentes o huellas que se recuperan de esas acciones, voliciones y aspiraciones humanas, que se plasman en las conocidas fuentes.

Narrativistas y Postnarrativistas

La Historia ha sido la disciplina encargada de narrar los hechos del pasado, criticada en tiempos de posmodernidad por seguir dentro de las fronteras en las que fue cercada. Esta disciplina actualmente debe abocarse a las acciones de los hombres y las mujeres tanto del pasado como del presente. De no enfocarse en ello y sólo estar inserto en la investigación de un pasado tan lejano, se puede perder la oportunidad de incidir en el presente.

Por lo anterior y aunque no es algo aceptado en su totalidad por el gremio de los investigadores, de conformidad con la literatura existente, los historiadores se dividen en narrativistas y postnarrativistas. Ovalle, (2018) afirma que los primeros están fuertemente sesgados con las evidencias, al grado de enunciar que sin fuentes no hay historia. Los postnarrativistas son aquellos que, sin prescindir en su totalidad de la evidencia, consideran que la Historia se reduce a expresiones lingüísticas, todo está dado por el lenguaje que expresa y representa las acciones cotidianas de hombres y mujeres, en sí el desarrollo sociohistórico. En estos últimos están algunos representantes del giro lingüístico como Hayden White, Frank Ankersmit y Keith Jenkins.

Analizando la idea de Ovalle en la cual no es posible prescindir en su totalidad de la evidencia, se presume un sustento en Ankersmit. Así mismo está relacionado con Vergara (2013) al expresar que la sublime experiencia es considerada como el honor de conocer y vivir la realidad; en este caso histórica e irreflexiva, pero impulsa las narraciones de los acontecimientos sociales. Aquí, al menos se tiene contemplado que la Historia como discurso no puede adolecer de la evidencia captada por los sentidos y que es la fuente de las narraciones convertidas en discursos. Es también aquí donde los críticos mencionan el alejamiento de las tesis puristas sobre la Historia como discurso expresado en el lenguaje, de conformidad con (Tozzi, 2009) al mencionar el pensamiento de Hayden White, quien deja de lado los acontecimientos y les otorga más fuerza a las narraciones, eclipsando el acontecimiento al grado de negarlo y cambiarlo por las narrativas. Aunque también se tiene que mencionar, que White pretendía analizar las obras de los grandes personajes mediante el análisis de sus discursos; dando a conocer la importancia de la retórica en los discursos históricos (Tozzi, 2009).

En relación a lo narrativo y postnarrativo, se hace alusión al método utilizado en la Historia, sin el cual no sería posible conocer ese pasado, dejándolo asentado. Puede ser un pasado reciente o lejano y las raíces de este método se pueden rastrear en el filósofo Paul Ricoeur, en sus tres amplios volúmenes de tiempo y narración (Vergara, 2005). La historia sólo es posible conocerla por la narración, la historia es narración y esto está ceñido con Ricoeur (Gilardi, 2011). Con lo expresado, se relaciona incipientemente la acepción del objeto de estudio de la Historia con las narraciones de los acontecimientos del pasado y del presente.

Espacio de experiencia y horizonte de expectativas

Con los referentes de Blanco (2018) quien se apoya en los preceptos de Kosellec desde el ámbito de la Teoría de la Historia, presenta dos categorías básicas para entender los acontecimientos en el tiempo: el espacio de experiencias y el horizonte de expectativas. La primera se refiere a la unión de las experiencias del pasado y del presente, son un contínuum, el pasado afecta al presente, en el presente se encuentra el pasado. Presenta esa amalgama que se debe aprovechar en bien del conocimiento de la actuación social. La otra categoría se presenta como el horizonte de expectativas pensadas en la construcción del futuro social deseable y al estar pensando desde el espacio de experiencias, este futuro se convierte en presente.

Bajo estas pautas se concluye que, desde la disciplina de la historia es posible construir el futuro que se desea lograr para vivir. Esto no quiere decir que se profetice lo que está por ocurrir, se trata de pensar en aquello deseable, con lo que se puedan direccionar las acciones humanas. Afirmando que esta disciplina es herramienta útil en la conformación de los futuros pensados, un futuro constructivo por los seres humanos. Con estas expresiones se combaten duras cargas aceptadas, que en ocasiones surgen por la falta de reflexión y análisis de las tesis de Walter Benjamin, como es el caso con el concepto asumido de la Historia y se refleja en el siguiente párrafo.

Sobre el concepto de “Historia” asume que el esfuerzo historicista por la objetividad siempre sirve a los “vencedores”, mientras que en apariencia supone que la carga del presente prescrita por él –programáticamente ligado a cuestiones de clase– con “astillas” del futuro mesiánico, sacadas del pasado, está dotada de una “objetividad” superior, moralmente fundada Gumbrecht (2019: 322).

Como interpretación de lo anterior, se enuncia que efectivamente la historia ha sido utilizada por el poder, desde la conformación de las nacionalidades hasta la imposición de las cosmovisiones favorables hacia las clases sociales dominantes. Sin embargo, desde la posmodernidad y pensando desde esta disciplina el futuro con una visión constructiva, como el horizonte de expectativas Koselleckiano, es posible lograr esa configuración futura que se hace presente y en su construcción se incluyen distintos puntos de vista, provenientes de los investigadores, siempre y cuando la categoría de reflexión y crítica no se deje en el abandono.

Ya no es posible pensar que los hilos de la sociedad los mueve el enano jorobado inventado por Walter Benjamín (materialismo histórico), sino que son las fuerzas e ideas de las personas de carne y hueso, las que construyen las sociedades en un constante dinamismo. Para lo anterior, basta la prueba del repunte de los países de la influencia socialista a las economías del mercado hacia 1989, con la caída del socialismo práctico y el derrumbe del muro de Berlín (Pérez, 2013). Otro ejemplo más del statu quo de la disciplina y que se estancaba en discusiones de intelectuales, fue el concepto de conciencia social, el cual dominaba las conciencias actuando como camisa de fuerza, imposibilitando el movimiento de las ideas y de impulsos individuales y por lo tanto las acciones del cambio social. Ante esto, la disciplina de la historia ha tenido varios avances tendientes hacia la gestación de sociedades en donde el ser humano conviva en sociedades más abiertas y racionales.

La Escuela de Annales

A principios del siglo XX Lucien Febvre y Marc Bloch crearon la escuela de los Annales que irradió con su paradigma a nivel mundial. Escuela que surgió al interior del proyecto en defensa de los acontecimientos basados en las evidencias enriquecidas por interpretaciones. En este sentido se dirigió a la búsqueda de rescatar y de privilegiar las acciones humanas como la fuente de toda transformación de la realidad; haciendo innegable la difusión de las historiografías francesa y latinoamericana durante el siglo XX, después de que Bloch y Febvre lograron crear una escuela metódica para hacer historia, tocando los tópicos cruciales y sentidos del momento.

La orientación del diálogo al abordar esta trama en el seminario, incluyó historias políticas, económicas y sociales del momento. Paralelamente se elaboró el análisis sobre las ideas vinculadas a la filosofía marxista, que aportaron el alejamiento de la historia como la reseña de acontecimientos simplistas, de héroes, de narraciones comunes hacia narraciones con sentido humano y crítico, que comprometía su participación en la toma de decisiones de la sociedad. Se visualizó la Escuela Francesa de Annales como parte de una historia combativa, no en vano una de las obras cumbre de Febvre –uno de los iniciadores– llevó el título de Combates por la Historia, en parte también contra la historia que se había venido abordando.

Un reconocido personaje encargado de la Revista de Annales fue Fernando Braudel, de quien se recuperan los siguientes fragmentos de la entrevista realizada en 1986. Esto con la finalidad de sustentar los usos a los que, según este personaje estaba abocada la historia en aquel momento en específico.

A la escuela de Annales se le puso como adversaria de la Historia tradicional instalada en la Sorbona, y que en efecto privilegiaba la Historia Política, la Historia de “los grandes hombres”. Eso no quiere decir que seamos hostiles frente a la historia de los sucesos o de los héroes: nos interesa todo lo concerniente a la Historia. A condición de poner todos los acontecimientos en perspectiva: no hay más ciencia que la general. No se puede aislar la historia de un gran hombre del contexto general, de otros “pisos” de la historia (Robitaille, 1986:5).

Braudel es uno de los personajes fundamentales a conocer. Él aspiraba a que la historia fuera general, total, en donde nada podría estar fuera de ella, para él todo era histórico. Así que para comprender un acontecimiento había que contextualizarlo y eslabonarlo en su época y a su vez con otras épocas. Vale hacer notar que no se deja de lado que, la teoría de la totalidad histórica tiene que ver con la subsunción de un acontecimiento simple en relación a los acontecimientos macro-sociales, tal como lo expresa en el siguiente fragmento de la misma entrevista.

Acabo de decirlo: si la Historia pretende ser una ciencia, no puede ser más que una ciencia general. Cada vez que yo estudiara una historia particular, un personaje, no llegarían a adquirir su significado más que bajo la perspectiva de una historia en profundidad. Ese es mi método, y no siempre lo han comprendido (Robitaille, 1986: 5).

En un fragmento de su obra El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, publicado por primera vez en 1949, Braudel (2015) menciona que la espuma en el mar solo es posible entenderla gracias al amplio mar. Esta metáfora ilustra en que los acontecimientos simples sólo son posibles y tienen validez con la interpretación en lo macro. De igual manera, expresa la necesidad de pasar de la historia simplista hacia una la historia compleja, que contemple las interacciones sociales de grupos, de los estados y sus gobiernos, de las economías de las superestructuras. En sí, Braudel permanece incomprendido, al apostar por una historia dinámica y no estática, que tuviera que ver desde el cúmulo de actividades productivas hasta las de reproducción de la sociedad o súper estructurales de la vida social.

Aunque en la entrevista citada Braudel afirma que no era Marxista, la Escuela de Annales se ha ubicado comúnmente dentro de ese pensamiento o al menos muestra afinidad. Cuando menciona que la Historia debe de ser reflexiva, servir a la crítica y estar a la vanguardia en la búsqueda de los cambios sociales, hace pensar que existe una línea muy delgada del marxismo y la escuela de Annales (Robitaille, 1986).

Posteriormente, ante las críticas recibidas por la equivalencia de la Historia Total con el marxismo y en un ambiente rodeado de desencanto que se esperaba en la práctica de las tesis sociales, se produjo un cambio que inauguró la conocida Historia de las Mentalidades hacia los años setentas. Cambio que llevó a la innovación de abordaje de la Historia y sus objetos. A partir de ahí con la influencia de otros personajes como Jacques Le Goff, Pierre Nora y Georges Duby; específicamente este último fue quien definió la Historia de las Mentalidades como el establecimiento de tres categorías que se explican en el siguiente fragmento.

Tres categorías o “duraciones” mentales: aquella que pertenecía a un grupo social determinado y que era posible conocer gracias a un testimonio individual; por debajo de ésta, una mentalidad que permeaba a todos los grupos y cuya evolución era menos precipitada y se encontraba en relación con los cuadros económicos, sociales y políticos; finalmente los cuadros mentales más resistentes a los cambios que “durante siglos, determinaban, generación tras generación, las actitudes profundas y las conductas de los individuos (Duby, 1961, citado en Ríos 2009: 100-101).

El interés de los historiadores hacia los pensamientos, ideas, voliciones y acciones cotidianas de los seres humanos, los convirtió en objetos de estudio de la historia. Esto representó un gran cambio que implicó el inevitable acercamiento con otras disciplinas, en función de que, para conocer en profundidad los acontecimientos sociales y naturales, se rompieron las fronteras mediante la interacción con otras disciplinas.

Como se expresa en la cita anterior, la construcción de las mentalidades de los grupos sociales podía ser conocida al investigar por distintos medios a los individuos que forman parte de esa cultura, quienes comparten mentalidades que permeaban a todos los grupos y las actitudes individuales, lo que llevó al fracaso del proyecto de mentalidades, asumir que las mentalidades era una estructura presente en todos, independiente de regiones, condición social, nivel de alfabetismo. La crisis del proyecto, originada a inicios de los años ochenta derivó la entrada de la disciplina en la historia cultural. Con esto se daba un sentido distinto a la historia, ahora se perfilaba a la historia de sujetos como tales, su cultura y sus pensamientos – algo que se había considerado privativo de la antropología–. Como corolario, a partir de ese momento los objetos de estudio de la historia fueron los sujetos en el tiempo pasado, presente y futuro, pero también sus actitudes, sus pensamientos y la cultura. Todo esto llevo al uso distinto de la Historia, adentrándose en nuevos territorios para una disciplina planeada desde sus orígenes por Marc Bloch y Lucien Febvre.

Enfoque Interdisciplinario en la Historia

Se dan los primeros pasos para considerar la interdisciplinariedad en la Historia como herramientas que apoyarán el trabajo del historiador, evitando confusiones y aceptando trabajos que estén en colaboración con otras disciplinas sociales y humanísticas. Entre las que se encuentran la ya mencionada antropología, sociología, geografía, literatura y todas aquellas utilizadas para dar cuenta en profundidad sobre objeto de estudio seleccionado. A partir de ese momento, los imaginarios colectivos, las representaciones culturales, icónicas, entre otros, fueron considerados de interés por el investigador histórico.

En consecuencia, se desplegó una avalancha de temáticas de interés de la disciplina, todo resultó factible de ser abordado desde la Historia. Comenzó un alejamiento del uso exclusivo en la historia de narraciones del pasado, ocupándose de los acontecimientos del pasado, presente y del futuro; tal y como lo explicita Reinhart Koselleck en ese construccionismo de los acontecimientos futuros desde este presente. Imposible negar que la década de los setenta, ha sido interpretada por distintos autores como de gran confusión y pérdida de objetividad. Términos como la posverdad, en que considera a los argumentos más convincentes y razonables como verdaderos. Las metanarrativas sociales que no se realizaron en el siglo XX, como el caso de las sociedades más igualitarias, las ideas de la salvación de las almas, la redistribución del poder político, económico, sociedades más humanistas. Se trató de una época de confusión que se dio a conocer a raíz de la publicación de la obra de Jean-François Lyotard La condición posmoderna (Moreno, 2007). Sin dejar de lado las críticas sociales que se difundían a la vez por Michel Foucault, relacionadas con la modernidad y el ejercicio del poder manifiesto de distintas formas; también así fue con la recuperación de las ideas de Friedrich Nietzsche de quien era un asiduo lector (Obregón, 2018).

El retorno de las narrativas ha llegado de nuevo, como lo menciona Lawrence Stone (1979) en su obra The revival of narrative: reflections on a new old history. Con ello, pareciera haber un retorno de nuevo a Ranke, pero no es así, la intención que se divisa es abordar por parte de la disciplina histórica a hombres y mujeres junto a sus pensamientos, deseos, aspiraciones, en sí un vuelco a las personas. Un conocimiento más hermenéutico, pero sobre todo recuperando el método narrativo, método histórico por antonomasia, para dar cuenta de acontecimientos, personas, de la cultura y no sólo para privilegiar determinadas personalidades a la manera Rankeana.

La Historia Cultural

Hacia la década de los ochenta se inauguró lo que se conoce como Historia Cultural junto a dos principales representantes. Uno de ellos, el italiano Carlo Ginzburg permitió conocer la vida cotidiana en su obra El queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI (1976) narrando el juicio realizado por la Santa Inquisición a Menoccio, un molinero italiano. De igual forma, otro representante es Luis González y González, quien fue discípulo de Fernand Braudel en Francia, incorpora los elementos de la historia cultural, pero con la diferencia que el autor recorre la microhistoria a la mexicana, con su texto Pueblo en vilo: microhistoria de San José de Gracia. En dicho libro, González (1995) narra los microespacios, ya sea para probar supuestos o para rescatar acontecimientos, como parte del mosaico de historias generales que habían desaparecido o permanecido invisibles ante las grandes historias (Pérez, Hernández y Trujillo, 2019).

Cabe mencionar que existieron otros actores connotados del área de esta historia, tal como Roger Chartier, quien en los noventas publicó su obra El mundo como representación, estudios sobre Historia Cultural o bien por Peter Burke ya en los años dos mil con su obra ¿Qué es la Historia Cultural? Con lo cual, según Hernández, (2010) se inauguró un tipo de Historia que antes no se refería, por quedar subsumida en las grandes narrativas a la usanza de la historia de Fernand Braudel. En el caso de Peter Burke, para quien el surgimiento de la Historia Cultural se consideró el sustento de la teoría cultural, en este aspecto Hernández externa que:

El gran aporte de Foucault a la teoría cultural se divide, según Burke, en tres ramas: (a) su enfoque sobre las discontinuidades o rupturas en la relación histórica entre las palabras utilizadas y las cosas señaladas, donde tiene relevancia el concepto de invención; (b) su estudio acerca del control del pensamiento y las formas de exclusión de los discursos amenazadores para el régimen, y (c) su concepto de prácticas ligadas a la microfísica del poder, donde considera que la función de las instituciones es la producción de cuerpos dóciles. (Hernández, 2010:419)

La primera rama se refiere a la narrativa como invención que surge de lo señalado y expresado en lo lingüístico, es ahí donde los defensores de Clío no aceptan que sea invención. La segunda rama está relacionada con los discursos amenazantes para el régimen, para el caso de la historia, se han considerado el uso de la ideología para la conformación de conciencias de los ciudadanos afines a los proyectos de las clases sociales dominantes y determinantes socialmente. La tercera relacionada con la creación de cuerpos dóciles por parte de la formación que se brinda en las instituciones. Con estos elementos es posible rehacer las ideas con relación a que la historia cultural mantiene un compromiso de que ser reflexiva, crítica, de denuncia, en la búsqueda del bien social, democratizadora y para bien de los individuos.

Hay que reconocer que estos elementos también están presentes en los postulados de Michell de Certeau cuando indica que la Historia es parte de una producción historiográfica, que tiene que ver mucho desde el lugar que se producen los discursos históricos. Es aquí en donde se incrusta el poder, el cual aflora desde lo físico hasta lo simbólico. Lo que respecta a lo subjetivo, queda claro con la siguiente cita que se hace de Certeau (Dosse, 2009:56)

Invitaba a no conformarse con restituir el pasado tal como fue, sino a reconstruirlo, a reconfigurarlo a su manera en una dialógica articulada a partir de la irremediable separación entre el presente y el pasado. No se trataba de que ese mundo antiguo y pasado se moviera. Ese mundo ya no se movía, lo removíamos.

La producción historiográfica y el mundo pasado –que debe ser removido por el historiador–, son elementos fundamentales para el ensanchamiento de la disciplina histórica. Aquella que había quedado separada de la realidad en un horizonte de cincuenta años; temporalidad establecida para hacer uso de las fuentes, con el fin de no herir o provocar disputas, con la posibilidad de afectar a personas aun sin perecer. Han pasado años de esas disposiciones, difíciles de acatar y en el mejor de los casos son irrisorias. Se ha migrado hacia las mencionadas historias culturales y en dirección hacia la memoria que ocupa un lugar privilegiado en esta contemporaneidad. En la obra Les Lieux de mémoire publicada en los ochentas por el francés Pierre Nora, que acuño la noción de Lugar de Memoria

para designar los lugares donde se cristaliza y se refugia la memoria colectiva. Poco utilizado en la academia de México, este concepto ha significado un aporte valioso para comprender las diferencias y similitudes entre historia y memoria, así como para emprender una historia de la memoria desde estos lugares y no sólo desde las discusiones en el espacio público… en sus aportaciones a la historia de la memoria y del tiempo presente, en tanto propuesta historiográfica que ofrece un modo específico de analizar la memoria (Allier, 2008:165).

Ejemplificando lo anterior, se recupera que durante el siglo XXI se han presentado diversos movimientos con el fin de reclamar múltiples atrocidades, latrocinios, daños y genocidios. Tal como la guerra en contra de los Apaches en Chihuahua, México, misma que antes se consideraba como la heroica Batalla de tres Castillos en el año de 1882 (Durazo, 2001). Este enfrentamiento fue la lucha final en contra de los salvajes, hoy considerada como el exterminio del grupo Apache; o bien, conocida como guerra sucia en México.

Las cifras no mienten: de 500 desaparecidos en la guerra sucia de la década de 1970, de los cuales 293 fueron secuestrados en este profundo sur mexicano. Bartra parte de una recopilación privilegiada de “fuentes orales” para componer una pintura que permite comprender en forma cabal la naturaleza suriana de la política y la violencia en ese estado (Lofredo, 2007:235).

En el párrafo anterior, se refiere al estado de Guerrero, uno de los 32 que integran la República Mexicana, considerado epicentro de las demandas y luchas en contra de las injusticias, y además con carencias económicas importantes, necesarias para satisfacer el mínimo de la vida colectiva e individual. De ahí la relevancia sobre la recuperación de la memoria y testimonios de quienes vivieron los acontecimientos o bien a quienes se les transmitió en la tradición oral, como parte de su cultura, aquellos que no permiten que los recuerdos descansen. Como los muertos en sus tumbas, en palabras de Michel de Certeau, son muertos que viven en la memoria para asegurar que no vuelva a ocurrir.

Actualmente la disciplina histórica tiene un nuevo uso, el ocuparse de la memoria, de una historia del tiempo presente. Mucho camino se ha transitado desde los planteamientos del mencionado Leopold von Ranke hasta la inauguración de la nueva historia, transformada desde los ochenta del siglo pasado. Con ello se han creado maneras y formas para ir abandonando las historias cuantitativas, cliométricas, algunas historias sin sentido, efímeras e ilustradas. La explicita intención es recuperar las historias en que la reflexión, el análisis y la crítica son frecuentes frente a lo funcional y armónico, se trata de interpretaciones con sustento en los cambios y en la búsqueda del sentido, el rescate de lo humano y reparaciones de los daños ocasionados en el pasado, mejor expresado en la siguiente cita, cuyo común denominador, en palabras de Peter Burke, es “la preocupación por lo simbólico y su interpretación” (Hernández, 2010:417).

Relacionado con lo anterior, es importante considerar lo que se entiende por simbólico, que para Lotman (2002) se trata de un constructo polisémico, que de manera parsimoniosa incluye el contenido de las distintas expresiones en relación al contexto y que manifiesta el resultado de la investigación historiográfica. En el espacio simbólico es donde la interpretación del investigador cuenta así también donde nace la preocupación de los historiadores, unos a favor y otros en contra de las formas epistemológicas noveles en la construcción del conocimiento dentro de esta disciplina, es así el caso de las narraciones cargadas de subjetividades. Clarificando esta idea como se enuncia en las siguientes líneas.

No es exagerado decir que un conjunto de investigadores de las ciencias sociales llega al fin de milenio con una serie de preocupaciones por las perspectivas de sus disciplinas, sorprendidos por los rumbos que imponen los nuevos temas de investigación, desconcertados ante las modas metodológicas y colocados a la defensiva ante las dinámicas que resultan de los ambientes ideológicos en las instituciones. Una discusión iniciada hace dos décadas, es la que se refiere al uso de la narrativa como herramienta para comunicar los resultados de la investigación. Entre los antropólogos esta forma de escritura ha sido ampliamente valorada y respetada, por permitir describir con lujo de detalles a las otras culturas. En tanto que en la disciplina histórica ha pasado por etapas de simpatía y de rechazo, en forma extrema. Mientras para unos el relato, es el lenguaje natural de la mente humana, para otros es una forma que dificulta el análisis de los sucesos (López, 1999:200).

Se considera que la Historia de las Mentalidades incrementó su tendencia durante los ochenta. Mediante un franco coqueteo con la diosa Clío, inspiradora de los historiadores –quienes por sobre todas las cosas privilegian la evidencia para realizar las narrativas–, profesionistas que aseguran el que sin evidencias no hay historia. Mismos que se resisten llegar hacia una relación estrecha con Calíope, la diosa inspiradora de la poesía épica y la elocuencia, quien acerca a los historiadores hacia las narraciones y a los discursos elegantes que, en ocasiones se acercan a los límites con las novelas históricas (Pérez, Hernández y Trujillo, 2016).

Giro Lingüístico y Posmodernismo

En franca contemporaneidad con la Historia Cultural, Hayden White, mencionado desde el inicio de este texto, elaboró a inicios de los setentas la obra titulada Metahistoria: la imaginación histórica en la Europa del Siglo XIX, que para efectos del análisis se recuperan unas ideas de La Greca (2013).

La poética de la Historia es necesaria ya que la tesis central de White en Metahistoria es que todo relato histórico logra sus efectos explicativos en la medida en que a la base de su constitución como estructura verbal encontramos un acto poético de prefiguración de su objeto de estudio. Si hay una función epistémico-explicativa de un relato histórico, es porque hay un campo histórico específico, cuya forma no viene “dada” por el registro histórico ni sancionada unívocamente por los cánones vigentes de la práctica disciplinar, sino “postulada” o “constituida” por el lenguaje mismo empleado por el historiador (La Greca, 2013:12).

La fuerza de lo lingüístico como la entidad narrativa se impone sobre los acontecimientos. Se identifica lo que esta autora considera como la Nueva Filosofía de la Historia, aunque otros estudiosos han definido desde la obra de White como la Historia del Giro Lingüístico. Precisamente por la forma en la cual se describe en la cita, que recurre a la estructura de los relatos históricos como parte de la forma verbal con la cual se expresan y dan a conocer lo que surge desde lo epistémico. Clarificado lo anterior, es necesario distinguir la línea que divide de los relatos carentes incluso de la base real y es ahí donde la historia se convierte solo en imaginaciones sin sustento. Porque la imaginación tiene que estar siempre presente pero ese pacto de verdad (Ovalle, 2018) tiene que estar implícito, ya que eso verdadero debe de expresarse lingüísticamente.

En el caso del historiador posmodernista desde el campo de la Historia, Keith Jenkins (2001) afirma que la Historia es una disciplina que se conoce por elaborar interpretaciones de los acontecimientos; interpretaciones cargadas de subjetividades y sobre ellas se realizan nuevas interpretaciones, resultando una historia de capas y capas de interpretaciones. Es un franco acercamiento de Jenkins con White, por lo tanto y suavizando lo anterior, el giro lingüístico, es la práctica historiográfica dada a conocer por el lenguaje que emplea el historiador para difundir sus hallazgos. Como apología de lo mencionado en el párrafo antecedente, se recupera lo siguiente:

La poética (del escrito histórico) apunta al aspecto artístico del escrito histórico concebido no como “estilo” en el sentido de decoración, adorno o suplemento estético, sino más bien como un cierto modo constante de uso del lenguaje por el cual transformar un objeto de estudio en el tema de un discurso (La Greca, 2013:13).

Es necesario mencionar que las tesis de Hayden White son cuestionadas por el grueso de especialistas de la Historia, entre los cuales está el español Josep Fontana (1992) quien asegura que la historia no puede reducirse a simple discurso, sino que la Historia es la recuperación de las acciones de hombres y mujeres que cada día construyen sus formas y manifestaciones de la vida. La Historia pretende conseguir que la organización social logre las finalidades hominales, con lo que se está de acuerdo. Sin embargo, no puede negarse lo que la cita anterior expresa, cómo el lenguaje poético transforma el objeto de estudio histórico en un discurso. Ese punto es el parteaguas, por un lado, que identifica los acontecimientos históricos y, por otro lado, la forma de narrarlos como discursos elegantes al estilo poético.

Aquí vale la pena cuestionar si en la enseñanza de la Historia ha estado presente siempre un giro lingüístico, empático, con fines de lograr las motivaciones por esta disciplina, que como abordaje de contenidos escolares salen en varias ocasiones opiniones de su enfado, fastidio, antipatía y rechazo. Por ello y ante el desinterés por los contenidos históricos, se recupera un planteamiento del autor posmodernista que menciona Frank Ankersmit ofrecía tanto un relato como una argumentación para explicar por qué la filosofía de la historia anglosajona contemporánea debía optar entre dos cuernos de un grave dilema: volverse narrativista y seguir existiendo, o permanecer epistemológica y desaparecer” (La Greca, 2013:9).

Esta cita muestra un claro ejemplo de cómo las formas narrativistas se equiparan con el giro lingüístico (narrativa poética) y lo epistemológico. Esa práctica historiográfica que surge del oficio del investigador lo deja obsoleto, como un oficio ya superado. Sin embargo, para Napoli (2013) siguiendo la idea de Michel de Certeau sobre la escritura de la historia pensada como un oxímoron, porque encierra el discurso y lo real. Con ello se posiciona en esta disputa el punto medio, en donde lo lingüístico y lo epistémico tienen que estar unidos. La historia no es solo discurso, ni solo evidencias, más bien al unir ambas surge el binomio perfecto.

En continuidad con lo planteado por La Greca (2013) quien realiza la distinción entre historiadores narrativistas y epistémicos. Esto, unido a la distinción entre los narrativistas y los postnarrativistas mencionada al inicio del documento posibilita una equiparación. Los primeros conformarían el grupo de los epistémicos y los segundos el grupo de los partidarios del giro lingüístico según esta autora. Sin embargo, se conserva la clasificación de narrativistas y postnarrativistas y en este último donde se agrupan los seguidores del giro lingüístico o posmodernistas; por lo que es necesario hacer un acercamiento a lo que se considera en el presente artículo el concepto de Posmodernismo.

Sin pretender dar una definición del significado del Posmodernismo, ante las múltiples acepciones del término, por lo que no puede hablarse de univocidad, lo tomamos en el presente escrito como el movimiento que se ha generado en relación a la crítica del conocimiento fijo, a las verdades establecidas como únicas y a los criterios de la objetividad como insuperable fuente del conocimiento cierto, seguro; lo consideramos para el presente escrito como el movimiento que inaugura nuevos caminos en las indagaciones de lo social, tendencia que rescata los planteamientos en la búsqueda del hombre, lo social y su sentido desde el enfoque inaugurado por Paul Ricoeur [Vergara, 2008], el posicionamiento del ser en el mundo de Heidegger [del Moral, 2001] entre otros postulados que abogan por la ciencias humanas o ciencias del espíritu elevadas a nivel científico por Dilthey [Corona, 2012] en sí, como el rescate de los seres hacedores de su propia historia en las condiciones de existencia que los determinan.

Es el Posmodernismo, ese movimiento que pone en duda y critica el conocimiento exacto, que no deja lugar a las falsaciones Popperianas ni a los errores que pueden cometerse en los programas investigativos como se ha venido estudiando de los escritos de Lakatos (Pérez, Hernández y Trujillo, 2016:257).

El Humanismo en lo histórico

En definitiva, en la oxigenación aportada por el movimiento considerado posmodernista y originado en la segunda mitad del siglo XX, sólo por marcar algunos límites no tajantes, se iniciaron las críticas a la modernidad ya insuficientes con el Humanismo del siglo XVIII preconizado. Actualmente es el tiempo de iniciar la búsqueda de un Nuevo Humanismo para el siglo XXI (Kozlarek, 2017). Algo que podríamos de entrada considerar tarea de la Historia es la construcción del Humanismo para el siglo XXI, precisamente porque es una de las ciencias sociales que se aboca a las relaciones que se establecen entre los sujetos a las relaciones entre humanos.

El Humanismo al que se hace alusión en el presente escrito es el que retoma Jörn Rüsen, alemán que ha destacado en relación a la construcción de la conciencia histórica como referente de toda acción humana desde la segunda mitad del siglo XX. Son acciones tendentes al sentido de mejoras en la especie humana, como la fuerza que mueve la vida política, económica y social. Se trata de crear esos seres nuevos con cultura de respeto por lo humano, cultivar la mente a través de la cultura que se va gestando desde el pasado y el presente, que imagina las posibilidades futuras, así como el fortalecimiento de la mente humana, haciéndola más humana.

Rüsen explica: [...] humanismo proporciona un significado esencial a este parecer instalado en el interior de la estructura de sentido y de los procesos de construcción de sentido de las vidas individual y social”. También podemos decir que el humanismo representa algo así como una fundamentación cultural de la Humanität, o que el humanismo representa una suerte de meta-texto grabado en el tejido cultural que conecta los diversos sentidos culturales con un sentido de la Humanität que todas las culturas comparten (Kozlarek, 2017:37).

La construcción de la conciencia social a través de la cultura, alimentada por la misma conciencia individual y colectiva sirve para direccionar el sentido de las humanidades del mundo, sin menoscabo de las múltiples culturas, orientaciones sexuales, el empoderamiento de las mujeres, el respeto por la naturaleza y en lo político la lucha por la paz en este mundo de violencia y caos. El sustento de este Humanismo de Rüsen proviene del filósofo Emanuel Kant, quien en el siglo XVIII propuso las etapas de la paz perpetua. Es interesante conocer el punto de vista del Nuevo Humanismo del alemán Rüsen, cuando ha sido en ese país donde se han originado las dos conflagraciones bélicas de alcances mundiales y en donde aún queda en la memoria el sufrimiento de las atrocidades de la Shoa u holocausto (Kozlarek, 2019).

Conclusiones

Sin duda, los usos de la Historia como se ha enfatizado en esta narrativa, son múltiples y van más allá de las simples narraciones del pasado y presente con proyección al futuro. Se sobrepasa la visión lineal surgida del padre de la Historia Científica Leopoldo Von Ranke, en dirección hacia la interpretación y la crítica de las problemáticas económicas, políticas y sociales como enfoques de las generaciones de la Escuela de Annales. Tiempo después, se fue redireccionando hacia los usos de la Historia en el conocimiento en profundidad de los objetos de estudio, en la búsqueda de las narraciones de las mentalidades, en una época de crisis de la historia posterior a la historia cuantitativa y total, inaugurada por la segunda generación de la Escuela de Annales, representada principalmente por Fernand Braudel.

El avance de la Historia y su utilidad para rescatar los procesos culturales a partir de los años setenta y ochenta fue en un franco acercamiento a las demás disciplinas como la antropología, sociología, filosofía, arte, entre otras. Derivado de esta posibilidad, es que se abrió una brecha para abundar en el conocimiento de los objetos de estudio, abonando con ello a la interdisciplinariedad constantemente recurrida en la actualidad.

Se concluye también que el uso que se le ha dado a esta disciplina, va relacionado con el enfoque del giro lingüístico, el cual sirve para lograr la empatía y las motivaciones que tanta falta le hacen a la historia, claro está, manteniendo especial cuidado y sin desconocimiento del concepto oxímoron. Así mismo, se recupera que, dentro de estos usos de la Historia, está la creación de la tecnología social, que tanta falta hace en el siglo XXI; con el cual se articula la creación de organizaciones sociales que pretenden la integración, en la búsqueda de la paz internacional, justicia y democracia económica y política.

Se puede incidir en el uso de la Historia referida a la creación de la conciencia histórica, la cual va en el sentido de la persecución de un nuevo humanismo, el Humanismo Inclusivo que esté siempre presente en las formas de sentir, pensar y actuar. Así también, y en una última conclusión, se hace ver que el uso también está dentro de la integración del pasado y el presente como el espacio de experiencias, que dibujan el horizonte de expectativas que sirven para definir el futuro desde el presente. En sí, una disciplina que debe incidir para aventurarse en la construcción del futuro. Todo esto repercute en la formación de las nuevas generaciones, sean estudiantes nóveles o ya encaminados en esta disciplina, sin desconocer, que para que este campo disciplinar se deben recuperar las orientaciones y motivaciones para actuar en la vida cotidiana, por lo que resulta necesario hacer uso de las reflexiones y provocar los debates y las críticas constantemente.

Pasado presente y futuro como temporalidades son insoslayables en la disciplina de la Historia y no se puede centrar la polémica en el presentimo como lo enuncia François Hartog en Regímenes de historicidad. Presentismo y experiencias del tiempo, según el autor Jiménez, (2012)

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