Espacio Abierto Cuaderno Venezolano de Sociología Vol. 27 No.4 (octubre-diciembre, 2018): 161-172


Degenerados y criminales: la preocupación de la raza en el Pueblo Enfermo de Alcides Arguedas

Oleski Miranda Navarro*


Resumen

En este trabajo discuto el diagnóstico que Alcides Arguedas presenta en su estudio Pueblo Enfermo (1909) donde el autor fijaba el fracaso, la criminalidad, la falta de progreso y la corrupción como resultado de las aptitudes e inmoralidad de las razas hispanoamericanas. La revisión se enfoca en el juicio que realiza el autor del sujeto indígena y del mestizo o cholo como es conocido en los países andinos. En la esquematización del autor boliviano tanto los indígenas como los cholos eran seres inmorales con tendencias ingénitas a cometer actos criminales. Esta representación estaba sustentada en la herencia racial, en factores históricos y en el medio físico. A partir de esta imagen, examinamos la influencia del discurso degenerativo con la que delinea su ensayo, y sustentamos que muchas de estas categorizaciones, fueron reformuladas como respuesta al conflicto que en la América Hispana planteaba el proyecto moderno, así como el prestigio que brindaba el discurso socio-científico. El paradigma que perseguían los intelectuales como Arguedas a través del racismo científico, apuntaba a la continuidad de un orden que seguía privilegiando una conformación jerárquica de las razas del continente.

 

Palabras clave: Herencia racial; mestizaje; indígenas; cholo; degeneración.


Recibido: 21-07-2018 / Aceptado: 14-08-2018

* Augustana College. Illinois, USA

E-mail: oleskimirandanavarro@augustana.edu


Degenerates and criminals: the concern of race in Alcides Arguedas’s Pueblo Enfermo

 

Abstract

The research herein examines Alcides Arguedas’ diagnosis of race in his essay Pueblo Enfermo (1909), in which Arguedas concluded that the failure, criminality, lack of progress and corruption was a result of the aptitude and immorality of Hispanic American races. This examination focuses on judgments made by the author toward indigenous and mestizo peoples, also referred to as cholos, in Andean countries. In his essay, the Bolivian author perceives of both the Indians and the cholos as immoral beings with innate tendencies to commit criminal acts. His representation of both peoples was based on racial inheritance, historical factors and physical environment. Making use of the image of the indigenous and mestizo Arguedas’ illustrates in his work, this investigation scrutinizes the influence of the degenerative discourse delineated in Pueblo Enfermo and contends that many of these categorizations were reformulated as a response to the conflict in Hispanic America posed by the project of modernity, as well as the prestige offered by sociocentric discourse. The paradigm based on scientific racism pursued by intellectuals like Arguedas sought the perpetuity of an order that upheld the hierarchical conformation of the races on the continent.

 

Keywords: Racial heritage; mestizaje; indigenous; cholo; degeneracy.


Introducción

El examen de las sociedades latinoamericanas a través de la mirada “clínica” tuvo gran influencia entre los intelectuales del continente en los umbrales del siglo veinte. Si bien uno de los primeros intentos hispanoamericanos para “racializar” el progreso encuentra un precedente en Conflictos y Armonías de las Razas de América (1886) de Domingo

F. Sarmiento, los trabajos que le precedieron apropiaron de manera más elaborada la reflexión ensayística con un discurso multifacético en donde se mezclaban las ciencias naturales, la historia, la antropología, la psicología y la sociología. Con este entramado de ideas se legitimaban a través de la autoridad del discurso científico los prejuicios existentes sobre las razas.

Entre las distintas tesis que intentaban diagnosticar, y dar una respuesta terapéutica a los asuntos que aún marcaban la vida social a casi un siglo de independencia, destacan los ensayos de los argentinos Agustín Álvarez Manual de Patología Política (1899) y Manuel Ugarte Enfermedades Sociales (1905), el trabajo del venezolano Cesar Zumeta Continente Enfermo (1899), y el libro del boliviano Alcides Arguedas Pueblo Enfermo (1909). Esta caracterización del pensamiento organicista en el contexto hispanoamericano para


abordar desde el racismo científico distintas problemáticas sociales, culturales, políticas y demográficas, ha sido denominado como “pensamiento biológico” (Stabb,1967), “discurso enfermo” (Aronna, 1999) y “ensayo enfermo” (Gomes, 2005).

El ensayo de Arguedas puede considerarse uno de los más divulgados recibiendo en el año de su primera edición el reconocimiento y elogios de reconocidos intelectuales, entre ellos el español Miguel de Unamuno y el uruguayo José Enrique Rodó. Aunque también fue el centro de duras críticas, a Pueblo Enfermo se le vio como un documento esencial para entendimiento de la América Española al ser un ensayo instructivo en donde las nuevas ciencias se encontraban con verdades históricas. Me propongo entonces a explorar el fatalismo de Arguedas a partir de la problematización que el autor boliviano establece para prescribir el fracaso, la criminalidad, la falta de progreso y la corrupción como resultado de las aptitudes e inmoralidad de las razas hispanoamericanas. La revisión abarca su diagnóstico del sujeto indígena y del cholo en su representación del mestizo en los países Andinos como Ecuador, Perú, Bolivia y Argentina.

En la esquematización del autor boliviano tanto en indio como el cholo eran seres inmorales con tendencias ingénitas a cometer actos criminales. Esta representación estaba sustentada en la herencia racial, en factores históricos y en el medio físico. A partir de esta imagen, examinamos la influencia del discurso degenerativo en la taxonomía racial que presenta Arguedas, en la que resaltan la influencia de pensadores europeos como Gustavo Le Bon y Cessare Lombroso. Sustentamos entonces que muchas de estas categorizaciones fueron reformuladas como respuesta al conflicto que en la América Hispana planteaba el proyecto moderno. El paradigma que perseguían los intelectuales como Arguedas buscaban la continuidad de un orden que seguía privilegiando una conformación jerárquica de las razas del continente. En éste se justificaba el limitado progreso material, científico y cultural y el fracaso histórico en la que se percibía a países como Bolivia.

La protervidad del indio: entre odio y vicios

Para los pensadores latinoamericanos de principios del veinte que buscaban respuestas en la modernidad que habían observado en Europa “el discurso de la degeneración logró aceptación y fue utilizado principalmente para una explicación racialista de las causas por las cuales a las nuevas republicas les resultaba tan difíciles convertirse en naciones modernas” (Paz Soldán, 1999:60). La degeneración racial, así como el organicismo y darwinismo social tuvo un amplio auge en los círculos psiquiátricos franceses e ingleses en la década de 1880s. Los nuevos especialistas intentaban validar su profesión y ambición profesional como médicos calificados. El concepto de la degeneración propuesto por el medico francés Benedict Morel en la década de 1850, observaba a la locura y al crimen como epidemias crecientes, que resultaban de la decadencia física y moral de la clase trabajadora europea y sus condiciones de vida. Se argüía que esta “degeneración” mental, moral y física era transmitida a los hijos (Padhy, 2006). La idea de la degeneración tuvo un impacto importante entre el público que veía que la sociedad moderna traía consigo graves detrimentos afectando la vida social de las ciudades. En el caso latinoamericano la concentración y expansión de grupos sociales y étnicos como indígenas, campesinos, mestizos y negros descendientes de esclavos, reconfiguró la organización de las ciudades y agudizó las nuevas divisiones de clases entre pobres y ricos.


Los pensadores latinoamericanos liberales se aferraron al positivismo y las nuevas ciencias europeas como la psicología y la antropología al considerarlas las herramientas que pragmáticamente podían responder cuestiones tan complejas como ¿Hasta dónde se puede educar al indio? ¿Es realmente la asimilación un asunto posible? ¿Qué se debe hacer con la población negra? ¿Es la raza la causa del estancamiento del continente? Sobre estos temas con algunas excepciones la noción dominante aceptada por distintos pensadores de la región, y tomando como referencia a raciólogos europeos y estadounidenses como Robert Knox, Joseph Arthur de Gobeneau, Josiah Nott, Gustave Le Bon y Louis Agassiz, promovió como factum que las razas blancas “puras” no debían mezclarse con razas genética y socialmente señaladas como inferiores. Bajo estos supuestos se concebía el hecho que la mezcla racial podía sustancialmente afectar las capacidades genéticas y las conductas morales (Ifekwunigwe, 2004).


Para explicar la realidad del indígena en Bolivia, Arguedas apela a un esbozo basado en la “calidad étnica” del país andino. En éste el indio al ser la raza demográficamente más relevante habría relegado a Bolivia a un segundo plano en comparación a sus vecinos más prósperos como Argentina y Chile. En su estudio, Arguedas encuentra la explicación a la parálisis nacional en el determinismo racial:


De no haber predominio de sangre indígena, desde el comienzo habría dado al país orientación consciente a vida, adoptando toda clase de perfecciones y moral y, estaría hoy en el mismo nivel que muchos pueblos más favorecidos por corrientes migratorias venidas del viejo continente. (Arguedas, 1937:32).

Aunque el indio en Pueblo Enfermo representa unas de las claves más claras para definir el retraso boliviano más aún lo es hibridismo. Arguedas resalta que los pueblos indígenas suramericanos que lograron alcanzar un estado cultural, social y político avanzado fueron los Incas y Aimara. Recurriendo al pasado glorioso en contraste a la realidad actual que veía en el indio, argumenta que el avance que ambas civilizaciones andinas habían demostrado se debía a que éstas muy poco se mezclaron conservando un estado puro entre sus miembros. Además de la hibridez que venía afectando al indígena, observa en otro factor un elemento concluyente para explicar la maldad y la proclive actitud a delinquir del indio del altiplano. En su análisis afirma que estas malas conductas también podían explicarse con la influencia del medio físico y las agrestes actividades a las que se ve obligado a desempeñar:


Notase en el hombre del altiplano la dureza del carácter, la aridez de sentimientos, la absoluta ausencia de afecciones estéticas. El ánimo no tiene fuerzas para nada, sino para fijarse en la persistencia del dolor. Llégase a una concepción siniestramente pesimista de la vida. No existe sino el dolor y la lucha. (Arguedas, 1937:35).


A partir de este esbozo ya sea por la herencia racial o por las condiciones del ambiente se concibe que la condición natural del indígena es ser malo. El retrato que propone Arguedas sobre la realidad del indígena da para entender que bajo el ambiente que lo somete, el indio vive bajo la constante ausencia de aspiraciones llevándolo a manifestar una gran limitación espiritual. Esta alegoría que el autor boliviano traza apuntala a una


bestialización del indio del altiplano. Al categorizarlos de este modo se desprende de sus rasgos de humanidad y como resultado al describir su carácter nos da a entender que el indio es un ser “rencoroso, egoísta, cruel, vengativo y desconfiado cuando odia. Sumiso y afectuoso cuando ama. Le falta voluntad, persistencia de ánimo, y siente profundo aborrecimiento por todo lo que se le diferencia” (Arguedas, 1937:36). En el marco de estos extremos, no es extraño que Arguedas perciba al indígena a través de uno de los sentimientos al que ha sido forzado: el odio contra el blanco.

Aunque la representación naturalista del indígena es un recurso constante en la obra arguediana, en su diagnosis también parece hacer un paréntesis al inculpar al indio, denunciando que el odio que lo caracteriza como raza no es solamente el resultado de su naturaleza cruel. Retomando la visión histórica argumenta que también “el odio de la raza” es producto del aprovechamiento que ha sufrido bajo el dominio de siglos de explotación colonial. En su interés de justificar las actitudes negativas del indio que el mismo autor le ha otorgado, alude a lo que considera factores externos de gran influencia como el ambiente y las condiciones de vida, siendo también factores determinantes para el desarrollo de rasgos psicológicos que a lo largo del texto nos ha presentado como innatos a la condición racial. Cuando habla del carácter sumiso y la subyugación a la que se ha forzado al indígena, formula que éste cuando despierta de su aletargamiento: “olvida su manifiesta inferioridad, pierde el instinto de conservación y, oyendo su alma repleta de odios, desfoga sus pasiones y roba, mata, asesina con saña atroz” (Arguedas, 1937:41). Los vicios adquiridos entonces serán empleados como una forma de defensa contra la raza dominadora y asimismo contra su propia raza. En su obra escrita Arguedas planteó el problema indígena desde una posición contradictoria, mientras que en Pueblo Enfermo resaltaba sus aspectos más negativos a partir de rasgos y conductas psicológicas desviadas (vengativos, traicioneros, fatalistas, criminales) en su última novela Raza de Bronce (1919), sin dejar de subrayar sus vicios, también lo reivindicaba al verle como una raza sufrida y orgullosa que merecía un lugar en la nación imaginada por los pensadores positivistas. Estos cambios discursivos coexistían en el hecho de que los preceptos degenerativos se conformaban a partir de un cuerpo de ideas eclécticas en donde se mezclaban lo histórico, la sociología, la antropología y lo psicológico. De igual forma, desde una perspectiva orgánica de la obra de Arguedas se puede indicar que Raza de Bronce, como fue sugerido por Antonio Cornejo Polar, no es más que la continuación novelada de su famoso ensayo (Cornejo Polar, 1987). Es en el copioso ensayo Pueblo Enfermo en donde Arguedas se adentra en la cuestión indigenista, permitiéndole así ser tomado como un intelectual serio más allá del discurso literario representado en la novela (Paz Soldán, 2006). En cierta forma las aparentes diferencias con respecto a la posición del indio entre su ensayo y su novela, tenía que ver con la asunción que los lectores buscaban en la ficción novelada un lugar para el entretenimiento y no para aprender sobre la complejidad histórica nacional.

A lo largo de Pueblo Enfermo el indio está definido a partir de adjetivos y descripciones negativas incluyendo una desvirtuada condición femenina. La conexión entre la conducta afeminada y la patología en el siglo diecinueve, fue una constante opuesta a la virilidad que simbolizaba el orden y la autoridad que se necesitaba para consolidar un estado moderno. En la mirada de Arguedas el epíteto femenino se convierte en un desvió de la


conducta y por ende un obstáculo que padecen algunas regiones del Bolivia. El discurso de la degeneración y el atavismo es potencialmente resaltado al observar en los varones indios cualidades condenables como el recelo, la desconfianza y la crueldad. Por otro lado, las mujeres se distinguen por ser rudas y torpes, y por consentir conductas violentas por parte del macho y normalizarlas como afectivas. La mujer indígena en Arguedas, como indica Paz Soldán, a lo largo de su obra se ve narrada “como seres inferiores a los hombres. Lo que es nuevo en Pueblo Enfermo es que la inferioridad de la mujer boliviana no sólo obedece a causas de su propia naturaleza” (Paz Soldán, 1999:72). Un ejemplo de su aversión al semblante de una sociedad afeminada se puede advertir cuando habla de la psicología regional boliviana. Al describir a Cochabamba parte de la idea que es una ciudad en donde sus habitantes muestran ampliamente estos rasgos la cual la convierte en unas de las regiones más endebles: “Lo que dice Le Bon de las muchedumbres en general, se puede aplicar a la cochambabina en particular: es la más femenina de las muchedumbres bolivianas (Arguedas, 1937:70). En el marco de estos supuestos un pueblo caracterizado con signos afeminados, fragilidad y holgazanería también puede ser considerado como un organismo enfermo.

Para Arguedas la debilidad y la conducta criminal del indio puede entonces venir de la falta de moral que caracterizan a la raza, o como hemos observados, como el resultado de factores históricos como la dominación colonial. Aunque ha adquirido vicios producto de la acción y subyugación del blanco, el indio es un criminal en potencia capaz de matar y robar. Del mismo modo en que Arguedas gravita en el pensamiento de Le Bon, halla en las ideas de otro pensador europeo la clave para explicar las causas de la protervidad indígena. Cesare Lombroso, médico y antropólogo italiano sostuvo que el fenómeno de la criminalidad, así como otras conductas degenerativas, era producto y derivación de una regresión atavista. Lombroso en su trabajo publicado en 1876 El hombre criminal, afirmaba a partir de la experimentación con la antropométrica y la observación, que distintas características ancestrales tanto físicas como éticas constituían elementos que podían definir a los criminales (Mazzarello, 2011). En línea con la metáfora médica del ensayismo de principios del veinte, Arguedas utiliza la expresión “contagio” y en cierta forma asume, aunque basado más en la corrupción de la raza, lo que Lombroso diagnosticaba sobre individuos criminales que no podían reformarse, y que según el médico italiano era la forma de atavismo más representativa, aquellos que nacían destinados por la herencia genética a ser antisociales.

Otros de los factores de “contagio” que Arguedas argumenta para hablar de la afectación del carácter del indio es el alcohol. Lo entiende como un vicio que se convierte en una de las pocas satisfacciones personales al vivir abatido y comprender que tiene pocas posibilidades de alcanzar plenos derechos. El alcohol se convierte así en un leitmotiv de la raza que también termina explicando muchas de las tendencias criminales. El alcohol en el indio despierta sus más bajas pasiones y “es en este estado que comete la mayor parte, por no decir todos los crímenes de que se le acusa, y por lo que se le hace purgar duramente” (Arguedas, 1937:52). Sin embargo, la conformación racial sigue siendo la principal causante de la enfermedad nacional “sí la criminalidad del país ofrece cifras relativamente elevadas, es porque el elemento de raza predomina en ella” (Arguedas, 1937:52). En este


entramado que nos presenta Arguedas en Pueblo Enfermo para dar razón a la maldad del

indio, existe una relación directa entre el vicio, la degeneración moral y la herencia racial.


El Cholo, degenerado y criminal

Al seguir en constante referencia al ideario de Gustavo Le Bon en lo que concierne a la crítica de la mezcla racial, Arguedas conecta directamente el mestizaje como una de las principales causas del complejo problema de la criminalidad y la corrupción. En su propuesta el cholo y la degradación que el mestizaje representaba en los países andinos se convierten en una cuestión medular para explicar el limitado funcionamiento de la política y las instituciones públicas. Como señala Michael Aronna, la premisa de esta creencia es que la moralidad individual o colectiva es el componente psicológico el cual guía el desarrollo histórico (Aronna, 1999). Entre los autores hispanoamericanos que explotaron esta visión, destaca también el escritor argentino Carlos Octavio Bunge contemporáneo con Arguedas. Bunge, de gran influencia en la escritura de Pueblo Enfermo, resumía la conexión de la raza con la conducta humana en la siguiente sentencia en su famoso ensayo de 1903 Nuestra América: “cada raza física es una raza psíquica” (Bunge, 1903:118)

El cholo en su expresión más peyorativa del mestizaje latinoamericano puede verse como una categoría cultural más que una categoría biológica. Desde la época colonial el indígena era considerado como una categoría administrativa y fiscal. Para los censos era importante enumerar al indígena como población tributaria convirtiendo al indio en una identidad institucionalizada. Ambos al indígena y al cholo, hasta cierto punto ya en el siglo XX comenzó a entenderse como una categoría definida por significantes culturales, entre los que destacaban la vestimenta, el espacio donde habitaban y el lenguaje. En parte, esto hizo que la línea que separaba al mestizo del indígena en muchos casos fuese manipulable. (Wade, 2010).

Delineando su examen en la propuesta de Le Bon, Arguedas despliega su ataque a la hibridez o mezcla racial presente en el continente. El multifacético pensador francés señalaba que la descendencia de parejas interraciales era siempre inferior al carácter puro de los padres. Bajo estos preceptos, la inmoralidad e inestabilidad del sujeto mestizo lo inhabilitaba para desempeñar eficazmente cargos importantes, así como para ejercer la autoridad. (Aronna, 1999). Partiendo de estas premisas las implicaciones para América Latina eran negativas por la especial geografía humana. Una composición de la gran mayoría de los países distinguidos históricamente por una marcada población mestiza producto del intercambio biológico y cultural en más de tres siglos del colonialismo europeo, la gran presencia indígena y la alta concentración de población africana que arribó con la esclavitud.

Arguedas se adentra más en el ideario leboniano en su viaje por Europa en 1903, el cual emprende con su amigo el abogado Bautista Saavedra quien luego se convertiría en el presidente de Bolivia en la década del veinte. En 1901 Saavedra ya había publicado su libro titulado Los orígenes del Derecho Penal y su historia, La criminalidad aymara en el proceso Mohoza, en este texto adoptaba el determinismo de Le Bon y sugería que el indio ante otra raza superior tenía que desaparecer. Más adelante, para el año de 1925


Saavedra ya como presidente de la republica boliviana restringe la entrada de los indios a centros urbanos. (Chachaki, 2007). Esta creencia dominada por la degeneración daba por sentado que había sujetos desviados que representaban un peligro para la modernidad que perseguían los gobiernos liberales y republicanos. Es un interesante ejemplo en donde la teoría funcionó directamente para impulsar políticas públicas que apuntaron al control y la reducción de grupos étnicos y raciales.

Ante las pocas posibilidades de avanzar como republicas, entre los posibles planes planteados como solución estaba el “blanqueamiento” que fue promovido y planificado, a través de la gestión oficial en países como Cuba y Argentina en la que se estimuló la inmigración europea blanca. Nicomedes Antelo un intelectual boliviano radicado en Argentina a finales del diecinueve lo resumía de esta forma: “Que por la virtualidad que es propia del transformismo desaparezcan cuanto antes el indio y el mestizo de Bolivia, esos dos agentes arcaicos, incásico uno y colonial el otro; que se extingan bajo la planta de inmigración europea” (Zea, 1965:81). Antelo había sido testigo del progreso argentino como residente en ese país. Para el boliviano siguiendo el relato oficial, el avance material era resultado de las campañas de extermino del indio y el gaucho en la llamada Campaña del Desierto que había iniciado el presidente Julio Roca, y también por la llegada de cuantiosas cantidades de inmigrantes europeos que se fueron imponiendo en la imaginada lucha de la civilización contra la barbarie.

Es de notar que Arguedas no ve al cholo como un ser incapaz de lograr una posición importante en la sociedad, al contrario, indica que el mismo ha alcanzado importantes cargos, de allí que su cuestionamiento sea más crudo al darle un carácter de mayor responsabilidad en las esferas de poder:


El cholo político, militar, diplomático, legislador, abogado o cura, jamás o en ningún momento turba su conciencia preguntándose si un acto es o no moral, entendiéndose por moral, <La armonía de actividades en vista del bienestar general> – según la concepción positivista-, porque únicamente piensa en sí y sólo para satisfacer sus anhelos de gloria, riqueza y honores a costa de cualquier principio, por sobre toda consideración, ferozmente egoísta e incomprensivo. (Arguedas, 1937:58).


La importancia de este cuestionamiento es que Arguedas muestra al cholo a partir de su “degenerada” condición como un sujeto sin ningún valor moral, aunque este haya alcanzado una posición de importancia y respetable como la de hombre de leyes o un representante de la iglesia. Observa que este sujeto corrupto “juzga según los dones de su criterio, sus propias observaciones o experiencias” (Arguedas, 1937:58) lo que lo hace un hombre proclive a delinquir.

La diagnosis de Pueblo enfermo profiere que la poca aptitud reflexiva no es producto de su falta de educación o buenas costumbres sino de su herencia racial que para Arguedas es el resultado vil de mezcla de razas con caracteres deformados. Del español ha heredado la avaricia, el orgullo e individualismo, del indio su capacidad vengativa, su poca visión de futuro y su pereza. El mestizo que Arguedas retrata es un hombre irreflexivo que persigue muchos ideales pero que no se compromete con ninguno: “Nada choca su sentido crítico.


En las acciones inmorales, en los hechos criminosos, no ve sino desviaciones momentáneas y ocasionales de la <moralidad innata en el hombre>.” (Arguedas, 1937:59)

A diferencia de los mestizos que han alcanzado un lugar en las esferas del poder el cholo que Arguedas define como “el de las clases inferiores”, es descalificado como holgazán con inclinación a la bebida. Por otro lado, el ya descrito como el “cholo leído”, tiene una disposición a vivir de las rentas del Estado. Arguedas sustenta esta idea con referencias de otros autores, como por ejemplo Agustín Álvarez y Domingo F. Sarmiento, quienes con pasajes y expresiones populares recalcaron la doble moral que el cholo andino. Sarmiento veía a los bolivianos a través de las bajezas del cholo por lo que llegó a sugerir que: “A los bolivianos hay que saludar en plural, para que no se resientan el diablo y la mentira que están detrás” (Arguedas, 1937:61) Se extiende entonces el autor a inculpar no solo a la hibridez que ha tenido lugar en Bolivia sino a lo que considera la enfermedad del continente:


El cholo de Bolivia, Perú y Colombia, el roto de Chile, el gaucho de la Argentina y del Uruguay, etc., son una de gentes hibridas, sometidas ya a un lento proceso de selección, pero que todavía no han alcanzado a eliminar de sí las taras de su estirpe…(Arguedas,1937:61)


El autor parte del dictum que las clases hibridas, al haber permanecido en el centro de la historia hispanoamericana son las culpables del estancamiento y la falta moral de un continente que sigue mostrando los grandes problemas que arrastraba la colonización europea. Esta amplia mestización que erradamente sitúa como un fenómeno del siglo XIX, es la clave para entender el limitado desenvolvimiento democrático y el escaso desarrollo. La sentencia es clara y señala directamente a los “gobernantes cholos, con su manera especial de ser y concebir el progreso” (Arguedas,1937:61), por ser los principales responsables de detener el avance que requieren las naciones jóvenes.

En detalle manifiesta otras de las razones del conflicto racial que concibe como la raíz de este problema. El autor llama el “odio de las castas” a la violencia conquistadora de despoje al indio, así la casta híbrida, es el resultado violento de la posesión del hombre por el hombre, no por actos de amor sino por la necesidad orgánica que ha sido forzada. De allí que la psicología del cholo sea entonces de un carácter altamente negativo. El hombre de casta híbrida hereda los rasgos más perjudiciales:


Del blanco tiene esa arrogancia despótica enfrente del que considera su inferior, y, como el indio, es sumiso, humilde y servil, aunque nada bondadoso, delante del superior. Es partidario de lo fastuoso, de lo pomposo, de los colores chillones, de todo lo que brilla, truena o aturde. Perverso, vengativo no sabe equilibrar sus pasiones y odia a todo lo que es superior o no se somete a sus planes y designios. (Arguedas, 1937:89).


Dado su temperamento que evita el orden y las leyes el mestizo vive en una sociedad corrompida por el fraude. Una sociedad dominada por la falta de moral donde el delito y la simulación la ha reemplazado y hace que la desconfianza se convierta en norma social.


Aunque en su discurso observa al indio y al empresario como dos actores sociales muy disimiles asevera que a ambos los une la desconfianza. Una sociedad en desconfianza crea graves problemas de asociación. Por lo tanto, si el indio ve a todo al que se le acerque como un ladrón el empresario siente que todo el que quiere asociarse con él es un estafador. Arguedas cita el hecho de que la asociación de un nacional con extranjero tiene más posibilidades de éxito que dos socios nacionales. Esta creencia es nutrida por el odio y la envidia, de allí que los epítetos como “maliciosos”, “suspicaces”, “desconfiados” y “egoístas” viven en los mestizos “fijándose exclusivamente en exterioridades, lejos de la calma inspiradora de la reflexión y de la generosidad, frutos de almas rectas y espíritus cultivados” (Arguedas, 1937:96).

Arguedas fue un gran ejemplo del intelectual positivista que desempeño cargos políticos, educativos y diplomáticos, y que utilizó el ensayismo y la escritura en general para hacer propuestas a la luz de los que se consideraba los cambios necesarios para avanzar como naciones jóvenes. A diferencia de otros intelectuales que veían en la educación la salida a muchos de los males continentales, para Arguedas el diagnóstico de la enfermedad social que padecía su natal Bolivia y las sociedades mestizas era desolador. Como sugiere Martin Stabb Arguedas promovió la idea de que los indios y los mestizos podían educarse hasta cierto punto, aunque era en vano aspirar que éstos podían lograr alcanzar el alto nivel de civilización como las que simbolizaban las sociedades europeas blancas (Stabb, 1967).

Las sociedades mestizas estaban condenadas al estancamiento por ser producto de un mal que consideraba congénito. Ante la gran decepción que generó la perdida de Bolivia con Paraguay en la Guerra del Chaco (1932-35), en la edición de 1937 de Pueblo Enfermo, Arguedas se muestra lapidario al concluir que los males de Bolivia solo pueden explicarse por la herencia racial. En esta edición se suma a las ideas de Hitler y ve en la composición social y étnica del pueblo boliviano los elementos que “acentuados hasta el exceso, han contribuido para que Bolivia, el menos conocido de los pueblos Sudamericanos, con el Paraguay, haya llevado una vida sin relieve y llena de agitaciones estériles y destructoras en el campo de la política” (Arguedas, 1937:181). No obstante, en aparente contradicción, así como fustiga al indio también tiende a justificarlo. Es más opuesto a la hibridez de las razas por considerarla la raíz del crimen y la corrupción.

Siente entonces que el indio es una víctima que también ha actuado influenciado por factores externos y empujado por las circunstancias. El conflicto que conduce llevar a cabo la modernidad (los modos de producción, la vida en la ciudad, la exigencia de asimilación) ha impulsado al indio andino a cometer delitos por los que se le castiga injustamente. Arguedas sugiere que no representa remedio la acción coercitiva contra el indígena ya que un sujeto que no tiene remota idea de lo que es la ley, por lo que no se le puede exigir ciudadanía. Con estos giros verbales, al mismo tiempo que denigra al indígena por su condición racial, justifica sus acciones por ser un sujeto despojado e irreflexivo. Hasta cierto punto ve entre otras cosas que el odio que tiene hacia el blanco puede justificarse, así como el alto consumo de alcohol que lo lleva a actuar de manera ilegal en una sociedad que no lo entiende.

En suma, la geografía y la raza son la base del malestar social y las causas de la desorganización y el limitado avance material, así como otros males más recientes como el


crimen y la corrupción. La reflexión fundamentada en el discurso degenerativo confundía la herencia genética con la conducta aprendida, pero al ir de la mano con la ideología dominante y cimentar sus propias ideas con las que Lombroso y Le Bon popularizaron, parecía irrefutable lo que se observaba en los pueblos andinos, el supuesto en el que biológicamente se podía trasmitir de padres a hijos conductas inmorales, tendencias criminales y rasgos psicológicos desviados. Con este argumento que proponían con autoridad y avenencia los nuevos modelos científicos se seguía privilegiando a la raza blanca europea del norte. Ésta se mantenía como la más aventajada en comparación a la prescrita inferioridad del resto y al mestizaje como la mayor de las aberraciones.


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Vol 27, N°4


Esta revista fue editada en formato digital en diciembre de 2018 por su editorial; publicada por el Fondo Editorial Serbiluz, Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela


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