SANDOVAL FORERO, Eduardo Andrés (2021). Sentipensar intercultural y metodología para la sustentabilidad de desarrollos otros. Universidad Autónoma Indígena de México.

Hace algún tiempo tuve la oportunidad de regresar a lugares que previamente había visitado en mi época de estudiante y luego como profesional. Volví a encontrar caras conocidas, espacios poco cambiados, los mismos proyectos, preocupaciones e incluso idénticas soluciones a problemas que ya existían hace muchos ayeres; y junto con ello, también percibí los mismos discursos.

Al principio parecía un déjà vu, pero después me di cuenta que realmente yo ya había vivido esas situaciones, que los proyectos que estaba conociendo por primera vez apuntaban a los mismos objetivos que en las ocasiones anteriores, y con ello comprendí que el horizonte no se había acortado ni un centímetro, y que las palabras aunque habían cambiado un poco representaban en el diálogo lo mismo de lo que hablábamos hace ya varios años; y de ese reencuentro con todo aquello que creí que se había dejado atrás, me pregunté: ¿Por qué seguimos igual, o quizá estamos peor?

En medio de una nueva aproximación a estos territorios, ésta y otras tantas preguntas surgían como una llamada de atención sobre el rumbo que en esta ocasión debía tomar, y como si el universo pusiera atención a mis pensamientos, llegó a mis manos el libro “Sentipensar intercultural y metodología para la sustentabilidad de desarrollos otros”, en cuyas páginas se fue creando un diálogo con el autor que generosamente comparte su postura anti desarrollo capitalista neoliberal, y propone la construcción de lo que ha llamado “desarrollos otros” a partir de una reconciliación profunda entre naturaleza y humanidad para la perpetuidad de la vida, con base en experiencias concretas de diversos pueblos de Latinoamérica.

Aunque a través del tiempo se ha cambiado de apellido al desarrollo, detrás existen las mismas ideas de crecimiento y progreso para algunos, los mismos de siempre, que en un artificio hacen creer a los demás, que existe una genuina intención bondadosa de que todos los países se conviertan en una misma clase; sin embargo, es claro que para que unos alcancen y perpetúen el nivel de lo que han llamado desarrollo, necesariamente tiene que haber despojo, esclavitud, explotación depredación y dominación de otros. El modelo es así desde sus inicios, y hasta el día de hoy no ha cambiado, aunque por delante se ondee la bandera de la paz en un intento de armonizar a las personas y naturaleza; y en medio de esto me pregunto: ¿será que los llamados países desarrollados en algún momento de toda esta historia en realidad quisieron convertirnos a todos en euro/usa cuasi nativos?

Si regresamos sobre la historia de la humanidad, en diferentes latitudes a muchas sociedades no se les reconocía como seres humanos. Además, es más útil para esos países económicamente ricos el que no seamos iguales, porque entonces tendríamos los mismos derechos al capital, al progreso, al crecimiento, a la modernidad.

Es irónico cómo por un lado se nos hace pensar en el camino hacia una sociedad más justa y en igualdad, cuando para que unos crezcan, otros necesariamente tienen que hacerse más pequeños, deteriorarse, empobrecerse; entonces, el discurso que a millones ha convencido, es en realidad una tela fina que recubre una verdad: que la coerción no puede dejar de existir en el mundo capitalista colonial neoliberal.

En este modelo la asimetría es el indicador de qué tan poderoso es un país con respecto de los otros; de tal manera que, si nosotros queremos llegar a ser como los países desarrollados, tenemos necesariamente que encontrar a quién vamos a saquear, a dominar, a colonizar, a despojar; y no únicamente se refiere a la explotación de la naturaleza, sino también del ser humano, porque ambos son vistos como cosas y no como seres vivos, de ahí los términos tan conocidos de recursos humanos (o capital humano), recursos naturales (o capital natural), etc.

Sin duda, un aspecto ineludible en la comprensión de esta asimetría es el choque entre cosmovisiones, dado que no existe un mundo diverso sin conflicto; sin embargo, conforme las sociedades van formando relaciones cada vez más complejas, se crean contradicciones en las maneras de entender la vida. Cuando una cosmovisión se impone sobre otra porque se piensa superior, es cuando emerge la violencia que desencadena ecocidios, genocidios y etnocidios.

Uno de los aliados en este modelo es la ciencia occidental que se ha encargado de contribuir a la legitimación de ciertas cosmovisiones a través de la medición, evaluación, validación, entre otros procesos que forman parte de esta actividad, incluida la publicación de resultados que generalmente no regresa a los sujetos de estudio que compartieron su realidad con quien investiga; no sólo porque las revistas científicas son un mundo desconocido para ellos, sino también, por ejemplo si hablamos de pueblos indígenas, porque el lenguaje científico es ajeno a sus lenguas maternas. En este sentido, se podría considerar que la ciencia es coautora del despojo a los pueblos y a la naturaleza.

Se puede hacer énfasis en cualquiera de los elementos que integran la actividad científica para comprender cómo responde al modelo capitalista y uno de ellos es el popular método participativo, que a veces en la práctica se diluye en un mar de significados, desde la asistencia a un foro donde los sujetos de estudio no pronunciaron ninguna palabra, responder a un cuestionario de escala de Likert o tomar una capacitación con un profesional experto del área; entonces lo supuestamente participativo se convierte en el espacio perfecto para reproducir relaciones asimétricas que responden a intereses distintos a los del grupo que está colaborando en esa investigación.

Así como la ciencia, otros aliados son los documentos oficiales, informes, protocolos, pactos, leyes, planes, programas, etc., que de unas décadas para acá han aumentado con el aparente objetivo de buscar una mejor relación entre la humanidad y la naturaleza, pero sin que se vea un cambio sustancial en la protección de este vínculo, y cuyas palabras se borran ante el poder político y económico en atención del capital. Como testimonio de esta ceguera selectiva se pueden mencionar los megaproyectos cuya afectación cada día deja cicatrices más profundas para toda la comunidad de vida que coexiste en ese espacio violentado.

Y aún en ese muro que pareciera impenetrable se pueden encontrar pequeñas grandes grietas que se van haciendo camino a partir de su resistencia a través de las diversas formas de relación entre los seres humanos y con la naturaleza, donde cada grupo sociocultural define cuál es el horizonte para lograr una vida digna en sus propios términos; de manera que, en estos territorios, el mundo puede ser concebido, no como una unidad homogénea, sino como un espacio heterogéneo en toda su amplitud.

Asimismo, es importante distinguir que en las estructuras de pensamiento que guían las acciones de los pueblos del mundo, existen aspectos que son perfectibles como lo que se refiere a temas de género, libertad de expresión, seguridad, discriminación, trata de personas, entre otros muchos; es decir, aún donde hay una perspectiva diferente a la hegemónica sobre la relación humanidad-naturaleza, se pueden encontrar aspectos no armónicos, no pacíficos o no amorosos que forman parte de la organización social, política, económica; por ejemplo, el campesino que hoy golpeó a su esposa, es el mismo que mañana participará en un ritual para agradecer a la madre tierra por su cosecha. Esta clase de contrariedad debe ser tomada en cuenta en la renovación mundial urgente.

Finalmente, son notables también las grietas en ese muro que representan los esfuerzos de resistencia que se pueden encontrar en la actividad científica para romper con el paradigma positivista occidental colonial, sin duda este libro es uno de ellos. Y en una reinterpretación del grito de lucha feminista, debemos decir: se va a caer, el muro del capitalismo se va a caer, porque lo vamos a tirar.

Hasta aquí dejo algunas ideas a partir de la práctica que Roland Barthes llama escribir la lectura, ojalá que quienes se adentren en las páginas de este libro vivan la experiencia de leer levantando la cabeza para generar nuevos pensamientos, nuevos discursos y nuevas prácticas que lleven a sus entornos a desarrollos otros, donde la diversidad en su plenitud se haga presente y todas las voces tengan derecho al mismo eco.

Julie Cecilia Hernández Medina

Universidad Autónoma del Estado de México. Toluca.

E-mail: hernandezm.julie@gmail.com