Los procesos de construcción epistémica en la economía popular rural: conocimientos, saberes y aprendizajes en movimiento

María Mercedes Palumbo, Ana Clara de Mingo y Betina Laura Plaza

Resumen

Este artículo tiene como objetivo abordar la recuperación-valoración y reinvención de saberes tanto como el intercambio y apropiación de conocimientos en los procesos de vida y trabajo en la economía popular, específicamente de sujetos/as organizados/as en la rama rural del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE). Nos interesa especialmente indagar en las operatorias puestas en juego y cómo dichos saberes, conocimientos y aprendizajes son producidos, transmitidos y puestos en movimiento en el interior de la organización. Se llevó adelante una estrategia metodológica cualitativa a partir del vínculo y los acuerdos de trabajo que se establecieron con referentes del MTE. La producción de conocimiento es una construcción social que se basa en la práctica y la reflexión sobre ella. Allí confluyen saberes y conocimientos de distinto tipo portados por una variedad de sujetos sociales pertenecientes al campo y las ciudades. El análisis realizado mostró la complejidad de la trama epistémica presente, la necesaria ampliación de la figura del especialista para nombrar a sujetos rurales que concentran saberes técnico-populares y el componente de experimentación que muestra la agenciación en relación a la construcción de conocimiento.

Palabras clave: movimientos populares; conocimientos; saberes; aprendizajes; economía popular; Argentina

Universidad Nacional de Luján / la Universidad de Buenos Aires. Argentina

E-mail: mer.palumbo@gmail.com

ORCID: 0000-0002-9765-1293

Universidad Nacional de Luján. Buenos Aires, Argentina

E-mail: anaclarademingo@gmail.com

ORCID. 0000-0002-7955-6954

Universidad Nacional de Luján. Buenos Aires, Argentina

E-mail: betinaplaza@gmail.com

ORCID: 0000-0001-6416-8310

Recibido: 08/06/2021 Aceptado: 21/11/2021

The processes of epistemic building in rural popular economy: knowledges, wisdoms and learnings in movement

Abstract

This article has as objective to address the recovery-valorisation and reinvention of knowledge and the exchange and appropriation of knowledge in the the life and work processes within popular economy, specifically concerning organized subjects in the rural branch of the Movimiento de Trabajadores Excluidos (Excluded Workers Movement - MTE). We are especially interested in inquiring the operations involved and how such knowledges, wisdoms and learnings are produced, transmitted and set in motion within the organization. A qualitative methodological strategy was carried out based on the partnership and the work agreements that were established with referents of the MTE. Production of knowledge is a social construction based on practice and reflection on practice. It brings together different kinds of wisdoms and knowledge from a variety of rural and urban subjects. The analysis carried out showed the complexity of the present epistemic plot, the necessary expansion of the figure of the specialist to name agrarian subjects who concentrate popular-technical knowledge, and the experimentation component that shows the agency in relation to knowledge construction

Keywords: popular movements; knowledge; wisdoms; learnings; popular economy; Argentina

Introducción

Los movimientos populares conforman totalidades formativas donde se combinan instancias con distinto grado de formalización pedagógica. Desde una concepción amplia de lo formativo, las prácticas cotidianas emergen como un potente ámbito de formación. Allí se llevan adelante procesos de construcción subjetiva y epistémica que resultan interesantes para la indagación en tanto se imbrican con la materialidad de la existencia en los sectores populares y los desafíos impuestos por la precariedad de las condiciones de vida y trabajo.

En ese marco general, este artículo tiene por objetivo indagar en la recuperación-valoración y reinvención de saberes tanto como en el intercambio y apropiación de conocimientos, comprendidas como operatorias epistémicas, que tienen lugar en los procesos de vida y trabajo que llevan adelante sujetos/as rurales organizados/as en Argentina. Nos interesa dar cuenta de los tipos de conocimiento que circulan y de las formas y procesos locales en los que son puestos en movimiento. Se busca presentar así los elementos comunes que atraviesan esta construcción epistémica en distintos sujetos/as rurales y sus territorialidades, aún pese a sus especificidades. Si bien la recuperación-valoración y reinvención de saberes tanto como el intercambio y apropiación de conocimientos se construyen en el cotidiano de los procesos de vida y trabajo, aquí nos detendremos específicamente en los modos en que la pertenencia a un movimiento popular media estas operatorias.

Las consideraciones compartidas focalizan en la rama rural del Movimiento de Trabajadores Excluidos, en adelante MTE, con base en un trabajo de indagación que se viene realizando desde el año 2019 en el marco del cual se tomó contacto con una variedad de sujetos/as pertenecientes a distintos lugares del país. El MTE surge en el año 2002 y está organizado en ramas según las actividades económicas que se desarrollen; entre ellas se destacan la rama rural, textil, socio-comunitaria, carreros y cartoneros, cuidacoches, liberados y juventud. Asimismo, este movimiento forma parte de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), creada en diciembre de 2019, sindicato que nuclea a las trabajadoras y trabajadores de la economía popular, organizaciones populares y cooperativas consolidando el proceso de agremiación del sector que iniciara la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP).

La rama rural del MTE comienza a conformarse en el año 2016. Surge a partir del proceso organizativo que este movimiento venía llevando adelante desde 2015 con los/as horticultores/as bolivianos/as del cordón hortícola platense, en la provincia de Buenos Aires, y a partir de allí se expande al resto de las provincias. Esta expansión se observa en la actual presencia de la rama rural del MTE en 20 provincias del país, sumando alrededor de 20000 familias pertenecientes a la agricultura familiar, campesina e indígena en el país (Lazarte et al., 2020). Actualmente, el MTE es una organización de relevancia en la representación del sector rural nacional (Shoaie Baker y García, 2021). La población que integra se encuentra conformada por los/as trabajadores del campo, las familias de agricultores/as entre los que podemos destacar campesinos tradicionales, crianceros, pescadores artesanales y los pueblos originarios (MTE rama rural, s/d). A pesar de las especificidades y problemáticas propias, vinculadas al tipo de producción que realizan, su situación diversa en relación a la tenencia de la tierra, la composición y las características de los territorios, los une la identidad como trabajadores/as que producen alimentos para el pueblo y que luchan por mejores condiciones de vida y trabajo (Palumbo y Buratovich, 2021).

Asimismo, mediante el impulso a una gremialidad de los/as excluidos/as del campo, el MTE propone el logro de condiciones dignas de vida y trabajo en la ruralidad en relación al acceso a la tierra y una justa distribución que sería posible a partir de la reforma agraria integral y popular, la transición agroecológica, la provisión de alimentos sanos y la construcción de un modelo productivo vinculado a la soberanía alimentaria con participación popular en todas las instancias vinculadas a la producción, comercialización y distribución de sus productos (Lazarte et al., 2020)1. Si bien lo laboral y productivo se presentan en la base de lo organizativo, desde allí se desprenden nuevos problemas que también son tomados y trabajados por el MTE como la cuestión de las juventudes y el género (Entrevista con referente nacional de la rama rural. Julio 2020).

El artículo inicia con los principales aspectos metodológicos que sustentaron la investigación para luego reponer las coordenadas conceptuales desde las cuales nos aproximamos a la dimensión de los saberes, conocimientos y aprendizajes. Este dispositivo teórico-metodológico se entrama en el análisis del material empírico a partir de la presentación de una matriz de la trama epistémica de la ruralidad de la cual solo analizaremos aquí dos operatorias que ponen en movimiento sujetos/as, saberes y conocimientos. Nos detendremos específicamente en, por un lado, la recuperación-valoración y reinvención de saberes y, por otro, en el intercambio y apropiación de conocimientos. Las reflexiones finales recapitulan los principales argumentos esbozados y valorizan los procesos de construcción epistémica en espacios de organización colectiva.

Aspectos metodológicos

La base empírica que recuperamos se produjo desde un equipo de investigación, extensión y docencia de la Universidad Nacional de Luján2 que se propone analizar los procesos de producción de subjetividades y saberes en la praxis organizativa, política y pedagógica de la CTEP-UTEP. Desde el año 2019, se sostiene un trabajo de vinculación con la rama rural del MTE para construir conocimiento en torno a estas experiencias y aportar a sus procesos de formación por medio de la elaboración de materiales escritos y audiovisuales.

En este marco, en acuerdo con el MTE, se inició una caracterización de la diversidad de sujetos/as que conforman la rama rural. La delimitación de los proyectos y experiencias productivas a indagar se realizó conforme a una dinámica de trabajo basada en la construcción de acuerdos con la organización, considerando sus preocupaciones y necesidades. Los/as sujetos/as rurales que la organización nos propuso como relevantes para su indagación fueron: a) los/as productores hortícolas, tomando la experiencia del cordón del Gran La Plata a quienes se sumaron los/as productores hortícolas de la Regional Oeste de la Provincia de Buenos Aires que comprende los partidos de Luján y de General Rodríguez; b) los/as crianceros/as de animales pequeños del Oeste Pampeano; c) los pueblos originarios de las comunidades mapuches ubicadas en el sur de la provincia de Neuquén; d) los/as productores/as neorrurales con opción por la agroecología de la cooperativa Malvinas Agroecológica en la ciudad de Malvinas Argentinas, Córdoba; e) los/as productores/as del Sur Cebollero, en el extremo sur de la Provincia de Buenos Aires, cuyo trabajo se encuentra articulado a cadenas de valor transnacionales; f) los/as pescadores/as artesanales de la ciudad de Concordia, Entre Ríos3.

Tal como hemos expresado en la introducción, sostenemos que el MTE rural resulta un ámbito relevante para analizar los saberes y conocimientos del trabajo en la economía popular en tanto, a pesar de su reciente creación en el año 2016, evidencia una gran heterogeneidad en su composición interna. Esta característica habilita la indagación de distintos/as sujetos/as, trabajos y dinámicas de saberes. Adicionalmente, el MTE es una organización de relevancia en la representación del sector rural (Shoaie Baker y García, 2021).

La investigación realizada se apoyó en un diseño de tipo cualitativo (Vasilachis de Gialdino, 2007), siendo pertinente para comprender en profundidad los procesos socio-históricos en indagación. Para cada sujeto/a relevado/a se realizaron observaciones participantes a partir de recorridas de los territorios y espacios organizativos internos, se llevaron a cabo entrevistas en profundidad individuales y colectivas a referentes/as y productores/as y se registró audiovisualmente4. Asimismo se contó con material documental de apoyo para complementar la información obtenida, tanto documentos escritos producidos por la rama rural como materiales facilitados en los distintos territorios (artículos de la prensa local, folletos de convocatorias internas y acceso a registros fotográficos y materiales audiovisuales). El trabajo de campo se vio redefinido en sus condiciones por la pandemia por COVID-19 considerando las restricciones en la circulación interjurisdiccional, y pasó a ser canalizado por medios virtuales durante el periodo de ASPO/DISPO con excepción de los/as productores/as cercanos/as a la zona de influencia de la universidad de Luján, con los cuales se pudo sostener el trabajo presencial. La cantidad de observaciones, entrevistas y documentos a relevar se definió según el criterio de saturación teórica (Kornblit, 2004). En esta decisión intervino además el diálogo con los actores locales que integran la rama rural del MTE en cada territorio.

El análisis aquí compartido surge de un proceso fuertemente inductivo, que buscó partir del material empírico recolectado en las distintas instancias de trabajo de campo que involucraron una aproximación a sujetos/as rurales singulares, en diálogo con las coordenadas conceptuales presentadas en el próximo apartado. Como resultado de este proceso, se confeccionó una matriz de análisis de los saberes y conocimientos de la rama rural del MTE que buscó ordenar y sistematizar la información empírica.

Coordenadas conceptuales en torno a saberes, conocimientos y aprendizajes

En este apartado, compartimos las coordenadas conceptuales en las que se apoya, en diálogo con el material empírico, el análisis de las operatorias epistémicas de recuperación-valoración y reinvención de saberes tanto como el intercambio y apropiación de conocimientos en la rama rural del MTE. Cabe mencionar la existencia de un conjunto de antecedentes que abordan la construcción de saberes y aprendizajes en la ruralidad en Argentina fuera de los espacios formales de instrucción, aunque no siempre enfocada en sectores organizados como se propone este artículo (Lemmi, 2020; Lemmi, Morzilli y Castro, 2020; Padawer, 2013, 2019; Padawer y Rodríguez Celín, 2015; Padawer, Soto y Olivieri, 2020).

Partimos de una concepción amplia de lo formativo que convierte a los movimientos populares en totalidades formativas donde se combinan instancias con distinto grado de institucionalización pedagógica. De allí las conceptualizaciones de los movimientos como “sujeto y principio educativo” (Caldart, 2008; Michi, 2010), “principio y matriz formadora” (Arroyo, 2012) y “espacio educativo” (Rigal, 2015).

Para el caso que nos convoca, las instancias de deliberación y organizativas, las acciones de luchas y las prácticas productivas, así como las escuelas y los talleres de formación, conforman escenarios pedagógicos en los cuales se transmiten, apropian y producen saberes y conocimientos y se construyen aprendizajes. En la rama rural del MTE, lo pedagógico no se circunscribe a la reproducción de contenidos específicos, técnicas o instrumentos de transmisión, ni tampoco a espacios intencionalmente dispuestos ni a personas que concentran determinados saberes y ocupan de modo permanente el rol de educadores/as (Gohn, 2009). Se revaloriza la cotidianeidad y el colectivo como aspectos de esta concepción amplia de la formación donde los saberes y conocimientos se encuentran distribuidos y co-construidos (Michi, 2021; Michi y Di Matteo, 2005; Michi, Di Matteo y Vila, 2009).

Para mirar la producción de conocimiento al interior de los procesos organizativos colectivos, nos inscribimos en la perspectiva contextualista (Engeström, 1996; Lave y Wenger, 1991; Rogoff, 1993). Dicha perspectiva recupera la centralidad del contexto, en la mutua implicación de éste con los individuos en el marco de situaciones de conocimiento vinculadas a la vida cotidiana, la interacción entre pares y el trabajo. Las actividades humanas se comprenden en su enraizamiento en el contexto, concebido como un entramado de relaciones que da sentido a la estructura de significado (Rogoff, 1997; Cole, 2000) y no solo en cuanto a la influencia que reciben del mismo. Por tanto, no es posible escindir la mirada sobre saberes, conocimientos y aprendizajes de la materialidad de la existencia, de los desafíos impuestos por la supervivencia en el medio rural, del pensar-actuar que se entraman en la praxis (Baraona, 1986; Padawer, 2019).

El concepto de comunidades de práctica, elaborado por Jean Lave, proviene de una revisión del concepto de praxis marxista y de la teoría de la actividad de raíz vygotskiana (Lave, 2011). Este concepto nos permite abordar los saberes y conocimientos que se producen en los espacios cotidianos analizando cómo, en estas situaciones, los/las sujetos/as se relacionan conflictivamente en el hacer a través de distintas maneras de participar en relación (Rodríguez Celín et al., 2018). La idea de praxis nos permite, entonces, salir de una mirada contemplativa de la realidad para asumir la transformación que surge del ida y vuelta entre acción y reflexión en la cual se inscribe la producción de conocimiento. Quiroga (1999) afirma que cada sujeto “...se constituye en una praxis, en una dialéctica de transformación de sí y de lo real, o sea, en aprendizaje, somos esencialmente no sólo seres sociales sino sujetos/as cognoscentes. Y somos también en cada aquí y ahora el punto de llegada de una historia social y vincular que puede ser caracterizada como una trayectoria de aprendizajes” (p. 34). Esa historicidad va configurando modelos o matrices multideterminadas, en términos de actitud dialéctica de encuentro con la realidad, con los objetos de conocimiento, con nosotros/as mismos/as y con los/as demás, a partir de aprendizajes explícitos que se producen al compartir una actividad, pero también de aprendizajes implícitos.

Ahora bien, encontramos debates no saldados, así como cierta indeterminación conceptual en torno al uso de las categorías saberes, conocimientos y aprendizajes dentro del campo de la pedagogía y de las Ciencias Sociales en general. Frente a lo anterior, seguimos la línea interpretativa planteada por Michi (1998) y Vasco Uribe (2012) quienes proponen diferenciar saberes de conocimiento y, a su vez, establecer un continuo o espectro entre ambos ubicando en sus extremos gestos diferenciales en los términos de los grados de precisión, objetivación y validación.

Los saberes poseen una menor validación, son difusos e imprecisos, no se encuentran claramente circunscritos, ubicados y delimitados, se vinculan a lo concreto, lo práctico, lo cotidiano y las prácticas sociales. Por su parte, el conocimiento exige mayor elaboración, validación, contrastación y confiabilidad, da intervención a la escritura, sirve para dar explicaciones o proponer teorías (aun cuando sean teorías referidas a cuestiones prácticas) y presenta mayores grados de descontextualización de las prácticas concretas5. La alusión a un continuo o espectro nos resulta interesante para evitar caer en abordajes dicotómicos entre saberes y conocimientos, soslayando las interrelaciones entre ellos. Los sistemas cognoscitivos campesinos6 que buscamos aquí comprender no son cerrados, se reactualizan acorde a las necesidades que surgen de las prácticas concretas e incorporan conocimientos técnico-académicos. En este sentido, la idea de continuo se presenta más apropiada para dar cuenta de los procesos formativos que tienen lugar en la rama rural del MTE donde identificamos aquello que Díaz Tepepa, Ortiz Báez y Núñez Ramírez (2004) nombran como “acoplamiento entre tradición y técnica” motorizado por necesidades prácticas. Como sostienen Michi, Di Matteo y Vila (2021), los saberes que se ponen en juego en los movimientos y organizaciones populares van construyendo sucesivas síntesis, al tiempo que siguen siendo recuperados, transmitidos y recreados constantemente en la praxis cotidiana.

Por su carácter dinámico, el sistema cognoscitivo campesino propicia que lo tradicional se reactualice en el cotidiano de las prácticas productivas frente a las dificultades y novedades que se van encontrando, como también en los procesos organizativos donde se articula un diálogo con sujetos/as que poseen conocimientos técnico-académicos, así como con otros/as del entorno rural que portan saberes específicos. De allí la necesidad de interpretar los saberes campesinos desde la innovación constante, la experimentación cotidiana y la confrontación y contrastación de los resultados, sin invalidar la importancia de la tradición y las costumbres (Díaz Tepepa, Ortiz Báez y Núñez Ramírez, 2004). Tradición e innovación conviven de manera no dicotómica. En el marco de la experimentación, que es productiva, y también epistémica, se despliegan los aprendizajes.

Los aprendizajes se construyen compartiendo las prácticas cotidianas, mediante la participación activa y el involucramiento en la tarea. Esto supone que los/as sujetos/as con menos experiencia, se involucren en las actividades mediante observaciones e implicaciones graduales en la tarea, y se comuniquen de forma práctica y verbal con los/as sujetos/as que forman parte de ella. De este modo, se van apropiando de los saberes y conocimientos. Nos referimos a la apropiación en términos sociales (Rockwell, 2000; Rogoff, 1997; Padawer, 2019; Padawer y Rodríguez Celín, 2015), ya que la misma no se centra en el proceso cognoscitivo del sujeto individual ni en sus capacidades, sino que se sitúa en las relaciones y prácticas sociales cotidianas, a través de las cuales los/as sujetos/as se encuentran con otros/as y construyen saberes y conocimientos. En diálogo con Rockwell y Rogoff, cabe recuperar la categoría participación periférica legítima, formulada por Lave y Wenger (2007) y retomada por distintas investigaciones de Argentina con interés en los aprendizajes que tienen lugar en las nuevas generaciones (Padawer, 2020; Lemmi, 2020; Lemmi, Morzilli y Castro, 2020). La participación periférica legítima se refiere a los procesos de aprendizaje que tienen lugar entre aprendices y veteranos/as en las prácticas sociales en torno al saber-hacer; aprendizajes que muestran la naturaleza conflictiva de estos procesos. Siguiendo a Padawer (2019) podemos afirmar que los espacios donde se producen aprendizajes en el mundo rural tienen protagonistas centrales y periféricos, en tanto allí se estructuran comunidades de práctica. El concepto de participación periférica legítima (Lave y Wenger, 1991) nos permite identificar situaciones de aprendizaje donde se producen diálogos no solo intergeneracionales sino también entre productores/as y técnicos/as en torno a la práctica. En palabras de Padawer, “la producción de conocimiento es inherentemente práctica, comunitaria y es conflictiva” (2020:41).

Concebimos el aprendizaje, entonces, como un proceso situado y colaborativo, arraigado en una cultura que da cuenta de la dinámica de apropiación, recepción, resignificación, transformación y construcción de saberes y conocimientos. Según Michi (1998), con la categoría aprender se nombran los procesos más que los saberes vehiculizados. De allí, la importancia de recuperar esta categoría a los fines de este artículo junto a la de saberes y conocimientos. Así, se aprende mirando, preguntando, experimentando, reflexionando y practicando. Los saberes resultantes “se hacen parte” de los/as sujetos/as porque estuvieron implicados, porque fueron (re)construidos por ellos/as mismos/as en este proceso activo.

Las operatorias epistémicas en la ruralidad

En el diálogo establecido entre el trabajo de campo, realizado según las coordenadas arriba descriptas, las consideraciones conceptuales y los antecedentes investigativos construimos una matriz de análisis referida a la trama epistémica presente en los/as sujetos/as rurales nucleados/as en torno al MTE. Dicha matriz se organiza en función de los tipos de saberes y conocimientos, de los lugares donde los mismos se producen y reproducen, y de las operatorias epistémicas.

En cuanto a los tipos de saberes y conocimientos orientados a la producción, identificamos aquellos técnicos donde confluyen saberes técnico-populares y conocimientos técnico-académicos. Tal como se desarrollará más adelante a partir del caso del MTE, partimos de concebir la existencia de saberes técnicos en todas las personas involucradas en el movimiento, pero al mismo tiempo nos resulta necesario dar cuenta de sus especificidades considerando los diferentes espacios donde se construyen y recrean, así como sus formas de transmisión y apropiación. En cuanto al primer aspecto, encontramos saberes acerca de la cría de animales, de la siembra y la cosecha a gran escala, de la organización de las quintas, de la producción artesanal. Por otro lado, distinguimos saberes y conocimientos político-organizativos vinculados a lo sindical, la negociación con las autoridades, el proyecto económico y el modelo de producción y consumo, la construcción de procesos organizativos, la memoria y las identidades colectivas7. Los lugares en los cuales se produce y reproduce esta trama epistémica comprenden instancias intencionalmente pedagógicas como capacitaciones productivas y político-sindicales brindadas en el marco del MTE y la CTEP-UTEP, otros espacios de carácter deliberativo como las asambleas y plenarios, donde se producen intercambios con otros/as productores/as de la rama rural y de otras ramas del MTE, así como en acciones de lucha (marchas, cortes de ruta, verdurazos) y las propias prácticas de producción8.

A los fines de este artículo, nos ocuparemos específicamente del aspecto concerniente a las operatorias epistémicas presente en la matriz descripta. Con esta noción, nombramos las múltiples formas y procesos locales en las que los saberes y conocimientos son producidos, transmitidos y puestos en movimiento considerando las totalidades pedagógicas conformadas por los movimientos populares (Palumbo, 2017). Estas formas contemplan el involucramiento de la integralidad de los/as sujetos/as sin reducirse a un plano cognitivo. Nos referimos a la recuperación, compartida, transmisión y afirmación de saberes, procesos de experimentación con nuevos saberes que implican creación e invención, recreación de saberes en nuevos contextos, intercambio entre distintos saberes y conocimientos, y construcción de la legitimidad de saberes que habilitan su consideración como viables, posibles y concretables. Las operatorias epistémicas condicionan, mediante interpelaciones y también tensiones, el tratamiento de los saberes y conocimientos, sus modos de circulación y los vínculos y roles establecidos entre los/as sujetos/as involucrados/as.

Si bien acordamos con el postulado de Porto Gonçalves (2009) respecto a la importancia de considerar la “geograficidad de lo social y lo político”, extensible en nuestro caso a los saberes y conocimientos inscriptos en una territorialidad específica, la matriz construida y el análisis de este artículo pretende dar cuenta de aquellos elementos comunes que son recurrentes en los/as distintos/as sujetos/as del medio rural analizados a pesar de la heterogeneidad que los atraviesa. En lo que sigue, nos centramos en dos de las operatorias que se ponen en juego en relación a la trama epistémica de los/as sujetos/as que conforman la rama rural del MTE. En primer lugar, se indaga la recuperación-valoración y reinvención de saberes que intervienen en la construcción de estrategias que viabilizan un proyecto de vida y trabajo en la ruralidad para las generaciones más jóvenes. En segundo lugar, se abordan los procesos de intercambio y apropiación de conocimientos técnicos y político-organizativos que tensionan las formas tradicionales de llevar adelante la producción.

Los procesos de recuperación-valoración y reinvención de saberes

La operatoria de recuperación-valoración de saberes se presentó recurrentemente en los relatos de los/as sujetos/as con quienes nos vinculamos en los distintos territorios que conforman la rama rural del MTE. Específicamente, se asoció al tipo de saberes que denominamos técnicos y que, en el medio rural, comprenden un saber-hacer sobre la cría de animales y la producción agrícola tanto como un conjunto de prácticas tradicionales como conservas y las artesanías del cuero, telar, platería, madera y cerámica para el autoconsumo y, en algunos casos, también para la venta. Siguiendo el análisis de Di Matteo (2014) sobre recuperar y valorar, la primera alude al proceso de evocar y reapropiarse colectivamente de saberes populares en riesgo de dejar de ser compartidos o directamente ser olvidados y descartados como valiosos por los mecanismos históricos y contemporáneos de carácter material y simbólico de descampesinización9. En este sentido, la recuperación va de la mano de lo que se designa, desde la literatura del campo de la sociología rural, como recampesinización (Domínguez, 2012) que involucra procesos económicos, políticos, sociales y también pedagógicos. Por su parte, valorar implica reconocer la existencia de saberes en todos los/as sujetos/as, sus colectivos y territorios. Esta concepción se vincula con el hecho de que los saberes están anclados en el acto de vivir y hacer cotidiano.

La transmisión intergeneracional de los saberes tradicionales de la vida y la producción rural constituye un aspecto central de la recuperación y valoración. En este sentido, se ubica a la juventud como heredera de una memoria de saberes del campo que se encuentra, al mismo tiempo, tensionada por el hecho de su alejamiento de la ruralidad. Existe un conjunto de investigaciones que analizan a las juventudes rurales, especialmente en el cordón hortícola platense (Garatte, 2016; Larrañaga, 2017; Lemmi, 2020; Lemmi, Morzilli y Castro, 2020; Lemmi, Morzilli y Moretto, 2018; Shoaie Baker y Garcia, 2020, 2021). Aunque también se encuentran trabajos que reflexionan acerca de las juventudes de otros territorios como el noreste argentino (Padawer, 2020; Padawer y Rodríguez Celin, 2015). La construcción de los sentidos sobre el futuro de las nuevas generaciones al interior de las familias y el lugar ocupado por la escolarización en la postulación de un proyecto aparece como un tópico transversal a la citada bibliografía. En este sentido, nos resulta interesante retomar a Lemmi, Morzilli y Castro (2020) respecto a la ambivalencia de los/as adultos/as dado que, al tiempo que esperan que colaboren con la unidad productiva, anhelan que estudien y vivan una vida distinta asociada a los estudios superiores y la vida profesional. El futuro se entrama así con las posibilidades o dificultades del recambio generacional en las unidades de producción, con la permanencia o abandono del campo de los/as jóvenes y las afectaciones que lo anterior produce en el sostenimiento del trabajo.

En el caso del corpus de entrevistas en análisis, y en diálogo con la referida literatura académica, el proyecto de salida del campo es, en ocasiones, alentado por las mismas familias que buscan una vida mejor para sus hijos/as. A este respecto, un joven productor hortícola de una localidad ubicada en el Oeste Pampeano comenta sobre la falta de oportunidades en el campo:

Victorica, como muchos pueblos del oeste, tiene muchas dificultades para ofrecer posibilidades a los jóvenes. En el campo está pasando mucho eso [...] se va la gente que tenía el saber hacer del campo y los jóvenes no tienen expectativa para quedarse, entonces, un poco ese desafío, ¿no? Tratar de entre nosotros mismos asumir ese desafío de tomar coraje y darnos posibilidades para nosotros mismos. En ese camino dijimos: “solos, por más que estemos nosotros juntos es poco”. Y los compañeros del MTE nos dieron una mano con el tema de lo organizativo y también conseguimos salario para algunos compañeros y eso es una motivación también. (Intervención en la Asamblea de Familias Rurales, realizada en Santa Isabel, La Pampa. Febrero 2020).

La permanencia de la juventud se expresa en clave de trabajo y de garantía de un ingreso, tanto como de consolidación de un proyecto y una perspectiva de continuidad en el tiempo. En palabras de un joven horticultor de La Plata: “Hay que garantizar un campo estable, una vida en el campo mejor para que los/as jóvenes se puedan desarrollar en el campo y crear actividades en el campo o formaciones en el campo” (Entrevista a joven productor hortícola de La Plata. Octubre 2019). A este respecto, tal como se señala en la cita de la Asamblea de Familias Rurales de La Pampa, el MTE motoriza procesos de mediación que favorecen la recuperación-valoración de los saberes de estas nuevas generaciones como parte de la producción rural a partir de la construcción de estrategias colectivas que tornen viable un proyecto de vida en la ruralidad. En este punto, cabe destacar no solo proyectos de producción y comercialización con base en lo organizativo sino también se destacan reiteradamente los usos del salario social complementario10, conquista gremial lograda por el MTE como parte de la UTEP, que funcionan como facilitadores de condiciones materiales y concretas que apuntalan la operatoria epistémica nombrada. Observamos que, de modo intencional, el salario social complementario se destina a las juventudes de las comunidades, sea como complemento de ingresos en todos los territorios, como asalarización de trabajos en infraestructura popular realizados por jóvenes para potenciar el desarrollo de proyectos productivos comunitarios como en el caso del Sur Neuquino; o bien para sostener los estudios universitarios de jóvenes en el Sur Cebollero.

La recuperación-valoración de saberes entre generaciones aparece enunciada por jóvenes de los distintos territorios con expresiones que refieren a un mirar hacia atrás y arriba, hacia las raíces y los ancestros, los mayores y los antepasados. Un joven referente del Oeste Pampeano comenta que “tenemos que conectar con una generación atrás, hay cosas que se perdieron pero que están ahí” (Conversación informal. Septiembre 2019), en relación a los saberes sobre la siembra del trigo agroecológico, que la juventud no los tiene pero que pueden recuperarlos “conectando” (preguntando, dialogando) con sus madres y padres. En igual sentido, el joven horticultor de La Plata ya citado se inscribe en una tradición familiar campesina que une generaciones tanto como países: “Somos campesinos y mis antepasados también son campesinos: lo tenemos en la sangre, las raíces, por eso defiendo mucho mi actividad o mi trabajo… La producción viene de arriba para abajo, porque en Bolivia tengo mi abuelo que vive allá, y tengo raíces bolivianas también” (Entrevista realizada en octubre de 2019). En el Sur Neuquino, el Barrio Intercultural ubicado en el paraje Trompul de la ciudad de San Martín de los Andes que recorrimos en octubre de 2019, es otro ejemplo de la recuperación y puesta en valor de saberes en la construcción de viviendas, habitadas por jóvenes en su mayoría, con base en la ruca mapuche.

Por lo tanto, la recuperación-valoración de los saberes portados por “los mayores”, que se desarrolla en cuanto son participantes periféricos legítimos (Padawer 2020; Lave y Wenger, 1991) de las prácticas de producción familiar, se encuentra mediada también por la pertenencia de las nuevas generaciones al MTE en un doble sentido. De una parte, se articulan proyectos y estrategias materiales apoyados en la gremialidad en torno a los/as excluidos/as del campo que buscan generar el trabajo y los ingresos necesarios para sostener una vida en el campo. De otra parte, en la totalidad formativa que compone la rama rural del MTE, se asumen prácticas y discursos de validación de sujetos/as, historias y experiencias asociadas a la ruralidad que implican para la juventud un “enraizarse” epistémico en los orígenes y la cultura, a contramano de la desvalorización que opera en otras instituciones. En este sentido, la mediación del MTE resulta de la reconstitución, recreación y/o afirmación, según el sujeto del que se trate, de los modos de vida del campo, siendo los saberes y su transmisión intergeneracional una dimensión central para el sostenimiento de los mismos en el tiempo. Así, apoya el proceso que tiene lugar en el pasaje de la juventud a la adultez entre horticultear, que implica aprender estas actividades productivas en el contexto familiar mientras la actividad principal es el estudio, y autoadscribirse como productores/as hortícolas para el caso del MTE en el periurbano de La Plata que analizan Lemmi, Morzilli y Castro (2020), pero que puede extenderse a otros territorios rurales.

Ahora bien, la recuperación-valoración de saberes no solo reenvía al pasado sino también al presente y al futuro. Se asocia así a operatorias de reinvención que le otorgan vitalidad y operatividad a los saberes en condiciones que, a menudo, distan de aquellas en las que se produjeron. En los territorios de la rama rural del MTE, se verifican situaciones caracterizadas por una menor disposición de tierra, cambio en las condiciones climáticas, avances del agronegocio que modifica las formas de producción (uso de agrotóxicos, semillas híbridas), y un menor acceso a recursos centrales como el agua. Las citas que se transcriben a continuación, de un joven integrante de la cooperativa “Malvinas Agroecológica” de Córdoba y de un referente mapuche en Neuquén, dan cuenta de esa dinámica epistémica en la cual la recuperación se presenta acompañada de otros procesos que son nombrados como “acomodar” y “probar” saberes ancestrales y tradicionales en “la materialidad de hoy”:

El ejemplo más claro es el de nuestros viejos con la luna, o con los movimientos cósmicos […] lo recuperamos porque creo que nos lo borraron a lo largo de la historia, todo ese conocimiento; entonces hay que traerlo de nuevo al presente, ver cómo lo acomodamos, lo probamos… los abuelos nuestros te decían ‘no podés en tal luna’, y ¿por qué? O ‘no carnees un animal en luna llena’; ‘no hagas embutido en luna nueva’; son todas cuestiones que ellos las tenían ancestralmente y que eso se fue perdiendo en el medio. (Entrevista a integrante de la cooperativa Malvinas Agroecológica, Córdoba. Junio 2019)

Tenemos que sacar a la luz el conocimiento mapuche, replicar ese conocimiento y aplicarlo al barrio [intercultural]. Recuperar el conocimiento ancestral con la materialidad de hoy, para recuperar la forma de vida de nuestros antepasados. (Entrevista a un dirigente mapuche de la comunidad Curruhuinca Barrio Intercultural paraje Trompul, Neuquén. Octubre 2019)

Tanto en Córdoba como en Neuquén, los procesos de recuperación-compartida y reinvención de saberes se encuentran mediados por lo organizativo-gremial. La creación de una cooperativa de trabajo con una mirada agroecológica en una localidad urbana que funciona como satélite de la ciudad capital de la provincia, así como la reafirmación del horizonte estratégico de los pueblos mapuche de vuelta a la huerta por la vía organizativa de tipo gremial, posibilitan por medio de prácticas formativas sistemáticas junto al carácter pedagógico del trabajo mismo, también intencionado por el discurso y el proyecto del MTE, el desarrollo y la potenciación de las operatorias epistémicas descriptas.

En clave de reinvención, el caso del Sur Neuquino resulta paradigmático del modo en que el MTE aparece como facilitador, como espacio posible de interlocución, recuperación y diálogo de saberes. El proyecto de “vuelta a la huerta”11, expresión reiteradamente aludida por los/as integrantes de la comunidad Curruhuinca en el sur de Neuquén, denomina el horizonte estratégico que busca ser potenciado por medio del MTE para revertir el alejamiento de los territorios. La “vuelta a la huerta” implica, en términos simbólicos, la afirmación de sus prácticas económicas, que a pesar de la nominación utilizada no son solo agrícolas, y la construcción de una mayor viabilidad de las mismas desde lo material (Palumbo y Buratovich, 2021). En este sentido, no se entiende como un regreso a un pasado glorioso donde el pueblo mapuche tenía una economía exitosa basada en la agricultura, ganadería y recolección, sino como la recreación de las estrategias de vida y prácticas productivas para adaptarlas al contexto actual. La afirmación de sus prácticas económicas supone el desafío de reinventar los sistemas tradicionales de producción en la búsqueda de nuevas opciones productivas, complementarias de la cosmogonía mapuche. Allí tiene lugar necesariamente un diálogo de saberes y sujetos/as. En la articulación entre las comunidades mapuche y el MTE, se llevan adelante construcciones para desarrollar cultivos bajo cubierta con un diseño resistente a las bajas temperaturas y con una estructura elaborada en base a materiales locales provenientes del trabajo cooperativo del MTE de la zona, así como una cría de mayor número de animales para aumentar la productividad, permitiendo a los/as jóvenes visualizar posibilidades materiales de establecerse como crianceros/as.

La reinvención de los saberes tradicionales conlleva la construcción de aprendizajes en torno a lo que las actuales condiciones histórico-sociales y contextuales permiten, a lo que cambia y lo que permanece, a lo transmitido y lo experimentado. A este respecto, resulta ilustrativo el relato de mujeres hortícolas de Open Door, de la regional oeste del MTE en la provincia de Buenos Aires, quienes hicieron la experiencia de dejar “semillar” los zapallitos redondos y zucchini para no comprar semillas, tal como les habían enseñado y lo habían visto hacer a sus madres hace menos de diez años. La producción de zapallitos no resultó como esperaban y no se pudo comercializar. La recuperación-valoración del proceso epistémico en torno al manejo y uso de las semillas no logra los resultados que se verificaban en contextos anteriores, aunque sean relativamente cercanos en el tiempo, cuando existen situaciones de compra y uso de semillas manipuladas. En palabras de una productora hortícola de Open Door, “para mí que acá a la semilla la deforman solamente para una plantada, ya no para que vos saques tu propia semilla, sino para que vos sigas comprando la semilla’’ (Entrevista realizada en febrero 2020). Aquí se observa un aprendizaje respecto a la modificación genética de las semillas en los laboratorios que tiene lugar en la experimentación cotidiana y que entra en diálogo con los postulados de la rama rural del MTE.

Los extractos citados muestran que la conservación de una memoria de saberes opera en conjunto con su reinvención, pero también con su puesta en suspenso cuando las condiciones no permiten su validación práctica. Por tanto, la recuperación-valoración no implica solo la recepción de saberes y su mera aplicación sino también la posibilidad de su puesta a prueba en nuevos contextos a través de procesos de experimentación y de una capacidad de innovación que es propia de los sistemas cognoscitivos campesinos. Como apuntan Díaz Tepepa, Ortiz Báez y Núñez Ramírez: “la tradición no está reñida con la incorporación de nuevos saberes (vengan de dentro o de fuera), es decir, con la innovación. Más bien lo que ocurre en la comunidad campesina es un acoplado de saberes y conocimientos para la resolución de problemas productivos” (2004:63). La reinvención de los modos tradicionales de producción se encuentra mediada por el diálogo con el MTE; esto es, por conocimientos técnico-académicos y la urbanidad tal como se profundizará más adelante.

Las operatorias epistémicas de recuperación-valoración y reinvención adquieren relevancia en tanto son la base para la construcción de estrategias para resistir el abandono de la vida rural. Muestran no solo la posibilidad de continuidad intergeneracional de los saberes sino también la necesaria resignificación y adaptación. En este marco debe leerse el “orgullo” de la juventud del Oeste Pampeano de disponer del saber campesino de la cría de animales de la generación anterior y el proceso de reafirmación identitaria de los modos de vida y producción mapuche en las comunidades del Sur Neuquino. En estas experiencias del mundo rural, las iniciativas gremiales del MTE habilitan un abanico de prácticas orientadas a la mejora de la calidad de vida de individuos y familias que se articulan con la construcción de experiencias económicas colectivas con alto grado de complejidad, con la puesta en juego de saberes previos y con la emergencia de nuevas preguntas que se constituyen en desafíos de conocimiento, donde se apela al saber técnico-académico, que no necesariamente contiene respuestas a esas preguntas, y donde la interacción entre saberes y conocimientos se convierte en elemento decisivo (Di Matteo, 2021; Michi, 2020). Esa dimensión pedagógica es central para la afirmación del sujeto colectivo y sus proyectos y, por tanto, para la mejora en las condiciones de existencia. Las prácticas que recrean el modo de vida rural, alentadas por el MTE, aunque con una historia previa, se inscriben y se nutren en un imaginario alternativo al modelo de producción dominante, que comienza a ofrecer pautas de lectura de la realidad y de afirmación de intencionalidades propias (Domínguez, 2011). Son procesos culturales, identitarios y políticos con un fuerte carácter pedagógico. Así como el proceso de afirmación política, identitaria y organizativa del sector es central para mantener el arraigo y desplegar iniciativas de mejoras de ingreso, condiciones de trabajo y calidad de vida, la dimensión pedagógica de estos procesos se torna también relevante.

Los procesos de intercambio y apropiación de conocimientos

En este último apartado nos interesa detenernos en los procesos de intercambio y apropiación de conocimientos técnicos y político-organizativos que se desarrollan en torno a las prácticas que impulsan los/as productores/as de la rama rural del MTE. Cabe señalar que existe una diversidad de sujetos/as dentro de la rama -como ya mencionamos con anterioridad- quienes poseen conocimientos específicos en relación a las actividades productivas que realizan, y los mismos entran en tensión y se enriquecen a través de los intercambios y apropiaciones que se generan en el seno del movimiento.

Si bien existe una idea generalizada de que el conocimiento técnico es el que poseen los/as profesionales y especialistas vinculados a la producción agropecuaria provenientes de instituciones estatales y universitarias que, en algunos casos, también integran los movimientos populares como militantes-técnicos, consideramos que los/as productores/as del mundo rural poseen saberes y conocimientos que son también técnicos porque se construyen en la propia práctica y les permiten resolver problemas propios de dicha actividad. Es por ello que realizamos una diferenciación entre ambos a partir de la distinción entre conocimiento técnico-académico, y conocimiento técnico-popular. Planteamos que su especificidad radica en que se construyen y recrean en ámbitos distintos y en base a formas singulares de transmisión y apropiación. Cabe señalar que esta distinción opera solo a los fines analíticos, dado que no da cuenta de la dinámica de saberes y conocimientos que entendemos como abiertos, incompletos y con algún grado de síntesis en relación a otros saberes y conocimientos.

Caracterizamos al conocimiento técnico-académico, como aquel construido por profesionales con trayectorias en las ciencias aplicadas y agrarias. La base de su conocimiento se sitúa en la teoría e intervienen diferentes disciplinas académicas de acuerdo a los problemas productivos que se estén abordando, y las respuestas pueden construirse de manera descontextualizada. Saldando los riesgos de caer en dicotomías, resultan significativos los aportes de Padawer (2019) sobre la participación periférica legítima, en tanto las/los productores/as tanto como las/los técnicos/as atraviesan los espacios donde son novatos/as y expertos/as según los grados de involucramiento en la actividad. Por su parte, consideramos al conocimiento técnico-popular como aquel construido por sujetos/as rurales que poseen vasta experiencia en la actividad que realizan y son reconocidos en su comunidad por ello. Retomamos la conceptualización de Díaz Tepepa, Ortiz Baez y Núñez Ramirez (2004) quienes caracterizan a estos/as sujetos/as como especialistas que se apoyan en la práctica, acumulan el conocimiento producido, lo explican y lo socializan con la comunidad. Asimismo, otra particularidad del conocimiento técnico-popular radica en que sus “especialistas” van produciendo asociaciones lógicas y buscando explicaciones frente a los problemas que surgen, también sistematizan los errores y fracasos para aprender de ellos. Todos estos son procesos de pensamiento involucrados en la práctica cotidiana, dando cuenta de la reflexividad y la sistematización de los conocimientos que se producen a partir de la propia actividad.

A partir del desarrollo del trabajo de campo que realizamos en los distintos territorios del MTE, identificamos el lugar que se le asigna a sujetos/as reconocidos/as por su comunidad como “especialistas” porque su práctica ha sido exitosa, los saberes que portan son consultados por el resto de la comunidad y ellos/as son capaces de transmitirlos con claridad. En los casos en los cuales estos/as especialistas populares se integran a la rama rural del MTE, se promueve y acompaña la reafirmación de estos lugares de protagonismo y referencia. Dada la totalidad formativa del movimiento a la cual nos hemos referido como clave interpretativa, desde el MTE se propician diversas instancias de consulta, intercambio y planificación donde las/los especialistas encuentran oportunidades de compartir estos saberes técnicos. A su vez, estos espacios de formación, sea explicitada o no esa intencionalidad, resultan beneficiosos para la comunidad. A modo de ejemplo, podemos referirnos a la conversación informal con una delegada de la zona de Luján, quien nos relata cómo ayuda a organizar la distribución de las quintas de los/as nuevos/as “paisanos/as” que llegan de otras zonas y facilita datos sobre dónde conseguir insumos, abonos y herramientas (Conversación informal con productora de Luján. Mayo 2020). Esta delegada, reconocida por su capacidad para planificar la producción hortícola, a partir de las tareas de coordinación que asume desde su incorporación al MTE, y de las instancias de consulta e intercambio, se consolida en su referencia entre productores/as recién llegados a la zona y novatos/as en la actividad hortícola, a quienes brinda asesoramiento.

Además del intercambio y apropiación de conocimientos al interior de las comunidades a partir de los/as “especialistas”, encontramos en la rama rural del MTE procesos que se dan entre distintos actores locales emplazados en un territorio común por ser parte de un mismo movimiento popular. Resulta interesante el caso del sur de la provincia de Neuquén, donde el diálogo de saberes tiene lugar entre sujetos populares con trayectorias urbanas y rurales, tanto como dentro de dos sujetos rurales que se adscriben identitariamente como productores/as hortícolas y pueblo mapuche. A continuación, compartimos un fragmento de entrevista a un especialista hortícola del Sur Neuquino (J) en diálogo con un militante popular de la organización urbana Vecinos Sin Techo (F):

F: Es un groso, lo más de lo más en producción de hortalizas, todo ese vivero es J. De ahí estamos aprendiendo nosotros.

J: No es un vivero, sino que es un invernadero, una huerta comunitaria, en este momento está colaborando la CTEP. Pero el invernadero este, es de los Vecinos Sin Techo. En este momento está haciendo frío acá, y viento, ahí adentro la temperatura está más o menos en 20 grados. Acá yo fui el primero que armé un invernadero, de dónde lo saqué no lo sé, no me recuerdo, son años. Hay un poco de todo, no es lo ideal, pero lo vamos a hacer ideal. (Entrevista realizada en octubre de 2019)

Como se evidencia a través de este testimonio, los/as especialistas poseen en la comunidad un lugar muy importante, el de la trasmisión de saberes, tanto aquellos denominados ancestrales, como otros que son fruto de la práctica y del intercambio con diversidad de actores. Asimismo, destacamos que en el fragmento que compartimos no solo cobra importancia el intercambio entre el mundo rural y urbano, representado por J. y F. respectivamente, sino también aquel entre sujetos/as rurales: el especialista que, en este caso en particular, es de origen boliviano comparte sus saberes hortícolas para el armado de invernaderos a las comunidades mapuche de la zona que, como ya fue señalado, se encuentran potenciando su proyecto de “vuelta a la huerta” frente al fuerte proceso histórico de desvinculación con la tierra que se busca revertir por medio de la organización colectiva. Esta apropiación de conocimiento técnico es promovida por el MTE en la articulación intencionada de distintos sujetos.

Así como señalamos las especificidades entre el conocimiento técnico-académico y el técnico-popular, este apartado busca plantear las claves del diálogo entre distintos tipos de saberes, conocimientos y sujetos que conforman la rama rural del MTE en torno a la operatoria que denominamos de intercambio y apropiación de conocimientos. Además de los saberes que los/as sujetos populares rurales portan fruto de la trasmisión generacional, el acervo cultural y las experiencias propias que vivencian ellos/as mismos/as y sus pares, incorporan conocimiento técnico-académico al compartir espacios con técnicos/as que trabajan en organismos estatales con llegada a la ruralidad12, militantes universitarios de la rama rural del MTE y otros/as sujetos rurales que ya han incorporado a sus tareas conocimiento vinculado al mundo técnico-académico mediante experiencias formativas en el movimiento o formación académica de origen urbano.

Nos interesa específicamente recuperar el diálogo de saberes al interior de las personas que conforman el MTE. Al compartir espacios de militancia y participación, se realiza un diálogo de saberes entre el conocimiento técnico-académico y el conocimiento técnico-popular. Se habilita un proceso de construcción colectiva donde confluyen conocimientos de diverso tipo a partir de las problemáticas y necesidades que vivencian en las prácticas productivas que realizan. Estos/as sujetos/as con conocimiento técnico-académico poseen un fuerte protagonismo en los procesos político-organizativos en los diferentes territorios del MTE y valoran el conocimiento técnico-popular. A modo de hipótesis interpretativa, sostenemos que, si bien los/as especialistas populares no son específicos del MTE y forman parte de las dinámicas epistémicas de las comunidades, el movimiento recupera sus saberes y conocimientos para acompañar y potenciar su lugar de protagonismo y referencia.

En este sentido, a diferencia de la figura del “técnico de urgencias”, propuesta por Lemmi (2020) para abordar la vinculación y los modos de intervención y asesoramiento de profesionales técnicos de organismos nacionales con productores hortícolas, en el trabajo de campo realizado observamos que cuando los/as técnicos/as-académicos/as forman parte de un mismo proyecto colectivo, se construyen diálogos de saberes que se enriquecen a partir de los diferentes aportes, los provenientes del mundo popular rural y los del mundo académico. El aprendizaje se construye en función del proyecto colectivo que se está forjando, aunque en ese diálogo haya discusiones, tensiones y negociaciones que son propias del proceso de construcción, y de las posturas e intervenciones que tenga cada sujeto/a sobre ese problema.

Al respecto compartimos la intervención de una mujer criancera y productora de derivados de leche de chiva en una asamblea de las familias rurales del Oeste Pampeano donde convoca una conversación con una técnica que tuvo lugar en una capacitación propuesta por el movimiento. Este fragmento da cuenta de cómo los procesos de intercambio de conocimiento entre productores/as y técnicos/as-académicos/as militantes del MTE que participan de instancias formativas propuestas por el movimiento, se comparten colectivamente al regreso a los territorios locales y se llevan al terreno de la práctica productiva para transformarla:

Si hoy viniera bromatología no nos puede habilitar. Yo participé de una capacitación de conservas en La Plata, y la chica de bromatología me dijo: “los quesos que están haciendo ustedes los están haciendo mal”. Y yo le dije ¿cómo? Si toda la vida se hirvió la leche, pero la chica me explicó y es bueno compartir con ustedes, con las compañeras que hacen queso, que la leche se hierve y a 70 grados mata el bichito que es el que nos hace mal. (Intervención de una referente en la asamblea de familias rurales realizada en el Oeste Pampeano. Febrero de 2020)

En esta intervención, la productora continúa explicando en detalle las indicaciones que recibe de la militante-técnica respecto del proceso para hacer quesos sin correr riesgo de que los/as consumidores/as se enfermen. Al informar el intercambio con una bromatóloga en su doble rol de técnica y militante del MTE, ella se propone compartir con la comunidad la nueva información y ponerla en diálogo con las prácticas tradicionales de elaboración que vienen sosteniendo las mujeres en su comunidad. Cabe aclarar que la intervención de la productora dirigida al grupo de mujeres, se produce en un contexto de asamblea donde las familias rurales discuten respecto de alternativas para aumentar la escala de comercialización. Este desafío implica nuevos riesgos, como por ejemplo la habilitación de las condiciones de producción y conservación de los quesos y derivados de leche de cabra.

Por un lado, observamos que, desde la perspectiva de la productora, la militante-técnica plantea disidencias en torno al saber hacer (en este caso del queso) que desarrollan las mujeres en la zona. Esto es percibido por la productora criancera como un señalamiento del “error” que podría poner en riesgo la salud de las/los consumidores. Por otro lado, hallamos en la expresión “bichito” un esfuerzo por parte de la productora para traducir el término utilizado por la bromatóloga a un lenguaje familiar a fin de facilitar la comprensión de quienes están participando en la asamblea e involucrarlos/as en la preocupación del riesgo sanitario. Tomamos este fragmento a modo de ejemplo para comprender que el intercambio de conocimientos entre productores/as y militantes-técnicos/as les permite enriquecer su mirada, seguir aprendiendo, transmitir esos aprendizajes y a la vez modificar prácticas tradicionales, para garantizar la calidad de los productos. En este sentido, también es para destacar que el mencionado intercambio de conocimientos refleja el diálogo producido en diferentes contextos. La productora transmite aprendizajes adquiridos en un viaje a la ciudad de La Plata, lo cual implicó alejarse de lo cotidiano, lo conocido, los modos de hacer tradicionales, para luego volver al Oeste Pampeano y compartir con su comunidad. Podemos formularnos preguntas acerca de cómo retorna esta nueva información en la práctica productiva de las demás mujeres, la posible implementación de los cambios en las prácticas tradicionales a partir de la nueva información adquirida o bien las posibles resistencias. En este sentido, el lugar de referencia y protagonismo que asume la productora, como delegada del MTE, así como el contexto de la asamblea como espacio formativo, le permite ser reconocida como portavoz y mediadora de los nuevos conocimientos.

En el trabajo de campo realizado, nos encontramos también con el intercambio y diálogo entre conocimientos, ya no solo técnicos, sino también político-organizativos. En cuanto a estos conocimientos, a diferencia de los descriptos anteriormente donde el diálogo busca poner en valor las prácticas de los/as productores/as, estos procesos son especialmente impulsados desde los/as militantes de la rama rural del MTE. La propuesta del movimiento consiste en llevar adelante un proyecto productivo alternativo basado en cuatro pilares fundamentales: la agroecología, la soberanía alimentaria, la reforma agraria y la vuelta al campo (Plan de Desarrollo Humano Integral, 2020). Sin embargo, a los fines de este trabajo nos interesa enfocarnos particularmente en el aspecto epistémico que se construye en torno a la agroecología que, desde nuestra mirada, requiere y se basa en el intercambio de saberes y conocimientos. De este modo, la agroecología se presenta como una propuesta integral que recupera un enfoque “pluriepistemológico” (Cuéllar Padilla y Sevilla Guzmán, 2009). En términos de Padawer (2019), la perspectiva de la agroecología profundiza la idea de diálogo de saberes en el sentido de alentar y producir un cambio en la forma de relación/apropiación del ser humano con la naturaleza a partir del reconocimiento de la legitimidad de los conocimientos populares, pero sin reificarlos13.

Para el caso de la producción hortícola de la provincia de Buenos Aires, el proyecto de la agroecología se encuentra atravesado por intercambios que comprenden dimensiones económicas (como los altos costos de los insumos químicos para la producción que cada vez resultan más difíciles de pagar) y de la salud propia y de terceros/as. A continuación, compartimos un fragmento de una entrevista a una productora hortícola de La Plata:

El mantenimiento con lo que es los agrotóxicos, esas cosas, que ahora de a poquito también, mediante que nosotros nos vamos preparando en lo que es la agroecología, tratamos de retomar todo eso. Una para abaratar costos y otra para que también sea mucho más sano. Sabemos el impacto que hacemos en el medio ambiente, sabemos el impacto también a la hora de utilizarlo cómo nos hace efecto también a nosotros. En la medida que usamos bastante cantidad hacemos mal a nuestro cuerpo y también al pueblo. Lo vemos en nuestra salud, así que ya no somos como antes. A las plantas tal vez no, porque la gente que lo compra dice que está re hermoso, pero la cantidad de cosas que le tiramos ahí para que se pueda mantener es innumerable. Pero bueno, mediante compañeros que ellos mismos se están especializando, están haciendo de técnicos y ayudando a los compañeros también, está más que bueno. (Entrevista realizada en mayo de 2019)

En la cita anterior podemos observar cómo la valoración gradual de la agroecología como proyecto de cuidado de la salud y del medio ambiente admite una lectura epistémica en cuanto a la apropiación de conocimientos político-organizativos que poseen implicancias en el campo de los saberes técnicos. Esto es así dado que los conocimientos asociados al proyecto agroecológico no suelen ser los que los/as productores/as ponen en juego en sus prácticas cotidianas. Teniendo en cuenta la realidad de las familias hortícolas, el MTE desarrolla una política de formación en la rama orientada hacia la agroecología a partir de cursos, asambleas, talleres en las quintas donde se discute el agronegocio como modelo hegemónico de producción14, se intercambian conocimientos y se traccionan procesos de apropiación, que pueden dar lugar a la producción de nuevos conocimientos, que permiten llevar adelante una propuesta alternativa.

La productora del fragmento de entrevista que presentamos afirma varias veces “ya sabemos”, en referencia al daño del impacto de los químicos tanto sobre el medio ambiente como sobre los/las mismos/as productores/as. De este modo, reconoce la urgencia de un cambio en el modo de producir alimentos que no solo comprende una respuesta económica al elevado costo de los insumos sino también basada en el reconocimiento del perjuicio que ocasiona a la salud humana y al medio ambiente. Por otro lado, señala que están transitando un proceso de aprendizaje al respecto y que se van transmitiendo los conocimientos de los/as técnicos/as a los/as productores/as y de éstos/as entre sí, al decir de la productora “ellos mismos se están especializando”, valorizando a los/as especialistas populares. Entendemos que lo que hace posible este aprendizaje se vincula con el ida y vuelta entre la práctica cotidiana de los/as productores/as y la teoría (que proviene de la política de formación y de intercambios informales con militantes-técnicos/as al interior del MTE) donde se incorporan paulatinamente esos nuevos conocimientos que se transmiten a las prácticas, conllevando así una experimentación que tensiona los modos de hacer tradicionales.

En el mismo sentido que la productora de La Plata, en el marco de una conversación informal sobre la producción de tomates en la zona de Luján, se planteó como un “descuido de la producción” saltear la aplicación de ciertos químicos en los momentos adecuados (por ejemplo, “hormonear”15 el tomate cuando la planta está en flor). Desde una perspectiva inicial, las prácticas y saberes del modelo agroecológico no se consideran como opción de un proyecto saludable y sostenible, sino que, por el contrario, se significan como abandono o descuido que lleva a obtener una baja de la calidad medida en términos de la imagen o “pinta16” de los productos pensada desde la mirada de los/as consumidores/as. No obstante, observamos que, poco a poco, comienzan a conocer la perspectiva de la agroecología y se animan a experimentar con estos conocimientos, a partir de la incorporación de biopreparados utilizados en las quintas, impulsados/as y acompañados/as por militantes-técnicos/as del MTE que promueven la utilización de los mismos, en el proceso de transición a la agroecología. Esta experimentación se promueve intencionalmente desde la formación en el MTE, o también puede darse de modo no intencionado por falta de acceso a la compra de los agroquímicos requeridos por la forma de producción habitual y generar luego reflexiones a partir de dicha experiencia. Una productora en una conversación informal comenta a este respecto:

No tenía dinero para comprar los químicos y dejé los zapallitos así... llegué tarde... y ¡sabés qué lindos salieron! ¡salieron “agroecológicos”! Hice una prueba y cociné los dos, el “agroecológico” y el que tenía químico y de verdad tienen otro gusto... cuando los vendí les puse un cartel que dice “zucchini agroecológico” y a la gente le gusta. (Conversación informal con productora de Luján. Febrero 2021)

La participación en talleres, asambleas y plenarios a nivel local, provincial y nacional, generados por el movimiento, donde ocurren intercambios con técnicos/as académicos/as y también entre productores/as, resulta central para la apropiación progresiva del proyecto de la agroecología. Un productor de General Rodríguez relata la forma en la que dividió los lomos de la quinta para hacer “pruebas”: “Hice unos lomos así, con agroecología, para ir probando lo que aprendemos acá, y los otros de manera tradicional por las dudas. Esta parte viene a ser agroecológica, porque no tiene ningún veneno” (Conversación informal con un productor de General Rodríguez en su quinta. Febrero de 2021). Estas expresiones dan cuenta del proceso de apropiación en el cual los/as sujetos/as se implican como protagonistas, recreando, experimentando y ensayando. Al mismo tiempo que se explicitan los temores por poner en riesgo la producción, de la cual depende íntegramente la economía familiar, se va construyendo el sentido del proyecto político-productivo y se llevan adelante intercambios que dan cuenta de cómo conviven de manera no dicotómica la continuidad de las formas de producción que se venían sosteniendo junto con la apropiación de otras formas, y de los conocimientos implicados, en un proceso de innovación.

Conclusiones

Este artículo se propuso indagar en la recuperación-valoración y reinvención de saberes tanto como en el intercambio y apropiación de conocimientos que tienen lugar en los procesos de vida y trabajo que llevan adelante diferentes sujetos/as rurales que integran la rama rural del MTE en Argentina. Con base en un trabajo de vinculación que venimos sosteniendo con dicha organización y en una mirada teórica tributaria del enfoque contextualista, presentamos aspectos comunes a la trama epistémica que se despliega en los distintos territorios aun cuando partimos de la heterogeneidad que caracteriza a la rama.

El análisis realizado mostró las operatorias epistémicas a partir de las cuales los saberes y conocimientos se ponen en juego. Accedimos a procesos de agenciamiento -con distintos niveles de protagonismo- en relación a la producción de conocimiento. Lo anterior redefine y amplía la noción de especialista, revisando su exclusiva equivalencia con sujetos/as vinculados/as a lo técnico-académico. En este gesto, se inscribe la denominación de especialistas-populares para nombrar a personas que, en la ruralidad, concentran el conocimiento técnico que informa sus tareas cotidianas y poseen claridad para transmitirlos.

En el desarrollo del artículo, nos detuvimos en el análisis de dos operatorias epistémicas en particular. La primera reconoce la centralidad de los procesos de recuperación-revalorización y reinvención. Implica un volver a los saberes del pasado que se transmiten inter-generacionalmente tanto como una recreación y diálogo crítico con los mismos en el presente. Si bien se rescata su carácter valioso, cuando se experimenta con estos saberes en nuevos contextos de vida y producción, pueden no ser “útiles” y abren a nuevos aprendizajes en torno a lo sucedido donde se entrama lo portado y lo experimentado, lo viejo y lo nuevo. La operatoria de intercambio y apropiación de conocimientos nos sitúa en el presente y futuro en base a la pertenencia a una organización político-gremial como el MTE. Allí los/as sujetos de la rama rural conviven con otros/as urbanos y con conocimiento técnico asociados a lo académico y la modernidad, tanto como con saberes político-organizativos que se entraman con los/as técnicos/as en la apuesta por llevar adelante proyectos como la agroecología. Este intercambio de conocimiento entre especialistas que, a su vez, cruza lo urbano y lo rural, sucede no sin complejidades y tensiones que buscamos recuperar en este escrito.

Consideramos que la producción de conocimiento es una construcción social que se basa en la práctica y la reflexión sobre ella. Allí confluyen saberes y conocimientos de distinto tipo y una variedad de sujetos/as pertenecientes al campo y las ciudades. La experiencia vivenciada en espacios productivos, formativos y organizativos articulados en torno al MTE pone en movimiento esa trama epistémica y, en consecuencia, la posibilidad de producción de nuevos conocimientos y la motorización de intensos procesos de aprendizaje. Si bien la recuperación-valoración y reinvención de saberes tanto como el intercambio y apropiación de conocimientos se construyen en el cotidiano de los procesos de vida y trabajo de los territorios visitados, aquí buscamos destacar las mediaciones que el MTE propone para intencionar construcciones epistémicas que legitiman, tanto como ponen a dialogar, saberes y conocimientos. Estas mediaciones se despliegan no solo en formaciones (talleres, cursos, escuelas) sino también en la totalidad formativa que constituye la rama rural del MTE.

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MTE rama rural, (s/d) ¡Ningún campesinx sin tierra! Cartilla de formación.


1     Una propuesta que vienen impulsando los movimientos populares rurales organizados en América Latina y el mundo. Se enlaza de ese modo con las tradiciones de lucha de los movimientos populares rurales nucleados en Vía Campesina (Domínguez, 2012; Michi, 2010).

2    Programa “Movimientos populares, educación y producción de conocimientos” que nuclea al proyecto de investigación “Procesos de producción de subjetividades en la praxis organizativa, política y pedagógica de la CTEP y al proyecto de extensión “Sistematización de experiencias organizativas y productivas de la CTEP”.

3    Cabe señalar que estos/as sujetos/as fueron propuestos por la organización y adscribimos como equipo de investigación a dicha categorización. Por lo tanto, su clasificación no responde a categorías teóricas sino nativas. Las mismas fueron creadas por la rama rural del MTE y, a partir del trabajo conjunto con la organización, los/as referentes nacionales las han socializado para la caracterización y denominación de los/as distintos/as sujetos/as que forman parte de la rama. Por lo antedicho, en la enumeración de sujetos/as se superponen tipologías que refieren a sujetos rurales con otras centradas en los rubros que producen y sus múltiples intersecciones (raza, género, generación, origen, entre otras).

4    Estos registros audiovisuales, además de ser parte de la recolección de datos para la investigación, dieron lugar a la producción de una serie documental titulada “Tierra para quien la trabaja, alimentos para el pueblo”. Véase:

5     Al decir de Michi (1998), los saberes y conocimientos son la resultante de procesos distintos en los cuales media un elevado protagonismo de los/as sujetos/as: mientras los primeros se asocian al aprender, categoría sobre la que se volverá luego en el artículo, el conocimiento se corresponde al estudiar que implica un proceso artificial mediatizado por la palabra escrita que resulta, a menudo, ajeno a las prácticas de los/as sujetos y requieren de un esfuerzo especial.

6    Si bien reconocemos que a lo largo del trabajo abordamos una diversidad de sujetos/as rurales que poseen diferencias sustanciales con el sujeto campesino, nos apoyamos en los sistemas de conocimiento campesino porque encontramos elementos comunes en la forma de construcción del conocimiento tradicional y su vinculación con el conocimiento técnico proveniente de mundo moderno que coinciden con los métodos que utilizan los sujetos que abordamos en este artículo.

7    Para futuras investigaciones, nos resulta interesante considerar las marcas de género presentes en algunos de estos saberes y conocimientos de carácter feminizados donde son las mujeres las encargadas de transmitirlos y conservarlos.

8    Si bien no es objeto del presente artículo, también es posible extender esta matriz al análisis de los ámbitos y prácticas de comercialización. Para el caso de la cooperativa de comercialización del Mercado Municipal de la ciudad de Luján, ubicado en la provincia de Buenos Aires, Argentina, los trabajos publicados e inéditos de Plaza (2021) y Plaza y Alaínez (2021) abordaron esta temática.

9    El proceso de descampesinización alude a uno de los debates históricos dentro del campo de la sociología rural que enfatiza en la desaparición del campesinado como sujeto social agrario y su rápida conversión en el obrero asalariado frente a la consolidación del capitalismo mundial. Si bien dicho sujeto nunca desapareció, se generaron procesos que obligaron a que muchos/as campesinos/as abandonen el campo, su estilo de vida y trabajo, por evidenciar algunas dimensiones de este proceso de descampesinización (Domínguez, 2012).

10  La CTEP junto a otras organizaciones del sector impulsaron la Ley de Emergencia Social y de las Organizaciones de la Economía Popular (No 27345), sancionada en diciembre de 2016. Esta ley buscó regular la seguridad y las protecciones de los/as trabajadores/as de la economía popular. En ese marco, se institucionalizó el Salario Social Complementario que establece una transferencia monetaria en calidad de complemento de ingresos a los/as trabajadores/as inscriptos en el Registro Nacional de la Economía popular, creado por la misma ley, equivalente al cincuenta por ciento del Salario Mínimo, Vital y Móvil.

11   Si bien en las otras comunidades mapuche recorridas de la zona, más distantes de las ciudades, no se abandonaron totalmente las prácticas agropecuarias, aquí se retoma esta categoría nativa para dar cuenta de todas las comunidades mapuches del Sur neuquino.

12  Nos referimos especialmente a trabajadores/as del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y de la Secretaría de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena (SAFCI). Cabe señalar que, en algunos territorios, estos/as trabajadores/as estatales también son militantes del MTE, volviendo más difusa la clasificación.

13  En clave epistémica, si la agroecología se basa en el diálogo de saberes, lo que Lucero y Frasco Zuker (2020) denominan “cultura del agronegocio” postula a los saberes especializados, lo que aquí denominamos técnico-académicos, por sobre los transmitidos de generación en generación.

14  Recuperamos trabajos que ahondan en la caracterización del modelo hegemónico de producción, denominado como agronegocio (Domínguez y Sabattino, 2006; Barri y Wahren, 2010). Con esta conceptualización nos referimos también al modelo de la agricultura industrial, que tiene en sus bases una serie de transformaciones económicas, sociales, políticas y culturales en el marco de los procesos de expansión y profundización de las relaciones sociales capitalistas. Se trata de procesos que dan cuenta de la reformulación que adquiere el modelo de acumulación basado en la profundización de la lógica neo-extractivista (en el sector agrario y minero), en las transformaciones en la matriz alimentaria (específicamente en el desplazamiento del consumo de cereales y vegetales hacia alimentos de base animal) y en la matriz energética vinculada a la producción de etanol y biodiesel (Hocsman, 2014).

15   Refiere a la acción de aplicar químicos a la flor del tomate con el objetivo de obtener un fruto de mayor tamaño y color brillante.

16  La expresión “pinta de la verdura” alude a su apariencia saludable y fresca que da aspecto de buena calidad.