De turistas y vagabundos, la ambivalencia en la experiencia de tres migrantes en el norte de México con Estados Unidos

Luis Manuel Lara-Rodríguez

Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Chihuahua, México.

E-mail: luis.lara@uacj.mx

Resumen

El presente trabajo es un acercamiento a la condición de ambivalencia como faceta experiencial en quienes migran, en el sentido en el cual el/la migrante se piensa dentro/fuera tanto del lugar de origen como del lugar al que llega. Aquí se señala que en el proceso de movilidad existe un anclaje constante el cual da pauta para una diferenciación desde las categorías de turistas y vagabundos. Este posicionamiento obedece a una aprehensión del enfoque teórico del sociólogo Zigmunt Bauman. El ejercicio se desarrolla desde tres experiencias particulares –por medio de entrevistas a profundidad-: los casos de María, Sandra, y Jorge (seudónimos); quienes no únicamente se han movilizado hacia ciudades de los Estados Unidos, sino que, a la vez, no son originarios de Ciudad Juárez, de donde partieron a los Estados Unidos en su momento. Por lo tanto, se destacan sus experiencias a partir de sus dos momentos de movilidades: la movilidad interna que es de ciudades mexicanas a Ciudad Juárez, y la externa, de Ciudad Juárez a ciudades de los Estados Unidos.

Palabras clave: Migración; ambivalencia; turistas; vagabundos; Ciudad Juárez; Estados Unidos

Recibido: 15/10/2020 Aceptado: 14/12/2020

Tourist and Vagabonds, the Ambivalance in the Experientia of Three Migrants in the North of Mexico with United States

Abstract

The present article is an approach to the condition of ambivalence as an experiential facet in those who migrate, in the sense in which the migrant thinks inside/otside both the site of origin and the site where they arrive. It is discuss out that in the mobility process there is a differentiation fron the categories of tourist and vagabonds. This obeys to an apprehension of the teorical approach of the sociologist Zigmunt Bauman. The exercise is developed from three particular experiences -throug interviews-: the cases of Maria, Sandra, and Jorge (pseudonyms); who have not only moved to cities in the United States but, at the same time, are not originally fron Ciudad Juarez, where they left for the United States at the time. Therefhore, their experiences are mentioned from their two moments of mobility: internal, which is from Mexican cities to Ciudad Juarez, and external, form Ciudad Juarez to cities in the United States.

Keywords: Migration; Ambivalence; Tourist; Vagabonds; Ciudad Juarez; Estados Unidos

Introducción

Este trabajo se enfoca en la experiencia de tres migrantes en cuanto al sentirse dentro y sentirse afuera, tanto de los lugares de origen y de tránsito, como de los destinos a donde se movilizaron. Lugares de origen en el norte de México y lugares de destino en ciudades de Estados Unidos. Una movilidad de país a país, de forma legal, pero con un asentamiento indocumentado en cuanto a su ejercicio laboral. Es decir, migrantes que partieron como turistas y permanecen como trabajadores sin documentos laborales en Estados Unidos. Se toma la categoría de turistas para el primer momento y de vagabundos para el segundo, ambas desde el referente teórico de ambivalencia del sociólogo polaco Zigmunt Baumant.

Desde la aprehensión de categorías señaladas arriba, aquí se entiende por turista, aquel o aquella que puede circular bajo la documentación migratoria requerida, en este caso, a Estados Unidos; documentación que le permite el tránsito definido y/o estipulado, bajo la premisa de que consumirá bienes y servicios necesarios bajo el ordenamiento tanto temporal como de amparo solvencia (es decir, que no le causará cargo al país receptor). Y se entiende por vagabundo, aquel o aquella que no tiene la documentación y derechos tanto laborales como sociales, lo cual convierte en cierta medida en un vagabundo simbólico, al implicarles desplazamientos o anclajes supeditados a no ser descubiertos dentro de la dinámica de migrantes (laborales) indocumentados.

El objetivo del artículo es describir aspectos de la condición de ambivalencia, en la experiencia de tres migrantes mexicanos originarios de ciudades del norte de la república mexicana, considerando su estancia en Ciudad Juárez y su movilidad a ciudades de Estados Unidos, desde dos fases contrapuestas: documentada como turistas, e indocumentada como trabajadores en el país estadounidense.

El trabajo se estructura en tres partes. En la primera de ellas se apunta sobre la pertinencia del ámbito de la migración y su afluente con el referente de ambivalencia de acuerdo con las condiciones de movilidad, en este caso, de los/las migrantes, entre lo que se deja y a lo que se llega; ello desde un breve acercamiento al enfoque de Bauman y de otros estudios sobre este aspecto. En un segundo apartado se describe a las y el migrante que son el eje de análisis en este artículo, se señalan sus decisiones de emigrar y sus momentos a partir de la salida de Ciudad Juárez y llegada a las ciudades destino en Estados Unidos, así como la estancia en estas. El tercer apartado trata sobre los distintos tipos de movilidades de las personas migrantes, a saber, desde cuatro categorías: la comunicación, el consumo, el esparcimiento y el trabajo¸ lo cual nos permite discutir sobre los casos, y traer de nueva cuenta el enfoque Bauman. Concluimos acerca de la diferenciación entre el movimiento en fronteras políticas y fronteras simbólicas, en donde las segundas son perennes de acuerdo con una relación de poder desde la cultura, política y estructuración de la sociedad receptora en relación con quienes se movilizan desde el sur.

Migración y ambivalencia

La migración, en cuanto a su proceso de movilidad, esto es, salida de un destino a otro, el tránsito, el retorno al lugar de origen o a otro de condiciones similares, es complejo. Con matices desde la confluencia de los territorios expulsores y de quienes reciben -de manera documentada y no documentada-, el auge de hombres y mujeres migrantes, desde distintos motivos para el moverse de un lugar a otro, sea desde los factores económicos, culturales y políticos (Vázquez Ruiz, 2015; Canales, Fuentes Night y De León Escribano, 2019).

En este trabajo se encuentra inscrita una consideración, que si bien, reconoce que el/la migrante es aquel quien se mueve de una ciudad, una región, un país a otro, también advierte que nunca se muda completamente (Arnal, 2004), o le implica confusiones su sentido de pertenencia entre lo que deja a lo que llega (Gómez, 2018; Boccagni y Kivisto, 2019). Se sabe que emigrar refiere a la movilidad del individuo o grupo percibida desde su lugar de origen. Inmigrar, percibida esta movilidad desde el lugar al que se llega. Es decir, en el caso de las personas entrevistadas han sido, a la vez, inmigrantes y emigrantes. En este trabajo se refiere a “las personas que migran” incluyendo a emigrantes e inmigrantes, sin ignorar los matices que cada uno de estos implican.

Por supuesto, la movilidad a la que se hace alusión no es sólo aquella física: esto es, el trasladarse de un lugar a otro, sean esos lugares dentro del mismo espacio nacional o hacia otro país. La movilidad implica, también, estar y no estar completamente en el lugar físico, por ello la notación de que no se muda completamente. Dicho de otra manera, se enfatiza que el migrante constantemente se está moviendo entre dos lugares, que nunca permanece en un sólo lugar. Más allá de la movilidad física (geo-territorial), también se da la movilidad psico-sociocultural. Esto es, el encuentro, la remembranza, los choques culturales, e incluso el afecto, la nostalgia, el rechazo o la idealización –tanto al lugar que se deja como al que se aspiraba a llegar-, son algunas de las diversas emociones que juegan en el proceso de movilidad del migrante (Hirai, 2014; Piras, 2016; Reyes y Lamy, 2017).

Por lo tanto, aquí se considera que, en la condición de migrante se da una suerte de ambivalencia a partir de la movilidad. Se sostiene así que, por ejemplo, el arraigo y el desarraigo siempre están presentes en aquellos que migran. Esto es, querer salir de su lugar de origen y buscar la vida en otro lugar no exime de la incertidumbre respecto a lo que se puede encontrar a donde se llegue. Por otra parte, ya habiendo migrado (en el momento de establecerse en el lugar de “recepción”), la incertidumbre se acentúa, pues es el momento en cuanto inician las “evaluaciones” de los lugares de encuentro: a partir de lo que se deja y a lo que se llega.

Según la Real Academia Española (RAE), ambivalencia es, una “condición de lo que se presta a dos interpretaciones opuestas”, o como “un estado de ánimo, transitorio o permanente, en que coexisten dos emociones o sentimientos opuestos […]”. Nociones no suficientes, sin embargo, para ir trazando dicha condición dual y contradictoria al proceso de la migración. Un proceso plagado de ambivalencia que tiene inicio en el mismo momento de plantearse la salida del lugar de residencia, posteriormente en la llegada, y luego al establecerse en el lugar de destino. En estos tres momentos se establece un vínculo perenne con lo que se deja y a lo que se llega.

Así las cosas, se asume que el enfoque de Zigmunt Bauman, acerca de la ambivalencia, abona en el análisis del percibirse, ubicarse, narrarse como sujeto migratorio. Bauman señala que la ambivalencia es “la posibilidad de referir un objeto o suceso a mas de una categoría, […] el síntoma principal es el malestar profundo que sentimos al no ser capaces de interpretar correctamente alguna situación ni de elegir entre acciones alternativas”. (2005:19). Este trabajo se concentra en los y las migrantes que salen de sus lugares de estancia-origen por motivos de encontrar una mejor fuente de ingresos. Pero es de cierto, que no es el único motivo para inmigrar-emigrar.

Por lo tanto, se asume que entre la posibilidad de convertirse en migrante (pensarlo, tener la intención) y en los primeros “momentos de ya serlo” (llegar y establecerse laboralmente), es en donde mayormente se plasma la ambivalencia, sobre todo ante la existencia de vínculos como la familia en el lugar que se ha dejado. Es decir, conforme el/la migrante se establece y va conformando los vínculos con el lugar de llegada, y/o se lleva consigo a la familia, la ambivalencia se va diluyendo. Pero no del todo, pues se sigue teniendo vínculos de memoria y afectividad con el lugar que se ha dejado. De este modo, la ambivalencia se encuentra en los mismos procesos de adaptación y/o de integración, en donde el primero es

…más bien consciente y voluntario, conduce a los migrantes a participar en la vida social, económica y política local y a aceptar sus reglas a fin de lograr sus objetivos, es decir mejorar sus condiciones de vida; el otro, más bien inconsciente e involuntario los está llevando a adoptar modos de ser y de hacer que modifican su comportamiento en el espacio público y familiar. (Lestage, 2001:1).

Con lo anterior no se está descubriendo nada nuevo, ello refiere a lo que experimentamos cuando tenemos que cambiar de un estado de cosas a otro, sobre todo en los primeros momentos que ni se ha dejado de ser o estar completamente, y, por ende, no se es o se está en ese nuevo estado. Entre el estrés y el duelo, se encuentran el elemento de los sentimientos de ambivalencia, en donde el regreso es también una nueva migración (Valencia y Del Carpio, 2017:1218), y por lo tanto un nuevo impacto y adaptación.

Una situación que juega al “estar entre” como referente en la línea de la ambivalencia. Así, por ejemplo, Wanda Santi señalaría las diez maneras en que la persona la persona inmigrante (y su familia) tienen de “estar entre”:

1. Entre dos idiomas; 2. Entre dos tiempos; 3. Entre dos padres, abuelos y nietos (generaciones que se quedan, las que se van, reunificación, distancia…); 4. Entre lo definitivo y lo transitorio; 5. Entre dos lugares; 6. Entre dos congruencias; 7. Entre la estima y el rechazo; 8. Entre el derecho y el deber; entre el fracaso y el éxito; 10. Entre el dinero bendecido y el maldito. (Citado en González Calvo, 2005:88).

En efecto. Pero en el caso de quienes se mueven como turistas y se establecen como trabajadores/as indocumentados/as, implica algo más que un choque cultural. Incluso aquella perspectiva que considera la migración como un proceso psicosocial de duelo. Entre ellos, el duelo por la lengua, el duelo por la familia y los amigos, por la cultura, por la tierra, por el nivel social, por el contacto con el grupo étnico, por los riesgos físicos, por la pérdida del proyecto migratorio, por no poder regresar. (González Calvo, 2005: 85-86). Todo ello justifica una inmersión a cómo se perciben aquellos individuos que salen de sus lugares de origen, en su encuentro ante otros modos de organización social, cultural, política y económica (más allá de las grandes o mínimas diferencias, entre el lugar que se deja y al que se llega).

Por supuesto, cada una de estas dimensiones –políticas, culturales, etc.- no son independientes de las otras, sino que “juegan” de distintas maneras de/como contexto o situación macro, en la vida, en la experiencia, de cada una de las personas involucradas en una migración –nacional o internacional-. Aquí no se profundiza en ello, pero teniendo en cuenta lo anterior, en este trabajo se expone a partir de una categoría de análisis como la ambivalencia, la cual consideramos que es buen insumo teórico –no la teoría- para el análisis del ser-estar de los migrantes.

Ciertamente, la referencia a Zigmunt Bauman no es exhaustiva, la formula en este ejercicio pretende ser descriptiva a partir de la categoría ambivalencia y de dos figuras: el turista y el vagabundo. En el caso de la migración, la ambivalencia apunta a la fenomenología, la del turista a la negociación legal-ilegal, y en el caso del vagabundo, una metáfora acerca de cómo es que se puede ser excluido de las tendencias de un nuevo marcador para las sociedades contemporáneas: el consumo (Bauman, 2000). Así las cosas, a continuación, se exponen algunos puntos al respecto.

Metodología

Lo que se presenta aquí corresponde a los resultados más significativos de una entrevista a profundidad a tres personas que se trasladaron de su lugar de origen (ciudad al norte de México) a Ciudad Juárez, México, y posteriormente a Estados Unidos. Son los casos de María, Sandra y Jorge. Las entrevistas obedecieron al objetivo de recoger su visión en cuanto a sus experiencias de haberse establecido en Ciudad Juárez, y a la vez, su experiencia de haber emigrado a los Estados Unidos como migrantes de forma legal-indocumentada (legal como turistas, indocumentada como trabajadores). La razón de la selección de Ciudad Juárez, más allá de la implicación de este lugar como frontera mexicana colindante con El Paso-Texas, y otros poblados texanos -por lo tanto, cruce fronterizo y de paso de migrantes-, es de aspecto práctico, en tanto quien investiga, la persona de contacto con las y él participantes del estudio, y estas mismas, tuvieron su lugar de residencia y/o estancia en el periodo del trabajo de campo, en dicha localidad.

En efecto, la forma de contacto fue por medio de una persona intermediaria entre las personas entrevistadas y el autor del presente trabajo. Se ubicó la pertinencia a estas tres personas desde los siguientes aspectos: 1) Encontrarse en Ciudad Juárez para renovar/tratar sus procesos personales, 2). No ser originarias de Ciudad Juárez, pero haber radicado en dicha localidad antes de su traslado a Estados Unidos, 3). Tramitar su traslado a Estados Unidos de manera documentada (legal) pero con fines de trabajar allá (de forma indocumentada).

Los periodos de entrevista fueron momentos en los cuales, ellas y él, habían regresado de los Estados Unidos a Ciudad Juárez por cuestiones diversas y de índole personal, ya que en este municipio fronterizo aun radican sus familias. Conviene señalar que, al momento de este escrito, se desconoce si encuentran de nuevo en las ciudades estadounidenses en donde se establecieron con empleo. Se tiene claro que, a partir de estos tres casos de ninguna manera pueda concluirse el análisis como estado general de los migrantes o la migración, pero se considera que los resultados permiten una discusión desde el objetivo propuesto aquí.

Migrantes: Sandra, María y Jorge

Sandra, María y Jorge son originarios de comunidades semiurbanas mexicanas en el estado de Chihuahua y de Coahuila. El motivo de arribo a Ciudad Juárez fue por cuestión laboral, gracias a que las tres personas contaban con una red familiar que ya tenía tiempo de haberse establecido en la frontera, familiares que en cierta medida les impulsaron para que se trasladaran a Ciudad Juárez.

Observando los primeros aspectos (Anexo 1), se distingue que la primera movilidad de las personas entrevistadas tuvo como factor importante, la cuestión familiar. Es decir, en el caso de Sandra aun niña, el traslado de su familia a Ciudad Juárez. En el caso de María su divorcio y el aliciente de que su familia materna (madre y hermanos) ya tenían tiempo de radicar en la ciudad. En cuanto a Jorge, la falta de trabajo en su lugar de origen y que en Ciudad Juárez su esposa contaba con la mayoría de sus familiares, a la vez de que un hermano de su esposa le había conseguido un trabajo -a Jorge- en la ciudad fronteriza.

Las tres personas entrevistadas lamentaron dejar su lugar de origen. Llevando sus hijos con ella, María supo que se iba a Ciudad Juárez a iniciar una nueva vida, pero sintió tristeza al despedirse de sus amigas y parte de su familia política. Jorge dejaba a sus padres y hermanos, pero iniciaba su vida de casado y veía con esperanza “construirse un futuro” en la frontera para su esposa y dos hijos pequeños (de 1 y 3 años); Jorge ya había visitado en cortas estancias anteriormente la ciudad. Sandra dejaba su lugar de origen muy niña, pero igual sintió tristeza al dejar a sus amigos de escuela, sin embargo, en Ciudad Juárez radicaban la mayoría de sus primos y la ciudad le gustaba más, cada vez que la visitaba. Al momento de ser entrevistados, ya con varios años de cuando se establecieron en Ciudad Juárez, ninguno de ellos –aducen- ha tenido como objetivo regresar a radicar a sus lugares de origen. Sin embargo, siempre han diferenciado la tranquilidad y la armonía con la cual se vive en aquellos lugares.

Diría Jorge,

“cuando estás aquí –Ciudad Juárez- quieres ir de vacaciones a Jiménez, es muy tranquilo por allá, muy bonito, …pero cuando estas allá, te quieres regresar [a Ciudad Juárez]…sucede que te aburres allá [risas]”.

Conviene señalar que, desde antes de su llegada a Ciudad Juárez, las entrevistadas/o contaban también con familiares y amigos radicados en los Estados Unidos, tanto personas con estancia legal como personas de manera ilegal en el país estadounidense, los que frecuentemente les incitaban a vacacionar o irse a trabajar allá.

María comentaría,

“[mi familia] siempre me habían invitado a irme para allá, de vacaciones o para trabajar…pero la verdad no me había interesado…me pagaban los gastos y ni así…”
“…si me daban ganas de ir de vacaciones, pero ni siquiera la visa me había preocupado por sacar…aquí estaba bien con el negocio…”, refiere Sandra.

Las personas entrevistadas no se encontraban en una situación precaria en Ciudad Juárez. Por ejemplo, Jorge menciona que el principal factor, para querer emigrar hacia los Estados Unidos, fue tener que pagar de manera más rápida unas deudas contraídas, a la vez de un mejor trabajo que en Ciudad Juárez. En sintonía con ello, Erika Ruiz refiere que “es difícil precisar si la migración afecta al desarrollo o el desarrollo a la migración”. Donde al contrario de ideas falsas,

[…] la migración internacional no nace de la falta de crecimiento económico y desarrollo, sino del desarrollo mismo; que los migrantes no necesariamente van a las sociedades ricas más próximas, sino que van a los lugares a los que ya están vinculados económica, social, y políticamente; [que] las personas que entran a un país desarrollado por primera vez generalmente no pretenden establecerse ahí permanentemente; [además] la mayoría de las decisiones migratorias está motivada por un deseo de superar las fallas en los mercados de capital, crédito y seguro de sus lugares de origen, la gente emigra para resolver los problemas económicos, trabajar de manera temporal para generar ganancias. (Ruiz, 2007: 157-160).

En efecto, como lo señala Ruiz, se aplica en el caso de las tres personas entrevistadas, las cuales su movilidad interna y externa lo fue para superar dichas fallas y resolver sus situaciones económicas, primero en sus ciudades, luego en la misma frontera juarense.

Señalaría Jorge:

“yo llegué a Juárez [2003] porque había mucho trabajo…y si, [lo había]…pero a inicios del año [2007] me desocuparon en donde trabajaba y entre chambitas y chambitas vi que así no la iba a hacer…por eso decidí irme”.
“Antes la hacías con el tiempo extra, o incluso yo llegue a tener dos trabajos. Pero si quería hacer algo [juntar dinero para fincar y poner un negocio]…pues [por fin] me deje convencer de las invitaciones de que me fuera”, comenta María.

Mientras que Sandra aduce

“las ventas ya no eran las mismas…siempre quise ampliarla [generar más venta en su abarrote], con carnicería [venta de carne], pero no había como…por eso me decidí a irme” (Ver Anexo 2).

La decisión de emigrar

Las personas entrevistadas siempre tuvieron las redes y contactos para trasladarse a los Estados Unidos, incluso las facilidades para establecerse y trabajar. Cuando vislumbraron la posibilidad y necesidad de hacerlo, a pesar de esas favorables condiciones siempre estuvo presente en ellas la incertidumbre de hacerlo. Cuando refieren que al fin decidieron irse, dejan ver que aun en ese momento sintieron una inseguridad y que tenían en cuenta que se estaban arriesgando. Hay que puntualizar que ninguna de las personas entrevistadas cruzó de forma ilegal a los Estados Unidos, sino que se valieron de su visado de turistas y permiso de estancia (seis meses). Lo cual, de ninguna manera, supone un confort de ánimo sobre todo ante su objetivo de ir a laborar –no documentada- a la nación estadounidense.

Al respecto, señala María:

“Tuve miedo de que me negaran el permiso y perder el dinero que ya había invertido en lo de la visa…además, aunque ya tenía a donde llegar con mis familiares, lo del trabajo no era seguro…sabía a qué me estaba arriesgando”.

Por su parte, comenta Jorge,

“todavía en el camión iba muy nervioso…pensaba que en cualquier momento se darían cuenta de que iba a trabajar…”

Sandra aduce que para ella ya era ganancia haber obtenido la visa y el permiso, y únicamente pensaba llegar a la ciudad que ya la esperaba parte de su familia: “me negaron la visa la primera vez, pero lo intenté otra vez y me la dieron…si, gasté buen dinero, pero si no te arriesgas no ganas”.

Lo anterior es un reflejo de que, aun habiéndose decidido a emigrar por las entrevistadas/o, en ningún momento sintieron una seguridad completa en hacerlo, a pesar de que se les había asegurado por sus redes familiares y de amistades a donde llegar, y una alta posibilidad de contar también con un trabajo a su arribo. La ambivalencia que se experimenta entre el querer salir y el no quererlo del todo. Por supuesto, sobre todo en personas que dejan seres queridos. No se pierde de vista aquí que las personas entrevistadas consideraron migrar ante situaciones que se les presentaron en algún momento de su vida, la necesidad aunada a las condiciones de apoyo en los lugares de destino. No se puede asegurar si de no haberse dado dicha articulación, hubiesen migrado o ello sucediera tiempo más adelante. Pero de eso se trata esta aproximación, de migrantes que salen como turistas pero que el mercado laboral los situará como vagabundos desde la otredad que es en quienes se manifiesta dicha ambivalencia. Señala Bauman,

[…] experimentamos ambivalencia cuando nos debatimos en medio de impulsos contradictorios. Algo, al mismo tiempo, nos atrae y nos repele; deseamos un objeto con la misma fuerza que le tememos, ansiamos su posesión tanto como sentimos miedo de poseerlo. No se trata solo de la cuestión sobre la incapacidad de decidirse; con mayor frecuencia sentimos ambivalencia porque ese “algo” respecto al cual somos ambivalentes es ambiguo –a la vez malo y bueno, amenazante y prometedor…no hay manera de gozar del “lado bueno” sin excluir el “malo”. Las promesas y las amenazas vienen en el mismo paquete. (Bauman, 2005:12).

La llegada

Como se ha comentado, todos tenían ya un lugar específico a donde llegar dentro de los Estados Unidos, sin embargo, el trabajo no era seguro cien por ciento, como tampoco en las mejores condiciones salariales y de beneficio en derechos, no solo por el factor de ser indocumentados como también por el contexto de crisis y precarización de empleos (Canales, 2016 y 2017; Izcara, 2017), a los cuales pudieron aspirar. Por ejemplo, María inicialmente llegó a otra ciudad en donde después de un mes de no conseguir trabajo, aceptó la invitación que le hiciera una sobrino -radicado en la ciudad en la cual ahora se encuentra establecida María-. Su sobrino fue una persona clave pues no sólo le consiguió una entrevista en la fábrica en la cual él trabajaba, sino que también le ofrecería alojamiento. Por otro lado, en el caso de Jorge, éste ya tenía trabajo seguro en lugar de llegada. Pero era otra cosa lo que él esperaba, pues su trabajo es por temporadas, lo que hace que Jorge tenga que obtener dinero de otros pequeños trabajos en el lugar en el cual vive, sin ser esto de manera sostenida. En cuanto a Sandra, ella no llegó con trabajo seguro, pero si con la confianza que le habían transmitido sus conocidos de que encontraría pronto donde ocuparse, y así fue.

La estancia

De acuerdo con las tres personas entrevistadas, vivir en lugares tranquilos y muy cercanos a sus lugares de trabajo es la característica común respecto a su estancia en Estados Unidos. Asumen esto como un logro. Sin embargo, lo que más lamentan es no tener a sus familias allá. Sobre todo, esto es más complicado en los casos de Jorge y Sandra quienes tienen hijos todavía muy pequeños. En el caso de María, con sus hijos y nietos radicados en Ciudad Juárez, señala que es más fuerte la intención de regresar que el quedarse aun cuando estuviera legalmente, pues no hay ninguna posibilidad de que sus hijos y nietos estuvieran con ella (que ellos también migraran). “Ya tienen su vida hecha allá…y así debe ser”. Señala María.

Se destacan algunos comentarios de ellas/él al respecto:

Jorge refiere, “no me siento a gusto allá, extraño mucho a mis hijos y a mi señora, pero tengo que regresar, ahorita está peor todo aquí [Ciudad Juárez]…ni trabajo y con tanta violencia”.

María: “Pues ni una chanzita (sic) de aburrirme, trabajo doce horas cinco días, y estoy puesta para los tiempos extra…la ciudad es muy bonita, hay muchas cosas…pero ni tiempo de salir… pero nada como estar con mi familia, a veces pienso que para que estoy aquí y me dan ganas de regresar”;

Sandra: “Me gusta la ciudad, y en ocasiones me doy mi tiempo para salir a bailar o a pasear…pero sin mi hijo y mi madre allá, pues como que no…si los tuviera aquí, todo sería perfecto”.

Los tiempos libres, no son espacios en donde se recree su mente, es incluso un escenario para pensar, comparar sobre lo que dejaron. Hay ese sentir de duelo tal vez, pero ese mismo duelo anticipado en tanto antes de cruzar, y saber que tenían que dejar sus lugares para buscar sus objetivos. O cuando en México nuevamente, saber que debían regresar.

Conviene hacer recordar que las entrevistas se realizaron en Ciudad Juárez, en un periodo de tiempo en el cual las personas referidas regresaron de los Estados Unidos a la mencionada ciudad, a razón de visitar a sus familias. Una visita que no implicaba el regreso permanente a la ciudad fronteriza, ya que seguían dentro de su proyecto de trabajar en los lugares de Estados Unidos.

Trabajos que ya tenían, y en los cuales se les había extendido permiso de ausencia por una o dos semanas. Esto es importante señalarlo, ya que se confiaban de una forma para su regreso a sus centros de trabajo estadounidenses, no tan segura ciertamente, como lo es la renovación del permiso de turistas. Por otro lado, dicho periodo implicaba el previo, inicio y desarrollo de uno de los periodos más violentes e impunes en Ciudad Juárez, cuando esta ciudad se mostraría al mundo como una de las ciudades más inseguras del mundo (Véase, Almada, 2010; Aziz Nassif, 2012; Salazar y Curiel, 2012; Arratia, 2017; Medina, Bass y Fuentes, 2019).

Respecto al regresar a trabajar a Estados Unidos, ello, ciertamente implicaba el juego de lo legal-indocumentado, a razón de los requerimientos para que sea aprobado-expedido un permiso de viaje a los Estados Unidos. Los entrevistados no eran migrantes ilegales, viajaron su primera vez como turistas. Entre el cumplimiento a cada uno de los requisitos, luego al nuevo permiso, hay una serie de “acomodos” y “estrategias” que no implican el cruce de un rio, la concertación con un “pollero” (persona que transporta ilegalmente a otros a Estados Unidos), sino mecanismos en escritorios igual o menos costosos para los potenciales migrantes, que aquellos procedimientos para quienes no tienen siquiera una visa. No abundamos aquí en esta situación ya que no es el objetivo del trabajo –además de respetar la solicitud de las personas entrevistadas en no entrar con mucho detalle en esto-, pero es claro que para el vaivén migratorio: turista-trabajador indocumentado es un elemento de importancia.

La movilidad del migrante

Se presentan brevemente cuatro aspectos de importancia en la actividad diaria del migrante las cuales consideramos aportan un reflejo de la ambivalencia en su proceso experiencial (fenomenológico) de estar entre dos lugares: La comunicación, el consumo, el esparcimiento y el trabajo. Estos referentes de análisis no son los únicos, si es que se quiere trazar un marco de diferenciación entre el migrante ilegal y el migrante legal, pero se asume que aportan la pauta para una sistematización posterior del ejercicio.

A) La comunicación

Si bien, actualmente se posibilita una comunicación más amplia e incluso efectiva-afectiva, no todo quien se moviliza en su sentido físico, puede hacerlo en su sentido virtual por medio del internet, e incluso por conducto telefónico. Un uso que, sobre todo, a partir del Internet incluso ha posibilitado redes comunitarias y de apoyo económico con los municipios de origen (Cárdenas Torres, 2005); por supuesto, el desarrollo actual contempla, para el cierre de la segunda década comunicación vía WhatsApp, por ejemplo.

En efecto, aun cuando el contacto que tienen los migrantes con sus familias es a partir de la comunicación telefónica -por medio de prepagos que tuvieron que contratar- esto no es con la frecuencia que ellas y él, deseaban. Por otro lado, ninguno ha tenido la facilidad de contar con un acceso a internet, además de que –hasta el momento de las entrevistas- aun no lo saben usar. Con esto se señala que, en su movilidad, y, teniendo todavía como anclaje muy fuerte lo que han dejado en Ciudad Juárez, no tienen la posibilidad de explotar los recursos que ofrecen las actuales tecnologías de comunicación.

Las personas migrantes comentan que quisieran mantener una comunicación constante con sus familias, pero aducen que no siempre es lo que ellos esperarían entablar, es decir, una comunicación constante con sus seres queridos.

“En ocasiones no se puede hablar las veces que se quisiera” (María).

“A lo más que hablamos es cada tercer día, entre media hora a una hora” (Jorge).

El anhelo de poder comunicarse de manera más frecuente y prolongada con sus seres queridos en México es reflejo de arraigo, vinculado a la incertidumbre en saber cómo se encuentren estos en un escenario con problemas sociales, como la inseguridad pública y violencia exacerbada experimentada en Ciudad Juárez. Aun cuando allí sus familias están cercanas a otros familiares y amigos, los entrevistados refieren que la ola de violencia les hace sentir constantemente una preocupación:

“Piensas a cada rato si tu gente estaría bien, si no les habría pasado nada…(Jorge).

“Las malas noticias llegan pronto, pero hasta cuando me sonaba el teléfono lo primero que pensaba, es si estuvieran bien [sus familiares]” (Sandra).

Respecto a la comunicación necesaria para interactuar, tanto en la ciudad, como en sus trabajos y sus actividades diarias; las personas entrevistadas refieren que no hay mucho problema pues en sus trabajos la mayoría habla español, y en las tiendas, “no falta quien te hable en español…y pues, hay forma de entendernos”. Sin embargo, refirieron que si han sentido discriminación por parte de quienes hablan inglés, a razón de que ellos no lo hablan.

B) El consumo

En la cuestión de abastecer los artículos de primera necesidad, para María y Sandra no implica problema, e incluso, disfrutan de ir a las tiendas a pesar de que no dispongan de dinero para “darse sus gustos comprando”. Pero cuando tienen un dinero de sobra, aún así, les cuesta darse dicho placer, pues prefieren enviar lo más posible a su familia en Ciudad Juárez. En cuanto a Jorge, éste refiere que sus amigos y él son pocas las ocasiones que van a realizar las compras de abastecimiento básico, ya que sus patrones van periódicamente a la ciudad, y son ellos los que se encargan de traer lo que Jorge y sus compañeros de habitación necesitan. Por otro lado, Sandra y María consideran que hay diferencia entre las tiendas estadounidenses y las tiendas en Juárez, refieren que,

“…allá es más ordenado y rápido [Estados Unidos], pero se extraña lo que se acostumbra a comprar para darle sabor a las comidas…y hay cosas más baratas, pero otras muy caras…ganas en dólares, pero gastas en dólares.”

Mientras que Jorge comenta que él no distingue una diferencia, “es como cuando estaba en Jiménez… y también aquí en Juárez, pues había de todo, lugares caros, lugares tranquilos como los Mall, me parece igual…pero es más cercano a cuando vivía en Jiménez, bueno allá en donde me quedo [vive en un pueblo tipo ranchería, en los Estados Unidos]”.

Respecto a su tipo de compras, las tres comentaron que únicamente hacen las más indispensables, lo de consumo diario y personal. Advierten, en los tres casos, que se han hecho de poco y pequeño mobiliario para sus habitaciones, y principalmente de una radio y de un televisor.

C) El esparcimiento

Las tres personas entrevistadas señalaron que prácticamente no salen a actividades recreativas y de diversión, ya que es poco el tiempo que les queda para la disposición de ocio, además de que pretenden ahorrar o enviar dinero lo más posible que se pueda. Comenta María:

“…casi no salgo allá… [la rutina es] de mi trabajo al departamento…pero cuando he salido es porque mi sobrino y su esposa me han invitado a El lago…El lago es muy bonito”.

Sandra: “me gusta salir a bailar, es lo que más me gusta…lo hago cuando puedo, pues tampoco estar entre trabajo y el departamento ayuda mucho…piensas mucho”.

Sin embargo, cuando han tenido la oportunidad de tomar sus momentos de esparcimiento en los Estados Unidos, visitando lugares recreativos y de esparcimiento, al inicio lo hicieron con cierta seguridad, puesto que tuvieron un periodo como turistas (desde la portación de su permiso como tal), lo cual plantea que su estancia en esos términos no era fuera de la regla administrativa. En ese sentido lo referido por Robert Lanquar,

[…] las estadísticas del turismo internacional son con frecuencia criticadas precisamente por no definir con precisión esta dimensión social de la movilidad geográfica. Por ejemplo, un emigrante puede comenzar siendo clasificado como turista con un visado que lo identifica, pero al cabo de unos meses surge el problema de cómo definirlo, si turista o inmigrante […]. (Lanquar, 2007:224).

En realidad, independientemente de que, en el caso de Jorge, él en ocasiones experimenta temor al salir a la ciudad, la incertidumbre mayor en ser identificados como ilegales no es en la calle, sino en sus trabajos (Rocha Romero, 2011; Guerrero-Ortiz y Jaramillo-Cardona, 2015). De hecho, como ya he señalado, ese es su estatus en el sector laboral. Legales como turistas, indocumentados como trabajadores.

D) El trabajo

La razón de ser de las personas entrevistadas es su trabajo en Estados Unidos. Aquello por lo que emigraron y aquello por lo que se mantienen (o que refieren pretender hacerlo). Ya establecidos, su trabajo comporta una responsabilidad mayor respecto aquellos trabajos que llegaron a tener en México. No es el lugar específico: llegar como objetivo a la fábrica, el restaurant, o el rancho; el objetivo fue y es el trabajo en Estados Unidos, y lo que ello implica. En efecto, su primer y único obstáculo no fue (y ha sido) el idioma, sino los documentos como el seguro y/o el permiso laboral para acceder al trabajo que sus familiares les contactaron. Pasado el trámite no sin problemas y angustias, y bajo mecanismos del saber indocumentados, solo les quedaría mostrar “sus ganas de trabajar”, como se lo recalcaron a Jorge.

Por ello, y si se toma en cuenta que su traslado fue bajo la condición de turistas, pero su establecimiento laboral bajo la categoría de indocumentados, la respuesta a la pregunta ¿son turistas o migrantes ilegales?, no es tan obvia. Ellos saben que son ilegales, lo asumen. Su defensa es su estancia temporal como turistas y el considerar que aportan a la economía estadounidense sin recibir los derechos respectivos. Pero en su trabajo no son turistas, son trabajadores con los requerimientos “mínimos” para estar laborando. Su incertidumbre por lo tanto no está en las calles, está en el mismo centro de trabajo. Comenta Jorge:

“me han dicho que debo cumplir muy bien con el trabajo…, saben que mis ‘papeles’ son falsos [sus compañeros de trabajo]…pero ellos también [los demás trabajadores tienen el mismo tipo de papeles], hay varios…ellos también son ilegales…todo se sabe, pero no se dice…”

Refiere Sandra: “me dijo que ya no es como antes [quien la contrató]…que debo tener papeles para poderme dar trabajo…y los conseguí y me lo dieron [el trabajo]…yo hago mi trabajo, no tienen por qué decirme nada”.

Por su parte María señala: “cuando pedí permiso para venir para acá me lo dieron, bueno me ayudó una de las jefas…pero después que llamé con una compañera del trabajo [desde Ciudad Juárez], me dijo que el supervisor estaba seguro de que ya no iba a regresar… [cuando escucho eso] me dio miedo que al regresar [a los Estados Unidos] ya no tenga trabajo”.

La incertidumbre está en la categoría de la estancia del migrante. Estancia que implica querer estar en un lugar distinto al de la residencia original, y lo que con ello se gana y lo que con ello se pierde. Por ejemplo, mayores ingresos en Estados Unidos (ese es el supuesto de partida), pero estando alejados de sus familias. Todo eso no se sabe en el momento previo de emigrar, sino cuando se ha inmigrado.

Discusión

Turistas y vagabundos en la ambivalencia de la migración

La cotidianidad del migrante se desenvuelve en ámbitos del consumo, el esparcimiento y el trabajo, es en donde resiente aquello que no considera como suyo, desde el parámetro de lo que dejó. Independientemente que con el tiempo y bajo una serie de condiciones, posteriormente haga ese lugar su residencia temporal. Pero ese desarrollo es limitado. Su movilidad para hacer una estancia siempre corre entre la territorialización desterritorializada por la misma comunidad y las pautas legales que han inscrito su forma de establecimiento. El territorio es fijo, se encuentran en x lugar de los Estados Unidos. Pero no son sus territorios, son extraños, no son amigos ni enemigos, en el sentido de la construcción del orden social en la modernidad que describe Bauman (2005: 84-110). En ese sentido, para la comunidad receptora, todo migrante produce un beneficio. Pero no todo beneficio es visto de la misma manera. El trabajo que hace el turista o viajero de negocios no es el tipo de trabajo no reconocido que hace el migrante indocumentado. Tampoco lo es el consumo que hace el primero y el que hace el segundo. Para una existe una industria, para el segundo, es incluso parte de los mecanismos de la industria. El migrante documentado se convierte en turista, y el migrante indocumentado en un vagabundo simbólico en la ciudad.

La Real Academia Española refiere de vagabundo, lo siguiente: “que anda errante de una parte a otra”, y en su adjetivo, como “holgazán u ocioso que anda de un lugar a otro, sin tener oficio ni domicilio determinado”. Por supuesto que en sentido estricto las personas que emigran no son vagabundos. Sin embargo, la categoría tomada de Zigmunt Bauman es inferida a que el vagabundo es aquel que anda errante en el mundo del consumo, del flujo que la modernidad ha impuesto en donde no están ni aquí ni allá. El extraño no solo de la comunidad física, sino de la comunidad simbólica, de la otredad que finca las pautas para la adecuada sociabilidad. En dicha comunidad, “hay luz verde para los turistas, luz roja para los vagabundos, [en donde] el vagabundo es el otro yo del turista”. (Bauman, 2001: 123). El turista es reconocido, el mundo de la movilidad es diseñado para él, “los países receptores de turistas, que esperan un flujo constante de grandes cantidades de <<visitantes poco habilitados culturalmente>>, reservan tales enclaves y preparan a los mediadores con antelación”. (2001: 89)

Para el migrante indocumentado no hay tal. Su condicionamiento recae en su cotidianidad, que no se salga de lo que no se espera de él. Lo que se espera del migrante es que haga su trabajo, observe las leyes y las normatividades de manera estricta, aun más que el “nativo”. Porque se le está vigilando, hasta por él mismo. Un disciplinamiento de su fuerza de trabajo (Cordero Díaz, 2018) y desde la precarización histórica en la condición de migrante a Estados Unidos (Castles, 2013).

Sandra: “Yo debo trabajar al cien…sé que muchos no logran cruzar y conseguir trabajo pronto…debo cuidar mi trabajo”.

María: “Me dio temor que me corrieran porque mi mánager metió un reporte de una quemadura que me hice con la selladora…si juntas varios reportes de accidentes te pueden correr…por eso debo presentarme el día que se cumple mi permiso”.

Jorge: “…si, me gusta beber [licor, cerveza]…pero cuando lo hago allá, es en el cuarto que nos quedamos…la verdad no me siento seguro de tomar cuando hemos salido…allá no se andan con mermas1 (sic)…te agarran y te entamban2 (sic)”.

Por ello, el migrante indocumentado es el vagabundo simbólico. Desterritorializado en territorio ajeno. Señala Bauman:

los vagabundos saben que no se quedaran mucho tiempo en un lugar por más que lo deseen, ya que no son bienvenidos en ninguna parte. Los turistas se desplazan porque el mundo a su alcance (global) es irresistiblemente atractivo; los vagabundos lo hacen porque el mundo a su alcance (local) es insoportablemente inhóspito. Los turistas viajan porque quieren; los vagabundos, porque no tienen otra elección soportable (2001:122).

Son diversas formas de vigilancia, de hacerle saber que no es amigo ni enemigo, sino extraño en el ordenamiento social. No únicamente su estatus migratorio (permiso laboral, residencia, nacionalización, etc.), sino acceder a los códigos de reconocimiento, pero no de aceptación total. Por ejemplo, el idioma. Otro posible código de reconocimiento, el establecerse definitivamente en la comunidad, y, por ende, diluir la ambivalencia cortando de alguna manera con sus lugares de origen. Y, sobre todo, consumir, ser sujeto de crédito, existir. Acota Bauman. “[…] el extraño que se niega a marcharse transforma gradualmente su resistencia transitoria en morada definitiva –de manera que su otra casa, la “original” retrocede al pasado y quizá se desvanezca por completo […]” (2005: 93).

Comenta María:

“mi familia de allá ya son ciudadanos y algunos residentes (sic)…tienen una casa muy bonita y mi sobrino acaba de comprarse un carro del año…bueno, todo lo están pagando…no, yo no me quedaría allá…quiero que mis dólares valgan (sean útiles) acá…”.

Sin embargo, Sandra si ve la posibilidad de establecerse más tiempo:

“si me gustaría estar acá, pero con mi hijo y mi mamá conmigo…pero ya definitivamente no…sólo sería por mi hijo, acá hay más oportunidades, pero con papeles”.

Respecto al idioma comenta Jorge: “sí, me da hasta vergüenza cuando hay <<paisas>> que habla bien el inglés…”. En esto último aducen que si es una forma de distinción en el mismo trabajo, que parece que lo que se trata es de simular que eres del lugar y no de fuera.

Refiere Sandra, en tono de broma: “los Antonios allá son Tony, o los Juanes son Johnny, cuando son morenitos…Bueno, el inglés les ayuda…yo estoy peor”.

Pero el extraño no es exclusivo de la migración internacional sino también en la migración interna (nacional), pero ciertamente se acentúa ante las fronteras políticas. Cerramos este ejercicio teniendo en cuenta tal aspecto. En la condición de extrañamiento de otredad y la construcción del otro, las mismas personas entrevistas la asumen respecto Ciudad Juárez, aun cuando ellos mismos son migrantes.

Menciona María:

“Allá [en San Pedro] toda la gente te saluda, puedes caminar tranquilamente; Cuando me encuentro personas de mi pueblo me da mucho gusto…aún cuando no los haya conocido allá, es como si los conociera de toda la vida…”.

Y ella misma refiere, respecto a la estancia en Estados Unidos,

“Me he encontrado mucha gente mexicana, unas de zacatecas, de Morelia…son buenas personas, pero no hay que hacer mucha confianza, la jefa me dijo que a nadie le dijera quien me consiguió el trabajo…”.

Consideraciones finales

Con lo presentado a partir de las experiencias de Sandra, Jorge y María, nos permitimos señalar que la ambivalencia, como estado experiencial del migrante, es una condición latente sobre todo en los primeros momentos en los cuales se ha dejado su territorio, y a la vez, el territorio al cual se ha llegado comporta la distinción de extraños para ellos. Una faceta que es asignada por los otros, por quienes les consideran extraños, lo cual no cierra las posibilidades para la incorporación en la comunidad. Pero como hemos visto, el coste es diluir de alguna manera la ambivalencia dejando de lado el lugar de origen. Además de aceptar en todo momento ser vigilados y asumir su papel de auto-vigilantes de igual manera. Si los migrantes no buscan esa posibilidad, su condición de ambivalencia permanece y es su estado experiencial tanto físico, simbólico y emocional. A saber, el querer estar, pero añorar lo que se dejó, el querer regresar, pero valorar lo obtenido (trabajo, posibilidad de envío de dinero a sus familias, etcétera.).

En ese sentido, es altamente pertinente el análisis de la migración desde el enfoque de Zigmunt Bauman, colocando el lente en los procesos y etapas de la modernidad y sus flujos, desde el matiz de los ordenamientos políticos que consignan que y cómo incluyen o excluyen (sobre inclusión y exclusión en la era planetaria, véase Carballo, 2012), bajo la óptica del consumo y la producción, en el amparo de las demandas y clasificaciones de sociedades hegemónicas a sociedades en desarrollo y dependencia de dichas directrices por quienes tienen el orden global. Los y las migrantes, desde el intersticio de las figuras de turistas y vagabundos, tal vez le dirigiría la mirada a Bauman sobre los refugiados en y desde el proceso infame de la modernidad, grupo social en el cual se concentraría el sociólogo polaco (Constante López, 2017: 388-390). Mientras tanto, las figuras de turistas y vagabundos, es importante desde la atención a los procesos de autorización y permisibilidad de quién cruza, cómo y para qué, por parte de países receptores (y demandantes) como los Estados Unidos; el entendimiento de pautas y posiciones en el juego por parte de quien busca cruzar como turistas y colocarse como trabajadores, es decir, apropiaciones del uso -del ser documentado y para qué-estableciendo lógicas, estrategias y tácticas, en el sentido de Michael de Certeau (2000).

Las personas entrevistadas se movilizaron como turistas, pero en tanto ese no fue el objetivo sino una de las alternativas para “cruzar”, los costos monetarios como psico-afectivos no son los mismos a quien se dispone a viajar con la documentación y respetar en toda la regla, y por una estancia y objetivos determinados más allá del mero “cruce” internacional. Entonces faltaría imbricar la experiencia del turista internacional, y para este caso, en su acceso y los cómo a Estados Unidos. Ciertamente, implicaría detallar también esta cuestión al caso nacional, a las inmigraciones locales, y al turismo local.

Aun cuando se traspasen las fronteras políticas no se traspasan las fronteras simbólicas. Pero esto no es de la misma manera para el migrante indocumentado ubicado como indocumentado como lo es para el turista. El migrante sabe que existen dichas fronteras, la ambivalencia percibida se lo hace presente a cada momento. Pero no puede romper la ambivalencia, a razón de generar otra. La movilidad de quien migra, por lo tanto, no fluye de la misma manera. Y si bien, la migración en su sentido más común es una movilidad, las fronteras son el anclaje por el cual la fluidez adopta diversas formas. Fronteras políticas, fronteras simbólicas, fronteras de alteridad.

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Anexos

Anexo 1. Perfiles

Aspectos

Sandra

María

Jorge

Edad actual

29 años

50 años

30 años

Grado académico

Preparatoria

Secundaria

Secundaria

Lugar de origen

Parral, Chihuahua

San Pedro, Coahuila

Jiménez, Chihuahua

Fecha de llegada a Ciudad Juárez

1998

2003

2001

Motivo de migración a Ciudad Juárez

La familia se trasladó a la ciudad por cuestión laboral. Sandra tenía 10 años (Estudiar)

Su divorció. En Ciudad Juárez se encontraba la mayor parte de la familia materna (Trabajar)

Falta de trabajo en lugar de origen. Familia de la esposa en la ciudad. (Trabajar)

Primer (1) y último (u) trabajo en Ciudad Juárez.

Tienda departamental (1), negocio propio-abarrotes (u)

Empleada de la industria maquiladora (1), Técnica de calidad maquiladora (u)

Despachador gasolinera (1), Mensajero (u)

Familia propia

Madre, y un hijo

Cuatro hijos ya casados

Esposa y dos hijos

Propiedades en Ciudad Juárez en el 2008.

Pagando casa, automóvil de segunda mano, negocio abarrotero.

Pagando casa, automóvil de segunda mano.

Automóvil

Elaboración propia

Anexo 2.

Aspectos

Sandra

María

Jorge

Año de emigración a los Estados Unidos

2014

2014

2015

Motivo de emigración

“Juntar dinero para ampliar el negocio”

“Trabajar para mandar para un ahorro, y reunir para negocio y ampliar la casa”

“Mandar dinero para ponernos al corriente con deudas y juntar lo más que se pueda”

Cruce y estancia laboral

Cruce visa-permiso- turista, estancia laboral indocumentada

Cruce visa-permiso- turista, estancia laboral indocumentada

Cruce visa-permiso- turista, estancia laboral indocumentada

Lugar (estado) de establecimiento

Nuevo México

Illinois

Nuevo México

Redes locales

Amigos de la familia

Sobrinas

Amigos de lugar de origen

Primer (1) y último (u) trabajo en Estados Unidos

Recamarera hotel (1), mesera de restaurante (u)

Empleada de fabrica (1 y u)

Empleado de campo (1 y u)

Retornos a México (Ciudad Juárez)

2

1

1

Elaboración propia


1 “Mermas”: coloquialismo que en esta frase significa que las autoridades no se andan con mano dócil o sin rigor en la aplicación de normativas y reglamentos a quien comete alguna falta administrativa o delito.

2 “Entamban”: coloquialismo que en esta frase refiere a que te consignan y te dan prisión.